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CRÉDITOS
MODERADORA
Mona
TRADUCTORAS
Clau
DISEÑO
Cecilia
ÍNDICE
Sinopsis Capítulo 15
Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo 19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23 4
Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Capítulo 25
Capítulo 11 Próximo Libro
Capítulo 12 Biología del autor
Capítulo 13
Capítulo 14
SINOPSIS
C
ómo comenzar un gran verano en los Hamptons:
Consigue un magnífico alquiler en la playa. Listo.
Consigue un trabajo en un lugar de moda para veraneantes.
Listo.
Cómo arruinar un gran verano en los Hamptons:
Enamórate del tipo con una chaqueta de cuero oscura, aspecto
descuidado sobre su rostro y una mirada intensa que no encaja con el resto
de la multitud que luce elegante. Un tipo al que no puedes tener cuando te
vas al final de la temporada.
Listo. Listo. Listo.
Debo añadir, especialmente cuando el chico sexy y dios tatuado es tu
jefe.
Especialmente cuando no solo es dueño de tu lugar de trabajo, sino
heredero de la mitad de la ciudad.
Especialmente cuando es malo contigo. 5
O eso pensé.
Hasta que una noche me pidió que subiera a su automóvil para poder
llevarme a casa porque no quería que caminara en la oscuridad.
Así fue como todo comenzó con Rush.
Y luego, poco a poco, algunas de las paredes de este inflexible hombre
comenzaron a caer.
Nunca esperé que nosotros dos, aparentemente opuestos desde fuera,
estuviéramos tan cercanos.
Se suponía que no debía enamorarme del heredero rebelde,
especialmente cuando dejó en claro que no quería cruzar la línea conmigo.
A medida que la temperatura se enfriaba, las noches se volvían más
calientes. Mi verano se volvió mucho más interesante y complicado.
Todas las cosas buenas deben tener un fin, ¿verdad?
Excepto que nuestro final fue uno que no vi venir.
—N
unca he tenido sexo en la playa, mucho menos
preparado uno.
—Hay otros dos cantineros. Pueden ayudarte a
hacer lo que sea que no sepas hacer. Por
favooooooor. A mi hermana se le acaba de romper la fuente y quiero conducir
de regreso a Nueva Jersey esta noche para evitar el tráfico de la mañana. Te
debo una. —Escuché a Riley haciendo un puchero por el teléfono.
—Pero iba a escribir esta noche.
—No viniste a la playa hoy porque ibas a escribir todo el día. ¿Cuántas
palabras has escrito hasta ahora?
Bajé la mirada a mi computadora portátil. Siete. He escrito siete
malditas palabras hoy.
—Más que ayer. —Tristemente, esa era la verdad—. Pero estoy en
racha. 6
—Por favorcito. Es una emergencia, o no te lo pediría.
Resoplé.
—Bien.
Riley chilló.
—¡Gracias! ¡Ah! Y usa algo de corte bajo para que presumas ese gran
estante que tienes. A nadie le importará que no sepas preparar una bebida
con esas en primera plana.
—Adiós, Riley.
Me miré en el espejo. Mi cabello oscuro estaba en un moño
desordenado amontonado en mi cabeza. No traía maquillaje y me había
cambiado los lentes de contacto por gafas que escondían mis cansados ojos
azules. Suspiré. Al menos me había duchado hoy.
Mi compañera de cuarto, Riley, era cantinera en uno de los bares de
moda en Hampton a orillas de la playa. Era el tipo de lugar en el que los
mocosos, ricos y yuppies lucían polos con pequeños caballos bordados y
mocasines sin calcetines. Las mujeres eran todas delgadas y exhibían una
piel excesivamente bronceada. Después del último encuentro que tuve con
un chico allí, definitivamente no estaba buscando llamar la atención.
Me puse máscara de pestañas, dejé que mi cabello cayera del moño y
no me molesté en volver a ponerme los lentes de contacto. Lo suficientemente
bien.
El estacionamiento de The Heights estaba lleno. El lugar tenía un bar
en la azotea. De allí el nombre. La gente estaba fumando al frente, y la
música del interior sonaba tan fuerte que las ventanas vibraban. Recordaba
de la única vez que había venido que había tres bares... uno en la azotea,
uno adentro, y uno afuera en la terraza que daba a la playa. También había
un restaurante adyacente que parecía ser popular antes de que la multitud
del bar se hiciera cargo. No estaba segura de dónde le correspondía trabajar
a mi compañera esta noche.
Un hombre gigante abrió la puerta mientras me acercaba, así que
primero fui a revisar adentro. Riley me vio de inmediato. Gritando, agitó dos
manos en el aire desde detrás de la barra, luego las ahuecó alrededor de su
boca.
—Ven aquí atrás. Te daré una visita rápida. —Caminé hasta el final
de la larga barra y levanté la tabla con bisagras para acceder.
—Esta es Carly. —Señaló a una pelirroja con coletas y una media
camiseta. La mujer saludó—. Ella trabaja en el bar exterior con Michael.
Solo apareció para robarnos algunos de nuestros vasos porque no tenía
suficientes en su propio bar.
Carly se encogió de hombros antes de levantar una caja y gritar sobre
la música.
—Siempre llego tarde.
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Riley señaló a una chica rubia y más baja que hacía que el escaso
atuendo de Carly se viera como el de una dama. Por un segundo, me
arrepentí de no haberme cambiado a algo un poco mejor o al menos
arreglarme un poco.
—Y esa es Tia. Ella trabaja la mitad izquierda del bar interior. Yo
trabajo en la derecha.
Tia saludó.
Riley tamborileó con sus uñas en la parte superior de una fila de
grifos.
—Bueno. Así que tenemos Bud, Stella, Corona, Heineken, Amstel y
Lighthouse Ale, que es una cerveza local. Promueve la cerveza local si te
dicen que elijas tú.
—Lo tengo. —Asentí.
Se volvió hacia los estantes con espejos detrás de nosotros.
—Todo está en el estante superior. Las cosas más populares: Vodka,
Jack Daniels, ron, bola de fuego, tequila, están almacenadas en el lado
izquierdo y derecho de la barra para que no nos choquemos todo el tiempo.
—Señaló debajo de la barra—. Vasos, jarabes, fregaderos y refrigeradores de
cerveza embotellada se encuentran aquí. En la parte superior del
refrigerador rojo, hay un libro laminado que te da los ingredientes para
cualquier cóctel que no sepas cómo hacer.
—Refrigerador rojo. Lo tengo.
Se tocó el labio con el dedo.
—¿Qué más? Oh. Si alguien te da algún problema, solo silba, y Roble
se encargará de eso.
—¿Roble?
Hizo un gesto hacia la puerta de entrada manejada por el hombre
enorme al que había pasado al entrar.
—El gorila. No sé su verdadero nombre. Todo el mundo lo llama Roble.
Supongo que es porque es tan grande como un árbol. Él es el portero y
gerente suplente cuando el dueño no está cerca. —Riley sacó su bolso de
debajo de la barra y se puso la correa en el hombro—. El cual,
afortunadamente para ti y para mí, no debería estar esta noche. Se asustaría
si supiera que dejé a alguien sin experiencia detrás de la barra.
Mis ojos se agrandaron.
—¿No debería estar esta noche? ¿Qué pasa si aparece?
—Relájate. El idiota rico estaba en la ciudad por una reunión de la
junta hoy. No va a aparecer. 8
Riley besó mi mejilla y salió corriendo detrás de la puerta. Gritó por
encima de su hombro:
—Gracias por hacer esto. Te debo una.
Mis primeros clientes pidieron cerveza. Aparte de un poco de espuma
extra porque aún no dominaba el arte de verter, nadie parecía ser el más
sabio, al menos hasta que se acercó un grupo de cuatro mujeres.
—Quiero un Cosmo.
—Yo una Paloma.
—Para mí una Mula de Moscú.
¿Una qué?
—Tomaré una Corona, por favor.
Al menos la que tiene buenos modales no tendría una bebida
arruinada. Vertí la Corona, agité un Cosmo, pues, dado que resultaba ser
mi favorito, en realidad sabía cómo hacerlo, y luego comencé a hojear el libro
de mezclas de bebidas que estaba encima del refrigerador rojo. Solo que...
no tenía una receta para una Mula de Moscú o una Paloma. Me dirigí a Tia.
—Oye... ¿qué lleva una Mula de Moscú?
—¿En serio? Nunca me han pedido que haga uno, pero creo que son
dos onzas de vodka, cuatro onzas de cerveza de jengibre y jugo de lima.
—Gracias. ¿Y qué hay en una Paloma?
—¿A quién diablos estás sirviendo? —Se rió—. Dos onzas de tequila,
siete de soda de pomelo y jugo de lima. Los mezcladores de bebidas extrañas
como cerveza de jengibre y soda de pomelo están en el fondo del refrigerador.
Tendrás que cavar.
—Lo tengo. Gracias.
En mi camino de regreso al otro extremo de la barra, me detuve para
llenar una cerveza y darle el cambio a alguien. La música era tan ruidosa y
molesta, que me sentía un poco abrumada, así que cuando tomé unos vasos
y empecé a preparar las bebidas para las damas, no estaba segura de
recordarlas correctamente.
¿Era cerveza de jengibre, cerveza, vodka y limón? Miré hacia el otro
extremo de la barra. Tia tenía una coctelera en una mano y con la otra
estaba sirviendo una cerveza. La barra también comenzaba a llenarse.
—¿Te olvidaste de nuestras bebidas? —La amante de la Mula tenía
mala actitud.
—Viene inmediatamente. —Y no me culpes si sabe a mierda.
Inicié mi mejor imitación de los estúpidos cócteles y los serví ambos
en vasos elegantes. Todo sabía mejor en un vaso elegante de todos modos.
Después de llamarlas, pasé al siguiente cliente. 9
—Tomaré un alud de lodo —dijo el tipo con el polo rosa pastel.
—Umm. De acuerdo. —Miré a Tia. Ella todavía estaba ocupada. No
podía interrumpirla por cada cliente—. Eso es con Kahlua, ¿verdad?
El chico me miró de reojo. ¿Qué pasaba con todos en este lugar?
—Tal vez deberías conseguir un trabajo en la heladería de la cuadra
si no sabes cómo hacer un alud de lodo.
—Tal vez deberías beber cerveza en lugar de una bebida para mujeres,
—respondí.
—Es para mi novia. No es que sea de tu incumbencia.
—Oh.
Caminé hacia el libro de recetas. ¿Por qué estas cosas no están en
orden alfabético? Alud de Lodo estaba de penúltimo. Vodka, Bailey's Crema
Irlandesa, Kahlua, Leche, todo en partes iguales.
Otros dos clientes pidieron sus bebidas mientras yo mezclaba el
cóctel. Necesitaba aprender a no mirar a los ojos hasta que estuviera lista
para tomar el siguiente pedido. Debido a las interrupciones,
inadvertidamente puse Baileys dos veces y olvidé la leche.
Mientras entregaba la bebida al hombre del alud de lodo, el cuarteto
de mujeres regresó a la barra. Se abrieron paso hacia el frente y golpearon
dos vasos sobre la barra. El líquido de las bebidas salpicó todo.
—Estos no están bien. No sé lo que pusiste en ellos, pero saben
horrible.
—Bueno. Dame un minuto y los rehago para ustedes.
La mujer al frente de la brigada perra puso los ojos en blanco.
Llevé el billete de veinte dólares del tipo del alud de lodo a la caja
registradora y volví con sus cinco dólares de cambio. Quince dólares. Vaya
timo.
—Aquí tienes.
El tipo tenía un bigote de leche mientras bajaba lo que acababa de
inventar.
—Este tampoco está bien. ¿Sabes qué diablos estás haciendo allí?
—¡No! —grité en defensa—. Estoy ayudando a una amiga. No tienes
que ser tan grosero. Estoy haciendo mi mejor esfuerzo.
Me tomé mi tiempo rehaciendo los tres tragos y los presumidos
clientes probaron esta vez antes de irse. Sentí que alguien me miraba desde
el final de la barra larga, pero tuve que seguir adelante.
No fue hasta que terminé de ocuparme de dos clientes más que pude
echar un rápido vistazo a los ojos que había sentido siguiéndome. Hice una
doble toma. Este chico era precioso. Hermoso a morir, pero también se 10
destacaba como un pit bull en un mar de poodles. Chaqueta de motociclista
de cuero negro, piel bañada por el sol, rostro desordenado, cabello rubio
sucio que sobresalía de forma desordenada luciendo como si acabara de
tener sexo. Muy buen sexo. Mis ojos se encontraron con los suyos de color
verde oscuro, y su intensa mirada me puso nerviosa.
—Enseguida estoy contigo.
Asintió una vez.
Cuando terminé con el tipo que tenía al lado, volví mi atención al
rebelde en medio de un mar de polos pasteles.
—¿Qué puedo traerte?
—¿Qué sabes hacer? —Dios, la voz coincidía con su rostro. Sexy,
profunda e intensa.
Aparentemente, había estado sentado allí por un tiempo y descubrió
que no era una camarera estrella.
—Cerveza. —Sonreí—. Sé cómo hacer cerveza.
Vislumbré un movimiento de labios, creí.
—¿El dueño notó cuando te contrató que solo sabías una receta de
bebida?
—En realidad, él no me contrató exactamente. Estoy reemplazando a
una amiga, y sinceramente no tengo ni idea de lo que estoy haciendo. Creo
que incluso podría haberle dado al último tipo el cambio equivocado.
El tipo estaba callado. Parecía estar estudiándome, y me hizo sentir
incómoda. No conocía muchos rudos verdaderos, pero este tipo era
claramente un rudo.
—Entonces... ¿qué puedo obtener para ti?
En lugar de responder, se levantó y se quitó la chaqueta de cuero.
Tragué saliva al ver los músculos que sobresalían de la camiseta blanca lisa
que llevaba. Tatuajes cubrían sus brazos, enroscándose como hiedra para
cubrir cada centímetro de piel. Tuve el loco impulso de examinarlos de cerca;
preguntarle qué significaba cada uno de ellos.
—¿Cuál es tu nombre? —No me había quitado los ojos de encima, pero
realmente no sentía que estuviera mirándome coquetamente. Era confuso e
intrigante al mismo tiempo.
—Gia.
—Gia —repitió después de mí—. Dime, Gia, ¿qué pensaría el
propietario si supiera que estás detrás de ese bar dando un cambio
equivocado y molestando a sus clientes?
Este tipo podría haber sido sexy como el infierno, pero su repentino 11
cambio de tono hizo sonar campanas de advertencia. Sin embargo, no me
alejé ni llamé a Roble. Me quedé allí respondiendo como una idiota. Una
idiota que vomitaba la verdad cuando se ponía nerviosa.
—Creo que el dueño probablemente estaría enojado. No lo vería como
si estuviera haciendo una buena acción para un amigo que tuvo que irse de
emergencia.
—¿Y eso por qué?
—Bueno... escuché que es un idiota.
Arqueó una ceja.
—Sí. Lo conozco y es un idiota.
A pesar de que había estado de acuerdo conmigo, no parecía que
estuviera de mi lado para nada. Necesitaba liberarme de esta extraña
conversación.
—Entonces... ¿te gustaría mi especialidad... una cerveza?
—Por supuesto.
—¿De qué tipo?
Sacudió su cabeza lentamente.
—Escoge tú.
Aliviada por escaparme unos minutos, caminé hacia el grifo, tomé una
jarra de cerveza de la caja bajo el mostrador y comencé a llenarla con la
cerveza local tal como Riley me había dicho. Todavía sintiendo esos ojos
sobre mí, miré por encima del hombro a mi cliente rebelde y lo encontré
mirando. Ni siquiera tuvo la cortesía de fingir que no me miraba cuando lo
atrapé.
—Eso serán seis dólares, —dije colocando sobre la barra la jarra llena.
—Ocho.
—¿Perdón?
—La cerveza, son ocho dólares, no seis. —Parecía un poco molesto.
—Oh. ¿Me estás corrigiendo para pagar más?
El gorila/gerente/árbol caminó hasta la barra y se paró al lado de mi
cliente.
—La entrega de licor llegó tarde y faltaron cuatro botellas. El recibo
está bajo el cajón de efectivo, jefe.
Tardé un minuto en procesar lo que acababa de escuchar. Mis ojos se
agrandaron.
—¿Dijiste... jefe?
El rudo me miró. 12
—Así es, Gia. Soy el idiota dueño de este lugar. —Su boca se curvó en
una sonrisa que no era nada feliz—. Ahora vete de mi barra y dile a tu amiga
que está despedida.
¡Mierda!
Él era el jefe.
Pensé que este tipo era una especie de vagabundo que pasaba por la
ciudad en su motocicleta, no el propietario de todo el establecimiento.
Todos me miraban mientras yo me las arreglaba para encontrar las
palabras correctas.
—No puedes hacer eso. No puedes despedirla. No culpes a Riley
porque yo no pueda preparar bebidas para salvar mi vida. No es su culpa.
Ella estaba tratando de hacer algo bueno al dejarme en su lugar debido a
su emergencia familiar. Podría haberte dejado colgando. No la castigues por
mi incompetencia.
Cuando el gorila se acercó de nuevo, el idiota extendió su mano sin
interrumpir su mirada, que estaba firmemente dirigida hacia mí.
—No ahora, Freddie.
—Lo siento jefe. Tengo que decirte que Elaina acaba de llamar. No
volverá a trabajar en absoluto. Decidió irse a la ciudad con su novio. Ambos
consiguieron audiciones para una obra. Dijo que realmente lo siente pero
que renuncia.
El idiota se pasó las manos por el cabello con frustración y apretó los
dientes.
—¿Qué diablos? —Parecía que iba a explotar. Dejó escapar un
profundo suspiro y luego cerró los ojos para calmarse. Cuando los abrió,
solo me miró.
Era tan intimidante, pero no dejaría que me viera sudar. Necesitaba
mantenerme firme y defender lo que sabía en mi corazón que era lo correcto.
Le di unos segundos para que procesara las noticias que lo habían
enojado aún más y luego le supliqué:
—Por favor. Debes reconsiderar. No me iré hasta que me asegures que
Riley no ha perdido su trabajo por esto. No es justo.
Me miró una vez más.
—No sirves ni mierda como cantinera... pero ¿puedes mantenerte de
pie, verte bonita, sentar a la gente y llevar la bandeja ocasional de comida,
si es necesario?
—¿De qué estás hablando?
—La anfitriona nocturna acaba de renunciar. No voy a poder 13
conseguir a alguien a tiempo para el apogeo del viernes por la noche, que
está a punto de comenzar en cualquier momento. Si me ayudas, dejaré que
tu amiga, Riley, conserve su trabajo.
¿Quería contratarme?
—¡Acabas de intentar echarme! ¿Ahora quieres que trabaje aquí?
—Sí, bueno, estoy en un aprieto que no anticipé, y tuve unos minutos
para digerir tu excusa. Parece que tenías buenas intenciones al ayudar a tu
amiga, aunque fue un movimiento tonto de su parte pedirte que hicieras
eso.
—Entonces, ¿y si no acepto el trabajo?
—Riley es despedida por poner detrás de mi bar a alguien que no
debería haber estado allí. La decisión es tuya.
Tardé un momento considerando realmente su propuesta. ¿O era una
extorsión? La verdad es que necesitaba el dinero extra. Había gastado el
anticipo de diez mil dólares que recibí del editor del libro que estaba
escribiendo para rentar la propiedad compartida de verano en la que vivía.
Conseguir un trabajo adicional que proporcionara un ingreso
complementario era algo que había estado considerando de todos modos.
Esto realmente podría funcionar a mi favor.
—¿Esta oferta de trabajo es solo por esta noche o hasta que
encuentres a alguien permanente?
—No lo sé. No he llegado tan lejos. ¿Estás dentro o no?
—Lo tomaré... pero quiero el puesto de forma permanente. Y no es
porque esté cediendo a tu soborno. Es porque realmente me gustaría un
trabajo para complementar mis ingresos. Estoy escribiendo un libro y ya
gasté la mayor parte del anticipo, así que...
Entrecerró los ojos.
—¿Estás escribiendo un libro? Espero que no sea Cómo ser Bartender
para Tontos.
—Muy gracioso. No. Es un romance ambientado en una casa de
verano. Estoy alquilando una casa compartida localmente con fines de
investigación y viviendo actualmente más allá de mis posibilidades. El
trabajo en realidad será muy útil si puedo escribir durante el día y trabajar
de noche.
—Un romance en una casa de verano. Suena tonto como la mierda.
—Sacó un cigarrillo y lo encendió, soplando un poco del humo hacia mi
rostro.
Tosí.
—¿Disculpa? ¿Por qué te parece tonto?
—No sé mucho sobre novelas románticas, pero eso suena a cliché
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como mierda.
Gracias, señor Idiota, por señalar lo obvio.
Cliché. Como. Mierda.
Cómo hacerlo original es precisamente mi problema.
Comenzó bien. Los primeros tres capítulos fueron lo suficientemente
buenos como para conseguirme el contrato editorial. Ahora no me salía
nada. De ahí las siete enormes palabras que había escrito hoy.
Sacudió algunas de las cenizas en el suelo.
—Por cierto, empiezas en quince minutos, Shakespeare.
—Mi apellido es Mirabelli... Gia Mirabelli... para tus trámites.
Sopló más humo y asintió.
—Rush1.
—Pensé que dijiste que tenía quince minutos. Relaja la raja. No
necesito darme prisa.
Miró hacia el cielo como para preguntarle a los dioses cómo podía ser
tan estúpida.
—Rush es mi nombre, genio, y cuida tu boca. Soy tu jefe, ¿recuerdas?
16
CAPÍTULO 2
Y
o realmente no tenía un papel en The Heights. Como dueño del
lugar, no necesitaba estar aquí demasiado tiempo. Para eso
estaban el gerente y los empleados. Pero puedo decir que era
un poco obsesivo del control. Además, por encima de todos los
negocios que poseo, me inclinaba por la atmósfera mandona
de este lugar. Era donde me sentía más vigorizado. Así que lo
había convertido en mi cuartel general.
Sin embargo, esta noche, parecía que preferiría The Heights mucho
más que de costumbre, y eso me estaba sacando de quicio. Cada vez que
me encontraba mirando hacia mi nueva empleada, Gia, me daría un
manotazo mental. Pero era difícil no mirarla. Con largo y salvaje cabello
oscuro, una sonrisa contagiosa, y más tenacidad de la que podía contener
en ese cuerpo pequeño, resaltó desde el primer momento en que fijé mis ojos
en ella. Y usaba gafas, lo que por alguna razón encontraba tremendamente
atractivo.
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Yo no era de vivir bajo un montón de reglas. La mayor parte del
tiempo, hacía lo que quería sin importarme las consecuencias. Fumar era
un ejemplo de ello. Sabía que era terrible para mí, pero lo hacía de todos
modos, a pesar de que seguía diciéndome que algún día lo dejaría.
Dios sabe que tenía los medios para hacer lo que quisiera en la vida.
Era un poco loco poder decir eso a los veintinueve. El mundo estaba en la
palma de mi mano, y como resultado, era fácil dejarse llevar y estropearlo
todo. Pero había jurado no desperdiciar la oportunidad que mi abuelo me
había dejado hace algunos años cuando partió y me dejó la mitad de su
fortuna, lo cual incluía unas cuantas propiedades aquí en los Hamptons. A
pesar de que no vivía bajo las reglas, trataba de no joderla majestuosamente.
Una gran regla que sí tenía era no cagar donde como. O, mejor dicho,
no follar donde trabajo. Cruzar la línea con un empleado era un límite duro
para mí. No me había follado a nadie con quien trabajara. Y quería
mantenerlo de esa manera. En consecuencia, el momento en que contraté a
Gia Mirabelli fue el momento en que Gia Mirabelli quedó fuera de los límites.
No mezclar negocios con placer normalmente no era un gran problema
para mí. Pero cuando este pequeño petardo me cantó las cuarenta más
temprano, podría jurar que mi polla se endureció en el segundo en que la
palabra mierda salió por su boca. Nadie me hablaba de esa manera, lo cual
era precisamente la razón por la que me gustó cuando ella lo hizo. Sin
mencionar que mierda es una palabra que suena mucho mejor cuando viene
de la boca de una mujer hermosa.
El rumor en The Heigts era que la gente parecía pensar que yo era
intimidante, particularmente para aquellos que trabajan para mí. Salvo
Freddie, alias “Roble” quien, afrontémoslo, no tenía que temerle a nadie por
su tamaño, la gente casi me tenía miedo. Pero Gia no. Gia no tenía más
mierda que darme, y eso justamente era lo más refrescante que había
experimentado en todo el año. Tal vez en toda la vida.
Durante un rato lento de la noche, le pedí que escribiera toda su
información personal para fines de nómina y, ¿quién lo sabría? resulta que
vive en una de mis propiedades que fue rentada como propiedad compartida
por el verano. Dado que tenía una empresa de administración manejando a
los inquilinos, no tenía forma fácil de saber que yo era el propietario. Hice
una nota mental para comunicarle esa noticia cuando fuera la oportunidad.
La conexión no me sorprendió. Poseía una buena parte de bienes
inmuebles en esta parte de los Hamptons. Mi padre y mi hermano se
quedaban en la ciudad en su mayor parte, administrando el negocio familiar
allí. Los Hamptons, sin embargo, eran principalmente mi territorio, al menos
desde el punto de vista de las operaciones.
Mientras que era un bar informal en la playa durante el día, en la
noche The Heights se convertía en un club y restaurante con música en vivo
en la azotea. Y este viernes por la noche, estaba repleto tanto dentro como
en el exterior. 18
Una vez más, encontré mis ojos firmemente plantados en Gia. Ella era
muy buena en el trabajo que le había asignado. Había menospreciado el
papel de anfitriona antes, pero no era tan fácil como lo había imaginado.
Saludaba a todos los clientes con una sonrisa brillante y entusiasta, como
si fueran los primeros en entrar por la puerta. También tomó la iniciativa de
caminar alrededor de las mesas y comprobar a los clientes durante los
momentos en que no había nadie en la fila. Afortunadamente, parecía ajena
al hecho de que yo la estaba mirando.
Para cuando todos se retiraron, ya era pasada la medianoche. Estaba
empezando a llover, y el océano cercano se estaba poniendo agitado. Estaba
afuera fumando un cigarrillo cuando Gia entró directamente en mi nube de
humo.
—No me di cuenta de que todavía estabas aquí —dijo.
El humo se elevó de mi boca cuando dije:
—Siento decepcionarte.
—No lo hiciste. Yo solo... pensé que te habrías ido hace mucho rato.
—Buen trabajo esta noche.
—Vaya. —Sonrió ampliamente—. ¿Eso es un cumplido?
—Lo llamo como lo veo. También te diría si apestaras. Si bien no
podrías salvar tu vida siendo cantinera... fuiste una anfitriona increíble.
—De las mejores. —Guiñó un ojo—. Bueno, tengo algo de experiencia.
Solía tener un trabajo de anfitriona en la ciudad.
—Definitivamente puedes decir que no fue tu primer rodeo. —Mi
mirada instintivamente cayó sobre sus pechos abultados, que se tensaron
contra el sujetador negro que podía ver a través de su camiseta blanca.
Levanté mi mirada.
Nuestros ojos se encontraron, y de repente parecía ansiosa por irse.
—Bueno... que tengas una buena noche. Estaré aquí mañana a
tiempo. —Cuando comenzó a pasar por delante de la gran cantidad de autos,
me di cuenta de que no tenía vehículo; se marchaba caminando.
¿Vestida así? ¿Por la noche?
Salté en mi Mustang y conduje a su lado, bajando mi ventana.
—¿No es tarde para que vayas sola?
—Está bien. No me importa caminar.
—Está oscuro, y no hay muchas farolas en el camino a tu casa.
—¿Cómo sabes dónde vivo?
Está bien. Ella no sabía que era el dueño de su maldita casa.
—Me diste tu dirección antes, ¿recuerdas? Conozco esta ciudad como 19
la palma de mi mano.
—Ya veo. —Continuó caminando mientras yo conducía lentamente a
su lado.
—Te llevaré a casa.
—Estoy bien.
—No está bien. Eres una empleada. Trabajaste hasta tarde bajo mi
turno. Si algo te pasa de camino a casa a causa de eso, me sentiría
parcialmente responsable. Y no quiero eso en mi conciencia.
Dejó de caminar y colocó sus manos en sus caderas.
—Bueno, no tengo auto de momento. Así que pienso caminar a casa
la mayoría de las noches. Si no puedes llevarme cada noche, ¿por qué
molestarse?
No pensaba perder más tiempo tratando de ser razonable con ella.
—Métete al maldito auto —ordené.
No discutió mientras abría la puerta y me miraba.
—Gracias.
El golpe de su aroma y la forma en que me hacía sentir me ponía
nervioso. No podía entender por qué estaba teniendo este tipo de reacción
ante una mujer que acababa de conocer. Parecía familiar, aunque sabía que
nunca antes habíamos cruzado caminos.
Había follado con muchas mujeres, hasta el punto en que pensé que
era inmune a sentirme así. Pero había algo diferente acerca de Gia que no
podía entender.
Esto era peligroso.
Necesitaba otro cigarrillo. Saqué uno y lo encendí.
—¿Crees que podrías no fumar aquí? —dijo.
—No. No puedo no fumar.
