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Christine Downing LA DIOSA Imagenes mitolégicas de lo femenino A través de una serie de capitulos, dedicados cada uno a una dio- sa 0 a una mujer mitica distinta, el presente libro va trazando un fas- cinante camino de individuacién que va desde la «hija-doncella» hasta la «mujer-madre», desde la infancia hasta la madurez. La diosa lo es todo menos un libro abstracto. De hecho, una de sus caracteristicas mAs atractivas es su dimensi6n autobiografica. Escri- to de manera directa y a la vez intima, el libro, plagado de referencias culturales clasicas y contempordneas, va mostrando cémo un mito puede ayudarnos a dilucidar el significado de una experiencia personal concreta. Terapeuta y profesora de religién, la autora va extrayendo el sig- nificado vital de nuestros propios suefios y fantasias. La experiencia del mundo y la experiencia del mito se solapan en un amplio campo donde inciden la psicologia profunda, la mitologia y la espiritualidad. La diosa es, en suma, un documento extraordinario y de lectura im- prescindible para todos cuantos quieran profundizar en las claves de nuestro mundo a la vez moderno y arcaico. Christine Downing es profesora emérita de estudios de religién en la Universidad de San Diego. Sus numerosos libros incluyen Myths and Mysteries of Same-Sex Love, Gods in Our Midst, Women’s Mys- teries, Psyche’s Sisters y Journey Through Menopause. Ha sido tam- bién responsable de edicién del libro Espejos del Yo, publicado por Kairés. Portada: Koré, circa -500. ISBN: 978-84-7245-388-3 Museo del Acrépolis, Atenas. | Psicologia 9 3 ‘Templo de Hera en Olimpia. Frontispicio. Christine Downing LA DIOSA Imagenes mitolégicas de lo femenino Traducci6n del inglés de Maria-Pau Pigem editorial airds Numancia 117-121 08029 Barcelona Espafia Titulo original: THE GODDESS © 1981 by Christine Downing © de la edici6n en castellano: 1998 by Editorial Kairés, S.A. Primera edicién: Mayo 1999 Segunda edicién: Marzo 2010 ISBN-10: 84-7245-388-X ISBN-13: 978-84-7245-388-3 Depésito legal: B-12299-2010 Fotocomposicién: Beluga & Mleka, s.c.p. Cércega, 267. 08008 Barcelona Impresi6n: Publidisa, www.publidisa.com Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproduccién, distribucién, comunicacién piblica o transformacién de esta obra solo puede ser realizada con la autorizaci6n de sus titulares. salvo excepcién prevista por la ley. Dirjjase a CEDRO (Centro Espaftol de Derechos Reprogrificos, www.cedro.org) si necesita algiin fragmento de esta obra LA DIOSA Ami madre y a mi hija A los que asi hemos hablado de los mitos, que los mismos dioses y los espiritus de aquellos que escribieron los mitos nos sean favorables. SALUSTIO AGRADECIMIENTOS Los que han contribuido a dar a este libro su forma actual son muchos mas de lo que me es posible nombrar. Este libro seria ini- maginable sin todas aquellas figuras de mi vida que aparecen de forma anénima en estas paginas, entre ellos los que han hecho de la diosa algo real para mi. Sin los alumnos, amigos y colegas que han bendecido mis comienzos, compartido mi entusiasmo, alen- tado a que siguiera, y sabido cudndo discrepar o cuestionar, nun- ca se habria llevado a cabo. Sin embargo, entre tantos como hay, debo nombrar a algunos. Entre éstos hay algunas mujeres: Karen Brown, Carol Christ, Jan Clanton, Linda Dutton, Adria Evans, Pat Finley, Joan Mallonee, Herta Rosenblatt, Toby Sitnick, Kay Tur- ner; y también algunos hombres: Allan Anderson, David Cohen, William Doty, George Downing, Dennis Dutton, Richard Under- wood, Martin Worman. Mi agradecimiento més especial se lo debo a Peter Wayson, que con su sensible ofdo para el lenguaje, escrupulosa erudicién, familiaridad con el mundo de la mitologia cl4sica y su consideraci6n para conmigo y mi trabajo transformé lo que pudo ser una tarea tediosa de revision final en una consu- maci6n deliciosa; y a mi atento y cuidadoso editor de la Crossro- ad, George Lawler. También quiero agradecer a aquellos que han mecanografiado el manuscrito en diferentes etapas: Eric Downing, Elaine Estwick, Ruth Ferm, Ramah Fitzgerald, Beda Johnson, Carol Pederson, Joan Petrina, Peter Wayson; y a Carol Marcy por preparar el indice. La Diosa Primeras versiones de algunos de los capitulos han aparecido en Anima, Arché, Facing the Gods, Lady Unique, Quadrant, Southern Humanities Review. Mi investigacién fue apoyada en parte por una beca de la San Diego State University Foundation. CHRISTINE DOWNING Del Mar, California PREFACIO Es extrafio que la continuaci6n del Yo sobreviviera a la Virgen, a Afrodita y a la Dolorosa, todo penas y amores, deidades sucesivas que tienen su reino en el pecho humano. Abandonada por los dioses, mujer de cuerpo envejecido que recuerda a medias la Anunciaci6n, la pasién, el dolor de parto y la pena, que fueron la mascara de mi humanidad. Me maravillo ante la