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…en los términos de los párrafos 62, 63, 65, 66 a 68, 70 a 76 y 78 a 80 de esta
Sentencia.
63. El proceso seguido contra el señor Fermín Ramírez se originó por la muerte
violenta de una menor de edad. Al resolver otros casos, la Corte ha hecho notar
que no es un tribunal penal en el que pueda analizarse la responsabilidad penal de
los individuos85. Corresponde a los tribunales nacionales aplicar la ley penal a
quienes cometen delitos. Esto es aplicable al presente caso, que no se refiere a la
inocencia o culpabilidad del señor Fermín Ramírez en relación con los hechos que
se le atribuyen, sino a la conformidad de los actos del proceso que se le siguió con
la Convención Americana. La Corte destaca el deber que tienen los Estados de
proteger a todas las personas, evitando los delitos, sancionar a los responsables
de éstos y mantener el orden público, particularmente cuando se trata de hechos
como los que dieron origen al proceso penal seguido contra el señor Fermín
Ramírez, que no sólo comportan una lesión a los individuos, sino al conjunto de la
sociedad, y merecen el más enérgico rechazo, más aún cuando perjudican a niñas
y niños. Sin embargo, la lucha de los Estados contra el crimen debe desarrollarse
dentro de los límites y conforme a los procedimientos que permitan preservar tanto
la seguridad pública como el pleno respeto a los derechos humanos de quienes se
hallen sometidos a su jurisdicción862
1 en la llamada a pie de página dice lo siguiente: “Cfr. Caso Juan Humberto Sánchez. Sentencia de 7 de junio
de 2003. Serie C No. 99, párr. 120; Caso Bámaca Velásquez. Sentencia de 25 de noviembre de 2000. Serie C
No. 70, párr. 189; y Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros). Sentencia de 19 de noviembre
de 1999. Serie C No. 63, párr. 222.”
2 Cfr. Caso Castillo Petruzzi y otros. Sentencia de 30 de mayo de 1999. Serie C No. 52, párr. 90; Caso de la
“Panel Blanca” (Paniagua Morales y otros). Sentencia de 8 de marzo de 1998. Serie C No. 37, párr. 71; y Caso
Suárez Rosero. Sentencia de 12 de noviembre de 1997. Serie C No. 35, párr. 37
nuevos, que no fueron considerados en la acusación ni en el auto de apertura a
juicio, a saber: la causa de la muerte de la menor de edad y las circunstancias que
en opinión del Tribunal de Sentencia demostraban la mayor peligrosidad del señor
Fermín Ramírez. 66. La Convención no acoge un sistema procesal penal en
particular. Deja a los Estados en libertad para determinar el que consideren
preferible, siempre que respeten las garantías establecidas en la propia
Convención, en el derecho interno, en otros tratados internacionales aplicables, en
las normas consuetudinarias y en las disposiciones imperativas de derecho
internacional. 67. Al determinar el alcance de las garantías contenidas en el
artículo 8.2 de la Convención, la Corte debe considerar el papel de la “acusación”
en el debido proceso penal vis-à-vis el derecho de defensa. La descripción
material de la conducta imputada contiene los datos fácticos recogidos en la
acusación, que constituyen la referencia indispensable para el ejercicio de la
defensa del imputado y la consecuente consideración del juzgador en la sentencia.
De ahí que el imputado tenga derecho a conocer, a través de una descripción
clara, detallada y precisa, los hechos que se le imputan. La calificación jurídica de
éstos puede ser modificada durante el proceso por el órgano acusador o por el
juzgador, sin que ello atente contra el derecho de defensa, cuando se mantengan
sin variación los hechos mismos y se observen las garantías procesales previstas
en la ley para llevar a cabo la nueva calificación. El llamado “principio de
coherencia o de correlación entre acusación y sentencia” implica que la sentencia
puede versar únicamente sobre hechos o circunstancias contemplados en la
acusación
70. En el presente caso, la imposición de la pena de muerte por parte del Tribunal
de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente se basó en la
aplicación del artículo 132 del Código Penal de Guatemala, que tipifica y sanciona
el asesinato. La sentencia fue dictada luego de un debate oral y público, posterior
a la acusación formulada contra el señor Fermín Ramírez por el delito de violación
calificada, previsto en el artículo 175 del Código Penal y sancionado con pena
privativa de libertad de hasta 50 años de prisión. Esta imputación sirvió de base
para el inicio del juicio oral y público ante el Tribunal de Sentencia Penal,
Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente. Durante el primer día de debate, el
Tribunal advirtió a las partes sobre la posibilidad de cambiar la calificación jurídica
del delito, pero no especificó a qué delito pudiera dirigirse el cambio, lo cual no es
irrelevante, en modo alguno, para el ejercicio de la defensa y la decisión judicial
sobre la sanción aplicable. En sentencia de 6 de marzo de 1998, el Tribunal de
Sentencia Penal resolvió, invocando el artículo 388 del Código Procesal Penal,
que “del análisis de la prueba producida en el debate […] el Tribunal estima que el
hecho delictivo imputado al procesado encuadra en la figura contemplada en el
artículo 132 del Código Penal, [… p]or lo que, por imperativo legal debe cambiarse
la tipificación jurídica formulada en la acusación y en el auto de la apertura de
juicio, de violación calificada al delito de asesinato”. En consecuencia, condenó al
señor Fermín Ramírez a la pena de muerte (supra párrs. 54.5 a 54.18).