Insistir en fumar cuando me había dicho que no lo hiciera,
definitivamente era un movimiento de cretino. Debería haber sido más
considerado... pero con ella en este auto, realmente lo necesitaba. Abrí la
ventana e hice un esfuerzo consciente por expulsar el humo afuera y lejos
de ella.
—¿Por cuánto tiempo has tenido The Heights?
—Mi familia lo construyó hace una década. He estado a cargo de esto
durante unos cuantos años.
—Es un establecimiento realmente bueno. Solo había estado allí una
vez y tuve una mala experiencia. No había vuelto hasta hoy.
Mi cabeza se movió a un lado.
—¿Qué clase de mala experiencia? 20
—Oh... no fue el bar en sí ni nada.
—¿Qué fue, entonces?
—Conocí a un tipo allí y fue... bueno, no terminó bien. Supongo que
asocié The Heights con esa experiencia. Ni siquiera quería venir hoy cuando
Riley me suplicó.
La idea de que alguien a quien conoció en mi negocio le hiciera daño
hizo que me hirviera la sangre. Reduje la velocidad del auto y la miré.
—¿Te lastimó?
—No.
—¿Que paso entonces?
Su descarada respuesta me sorprendió.
—Dejé que durmiera conmigo y luego me dio el número equivocado.
No muchas cosas me dejaban sin palabras. Pero oírla decir eso
definitivamente me dejó sin palabras. No tenía sentido para mí que alguien
pudiera conseguir meter a esta chica en la cama y luego darle un número
equivocado.
Su honestidad me sorprendió. ¿Cuántas mujeres lo admitirían ante
su jefe? Di todo lo que quieras sobre Gia, pero ella era real. Tal vez eso es lo
que me atraía hacia ella. Porque tanto en mi vida era superficial y falso. Esta
chica parecía que no tenía nada que esconder.
Se cubrió el rostro.
—Dios, ¿por qué te dije eso? Vomito la verdad algunas veces.
—Bueno, mi madre solía decir: “no te disculpes por tus verdades, solo
por tus mentiras”. —La miré—. Probablemente estaba casado. Recibimos
muchos de esos tipos de ciudad en el bar, creen que pueden venir a echar
un polvo en los Hamptons y luego regresar con sus esposas en Manhattan
como si nunca hubiera pasado nada.
—Sabes... creo que tienes razón. Definitivamente no era quien dijo ser.
No pude controlar el impulso de regañarla.
—Necesitas tener cuidado. No deberías ir a casa con hombres que
conoces en los bares.
—No soy una zorra. No había dormido con nadie en meses antes de
eso. Estaba sola, cachonda, y pensé ¿por qué no? Este tipo... parecía
realmente bien plantado, bien vestido, articulado. No es que me prometiera
matrimonio, pero pasamos toda la noche hablando antes de llevarlo a mi
casa. Incluso hizo planes conmigo para el siguiente fin de semana. No pensé
que me daría el número de teléfono equivocado. Él era encantador... me
logró engañar. Si pudiera retroceder el tiempo, lo haría absolutamente. 21
Llegué a su casa, mi casa, a una casa de playa de cinco dormitorios,
que se extendía en espiral y que ahora servía como casa de fiesta para un
grupo de habitantes de la ciudad que buscaban escapar de Manhattan
durante el verano.
Cuando apagué el auto, ella no se movió.
—Ojalá no te hubiera contado todo eso. No quiero que me juzgues o
pienses que volvería a hacer algo así con un cliente.
¿Quién demonios soy yo para juzgar? He follado más veces que mi
parte justa.
—Créeme, juzgarte por algo así sería como el burro hablando de
orejas. Todos cometemos errores, —dije simplemente, encendiendo otro
cigarrillo. Solté el humo por la ventana—. Solo quiero que tengas cuidado
en The Heights. Es un mercado de encuentros.
—Oh, estoy muy consciente de eso. Me coquetearon toda la noche esta
noche también.
Me chupé la mandíbula. Lo sé. Estuve mirando y varias veces tuve que
evitar ser arrestado por asalto en mi propio bar.
—De todos modos... —dijo— ¿Cómo sabías que esta era mi casa
exacta? Ni siquiera usaste navegación.
—Te lo dije. Conozco esta área al derecho y al revés.
Guardó silencio y luego dijo:
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Depende de la pregunta.
—¿Cómo llegaste a ser dueño de The Heights? Quiero decir, eres joven
y... —Vaciló.
—¿Qué?
—No estoy segura de cómo explicarlo, pero no te pareces a lo que
hubiera imaginado.
—No luzco como si fuera a aparecer en la reunión de la cámara de
comercio local pronto.
Se rindió.
—Básicamente…
¿Realmente quería entrar en esto?
Joder.
—En respuesta a tu pregunta, no hice nada para ganarme The Heights
o cualquier otra cosa que posea, salvo nacer como el hijo bastardo de un
hombre muy rico con el que ni siquiera puedo soportar estar en la misma
habitación. No hay nada de impresionante en eso, obtener riqueza sin 22
habérsela ganado.
—¿Estás en malos términos con tu padre?
—Si se hubiese salido con la suya, ni siquiera estaría en su vida, y
mucho menos compartiría su riqueza. Cuando mi abuelo descubrió mi
existencia, que luego confirmó con una prueba de ADN, todo cambió. Mi
abuelo era un hombre honorable. Decidió que yo era digno de todas las
mismas cosas que mi hermano, el hijo legítimo, obtuvo. Por lo tanto, caí en
una gran cantidad de riqueza para la que realmente no estaba preparado o
esperando. Pero eso no sucedió hasta que tuve veintitantos años.
—Vaya. Entonces, ¿no creciste siendo rico?
—No. Crecí en una casa humilde en Long Island, viví con mi madre y
mi abuela y observé a mi madre luchar para criarme sola. Apenas tenía un
bote para mear. Por lo tanto, no tomo nada de esto por sentado.
Mis ojos permanecieron pegados a sus piernas mientras las cruzaba.
Me pregunté cómo se sentirían envueltas en mi espalda. Una imagen de su
coño desnudo debajo de mí mientras me movía sobre ella provocó que
absorbiera la nicotina con más fuerza.
—Si eres como uno de nosotros, entonces... ¿por qué todos te tienen
tanto miedo, Rush?
—¿Qué te hace pensar que la gente me tiene miedo?
Sabía que había algo de verdad en eso, pero quería ver lo que diría.
—Bueno, todo el mundo parece caminar sobre cáscaras de huevo a tu
alrededor. Eso fue algo que noté esta noche.
—Es porque saben que no trago ninguna mierda. Me han visto
despedir gente por tontear o confraternizar con clientes en el trabajo. Saben
que no juego. Deberías tomar una lección de ellos.
—¿Y qué pasa con el ceño permanente? Cuando te serví antes en el
bar, parecía que estabas realmente dispuesto a matar a alguien.
—Lo estaba... estaba dispuesto a matarte. Estaba enojado con la chica
alejando a mis clientes.
—Sí, bueno, todo funcionó al final... ¿no?
—El veredicto está todavía pendiente.
Sonrió de una manera que me mostró que sabía que le estaba
tomando el pelo. Ella sentía que estaba a salvo conmigo, que no había forma
de que fuera a despedirla, aunque quemara The Heights. Esa era la verdad.
El tomar conciencia de eso fue realmente jodido.
—¿Por qué no tienes un auto, Gia?
—Lo tengo. —Señaló una joroba de metal estacionada en el camino de
entrada—. Está fuera de servicio en este momento con una llanta desinflada
y en extrema necesidad de frenos nuevos.
23
—¿Fuera de servicio? Parece que se está desintegrando.
—No me lo recuerdes. —De repente abrió la puerta a mitad de
camino—. Bueno... gracias por el paseo.
Una sensación de decepción se estaba gestando en mi pecho. Fue
entonces cuando me di cuenta de lo mucho que no quería que se fuera.
También fue cuando me di cuenta de cuánto tiempo había pasado desde
que me había abierto un poco con alguien. Era inquietante cuánto me
gustaba estar cerca de esta chica.
Se giró antes de irse, todavía a mitad de camino en el auto.
—Tengo la impresión de que disfrutaste cuando hablé de más antes…
Joder, sí, lo hice.
—¿Qué te hace decir eso?
—Solo un sentimiento. —Se inclinó—, Vete a la mierda2 por el viaje,
Rush. Que tengas una buena jodida noche.
Ahí estaba de nuevo. Había dicho tacos, dos veces, y eso fue
directamente a mi polla, que ahora temblaba.
Casi se había acercado a su puerta cuando se dio la vuelta y gritó:
2 En el original, en lugar de decir “thank you” (gracias) le dice “fuck you” (jódete, vete
a la mierda),
—Y para que conste, ya no me intimidas más.
—¿Eso por qué? —grité por la ventana.
—Porque cualquiera que tenga un angelito colgando del espejo de su
auto no puede ser tan malo. —Se rió antes de correr hacia la entrada.
Una vez que estuvo fuera de la vista, dejé que la sonrisa con la que
había estado luchando se extendiera por mi rostro mientras inclinaba mi
cabeza hacia atrás sobre el apoya cabezas.
El ángel que colgaba de mi espejo retrovisor solía pertenecer a mi
abuela antes de morir. Ella solía tenerlo colgando en su Buick como
protección hasta que se volvió demasiado vieja para conducir. Mi abuela era
la persona más amable que había conocido y me tenía en mayor estima de
lo que nunca había merecido. Ante sus ojos, yo no podría hacer nada malo.
El ángel era un recordatorio para tratar de estar a la altura de eso, a pesar
de que en realidad mi personalidad me comparaba más con el diablo.
24
CAPÍTULO 3
L
a noche siguiente, mientras Gia estaba en el trabajo, manejé
hasta su casa y pasé tres horas arreglando su pedazo de
mierda Máxima. Me llevó tres viajes a la tienda de autopartes,
pero finalmente pude arreglar su auto. Ella había dicho que
necesitaba frenos y un neumático nuevo. No mencionó que había
desgastado los frenos durante tanto tiempo que también necesitaba rotores
y pinzas nuevas. Resultó ser una tarea más grande de lo que había planeado
originalmente, pero sabía que, si no tenía un auto, terminaría llevándola a
su casa la mayoría de las noches, y eso habría sido peligroso.
De esta forma podría asegurarme de que pudiera llegar a casa sana y
salva, y mi polla podría estar segura en mis pantalones.
Después de arreglar su auto, realicé algunos recados vencidos y
planeé trabajar en los libros del restaurante en casa por unas horas. Pero a
las once, me puse inquieto y no pude seguir sentado, así que me dirigí a The
Heights. Gia necesitaba un aventón a casa de todos modos.
En días de semana, la cocina cerraba a las once. Para entonces, los 25
deberes de la anfitriona estaban prácticamente terminados, incluso si las
meseras tenían mesas que atender. Encontré a Gia sentada en el bar
hablando con su amiga Riley que estaba del otro lado. Era la primera vez
que veía a Riley desde que casi le despedí, pero terminé contratando a su
amiga.
Sus ojos se agrandaron cuando me acerqué. Gia no debió haberse
dado cuenta, dado que no se dio vuelta. Me acerqué furtivamente, apoyando
mis antebrazos en la barra.
—¿Alguien está jodidamente trabajando aquí?
Riley saltó y comenzó a secar un vaso que parecía que ya estaba seco.
Definitivamente parecía nerviosa.
—Simplemente está tranquilo. Estuvimos ocupados la mayor parte de
la noche.
Gia, por otro lado, ni se inmutó ante mi repentina aparición.
—Crees que sale el sol solo sale para oírte cantar, ¿verdad?
Tuve que llevarme la mano a la boca y fingir toser para cubrir mi
sonrisa.
—No te estoy pagando para que te quedes tonteando por ahí.
Se giró y me miró sin retroceder.
—Es correcto. No lo haces. Porque mi turno terminó. Firmé mi salida
con el gran árbol hace diez minutos. Me detuve en el bar para pedir un trago
antes de dirigirme a casa. —Señaló con los ojos el billete de veinte sobre la
barra frente a ella—. Eso me hace un cliente en este momento. Y,
personalmente, no me gusta la forma en que me tratan como un cliente que
paga.
Y allí va mi polla otra vez. ¿Qué carajo estaba mal conmigo que me
gustaba cuando esta chica se ponía altanera? Una lenta sonrisa se extendió
por mi rostro.
—Siempre puedes ir al bar al final de la cuadra si no te gusta la
manera en que te tratan aquí.
La cabeza de la pobre Riley se balanceaba entre nosotros tan rápido,
y comenzó a verse un poco pálida. Sus ojos se habían vuelto tan grandes
como platillos. Está bien. Tenme miedo. Enséñale a tu pequeña amiga a hacer
lo mismo.
Mientras Gia y yo nos mirábamos el uno al otro, Riley tartamudeó una
excusa para alejarse.
—Ummm... yo, yo... alguien necesita ayuda allí. —Señaló hacia el otro
extremo de la barra—. Te veré en un rato, Gia.
—Genial, —Gia frunció el ceño—. Ahora asustaste a la bartender y ni 26
siquiera puedo tomar un trago.
Murmuré algunas maldiciones mientras caminaba detrás de la barra
y tomaba un vaso alto de debajo del mostrador. Agregando hielo, vertí algo
de granadina sobre él y llené el resto del vaso con 7-Up antes de arrojar
unas cerezas de marrasquino en la parte superior. Cuando terminé, lo
deslicé por la barra hacia Gia.
—Aquí tienes. Tu bebida. Un Shirley Temple.
—Quería algo más fuerte —dijo.
Yo también quiero darte algo más duro3.
Gia esbozó una sonrisa diabólica y luego colocó una cereza delante de
su boca antes de chuparla. Ver esos labios carnosos cerrarse alrededor de
esa pequeña cereza, sus mejillas ahuecadas mientras chupaba, fue un juego
previo más efectivo que la pornografía. Fue bueno que me hubiera movido
detrás de la barra para ocultar el creciente oleaje en mis pantalones.
Maldita sea. Estoy cachondo como mierda.
Necesitaba echar un polvo. Ese era el problema. No tenía nada que
ver con la Señorita Chupa Cerezas. Alejando mis ojos para evitar verla
terminar la cereza, mi mirada inocentemente aterrizó en su estante. Aunque
3 Juego de palabras, en inglés Hard se traduce “duro” y ella dice que quiere un trago
“hard”
mis pensamientos eran cualquier cosa menos inocentes. Por un pequeño
detalle, ella tenía buenas tetas. Completas, redondas, más que un bocado.
Tuve el impulso más fuerte de correr por la barra y perseguirla, de verlas
rebotar arriba y abajo, averiguar si eran reales. Me reí a carcajadas ante lo
que habría pensado mi equipo viendo cómo caía esa mierda.
Claramente, estaba perdiendo la cabeza.
—¿De qué te estás riendo? —Gia entrecerró los ojos.
—Nada. Nada en absoluto. —Me restregué el rostro con las manos y
sacudí la cabeza un par de veces para soltarme. Luego hice una nota mental
para enviar un mensaje de texto a una de mis conexiones después de ver
que Gia llegara a casa sana y salva. Cada verano, había algunas dispuestas
a pasar un buen rato sin ataduras. Basadas en mi apariencia, las mujeres
hacían suposiciones. Follar a quien pensaban que era, las hacía sentir que
estaban mandando a la mierda a sus ricos papás. Necesitaba mantenerme
fiel a esas mujeres y mantener mi mente fuera de la grieta cuando se trataba
de mi nueva empleada.
—¿Cómo estuvo la clientela esta noche? ¿Alguien te hizo pasar un mal
rato?
—Nada que no pudiera manejar.
—¿Qué tal la escritura? ¿Lograste terminar algo hoy, Shakespeare? 27
Gia sacó un pequeño cuaderno de su bolso que colgaba del respaldar
de la silla. Pasó unas cuantas páginas.
—¿Qué te parece el nombre Cedric para el héroe masculino?
Levanté una ceja
—¿Es un corpulento comediante negro?
—No.
—Entonces es un nombre estúpido.
Sacó un bolígrafo del bolsillo de su cuaderno y dibujó una barra
diagonal sobre una palabra que asumí era Cedric.
—¿Qué tal Elec?
—¿Qué demonios es un Elec? ¿Un electricista o algo?
Otra barra diagonal.
—¿Caine?
—¿Mató a su hermano Abel en la historia?
Diagonal.
—Marley.
—¿Canta reggae?
Diagonal.
—¿Simon?
—¿Un tipo medio nerd con gafas al que golpean mucho?
Gia suspiró.
Deslicé el cuaderno de sus manos y comencé a leer el resto de la lista
en voz alta.
—Arlin. Aster. Benson. ¿Tile? —Bajé el libro y arqueé una ceja—. ¿En
serio? ¿Tile?
Se inclinó sobre el mostrador y tomó el libro de mis manos.
—Dame eso si te vas a burlar de mí. Si crees que es tan sencillo,
entonces dime algunos nombres buenos para un héroe que es único y fuerte.
—Está bien. Déjame pensar. —Me rasqué la barbilla como si
realmente lo estuviera pensando. Gia parecía que realmente estaba
esperando a escuchar con qué saldría. Pobre niña inocente. Chasqueé mis
dedos—. Tengo el nombre perfecto.
—¿Qué? —lucía legítimamente emocionada.
—Rush. Llama a tu personaje Rush.
Me lanzó el libro a través de la barra.
—Eres un idiota. 28
Me reí mientras lo atrapaba.
—Eso no es nuevo para ti, cariño. ¿Cómo demonios empezaste este
libro sin ni siquiera conocer el nombre de tu personaje, de todos modos?
—Al principio tiene un apodo. Pero también necesita un nombre real.
—Sus hombros se encogieron—. Ni siquiera puedo escoger los nombres de
los personajes en este libro. ¿Cómo se supone que lo escriba completo en
los próximos dos meses?
—¿Sabes qué creo?
—Me da miedo preguntar.
—Creo que te estás estresando. Mi mamá es pintora. Nunca lo ha
hecho realmente para vivir, a pesar de que es realmente buena. Es camarera
por las noches para pagar sus cuentas, pero pintar siempre ha sido su
pasión. Cuando era niño, solía pintar todo el día con una sonrisa en su
rostro. Luego comenzó a vender sus obras por dinero extra en los mercados
de pulgas y cosas así. Llegó al punto en que tenía que producir cierta
cantidad de obras para exhibirlas en una fecha determinada, y se estresó a
tal punto que no pudo pintar. ¿Sabes qué hizo?
—¿Qué?
—Descansó un par de días de la pintura y salimos a hacer cosas
divertidas. Como ir a películas de funciones tempranas, pagar por la primera
película y quedarnos todo el día colándonos en las otras películas. O íbamos
al mini golf, ella guardaba dos pequeños palos y algunas bolas en el maletero
de su auto y así no teníamos que pagar para rentarlos.
—Awww. Tu mamá suena genial.
—Lo es. Pero ese no es el punto. El punto es que necesitas sacar tu
nariz de tu maldito libro por un par de días para aclarar tu mente.
—Tal vez tengas razón.
—Siempre tengo razón.
Gia rodó los ojos.
—¿Al menos puedo conseguir un trago antes de ir a casa? ¿Un trago
de verdad?
Levanté mi barbilla.
—¿Qué quieres, dolor en mi trasero?
Juntó sus manos dando palmaditas y saltó arriba y abajo en su
asiento.
Oh, sí. Son malditamente reales.
—Quiero un Cosmo.
—Bien. —Me estiré por la copa de Martini—. Una bebida para coños
en camino. 29
Arrugó la nariz.
—¿Tenías que decir eso?
—¿Qué?
—Esa palabra.
Me incliné sobre la barra, acercando mi rostro al suyo, luego bajé la
voz.
—¿No te gusta la palabra coño?
Se cubrió la boca.
—No. No me gusta esa palabra. Casi tanto como no me gusta la otra
palabra.
Sonreí.
—¿Cuca? ¿Tampoco te gusta cuca?
Las esquinas de su boca se elevaron detrás de su mano, a pesar de
que trató de lucir ofendida.
—Si, esa. Tampoco digas esa palabra.
—Está bien. —Preparé un poco de cosmo y lo serví en un vaso elegante
que había cubierto con azúcar. Deslizándolo la mitad del camino sobre la
barra hacia su lado, esperé a que lo sujetara y envolví mi mano firmemente
alrededor del mango—. No tan rápido. Esta bebida tiene un costo.
—Oh, lo siento. —Deslizó el billete de veinte a mi lado de la barra.
Negué con la cabeza.
—Nop. Tu dinero no es bueno aquí. Tengo una regla. No le cobro a los
empleados por sus tragos después de un turno, o por comida mientras están
trabajando.
Me miró muy confundida.
—Pero dijiste que tenía costo.
Sonreí.
—Lo tiene. Tienes que decir coño.
—¿Qué? ¡No!
—Dilo o no hay bebida.
—Estás loco.
—Oye. Estás escribiendo un libro de romance, ¿no es así?
—Sí. ¿Y?
—Bueno, ¿qué vas a escribir cuando comiencen a hacerlo… nena,
abre esas piernas, voy a comerme tu vagina? Porque tengo noticias para ti,
Shakespeare, solo hay una manera de informarle a una mujer que quieres
una probada, y es abre las piernas, voy a comerme tu coño. 30
La boca de Gia cayó abierta. Lo tomé como si eso significaba que
quería escuchar un poco más.
—En realidad. En algunos casos, dependiendo del humor, si ha
habido un poco de juego previo antes de una follada ruda, probablemente
usarías voy a comerte la cuca.
—Eres un cerdo.
Me encogí de hombros.
—No soy yo quien trabaja escribiendo respecto a personas follando,
cariño.
—Solo dame mi trago.
Sonreí y me llevé el Cosmo a los labios. Esa mierda sabía horrible,
pero mentí. Descaradamente.
—Mmm. Delicioso.
—Dámelo.
Me encantaría dártelo.
Ahuequé mi oreja con mi mano.
—¿Qué fue eso? ¿Dijiste coño? —Probé de nuevo.
Ella quería estar enojada, hizo su mejor esfuerzo por lucir molesta,
pero el brillo en sus ojos la delató.
—¡Deja de tomarte mi trago!
—Dilo.
—Idiota.
—¿Así es como le hablas a tu jefe? —Tomé otro sorbo. El jodido vaso
ya estaba por la mitad incluso con mis tragos de bebé. ¿Cuánto es que
cobraba de más por estas cosas de cuatro sorbitos?, ¿quince dólares?
—¿Esa es la manera en que le hablas a tus empleados? ¿Con ese
lenguaje? Probablemente podría demandarte por acoso sexual.
—¿Sabes qué pienso respecto a la gente que pelea en los tribunales
por algo que podrían haber resuelto fácilmente como dos adultos?
—¿Qué?
Me incliné.
—Creo que son maricas.
Nos miramos por unos segundos, luego los dos estallamos en
carcajadas. Nos morimos de risa, hasta que Riley regresó a nuestro extremo
de la barra. Sonrió.
—¿Qué es tan divertido?
Gia roncó de risa. 31
—¡Rush es un marica!
Saqué otro vaso del estante y lo llené hasta el borde con lágrimas
cayendo por mi rostro.
—Aquí tienes, Shakespeare. Te lo ganaste.
35
CAPÍTULO 4
L
os dos días siguientes no tuve que trabajar en el restaurante.
Ayer había pasado todo el día intentando escribir.
Literalmente me senté ante mi laptop por doce horas, y no
produje nada. Había escrito unos cientos de palabras, las
había releído, odiado cada una de ellas y luego las había borrado. Lavar,
enjuagar, repetir. Para el final del día, había añadido un total de diecinueve
palabras. Básicamente había descrito el cielo. Ni siquiera estaba segura de
cómo demonios se llamaban mis personajes todavía.
Así que, en el segundo día libre, decidí tomar el consejo de Rush y
pasar el día entero intentando aclarar mi mente. Pasé la mañana y las
primeras horas de la tarde en nuestro hermoso patio, recostada alrededor
de la piscina, trabajando en mi bronceado. Después de que tuve suficiente
sol, decidí ir a un cine que proyectaba películas extranjeras a unos cuantos
pueblos de distancia. Pensé que sería bueno cambiar de rutina pasando el
día leyendo subtítulos y escuchando algo en francés. Pero no tenía
transporte. 36
Toqué la puerta de la habitación de Riley.
—Pasa.
Parecía como si se estuviera arreglando para ir a trabajar.
—¿Trabajas en el restaurante hoy?
—Si, voy a cubrir el turno de Michael. ¿Por qué? ¿Qué hay?
—¿Crees que pudieras prestarme tu auto? Te dejaré en el trabajo y
luego te recogeré cuando termines tu turno.
Se encogió de hombros.
—Seguro. ¿Vas a algún sitio bueno?
—Iré al cine por mi cuenta.
Riley negó.
—¿Cuántas veces te han invitado a salir durante la última semana
trabajando en The Heights? No necesitas ir al cine sola.
—Todos los tipos que entran a ese lugar son unos idiotas.
Me miró en el reflejo de su espejo mientras se sujetaba el cabello en
una cola de caballo.
—No puedes dejar que un huevo malo te arruine todo el verano. —
Había confiado en Riley en cuanto a mi noche con Harlan, el chico bonito
con el que dormí y que me dejó un número equivocado.
Si era honesta conmigo misma, posiblemente había dejado que el mal
sabor de Harlan manchara mis pensamientos respecto a los hombres como
él. Pero la población masculina entera allí en los Hamptons parecía ser
clones del muñeco Ken. Todos lucían similares, hablaban similar, incluso
había notado que todos olían similar. Bueno, a excepción de uno. Rush olía
como a madera y humo de cigarrillo la mitad del tiempo. Mis pensamientos
comenzaron a divagar al extraño intercambio en el auto hacía dos noches.
Fue como si Riley leyera mi mente.
Terminando con su cabello, se giró para mirarme de frente.
—¿Qué estaba pasando entre tú y Rush la otra noche? En un minuto
iba a despedirnos a ambas, y al siguiente los dos estaban riéndose
histéricamente y diciéndose tacos.
—Nada. Solo es divertido molestarlo.
Sus cejas saltaron.
—¿Rush? ¿Divertido? Ta vez pasaste demasiado tiempo en la piscina
y el golpe de calor te está haciendo delirar.
Me reí. 37
—Tiene un exterior duro, sí, pero creo que una vez que llegas a
conocerlo, hay un chico decente allí debajo. Me gusta su sarcasmo y su duro
ingenio.
Riley sonrió.
—Yo no lo creo. Creo que cuando pasas el duro exterior, hay más
cretino debajo. Como una cebolla, cada capa que pelas te lleva a más
cebolla. Vale destacar que creo que folla como un campeón. Toda esa ira
reprimida… ese cuerpo duro. Puede que sea un idiota, pero está
ridículamente guapo.
Bueno, podríamos estar de acuerdo en eso, al menos.
—¿A qué hora necesitas salir al trabajo? Me gustaría tomar una ducha
rápida si tengo tiempo.
Miró su teléfono.
—Trabajo de cinco a media noche. Así que tienes veinte minutos para
ponerte bonita para tu gran noche de cine sola.
Después de haber visto dos películas, una en francés y otra en
italiano, en realidad me sentí revitalizada. La primera película había sido
sobre una mujer que fingía ser su hermana, después de que esta muriera.
La película en sí era un poco floja, pero despertó algo creativo en mí. De
hecho, me había sentado en el cine media hora después de que la película
terminó y escrito un montón de notas en mi teléfono. Todas eran ideas para
mi libro.
En el camino a The Heights para recoger a Riley al final de su turno,
no pude detener las tuercas girando en mi cabeza. Mi libro comenzaba a
jugar con mi imaginación como una película. Por primera vez, vi rostros para
mis personajes, sentí sus movimientos, y escuché sus diálogos en mi cabeza.
Era como si una puerta que había estado bloqueada se abriera
mágicamente, y finalmente podía ver dentro.
Estaba emocionada de compartir mis buenas noticias con Rush, dado
que había sido quien me sugirió dar un paso lejos de mi trabajo por un día.
Solo que, cuando me acerqué al bar, la emoción se desvaneció cuando vi a
Rush sentado en la barra con una mujer. Ella lanzó su cabeza perfectamente
peinada hacia atrás y rió ante algo que él dijo. Un inesperado nudo se formó
en mi garganta. Quería darme la vuelta, volver al auto y enviarle un mensaje
de texto a Riley para avisarle que la estaba esperando afuera. Pero antes de
que pudiera hacerlo, Riley gritó mi nombre y me hizo señas. La cabeza de
Rush giró y sus ojos aterrizaron directamente en mí. No podía retirarme con 38
gracia ahora. Ni siquiera estaba segura de qué demonios estaba pasando
conmigo, por qué me estaba sintiendo como me sentía.
Forcé una sonrisa practicada y me dirigí al bar.
—Dame solo cinco minutos —gritó Riley desde la caja registradora—.
Necesito llevar mi gaveta a la parte de atrás para contarla y luego podemos
irnos.
Rush sacudió la cabeza y murmuró mientras Riley se alejaba.
—Ella anuncia que va para la parte de atrás con una gaveta llena de
efectivo. Ya vuelvo. Déjame decirle a Roble que mantenga un ojo en la oficina
para que esté segura. —Se levantó y miró entre la chica sentada junto a él
y yo—. Shakespeare, ella es Lauren. Lauren, Shakespeare. Trabaja aquí
cuando no está en casa retrasando la labor de escribir la próxima gran
novela porno americana.
