Para verdaderamente adquirir virtudes se debe en primer lugar adquirir buenos
hábitos, que deben partir desde el hogar, ya que son los padres la verdadera base y sustento de los hijos. Son ellos los primeros maestros quienes van a verter en sus hijos el modelo a seguir. Es así que adquirir un hábito supone un esfuerzo, puesto que estos se alcanzan por medio de actos libres repetidos con esfuerzo. Libres significa actos conscientes y queridos por las personas que los hacen, al principio será tedioso pues si no se tiene costumbre se dificultará, pero a medida que nos demos cuenta que ya no se necesita tanto esfuerzo se habrá adquirido el hábito o se estará en camino de lograrlo. Adquirir un hábito en el periodo sensitivo es más sencillo, pues todo el cuerpo está a favor de adquirirlo, así también sucede con los hábitos morales que dejan una huella imborrable en esta edad. Es importante saber que un hábito se puede adquirir en cualquier momento de la vida, simplemente es cuestión de querer adquirirlos y poner los medios; es decir la edad no significa un obstáculo, solo que sí tomará un poco más de esfuerzo y tiempo. Para educar a los hijos hay que hacerlo con verdadero amor y no con imposiciones. Los actos que se realicen deben ser libres para que se graben mejor, pues las cosas por obligación generalmente no tienen buenos resultados. Esto representa educar a los hijos en la libertad y en la responsabilidad. Lo más eficaz es hablar con los hijos a solas, cuando estén tranquilos y alegres. Hacerlo con cariño, que se sientan queridos, que se den cuenta de que ellos son muy importantes para sus padres. Estos deben saber motivar a los hijos y darles razones para que se porten bien, porque ellos quieren sin necesidad de premios, ni castigos, ni amenazas, ni por la razón de que es el padre. Por otro lado, también se debe educar a los hijos en virtudes, para ello hay que tener en cuenta que es una persona realmente. Hay que ayudar a la voluntad con hábitos que hagan más pronta y fácil la acción en los hijos. La fuerza de voluntad es muy importante para la autoestima de los hijos, pues ayuda a saberse capaz de lograr las metas a las que aspiran. Para que haya virtud hay que repetir actos buenos, sabiendo lo que se hace, sabiendo por qué se hace y sobre todo queriendo hacerlo. Hay cinco núcleos de virtud que nos ayuda a educar un ambiente familiar de respeto y diálogo sincero en el que todos los miembros de la familia tienen en cuenta los derechos de los demás y respetan su libertad. El primero de ellos es el orden interior o autodominio que viene a ser la capacidad de ser señor de uno mismo para abrirse al mundo exterior de cosas y personas, poniéndolas en su justo lugar y dándoles el valor preciso. El segundo núcleo de virtud es el trabajo que consiste en la proyección de la persona que usa las cosas y las perfecciona según sus necesidades, partiendo de la obra creadora de Dios. La exigencia de trabajar bien lleva implícito el necesario esfuerzo sin el cual la persona no se perfecciona. El tercer núcleo de virtud es la solidaridad que consiste en aceptar y realizar lo que a cada uno le corresponde como miembro de un grupo en aras del bien común. Asimismo, está la generosidad que va más allá y consiste en darles a los demás todo lo que se pueda sin la medida estricta de la justicia. Por último, la responsabilidad que es reflejo de la madurez de la persona que es capaz de vivir su libertad, que compromete su vida con la verdad y el bien, con todas sus consecuencias. Según el periodo sensitivo de los hijos, se puede lograr diferentes formas de trabajar con ellos las virtudes y lograr eficaces resultados. Cuando los niños se encuentran entre los 3 a 6 años de edad, no corresponde hablar aún de virtudes, pero sí de buenos hábitos que serán apreciados como valores cuando se desarrolle más la razón y su espíritu crítico. En los primeros años el aprendizaje es por dos mecanismos: imitación y repetición, por lo cual es vital el ejemplo que brinden los padres. En esta edad se deben lograr tres objetivos básicos: uno de ellos es familiarizar a los hijos con los límites y las reglas, desarrollar su capacidad de autocontrol y formar su carácter mediante hábitos básicos. En el nivel primaria que comprende los 6 a 12 años de edad es el momento en que se debe inculcar algunos hábitos intelectuales y de conducta de gran trascendencia para el futuro, se deben aprovechar todas las ocasiones que les permitan vivir las virtudes, dando más razones de por qué conviene asumirlas. Es necesario plantearles retos razonables que puedan cumplir para que ganen en seguridad personal y mejoren su autoestima. En la educación secundaria que comprende generalmente entre los 13 a 18 años de edad es fundamental tener principios claros que orienten la conducta. Es fundamental en esta edad encontrar el sentido y significado de lo que hacen, pues lo que más quieren es sentirse útiles. La generosidad La generosidad es una de las virtudes humanas que más acerca a las personas a la felicidad. Se encuentra directamente conectada con el amor y la justicia, y, para ejercerla, debemos ayudarla de la responsabilidad, la perseverancia y la fortaleza. Se entiende por generosidad al acto desinteresado de la voluntad, por el cual una persona se esfuerza en dar algo de sí misma con el fin de cubrir una necesidad de otra persona, buscando su bien. Es por lo tanto, un acto libre. Para reforzar el conocimiento de esta virtud, hay que desarrollarla antes y después del Periodo Sensitivo, primero prepararlo como hábito y luego mantenerlo y reforzarlo como virtud. Educar en generosidad entre los 0 y 6 años de edad. En este periodo de vida los niños no entienden de ser generosos, pues por el contrario sobre los tres años de vida se vuelven egocéntricos. En los primeros años se debe fomentar el hábito de dar, más como costumbre que como virtud, relacionándolo con el querer a los demás. Educar en generosidad entre los 7 y 11 años de edad. Estos años son oportunos para desarrollar tres virtudes: generosidad, laboriosidad y reciedumbre. Este periodo es apropiado para que una persona empiece a desarrollar la virtud de la generosidad con plena conciencia. Educar en generosidad entre los 12 y 15 años de edad. Es el momento en que los padres deben mantenerse más unidos a sus hijos, tratando por todos los medios que ese lazo de comunicación no se pierda o se vea interrumpido. Educar en generosidad entre los 15 y 20 años de edad. Todo resultará más fácil si a los doce años se ha cimentado bien lo aprendido.
Disciplina Positiva: Cómo manejar los conflictos, eliminar los berrinches y criar niños seguros: Incluye Crianza Positiva y Disciplina para niños pequeños