Professional Documents
Culture Documents
Resumen: El presente artículo pretende ofrecer al lector una síntesis de lo que sabemos
sobre los monstruos en el mundo antiguo romano, haciendo especial hincapié en los
bebés y en los niños pequeños, cuya deformidad, en la mayoría de los casos, los
condujo de manera irremisible a una muerte segura.
Abstract: The aim of this article is to summarize what is known about monsters in the
Ancient Roman World, with a special emphasis on babies and children, whose
deformity, in most of the cases, inexcusably led to a certain death.
Artículo:
-Introducción:
Nos estamos refiriendo, como no podía ser de otra manera, a esos seres cuyo
aspecto físico se aleja, en mayor o menor medida, de lo que nuestros rígidos esquemas
mentales consideran como “normal”, y de cuyo estudio se encarga la Teratología. Ésta
es, por definición, la rama del conocimiento médico dedicada al estudio de los seres
vivos aquejados por malformaciones. Dentro del amplio espectro cronológico que
abarca la Teratología, centraremos en este caso las coordenadas geográficas y
temporales en la Antigua Roma, conocida en última instancia como el súmmum del
mundo occidental en la Edad Antigua, y como una de las mayores potencias
hegemónicas que jamás haya conocido la humanidad.
1
éste era el escaso tiempo de vida del que disponían, bien por los prejuicios sociales,
bien por los problemas propios de su enfermedad. Antes de entrar en materia, debemos
de tener muy presente que, por mucho que un exceso de curiosidad o un morbo malsano
nos impulse a verlos como una simple extravagancia genética, como una atracción de
circo o como unas criaturas que ni sienten ni padecen, nos encontramos ante seres
humanos, y por lo tanto hemos de acercarnos a ellos con el mayor respeto posible. Sin
más preámbulos, empezamos.
2 GARRISON H., Daniel.: A cultural history of the human body in Antiquity (A cultural history of the
human body, Vol.1), Editorial Berg, New York, 2010. p. 162.
3 MARRAZZO, Tiziana: “La imagen del monstruo en las relaciones de sucesos (ss. XVI-XVII): entre
moraleja y admiración”, Artifaras, Revista de lenguas y literaturas ibéricas y latinoamericanas, Nº7.
Fecha Publicación Enero-Diciembre 2007, [2011, 31 de enero]. Dirección web:
<<http://www.artifara.unito.it/Nuova%20serie/Artifara-n--7-/Scholastica/default.aspx?
oid=91&oalias=&Login=true>>
2
El cordobés Séneca, cuya máxima expuesta al inicio del presente artículo resulta
ser toda una declaración de intenciones, decía sin ningún tipo de tapujos que el
infanticidio era la única opción coherente que le quedaba al progenitor ante el
nacimiento de un vástago con semejantes características4. De hecho, resulta en extremo
curioso cómo este autor parecía sentir un odio inusitado hacia este tipo de seres, un odio
que aparece también reflejado en una obra que se le atribuye conocida como
Apocolocyntosis divi Claudii (lit. 'La calabacificación del Divino Claudio' o 'La
metamorfosis del Divino Claudio en calabaza'), en la que, a pesar de que pudiera
tratarse tan solo de una venganza póstuma sobre el emperador Claudio, utiliza los
defectos físicos y la tartamudez del difunto monarca, para dejarlo en ridículo haciendo
gala de una crueldad bastante acentuada.
Otro tema del que también hablaron varios autores fue el de los seres híbridos,
un ser vivo con características humanas y animales, como pueden ser por ejemplo los
sátiros, las sirenas5 o los nereidos, y de los que nos hablan autores del tránsito de era
como Diodoro Sículo, Publio Ovidio Nasón o el ya citado Plinio. Consideraban a estas
criaturas como una especie de semidioses o divinidades inferiores, pero no por ello
negaban su existencia en el mundo real6. Por último, autores más tardíos, como por
ejemplo Claudio Eliano (siglo II d.C.), vuelven a hacer hincapié en la aparición de
sirenas y tritones, y ya en el Bajo Imperio, Cayo Julio Solino 7, nos habla de la presencia
de cíclopes, también conocidos cómo arimaspos, en algunas regiones de Asia, así como
de grifos (aves con rasgos de león), que combatían entre sí por la obtención de piedras
preciosas8 y otros recursos.