Rush desapareció y la incomodidad se instaló, al menos para mí. Le
sonreí a mujer, y al mirarla más de cerca me arrepentí por completo de mi
elección de ropa cómoda y de apilar mi cabello sobre mi cabeza. Porque
Lauren era hermosa. Su espeso cabello rubio tenía esa apariencia playera y
ondulada por la que probablemente pagó una fortuna en un salón de belleza,
y llevaba un vestido de verano azul sin tirantes que acentuaba su piel
bronceada que, a diferencia de la mía, no tenía líneas de bronceado.
Ella parecía estar estudiándome.
—Entonces... ¿trabajas aquí?
—Sí.
—¿Y eres escritora?
—Sí.
—Rush mencionó que había contratado a una nueva anfitriona. De
hecho, te mencionó varias veces durante la hora que estuvimos sentados
aquí.
La mujer me sonrió. Pero no en la típica forma de mujer celosa que
quiere sacarte los ojos con sus garras. Por supuesto, eso me hizo suponer
que Rush había pasado la última hora divirtiéndola con historias sobre mí
que me hacían parecer una idiota.
—No creas nada de lo que dice sobre mí. Realmente no soy una mala
empleada.
Sonrió un poco más e inclinó la cabeza.
—No tenía nada más que cosas buenas que decir sobre ti. Eso es...
diferente en Rush.
—Umm. Bueno. Gracias. ¿Supongo?
Rush volvió. Me miró.
39
—Tu amiga es una cabeza hueca. No solo anunció que estaba llevando
la gaveta de dinero a la oficina. Cuando fui para ver cómo estaba, tenía la
puerta abierta y estaba de espaldas. Despediría su culo si no pensara que
tendría que escucharte siendo una perra por un mes.
Mis manos fueron a mis caderas.
—No soy perra contigo.
La mujer se puso de pie y envolvió su mano alrededor del bíceps de
Rush.
—Debería irme. No quiero que mi esposo sepa que estuve aquí.
Rush asintió.
—Vamos, te acompaño afuera. —Me miró—. Estaré de vuelta en un
rato.
Todavía tenía la boca abierta cuando regresó al bar unos minutos
después. No era mi lugar, pero no pude evitarlo.
—Sabes, estoy realmente decepcionada de ti.
Echó la cabeza hacia atrás con la audacia de parecer sorprendido.
—¿De mí? ¿Qué demonios hice?
—Después de la forma en que tu padre trató a tu madre. ¿Cómo
pudiste?
—¿De qué mierda estás hablando?
—Lauren. ¡Está casada! Puedes tener a cualquier mujer que quieras.
—Agité mi mano arriba y abajo frente a él—. Eres hermoso, tienes esa cosa
estúpida de chico malo atractivo que las mujeres adoran, y para colmo,
tienes dinero, pero no actúas así. ¿Por qué demonios necesitas salir con una
mujer casada?
Una sonrisa astuta se extendió por su rostro.
—Crees que soy atractivo.
—¿Eso es lo que sacaste de lo que acabo de decir?
Rush se inclinó para estar a mi altura, su nariz prácticamente tocando
la mía.
—Lauren definitivamente es una mujer casada. Pero es la esposa de
mi medio hermano, no mi jodida cita.
—No... espera... ¿qué dijiste?
Frunció el ceño.
—Es la esposa de mi hermano.
—¿Pero por qué estaría aquí? Creí que tu hermano y tú no se llevaban
bien.
—No lo hacemos. Por eso se detuvo. Intenta convencerme para que
vaya a una ridícula fiesta por su trigésimo cumpleaños que hará para él. No 40
me agrada mi hermano, pero su esposa es una buena mujer. Aunque no
tengo idea de por qué está casada con ese imbécil.
—Oh.
—Sí. Oh. —Rush me imitó
Tengo que admitir que el alivio que sentí al darme cuenta de que Rush
no estaba en una cita con ella, fue un poco desconcertante.
Pensé que estaba a punto de criticarme por hacer suposiciones y llegar
a la conclusión equivocada, pero en cambio sonrió de nuevo.
—Entonces. Crees que soy atractivo...
—Olvida que alguna vez dije eso.
—Lo siento. Demasiado tarde. —Ofreció una sonrisa astuta y señaló
a su cabeza—. Incrustado aquí ahora.
—Estupendo.
Rush se inclinó hacia la barra, equilibrando su cuerpo sobre sus
fuertes y tatuados antebrazos.
—¿Qué te trae por aquí en una noche en la que no trabajas? ¿Me
extrañas tanto?
Estaba tan cerca que pude oler su delicioso aroma a madera y
ahumado. Literalmente me debilitó.
—Siento reventar tu burbuja, pero vine a devolver el auto de Riley. Lo
tomé prestado por el día. Pero en realidad, sí quería agradecerte.
—¿Por qué?
—Bueno, tomé tu consejo y fui a ver un par de películas para aclarar
mi mente, como dijiste que tu madre solía hacer. Sin duda conseguí que los
jugos creativos fluyeran.
—Bueno, siempre me alegra hacer que tus jugos fluyan.
Pude sentir que mi rostro se calentaba.
—Jugos creativos.
Guiñó un ojo.
—Correcto.
Riley dobló la esquina, ansiosa por irse.
—¿Lista para irnos?
Rush respondió por mí.
—Gia se quedará a tomar algo. La llevaré a casa.
Me volví hacia él.
—Eres tan mandón. ¿Quién dice que quiero quedarme a tomar un
trago? —Sin embargo, le entregué las llaves a Riley—. Adelántate sin mí. 41
Ella miró escéptica entre Rush y yo.
—Estááá biiieeen. Como digas. Nos vemos.
Una vez que estuvimos solos, dije:
—¿Cuál es el truco, Rush? ¿Qué tengo que decir para ganar mi bebida
gratis esta noche?
Tomó un vaso de daiquiri de debajo del mostrador y lo estrelló contra
la barra de madera.
—La palabra de la noche es polla.
Negué con la cabeza.
—Original.
Rush sirvió y mezcló un brebaje y luego me ofreció una bebida roja
que nunca antes había visto. Incluso había agregado una cereza y un
pequeño paraguas morado.
—¿Qué es?
Lo deslizó más cerca de mí.
—Es un beso francés.
—¿Qué lleva?
—Vodka, licor de frambuesa, Gran Marnier y una pizca de crema
batida.
Tomé un sorbo. Era realmente bueno.
—Mmm. Muchas gracias por esta poción.
—¡Ah! —Se rió—. Eso fue débil, pero me preparé para eso.
—Todavía cuenta.
Sus ojos siguieron cada uno de mis movimientos mientras yo chupaba
la cereza marrasquino. Algo me dijo que ese acto era parte de porqué amaba
servirme bebidas. Y considerando que me gustaba enloquecer a Rush, me
aseguré de hacerlo en cámara lenta.
Rush tragó saliva.
—Entonces, ¿disfrutaste la película?
—Películas, en plural. Vi dos. En realidad, eran películas extranjeras,
una francesa y una italiana.
—Deberías haberme avisado. Habría ido contigo.
Jugando con mi popote, dije:
—No te visualicé como la clase de tipo que disfruta de películas
extranjeras. 42
—T'as de beaux yeux, tu sais?
Oh Dios mío. ¿Acaba de hablar francés? Ya era demasiado sexy como
era, y luego viene y habla el lenguaje del amor por encima de todo lo demás.
—Bueno, bueno... ¿quién lo sabría? ¿Hablas francés?
—Mi madre es originaria de Canadá. Se mudó a Long Island cuando
era adolescente. Me hablaba en francés cuando era niño, y aprendí mucho.
—¿Qué acabas de decirme?
Sonrió burlonamente.
—No voy a decirte.
—Bueno, ahora lamento no haberte invitado al cine. Ni siquiera
necesitarías los subtítulos. De todos modos, pensé que estabas trabajando.
Limpió la mesa.
—Te estás olvidando de que soy el jefe. Puedo tomar todo el tiempo
que quiera.
—Me habría gustado la compañía, pero si te hubiera invitado al cine,
eso podría haber sido un poco osado, ¿no crees? No hubiera querido que lo
tomaras por el camino equivocado.
Rush hizo una pausa y luego dijo:
—No hubiera sido una cita. No salgo con mis empleados. Entonces,
no tienes que preocuparte porque piense eso. —Me miró por unos segundos
antes de volver a limpiar la mesa.
Bueno, está bien entonces. Gracias por aclararlo.
Rompí los varios segundos de silencio.
—Entonces, ¿por qué te interesa siquiera ir al cine conmigo?
—Porque como que me gusta tu compañía.
—¿Como que te gusta?
—Cuando no me estás haciendo molestar la otra mitad del tiempo, sí.
Me reí.
—No sales con tus empleados. Solo les pides y los tientas a que te
hablen sucio.
Negó con la cabeza y mostró una sonrisa traviesa.
—No… sólo a ti. Eres la única a quien quiero escuchar hablar sucio.
—Suerte la mía. Te das cuenta de que tu comportamiento es extraño.
—Nunca proclamé ser normal. No conoces ni la mitad, Shakespeare.
—Golpeó la toalla de mano contra la barra y la colocó sobre su hombro—.
De todos modos, a ti también te gusta pasar el rato conmigo. Admítelo. 43
Podrías haberte ido a casa con Riley. Elegiste quedarte.
—En realidad, si mi memoria no me falla, tomaste esa decisión por mí.
Antes de que él pudiera responder, una morena alta se acercó.
Cuando los ojos de Rush aterrizaron sobre ella, pareció tensarse. Ella saludó
y se dirigió directamente hacia él.
Vestida con un ajustado sobretodo de cuero sobre un corto vestido
blanco, era definitivamente atractiva. Estaba empezando a sentir lo mismo
que sentí cuando vi a Lauren por primera vez.
Aquí vamos de nuevo.
—Rush... todavía estás aquí, —dijo—. Tenía la esperanza de atraparte.
Su mandíbula se tensó.
—Rachel...
Ella me miró y luego volvió a mirarlo.
—Solo estaba pasando por aquí, así que pensé que podría entrar y ver
si todavía estabas, a ver si quieres pasar el rato esta noche.
Se rascó la barbilla y vaciló.
—Tengo cosas que hacer esta noche.
Rachel me miró.
—¿Quién es ella?
—Una de mis empleadas.
Ofrecí mi nombre.
—Gia.
Sin responderme, ella señaló con su cabeza hacia la puerta.
—¿Podemos hablar por un minuto?
Rush parecía enojado, pero la siguió hasta una esquina donde todavía
podía escuchar lo que estaban diciendo.
—Extraño follarte, Rush. ¿Cómo es que no has devuelto mis
llamadas?
Mi corazón se desmayó mientras continuaba escuchando a
escondidas.
—Baja la voz —la regañó.
Rush luego la condujo hacia la entrada donde se demoraron por unos
minutos. Ya no podía oírlos, pero podía ver que ella le pasaba los dedos por
el cabello. Aunque parecía molesto, me molestaba verla tocándolo. No tenía
derecho a sentirme de esa manera.
Sacúdetelo, Gia.
Después de que ella finalmente se fuera, regresó a donde yo estaba 44
sentada en el bar. No reconoció lo que acababa de pasar, en vista de que
continuó limpiando la barra cuando ya no quedaba nada que limpiar.
—Entonces, ¿quién es Rachel?
—Nadie —dijo rápidamente.
—Tengo oídos, sabes.
—¿Y qué es exactamente lo que escuchaste con esos oídos, Minnie
Mouse?
—Que echa de menos follarte. ¿Es ella una de tus prostitutas?
Dejó de limpiar y azotó la toalla hacia mí.
—Bueno, ahora... un poco de respeto. Creo que el término correcto es
concubina.
Chasqueé mis dedos.
—Oh, lo siento. No quise menospreciarlo.
Se encogió de hombros.
—Honestamente... ella no es nadie importante... solo alguien con
quien solía perder el tiempo.
—¿Solías?
—Cuando conozco a alguien, soy muy claro con el hecho de que no
quiero una relación. No hago ninguna promesa. A veces las mujeres esperan
que las cosas continúen cuando nunca se suponía que debían continuar. A
veces, sin importar cuán claras sean tus intenciones, todavía no escuchan.
—¿Supongo que eso significa que terminaste con ella?
—No hay razón para continuar.
—Pero echa de menos follarte —me burlé.
—Ese es su problema.
—Bueno, si realmente eres sincero con las mujeres, entonces respeto
eso. Hubiera preferido que Harlan, el chico que conocí aquí, si es que ese en
verdad es su nombre, me dijera que lo único que le interesaba era tener sexo
y correr.
Rush levantó su ceja.
—¿Lo hubieras follado si hubiera admitido eso?
—Probablemente no, pero hubiera preferido la brutal honestidad por
encima de lo que me hizo.
—Pudo sentir que no eres el tipo de chica que busca una aventura de
una noche. Sabía que la única forma de hacer que te acostaras con él era
engañarte para que creyeras que era el comienzo de algo más.
—¿Cómo sabes eso sobre mí... que no soy del tipo de una sola noche?
45
—Bueno, para empezar, me dijiste que estabas herida por lo que
sucedió. Si fueras diferente, no habrías dado una mierda, ni siquiera habrías
pensado en contarme al respecto si acababas de conocerme. E incluso si no
hubieras dicho nada, aún podría leerlo. Puedo mirar a una mujer a los ojos
y saber si pasan muchas cosas en su cabeza o si las cosas salen vacías. No
me preguntes cómo sé... simplemente lo hago.
—Y vas por las vacías...
—Lo vacío es seguro.
Reflexioné sobre por qué Rush estaba tan decidido a distanciarse de
las relaciones.
—¿Te preocupa que las mujeres solo estén interesadas en tu dinero...
tratando de ir tras de ti si las cosas van mal? ¿Es por eso que eres así?
—No. Eso no es realmente algo que me preocupe.
—No te preocupa porque nunca dejas que las cosas lleguen a cierto
punto con nadie.
—Algo así. —Tomó mi vaso vacío y lo levantó en el aire—. ¿Quieres
otro?
—¿Tengo que decir polla de nuevo?
—Lo acabas de hacer.
Me reí.
—No más besos franceses para mí. No falsos de todos modos. —Le
guiñé un ojo—. Honestamente, tengo que escribir esta noche, mientras que
las ideas de hoy están frescas en mi cabeza. Me desmayaré si tengo más
alcohol. Mis personajes tienen mucho que decir y hacer.
Se rió entre dientes.
—Bueno, al menos alguien conseguirá un polvo esta noche.
46
CAPÍTULO 5
R
oble se coló a mi lado durante el apogeo de la noche. Era
tan grande que su cuerpo arrojaba sombras cada vez que
estaba cerca.
—¿Estás bien, jefe?
Mirando su enorme marco, dije:
—Sí. ¿Por qué?
—Bueno, pareces preocupado últimamente. ¿Algo que quieras
contarme?
—No particularmente. ¿Por qué me preguntas eso?
—¿No sabes por qué?
—No, no lo sé.
Se rió para sí mismo y dijo:
—Estoy bastante seguro de que sientes algo por Gia. 47
Mierda.
¿Era tan obvio?
—¿Estás loco? Sabes que no salgo con empleados. —Miré a mi
alrededor para asegurarme de que nadie escuchara nuestra conversación—
. ¿Qué te hace decir eso de todos modos?
—Oh, no sé. ¿Que desde que comenzó a trabajar aquí, nunca sales de
The Heights? También la miras como un halcón cuando crees que nadie está
mirando. Pero siempre te estoy vigilando, así que lo noto.
—Bueno, puedes dejar de vigilarme. Tu trabajo es vigilar The Heights,
no a mí.
—Mi trabajo es observar todo. Parte de mi trabajo es protegerte.
—Bueno, no necesito protección.
—Parece una buena chica, muy dulce con todos. Los clientes la aman.
Creo…
—Guárdatelo, Roble. Nada va a pasar allí.
—Por lo que puedo ver, ya está pasando…
Mirándolo, le dije:
—Estás cruzando la línea. ¿Olvidas que podría despedir tu culo?
Su profunda risa llenó mis oídos.
—Nah. No lo harás. Sé demasiada mierda.
—Eso y que eres gigantesco. Estaría jodido. De todos modos, tienes
suerte de que me agrades.
Su risa se calmó.
—Vamos, Rush. No puedes engañarme. Sientes algo por Gia. No hay
nada de malo en eso, hombre.
—Hay mucho de malo en eso. Primero, es mi empleada. Nada
sucederá solo por esa razón, pero más que eso... es peligrosa.
Roble entornó los ojos.
—¿Peligrosa? ¿Esa pequeña cosa? ¿Cómo te imaginas eso?
¿Cómo iba a explicarlo?
—¿Alguna vez has mirado a alguien y enseguida supiste que, si la
dejabas, podría poner tu vida patas arriba... arruinándote por completo?
Asintiendo comprensivamente, dijo:
—Oh, sí. Me ha pasado.
—¿Qué hiciste?
—Me rendí y me casé con ella.
Oírlo decir eso me asustó mucho. 48
—Bueno, eso no está pasando con Gia, ni con nadie.
—Entonces, ¿qué? ¿Vas a seguir protegiéndola y nunca le contarás
cómo te sientes?
—Así es. Mis sentimientos son irrelevantes. No puedo salir con una
empleada, y si eso no fuera un problema, no es como si pudiera estar con
alguien que espera algo de mí de todos modos.
—En algún momento, te arrepentirás de ser tan cerrado. El chico malo
no va a ser tan atractivo cuando tenga mi edad y esté solo.
Dejé escapar un profundo suspiro. Mis ojos estaban puestos en Gia
cuando dije:
—Ella escribe novelas románticas, Roble. Jodidos cuentos de hadas.
Eso significa que, en el fondo, quiere un cuento de hadas para ella misma.
Y no soy un cuento de hadas. Soy una historia de terror. Soy el hijo bastardo
jodido de un cretino, y es muy probable que la manzana no caiga lejos del
árbol. Nunca he estado interesado en una relación, y eso no va a cambiar
solo porque estoy temporalmente obsesionado con su culo y con cualquier
otra parte de su cuerpo.
Siguió mirándome como si no me creyera.
Continué.
—No sé lo que estoy haciendo, ¿de acuerdo? Es como si quisiera...
protegerla o algo así. Es raro.
Me dio unas palmaditas en la espalda.
—Mientras lo reconozcas, jefe.
56
CAPÍTULO 6
N
o iré a The Heights.
Caminé de un lado a otro, solo en mi sala de estar.
No iré a The Heights.
Más caminata.
No estaba muy seguro de qué adicción me había impedido dormir esta
noche. Habían pasado casi veinticuatro horas desde que había fumado un
cigarrillo y media hora más desde que había visto a Gia. Una de las dos
cosas me hacía sentir como si estuviera colgando en el borde.
Tenían que ser los cigarrillos. Ni siquiera estaba seguro de por qué
diablos no había fumado hoy, cuando mi plan había sido perder la estúpida
apuesta. Por alguna razón, quería ver si podía parar si quería. La idea de
preferir ir a The Heights antes que fumar realmente me molestó.
Dejándome caer en mi sofá, agarré mi teléfono celular. Lo que
necesitaba no era un maldito cigarro o a Gia, necesitaba tener sexo. Me 57
desplacé a través de mis contactos para ver si algún nombre despertaba
interés.
Amy. Pelirroja. Con curvas de ataque. Le gustaba estar en The Heights
y tratar de distraerme. Lo último que necesitaba era otra distracción en el
trabajo.
Blair. Le gustaban las mierdas extrañas y pervertidas. No es que me
importara, pero ese tipo de cosas necesitan un cierto estado de ánimo que
no sentía hoy.
Chelsea. La vi por la ciudad la semana pasada tomada de la mano con
un tipo de aspecto estirado. No tenía muchas reglas en la vida, excepto que
no toco lo que le pertenece a otra persona. Borrar.
Darryl. Me envió un mensaje de texto en el Memorial Day y me dijo
que no saldría hasta agosto de este año. No podría aguantar tanto tiempo.
Everly. Joder. Everly.
Si alguien podría ayudarme a olvidarme de las cosas, era esa mujer.
La mejor mamada que alguna vez tuve en mi vida. Estuvimos juntos un par
de veces el verano pasado, y ella me envió un mensaje hace unas semanas
para decirme que había vuelto a la ciudad. La mejor parte de estar con
Everly era que me hacía sentir usado. Me decía exactamente lo que quería y
cómo lo quería, y cuando terminábamos, se levantaba, se vestía y me
acariciaba la mejilla antes de decirme gracias. Nos vemos.
Perfecto. Justo lo que necesitaba.
Mi dedo se movió sobre su nombre mientras debatía respecto a
llamarla. Después de unos minutos, arrojé mi teléfono al sofá. ¿Qué diablos
está mal conmigo? Estaba actuando como si Everly fuera un medicamento
de mal sabor que tenía que tomar para aliviar la gripe. Cuando de hecho, no
había nada malo conmigo.
Deja de actuar como un marica.
Antes que pudiera pensarlo demasiado, levanté mi teléfono otra vez y
mandé un mensaje corto. ¿Por qué no dejarlo al destino? Quién sabe, tal vez
conoció a alguien y ya no estaría dispuesta para un ligue casual.
Rush: Hola
Rush: La tuya.
M
e desperté en una cama vacía.
Confundida, no estaba del todo segura de haber
imaginado toda la noche anterior. Me había quedado
dormida usando el pecho de Rush como almohada, ¿no?
Levanté mi cabeza, palpitaba mientras me dirigía al baño. Después de
orinar rápidamente, me lavé las manos y cometí el error de mirarme en el
espejo.
Hice una mueca al ver mi reflejo. Mi ojo había tomado un precioso
tono negro violáceo, y el párpado superior se había hinchado tanto que me
cubría la mitad del ojo. Toqué un bulto rosado cerca de mi pómulo.
—Ay. Mierda.
Afortunadamente, no tenía que trabajar hoy, así que decidí volver a la
cama. Unos minutos después de haber cerrado los ojos, comencé a
dormirme de nuevo cuando escuché un ruido. Al levantar la vista, encontré 66
a Rush al lado de mi cama, rebuscando dentro de una bolsa.
—¿Qué estás haciendo?
—Lo siento. No quise despertarte tan temprano. Había planeado ir a
la tienda antes de irme a casa. Pero los dos nos quedamos dormidos anoche.
Me levanté sobre un codo.
—¿Qué es todo eso?
—Fui a la farmacia para buscar algunos suministros.
—¿Suministros?
—Para tu moretón. —Levantó una botella de Motrin y una botella de
vitamina C antes de colocar ambos en la mesita de noche al lado de mi
cama—. Motrin por el dolor de cabeza que probablemente tengas esta
mañana. Vitamina C para fortalecer los vasos sanguíneos y acelerar la
curación de un ojo morado. —Metiendo la mano en la bolsa sacó un
recipiente de plástico de… ¿son esas piñas?—. Las piñas tienen enzimas que
reducen la inflamación y aceleran la curación —dijo.
—¿De verdad?
—Sí. —Sacó el último objeto de la bolsa de plástico. Parecía un pedazo
de tela de felpa azul con algo de relleno dentro—. Compresas calientes el día
dos y tres. Esto se calienta en el microondas hasta que esté tibio. No
caliente.
—Está bien. —Me reí—. ¿Cómo sabes tanto sobre esto?
—Me metí en mi parte de peleas mientras crecía.
—Oh.
Se inclinó y besó mi frente.
—Tengo que irme. Estás libre del trabajo hoy, ¿verdad?
—Sí.
—Bueno. Descansa un poco. Tengo que ir a la ciudad.
—¿Para qué?
—Alguna reunión estúpida de la junta para una empresa de la que
soy parte. Mi abuelo me dejó una gran cantidad de acciones con derecho a
voto. Podría votar en ausencia, o no votar en absoluto, pero molesta a mi
querido padre y hermano cuando asisto. Por lo tanto, mi tarea es aparecer
en todas y cada una.
Me reí.
—Me gustaría ver eso.
—Tómatelo con calma hoy. —Rush golpeó la punta de mi nariz con su
índice y se dio vuelta para irse. Se había quedado toda la noche, pero todavía
no quería que se fuera. 67
—¡Espera! —Tiré las mantas hacia atrás—. Tu junta directiva es en
Manhattan, ¿verdad?
—Sí.
—¿En qué parte?
—La oficina de mi padre está en Madison Avenue.
—Oh, eso es gracioso. Ahí es donde está mi agente literario. ¿Vas a
tomar el tren o a conducir?
—Conducir. Es un dolor en el trasero, pero la reunión no es hasta la
una, así que esperaré hasta después que pase la hora pico de la mañana.
—¿Puedo ir contigo?
Sus cejas se fruncieron.
—¿A la ciudad? ¿Quieres venir a la reunión de la junta?
—No. Mi papá trabaja allí. No lo he visto en mucho tiempo, así que
sería divertido sorprenderlo y llevarlo a almorzar.
Rush se encogió de hombros.
—Por supuesto. Siempre y cuando no toques mi radio o te quejes
sobre mi forma de fumar.
Salté de la cama, olvidándome por completo de mi dolor de cabeza y
mi dolor de ojo.
—¿A qué hora debería estar lista?
—Diez. Voy a hacer algunos recados antes de ir a casa y ducharme.
Pasaré y te recogeré antes de saltar a la carretera.
—¡Bueno!
—H
eathcliff. Es bueno verte, hijo. —Mi padre me dio una
palmadita en la espalda, interrumpiendo la
conversación que estaba teniendo con Gerald Horvath,
el abogado de mi abuelo y siempre el único rostro
amistoso en la habitación hacia mí.
—Edward. —Asentí.
Mi padre y mi hermano odiaban mi existencia, pero las apariencias
eran importantes para ellos. El desdén se escondía bajo una sonrisa
enmascarada cuando había alguien cerca. Especialmente cuando
cualquiera tenía poder de voto, como Gerald.
El abogado del abuelo acababa de darme los detalles sucios del
propósito de la reunión de hoy. Los Vanderhaus eran dueños de inmuebles
comerciales en todo Manhattan, y la votación de hoy consistía en aprobar
una gran venta de propiedades sin revelar ciertas cosas al comprador. La
junta estaba en desacuerdo. Mi hermano, Elliott y mi padre tenían el 73
cuarenta y nueve por ciento del poder de voto de la compañía y siempre eran
un frente unido. Tenía el veinticinco por ciento, algo que estoy seguro el
abuelo había decidido estratégicamente. Individualmente, mi hermano y mi
padre tenían cada uno veinticuatro y medio por ciento, por lo que mi voto
sobrepasaba el de ellos. Pero unidos, podrían abrirse paso a través de
muchos votos, ya que solo necesitaban ganar un uno por ciento para tener
una mayoría. Aparentemente, la votación de hoy era David vs. Goliat, y aún
no habían podido asegurar el compromiso de nadie para votar con ellos.
—A tu hermano y a mí nos encantaría ponernos al día, si pudiera
alejarte de Gerald por unos minutos.
Gerald sabía que no nos llevábamos muy bien, pero se retiró
gentilmente como siempre.
—Por supuesto. No hay problema. Veo un queso danés llamándome
allí antes que empecemos de todos modos.
Una vez que Gerald estuvo fuera del alcance del oído, la máscara de
mi amoroso padre se deslizó justo cuando Elliott se unió a nosotros.
—¿Cuánto costará que votes con nosotros?
Mi padre siempre había supuesto que a mi madre y a mí solo nos
interesaba el dinero. Para él era incomprensible que alguien sin nada
pusiera su moral y respeto por sí mismo antes que el dinero rápido.
Bebí un poco de agua embotellada.
—Déjame ver si lo entiendo. Compraste un hogar de ancianos que la
comunidad necesitaba mucho. —Señalé a mi hermano—. Supongo que tú
fuiste quien negoció la compra prometiéndole al vendedor que tenías toda la
intención de mantener abierta la instalación, pero de alguna manera esa
promesa no llegó al contrato. Luego demoliste el lugar, junto con algunas
otras casas que compraste a su alrededor. Todo para hacer espacio para un
centro comercial de ocho pisos que pudieras llenar con un montón de
lujosas tiendas de cadena.
Mi hermano me miró de arriba abajo. Debió haberse chupado un
limón que dejó su rostro así antes que se acercara a nuestra encantadora
conversación.
—Te diré qué… —dijo—… cambias tu voto a nuestro favor, y me
aseguraré de alquilar espacio a una cadena de trajes decente, de precio
moderado, y vemos que obtengas un veinticinco por ciento de descuento.
Sonreí y continué, sin molestarme en intercambiar indirectas
personales con mi arrogante medio hermano.
—No había terminado con mi historia. Luego descubres que el suelo
debajo del edificio que acabas de derribar está contaminado con plomo y
una lista completa de otras toxinas. Que te costará más de un millón de
dólares limpiarlo, sin mencionar retrasos en la construcción y lidiar con el
DEP. Ahora que el centro comercial está fuera de discusión, deseas vender 74
la propiedad a otra compañía de residencias para ancianos que esté
interesada en construir una nueva instalación en el sitio, y no tienes planes
de revelarle al comprador lo que encontraste.
—No seas ingenuo —regañó mi padre—. Este es el mundo de los
negocios en el que estamos. No es un salón de tatuajes donde decides no
marcar la piel del culo de una chica borracha porque no está en el estado
de ánimo adecuado para tener esa rosa que siempre quiso tatuarse en su
nalga izquierda. Es caveat emptor4, a cargo del comprador; no tenemos la
obligación legal de advertir a un comprador.
