Professional Documents
Culture Documents
CODIGO: 435411
FECHA: 28-03-2019
ASIGNATURA: SUCESIONES
A la hora de hacer testamento, los notarios oímos la voluntad de los otorgantes y la adaptamos
el ordenamiento jurídico. Pero son muchas las peticiones “extravagantes” que escuchamos.
A continuación, incluyo algunos de ellas:
¿Pueden los padres ordenar a los hijos “que se quieran” o se lleven bien?
El 12 de octubre de 1.504, Isabel la Católica hacía testamento en Medina del Campo en el
que, tras instituir heredera a su hija Juana, disponía “que la mejor herencia que puedo dejar
a la Princesa e al Príncipe mis hijos es dar orden como mis súbditos, e naturales, les tengan
el amor e les sirvan lealmente”. Esta suele ser una preocupación de los padres, que pretenden
utilizar el testamento como una herramienta para conservar la paz familiar. No deja de ser un
mero ruego, sin eficacia jurídica alguna, pues por más que pese a algunos padres, en los
sentimientos no se puede mandar.
Es frecuente que los testadores quieran establecer disposiciones sobre el propio cuerpo o el
funeral, pero lo cierto es que resultan bastante poco “prácticas”, pues el Registro de Últimas
Voluntades no expide certificado hasta pasados 15 días desde el fallecimiento. Por lo tanto,
se sabe cuál es la última voluntad cuando el causante ya lleva unos días bajo tierra. Es por
eso que resulta más práctico establecer condiciones sobre las exequias o el cuerpo en otro
documento, o dejar una copia del testamento a disposición de los herederos o albaceas para
que tengan conocimiento y actúen en consecuencia.
Esto último es lo que hizo Sandra West, una rica petrolera californiana, que murió a los 37
años y pidió ser enterrada vestida con un pijama de seda, montada en su Ferrari con el asiento
inclinado cómodamente. Su familia la enterró en su Ferrari 330 América de 1964 y luego
cubrieron la tumba con cemento para evitar el saqueo.
Pero la realidad siempre supera la imaginación del legislador: Así, Henry Budd, un inglés
acaudalado que murió en 1862, dejó un testamento en el que nombraba herederos a sus dos
hijos con la condición de que ninguno se dejara crecer el bigote, o el abogado americano de
Iowa, T. M. Zink, que murió en 1930 dejando 100.000 dólares para fundar una biblioteca “en
la que no pudieran entrar las mujeres”.
“A quien me cuide”.
Hay muchos testadores que viven preocupados por su desatención en caso de enfermedad, y
pretenden ganar el favor de sus parientes ordenando disposiciones a favor “de quien les
cuide”. En nuestro Derecho no puede ordenarse una atribución tan genérica, pues “toda
disposición a favor de persona incierta será nula, a menos que por algún evento pueda
resultar cierta” (750 C.C). En estos casos, es necesario establecer alguna forma de
determinación del cuidador y la proporción de los cuidados.
Una manera de concretar el heredero de manera indirecta es la que utilizó el abogado
canadiense Charles Millar, que murió en 1.928, soltero y sin descendencia, y con un
testamento en el que legaba 500.000 dólares a la mujer de Toronto que más hijos tuviese en
los 10 años siguientes. La herencia tuvo que dividirse entre 4 mujeres que, en los años
indicados alumbraron a 9 criaturas.
Y algo parecido hizo el portugués Luis Carlos de Noronha Cabral da Camara, que instituyó
herederas a 70 personas desconocidas, elegidas al azar, por medio de un sorteo que debía
celebrarse en el juzgado, en presencia de dos testigos, entre los censados en su localidad.
Prohibiciones.
Hay testadores que pretenden seguir mandando tras su muerte y desean imponer a los
herederos prohibiciones de disponer, de acudir a los tribunales o de casarse con determinada
persona. Baste aquí decir que la prohibición de disponer no puede ser perpetua y la
temporalidad debe establecerse dentro de los límites de la Ley. En segundo lugar, la
prohibición absoluta de acudir a los tribunales se tendrá por no válida, pero el testador puede
reducir lo que reciban los herederos que acudan al juzgado; y por último, la prohibición de
casarse con determinada persona se considera lícita (expresamente en el Derecho aragonés y
por interpretación en el Derecho común).
El hijo de William, John, fue encontrado muerto en su casa en 1995. En la casa se halló una
carta de su abogado animándole a hacer testamento. Pero nunca lo hizo.
Sin parientes sanguíneos conocidos, la herencia de John –que incluye cientos de obras de su
padre- es una de las miles que han acabado en los archivos de la británica Bona
Vacantia, una sección del Departamento Jurídico del Gobierno.
Bona Vacantia significa bienes vacantes y es el nombre dado a las propiedades sin
dueño, que por ley pasan a la corona británica.
Millones de dólares sin reclamar
El Tesoro de la Nación es el que se encarga de administrar los bienes de la gente que muere
sin testamento y sin parientes conocidos y, además, recoge los activos de sociedades disueltas
y otros diversos bienes sin dueño en Inglaterra y Gales, informa Kevin Peachey, periodista
de la BBC.
En Irlanda del Norte y en Escocia hay dos departamentos propios para la misma tarea.
Así, pues, la herencia de John se une a otras 15.000 propiedades no reclamadas que
esperan a que alguien pueda demostrar una reclamación de herencia válida.
Dentro de ese enorme cajón que parece no tener fondo se esconden fabulosas herencias
perdidas en formas insospechadas, no siempre de bienes materiales.
Se esconde por ejemplo la herencia de un actor que incluye derechos de autor por
reposiciones del famoso Show de Benny Hill y de la serie de los 50 y 60 de la BBC
Hancock’s Half Hour.
"La herencia promedio vale menos de 4.000 libras (US$ 6.200). No se trata de sumas de
dinero que cambien la vida. Pero son casi como ganar un pequeño premio en la lotería", dice
Melanie Hooper, gerente de la sección de herencias de Bona Vacantia.
"Pero que la herencia sea de 500 o de 500.000 poco importa. Es el derecho [de los que la
reclamen], no la cantidad lo que importa", asegura.
Hasta no hace mucho cuando moría alguien y no dejaba herencia, se advertía de ello en el
periódico The Times y algún medio local donde nació la persona.
Ahora las propiedades se añaden a una lista en Internet. Se espera que en septiembre se
complete con todas las herencias no reclamadas.
Pueden reclamar personas con un parentesco de marido, esposa, pareja de hecho, tíos
(directos o indirectos) y primos.
Pero no siempre es fácil dar con ellos y en torno a esta actividad se ha originado un
auténtico negocio de detectives, abogados, genealogistas y todo tipo de cazadores de
herederos.
El perro heredero.
En 2007, la multimillonaria neoyorkina Leona Helmsley, conocida como "La reina de la
maldad", falleció víctima de un paro cardiaco. La dueña del Empire State poseía un carácter
estricto y exigente con familiares y empleados.
Helmsley poseía un pequeño perro blanco maltes. Al morir, la mujer heredó poco más de 148
millones de pesos a su mascota, mientras que dejó fuera de su testimonio a dos de sus cuatro
nietos.