3
provocando, de este modo, la risa entre las familias más pudientes que siempre querían
poseer uno. Atendiendo a la lógica ley de la oferta y la demanda, encontramos a
mercaderes que se habían especializado en la venta de estos personajes, los cuales se
habían convertido en una auténtica mercancía de lujo, por la que se llegaba a pagar
sumas astronómicas. Varios autores nos hablan de ellos, como por ejemplo el poeta
latino del siglo I d.C. Marco Valerio Marcial, que incidía en el hecho de que, cuanto
mayor fuese el grado de deformidad del sujeto en cuestión, más divertido resultaba y
por lo tanto más elevado era su precio. Por su parte, San Agustín de Hipona decía
literalmente en uno de sus escritos que algunos de estos enanos eran tan rematadamente
imbéciles, que en poco o nada se los podía diferenciar de los animales o de las bestias10.
Conocemos casos específicos de enanos famosos en la Antigua Roma, y llegamos a
saber incluso el nombre de algunos de ellos, como Sísifo, el enano del triunviro Marco
Antonio. Los emperadores, tal y como sucedería con posterioridad en las distintas
cortes europeas, contaban con enanos entre sus “posesiones” más valiosas y queridas, y
de esta manera, las fuentes nos hablan de los enanos de Tiberio, de Domiciano, de
Heliogábalo y de Constantino, siendo el de este último muy ducho en el arte de la
música, con lo que tuvo que ser muy apreciado.
El texto de La Ley de las Doce Tablas (siglo V a.C.) es la referencia más antigua
que conservamos íntegra en el mundo romano, aunque hemos de decir, sin desmerecer
por ello su contenido, que de este escrito no se posee el original, sino copias y
referencias posteriores. En este caso, se anula el requisito anterior de necesitar el visto
bueno de personas cercanas para realizar la exposición del niño, por lo que la decisión
sobre el futuro del mismo, pasa a recaer única y exclusivamente en manos del padre,
siendo esta la postura predominante durante varios siglos en el mundo romano12.
Los romanos, desde tiempos inmemoriales, tuvieron que tener muy presente la
figura del monstruo o deforme en su imaginario colectivo. La mejor prueba de ello es el
uso, por su parte, de distintas palabras que, en apariencia, poseían un mismo
significado, pero a las que adjudicaron un carácter autónomo, con el que poder designar
casos específicos. Así, por ejemplo, encontramos los siguientes términos: monstrum (lo
que nace contra natura), ostentum (lo que se desvía del curso natural), prodigium (lo
10 GUILLÉN, José: Urbs Roma, Vida y costumbres de los romanos: La vida pública, (Urbs Roma, Vol.
2), Editorial Sígueme, Salamanca, 1997. pp. 278-279.
11 CANTERELLA, Eva: Los suplicios capitales en Grecia y Roma: Orígenes y funciones de la pena de
muerte en la antigüedad clásica, Editorial Akal, Madrid, 1996. pp. 262-263.
12 SALAMANCA BALLESTEROS, Alberto: Monstruos, ostentos y hermafroditas, Editorial
Universidad de Granada, Granada, 2007. p. 86.
4
que anuncia alguna desgracia o tiene carácter profético), portentum (lo que anuncia un
evento futuro), y, ya en tiempos del imperio cristianizado, San Agustín de Hipona
utilizaría a su vez la palabra miráculum13, con connotaciones cristianas, para referirse a
estos seres.
13 MARRAZZO, Tiziana: “La imagen del monstruo en las relaciones de sucesos (ss. XVI-XVII): entre
moraleja y admiración”, Artifaras, Revista de lenguas y literaturas ibéricas y latinoamericanas, Nº7.
Fecha Publicación Enero-Diciembre 2007, [2011, 31 de enero]. Dirección web:
<<http://www.artifara.unito.it/Nuova%20serie/Artifara-n--7-/Scholastica/default.aspx?
oid=91&oalias=&Login=true>>
14 SALAMANCA BALLESTEROS, Alberto: Monstruos, ostentos y hermafroditas, Editorial
Universidad de Granada, Granada, 2007. p. 84.
15 ZAPATA CANO, Rodrigo: Saberes y creencias sobre el cuerpo en el Teatro Crítico y las Cartas
Eruditas y Curiosas del padre Benito Feijóo, Editorial Universidad Nacional de Colombia, Sede de
Medellín, 2007. pp. 4-5.