—No hay obligación legal. ¿Qué hay de la ética?
—Estás siendo ridículo. ¿Sabes cuánto dinero perderemos todos si
nos vemos obligados a conservar esta tierra y llevar a cabo esta limpieza?
—Fue un error de la empresa comprar la tierra sin probar el suelo. Es
la compañía la que debe pagar por ello. Por lo que escuché, el hogar de
ancianos que les vendió la propiedad hizo un estudio ambiental antes de
construir el lugar hace sesenta años. No tendrían manera de saber qué se
filtró en el suelo de las estaciones de gasolina circundantes en los últimos
años. Y si hubieras mantenido la propiedad como un hogar de ancianos,
como le dijiste a la comunidad que tenías planeado, tampoco habría
aparecido el horrible problema.
83
CAPÍTULO 9
R
ush me había preguntado si tenía prisa por regresar a los
Hamptons. Como era mi noche libre, le dije que no había
ninguna razón por la que tuviera que regresar en un tiempo
determinado.
Después que nos fuimos de Ellen, dijo que quería algo de comer, lo
cual era extraño porque habíamos pasado la última hora en un restaurante.
Aparentemente, no era que no hubiera querido comer en el
restaurante, sino que tenía el corazón puesto en los perritos calientes de
Gray's Papaya. Salimos de Gray's con una bolsa llena de salchichas.
Rush caminó y comió al mismo tiempo.
—Cada vez que vengo a la ciudad, solo tengo que comer uno —dijo,
mordiendo el perrito caliente, que estaba cargado de chile y queso.
—¿Uno? ¡Has pedido diez!
—No son todos para mí —dijo Rush con la boca llena. 84
—¿Para quién son?
—Algunos amigos. Los conocerás en un momento.
Hmm. ¿Iba a conocer a sus amigos?
Levantó su perrito caliente.
—¿Quieres probar?
—Estoy llena, gracias.
El sol descendía sobre la ciudad. Era una noche maravillosa.
Unos quince minutos más tarde, nos detuvimos en un callejón, e
inmediatamente descubrí quiénes eran sus amigos. Rush había llevado la
bolsa de perritos calientes a unos pocos hombres sin hogar que estaban
reunidos en el callejón con sus pertenencias metidas en bolsas negras de
basura.
—Hola, chicos.
Uno de ellos pareció reconocerlo.
—Hola, Rush, hombre. ¿Qué tal?
—¿Cómo van? —preguntó Rush, entregándole toda la bolsa.
—Nada… ya sabes… lo de siempre.
—Pensé que tendrían hambre.
—Muertos del hambre. Gracias —dijo el hombre—. ¿Quién es tu linda
amiga?
—Esta es Gia.
Saludé.
—Hola.
Rush luego buscó en su billetera y le dio al chico un billete de cien
dólares.
—Prométeme, no lo gastarás en alcohol.
—Claro. Lo prometo.
Rush se llevó los dos dedos a los ojos y luego al hombre.
—Te estoy vigilando, Tommy. Cuídate, ¿sí?
Mientras nos alejábamos, susurré:
—Eso fue muy amable de tu parte.
Esperó hasta que ya no estuvimos al alcance del oído de los hombres
para decir:
—Hace mucho tiempo, decidí que una buena forma de eliminar la
negatividad que siento hacia la codicia de mi familia es contrarrestarla con
algo caritativo. Me digo a mí mismo cada vez que vengo a la ciudad para una 85
reunión de negocios obligatoria, que ayudaré a alguien de alguna manera
antes de irme. Me hace sentir bien.
—Eso es realmente encomiable.
—Nah. Tengo los medios. Ni siquiera siento una mella. Solo sería
encomiable si fuera un sacrificio. No es como si le diera a alguien todo lo
que poseo.
—No estoy de acuerdo. Lo que cuenta es la intención, no importa
cuánto dinero tengas. Eres un buen tipo, Rush. Y le darías a alguien todo si
lo necesitaran. Solo te conozco desde hace un tiempo, pero no tengo dudas
al respecto.
Sus orejas parecieron ponerse rojas. Estaba aprendiendo que Rush
no se sentía cómodo recibiendo cumplidos.
Se detuvo por un momento.
—¿A dónde quieres ir antes que volvamos?
Comenzando a sentirme cansada, dije:
—Creo que me gustaría ir a casa. Tengo que escribir esta noche.
Empezamos a caminar de nuevo cuando preguntó:
—¿Cómo va todo? ¿El libro?
Suspiré.
—En realidad no hay nada... viniendo.
Su boca se crispó y pareció tenso.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Dijiste viniendo. Perdí mi hilo de pensamiento por un segundo.
—Olvidé que tenía que tener cuidado con mis palabras a tu alrededor.
—Le guiñé un ojo.
—En serio, sin embargo —dijo—. ¿Por qué crees que te cuesta tanto
enfocarte?
—Simplemente no puedo dejar de dudar de mí misma. Pienso cada
palabra y borro lo que escribí la mitad del tiempo. Es horrible.
Rush se rascó la barbilla.
—¿Por qué no tratas de escribir como si nadie fuera a leerlo? Solo
manda todo al diablo… y deja de pensar demasiado. Apuesto a que si lees
de nuevo lo que escribiste después, descubrirás que ni siquiera es tan malo.
Tener algo escrito en papel es mejor que nada en absoluto.
Medité su consejo.
—Entonces, pretender que nadie lo verá nunca…
—Sí. Si te encuentras deteniéndote demasiado a pensar… solo sigue… 86
sigue adelante. Preocúpate más tarde. Escribe lo primero que se le ocurra y
confía en tu instinto. Probablemente seas mucho peor juzgándote a ti misma
que los demás. —Me empujó con el hombro—. De todos modos, ¿a quién le
importa lo que piense la gente? Escribe lo que te guste… Apuesto a que
resultará que eso es lo que les gustará a los demás también.
Asintiendo, consideré su consejo.
—Trataré de adoptar ese enfoque. —Sus palabras se repitieron en mi
mente y me impulsó a decir—: Pero eso es bastante irónico viniendo de ti,
¿no crees?
—¿Qué parte es irónica?
—“¿A quién le importa lo que piense la gente?”. ¿Esto viene del tipo
que se rehúsa a salir con una empleada por temor a lo que pensarán todos?
Aminoró el paso, luciendo un poco enojado conmigo por mencionar
esto.
—No se trata de lo que la gente piensa, sino del principio del asunto.
Como propietario de un negocio, no sales con una persona que empleas. No
es ético. También es una buena opción para una demanda y ese es un dolor
de cabeza que seguro que no necesito.
—¿Pero está bien que duermas en mi cama?
Ese comentario pareció enojarlo aún más.
—No, eso no está bien. Eso fue un error.
La pregunta que había estado en la punta de mi lengua se deslizó de
alguna manera contra mi mejor juicio.
—¿Qué pasa si tengo otro trabajo? ¿Eso cambiaría las cosas?
Parecía estar luchando con la forma de responder a eso. Me preparé
porque sabía que la respuesta a esa pregunta era un cambio de juego.
Demostraría sus verdaderos sentimientos de una vez por todas.
Rush buscó en su bolsillo un cigarrillo antes de encenderlo. Parecía
que estaba haciendo un esfuerzo consciente por no fumar hasta que lo
conduje hasta allí.
Sus ojos casi parecían dolidos cuando dijo:
—Me gusta pasar el rato contigo. Pero no soy adecuado para ti, Gia.
—¿Entonces lo del jefe es solo una excusa? Realmente no es la razón
por la que no vas a salir conmigo.
—No es el único problema, no. El problema soy yo… no eres tú.
Puse los ojos en blanco.
—No eres tú. Soy yo. ¡Qué línea tan original! Debería poner eso en mi
apestoso libro.
87
—L
leva los barriles hasta el bar de la azotea —espeté a la
sombra de un hombre pasando por mi oficina. La sala
estaba a oscuras, pero sabía exactamente quién era.
El imbécil había estado en mi radar desde que Gia dejó
caer la bomba en el auto mientras íbamos camino a casa desde la ciudad.
—¿Yo? —Rhys dio un paso atrás a la entrada de la oficina. No me
molesté en levantar la cabeza del papeleo en el que estaba enterrado.
—¿Con quién diablos más estaría hablando? ¿Hay otra persona en las
cercanías? —Todavía no levanté la vista.
—Mmm. Roble generalmente los lleva arriba. Esas cosas pesan
ochenta kilos.
Por supuesto, sabía exactamente lo que pesaban, y estaba bastante
seguro que las cosas pesaban más que su delgado culo. Levanté la vista,
mis ojos inyectados en sangre estaban llenos de desprecio.
89
—¿Estás diciendo que eres incapaz de realizar tu trabajo?
—Eh no. No. Yo… los llevaré. —Continuó parado allí, mirando.
—¿Estás esperando algo? —mascullé—. Ponte a trabajar.
—Mmm. Por supuesto. Claro. Sí, jefe. —A pesar de que dijo eso,
cuando me vio levantarme y dirigirme hacia la puerta, el marica se quedó
congelado en su lugar. Por un instante, cuando sus ojos se agrandaron, y
pensé que podría cagar sus pantalones, casi me sentí mal por él. Casi.
Aunque esa noción se desvaneció antes que cerrara la puerta en el rostro
del hijo de puta.
Durante los últimos tres días, había logrado evitar a Gia. Había estado
planeando una renovación de una de las propiedades de alquiler que poseía
aquí, y los permisos finalmente llegaron desde la ciudad. Mientras el equipo
de demolición que contraté arrancó la cocina y la terraza trasera, pasé la
mayoría de los días reuniéndome con subcontratistas para obtener
presupuestos para la remodelación. Aunque podía pagar el costo adicional
de contratar un GC para hacer ese tipo de mierda, me gustaba administrar
mis propios proyectos de construcción. Y Dios sabe, podría usar la jodida
distracción de pasar todo el tiempo vigilando a Gia en este lugar.
Mi teléfono celular sonó, y la primera sonrisa genuina que tuve en
días apareció en mi rostro. Me senté en mi silla mientras respondía.
—Bueno, pero si es la cumpleañera. ¿Dormías? Te llamé hace dos
horas.
—En realidad estaba consiguiendo provisiones —dijo mi madre—. El
teléfono sonó mientras conducía, y no sé cómo conectarlo con el dispositivo
de manos libres. Tendrás que hacer eso por mí este fin de semana.
—De acuerdo.
—Compré un nuevo conjunto de acrílicos y algunos lienzos
adicionales. Espero que el atardecer sea tan hermoso como lo fue el año
pasado.
—El clima se supone que es bueno. ¿Cuándo saldrás?
—Esta tarde, si no te importa. Sé que generalmente salgo el viernes,
pero tengo que volver temprano para ayudar en la parrillada de verano que
tienen en la iglesia.
—Por supuesto. Lo que quieras. Eres bienvenida en cualquier
momento. Ya lo sabes. Ven cuando quieras, e intentaré llegar a casa
temprano desde el restaurante. Traeré a casa una linda cena de cumpleaños
conmigo.
—De hecho… estaba pensando en ir al restaurante a la puesta de sol
esta noche para pintar, si eso no interrumpe tu tiempo ocupado ni nada. No
ocuparé mucho espacio, solo una silla en la esquina del bar de la azotea. Ni
siquiera necesito llevar mi caballete.
—Trae todo lo que quieras. Cerraré el jodido lugar si tener a otras 90
personas te distrae.
—Heathcliff… tu vocabulario.
Fui transportado de vuelta a tener diez otra vez.
—Lo siento. Intentaré cuidar lo que digo. ¿Pero puedes no usar el
Heathcliff en mi lugar de trabajo? Nadie sabe que mi nombre es algo más
que solo Rush. Soy como Madonna… solo que con un gran pe… no importa,
solo llámame Rush en el trabajo, por favor, mamá.
—Muy bien, cariño. Te veré en unas horas.
Eran casi las cinco cuando salí de mi oficina. Odiaba sentarme detrás
de un escritorio todo el día, principal razón por la cual tardé toda la tarde
en ponerme al día con todos los trámites que había estado evitando. El
personal de la cocina había llegado y estaban preparándose para el comienzo
de la hora de la cena cuando entré.
—Necesito algo que no está en el menú de esta noche, probablemente
para las siete en punto.
—Claro, Rush. ¿Qué necesitas? —preguntó Fred, el chef. Había sido
mi primer empleado cuando asumí el cargo hace cinco años.
—Salmón Oscar. Justo como solías prepararlo en McCormick y
Schmick's.
Me apuntó con un par de tenacillas y sonrió.
—Lo tienes. Lo que sea que te apetezca.
—En realidad no es para mí. Pero lo aprecio. Probablemente pida una
hamburguesa para comer más tarde.
—¿Cita sexy?
—Es el cumpleaños de mi madre. Vendrá dentro de un rato.
Fred guiñó un ojo.
—Lo haré mejor de lo que lo hacía cuando trabajé en McCormick y
Schmick, entonces.
Pensé en subir para separar un área pequeña para que mi madre
pintara antes que llegara. Los jueves estaba lleno, pero por lo general
después de la hora de la cena. Para entonces, la puesta de sol ya se habría
ido, y no era una persona trasnochadora de todos modos.
Subí las escaleras de dos en dos con una silla acolchada del interior
en mi mano, llegué a la azotea y me congelé. Todavía no habíamos abierto,
pero mi personal estaba ocupado preparando mesas y abasteciendo el bar
al aire libre. Todos se apresuraban a prepararse, a excepción de mi 91
cantinero. Rhys. En lugar de trabajar, tenía los antebrazos apoyados en la
barra mientras coqueteaba con una mujer. Y no con cualquier mujer. El
imbécil sonriente estaba allí coqueteando con mi chica.
La furia bombeó por las venas mientras me quedaba mirando. Rhys
dijo algo que no pude oír, y Gia echó la cabeza hacia atrás riéndose. Mierda.
Era tan hermosa cuando sonreía.
Como si sintiera que la estaba mirando, la cabeza de Gia se volvió y
nuestros ojos se encontraron. Enderezó su columna y alzó su barbilla, casi
desafiándome a hacer algo sobre lo que acababa de ver.
Ni siquiera trabaja esta noche. ¿Qué demonios está haciendo aquí?
Me costó toda la fuerza de voluntad que tenía en mí no caminar hacia
allá y golpear en el rostro al pequeño imbécil con el que estaba hablando.
Pero de alguna manera logré controlarme. Tomando una respiración
profunda, la ignoré. En cambio, fui a encargarme de lo mío. Llevé una mesa
a la esquina que tenía las mejores vistas de la puesta de sol, puse un letrero
de reservado sobre ella y luego puse una silla cómoda para que mi mamá
tuviera un lugar donde pintar.
Cuando terminé, le grité al cantinero que ahora era el enemigo número
uno.
—Esto está reservado para esta noche. Si alguien se sienta aquí o
toma esa silla, estás despedido.
No esperé una respuesta.
De vuelta a la planta baja, usé mi ira, gritándole a mi personal que
movieran sus culos. Me miraron como si fuera una bomba de tiempo,
aunque con la cantidad de ira que sentía en mi pecho, no estaba muy seguro
que estuvieran equivocados.
Necesitando calmarme, caminé hacia la barra, me serví un trago de
whisky y lo bebí antes de fumar un cigarrillo. El humo calmó el fuego en mi
garganta cuando debería haber avivado la llama.
La olí antes de escuchar su voz. Perdido en mi cabeza, ni siquiera
había notado que Gia abría o cerraba la puerta detrás de mí.
—Oye. Ahí estás. ¿Está todo bien?
—Bien —espeté e inhalé de nuevo profundamente hasta que la punta
de la brasa de mi cigarrillo adquirió un tono naranja brillante.
—No estaba distrayendo a Rhys del trabajo, si eso es lo que te
molestaba. Llevé algunas botellas de ron, sabiendo que hay una bebida
especial en el menú con ron esta noche.
Respondí en un tono más amargo de lo que había pensado.
—¿Por qué estás aquí?
—Estoy trabajando esta noche. ¿Supongo que Carla no te lo dijo? 92
Cambiamos esta noche por el sábado por la noche, porque ella tenía algo
que hacer.
Mi rostro estaba en blanco.
—No. Ella no me lo dijo. ¿Por qué demonios alguien me diría algo por
aquí? Solo soy el dueño del maldito lugar.
—Estás de mal humor. ¿Quieres hablar de ello?
—No, Gia. No quiero hablar de ello. Solo quiero que todo mi personal
haga sus cosas y se mantenga alejado de las mías. ¿Es tan jodidamente
difícil de hacer?
Parpadeó un par de veces, su rostro parecía como si la hubiera
abofeteado físicamente.
—No. Eso no es tan difícil de hacer, jefe. Perdóneme si me excedí al
importarme una mierda, porque parecía estar molesto. —Se giró para irse y
se detuvo al abrir la puerta—. No volverá a suceder.
96
CAPÍTULO 11
T
enía pelotas.
Gigantes. Del tipo en las que no fallaría si mi pie intentara
una patada rápida. Lo cual definitivamente no había
descartado.
Les conseguí una mesa a una pareja mayor y observé desde la
distancia cómo el cabrón coqueteaba con una mujer en el bar. Había estado
parado allí desde que entró con mis huellas digitales grabadas en su rostro.
Obviamente, el dolor de mi corazón era mayor del que mi mano le hizo, ya
que estaba riéndose y coqueteando, divirtiéndose mientras yo seguía
resentida.
La mujer se levantó, y la mano de Rush fue a su espalda. Había
familiaridad en la manera en que se tocaban e interactuaban. Ella era
probablemente una de sus folladas de verano. Él la guío hacia las escaleras
que conducían a la azotea mientras yo miraba boquiabierta desde la
distancia. 97
Definitivamente ella era mayor que él. Supongo que a finales de los
treinta o incluso a principios de los cuarenta. A diferencia de la otra mujer
que había visto merodeando por el bar, babeando sobre él, esta no estaba
vestida como una puta. Vestía vaqueros, rodados hacia arriba en los tobillos,
y una holgada camiseta de gran tamaño que le llegaba casi hasta las
rodillas. Un par de chanclas con una gran margarita en cada una, puestas
en los pies, en lugar de los tacones de aguja habituales que a sus folladas
casuales les gustaba llevar.
¿Me estás jodiendo?
Tuvo la audacia de hablarme como lo hizo afuera, ¿y ahora
simplemente pasaba casualmente a un enganche de mayo-diciembre en mis
propias narices?
No.
Simplemente no.
Pasando entre los clientes, me dirigí a las escaleras. Corriendo hasta
la azotea, podía sentir mi pulso acelerándose.
Me detuve al ver que Rush sacaba una silla para su amiga antes de
sentarse frente a ella. Parecían muy cómodos juntos, y él estaba, me atrevo
a decir, sonriendo como un tonto.
Me hervía la sangre. La miré atentamente mientras él se acercaba al
bar y le pedía una copa de vino, llevándolo a la mesa.
Mi respiración era irregular mientras continuaba de pie en la entrada
observándolos desde lejos, hasta que lo perdí.
Irrumpiendo en la mesa, resoplé:
—¿Me estás tomando el pelo?
Rush se levantó de repente y extendió sus manos en un aparente
intento de detener mi arrebato.
—Gia... est…
—¡No! —Me negué a dar marcha atrás—. Lo siento. No voy a callarme.
—¡Gia! —gritó más fuerte.
El bar estaba abarrotado, y nadie parecía estar prestando atención a
esta confrontación aparte de la cita de Rush, cuyos ojos estaban fijos en mí.
Ignorando su súplica, me enfrenté a él.
—¿Qué tipo de juego estás jugando? ¿Un segundo estás afuera
preguntándome si alguna vez me han follado por el culo y en el siguiente,
estás agasajando a una mujer? ¿Qué pasa contigo?
Su cita se encogió.
Rush apretó los dientes.
—¡Detente! 98
—No, yo no…
Él me levantó de mis pies. Antes de darme cuenta, me sacaban
literalmente del área del bar.
Pataleando, grité:
—¿Qué crees que estás haciendo?
No me contestó mientras continuaba hacia el pasillo junto al hueco
de la escalera y me bajaba antes de apoyarme contra la pared.
Sus ojos estaban clavados en los míos, pero no dijo nada mientras los
clientes pasaron junto a nosotros para entrar al área de la azotea.
Todavía rezumando celos por cada poro, jadeé.
—¿Quién es esa mujer?
Él me miró por varios segundos antes de finalmente escupir:
—No es una mujer. ¡Esa es mi madre!
Una oleada de sangre corrió de repente por mis venas.
No.
Esto no podía estar pasando.
—Tu... —Me aclaré la garganta—. Estás mintiendo. No es... ella es...
yo solo... oh... oh, no... no. —Me agarré la cabeza con ambas manos—. ¿No
acabo de decir eso... frente a tu madre?
—Sí. —Asintió—. Sí, jodidamente lo hiciste.
Entré en pánico.
—Oh Dios. Rush, lo siento mucho. No lo sabía.
Rush parecía que estaba a punto de estallar.
—Vuelve al trabajo —exigió—. Y mantente alejada de la azotea.
—Rush... —supliqué.
Furioso, comenzó a alejarse, dejándome en el pasillo. Se dio la vuelta,
y cuando vio que no me había movido, gritó más fuerte:
—¡Ve!
5En inglés original: since I’d made an ass of myself, que literalmente seria; desde
que hice un culo de mí misma, de ahí la referencia al juego de palabras.
Roble parecía casi entretenido por mi dilema.
Comenzó a contarme una historia.
—Entonces... mi hija, Jazzy... ella está en quinto grado, ¿de acuerdo?
Me llamaron a la escuela el otro día porque hay un chico que la ha estado
molestando... burlándose de ella, tirándole del cabello... cosas así.
—¿Sí?
—La madre del niño apareció en esa reunión, también. ¿Sabes lo que
me dijo? Me dijo que lo único de lo que habla este chico en casa es de Jazzy.
Parece que está colado por ella, pero tiene una forma divertida de mostrarlo.
Me burlé.
—¿Qué estas insinuando, Roble?
Levantó las cejas.
—Creo que aquí, puedes sacar tus propias conclusiones.
Sintiéndome sonrojar, dije:
—Bueno, esta noche no tuvo nada que ver con los sentimientos o la
falta de sentimientos de Rush por mí. Esta noche fue cien por ciento culpa
mía. —Soltando una bocanada de aire, decidí contarle lo que pasó—. Di por
sentado hace un rato que la madre de Rush era su cita. Lo enfrenté con ira
en el piso de arriba, y dije algo realmente malo delante de ella. No lo puedo 100
arreglar, y estoy bastante segura de que ahora quiere matarme.
—Ay. Entiendo. Vaya. Bueno... primero que nada, sospecho que el jefe
quiere hacer muchas cosas cuando se trata de ti, Gia, pero el asesinato no
es una de ellas. —Se rió—. De todos modos, ¿qué tan malo podría ser
realmente? ¿Qué dijiste que fue tan horrible?
Negué.
—Ni siquiera puedo repetirlo. Irónicamente, estuve parafraseando
algo que me dijo en privado. Quiero vomitar.
—Bueno, retrocedamos por un segundo. La buena noticia es... que
Melody tiene muy bien los pies en la tierra. Probablemente se rió. No me
parece una mojigata. Estoy seguro de que Rush ya le explicó la situación.
—¿Qué situación? ¿Qué tiene una loca trabajando para él y que grita
cosas sexualmente explícitas en el medio de un bar lleno de gente...? ¿Frente
a su madre?
—¿Sexualmente explícitas? Rayos. Apesta ser tú.
—Sí. Rayos. Apesta.
—Estoy bromeando. —Se rió.
Suspirando, dije:
—En serio, ni siquiera sé qué le diría si estuviera delante de mí.
Sus ojos señalaron detrás de mis hombros.
—Bueno... ahora es tu oportunidad de averiguarlo.
¿Qué?
Me volví lentamente para encontrar a la madre de Rush allí de pie.
Mi corazón se detuvo.
—Oh... hola, señora... señorita Rushmore.
—Por favor llámame Melody, Gia.
Sabía mi nombre. Por otra parte, Rush lo había gritado en un intento
fallido de impedirme que hiciera el ridículo.
Dios, era realmente bonita. Su media melena de un castaño claro
tenía mechas californianas más rubias en los extremos. Sus ojos azules
brillaban. Como que me recordaba a una joven Goldie Hawn. Y era baja,
como yo. Era extraño pensar que esta pequeña mujer pujó a un hombre
grande como Rush fuera de ella.
—Hola. —Sonreí torpemente.
Roble parecía entretenido.
—Es bueno verla, señorita Melody. Se ve hermosa esta noche, como
siempre. 101
Ella levantó la mano.
—Hola, Roble.
Se levantó como si se estuviera preparando para irse. Eso no era
bueno, porque él era el único amortiguador que tenía.
Por favor no te vayas.
Roble se escabulló, dejándome sola con la madre de Rush.
Fue la primera en hablar después de un breve momento de silencio.
—Mi hijo me prohibió venir a presentarme, pero desafortunadamente
para él, no es mi jefe.
Su sonrisa definitivamente me tranquilizó.
—Estoy muy contenta de que haya venido a buscarme. No tenía las
agallas para hacer lo mismo porque me siento fatal, como realmente
mortificada por lo que le dije arriba enfrente de usted. Eso fue muy
irrespetuoso y no es el lenguaje que suelo emplear. No tenía idea de que era
su madre. Honestamente... se ve demasiado joven. Supuse que era su cita
y estaba... celosa.
—Bueno, la adulación te llevará a donde quieras. —Sonrió—.
Entiendo que estuvieras molesta. No pasa nada. Todos hemos dicho y hecho
cosas en el calor del momento.
Sonrió de nuevo y le devolví la sonrisa.
—De todos modos, no sé cómo expresar lo mucho que lamento mis
palabras. Lo siento por hacer una escena.
—Agradezco tu disculpa, pero de verás, no pasa nada.
Miré alrededor.
—¿Dónde está Rush?
—Se vio atrapado en algún negocio... algo acerca de una entrega de
licor que supuestamente tenía que haber sido hecha antes de mañana, pero
nunca apareció. Aproveché... vine y te encontré. Espero que no te importe.
—No, en absoluto.
—¿Estoy interrumpiendo tu trabajo? —preguntó.
—No, mi turno acaba de terminar, en realidad. Es la hora del cierre.
—Mi hijo me explicó todo, de que no sabías quién era yo y que en
realidad él provocó tu arrebato más temprano. Supongo que debería
disculparme por su comportamiento contigo.
Me sorprendió que Rush asumiera parte de la culpa y que hubiera
sido tan abierto con su madre. Aun así, fui yo quien hizo la escena ahí
afuera. Tomé la decisión de usar ese lenguaje frente a ella. No había forma
de que dejara que todo esto recayera sobre él.
—Asumo toda la responsabilidad por lo que dije. No es propio de mí 102
utilizar semejante lenguaje tan libremente, especialmente en un lugar
público, y menos en mi trabajo. A veces, las cosas se calientan entre él y yo.
Su hijo... bueno... me está volviendo un poco loca.
Melody asintió con comprensión.
—No puedo decir que te envidio por eso. No es fácil de manejar, mi
Heathcliff. —Cerró los ojos brevemente y se cubrió la boca muerta de risa—
. Quiero decir, Rush. Lo siento. Un viejo hábito. Me mataría si supiera que
dejé que se me escapara.
—Está bien... sé que Heathcliff es su verdadero nombre.
Parecía sorprendida.
—¿Él te lo dijo?
—Se lo saqué, sí.
—Bien por ti.
Después de unos segundos de silencio incómodo, dije:
—Entonces... no tengo suerte, ¿eh?
Ella inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿A qué te refieres?
—¿En el departamento de romance? ¿Su hijo es una causa perdida?
—No dije eso. Cuando digo que no es fácil... solo quiero decir que no
es fácil de leer. No siempre es fácil lograr que se abra. Mi hijo tiene un gran
corazón. Pero eso es algo de él, que la gente no logra averiguar fácilmente.
Es complicado, y simplemente toma un tiempo pelar sus capas.
—Definitivamente ya me voy dando cuenta.
—Rush ha aprendido muchas lecciones difíciles. Ha sido herido por
personas que supuestamente debían amarlo. A pesar de que actúa como si
eso no le importara, definitivamente tuvo un efecto en la forma en que vive
su vida, constantemente en guardia.
Fruncí el ceño.
—Lo sé todo sobre su padre, sí.
Ella estaba examinando mi rostro.
—Él te tiene cariño.
Mi corazón se aceleró.
—¿Dijo eso?
—No, no con esas palabras. Pero parecía muy preocupado de que
pensara mal de ti. No es propio de él, hablar conmigo de las mujeres con las
que es amigable. Su vida personal es algo que siempre guarda para sí
mismo. Pero me contó un poco de ti, durante la cena... me dijo que eres 103
escritora.
—¿Lo hizo?
—Sí.
Eso me recordó...
—Por cierto... —dije—. Quiero agradecerle, en realidad. Rush una vez
me contó que cuando se queda atascada en su proceso artístico, a veces va
a ver una película para salir del bloqueo. De hecho, lo intenté una vez y
funcionó. Después de eso, tuve uno de los mejores días de escritura que he
tenido en mucho tiempo.