indiferencia del alma. Pues en su teatro la obra ya ha terminado, las ldgrimas ya se han vertido; los actores, los inmortales en sus incesantes manifestaciones, se han ido a otra parte. Y yo que he sido Virgen y Afrodita, la afligida Isis y la reina del grano, espero al tiltimo verano, Perséfone temida, para bailar finalmente mi polvo hacia la tumba. KATHLEEN RAINE! ‘le descubierto el mito a través del mito al descubrir lo que aiquitica vivir un mito. He descubierto el modo de ocuparme del nto mientras lo hacia. Algunas veces, a lo largo del camino, me 1 La Diosa di cuenta que lo que estaba escribiendo era una especie de auto- | biografia. Estos capftulos entretejen memorias de infancia, suefios de €pocas muy diferentes y una compleja historia de identifica- ciones. Sin embargo, estén claramente escritos desde la perspecti- va de la mitad, no del final, de la vida. Lo que aparecen son frag- mentos desordenados y a veces contradictorios, no una narrativa continua, enmarcada cronolégicamente.? He descubierto que el hecho de reconocer las dimensiones arquetipicas y universales de las propias experiencias puede liberamnos de una relacién pura- mente personal con éstas. También creo que se pueden celebrar los modelos miticos sin dejar por ello de apreciar los momentos concretos y tnicos que constituyen la existencia de uno mismo. Esto es lo que Sigmund Freud quiso decir con transferencia —re- conocer que uno es Sigmund Freud y Edipo, que yo soy Christi- ne Downing y Perséfone-. Una de las dos descripciones, por si sola, es insuficiente. El reconocer que son muchas las diosas que dan forma a la vida de uno también ayuda a protegernos de iden- tificaciones inflacionistas y de la sensacién de ser consumidos por un modelo mitico fatalmente determinante. Las diosas pare- cen encontrar, también, vias para recordarnos que ellas son, de hecho, fuerzas numinosas, no reducibles a nuestras tentativas de interpretacién psicolégica. Al ocuparme de ellas he empezado a comprender lo que Tho- mas Mann queria decir con el punto de vista mitico que se con- vierte en subjetivo, con el ego dandose cuenta «de forma orgu- llosa y tenebrosa pero también alegre, de su repeticién y tipicalidad». Estoy de acuerdo con él en que «el mito es la legiti- maci6n de la vida; sdlo a través de éste y en éste la vida encuen- tra autoconciencia, autorizacién y consagracién».’ Necesitamos imagenes y mitos a través de los cuales podamos ver quiénes somos y en qué podemos convertimos. Como eviden- cian nuestros suefios, el lenguaje propio de la psique es el de la imagen, y no el de la idea. La psique necesita imagenes para nu- trir su propio crecimiento, puesto que las imagenes nos proveen de un conocimiento que podemos interiorizar mejor que “apli- 12 BS | Prefacio car”, pueden llevarnos a ese lugar en nosotros donde hay agua y donde crecen los juncos y la hierba. Irene Claremont de Castille- Jo habla de descubrir la insuficiencia de todas las teorias sobre la psique femenina, incluyendo el marco junguiano dentro del cual ella ha tratado, durante largo tiempo, de adaptar su propia expe- riencia y la de sus pacientes femeninas. Por ahora, sugiere, nece- sitamos simplemente atender, con carifio y con precisién, a las imagenes que han surgido espontaéneamente en nuestros suefios y fantasias.* En mi caso la busqueda de la diosa empez6 con un suefio: En el suefio me encuentro en un estado de confusién y de- sesperacién. Decido conducir sola hacia el desierto, esperando redescubrir allf el centro sereno que he perdido. Conduzco, bien entrada la noche, por carreteras comarcales desconocidadas y, aparentemente, poco transitadas. Entonces, en lo que parece en medio de ninguna parte, se pincha una rueda y me doy cuenta de que no tengo ninguna de recambio. Parece algo improbable que enseguida llegue alguien a darme una mano, pero a lo lejos veo una luz que puede significar que hay alguien dispuesto a ayu- darme o, como tninimo, un teléfono. Me dispongo a ir hacia alli y camino y camino. Al cabo de un rato me doy cuenta de que la luz no est4 mas cerca y de que ya no estoy del todo segura de si se encuentra alli. Me doy la vuelta pensando que, después de todo, es mejor esperar al lado de mi coche; pero ha desapareci- do, asi como a carretera. En ese momento, una figura aparece de detrds de una mata de salvia en esa extrafia noche de luna del desierto. Es la figura de un viejo apergaminado pero de aspecto amable. “;Te puedo ayudar?”, me pregunta. “No —le digo-. Ti y yo ya hemos pasa- do antes por esto, Esta vez tengo que ir en busca de Ella.” Asi, que me dispongo a atravesar el desierto, pareciendo sa- ber ahora en qué direccién continuar, aunque no hay caminos se- fializados y sé que nunca he estado allf. Unas horas més tarde, me encuentro al pie de unos cuantos pefiascos de piedra arenis- 13

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