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EL ESCRIBIENTE / ENSAYO ' CESAR AIRA Alejandra Pizarnik BEATRIZ VITERBO EDITORA Biblioteca: El escribiente Hustracién de tapa: Daniel Garcia Primera edicién: mayo 1998 Primera reimpresién: abril 2001 ‘Segunda reimpresion: mayo 2004 © César Aira © Beatriz Viterbo Editora Esparia 1150 (S2000DBX) Rosario, Argentina www.beatrizviterbo.com.ar info@beatrizviterbo.com.ar dn sin im sutertewlon coer 20 tos ee hajo las sanctones ectableciaes en las eyes, le reneedon pateialo total de esta obra por cualgwier nein ee to, ineluidos la reprografia y el tratamiento informatico, 1.S.B.N.: 950-845-064-9 IMPRESO EN ARGENTINA / PRINTED IN ARGENTINA Queda hecho ei depésito que previene Ia ley 11.723 Flora Pizarnik (era su verdadero nombre; “Alejandra” fue una adopcién de su ado- lescencia) nacié en 1936 en Avellaneda, pro- vincia de Buenos Aires, segunda hija de inmigrantes judios que habian llegado al pais tres aos antes procedentes de Rovne (ciudad que fue alternativamente rusa y polaca). El padre fue corredor de joyeria, y se hizo una buena posicién economica. Ella estudié en la Escuela Normal Mixta de Avellaneda, y después inicio y abandoné sucesivamente estudios de Filosofia, de Periodismo, de Letras, y de pintura en el taller de Batlle Planas En 1955 publicé un primer libro de poemas, del que después renegaria, La tierra mas aje- na, firmado “Flora Alejandra Pizarnik". Le siguieron en rapida sucesién otros dos, La aitima inocencia (1956) y Las aventuras perdidas (1958). En 1960 viaj6 a Paris, donde pasaria cuatro afos fundamentales para su formacién y vocacién. En 1962 aparecié en Buenos Aires Arbol de Diana, libro en el que ya se definia su estilo y procedimiento caracteristicos. Poco después de su regreso a la Argentina, en 1965, publicé, con undnime aclamacion critica, Los trabajos y las noches. Escribio también ocasionales articulos de critica, que aparecieron en diarios y revistas, y uno mas ambicioso, “La Condesa Sangrienta” (revista Didlogo, México, 1965) que en 1971 saldria en forma de libro. En 1967 murié, muy joven, su padre, y al aio siguiente la poeta, que hasta pasados los treinta afios habia vivido en el hogar paterno (cn Avellaneda y después en Buenos Aires, en el barrio de Constitucién) se mudé a un depar- tamenio propio en la calle Montevideo. En 1968, otro libro de poemas, Extraccién de la piedra de locura. Ese ano obtuvo la Beca Guggenheim y viajé brevemente a Nueva York y Paris. Para entonces hicieron crisis diversos problemas intimos. En 1970 hubo un primer intento de suicidio, al que siguieron otros, y pas6 temporadas internada en el pabellon neuropsiquiatrico del Hospital Pirovano. En septiembre de 1972, a los treinta y seis afios, murié a consecuencia de un exceso de som- niferos. A fines del ano anterior habia pu- blicado un tltimo libro, El infierno musical. Hubo varias publicaciones postumas de tex- tos inéditos, la mas importante de las cuales fue Textos de Sombra y otros poemas (1982) En 1994 aparecié un volumen de Obras Com- pletas, que recoge toda su obra con excepcién del primer libro renegado y algunos articu- los. Hay también un Diario, del que se han publicado fragmentos, y cartas, de las que se prepara una edicion. En 1991 aparecio una biografia (de Cristina Pinta, también re- copiladora de la Obra Completa), hecho excep- cional en la literatura argentina, que puede adjudicarse al aura de prestigio casi legen- dario que ha envuelto la vida y obra de A. P. Como suele suceder con las iniciativas de la critica, ésta mia tuvo en su origen el deseo de corregir una injusticia: la que veo en el uso tan habitual de algunas metaforas sentimentales para hablar de AP. Casi todo lo que se escribe sobre ella esta leno de “pequefia naufraga”, “niha extraviada”, “es- tatua deshabitada de si misma”, y cosas por clestilo. Ahi hay una falta de respeto bastante alarmante, o un exceso de confianza, en todo caso una desvalorizacin. Lo cual no seria mas que anecdético si no apuntara, como siempre que se usa la metafora, a una reificacion. y como tal hace obstaculo a la visién del pro- ceso. Reduce a un poeta a una especie de bibelot decorativo en la estanteria de la literatura, y clausura el proceso del que sale la poesia, resultado muy corriente del traba- jo de criticos que pese a las mejores in- tenciones parecen empefiados en congelar a

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