—Oh, eso es maravilloso. Sí, esa sin duda es una de mis estrategias.
Me alegra que funcionara para ti también.
—¿Viene a menudo a visitarlo aquí en The Heights? No la he visto por
aquí antes... obviamente.
—Conduzco hasta aquí una vez cada mes o dos. —Melody era delicada
y de voz suave, para nada como su hijo—. Esta noche quería capturar sobre
el lienzo la puesta de sol sobre el océano.
—¿Pintó aquí esta noche?
—Sí. Rush montó mi caballete arriba en la azotea más temprano.
—Eso es genial. ¿Puedo ver lo que hizo?
Parecía encantada de que le hubiera preguntado.
—Por supuesto.
Miré a mi alrededor buscando nerviosamente a Rush mientras la
seguía hasta la azotea. Me llevó hasta un lienzo que estaba apoyado contra
la pared en la esquina.
Lo sostuvo en alto para mostrármelo.
—No es exactamente perfecto, pero estoy satisfecha de cómo ha
quedado.
Con mezclas de naranja, púrpura y amarillo, ella había capturado
maravillosamente los deslumbrantes colores de la puesta de sol sobre la
playa. Las pinceladas retrataban con precisión las nubes en el cielo. No
podía comprender cómo había hecho que el océano fuera tan realista con
una combinación de tonos verdes, azules y blancos. De alguna manera
parecía que el agua se movía a través del lienzo, llegando a la orilla.
Mi parte favorita de toda la pintura era una única concha,
elaboradamente detallada con líneas marrones y blancas dibujadas a lo
largo. Estaba colocada sobre la arena que había meticulosamente pintado
en tonos beige. A pesar de que la concha era pequeña, parecía ser el tema
central al que todo lo demás servía de telón de fondo.
—Es tan hermoso. Estoy realmente impresionada de que tenga la
capacidad de sentarse y casualmente pintar algo tan increíble en un 104
impulso. ¿Cuánto tiempo le tomó?
Ella colocó la pintura en el suelo, apoyándola contra la pata de la
mesa.
—Alrededor de hora y media. Pero sabes, no siempre es tan fácil para
mí. Tal vez tú también pasas por esto con la escritura, pero algunos días
simplemente estás dentro, ¿verdad? Puedes sentir la creatividad que mana
de tus venas, y solo tienes que soltar todo y aprovechar mientras está allí.
Es por eso por lo que necesitaba venir a la playa esta noche. —Sus ojos se
llenaron de pasión mientras hablaba de su arte.
Esta mujer es increíble.
—Entiendo lo que dice, Melody —dije—. Solía sentirme así con
frecuencia cuando tuve la idea de escribir este libro. Los tres primeros
capítulos simplemente brotaron de mí, de manera natural. Y luego, una vez
que empecé a presióname después de conseguir el contrato con la editorial,
nada ha estado sucediendo.
—¿Rush dijo que escribes género romántico?
Una vez más, me sorprendió que él hubiera entrado en tantos detalles
con ella.
—Sí. Contemporáneo. Bueno, si alguna vez consigo funcionar de
nuevo, sí.
—No hay nada como la presión para obstaculizar la creatividad. Te
entiendo. Algunas de mis piezas han sido encargadas en el pasado.
Definitivamente hay una diferencia entre crear algo por voluntad propia
versus obligación.
—Exactamente.
—Encontrarás tu camino, tu inspiración, Gia. Pasará.
¿Puedo quedarme con ella?
—Gracias. Eso espero.
Nos quedamos allí mirándonos momentáneamente. Si no lo supiera,
pensaría que a ella también le caía bien. No estaba lista para dejarla ir.
Melody Rushmore me fascinó.
Las palabras simplemente salieron de mí.
—Me encantaría ver más de sus pinturas en algún momento. —
Esperaba no estar siendo demasiado directa ya que anticipé su respuesta.
—Bien, eres bienvenida a mi casa cuando quieras. Tengo un estudio
lleno de arte.
—¿Honestamente? Eso de verdad me encantaría.
Rush apareció detrás de mí.
105
—¿Y ahora qué es esto?
Apestaba a humo. Mi pulso se aceleró. No pude evaluar su reacción
al verme pasar el rato con su madre. Pero me lo tomé con calma.
—Me vas a llevar a ver el estudio de tu madre. Quiero ver sus pinturas,
todas ellas.
Levantó las cejas como para cuestionar eso.
—¿En serio?
Crucé mis brazos.
—Síp.
—Si hubiera sabido que ustedes dos estaban hablando, hubiera
apurado mi trasero —dijo.
Su madre le estaba sonriendo.
—Gia y yo tenemos mucho en común.
—Sí, ambos dolores están en mi culo —bromeó, guiñándole el ojo a
Melody.
Ella debe haber estado acostumbrada a su sarcasmo porque no
reaccionó a esa declaración. Me sentí aliviada de que ya no se veía muy
enfadado.
—¿Volverá a casa esta noche? —le pregunté a ella.
—No, me quedaré un par de noches.
—Vamos a su lugar favorito para desayunar panqueques cada año,
cuando sale para su fin de semana de cumpleaños —dijo Rush.
Me volví hacia ella.
—¿Mañana es su cumpleaños?
—Es hoy, en realidad.
—Oh Dios mío. ¡Feliz cumpleaños!
—Gracias. Rush hizo que el chef hiciera una cena especial para mí.
Salmón Oscar6. Estaba muy rico.
Me conmovió lo protector y dulce que él estaba siendo con su madre.
Adoraba este lado de Rush. Si tan solo no fuera un cabrón insensible la otra
mitad del tiempo.
Metió la mano en el bolsillo y le tendió una llave a su madre.
—Ten. Toma esto y entra.
Ella le preguntó:
—¿Volverás a casa esta noche?
Aparentemente, ella conocía a su hijo lo suficiente como para saber
que existía la posibilidad de que no volviera a casa. Probablemente pensó 106
que se quedaría en el apartamento de alguna zorra.
—Sí. Solo voy a terminar algunas cosas. Te veré en casa. Puedes dejar
aquí tu material de arte. Cargaré todo en mi auto y lo llevaré a casa.
—Gracias. Suena bien. Estoy deseando tomar un baño caliente. —Se
giró y me dio un abrazo—. Gia... fue un absoluto placer conocerte. Dime
cuándo quieres venir a visitarme. Pondré la tetera y despejaré mi agenda.
Abrazándola, dije:
—Eso suena maravilloso, Melody. Gracias. Planeo hacerlo. Fue genial
conocerla.
Ella empezó a alejarse, luego se detuvo.
—De hecho, ¿te gustaría conservar la pintura que hice esta noche?
Tengo tantas. No puedo quedarme con todas.
—Oh Dios mío. Me encantaría. ¿Está segura?
—Totalmente. Me encantaría que la tuvieras. —Caminó hacia donde
estaba y me la entregó.
—Muchas gracias, Melody. En serio, esto realmente me hizo la noche.
Voy a colgarla en mi habitación.
M
e acosté duro.
Me desperté duro.
Estaba completamente jodido.
No había manera de convencer a mi polla de acostarse
después de que esas palabras salieron de la boca de Gia la noche anterior.
Muy dispuesta.
Al. Diablo. Conmigo.
Necesitaba controlarme antes de ir a desayunar con mi madre.
Después de otra sesión de masturbarme en una larga ducha fría,
finalmente bajé las escaleras. Normalmente, ni siquiera me gustaba
masturbarme. Prefería con mucho estar dentro de una verdadera mujer,
pero masturbarme pensando en sexo anal con Gia... bueno, eso era lo mejor
que iba a conseguir aparte de la cosa real.
110
Mamá me estaba esperando en la cocina cuando finalmente aparecí.
—Buenos días, dormilón.
—Buenos días, ma —le dije, sirviéndome un poco del café que ella
había preparado.
—No estaba segura si ibas a bajar.
—Sí, me quedé dormido. Deberíamos ir a comer. Estoy hambriento.
Muerto de hambre por el culo de Gia.
—En realidad, quería esperar a que bajaras, pero no puedo ir a
desayunar. Tengo que volver a casa. Me olvidé por completo de que mi nuevo
sofá será entregado esta tarde.
—Oh. Bueno, eso apesta.
—¿Por qué no llamas a Gia? Invítala a desayunar. Ella realmente me
gusta.
—Mamá…
—Siéntate, Heathcliff.
Mierda. Mi madre sentándome y llamándome por mi nombre nunca
era una buena señal. La última vez que me hizo sentarme para un pequeño
uno a uno fue cuando tenía diecisiete años y me contó que nuestro perro
murió.
Saqué la silla y planté mi trasero de todos modos.
—Sabes que rara vez meto mi nariz en tus asuntos privados.
Y después del desenfreno anal de anoche, pensé que seguiría siendo
así.
—Lo sé…
—Nunca hablas de mujeres. De hecho, las únicas veces que incluso
puse mis ojos sobre alguna de las mujeres que… conociste... fue cuando las
vi saliendo por la ventana de tu habitación de madrugada cuando eras
adolescente.
Abrí los ojos como platos.
—¿Sabías de eso?
Se rió.
—Por supuesto. Y del agua con la que llenaste mis botellas de licor
para reemplazar el alcohol que robaste. Y el primer tatuaje que te hiciste a
los dieciséis años, pero no me mostraste hasta los dieciocho. Y todas las
veces que sacaste mi auto del camino de entrada y lo tomaste prestado por
la noche cuando te quité tus privilegios por llegar tarde a casa. Por cierto,
aprecio que llenaras el tanque cada vez que lo robaste.
Negué con la cabeza. 111
—¿Cómo es que nunca dijiste nada sobre toda esa mierda?
—Porque todo eso forma parte de madurar, cariño. Te vigilé desde
lejos para asegurarme de que no te excedías ni te metías en demasiados
problemas. Pero necesitaba dejarte vivir un poco y experimentar mientras
estabas bajo mi techo. Si no hubieras empezado a levantar el infierno hasta
que te mudaras, no hubiera habido nadie para vigilarte. Es como esos niños
que beben por primera vez cuando van a la universidad. Son los que salen
más lastimados en comparación con los niños que ya experimentaron y
aprendieron de sus errores en casa.
—Bueno... no estoy seguro de qué decir. Lo siento, supongo. Por traer
chicas a casa y estar podrido.
Mi madre sonrió.
—Eso no es necesario. La razón por la que te lo he mencionado ahora
no es para hacerte sentir mal ni para que te disculpes. Es para mostrarte
que, aunque creas que me estás ocultando cosas, no siempre eres tan bueno
como crees.
—No te estoy siguiendo, ma.
Ella se acercó y me dio unas palmaditas en la mano.
—Tienes sentimientos por Gia. Y ella los tiene por ti. Fuertes.
Pasé una mano por mi cabello.
—Ella no es una ocasional fol... —Me callé justo a tiempo—. Ella no
es alguien con quien te diviertes y te alejas sin lastimarla, ma.
—Entonces, ¿por qué tienes que alejarte y lastimarla?
Abrí la boca para darle una respuesta y me di cuenta de que
honestamente no tenía una para dar.
Mi madre me ofreció una sonrisa triste.
—Cariño, a veces el riesgo de que pasen cosas malas nos impide
experimentar todas las cosas buenas que la vida tiene para ofrecer.
Mi madre no era el tipo de persona que repartía consejos a la ligera.
Las mejores partes de mí eran las cosas que aprendí viendo cómo actuaba.
Así que contemplé lo que había dicho unos minutos. Quería estar con Gia...
y no de la manera normal en la que quería estar con las mujeres, lo que
generalmente terminaba con una comida y unas pocas horas en la cama.
Quería sentarme y hablar con ella. Quería llevarla a casa de mi madre para
ver cómo se iluminaban sus ojos cuando viera las pinturas por primera vez.
Por supuesto, también estaba obsesionado con estar dentro de ella y
no simplemente hacer que se viniera, ni tampoco acabar yo mismo. Quería
llenar cada orificio de esa maldita mujer. Hace unos días, había soñado con
follar esa descarada boca suya. Aparentemente ayer fue el día del culo.
Entonces, ¿por qué no nos estaba dando una oportunidad de estar juntos? 112
Solo había una respuesta, y no me gustaba en absoluto.
Estoy jodidamente asustado.
Al llegar a esa conclusión, levanté la mirada hacia mi madre que había
estado sentada allí, tranquilamente, simplemente bebiendo su té y
esperándome. Sus ojos buscaron en mi rostro antes de volver a hablar.
—Cuando tienes miedo de enamorarte de alguien, generalmente es
porque ya has empezado a enamorarte, cariño.
Y yo que pensaba todos estos años que era muy hábil, escondiendo
todo de mi madre. Negué con la cabeza otra vez.
—¿Siempre has sido tan filósofa y no me di cuenta?
Ella se rió.
—Algunos de los más grandes filósofos del amor fallaron en el amor
ellos mismos, ¿sabes?
Me rompió el corazón escuchar a mi madre decir eso. Sabía que mi
padre la había jodido, pero en realidad nunca cuestioné por qué no tenía
novio la mayor parte de mi niñez. Esto ya era una charla extraña... qué
diablos...
—¿Cómo es que nunca tuviste una cita cuando estaba creciendo?
Ella suspiró.
—En realidad, realmente amaba a tu padre. Él no era la persona que
es hoy cuando estaba conmigo en ese entonces. Al menos no parecía
mostrarme ese lado de él. O yo no quería verlo. Pero me sorprendió cuando
descubrí que estaba casado, y en ese momento reveló sus verdaderos
colores. Me llevó mucho tiempo sanar, y estaba ocupada criando a mi
hermoso hijo... trabajando... pintando. Usé la excusa de estar ocupada para
justificar el no dejar entrar a nadie. Probablemente no quieres escuchar
esto... pero no me quedé célibe todos esos años cuando estabas creciendo,
aunque nunca conociste a nadie.
—Tienes razón. Definitivamente no quiero escuchar eso.
Sonrió.
—Mi perspectiva sobre las relaciones no era mucho mejor que la tuya
hoy en día. De hecho, por eso es tan claro para mí lo que está pasando
contigo. Es como mirarme en el espejo de mi vida años atrás de muchas
maneras.
—Y aquí estás, dándome consejos. Aunque no lo tomes tú misma.
Se levantó y puso su taza en el fregadero antes de volver a sentarse.
—En realidad, he seguido mi propio consejo. He estado saliendo con
alguien.
Mis cejas se dispararon. Esto se estaba poniendo jodidamente raro. 113
—¿Ah sí?
—Se llama Jeff. Es conservador de arte en una galería. Hemos estado
viéndonos durante casi un año.
—¿Un año? ¿Por qué nunca lo menciónate? ¿O lo trajiste contigo de
visita?
—No lo sé. Supongo que al principio supuse que sería una de mis
típicas relaciones. No esperaba que floreciera tan bellamente.
Vaya. Simplemente vaya.
—Simplemente te estás abriendo y hablando de todo hoy, ¿no?
Mamá se rió y se levantó. La miré detenidamente por primera vez en
mucho tiempo. Se veía muy feliz.
—Tengo que irme para la entrega de mi sofá. Si no estoy allí, me
cobrarán nuevos gastos de envío. ¿Por qué tú y Gia no vienen la próxima
semana un día y almorzamos? Le mostraré mi trabajo, luego podremos ir a
la galería de Jeff y ver la exposición que tiene en presentación y cenar. Creo
que es hora de que lo conozcas.
Caminó hacia mí, y me puse de pie y la rodeé con un gran abrazo.
Sentí un dolor en el pecho cuando el pensamiento de que Gia no tenía madre
para hacer esto me vino a la mente. Me hizo querer compartir la mía con
ella.
—Cargaré tu auto por ti.
Viendo a mamá alejarse en el auto, agité mi mano una última vez
cuando la sorprendí mirándome por el espejo retrovisor. Me quedé parado
en el camino de entrada por unos minutos solo pensando. Hasta que me
golpeó. ¿Había pautado una cita doble con mi madre y una mujer con la que
no estaba saliendo?
común en Estados Unidos es desconocido y tiene varias teorías al respecto. Aquí Rush
emplea la palabra heartless que significa cruel, despiadado, sin corazón…etc.
pies no se movían. Ni siquiera cuando se puso de pie, se dio la vuelta y
prácticamente frotó su trasero contra mí mientras alzaba una loción
bronceadora.
—¿Podrías pasarme un poco de protector solar por la espalda antes
de irte? No quisiera quemarme.
No.
—Claro.
—Gracias.
Tomé el protector solar y exprimí un poco de loción blanca y cremosa
en la palma de mi mano. Tragando saliva, comencé a pasarla por su espalda.
Sus hombros eran cálidos y suaves con la más pequeña capa de pelusilla.
Me recordó a un melocotón. Mi boca salivaba ante la idea de morderla.
—¿Podrías bajar un poco?
Mi respiración se hizo trabajosa y mi polla se hinchó mientras bajaba
mis manos y las pasaba por el centro de su espalda. Estaba incursionando
en territorio peligroso.
—Más abajo —dijo. Sabía por su voz entrecortada que no era el único
que estaba excitado.
Bajé justo por encima de la parte baja de su traje de baño y le pasé 117
loción.
Cuando terminé, giró la cabeza para que pudiera ver un lado de su
rostro y cerró los ojos para susurrar:
—Más abajo.
Jódeme.
No pude detenerme. Cogí el cremoso bloqueador solar y apreté
suficiente en mi mano para cubrir el cuerpo completo de una persona
grande y luego comencé a pasarlo por sus nalgas. Tenía el más singular
lunar en forma de corazón en su lado izquierdo que era perfectamente
simétrico. Pasé las yemas de mis dedos sobre eso. Cuando arrastré un
charco de loción arriba de la raya de su culo, y lentamente lo froté trazando
la tela de su traje de baño entre las mejillas, dejó escapar un gemido.
Más. Haz más sonidos así.
Todo en lo que podía pensar era en la manera en que quería doblarla
y follarla desde atrás. Quería marcar cada centímetro de la piel perfecta de
sus hombros con los dientes, mientras me adentraba tan dentro de ella que
nunca volvería a salir. Mi corazón se salió de control cuando retrocedió y
presionó su cuerpo contra el mío. Pero... no lo quería de esta manera. Ella
no era la clase de chica que te follabas en el patio antes de dar un buen
espectáculo a los vecinos.
—Gia... —Me tembló la voz mientras trataba de detener lo que estaba
a dos segundos de suceder.
Afortunadamente, la voz de una mujer atravesó la neblina de lujuria
que la mía no podía traspasar. Solo que no era la de Gia. Girando mi cabeza
en una niebla, me di cuenta de que era su compañera de cuarto, Riley, quien
trabajaba para mí.
Joder.
—Uh. Lo siento. No me di cuenta de que alguien estaba contigo —gritó.
Por instinto, salté hacia atrás.
Riley desapareció en la casa, y en los segundos que le tomó a Gia darse
la vuelta, salí yo solo de mi trance.
—Perdón por eso —dijo ella—. ¿Estás listo para frotar el resto?
—Tengo que irme. —Era la tercera vez que lo decía, pero esta vez lo
decía en serio. Prácticamente tropecé con la botella de protector solar a mis
pies tratando de salir corriendo de allí.
Gia gritó:
—Rush. Espera.
Pero no me detuve hasta que estuve dentro de mi auto. No tenía idea
de por qué estaba huyendo como un cobarde, pero sentía que estaba 118
haciéndole un favor a Gia.
CAPÍTULO 13
O
tro día perdido. Sin escritura. Sin trazar. Nada logrado.
Y tenía una quemadura en mi culo por las horas que había
pasado tumbada boca abajo esperando que Rush entrara al
patio. Nunca había usado un traje de baño estilo hilo dental
en mi vida. Por eso mis mejillas virginales se sentían como si estuvieran en
llamas.
Cuando Rush se presentó esta mañana, me había colado en la
habitación de Riley y tomado uno de sus diminutos trajes de baño. Todavía
no podía creer que hubiera tenido el descaro de usar esa prenda, apenas
cubría mis pechos y me dejaba al descubierto todo el trasero.
Pero ni siquiera arrojarme a él prácticamente desnuda funcionó. Me
hizo sentir deprimida y más que un poco enojada. Riley lo notó y vino a
sentarse conmigo en el sofá.
—Escupe tus agallas, cuatro ojos.
119
Cambié de posición sentada por millonésima vez hoy, apoyándome
más en mi cadera izquierda que en la quemadura, y me puse las gafas en la
cabeza.
—No tengo idea de cómo te pones ese traje de baño. Mi culo fue frito
hasta quedar crujiente.
—Oh no, no lo hagas. Ya no evitarás esta conversación culpando tu
rostro deprimido por un culo quemado.
—¿Qué quieres decir?
Ella me lanzó una mirada que decía no más mierda.
—¿Qué está pasando contigo y el jefe? Lo vi afuera contigo esta
mañana, frotando loción en tu trasero. Parecía que estaba a punto de
lanzarte una crema diferente.
—Vino a arreglar mi auto. Prácticamente me arrojé sobre él. De nuevo.
Pero nada pasó.
—Honestamente, no tengo idea de lo que ves en él. Bueno, aparte de
lo obvio, que está jodidamente guapo. Pero es un idiota.
Negué con la cabeza.
—No lo es realmente. No una vez que lo conoces. Creo que es su
manera de mantener a la gente a distancia. Definitivamente no deja entrar
a la gente fácilmente.
—¿Pero te dejó entrar?
—Pienso que sí. Tenemos una conexión. Sé que se siente atraído por
mí. Y definitivamente me siento atraída por él. Pero es más que eso. Aunque
nada de eso me sirve de nada porque no permitirá que nada suceda
físicamente, no importa cuánto lo intente. No lo entiendo.
Riley señaló con un dedo.
—Te acabas de contestar tú misma.
—¿De qué estás hablando?
—Dijiste que ustedes dos tienen una conexión que es más que física.
—¿Y?
—Ese es el problema.
—No te estoy siguiendo.
—Un tipo como Rush es un chico de amalas y déjalas. He trabajado
en The Heights durante tres años. Él tiene un cierto tipo con el que sale.
Puse los ojos en blanco.
—Sí. Perris. He visto a algunas pasar por allí.
—Hay una razón por la que solo se involucra con cierto tipo de mujer.
—¿Cuál? 120
Riley se rió.
—No lo sé. Pero probablemente lo hagas si te acercas como dijiste. —
Se encogió de hombros—. Tal vez una ex lo quemó.
—No creo que haya tenido ninguna relación a largo plazo.
—Está bien. —Se tocó el labio con el dedo—. No es a una relación por
lo que alguien suele temer, es a una mala relación. Y eso generalmente viene
de algo en su vida, como una ex. Pero tal vez es algo diferente.
Su padre.
Y cómo su padre trató a su madre. Eso podría haberle dado una
perspectiva negativa con seguridad. Pero no quería hablar sobre los asuntos
privados de Rush con Riley, aunque la consideraba una buena amiga.
—No estoy segura. Pero si ese es el caso, y evita las relaciones debido
a algo en su vida, ¿cómo podría superarlo?
Riley arrojó una almohada que había estado sosteniendo sobre su
regazo.
—No lo haces, tonta. Le das lo que él cree que quiere, y permites que
la relación ocurra naturalmente. Dile que solo quieres un compañero para
follar durante el verano. Haz que su mente se tranquilice y no tenga que
preocuparse por la parte de la relación. Empiecen a follarse, y si están
destinados a estar juntos, el resto simplemente se pondrá en su sitio, y ni
siquiera se dará cuenta hasta que sea demasiado tarde.
—No sé... parece que alguien podría lastimarse...
—Sí. Tú. Si después de que el tiempo de folla-amigos acabe, el termina
contigo, por supuesto que vas a estar herida. Pero, ¿qué tienes ahora? Una
extraña amistad y celibato. Mira, cuando te vayas después de que termine
el verano, estarás aplastada si no quiere estar en contacto, ¿no? Entonces,
¿por qué no pasar un buen verano, si vas a estar de mal humor en
septiembre de todas maneras?
Supongo que tenía un punto... solo había un problema.
—Pero Rush no me ve de esa manera.
—Entonces haz que te vea de esa manera.
—¿Cómo?
—¿Cuánto tiempo hasta que tengas que trabajar?
Miré mi teléfono.
—Alrededor de una hora y media.
Riley se levantó.
—Vamos, no es mucho tiempo para convertir tu buen culo en una 121
puta.
8 Grease: Película musical de 1978 ambientada en los años 50 dirigida por Randal
G
ia lucía como si hubiese orinado en sus Cheerios después de
que detuve el beso.
Alejarse de eso fue una de las cosas más difíciles que he tenido
que hacer. Pero necesitábamos tener esta discusión. Sin
mencionar que no iba a follarla en mi oficina. Se dirigía
peligrosamente cerca de ese escenario. Unos segundos más de ese beso, y
no estaba seguro si hubiera podido parar.
Ella estaba jadeando por aire.
—¿Qué necesitas decir?
Mi polla todavía estaba dura como una roca cuando dije:
—Si hubieras dejado de hablar durante dos segundos antes, te darías
cuenta de que estabas equivocada acerca de lo que creías que iba a decirte
esta noche.
Respiré profundamente. 128
Continué:
—No quiero simplemente follar... —corregí mi lenguaje, porque lo que
tenía que decir era importante—. No quiero solo... dormir contigo. ―Dejando
escapar un suspiro, empujé el resto de las palabras—. Creo que
deberíamos... ver a dónde van las cosas.
Su mandíbula cayó.
—¿A qué estás llegando?
—Antes, cuando entraste en mi oficina toda arreglada, pareciendo una
maldita Betty Boop, estaba pensando en eso, tratando de descubrir mis
sentimientos. Pero no había nada que descubrir, excepto que he estado en
negación. No puedo prometerte nada, Gia. No puedo prometer que no voy a
joder esto de verdad. Pero... quiero intentarlo.
Sus ojos se abrieron con genuina sorpresa.
—¿Quieres algo más que una simple follada casual conmigo?
Asentí.
—Sí. —Me deslicé, envolví mis manos alrededor de sus mejillas y froté
un poco del lápiz labial restante de su boca—. Y no necesitas toda esa
mierda en tu rostro. Eres tan jodidamente hermosa sin eso. La próxima vez
que te pongas eso, voy a sacarlo todo de ti a besos.
—¿Es un desafío? —Un rubor se deslizó por su rostro—. ¿Entonces,
que hacemos ahora? ¿A dónde vamos desde aquí?
El concepto de citas era tan extraño para mí. No podía recordar la
última vez que había llevado a una mujer a una cita formal. Cuanto más
lento tomara las cosas con Gia, menos posibilidades tenía de arruinar las
cosas. Eso significaba evitar estar a solas con ella por un tiempo.
—Estás libre mañana por la noche, ¿verdad? —le pregunté.
—Sí.
—Iré por ti.
Sonrió.
—¿Me llevarás a una cita?
Mi corazón comenzó a palpitar ante la idea.
—Mira... realmente no sé lo que estoy haciendo cuando se trata de
citas. No he estado en una cita real en mucho tiempo. Pero sí, te recogeré.
Para salir.
—Recogerme. Llevarme. Eso suena como una cita para mí —bromeó.
Puse los ojos en blanco, luego sonreí en concesión.
—Está bien, maldita sea. Es una cita. 129
R
ush había pedido comida italiana de un restaurante
llamado Margarita's que estaba por su camino.
Tomamos un poco de vino con nuestra berenjena a la
parmesana y camarones rebosados. Parecía mucho más
relajado de lo que había estado antes.
Había un patio increíble instalado en la cubierta superior. Estábamos
tumbados en dos tumbonas exteriores separadas. Él estaba bebiendo su
vino y fumando mientras su cabello volaba en todas direcciones en la brisa
nocturna. Ahora estaba oscuro, haciendo que el centelleo de la ceniza de su
cigarrillo fuera más prominente.
Se había mantenido a medio metro de mí toda la noche. Pero no pude
evitar desear que se acercara mientras el recuerdo de nuestro beso de ayer
consumía mis pensamientos. Nunca me habían besado con tanta fuerza,
tan apasionadamente. Solo podía imaginarme cómo sería él en la cama.
Durante la cena, habíamos hablado de muchas cosas, incluida 135
nuestra infancia y un poco sobre sus diversos negocios. Habíamos logrado
cubrir toda la gama, bueno, excepto el tema de qué exactamente estaba
pasando entre nosotros.
Ahora, simplemente estábamos mirando el océano otra vez.
—Me siento tan tranquila aquí. Es tan plácido —dije.
—Nunca he compartido esta vista con nadie.
—Todavía no puedo creer eso.
Apagó su cigarrillo antes de extender su mano hacia mí.
—Me gusta tenerte aquí. Mucho.
Lo apreté, notando una expresión de preocupación en su rostro.
—Parece que eso te incomoda un poco. ¿Qué hay de malo en eso?
Estuvo en silencio por mucho tiempo antes de decir:
—No soportes ninguna mierda de mi parte, Gia, ¿de acuerdo?
—¿Qué se supone que significa eso?
—Si me ves empezando a joderlo, ponme en mi lugar.
Estaba claro que Rush tenía algunos temores profundamente
arraigados sobre lastimarme. Tal vez se debía a que su padre abandonó a
su madre.
—Sabes, podría lastimarte tanto como tú podrías lastimarme a mí.
Recuerda, soy la hija de una mujer que abandonó a su esposo e hija.
También podría tener mala sangre en mí. Pero no voy a preocuparme por
eso. Y no te tengo miedo, Rush.