5
manos de la matrona, que asistía a la parturienta en el momento de dar a luz. Las
matronas, aunque no fuese esa su labor, podían estar más que acostumbradas a poner
punto y final a la vida de los niños que ellas mismas habían ayudado a traer al mundo,
siempre y cuando por supuesto los padres se lo solicitasen. Esto era algo que solían
hacer asfixiando o ahogando al niño, y cuando no eran ellas las responsables de llevar a
cabo este acto, sí que al menos aconsejaban a los padres si debían o no dar dicho paso,
en función del grado de deformidad que presentara el bebé, no dudando en recomendar
la exposición siempre que lo consideraran oportuno. La madre del niño, por su parte,
podía asumir también un rol idéntico al del padre o al de la partera, aunque solía hacerlo
por medio de descuidos intencionados, tratando de obtener por la vía pasiva un idéntico
resultado, como por ejemplo “olvidándose” de alimentar a su retoño, o no
proporcionándole los cuidados pertinentes.
Del mismo modo, había casos en los que el pequeño deforme, a pesar del
rechazo inicial que pudiera causar en sus progenitores, fuera aceptado y criado como si
su malformación no existiera, o fuese algo que no se debía de tener en cuenta.
Obviamente, estos casos privilegiados tuvieron que ser muy escasos dada la mentalidad
imperante en el mundo romano, una mentalidad que, sin entrar en consideraciones
absurdas de carácter ético ni en juicios de valor anacrónicos, no tenía nada que ver con
la que tenemos en la actualidad, puesto que en la misma prevalecían los siguientes
factores por encima del instinto paternal: El pavor que les causaba aquel engendro, el
miedo a las consideraciones que sus iguales pudieran hacer sobre el tema, o el simple
deseo de erradicar todo aquello que fuese débil o improductivo, que no sería más que
una carga para el resto de componentes del núcleo familiar.
A la hora de determinar cuáles eran los factores que podían impulsar al padre de
familia a no deshacerse del bebé son muchísimas las variables que se presentan ante
nosotros, y por ello se torna en una tarea harto complicada el barajar las distintas
posibilidades sin contar con testimonio alguno al respecto. Grosso modo, podríamos
decir que la compasión, el instinto paternal o el tratarse de un nacimiento muy esperado
se presentan como las opciones más lógicas y probables, aunque también hemos de
tener en cuenta que existen otras variables, como que la deformidad del neonato no
fuese muy acusada, que la situación económica les permitiese criar a este hijo aunque
fuera en el más estricto aislamiento, o que la malformación se hubiese presentado con
posterioridad, cuando el niño tuviera ya varios años de edad y los progenitores no
fueran capaces de acabar con su vida. Incluso en las ocasiones en las que la criatura no
era eliminada, las posibilidades de supervivencia seguían siendo escasas y en
condiciones infrahumanas: Niños monstruosos, de entre ocho y diez años de edad,
caminaban errantes por los campos de las afueras de la ciudad, como si fuesen meras
bestias salvajes16. En las contadas ocasiones en los que uno de ellos alcanzaba la edad
adulta, solía ser para estar condenado, de manera irremisible, a la mendicidad, siendo
marginado y repudiado por el resto, como si su enfermedad fuese contagiosa o
supusiera un peligro público.
16 Julio Obsecuente: Liber Prodigiorum, capítulos 22, 27a, 32, 34, 36, 47, 48 y 50.
6
otorgara su malformación. Salamanca Ballesteros17 nos habla del esqueleto de un niño
hidrocefálico de seis años de época alto imperial, que fue encontrado en 1995, en un
cementerio situado cerca de los suburbios de la capital del imperio18.
Los sacerdotes paganos romanos, según nos cuenta Flegón de Tralles, autor
griego del siglo II d.C., también se ocupaban de dar muerte a bebés que sufrieran algún
tipo de malformación o deformidad física, poniendo como ejemplo un caso ocurrido en
el 112 d.C., en el que un niño bicéfalo fue introducido en una caja y arrojado a las aguas
del Tíber. Contamos además con un relato sobre una mujer de Frosinón o Frosinone que
había tenido un hijo cuyo sexo era incapaz de discernir con claridad (alusión al
hermafroditismo, o más probablemente aún a la androginia), y por ello se vio obligada a
contactar con los arúspices19, los cuales le dijeron que la criatura era un foedum ac turpe
prodigium y que debía de ser ahogado cuanto antes, para evitar que siguiera
contaminando la tierra con su contacto, algo que la madre hizo encerrando también al
bebé en una caja y sumergiéndolo sin más miramientos. Estos dos textos nos permiten
conocer el peso y el poder que la superstición y las creencias en lo sobrenatural tenían
sobre estos seres, cuyo único “delito” era haber nacido distintos a los demás20.
