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Pat Adams, Lous Finkelstein y Barbara Westman Danto; ls fi6- sofos Richard Wollheim, Nelson Goodman, Stanley Cavel, Richard Kuhns, Hide Ishigurs, George Dickie, josef Stem, Ted Cohen, Da- Vid Carrer y T-Grace Atkinson, EL National Endowment forthe Humanities biao que me fue- ' posible presentar una gran parte de este trabajo en gestacion a ‘atios ilbsofos durante un curso de verano patrocnad por a Uni- versidad de Columbia en 1976. También me dieron més oportni- lades la Universidad de Yale, a Annenberg School de la Univers- dad de Pennsyivanla,con un ciclo de conferencias organizadas por Barbara Hermstein Smith (de la cual aprendi a argumentar y dis- ‘eutir con provecho); y gracias a Ida Beam, entonces profesora en 4a Universidad de low, pasé una semana invtado por Paul Her- radi y el Departamento de Literatura Comparada. Joyce Backman, mi editor de Harvard University Press, en- tend el ritmo de mi eseritura y pensamiento,y me ayud6 a dar Je una especie de clridad interior. Estoy seguro de que el libro hubiera resultado incluso mas claro si le hubiera hecho caso més a menudo. a hima part del libro fue escritaa finales del verano de 78, ‘espués de la muerte de mi primera esposa,Shiley Rovetch Dan- ‘0, Sélo un afo desputs, descubriendo cuén conmovido estaba por 'mis propias descripciones de los retratos de mujeres de anistas —Céeanne, Monet, Rembrandt— vi claro lo que ess ejemplos sig- nificaban, y que habia escrito un monumento flos6ico en su me- moria y en la de aquel matrimonio. flue G Danto Trans fiquia cién del bygur longa |, OBRAS DE ARTE Y MERAS COsAS Observemos el cuadro que una vez describi6 Seren Kierke- s2ard, el ingenio danés. Se trata de una pintura de los israclitas cruzando el Mar Rojo. Contemplindola, se podria ver cosas bien distinias de lo que cabra esperar de una obra con tal tema si, por «ejemplo, nos a imaginamos pintada por un artista como Poussin © Altdorfer: ropeles de gente, en diversas actitudes de painico, arastrando la pesada carga de sus trastornadias vidas, y,en la le. jania, el poderio de la caballera egipcia que se les viene encima, ‘Aqui, en cambio, el atsta habia puesto un cuadrado de pintura ‘ofa, dado que slosisraeltas habian pasado ya y los egipcios es- {aban ahogados.. Kierkegaard comenta que el resultado de su propia vida es como esa pintura. Toda su agitacign espitual, el Padre que sobre una colina maldice a Dios, la riptura con Regi- na Olsen, la bisqueds interior del sentido cristiano, la continua slsputa con un alma angustiada, que al fin se funde —como los 00s de las grutas de Malabar— en un estado de dnimo, un to. no Gnico. ‘Ahora coloquemos, unto al cuadro descrito por Kierkeggan, (to, exactamente igual pero, en este caso —es un suponer—— obra de un reatita danés que, con inmensa penetracin psicolégica, 4o ha ttulado “El fnimo de Kierkegaard. Imaginemos —ya pues. {os— toda una serie de recténgulos rjos, unos junto a otras. Ade- mis de estos dos, y con un parecido tan exacto como el que tie zen entre si, colocaremos sla Plaza Rojas, ingenioso fragmento de paisaje moscovita. Nesta siguiente obra es un buen eemplo a ‘de ane geométrco minimalist, el cual leva —como suele pasar— un titulo andlogo: Cuadrado rojo." ¥ luego ‘Nirvana, una pinta smetafsica basada en el conocimiento que el artista tiene de que los 6rdenes del nirvana y del samsara son idénticas, y de que el mundo del samsara es designado por sus detractores como el pol. ‘yo rojo, Ahora tenemas un bodegén hecho por un amargado dis-

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