—Deberías tenerlo.
—¿Por qué?
—Porque quiero hacerte cosas realmente malas ahora mismo. Lo que
realmente debería hacer es llevarte a casa.
—No quiero irme.
Sus ojos eran penetrantes.
—¿Qué quieres, Gia?
Sintiéndome audaz, me levanté de mi asiento, me arrastré hasta su
tumbona y comencé a montarme a horcajadas sobre él.
—Esto —dije antes de devorar sus labios y besarlo con cada onza de
mi alma—. Te quiero a ti, Rush —susurré sobre sus labios.
La velocidad del beso se aceleró cuando de repente me levantó de la
silla, llevándome a través de las puertas a su cama.
Él me bajó, revoloteando sobre mí.
136
—Quiero ir despacio, pero realmente necesito probar tu coño, Gia.
Sus palabras hicieron latir los músculos entre mis piernas.
Rush levantó lentamente la falda de mi vestido, enterrando su cabeza
entre mis piernas. Suavemente besó la piel entre mis muslos.
Me retorcí, incapaz de controlar la reacción de mi cuerpo ante la
sensación.
—Relájate —dijo.
Cuando su lengua golpeó mi clítoris, juré que vi las estrellas. Dejando
salir un chillido ante el contacto, incliné mi cabeza en éxtasis. Mis piernas
estaban ahora temblando.
Él me acercó más con un solo movimiento, mientras enterraba su
boca en mí, golpeando su lengua sobre mi clítoris y usando toda su boca
para complacerme.
Mis ojos se cerraron cuando sentí sus dedos deslizarse dentro de mí.
Me estaba follando con los dedos mientras continuaba devorando mi carne.
No esperaba llegar tan rápido. Mis músculos comenzaron a contraerse
sobre su boca. Duré casi un minuto, incapaz de recordar la última vez que
un hombre había usado su boca para complacerme.
Grité en el clímax mientras tiraba del pelo de Rush.
Me había dejado completamente flácida y sin palabras. Saliendo por
aire, Rush se lamió los labios y gimió:
—No puedo esperar para follarte, Gia.
Su erección se estiraba a través de sus jeans. Sabía que necesitaba
ser liberado, y no podía esperar para dárselo.
Agarrando la hebilla de su cinturón, intenté desabrochar sus
pantalones cuando colocó su mano sobre la mía para detenerme.
—No puedo ir allí esta noche. Te destrozaré. —De repente saltó fuera
de la cama—. Vuelvo enseguida.
Desapareció por un largo tiempo, y cuando regresó, solo podía
suponer que había ido a masturbarse, porque parecía tranquilo.
—Hazte a un lado —dijo mientras me envolvía en sus brazos.
Él me había dado el mejor orgasmo de mi vida, y ahora me estaba
abrazando. No podía decir que se puso mejor que eso.
—Extrañé esto —dije—. Dormir a tu lado.
—¿Solo lo tuviste una vez y lo extrañaste? —dijo contra mi espalda.
—Todas las noches desde entonces.
Rush besó mi espalda suavemente. 137
—Yo también, Gia.
El sentimiento más cálido me invadió. Me sentí increíblemente segura
en sus brazos, más segura de lo que probablemente haya sido en toda mi
vida.
Él trazó sus dedos arriba y abajo de mi brazo mientras yacía detrás
de mí, acurrucado. Relajada y contenta en el momento, cerré los ojos para
disfrutar de la neblina post-orgásmica que me cubría.
Nuestros pechos moviéndose al unísono, su frente a mi espalda,
deben haberme mecido para dormir. Porque lo siguiente que supe fue que
el calor del sol golpeando mi rostro me despertó y encontré una cama vacía.
140
Rush me llevó a casa. Aunque todavía no estaba lista para dejarlo,
realmente necesitaba escribir todo el día antes de trabajar esta noche. Se
detuvo al frente en lugar de estacionarse.
—Estás esta noche, ¿verdad?
Asentí.
—Seis en punto.
—¿Qué tal si hacemos algo mañana?
—Estoy trabajando desde el almuerzo a partir de las once.
—Conozco al jefe. Estoy seguro de que te dará el día libre.
Sonreí.
—¡Bueno! ¿Qué quieres hacer?
—Estaba pensando en ir a ver a mi madre. Ella quiere que conozca a
un imbécil que está viendo, y de todos modos querías ver su arte.
Mis cejas se juntaron.
—¿Ella está saliendo con un imbécil? ¿Cómo sabes si no lo has
conocido?
Rush dijo inexpresivo.
—Está saliendo con mi madre.
Me reí.
—¿Y automáticamente es un imbécil solo porque está saliendo con tu
madre?
—Empieza como un imbécil y tiene que ganarse mi cambio de opinión.
Me incliné y rocé mis labios con los suyos.
—Tienes suerte de que la parte protectora de ti sea adorable, porque
algunas personas realmente podrían pensar que tú eres el que es el imbécil.
—Ve a escribir, Shakespeare.
Froté mi nariz hacia adelante y hacia atrás contra la suya.
—Tal vez voy a escribir una escena en la que el héroe va abajo sobre
la heroína, ya que tengo un recuerdo tan agradable para tomar prestado.
Rush gimió.
—Sal de mi auto antes de que tenga que tomar otra ducha.
Me reí entre dientes y abrí la puerta del auto.
—Hasta más tarde, jefe.
141
CAPÍTULO 16
D
ebí de haberme masturbado una segunda vez esta mañana.
Considerando que era la primera vez en mi vida en la que
estaba oficialmente saliendo con alguien, creerías que no
tendría que tomar las cosas con mis malditas manos. Quién
hubiera pensado que salir significaría masturbarse muchas veces al día.
Miré a Gia sentada en el asiento de al lado. Llevaba un mono azul
marino de seda con los hombros cortados. Hacías que sus piernas
parecieran kilómetros de suave piel. También quería correrme en ellas.
Pasé las manos a través de mi cabello. ¿Qué mierda está mal conmigo
cuando se trata de esa chica? Ella es dulce y pura, y quiero escucharla
hablar sucio y ensuciarla. Anoche intente jodidamente demasiado,
mantener las cosas profesionales en el restaurante. Pero cuando se inclinó
para levantar los menús que se cayeron del almacén frente a mi oficina, no
pude evitarlo. Cerré la puerta y chupé esos hermosos senos hasta que logré
que dijera que no podía esperar a sentir mi polla deslizándose entre ellas. Y 142
ahora, incluso de camino a casa de mi madre, apenas y podía contenerme.
Gia se quitó las sandalias y colocó sus pies descalzos sobre el tablero.
—Así que, ¿la casa donde vive tu madre es el mismo lugar donde
creciste?
—Exactamente. Ella ha estado ahí por treinta y cinco años.
—Eso significa que, ¿voy a ver donde dormiste de adolescente?
—Síp.
—Apuesto a que fuiste un problema de adolescente. Llevando chicas
a tu cuarto y demás. —Arrugó la nariz—. Pensándolo mejor… creo que no
quiero entrar a esa habitación.
—Vamos. Podemos pretender volver a tener catorce, y voy a tocarte,
mientras succiono tu rostro y presiono mi tubería contra tu cadera.
Se rió.
—¿Catorce? ¿Fue cuando comenzaste a tocar a las chicas?
Por su reacción, pensé que lo mejor no era decirle que más bien fue
como a los doce.
—Cerca de esa edad.
—Eso es joven.
—¿Cuántos años tenías cuando te tocaron por primera vez?
—Dieciocho.
Mis ojos se apartaron de la carretera hacia ella, para ver si bromeaba.
No lo hacía.
—Dieciocho es un poco grande para llegar a primera base, ¿no lo
crees?
Se encogió de hombros.
—Supongo.
—Los chicos debieron de haberte perseguido mientras crecías. Así que
adivino que no fue por falta de oportunidades.
—No. Me invitaban a citas muy seguido. Es solo…
La volví a mirar.
—¿Solo que qué?
—No lo sé. En retrospectiva, creo que no quería decepcionar a mi
papá. Mi madre había sido irresponsable al tenerme e irse. Él había dado
tanto al criarme. No quería decepcionarlo.
Todas las chicas, y la mayor parte de las mujeres con las que he estado
de adulto, tienen lo opuesto como meta. Quieren enfurecer a sus padres.
Siempre me alejé de las hijas de papi, diciéndome que eran unas santas. 143
Pero de pronto, me pregunté si me había alejado de ellas porque no creía
poder cumplir los estándares que tenían. Gia definitivamente tenía altos
estándares y eso me aterraba.
—Vi la manera en que tu padre te miraba, la manera en la que
interactúan, no creo que sea posible que lo decepciones.
Sonrió.
—Como sea, de regreso a nuestra conversación. Nunca me tocó un
chico en su habitación. Pero dejé que Robbie Kravit colocara su mano bajo
mi suéter en la parte de atrás del cine cuando íbamos en último año.
—¿Está mal que tenga le necesidad de golpear a Robbie?
Soltó una risa.
—Bueno, ahora ya sabes cómo me sentí el mes pasado… mujeres
deteniéndose en el restaurante para proponerte algo mientras usaban faldas
cortas de cuero.
No había pensado en ello.
—Yo no las invité.
Miró por la ventana por un momento en silencio y luego dijo:
—¿Puedo preguntarte algo?
—Cuando una mujer pregunta si puede preguntar algo, usualmente
es algo que preferiría no responder.
Se rió.
—¿Estuviste con alguien desde que nos conocimos?
—No. —Casi lo hice cuando ella se metió en aquella pelea. Pero
honestamente, me había obligado a ir por otra mujer solo para poder dejar
de pensar en Gia, y dudo que lo hubiera hecho de haber ido—. Quería estar
con alguien porque pensé que eso me detendría de estar obsesionado
contigo, pero nunca lo hice.
Ella asintió y no dijo nada. Lo me que puso paranoico. ¿Acaso tiene
algo que confesarme?
—¿Estuviste con alguien más?
—No. Solo estuve con otra persona en el último año. Y te dije que eso
fue un error. Me sentí sola y caí en la trampa del chico lindo porque
extrañaba sentir una conexión con un hombre. Pero me di cuenta después
de dejarme con el número equivocado, que el sexo no satisface la conexión
que extrañaba.
Moví la cabeza.
—Ahora quiero golpear al hombre que te engañó. Por una gran
cantidad de razones. La primera porque estuvo dentro de ti y yo no.
Gia colocó su mano sobre mi muslo, y casi me salí del carril.
144
—Podemos arreglarlo, sabes —dijo—. No soy yo quien está llevando
las cosas lentas. Acabamos de pasar un Holiday Inn en la salida anterior.
Gruñí.
—Mujer, vas a matarme.
M
is nervios comenzaron a tomar lo mejor de mí cuando
escuché el agua de la regadera dejar de caer. Me había
desvestido, frotado aceite en mis senos y colocándome en
la orilla de la cama mientras esperaba por Rush. Esta sería
mi primera experiencia con un hombre deslizándose por mi escote, y no
estaba segura de qué posición funcionaria mejor. Algo me decía que Rush
sabía exactamente cómo le gustaría, puesto que parecía que ya había
fantaseado con eso.
Él salió del baño con una toalla alrededor de su cintura y mirando
hacia abajo mientras se secaba el cabello. Se congeló cuando subió la vista
y me miró. El calor en sus ojos eliminó todos los nervios que sentía. Rush
tenía la forma de hacerme sentir hermosa y deseada sin decir ni una sola
palabra.
Moví las manos y tomé mis senos juntándolos. 151
—Tomé prestado algo del aceite que encontré en tu mesa de noche.
Él me miró por un largo tiempo. Me dio la sensación de que se estaba
frenando. Mis ojos bajaron al bulto que estaba creciendo en la toalla.
Definitivamente no estaba funcionando. Inconscientemente, me lamí los
labios, y cunado levanté la mirada, él me estaba observando.
Casi dejé de respirar cuando su manó llegó al nudo de la toalla y la
dejó caer.
Jesús.
Era largo.
Era grueso.
Y estaba gloriosamente duro.
El aire en la habitación crujió mientras nos quedamos mirándonos.
Su voz fue brusca.
—Ve al centro de la cama. Recuéstate.
Una vez acomodada, él caminó a la orilla de la cama y miró hacia
abajo mientras tomaba su polla.
—Me corrí con tanta fuerza tan solo imaginándome esto.
Todo mi cuerpo estaba en llamas. Estaba más excitada con solo
pensar en lo que iba a experimentar, en comparación a todas las veces que
tuve relaciones. Rush levantó una rodilla para subir a la cama y luego sobre
mí. Junte mis senos como ofrenda. Mirándonos fijamente, bajó sus caderas
y guió su polla hacia mis senos.
Sus ojos se cerraron mientras se balanceaba por un momento. Luego,
comenzó a bombear rápido y furioso. Presioné lo más fuerte que pude
mientras deslizaba su grueso tamaño dentro y fuera, una y otra vez.
—Joder. Joder. Tus tetas se sienten tan bien. Voy a correrme sobre
ellas. La sedosa piel en tu cuello… tu hermosa clavícula. Quiero pintar todo
tu cuerpo con mi semen… marcarte como mía.
Tragué. Jesús Cristo. Amaba la manera en que parecía ser tan
posesivo conmigo, como si no pudiera evitarlo y quisiera dominar mi cuerpo
de manera casi salvaje.
Abrió los ojos y miró había abajo.
—Mierda… tan hermosa. Tan, tan, perfecta.
Observar su orgasmo haciéndose presente fue una de las cosas más
hermosas que hubiera visto. La tensión en su rostro, mientras los músculos
en sus abdominales se volvían rígidos. Con un gruñido de mi nombre que
fue tan sexy que llevó a mi cuerpo al límite, se dejó llevar, exactamente como
dijo que quería, por sobre todo mi cuello.
152
157
CAPÍTULO 18
G
ia insistió en que nos quedáramos en casa esta noche. Dijo
que no se estaba sintiendo bien y que quería pasar el rato
conmigo en mi casa.
No iba a discutir con eso. Después de un largo día haciendo
rondas en diferentes propiedades y estar con un contratista,
no existía nada que quisiera más que relajarme con mi chica.
Whao.
Mi chica.
Mierda. ¿Acaso pensé eso?
Lo hice
Gia era mi chica.
¿Qué me estaba sucediendo que en realidad estaba amando estar 158
amarrado? Como sea. El hecho es nunca quise quedar con alguien hasta
que ella apareció y me mostró que había una primera vez para todo.
Bueno, mierda.
No podía recordar la última vez que tuve una novia. Probablemente
fue en la secundaria, pero incluso entonces, mis relaciones eran cortas.
Solía pensar que no lo quería. Pero ahora, me doy cuenta de que era que la
persona correcta no había aparecido.
Gia había insistido en conducir a mi casa. Eso estaba bien para mí
porque me daba a tiempo extra para prepararnos algo de comer. Cocinar no
era mi fuerte, pero era endemoniadamente bueno en la parrilla. Podía
marinar algunos vegetales y carne, ponerlos en pinchos y colocarlas en la
parrilla. Cociné pilaf en la arrocera y coloqué pan de ajo en el horno. Más
temprano, me detuve en la tienda de licores para comprar el Moscato
favorito de Gia. Eso elevaba mi estatus de hombre domado por un punto.
Cuando ella tocó la puerta, bajé mi cerveza y fui a abrirle. Sus
hombros estaban elevándose y bajando mientras estaba en la puerta. Se
veía ansiosa. Estaba usando un vestido rojo sin tirantes, y su piel sonrojada
parecía competir con el color del vestido.
Gia levantó la mano.
—Hola.
La jalé para abrazarla, y eso se convirtió en levantarla mientras
colocaba sus piernas alrededor de mí. La besé tan fuerte, succionando todo
el labial transparente de sus labios.
Cuando la bajé, no pude evitar notar lo bien que se veían sus senos.
Se ven enormes, como si quisieran salir del vestido.
—Te extrañé hoy —dije.
Marica. Domado.
—También te extrañé.
Cuando finalmente aparté la mirada de su pecho y miré su rostro, me
di cuenta de que parecía como si sus ojos estuvieran llorosos.
Fruncí el ceño.
—Estás… ¿llorando?
Sorbió su nariz.
—No sé qué me sucede. Me puse sentimental de repente. Lo lamento.
Eso sucede a veces. Es al azar. Estoy bien. —Se frotó los ojos—. Realmente
feliz. Lo prometo.
No sabía qué tomar de eso. Solo sabía que tenía que saborear sus
labios de nuevo. Acariciando su mejilla, lleve su boca a la mía. 159
Gia respiró profundamente.
—Algo huele increíblemente deliciosos.
—Nos asé algo en la parrilla. Pensé que era hora de que probaras mi
carne. —Guiñé.
Cuando no respondió con una risa; en realidad, cuando no respondió
para nada, supe que algo la angustiaba. No era propio de Gia no responder.
Colocando mi mano alrededor de su cintura y acercándola a mí, dije:
—¿Segura que estás bien?
—Sí. —Sonrió.
Terminamos cenando en el patio. Ambos devoramos la carne con
hongos, pimientos, cebolla y calabaza. Gia dijo que no quería vino, lo que
era extraño. Así que intenté que tomara algo más. Ni siquiera hacer que
dijera una palabra sucia a cambio de un Cosmo funcionó.
Observamos al sol ocultarse mientras yo bebía mi vino y ella agua.
Pasando la tarde en el patio como si ya fuera costumbre.
Después de cenar, Gia se sentó entre mis piernas mientras
observábamos el oscuro océano.
Su cabello era soplado por la brisa cuando de repente dijo:
—Quiero aprender todo sobre ti, Rush. No quiero perderme nada de
lo que se tenga que aprender.
—Tenemos mucho tiempo para hacer eso, ¿no es así?
Ella volteó por un momento y dijo:
—Nadie sabe cuánto tiempo nos queda.
La abracé.
—Está bien, señorita morbosa. ¿Qué quieres saber? Te lo voy a decir.
Todo. Dispara.
—¿Cuál es tu color favorito?
—Negro.
—No me sorprende. Te queda. —Soltó una risita—. Um… ¿dónde te
ves en diez años?
—Eso es un gran salto…
—Lo sé. Solo pregunto lo primero que se me viene a la cabeza.
Pensé en su pregunta, y luego dije:
—Gia, honestamente no lo sé. Sé que la típica respuesta que la
mayoría dice es… casado con hijos y un perro o mierda así. Pero no soy
como la mayoría. Así nunca fue como vi mi vida. Pero últimamente me he
dado cuenta de que lo que pensaba que quería y lo que realmente quiero
puede ser diferente. No tengo en claro lo que quiero en diez años o como 160
será mañana. —Hablé contra su cuello—. Espero que estés conmigo.
Ella giró y respondió con un silencioso beso.
Luego dijo:
—¿Con cuántas mujeres has estado?
Debí de haber visto esto venir en algún momento.
—¿Por qué quieres saber eso?
—Curiosidad morbosa, supongo.
Suspiré.
—Honestamente, no lo sé. Nunca conté. —Quería darle algo, así que
calculé—. Si tuviera que adivinar. Quizás cincuenta.
—Wow, está bien.
—¿Wow? —arremedé—. Dime en qué estás pensando.
—Honestamente no sabía qué esperar. Pensé que podría ser incluso
más que eso.
No sabía si quería saber la respuesta, pero aun así pregunté:
—¿Con cuántos hombres has dormido?
—Cinco —respondió sin dudarlo.
De repente, quise matar a cinco hombres que no conocía.
—Eso no está mal —dije.
—Es lo que es, ¿cierto?
—Sí —dije, todavía un poco celoso, lo que era jodido.
Gia dudó antes de preguntar:
—¿Alguna vez has estado enamorado?
Definitivamente me estaba golpeando con las preguntas grandes hoy.
Solo existió una relación en mi vida que se acercó a eso. Desde que
parecía nos estábamos abriendo esta noche, decidí contarle la historia.
—Lo más cerca que estuve fue de una chica llamada Beth. Ella fue mi
mejor amiga mientras crecíamos. Su padre fue lo más cercano que tuve a
un papá. Su nombre es Pat. Él era genial y solía ir a pedirle consejos sobre…
ya sabes, cosas de chicos. Como sea, vivían a unas casas de nosotros.
—¿Cómo era ella?
—Tenía cabello castaño, no tan oscuro como el tuyo. Era bonita. En
realidad, a veces usaba lentes como los tuyos. Éramos cercanos. Pero nunca
la vi de forma sexual… hasta que tuvimos diecisiete.
Ella tragó.
—Luego, ¿qué sucedió? 161
—Desearía saber cuándo fue que cambio. Supongo que fueron las
hormonas adolescentes haciendo lo suyo. Nunca pensé que algo así fuera a
suceder con ella. Nunca quise ir ahí. Como sea, una noche… sucedió…
terminamos teniendo sexo, y eso tensó nuestra amistad.
Gia suspiró.
—Wow.
—No había manera de que estuviera listo para algo serio. Ella quería
más, después de eso, y yo simplemente no pude comprometerme a nada así
de joven. Pero realmente me preocupaba por ella. Y siempre me arrepentí de
lastimarla. Éramos niños. Y ella era prácticamente familia. Las cosas no
volvieron a ser las mismas después de eso.
—¿Dónde está ahora?
—Después de graduarnos de la secundaria, su padre consiguió un
trabajo en Arizona. Cuando sus padres y hermano se mudaron de ahí, ella
los siguió a pesar de ser lo suficientemente mayor para quedarse aquí y vivir
sola, si realmente lo quisiera. Creo que, si le hubiera suplicado que se
quedara, lo hubiera hecho. Pero como dije, no estaba listo para eso. Así que
ella se mudó.
—¿Sigues hablando con ella?
—Seguimos en contacto. Ahora, ella está casada y tiene un hijo. Así
que, todo sucedió de la manera en que debió de ser.
—Apuesto a que todavía fantasea contigo. —Sonrió.
La acerqué por completo a mí.
—¿Oh, sí? ¿Qué te hace pensar eso?
—Porque no podría imaginarme tener sexo contigo y tener que
regresar a ser amigos.
—No tengo interés en solo ser tu amigo, nunca más. Porque mis
intenciones son completamente impuras y no creo cambiarlo. —Me reí.
Ella pasó sus dedos a través de mi cabello, luego preparó otra
pregunta, una que me tomó por sorpresa.
—¿Crees en Dios?
—Si. Lo hago. Bueno, al menos, creo que existe algo poderoso
viéndonos. Pero lo único de lo que estoy seguro es que no debemos de saber
todo. Quien diga entender cómo funciona exactamente este complejo
Universo, es un jodido mentiroso. O ellos creen lo que quieren creer.
Nosotros solo tenemos que hacer lo mejor que podamos con el conocimiento
que tenemos y tener un poco de fe. Se nos dan señales todos los días, que
nos dicen si vamos por el camino correcto. Personas y oportunidades se
colocan frente a nosotros. ¿Conoces esa sensación que obtienes cuando algo
se siente realmente bien en tu vida? ¿Como si las estrellas se alinearan?
¿Esa confianza que sientes que el universo te envió exactamente lo que 162
necesitabas, aunque no hubieras notado que lo necesitabas?
—Si.
—Bueno, para mí, eso es Dios.
Permaneció en silencio, asimilando mi respuesta. Por alguna razón,
desde que nos estábamos abriendo, tuve la necesidad de compartir algo con
ella. Algo que solo había compartido con mi madre.
La moví para que se levantara.
—¿Puedo mostrarte algo?
—Síp.
Con nuestras manos entrelazadas, la lleve a la otra habitación en la
parte de atrás de mi casa. Era ahí donde guardaba mis pinturas con el
equipo de tatuar que nunca vendí. Todavía diseñaba, mayormente de
palabra, amigos que querían nuevos tatuajes.
Ella caminó alrededor, admirando las pinturas en la pared.
—Yo hice estos.
—Estos… ¿son tuyos?
Asentí.
No era que me avergonzara de lo que había creado, pero estas no eran
la clase de imágenes que colgarías a mitad de tu sala. Desde que era un
adolescente, tuve una obsesión con pintar hermosas mujeres… pero no
cualquier mujer, sexy, sensuales, mujeres con alas. No sé si podrías
considerarlas ángeles de fantasía o hadas. Pero todas tenían algo en común,
largo cabello, sexy, cuerpos voluptuosos, ojos penetrantes y alas. Algunas
estaban desnudas. Otras vestidas. Podía ver totalmente cómo la mujer
promedio encontraría esas imágenes raras, pero sospechaba que Gia no lo
haría. Sabía que ella era de mente abierta y encontraría el valor artístico en
estas.
—Ni siquiera sé por qué te las estoy mostrando —dije—. Parecías
interesada en el arte de mi madre. Obviamente, estas son muy diferentes
a… los atardeceres.
—Si, lo son. Son absolutamente impresionantes… te dejan sin aliento.
—Se detuvo frente a una de las más oscuras imágenes, una chica de aspecto
demoniaco con alas negras y cuernos—. ¿Qué te hizo decidir comenzar a
hacerlas?
Encogiéndome de hombres dije:
—Desearía saberlo. Solo las encuentro hermosas y misteriosas. En
realidad, no he creado en un año, creo. Estas son bastante viejas. Y vas a
notar, que cada una está sin terminar, por muy poco. Es como si me quedara
colgado por hacerla perfecta, y luego comenzara otra por frustración.
Ella sonrió.
163
—Casi me siento celosa de ellas. Así de hermosas son. ¿Eso es raro?
—Bueno, tomaré eso como un cumplido.
Me reí.
—No se comparan contigo. Ellas son fantasía. Todo eso que las hace
hermosas… la fuerza que parecen llevar… todo eso vuelve a la vida cuando
estoy contigo.
Gia parecía luchar de nuevo contra las lágrimas. ¿Fue algo que dije?
Ella caminó hacia donde tenía mi material para tatuar.
—Dios mío. ¿Aquí es donde tatúas a las personas?
—Renté un lugar cuando lo hacía para vivir. Pero me traje todo
conmigo. Así que tengo un pequeño lugar aquí.
En la esquina de la habitación, tenía una mesa con otro equipo; una
máquina de presión, agujas, y varios contenedores sellados para mantener
las cosas estériles.
—¿Puedo preguntarte algo? —dijo.
—Dispara.
—¿Harías algo para mí? —Se acercó y me tomó del cuello.
Inclinándome saboreé sus labios y luego dije:
—Estoy seguro de que lo haría. A menos que quieras follar a alguien
más mientras los veo. Eso es un límite. No comparto.
—Bueno, entonces, esta propuesta va a parecer nada en comparación.
—¿Qué es?
—¿Dibujarías algo pequeño en mi cuerpo esta noche? Quiero que tú
elijas el lugar y qué va a ser. No un tatuaje permanente o algo así, solo tu
trabajo en mi cuerpo. Quiero algo creado por ti, solo para mí.
Suspiré. Ella sabía cómo me sentía respecto a tatuarla, que me
rehusaba a hacerlo. Ya me lo había pedido antes, y dije que no. No era que
no quisiera poner mi marca en ella. Solo que no quería que se arrepintiera
de arruinar su perfecto cuerpo si no estaba completamente segura de ello.
Así que, esto parecía inofensivo.
—¿Realmente quieres que dibuje en tu piel?
—Ralamente quiero. Sí… por favor.
La urgencia en su propuesta era extraña, pero al mismo tiempo, la
idea de marcarla, aunque fuera temporal, con algo de mi elección, me
emocionaba.
—Eres un dolor en el culo —me burlé.
Su rostro se iluminó cuando se dio cuenta que me estaba dando por 164
vencido.
—Gracias —gritó.
—Recuéstate en la mesa, pero antes quítate la ropa. Quítate todo.
Ello hizo lo que pedí y se dirigió a la mesa que tenía lista.
Estaba completamente desnuda.
—¿Cómo me quieres?
—Existen muchas formas en las que podría responder a eso. —Mi
polla se endureció mientras decía—: Recuéstate sobre tu estómago primero.
Gia hizo lo que dije, y de pronto, estaba mirando hacia su hermoso
trasero. Necesitaba hacerla retorcerse primero.
Llevando mi dedo a la boca, lo lamí antes de deslizarlo entre sus
piernas y a su coño. Ella se estremeció al contacto, agregué mi dedo índice
y empujé más en ella. Con mi pulgar firme en su trasero, moví mis dos dedos
dentro y fuera de su hoyo mientras se retorcía en mi mano. Estaba tan
tentado a remplazar mis dedos con mi polla. Pero antes de que pudiera
considerarlo, sus manos se aferraron a la mesa mientras movía su trasero
en sincronía con mis dedos. Luego, pude sentir la pulsación alrededor de mi
mano cuando se vino.
Era una hermosa visión mientras jadeaba con su cabeza sobre la
mesa.
Mientras se calmaba después de su orgasmo, froté mis callosas manos
sobre la suave piel de su trasero.
—¿Estás lista?
Sin aliento, giró sobre su espalda, sus hermosos senos saltando.
—Espero no les des orgasmos a todos tus clientes antes de trabajar
con ellos.
—Solo a ti, nena. —Me incliné para tomar su pezón entre mi boca.
Estaba jodidamente duro, pero le prometí algo de tinta—. Vuelve a voltearte
sobre tu estómago.
Sabía exactamente qué diseño quería en ella y comencé a dibujar en
su espalda baja, justo arriba de la parte media de su trasero. Había pasado
algún tiempo, pero no me sentía para nada oxidado. Usé una pluma violeta,
justo el color que hubiera elegido de haber sido tinta permanente.