7
resultaban ser los más importantes. Estos prodigia eran asimilados en la sociedad
romana como, cito textualmente a Jean Bayet, “un desorden intolerable en el misterio
permanente de la naturaleza”22. Todo esto es debido a que los deformes se consideraban
malos augurios de los dioses, y por ejemplo Marco Tulio Cicerón cuenta que el
nacimiento de una niña bicéfala era el presagio de un levantamiento popular y/o de
adulterio23. Otro caso a tener en cuenta es el que nos relata Tácito, según el cual la
muerte del emperador Claudio fue avisada de antemano por el nacimiento de dos
hermanos siameses24.
22 BAYET, Jean: La religión romana, Historia política y psicológica, Ediciones Cristiandad, Madrid,
1984. p. 115.
23 Marco Tulio Cicerón: De Divinatione I, 53, 121.
24 SALAMANCA BALLESTEROS, Alberto: Monstruos, ostentos y hermafroditas, Editorial
Universidad de Granada, Granada, 2007. pp. 177-178.
8
que los nacidos deformes son un fallo de su sabiduría)25, otorgándoles al menos cierto
carácter de “normalidad”. Ésta estrategia no deja de ser lógica, puesto que, si existiesen
seres que no hubieran sido creados por el dios abrahámico, tanto la omnipotencia de
éste como su carácter de Padre Creador de todas las cosas quedarían en entredicho. El
autor incide además en el carácter profético que estas criaturas ya venían arrastrando de
antes, convirtiéndolos ahora en una especie de heraldos de Dios, que serían enviados
desde las alturas celestiales, para advertir sobre futuros sucesos funestos; una teoría de
la que posteriormente, vendría a hacerse eco San Isidoro de Sevilla 26, cuando ya había
dejado de existir el Imperio romano de occidente, tal y como lo conocemos nosotros.
-Conclusión final:
Como hemos podido ver, este es, a grandes rasgos, el panorama de cuanto
hemos sacado en claro del estudio de los bebés y niños monstruosos en la Antigua
Roma, dando también de pasada alguna que otra pincelada a distintos aspectos cuya
presencia hemos de justificar puesto que esta resultaba necesaria, con ánimo de
complementar la información y ofrecer una perspectiva lo más amplia posible sobre el
tema. Así, no hemos limitado el escrito a lo que los antiguos romanos hacían con los
recién nacidos, y qué ocurría con aquellos que sobrevivían a la fatal decisión de sus
progenitores, sino que a su vez, tenemos también que saber por qué lo hacían y cómo lo
hacían. Además de ello, también se ha abarcado cuál era la mentalidad que imperaba al
respecto entre la población, qué opinaban los autores del momento, o la importancia que
la religión, tanto pagana primero como cristiana después, tuvieron en estos casos, entre
otros puntos que han sido incluidos en estas páginas.
Si bien es justo decir que el conocimiento que tenemos hoy día sobre los
monstruos en el mundo antiguo, es muy superior del que disponemos sobre la
Prehistoria, en realidad, resulta ser ínfimo en comparación con los datos con los que
9
contamos sobre épocas posteriores, épocas en las que los monstruos, tanto reales como
imaginarios, desempeñaban un papel mucho más trascendental en la Europa occidental,
debido a la tremenda importancia que le otorgaron los intelectuales cristianos. Éstos se
encontraban con criaturas que no estaban hechas a imagen y semejanza de Dios, con los
problemas que esto conllevaba. Por todo ello, resulta problemático encontrar
documentación centrada única y exclusivamente en el mundo romano, puesto que los
estudios actuales al respecto, o basan la mayoría de sus referencias en Grecia y Oriente
(destacando por su importancia los relatos de viajes de la antigüedad), o corresponden
tan sólo a la introducción de artículos o trabajos de investigación, referidos a otros
períodos cronológicos posteriores, por lo que se echa en falta una monografía o estudios
más profundo sobre el objeto que aquí nos ocupa.
28 LÓPEZ BARJA DE QUIROGA, Pedro; LOMAS SALMONTE, Francisco Javier: Historia de Roma,
Editorial Akal, 2004.
10
Bibliografía:
11