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Universidad Alberto Hurtado Ficha N°4

Historia de la Cultura I Nombre:xxxxxxxxxx


Docente: xxxxxxxx Fecha: Lunes 07 de mayo del 2018

Autor Max Weber

Título La ética protestante y el espíritu del capitalismo

Fecha de edición Año 1991

Tema general Espíritu del capitalismo

TESIS: Qué es el “espíritu del capitalismo”, la “profesión” y los orígenes del capitalismo.

El “espíritu capitalista” se ve fundamentado por el autor en primera instancia por concepciones


de Benjamín Franklin, las que muestran un ethos (costumbres y conductas) que enmarcan a
éste espíritu, pero que no lo definen por completo. Algunas de éstas son: considerar que el
dinero es fecundo y provechoso. El dinero puede engendrar dinero, los sucesores pueden
engendrar aún más y así unos a otros. Por lo tanto el beneficio se multiplica con rapidez y en
forma constante. Considera que el tiempo es dinero… aquel que en vano desaprovecha el
tiempo que representa un valor de cinco chelines, se desprende de cinco chelines, lo cual
viene a significar lo mismo que si los hubiera tirado al mar. Quien haya perdido cinco chelines,
es como si hubiera perdido todo cuanto pudo haber ganado con ellos si los hubiese invertido
en la industria, por lo cual, cuando el joven llegue a una edad avanzada mucho habrá de
lamentar la falta de tan enorme. (Weber, p. 21)

El modelo ético a seguir que construye B. Franklin según Weber, es la filosofía del avaro o
aura sacra fames aquella que todo hombre honorable debe seguir, el que es merecedor de un
crédito y de aumentar su propio capital. Los principios morales de Franklin han tomado un
significado utilitarista, en donde el producto del dinero es la consecuencia y la manifestación
de la virtud en la obra. El beneficio no un medio por el cual deba valerse el hombre para
satisfacer aquello que necesita de forma material, sino aquello que él debe conseguir, ya que
esa es la meta en su vida; la inversión como la relación entre el individuo y el dinero, como un
ética que busca la persecución continua del más y más dinero; summum bonum el bien
supremo se identifica con todo aquello que atribuye a la felicidad. (Weber, p.24)

El actual sistema económico capitalista es como un cosmos excepcional en el cual el


hombre nace y al que, al menos como tal, le es dado a manera de construcción
imposible de reformar, en donde habrá de vivir, imponiéndole las medidas de su
conducta económica, en razón que se encuentra envuelto en la componenda de la
economía. Cuando el empresario actúa de continuo en contra de estas medidas, se ve
excluido, infaliblemente, de la contienda económica. (Weber, 1991, p.25)

Weber señala que el espíritu del capitalismo como lo conocemos ha debido luchar contra
distintos enemigos a lo largo de la historia, el cual llama “tradicionalismo”, el que poseía una
ética específica con un tipo de vida sujeta a ciertas reglas. Esto lo ejemplifica a través de los
salarios a destajo y el “tradicionalismo por naturaleza” en donde un individuo no aspira a ganar
mayor dinero si es que sesga más, ya que la aspiración del individuo no es ganar más, sino
que es continuar viviendo como siempre lo hizo obteniendo así el dinero necesario para pagar
sus gastos; no le importa ganar menos con tal de no tener que trabajar más. Ante esto, el
empresario capitalista y su ánimo lucrativo usa una lógica contraria y reduce los salarios para
que el trabajador rinda más y siga ganando el mismo dinero que antes. Bajo ésta estrategia el
capitalismo sostiene que los salarios bajos son más productivos, por lo que el rendimiento del
trabajador va en aumento, puesto que el pueblo trabaja únicamente porque es pobre. Sin
embargo, éste fundamento fracasa cuando se intenta conseguir un producto que requiere un
trabajo cualificado, es decir, intelectual. Aunque en la actualidad no existen estos problemas,
mas en el pasado era un dificultad sobre la cual debía hacerse frente. Como consecuencia se
observa la probabilidad de considerar al trabajo como meta, en sentido profesional, lo que
requiere así el capitalismo. (Weber, p.31-32)

El autor cita a Sombart en relación a las investigaciones sobre el nacimiento del capitalismo,
donde señala que existen dos afrentas para el capitalismo, los que son “el lucro” y la
“satisfacción de lo necesario” según sea que haya logrado el equilibrio de los gastos
personales o el anhelo por la consecución de la riqueza al margen de ellos y la posibilidad de
alcanzarlo en el desempeño de la actividad económica encauzada por una vía específica.

Siguiendo con lo anterior, quienes representaban mejor el espíritu del capitalismo eran la clase
media industrial, surgidos de las esferas sociales más modestas (eran hombres forjados en la
ruda escuela de la vida, precavidos y audaces a un mismo tiempo, mesurados y constantes,
con plena y devota entrega a lo propio, con ideas y “principios estrictamente burgueses). Esto
sucedió así en el siglo XIX, así como en el XVI donde las nuevas industrias eran creación de
individuos que habían subido recientemente a una clase social superior. El nuevo espíritu
encarna determinadas cualidades éticas de diferente origen que la de aquellas que se
acoplaban al tradicionalismo de otras épocas. Pero, no fue de un modo pacífico que este
espíritu se introdujo. Una ráfaga de desconfianza, más bien de rencor y de enojo moral,
sacudió con frecuencia a los primeros innovadores. (Weber, p.36) Para los empresarios
capitalistas “nada” le destina a su riqueza; únicamente es dueño del sentimiento irracional de
“cumplir llanamente en su profesión”. (Weber, p.37)

Esta entrega a la “profesión” con afán de enriquecimiento es necesario al orden


económico capitalista: él requiere de esta especie de comportamiento para con los
bienes externos, de tal manera afín a dicha estructura, tan íntimamente ligado a las
condiciones del éxito en la contienda económica tras la subsistencia, que ya es
inconcebible no tomar en cuenta, actualmente, la necesaria conexión entre esa
conducta práctica “crematística.” y una específica “idea unitaria del mundo”. La
“concepción del mundo” marcha determinada por la suerte de los intereses político-
comerciales y sociales. Aquel que no quiere o no es capaz de adaptar su
comportamiento práctico a las condiciones del triunfo capitalista, ha de hundirse o, al
me nos, no progresa lo bastante. (Weber, 1991, p.37)

Según lo anterior Weber se cuestiona cuáles fueron las ideas que determinaron la “profesión”
(el afán de enriquecerse) ante las cuales un individuo se sentía comprometido:

Este proceso de racionalización en el plano de la técnica y la economía tiene un gran


predominio en el “ideal de la vida” de la moderna sociedad burguesa: el concepto de
que el trabajo es un medio del que se vale la racionalización del aprovisionamiento de
bienes materiales para la humanidad, ha existido siempre en la mente de quienes
representan el “espíritu capitalista” como uno de los objetivos que han señalado
directrices a su actividad. (Weber, 1991, p.41)

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