Me tomó cerca de diez minutos.
—¿Lista para verla?
—Dios mío. Sí.
Ayudé a que Gia bajara de la mesa, y ella llevó su hermoso, desnudo
cuerpo al espejo en la pared. Giró la cabeza para ver lo que le había dibujado.
Sus ojos se centraron en el pequeño par de alas que le hice. 165
—Me diste alas. —Su boca formó una hermosa sonrisa—. Ahora, soy
una de tus chicas.
La jalé hacia mí.
—No. Eres la chica. No tengo que imaginarme a nadie más.
167
CAPÍTULO 19
P
ensé que mi corazón se había destrozado cuando miré los
resultados de la prueba de embarazo. Pero no fue así. Se
había roto, pero continuaba latiendo. Lo supe en el
momento en que miré a los ojos de Rush, porque ese fue el
momento en que esas grietas cedieron y mi corazón se rompió en un millón
de pequeños pedazos. Ni siquiera pude responderle. Me quedé allí de pie y
dejé que las lágrimas corrieran por mi rostro. El dolor en los ojos de Rush
coincidía con el dolor insoportable dentro de mi pecho.
—¡Mierda! —gritó—. ¡Mierda! —Tiró puñados de su cabello con ambas
manos—. Mierda. Mierda. Mieeeeerda.
Riley abrió la puerta de su dormitorio y corrió hacia el pasillo con
aspecto de haberla despertado.
—¿Qué está pasando? ¿Está todo bien?
Nos echó un vistazo y supo lo que acababa de pasar. Articulando
un lo siento, se giró y volvió a su habitación, cerrando la puerta 168
silenciosamente tras de ella.
Mis ojos se encontraron con los de Rush.
—Dilo, Gia. —Su voz era el tipo de calma que sucedía en el ojo de la
tormenta. Sabes que hay un gran remolino creciendo y creciendo que
golpeará aún más fuerte muy pronto, y solo puedes prepararte para ello.
—Lo siento —susurré—. No sé cómo sucedió.
—¿No sabes cómo sucedió?
Mis lágrimas habían sido tácitas, pero estalló la burbuja. Los sollozos
sacudieron mis hombros y debilitaron mis piernas mientras bajaba al suelo.
—Mierda —rechinó Rush—. Mierda. Mierda. Mierda. Mieeeerda.
A través de mi visión borrosa, lo vi moverse, y durante unos horribles
segundos, pensé que se estaba yendo, pensé que iba a pasar junto a mí,
sentada en el suelo y salir por la puerta de entrada. Pero de repente, estaba
en el aire y en los brazos de Rush. Me recogió y me llevó a mi habitación.
Pateando la puerta detrás de él, caminó hacia la cama y suavemente me
bajó.
—Usamos protección. Juro que lo hicimos Y fue solo una vez. Solo he
tenido relaciones sexuales con una persona en más de un año, una vez, y
esto sucede.
Rush se sentó a mi lado y siguió asintiendo.
—Lamento no haberte dicho. Solo me enteré ayer y... simplemente no
podía decirlo en voz alta todavía.
Largos minutos pasaron, y él continuó sentado y asintiendo.
—Di algo, por favor —susurré mientras me secaba las lágrimas.
Ni siquiera podía mirarme.
—Dijiste que ni siquiera sabes el número del chico.
Miré hacia abajo y negué.
—¿Qué clase de pedazo de mierda ni siquiera le da a una mujer la
información de contacto correcta?
—Del tipo que no quiere involucrarse en tu vida después de una
noche.
Rush respiró hondo y lo dejó salir. Entonces finalmente se volvió hacia
mí.
—Jesucristo. ¿Has pensado en lo que vas a hacer?
—No he podido pensar en nada, Rush. Honestamente, he estado tan
preocupada por lo que pensarías; realmente no se ha asentado aún. Sé que
no puedo tener un aborto, sin embargo. Si mi mamá hubiera...
Rush se acercó y tomó mi mano. 169
—Lo sé. Lo entiendo.
Nos sentamos en silencio nuevamente. Eventualmente, dije:
—No estoy lista para ser madre. Vivo en un aparta-estudio en Queens,
y tengo un compromiso de un libro con una editorial con un pequeño
adelanto, que probablemente tendrá que demandarme para recuperarlo
cuando no entregue un manuscrito a tiempo. No sé nada sobre bebés, o ser
madre, para el caso. Ni siquiera tuve un ejemplo materno mientras crecía.
Pero lo que más me aterroriza es... —Me volví para mirarlo y me miró a los
ojos——. ¿Qué significa todo esto para nosotros?
—Gia... —Rush pasó su mano por su cabello por lo que pareció la
décima vez—. No tengo ninguna respuesta.
No tenía derecho a estar enojada con su respuesta evasiva. Me metí
en esta situación, y no era lo suficientemente ingenua como para pensar
que esto no cambiaba todo. Pero eso no significaba que no me aplastaría
sentirlo alejarse.
El teléfono de Rush sonó, y lo sacó de su bolsillo.
—Mierda. La compañía de licores está en The Heights con mi entrega.
Se supone que debo estar allí ahora para aceptarla.
—Ve. —Forcé una sonrisa—. No se puede manejar un bar sin licor, y
desafortunadamente mi situación no ira a ninguna parte pronto.
Se levantó.
—Sí. Bien. Yo... te veré más tarde. —Rush caminó unos pasos hacia
la puerta de mi habitación y luego volvió a donde todavía estaba sentada en
la cama—. Descansa un poco. —Besó la parte superior de mi cabeza. De
alguna manera logré mantener las lágrimas hasta que salió, y escuché su
auto arrancar al frente. Entonces lo deje salir todo. Lloré y lloré, hasta que
finalmente lloré hasta dormirme.
177
CAPÍTULO 20
L
as náuseas matutinas aparentemente no siempre pasaban
por la mañana.
Esta noche el especial era salmón frito y espárragos asados
con ajo y parmesano. Siempre me había encantado el olor
de la cocina en The Heights, hasta que entré dos noches después de mi
conversación con Rush. Tuve que correr literalmente al baño donde procedí
a perder lo poco que había comido durante el día.
Mi cabeza colgaba sobre el inodoro mientras me secaba. No quedaba
nada, pero aparentemente mi estómago no entendía el mensaje. La puerta
del baño crujió y luego se cerró.
—¿Estás bien? —La voz de Rush era baja.
Me amordacé cuando abrí la boca para responder.
—¿Qué puedo hacer? —Por la cercanía de su voz, supe que estaba
parado justo al otro lado de la puerta del cubículo.
178
—¿Podrías quizás conseguirme algo para beber? ¿Alguna Coca-Cola
sin cafeína?
—Por supuesto. Vuelvo enseguida.
La puerta se abrió y se cerró, y unos minutos más tarde, Rush estaba
de vuelta en el baño de mujeres.
—¿Quieres que lo deslice debajo de la puerta? ¿O vas a salir?
Levanté la mano y abrí el cerrojo que mantenía la puerta cerrada pero
no me levanté del suelo. Rush la abrió suavemente. Se arrodilló junto a mí
con un vaso de refresco.
—Aquí tienes.
Tomé algunos sorbos vacilantes y sacudí la cabeza.
—Gracias. Lo siento. No lo vi venir. Simplemente entré en la cocina, y
creo que el olor fue muy fuerte. —Después de haber salido ayer, el primer
contacto que tenía con este hombre tuvo que ser en un baño. Más pruebas
de que él debería correr hacia otro lado.
Rush se sentó en el piso junto a mí.
—No te disculpes. Si los hombres tuvieran que pasar por la mierda
que pasan las mujeres, la raza humana se habría extinguido hace mucho
tiempo.
Sonreí.
Él apartó un cabello de mi rostro.
—¿Estás bien?
—Sí. Sin embargo, espero que eso no suceda con demasiada
frecuencia. La compañía de limpieza estuvo aquí todo el día. La idea de tener
la cabeza en la taza del inodoro después de que la gente usa los puestos
toda la noche es suficiente para hacer que quiera vomitar nuevamente.
Rush sonrió.
—Espera un segundo.
Se levantó y desapareció. Dos minutos más tarde estaba de vuelta con
un trozo de papel y cinta adhesiva. Arrancó dos pedazos del rollo y pegó el
papel en la puerta del cubículo en el que todavía estaba sentada.
—Ahí. Ahora es solo tu cubículo.
Levanté la vista y leí lo que había escrito en el papel pegado a la
puerta.
FUERA DE SERVICIO.
Me reí.
—No se puede poner en un cubículo fuera de servicio solo en caso de
que necesite enfermarme.
179
—Jodidamente puedo. Es mi lugar. Hay otros dos puestos. Si a
cualquiera no le gusta, pueden venir a hablar conmigo y les diré que hay un
océano completo atrás. Que vaya a mear en eso. —Extendió su mano con
una pequeña herramienta de plata que parecía una llave Allen.
—¿Qué es eso? —le pregunté.
—Es para abrir la puerta cuando el pestillo está cerrado, por lo que
no tienes que arrastrarte debajo para usar tu puesto limpio. Simplemente
deslízala por la rendija de la puerta y gira. Abre el pestillo. Te sorprendería
saber cuántos tontos vienen a cenar con sus padres y piensan que es
divertido ir a un puesto, cerrarlo y luego gatear por debajo.
Él continuaba matándome con su amabilidad. Solo me hizo quererlo
más cuando ya no podía tenerlo.
—Bueno, gracias. Realmente aprecio esto.
—De nada. —Se demoró un momento en silencio antes de decir—: De
todos modos... yo, uh, espero que no te importe, le conté a mi madre sobre
el embarazo. Ella quiere que sepas que puedes llamarla en cualquier
momento si necesitas hablar. Te enviaré un mensaje de texto con su
información.
Vaya.
No estaba segura de cómo me sentía acerca de que Melody lo supiera,
pero algo me decía que iba a necesitar tomarla en cuenta.
—Eso es muy amable de tu parte. Gracias.
S
e había convertido en mi nuevo ritual nocturno. Pararme
fuera de The Heights por varios minutos durante las horas
pico. Me quedaba afuera fumando mientras miraba las cosas
desde lejos a través de las ventanas.
Cuando llegaba el anochecer, las luces dentro del restaurante me
daban la vista perfecta del stand de la anfitriona. El reflejo en las ventanas
significaba que no podía verme mirándola.
Estar dentro durante largos períodos de tiempo era demasiado para
mí últimamente. Además, necesitaba fumar aún más, como si de algún
modo fuera a quitarme esta sensación que ni siquiera podía describir dentro
de mi pecho.
Fumaba cigarrillo tras cigarrillo, alternando entre asentir con la
cabeza a los clientes que entraban y mirar por la ventana para asegurarme
que Gia estaba bien, que no estaba demasiado tiempo de pie.
Todo había cambiado. 185
Y sin embargo, nada había cambiado.
Todavía sentía todo lo que siempre tuve por ella; la única diferencia
era que no podía seguir actuando de esa manera. Eso jodidamente me mató.
Me mató admitirle que no estaba hecho para lo que necesitaba. Me mató ver
la tristeza en sus ojos cuando lo hice. Pero no iba a arriesgarme a defraudar
a un niño. Ahí es donde trazo la línea.
Con el tiempo, encontraría su camino; lo haría. Solo necesitaba
ayudarla a ponerse en pie. Entonces, la alentaría a regresar a la ciudad una
vez que supiera que iba a estar bien, que iban a estar bien. Mientras tanto,
la quería aquí donde pudiera vigilarla.
El humo salía de mi nariz mientras alterné entre mirar el agua y mirar
a Gia a través de la ventana.
Acababa de apagar la colilla con el pie y sacado el último cuando
levanté la vista y encontré a dos hombres detenidos alrededor de la estación
de la anfitriona.
Una alarma estalló en mi cabeza. Un tipo se inclinaba sobre ella y era
demasiado agresivo para mi gusto, mientras que el otro parecía borracho,
riendo como un tonto.
Unos minutos más tarde, estaban prácticamente en su culo,
bloqueando mi visión de ella.
Eso es todo.
Terminé de mirar.
Entrando en asalto, cargué hacia donde estaban parados.
—¿Puedo ayudarles con algo?
—No, estábamos disfrutando de la compañía de tu hermosa anfitriona
aquí.
—Bueno, no está aquí para su disfrute. Está haciendo su trabajo.
Denle un maldito espacio.
Gia intervino:
—Rush... realmente está bien.
Ignoré la súplica de Gia, jurando no irme hasta que estuvieran fuera
vista.
Ambos hombres se negaron a moverse de sus lugares.
Di dos pasos más cerca de ellos, apretando mis puños.
—¿No oyeron lo que acabo de decir?
—Amigo, te escuché. Simplemente no te hago caso.
Entonces su amigo cometió el error de levantarse frente a mi rostro
con su aliento infundido de cerveza. 186
—¿Quién diablos eres tú para decirle qué hacer?
Enloquecí por completo, agarrando al hombre por el cuello y
arrastrándolo con todas mis fuerzas por la puerta hacia la calle. El otro tipo
nos siguió afuera.
—Soy dueño de este lugar, hijo de puta, y puedo hacer lo que quiera
—escupí en su rostro antes de liberarlo de mi agarre mortal.
Roble, que había estado en la azotea cuando todo esto se vino abajo,
salió corriendo.
—Mantén alejados a estos tipos —escupí antes de pasar junto a él sin
dar más explicaciones.
Todos los ojos estaban puestos en mí cuando volví adentro. No es la
decisión más profesional de mi carrera. Pero eso era lo último que me
preocupaba en este momento.
Gia pareció alarmada cuando regresó de sentar a algunos clientes.
—¿No crees que fue un poco exagerado?
—No —espeté—. Ahora vuelve al trabajo.
Pasé el resto de la noche solo en mi oficina rumiando. Si bien no me
arrepentía de arrojar fuera a esos idiotas, era la imagen más grande de lo
que representaba lo que me estaba devorando.
Si iba a mantenerme alejado de Gia, tenía que dejar de estar tan
emocionalmente involucrado con ella, tan malditamente posesivo. Era un
hábito difícil de romper.
Era justo antes de cerrar. De repente salté de mi asiento y caminé por
el restaurante sin mirar a Gia ni a Roble.
Me aventuré directamente al estacionamiento, entré en mi automóvil,
encendí un cigarrillo y agarré mi teléfono. Me desplacé hacia su nombre.
¿Realmente estaba haciendo esto?
Lo necesitaba.
Escribí un texto.
Rush: ¿Estás cerca para follar?
Apenas unos segundos pasaron antes de que llegara una respuesta.
Everly: ¿Qué te hace pensar que todavía te estoy hablando
después de la mierda que sacaste la última vez, dejándome plantada?
Rush: ¿Eso es un no?
Everly: Desearía poder decirte que no.
Rush: Voy camino a tu casa.
Everly: Estaré aquí. 187
Debo haber conducido a ciento cuarenta y cinco kilómetros por hora
durante todo el trayecto hasta su casa. No fue de emoción por verla. Sabía
que era porque una parte de mí quería terminar con esto, solo para
demostrar que podía pasar de Gia. Porque tenía que hacerlo.
Everly abrió la puerta vestida solo con pantalones cortos de mezclilla
al estilo Daisy Duke y un sujetador. Pasé junto a ella sin siquiera un saludo,
yendo directamente hacia su refrigerador donde me serví una de las cervezas
que sabía que tenía almacenadas allí.
—Bueno, hola a ti también. —Se rió, inclinándose sobre el mostrador,
sus tetas en completa exhibición.
Después de beber la mitad de la botella, caminé hacia donde estaba
parada.
Everly envolvió sus brazos alrededor de mi cuello.
—Estoy realmente contenta de que hayas llamado. Ha pasado mucho
tiempo.
El viejo Rush la habría estado golpeando contra la pared a estas
alturas. Solo me quedé allí mirándola con mi cuerpo rígido, inseguro de si
realmente podría seguir adelante con esto.
Sentí como si estuviera engañando a Gia y, honestamente, podía decir
que era la primera vez en mi vida que me importaba algo así.
Dio un paso atrás.
—Estás sudando balas. ¿Qué está pasando contigo esta noche?
Mis ojos se perdieron por su cuerpo. No había duda que Everly era
sexy como el infierno. No debería haber estado pensando demasiado esto.
Pero ni siquiera estaba duro porque estaba tan malditamente estresado.
—Creo que sé exactamente lo que necesitas —dijo, cayendo de
rodillas.
Comenzó a abrir mis jeans mientras se lamía los labios y se preparaba
para chuparme.
Me quedé helado.
Tomando mi polla en su mano, se inclinó para tomarme en su boca
cuando tiré de la parte posterior de su cabello justo antes que sus labios
pudieran hacer contacto con mi piel.
—Joder —gemí cuando la dejé ir y me subí los pantalones.
Se levantó y me miró.
—¿Qué coño está pasando contigo, Rush? En serio. Fuiste tú quien
me escribió. ¿A qué tipo de juego estás jugando?
Sabía que entre esta noche y la última vez que la planté, si salía por
esa puerta, podría decirle adiós a cualquier esperanza de sexo sin sentido 188
con Everly en el futuro. Ese hecho no significaba mierda para mí... así que
me fui.
Simplemente no podría seguir adelante con eso.
Esto no era una necesidad de sexo. Esta era una prueba. Y había
fallado.
Parando en la entrada, finalmente me disculpé.
—Lo siento.
—Lárgate. Y ni siquiera pienses en llamarme o escribirme otra vez. —
Golpeó la puerta en mi cara.
Sus palabras no me sorprendieron cuando volví a salir y subí a mi
auto. No arranqué de inmediato, solo me quedé mirando la calle desolada.
Mi comportamiento esta noche me dejó alucinado.
A diferencia del viaje a casa de Everly, estaba conduciendo a una
velocidad más lenta que la media. Eso era probablemente porque una parte
de mí sabía que no iba a casa.
Después de aparcar, debo haberme sentado en mi automóvil durante
más de treinta minutos para decidir si tocaba el timbre o no.
¿Qué diablos estás haciendo, Rush?
¿Por qué estás aquí?
Mi teléfono sonó.
Gia: ¿Hay alguna razón por la que estás estacionado afuera de mi
casa?
Rush: ¿Vigilando?
Gia: No te creo.
Rush: ¿Entrega de pizza?
Gia: Mi pizza debe estar muy fría entonces.
Rush: No sé lo que estoy haciendo aquí.
Gia: ¿Quieres entrar?
Rush: Sí.
Gia: Pero no lo harás...
Rush: No creo que deba.
Gia: Está bien.
A pesar de mis palabras, momentos después, estaba en la puerta
tocando.
Gia abrió, vistiendo un camisón blanco y delgado que mostraba sus
enormes pezones. Tuve que levantar la vista porque todo lo que quería hacer
era levantar el material y chuparlos. 189
La casa estaba en silencio mientras miraba alrededor.
—¿Dónde están tus compañeros de cuarto?
—Todos están fuera o trabajando. Eso rara vez sucede. Estoy
disfrutando de la paz y la tranquilidad.
Esto no era bueno, realmente necesitaba irme.
Me sorprendió cuando dijo:
—¿Tomarías un helado conmigo?
—Helado…
—Sí. —Sonrió, y simplemente me derretí al verla.
Parecía lo suficientemente inocente.
—Depende del sabor —bromeé.
—Chunky Monkey... ¿algo parecido a como me veré en unos meses?
Esa idea debería haberme apagado, tal vez, pero tuvo el efecto
opuesto. Me encantaban sus nuevas curvas y la idea de más. Mi afinidad
por su cuerpo solo hizo que mi situación fuera mucho más difícil.
—Es mi sabor favorito —dije.
Nos sentamos en la sala de estar, tranquilamente comiendo del
contenedor de Ben & Jerry's.
Finalmente dijo:
—Todo el mundo estaba hablando de tu estallido más temprano, de
cómo arrojaste a esos dos tipos y luego de cómo dejaste The Heights sin
decirle nada a nadie.
Mi boca estaba llena de helado.
—Bueno, déjalos hablar, no me importa, todavía estoy de acuerdo con
lo que hice. Esos cretinos no tenían lugar rondando a tu alrededor así.
—¿A dónde fuiste cuando te fuiste?
Cuando dejé de comer y no dije nada, sacó su propia conclusión. Tal
vez mi culpa era obvia.
Una expresión de preocupación brilló en su rostro.
—¿Fuiste a ver a una mujer? —Cuando no respondí, se volvió más
insistente—. Respóndeme.
Todavía no quería admitir mi estupidez esta noche.
Continuó presionando.
—¿Tuviste sexo con alguien esta noche?
—No. —Salió más fuerte de lo que esperaba.
—Entonces, ¿dónde estabas? 190
No quería mentirle.
—Intenté conectar con alguien. Quería olvidar, olvidar lo que sucedió
en The Heights, olvidarte.
No había pretendido ser tan directo. Pero quería la verdad. Eso era
todo.
Lágrimas comenzaron a caer de sus ojos. Me mató saber que la estaba
perturbando. ¿Por qué le dije la verdad?
—Pero no pude, Gia.
—¿Por qué no? Podrías. No es como si me debieras algo. Deberías
estar fuera teniendo una follada épica en este momento. Tomaste tu decisión
con respecto a mí.
—No es justo.
—¡Es la verdad!
—Solo porque no pueda estar contigo, no significa que no quiera estar
contigo. Y eso no significa que esté listo para seguir adelante, tanto como
quisiera. Mantenerme alejado de ti es lo más duro que he tenido que hacer.
Ambos estuvimos en silencio por mucho tiempo, solo mirándonos
intensamente a los ojos.
—Te extraño —susurró.
También te extraño.
No pude resistirme a traerla a mí. Enterró su rostro en mi pecho. Mi
corazón latía fuera de control. Era demasiado: la suavidad de su piel, el
reconocimiento de su aroma. La necesidad de retomar exactamente donde
nos habíamos quedado.
Mi polla endurecida. No pude levantarla para Everly, pero puse a esta
preciosa mujer embarazada en mis brazos, y mi cuerpo se despertó por
completo. Deseé que el que estuviera encinta me apagara, pero nunca había
estado más excitado en mi vida.
Entrar en la casa fue un error.
La solté, colocando mi cuchara sobre la mesa de café y poniéndome
de pie.
—Tengo que irme.
Mientras salía por la puerta, su voz me detuvo.
—Tengo mi primer ultrasonido mañana.
Me quedé helado. Mi corazón comenzó a latir más rápido. Escucharla
decir eso realmente dio en el blanco, había un ser humano real dentro de
ella.
Continuó. 191
—Estoy realmente asustada. Como ¿qué pasa si encuentran algo
mal...? o ¿no hay latido del corazón...? o ¿si me asusto cuando lo vea? Sé
que esto va a sonar loco, Rush. Además de Riley, que está fuera del estado
esta semana, eres el mejor amigo que tengo aquí. Ni siquiera he reunido el
valor para decirle a mi padre todavía. De todos modos... ¿crees que podrías
venir conmigo?
¿Qué?
Di algo.
—No lo sé, Gia.
—¿Por favor?
¿Cómo podría decir que no? Tenía miedo, y aparte de todas las partes
complicadas de esta situación, me preocupaba profundamente por esta
chica. Si necesitaba que la tomara de la mano, tenía que aguantar y hacerlo.
Dejé escapar un largo suspiro y asentí.
—Está bien.
CAPÍTULO 22
—M
e estás poniendo aún más nerviosa. —Gia apoyó su
mano en mi rodilla, deteniendo el movimiento
incesante hacia arriba y hacia abajo de mi pierna. Ni
siquiera me había dado cuenta que lo estaba
haciendo.
—Lo siento.
Sentados uno junto al otro en la sala de espera del consultorio médico,
esperé con impaciencia a que la llamaran. Había sido un desastre desde el
momento en que entramos al maldito estacionamiento. Valiente apoyo que
era. Había venido porque estaba nerviosa, pero aquí ella tenía que
calmarme. No tenía idea de por qué me sentía tan ansioso, pero hace diez
minutos, cuando sonó el teléfono de la recepcionista, literalmente salté de
mi silla. Tuve que taparlo fingiendo que necesitaba usar el baño. ¿Qué
mierda está mal conmigo?
—Estaba pensando en mi antiguo trabajo anoche —dijo Gia—. Todas 192
las tarjetas de felicitación que escribía.
—Oh ¿sí? Apuesto a que no conseguiste tu propio baño en ese trabajo.
Rio.
—No, definitivamente no lo hice. Pero no estaba comparando mi
trabajo anterior con mi trabajo para ti. No hay comparación con cuánto más
disfruto pasar tiempo contigo en The Heights... es decir, trabajando en The
Heights. Pero estaba pensando en las tarjetas que solía escribir, que estaban
destinadas a felicitar a las personas por sus embarazos. En ese momento,
pensé que eran divertidas. Aunque, en este momento, mientras estoy
sentada en la oficina de un obstetra, estoy pensando que tal vez algunas de
ellas fueron demasiado lejos, casi hasta el punto de ser insensibles sin
siquiera darme cuenta.
—¿Como por ejemplo?
—Bueno, una en particular, recuerdo que escribí algo así: Por fuera
decía, ¿Cómo encajas una sandía en un agujero de rosquilla? Y luego, en el
interior, decía: Estás a punto de descubrirlo.
Me reí.
—Eso es gracioso.
—Lo dice el hombre que no tiene que empujar una sandía a través de
su rosquilla.
La recepcionista llamó el nombre de Gia, y me miró. El miedo era
repentinamente palpable en sus ojos. Tomé su mano y la apreté.
—Va a estar bien. El bebé va a estar saludable y hermoso al igual que
su madre.
—¿Él?
—¿Él qué?
—Dijiste que él será como su madre. ¿Entonces crees que voy a tener
un niño?
No me había dado cuenta que le había dado sexo al bebé.
—Vamos. Deja de retrasarlo. —Me levanté y le di un pequeño tirón a
su mano—. Y no creo que vayas a tener un niño, sé lo que estás teniendo.
Gia se puso de pie.
—¿Lo haces?
Le guiñé un ojo.
—Por supuesto. Una jodida sandía gigante.
193
—Es un poco temprano para poder decir el sexo del bebé. Pero, antes
de comenzar, ¿quieres saber si puedo ver claramente el género? —La técnica
de ultrasonido sacó los guantes de una caja en el mostrador y los colocó en
sus manos.
—Uhmm. —Gia me miró por una respuesta—. No lo sé. No creí que
pudiera decir esto tan pronto, así que realmente no lo he pensado. ¿Qué
piensas, Rush?
Sonreí.
—Depende de ti. Ya sé lo que es.
La técnica de ultrasonido obviamente no sabía que quise decir que
estaba embarazada de una sandía. Apagó las luces de la habitación y acercó
un taburete al lado de Gia.
—Entonces papá ya piensa que sabe de qué se trata, ¿eh? Supongo
que eso significa que piensa que es un niño. La mayoría de los padres lo
hacen.
Gia se puso nerviosa.
—No es... piensa que es un...
Intenté ayudarla.
—No soy el... eh... no creo...
La técnica debe haber estado acostumbrada a dos personas con la
lengua trabada en esta habitación.
—Les diré esto. No les diré qué es si puedo verlo, pero lo anotaré en
su historia para que puedan llamar a la oficina en cualquier momento si
deciden averiguarlo.
Gia dejó escapar una fuerte ráfaga de aire.
—Bueno. Sí. Eso es genial.
—Voy a desatar tu bata y subirla para acceder a tu barriga, y es
posible que tengamos que bajar un poco los pantalones.
—Está bien.
Gia me apretó la mano cuando la técnica la preparó. Podría ser una
mierda enferma, pero mi polla se crispó al ver la suave piel en su estómago.
Al parecer, no se daba cuenta que estábamos en una cita médica y no en un
espectáculo. La técnica bajó las mallas de Gia justo por encima de su hueso
púbico, y mis ojos permanecieron pegados a su piel bronceada.
Mierda. Quiero mancillar a una madre.
La técnica levantó un tubo de algo.
—Esto podría estar un poco frío. —Luego procedió a arrojar un poco
de mierda de gel por todo el vientre de Gia. 194
Déjame encargarme de eso. Mi lubricante será agradable y cálido.
Negué con la cabeza para deshacerme de la idea.
No ayudó ni un poco.
La técnica colocó un monitor sobre ruedas al lado de la mesa de
exploración y lo colocó de modo que pudiéramos ver los tres. Me quedé en
el lado opuesto, al lado de la cabeza de Gia, así que teníamos la misma vista.
En el momento en que tocó con la varita el vientre de Gia, un fuerte
sonido salió de la máquina. La técnica miró la pantalla y ajustó una perilla.
—Su bebé tiene un fuerte latido cardiaco.
Gia y yo miramos la pantalla.
—Les daré un recorrido rápido por la anatomía del bebé para que
puedan disfrutarlo mientras tomo las medidas y las imágenes que necesito.
—La técnica señaló lo que parecía una cadena de perlas—. Esta es la espina
dorsal de tu bebé. —Inclinó la varita un poco hacia la izquierda con una
mano y señaló la pantalla con la otra. La imagen era granulada y en blanco
y negro, pero pude ver lo que mostraba a continuación incluso sin que lo
dijera—. Cabeza. —Delineó lo que claramente era una calavera y luego trazó
el perfil del bebé—. Nariz. Labios. —Santa mierda. De hecho, pude ver un
contorno del rostro de un bebé. Aunque parecía más un nadador alienígena
que un bebé desde donde estaba. Pero allí estaba, una persona dentro de
Gia, una persona con su propio latido y perfil. La técnica sonrió y movió la
varita mientras miraba la pantalla—. Tienes uno activo. Está girando
mucho. —Justo cuando dijo eso, algo muy claro salió a la luz.
—¿Eso es una mano? —dijo Gia.
—Seguro que lo es.
—Vaya.
—Si optas por un ultrasonido en 3D más adelante en tu embarazo,
las imágenes son muy claras. Pero en realidad estás teniendo un
espectáculo bastante bueno hoy teniendo en cuenta que solo tienes catorce
semanas.
Hipnotizado por la pantalla, me había olvidado por completo del
estómago de Gia, y me di cuenta que en realidad estaba emocionado por el
embarazo por primera vez. No podía esperar para conocer al pequeño
hombre.
De acuerdo, entonces quizás pensaba que era un niño.
Continué mirando con asombro. Vi los dedos moverse, los dedos de
los pies, los labios, un cuello largo y eso era...
Mi emoción debe haber obtenido lo mejor de mí. Señalé lo que pensé
que era un pene.
—¿Es ese su...? 195
La técnico se rió.
—No. Eso en realidad es un pie entero.
Gia había vuelto la cabeza y me estaba mirando en lugar de la
pantalla. Su rostro resplandecía y se veía tan hermosa. Sin pensarlo, me
incliné y le di un beso en la frente.
—Bueno. Así que tal vez creo que es un chico.
La técnica terminó de escanear la barriga de Gia y luego imprimió
algunas imágenes.
—Primeras fotos del refrigerador, mamá —dijo entregándoselas a
Gia—. Se supone que no debo dar ningún resultado ni nada, pero todo se
ve genial. ¿Por qué no te vistes y pediré al grupo de asistentes médicos que
salga y responda todas las preguntas que puedas tener hoy?, ya que no
deberías ver al médico en esta visita —Le entregó un montón de toallas de
papel a Gia—. Para limpiar el gel.
—Bueno. Gracias.
La técnica nos dejó solos en la habitación, y Gia se limpió algunas
lágrimas, y luego comenzó a limpiarse el vientre. Tomé las toallas de papel
de su mano y limpié el desastre. Parecía perfectamente natural de hacer,
pero después de hacerlo, noté que Gia me estaba mirando divertida.
—Podría haber hecho eso.
Tiré las toallas de papel en la basura, y cuando volví, Gia se sentaba
en la mesa de examen. Su bata que había sido desatada y subida, se abrió.
Llevaba un sujetador de encaje negro, y sus tetas prácticamente se
derramaban fuera de las copas. Gia siguió la dirección de donde mis ojos se
habían pegado y miró hacia abajo.
—He ganado casi tres kilos hasta ahora, y todo parece haber ido a mis
tetas.
Tragué.
—El embarazo definitivamente te sienta bien.
Puso su mano sobre su vientre.
—No estoy deseando engordar.
Aparentemente sus pechos hinchados me hicieron delirar. Porque la
idea de una Gia con curvas con una panza grande, redonda y llena y un
poco de comba en sus tetas turgentes en realidad me hizo ponerme duro en
el consultorio del médico.
—Vas a ser jodidamente sexy embarazada.
Pensó que estaba tratando de hacerla sentir mejor. De pie de la mesa
de examen, señaló la silla detrás de mí.
—Tendrás que seguir mintiéndome mientras empiezo a caminar como 196
pato. ¿Puedes darme mi camisa?
A pesar de que su bata estaba abierta, Gia me dio la espalda para
vestirse. Normalmente no era modesta con su cuerpo, así que me hizo
pensar que realmente pensaba que no era atractiva.
Llamaron a la puerta antes que pudiera aclarárselo. La asistente
médica entró y nos tendió su mano.
—Soy Jessica Abbot. Te veré de vez en cuando durante el transcurso
de tu embarazo. Por lo general, después de un ultrasonido o llamada con
resultados de laboratorio. Acabo de echar un vistazo rápido a tu ecografía y
todo está midiendo acorde a la fecha que originalmente habíamos
anticipado. Tu bebé se ve feliz y saludable. ¿Hay alguna pregunta que me
tengas sobre el ultrasonido u otra cosa?
Gia negó con la cabeza.
—No lo creo, no.
—Está bien. Bueno, puedes continuar con tus actividades regulares
no relacionadas con el embarazo. Trabajo, sueño, sexo, todo como de
costumbre.
Gia me miró y luego a la asistente médica.
—¿Es normal que el embarazo... afecte tu libido?
—Sí. Muy normal. Muchas mujeres experimentan una disminución
en su deseo sexual durante el embarazo. A menudo en el primer trimestre y
luego regresa con una venganza hacia el final.
—Oh.
Miré a Gia. Su rostro se estaba poniendo rosado. Estaba avergonzada
de preguntar algo... tal vez porque estaba de pie a su lado. Señalé hacia la
puerta.
—¿Quieres que les dé dos minutos para hablar?
Gia negó antes de tomar una respiración profunda, luego se volvió
hacia la asistente médica y dijo:
—Creo que tengo el problema opuesto.
La asistente sonrió.
—Oh. Lo siento. Leí mal lo que estabas preguntando. Sí,
definitivamente es normal tener un deseo sexual elevado. La experiencia de
cada mujer es individual para ese embarazo en particular, y algunas
tendrán un aumento del apetito sexual que fluctúa, mientras que otras
pueden no tener ningún deseo durante el embarazo completo. Pero eres
joven y saludable, así que no hay razón para no divertirte si el impulso es
más fuerte de lo normal.
197
Mierda. Gia le acaba de decir a esta mujer que estaba cachonda. Todo.
El. Tiempo.
—Entonces... ¿cualquier tipo de sexo está bien entonces? ¿No voy a
lastimar al bebé?
¿A qué demonios estaba llegando?
—Mientras no te estés desafiando físicamente demasiado, sí. Tu
pareja no lastimará al bebé, si ese es tu miedo. —Me miró y luego volvió a
mirar a Gia—. En realidad, es una preocupación común en las parejas. Así
que me alegra que estés preguntando si ha estado pesando en tu mente.
Gia se mordió el labio inferior. Su rostro rosado se puso rojo brillante
ahora.
—¿Qué pasa con el sexo... sin pareja? —Hizo un gesto entre los dos—
. No estamos... y quería preguntarle a mi médico en la última cita, pero es
un hombre y es mayor... y me gustaría usar un...
Mientras estaba completamente perdido en lo que estaba insinuando
Gia, aparentemente el código secreto que estaba diciendo tenía sentido para
la asistente médica.
—Oh. Lo siento. Si, absolutamente. Puede usar con seguridad un
vibrador o cualquier otro juguete que use regularmente. No es un problema
en absoluto. —La mujer buscó en su bolsillo y sacó una tarjeta de visita—.
Entiendo totalmente por qué hacer esa pregunta al doctor Daniels podría
haber sido difícil. Es un doctor maravilloso, pero lo entiendo. Por favor...
llámame cuando quieras discutir algo.
Las dos charlaron durante unos minutos más, pero no escuché ni una
jodida palabra. Mi cerebro estaba totalmente atascado en el hecho de que
Gia estaba cachonda y estaba a punto de encargarse de ello con su vibrador.
198
CAPÍTULO 23
—¿E
stá todo bien? —Rush no había dicho una sola
palabra desde que salió de la oficina del doctor, y
estábamos a mitad de camino de mi casa.
—Bien.
—¿Te asustó ir conmigo? Lo siento si fue demasiado pedir.
—No. Aprecio que me lo pidieras.
Ver sus nudillos ponerse blancos por el agarre mortal que tenía en el
volante y escuchar sus respuestas cortantes no me hizo sentir que apreciaba
ir.
Miré las imágenes de ultrasonido y traté de convencerme de que
estaba paranoica y de que no pasaba nada. Pero sentí como si hubiera
cometido un gran error al confiar en Rush. Era mucho pedir a alguien, y
realmente necesitaba aprender a sostenerme sobre mis propios pies.
Durante las últimas semanas, había estado sopesando los pros y los contras
199
de la oferta de Rush de ayudarme, de permanecer en su casa hasta después
de que naciera el bebé. Hoy me hizo darme cuenta de que no era una buena
idea. Él tenía un gran corazón, y yo creía que su oferta era sincera, pero era
injusto cargarle a alguien con mis problemas. Necesitaba liberarlo. Por
mucho que la idea me destripara, sabía que era lo correcto. Como tener una
cubierta sobre la herida que duele al tocarlo, una vez que había decidido
que era hora de arrancar la tirita, pensé que sería mejor hacerlo de una sola
vez. Así que cuando llegamos a la casa, respiré profundamente y me volví
para enfrentar a Rush.
—He estado pensando mucho últimamente. Y aunque tu oferta fue
extremadamente generosa, no me quedaré aquí después de que nuestro
tiempo compartido de verano haya terminado.
Rush había estado mirando por la ventana en línea recta incluso
después de haberse detenido en la acera. Finalmente se volvió hacia mí.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Necesito hacer esto yo sola, Rush. Si estoy aquí contigo, voy a seguir
apoyándome en ti, y eso no es justo para ninguno de nosotros.
Él miró hacia atrás y adelante entre mis ojos.
—Quiero que te apoyes en mí.
Toqué su brazo.
—Sé que sí. Porque eres un buen hombre, Rush. Pero solo hará que
sea más difícil alejarse en algún momento. Y evitaré que continúes. Mira lo
que pasó la otra noche cuando trataste de estar con otra mujer. Eres el
hombre más leal que he conocido. Ahora me doy cuenta de que no vas a
seguir adelante conmigo, aunque quieras. Y, sinceramente, tampoco lo haré
yo. —Sentí lágrimas en mis ojos—. Así que creo que es hora. A veces tienes
que dejar ir las cosas que en realidad nunca tuviste.
La cabeza de Rush colgaba con los ojos cerrados, así que aproveché
la oportunidad para salir del auto antes de que me viera derrumbarme.
—Gracias por llevarme hoy, Rush.
Llegué a la puerta reteniendo mis emociones, pero al momento que
traté de poner la llave en la cerradura, las lágrimas no derramadas habían
empañado mi visión, y dejé caer mis llaves en el suelo. Me incliné, pero una
mano grande las recogió antes de que yo pudiera.
La voz de Rush estaba detrás de mí cuando me puse de pie, pero no
pude darme la vuelta.
—Soy un idiota —dijo con una voz baja y tensa. Hizo que mis lágrimas
cayeran más rápido. Miré directamente hacia la puerta.
—No. No lo eres. Yo soy la idiota.
—Dijiste que soy el hombre más leal que has conocido. Ese es mi 200
mayor miedo. Que no pueda estar a la altura de eso. Esa parte de mí es
como mi padre. Tú me ves de la manera que quieres verme. No como un
hombre que se folló a una docena de mujeres diferentes cada verano y nunca
se preguntó si podría lastimarlas después de salir por la puerta a la mañana
siguiente.
Me volví y encontré lágrimas en los ojos de Rush, también. Alzando la
mano, limpié una mejilla con el pulgar y luego la otra.
—Eran adultas consintientes. No les prometiste nada ni las forzaste.
La lealtad es prometer la verdad a ti mismo y a los demás. Siempre fuiste
sincero en lo que querías de ellas. Pero lo que me has dado es también tu
verdad, y es porque eres tan leal que tengo que ser yo quien se vaya. —Puse
mi mano sobre su corazón—. Prometiste estar ahí para mí aquí. Y si me
quedo, lo estarás. Porque tu lealtad es inquebrantable. Esa es la razón por
la que tengo que irme, porque es tu lealtad lo que no te permitirá ser la
persona que se vaya.
Rush miró hacia abajo y tomó unas respiraciones profundas. Sabía
que mostrarme lo vulnerable que era, no era fácil, así que no presioné.
Cuando volvió a mirar hacia arriba, me miró directamente a los ojos.
—Siempre lo has tenido realmente.
—¿Tu lealtad?
Negó.
—Dijiste, a veces tienes que dejar ir las cosas que en realidad nunca
tuviste. Has tenido mi amor desde el primer día. Me has tenido desde el
primer día. Simplemente era demasiado gallina como para admitirlo.
Mi corazón comenzó a latir más rápido. Traté de detenerlo, temerosa
de permitirme abrigar esperanzas por miedo a que dijera algo diferente a lo
que yo quería pensar que quería decir. Pero dentro de mi pecho tronaba
como un tren fuera de control.
Rush ahuecó ambas de mis mejillas.
—Gia Mirabelli, estoy tan jodidamente enamorado de ti, que no puedo
pensar bien. No hay manera en el infierno de que te deje ir. No de esta casa.
No de The Heights. No de mi vida. Me asusta como la mierda, pero me di
cuenta hoy al ver a ese niño en la pantalla, que no solo estoy enamorado de
ti. Estoy enamorado de ese pequeño alien que tienes creciendo dentro de ti.
Lo quiero todo. Quiero las jodidas muñecas en mis armarios. Quiero retener
tu cabello cuando vomites tus sesos. Quiero comer Chunky Monkey contigo
directamente de la caja mientras yacemos en la cama desnudos a las dos de
la mañana. Y definitivamente, definitivamente, quiero ser el que te cuide
cuando tienes un apetito sexual elevado.
Las lágrimas corrían por mi rostro. De todas las cosas que había
acabado de prometer, por alguna estúpida razón, me quedé atrapada en el
helado. Tal vez sea porque en el fondo ya sabía que quería retener mi cabello 201
y cuidarme, pero pensé que podría estar loco por pensar que me iba a querer
a medida que pasaran los meses.
—Voy a estar grande y gorda de todo ese Chunky Monkey.
Se acercó un paso y pasó la mano por la curva de mi cadera.
—Adelante. Te he estado imaginando con unos veinte kilos más y
redonda mientras me masturbaba en los últimos días. Creo que podría
mantenerte así después del embarazo.
Me reí, pero tan loco como sonaba, sabía que me estaba diciendo la
verdad.
—Creo que estás un poco loco.
Su hermoso rostro se volvió serio otra vez.
—Lo siento, te he estado alejando y haciéndote sentir mal. Pero ya
terminé de ser un marica. Te quiero a pesar de todos mis propios miedos
que no tienen nada que ver contigo, y a pesar de que probablemente te
mereces a alguien mejor que yo. Por favor perdóname, y dime que te
quedarás y estarás conmigo. Realmente estar conmigo esta vez.
No tuve que pensar en la pregunta. Aunque probablemente debería
haberle advertido que mi respuesta iba a ser algo más que vocal. Salté a los
brazos de Rush, haciendo que retrocediera unos pasos y casi se cayera
mientras se tambaleaba en el porche delantero.
—¡Sí! ¡Sí! —Le planté un beso en los dientes cuando abrió la boca para
reír.
Negando con la cabeza, dijo:
—¿Podemos mover esto dentro ahora? Estoy pensando que es hora de
que sellemos el trato sobre esta relación.
M
e encantaba explorarla cuando caía dormida.
Mientras giraba mi dedo índice alrededor de su pezón, juré
que su areola lucía más grande y oscura que ayer. Su
cuerpo estaba cambiando cada día, como una flor
lentamente floreciendo. Y joder… me encantaba demasiado. Amaba a Gia
demasiado.
Hacer este tipo de compromiso a alguien era tan aterrador como
jodido, pero no lo habría tenido de otra manera. Aceptar mis sentimientos
fue lo mejor que había hecho. Se sentía tan bien no tener que luchar más
con ellos. El miedo se había ido. La diferencia era que estaba dejándolo estar
ahí, diciéndole que se fuera a la mierda mientras vivía mi vida y amaba a
esta chica. Mientras estaba más asustado de lo que nunca había estado en
mi vida, nunca había sido más feliz, tampoco. Y eso superó todo lo demás.
Deslicé mi mano lentamente hacia abajo por su abdomen antes de
deslizar mis dedos dentro de ella. Estaba húmeda. El apetito sexual de Gia 205
era voraz, incluso en su sueño. Su cuerpo se movió y entonces alcanzó por
mí.
―Oye… ¿estás tratando de conseguir algo?
Lentamente saqué mis dedos de ella.
―Lo estoy. ¿Estás dando?
Ella subió sobre mí, besándome duro en los labios.
―Pensé que podrías estar cansado de mí después de todas las veces
que lo hicimos anoche.
―Joder no. ―Apreté su trasero―. ¿Sabías que hay algo llamado
pregofilia?
―Oh mi Dios… ¿qué?
―Es un fetichismo. Busqué en Google no poder conseguir suficiente de
una mujer embarazada y eso salió. Creo que podría ser un pregófilo.
Ella se rió.
―Pensé que solo lo dijiste al principio, pero estoy comenzando a
creerlo.
Tomé su mano y la coloqué en mi polla rígida.
―Cree esto.
Gia se sentó a horcajadas sobre mí antes de deslizar mi polla en su
húmedo coño. La sensación de hundirme en su caliente coño no tenía
comparación. Era verdaderamente como pensé que se sentiría el paraíso.
Ella comenzó a moler sus caderas sobre mí. Amaba el sexo con ella en
cualquier posición, pero cuando me montaba, siempre se sentía como que
estaba incluso más profundo en ella. Amaba ser capaz de mirar sus tetas
rebotar y poner mis manos sobre diferentes partes de su cuerpo, explorando
su rostro, sus caderas, su trasero. Casi me hacía sentir culpable ser capaz
de sentarme mientras ella hacía todo el trabajo, excepto por el hecho de que
ella en verdad parecía amar estar arriba, parecía que amaba estar en
control.
¿Sabes qué más jodidamente amaba? Ser capaz de follarla sin un
condón. Antes de ella, nunca tomé las oportunidades con nadie, siempre
cubierto. Follarla al desnudo se sentía casi demasiado bueno, y tenía
constantemente que tratar de detenerme de explotar prematuramente mi
carga. Afortunadamente, Gia era tan caliente que nunca le tomaba mucho
tiempo venirse.
Esta vez no fue la excepción. Cuando se vino derrumbándose sobre
mí, palpitando sobre mi polla, exploté dentro de ella hasta que no quedó
nada.
Gia colapsó en mi pecho. 206
—¿Cómo he tenido tanta suerte?
Acaricié su cabello por un rato antes de que dijera.
—Yo soy el afortunado.
Nos acostamos ahí en silencio. No sé qué me hizo decir:
—Lo siento por ese bastardo en de The Heights, quien quiera que sea,
porque no sabe lo que está perdiéndose. —Solté un suspiro—. Que se joda
eso. No lo siento por él. Me alegra que se fuera.
Ella puso su cabeza sobre mí y estuvo en silencio por un rato antes
de que dijera:
—Desearía que este bebé fuera tuyo. Daría todo por eso.
Sus palabras apretaron mi pecho. Por supuesto, deseaba que fuera el
caso. Pero insistir en ello de cualquier manera era inútil. Nunca podríamos
cambiar el hecho de que no era mío.
—Desearía eso, también, por razones egoístas, pero sabes… él nunca
sentirá que no tiene padre. Siempre estaré ahí para él, y para ti. Al final, no
hace una diferencia quien fue el donador de esperma. —La sostuve más
fuerte—. Las cosas son como debían ser. No conoces personas por accidente
en la vida. Ese tío estaba destinado a irse, y tú estabas destinada a
conocerme. Está todo escrito en las estrellas.
Ella levantó su cabeza para encontrar mis ojos.
—No sabía que eras tan filosófico.
—¿Has conocido a mi madre?
Ella se rió.
—Cierto.
Cuando su sonrisa se desvaneció, pregunté:
—¿Qué pasa?
Ella frotó su estómago.
—Muy pronto, no podremos ocultar esto. ¿Cómo se lo explico a la
gente del trabajo?
—No tienes que explicarles una mierda. No le debes una explicación a
nadie.
—Pero quiero hacerlo antes de que comiencen a hablar. Siento que
solo tengo que ponerlo todo en juego y ser yo quien controle cuando se
enteran antes de que comiencen a susurrar sobre mi tamaño.
No quería que esto la estresara y me juré a mí mismo que me ocuparía
de las cosas.
—No te preocupes por nada de eso. Lo manejaré.
207
E
ra el tercer vestido negro que me había probado en diez minutos.
Lo tiré sobre mi cabeza y lo lancé al suelo.
Nada me quedaba ya, pero estaba determinada a exprimirme en
algo que poseía. Y tenía que ser negro.
El sudor estaba impregnado en mi frente cuando Rush caminó justo
en el medio de mi crisis de vestuario.
―¿Qué está pasando aquí?
―Debería haber comprado un nuevo atuendo para esta noche. No me
queda nada de mis viejas cosas. Estoy en ese punto raro donde en realidad
no parezco embarazada, solo luzco gorda y no entro en nada de mi ropa.
Lucir bien esta noche era imprescindible porque iba a conocer a la
familia de Rush. Por supuesto, él no se llevaba bien con ellos, pero eso no
significaba que no quisiera lucir bien.
Me sorprendió cuando Rush me había pedido que lo acompañara a la 211
fiesta de cumpleaños de su hermano en la ciudad. Mientras que estaba
curiosa por conocer a las manzanas malas ―su padre y hermano― me ponía
en verdad nerviosa. Pero me dijo que le había prometido a su cuñada ―la
que conocí en The Heights―, que al menos aparecería.
Rush tenía una camisa con cuello extra colgando en el armario de una
de las últimas veces que salimos a un restaurante de lujo. La tomó y dijo:
—Ríete conmigo. Prueba esta camisa.
—¿Me estás tomando el pelo?
—No. Necesita plancharse, pero póntela por un minuto. Tengo una
idea.
Envolviéndome en la larga camisa negra, me reí mientras la
abotonaba. Era en realidad lo suficientemente larga para usarla como un
vestido, pero demasiado holgada.
Rush agarró un grueso cinturón rojo que estaba colgado en mi
armario y lo colocó alrededor de mi cintura. Empujó algo del material sobre
el cinturón, luego enrolló mis mangas a la mitad y ajustó el cuello.
Me paré ahí sin habla mientras él iba a mi caja de joyería y agarraba
un collar de perlas que había pertenecido a la madre de mi padre. Levantó
mi cabello y lo abrochó alrededor de mi cuello.
Entonces me llevó hacia el espejo que estaba pegado en la pared.
Rush colocó sus manos en mis hombros desde detrás.
—¿Qué piensas?
El conjunto en verdad lucía muy bien. No podía creer que hubiera
logrado esto, que esta camisa en verdad podía pasar por un vestido y lucir
elegante en eso.
—Me encanta. Es perfecto. Y no me hace sentir gorda en absoluto.
Nunca te habría tomado por un fashionista.
—No lo soy. Solo soy bueno para pensar durante mis tiempos de crisis.
—Señaló a mis zapatos que estaban alineados en el suelo del armario—.
Esos tacones rojos que me encantan también irán perfectos con esto.
Dando vuelta, envolví mis brazos alrededor de su cuello.
—Eres como mi héroe esta noche, ¿sabías eso? Te debo una grande
más tarde.
—Estoy seguro de que me encantará quitarlo incluso más de lo que
me encantó ponerlo.
212
Rush estaba acariciando sus dedos a lo largo del volante durante el
paseo en auto a la ciudad. Definitivamente lucía tenso, y era entendible.
Coloqué mi mano en su rodilla.
—¿Estás seguro que quieres hacer esto? No tenemos que ir. Podemos
solo salir a comer a otro lugar.
—Le dije a la esposa de mi hermano que aparecería. Ella ha estado
rogándome por semanas. Es delirante, porque piensa que de algún modo mi
relación con él puede ser reparada. Solo estoy haciendo esto por ella.
Siempre ha sido amable conmigo. Pero honestamente, una parte de mí
quiere presentarse solo para poner un freno a su cumpleaños porque es un
idiota. Entonces, ahí está.
—No tenemos que quedarnos mucho si te va a molestar estar
alrededor de ellos.
—Estaré bien. Soy un chico grande. Trato con ellos todo el tiempo en
reuniones de negocios. Un par de horas en una fiesta no va a matarme.
El hecho de que ya no estaba fumando no se me pasó por alto.
—Quiero que sepas que estoy muy orgullosa de ti por no fumar ahora,
porque sé que en verdad quieres hacerlo. Normalmente estarías fumando
uno tras otro en una situación así.
—Sí. Ni siquiera vamos a mencionar los cigarrillos, ¿está bien?
Me encogí.
—Lo siento.
Me miró.
—¿Tienes otras ideas para aliviar el estrés mientras estoy
conduciendo?
—Bajaría en ti justo ahora, sabes. No me tientes.
—Nah. No te dejaría quitarte el cinturón, no con mi preciosa carga.
Sin embargo, podría dejarte llevarme al baño en la casa de mi hermano.
—Lo que sea que te haga sentir mejor.
Arqueó una ceja.
—Harías lo que fuera ¿eh?
—Bastante.
—Esa es una de las cosas que amo de ti, hermosa.
Una vez en Manhattan, estacionamos cerca de la casa del hermano de
Rush entonces caminamos unas cuantas cuadras al lujoso edificio.
Un portero verificó nuestros nombres en una lista y nos llevó a un
elevador privado que conducía hasta la suite del ático.
Tan pronto como las puertas se abrieron una ola de calor me golpeó
mientras entramos en la abarrotada habitación. Los meseros pasaban 213
alrededor bandejas de entremeses y champán. Las luces de la ciudad
iluminaban el espacio a través de ventanas de techo al suelo. Alguien estaba
tocando un gran piano en un extremo de la sala de estar.
Muchas personas estaban hablando entre sí, y eso hizo que todo
sonara amortiguado. En verdad deseé que pudiera tener una bebida.
Conocer gente nueva siempre me ponía un poco nerviosa, pero
especialmente en este caso, dada la tensión entre Rush, su padre y
hermano.
Rush fue a buscarme un vaso de agua. Regresó con uno y una flauta
de champán para él.
La hermosa mujer rubia que recordaba de The Heights caminó hacia
nosotros con una gran sonrisa en su rostro.
―¡Rush! Estoy tan contenta de que llegaras.
Ella estaba usando un largo vestido negro que parecía demasiado
formal para una fiesta de cumpleaños, incluso una tan elegante como esta.
—Es bueno verte, Lauren —dijo él.
Ella se giró hacia mí.
—Gia, ¿cierto? Gusto en verte otra vez. —Destelló sus dientes blancos
como perlas antes de darme una rápida mirada. Me pregunté si había
descubierto que estaba usando la camisa de Rush.
Lauren lucía como si acabara de conseguir un bronceado. Lucía
brillante, como si tuviera motas de brillo sobre su piel impecable. Sus
cabellos dorados estaban en un torcido.
—También es un gusto verte otra vez. —Sonreí.
—Por favor, tomen algunos aperitivos y bebidas. Tenemos el
restaurante favorito de Elliot, La Grenouille, sirviendo la cena más tarde, así
que guarda un poco de espacio.
Alguien vino y la llevó a otra conversación.
Girando hacia Rush, pregunté:
—¿Dónde está tu hermano?
Él bebió lo último de su champán y examinó la habitación.
—No lo veo todavía.
—¿Crees que va a ser un idiota contigo?
—No. Será falso y amable alrededor de los demás. Será amable
alrededor de ti, también, porque coquetea con cualquier mujer que no sea
su esposa. Principalmente es un idiota conmigo cuando nadie está mirando.
—Rush besó mi frente—. ¿Quieres que te agarre algo de cerdo envuelto o lo
que sea que estén sirviendo?
—Nah. Estoy bien. Sintiéndome un poco mareada, en realidad. No 214
tengo hambre.
Rush agarró una vieira envuelta en tocino de una de las bandejas y la
metió en su boca.
Miré alrededor.
—Bien, puedes solo oler el dinero, ¿verdad?
—Y la mierda, también. —Rush miró hacia la esquina de la
habitación—. Hablando de mierda, ahí está Ricky Ricón… mi hermano.
Cuando mis ojos se posaron en la esquina que Rush estaba
señalando, mi corazón se sintió como si se detuviera por un momento. Había
tres hombres atrapados en una conversación. Entre más miraba a uno de
los chicos, más seguro se volvía que lo conocía.
Estaba usando una corbata de moño.
Con cada segundo que pasaba mirando su rostro, me puse más y más
mareada.
Entrecerré los ojos, tratando de ver claramente, de asegurarme.
Oh Dios.
Mi garganta se sentía como si estuviera cerrándose.
Estaba bastante segura que era… Harlan.
Harlan quien nunca se suponía que viera otra vez.
Harlan quien me dio el número equivocado después de una aventura
de una noche.
Harlan el que me había dejado embarazada.
Recuerdos de esa noche pasaron por mi cerebro como una película en
rebobinado. Seguí mirando su rostro. Los mismos ojos. La misma
mandíbula cuadrada. La misma forma en que separaba su cabello hacia un
lado. Los mismos dientes blancos perfectos. La misma sonrisa encantadora.
Esa risa.
Era él.
¡Oh mi Dios! ¡Es él!
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y se sentía como si la
habitación estaba girando. Me las arreglé para sacar las palabras.
—¿Cuál… cuál de esos chicos es tu hermano?
Rush chupó su mondadientes, entonces señaló hacia él.
—El de la corbata de moño.
El fin… 215
Por ahora…
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ACERCA DE LAS AUTORAS
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