74. El párrafo segundo del artículo 388 del Código Procesal Penal guatemalteco
establece que “en la sentencia, el tribunal podrá dar al hecho una calificación
jurídica distinta de aquella de la acusación o de la del auto de apertura del juicio, o
imponer penas mayores o menores que la pedida por el Ministerio Público”. Esta
facultad, consecuente con el principio iura novit curia, debe ser entendida e
interpretada en armonía con el principio de congruencia y el derecho de defensa.
La necesaria congruencia entre la acusación y la eventual sentencia justifica la
suspensión del debate y el nuevo interrogatorio del acusado, cuando se pretende
cambiar la base fáctica de la acusación. Si esto ocurre irregularmente, se lesiona
el derecho a la defensa, en la medida en que el imputado no ha podido ejercerlo
sobre todos los hechos que serán materia de la sentencia.
75. Al respecto, la Corte observa que, en la sentencia de 6 de marzo de 1998, el
Tribunal de Sentencia no se limitó a cambiar la calificación jurídica de los hechos
imputados previamente, sino modificó la base fáctica de la imputación,
inobservando el principio de congruencia. }
79. En el presente caso, al haber desconocido las garantías del debido proceso,
en particular el derecho de defensa, el Estado transgredió las reglas procesales de
estricta y necesaria observancia en supuestos de imposición de pena de muerte.
En consecuencia, la condena del señor Fermín Ramírez a la pena capital fue
arbitraria por haber incumplido limitaciones infranqueables para la imposición de
dicha pena en los países que aún la preservan89 3.
3 . 89 Cfr. Restricciones a la pena de muerte (arts. 4.2 y 4.4 Convención Americana sobre Derechos
Humanos). Opinión Consultiva OC-3/83 del 8 de septiembre de 1983. Serie A No. 3, párr. 55.
80. Por todo lo anterior, la Corte estima que las faltas procesales en que
incurrieron las autoridades judiciales implican violación al artículo 8.2.b) y 8.2.c) de
la Convención, en relación con el artículo 1.1 de la misma. b) Necesidad de
contemplar en la acusación penal las circunstancias que demuestren la
peligrosidad del agente.
81. La Comisión alegó que el Estado incurrió en una violación del derecho de
defensa cuando el Tribunal de Sentencia, en el fallo de 6 de marzo de 1998, no
expresó fundamento alguno sobre la peligrosidad del agente, sino concluyó, a
partir de una relación de las mismas circunstancias que utilizó como causales de
agravación del delito, que el señor Fermín Ramírez revelaba una mayor
peligrosidad. Desde el punto de vista procesal, es grave que la acusación no se
hubiese referido a las circunstancias que demostrarían la peligrosidad del señor
Fermín Ramírez. La Corte estima que esta cuestión debe ser analizada a
propósito de la compatibilidad del artículo 132 del Código Penal con el artículo 9
de la Convención (infra párrs. 87 a 98).
93. Si la peligrosidad del agente trae consigo una consecuencia penal de tan
grave naturaleza, como ocurre en la hipótesis de Asesinato, conforme a la ley
guatemalteca, las circunstancias personales del agente deberían formar parte de
la acusación, quedar demostradas durante el juicio y ser analizadas en la
sentencia. Sin embargo, las circunstancias que demostrarían la peligrosidad del
señor Fermín Ramírez no fueron objeto de la acusación formulada por el Ministerio
4 Cfr. Caso Lori Berenson, supra nota 3, párrs. 79-82; Caso De la Cruz Flores. Sentencia de 18 de
noviembre de 2004. Serie C No. 115, párrs. 79-82; y Caso Ricardo Canese. Sentencia de 31 de agosto de
2004. Serie C No. 111, párrs. 174-177.
Público. Esto llevó a la Comisión Interamericana a considerar que el Tribunal de
Sentencia incurrió en otra incongruencia por haberlas dado por demostradas, sin
que figurasen en la acusación, lo cual significaría una violación al artículo 8 de la
Convención (supra párrs. 55.h) a 55.n), 81 y 89).
94. En concepto de esta Corte, el problema que plantea la invocación de la
peligrosidad no sólo puede ser analizado a la luz de las garantías del debido
proceso, dentro del artículo 8 de la Convención. Esa invocación tiene mayor
alcance y gravedad. En efecto, constituye claramente una expresión del ejercicio
del ius puniendi estatal sobre la base de las características personales del agente
y no del hecho cometido, es decir, sustituye el Derecho Penal de acto o de hecho,
propio del sistema penal de una sociedad democrática, por el Derecho Penal de
autor, que abre la puerta al autoritarismo precisamente en una materia en la que
se hallan en juego los bienes jurídicos de mayor jerarquía.
95. La valoración de la peligrosidad del agente implica la apreciación del juzgador
acerca de las probabilidades de que el imputado cometa hechos delictuosos en el
futuro, es decir, agrega a la imputación por los hechos realizados, la previsión de
hechos futuros que probablemente ocurrirán. Con esta base se despliega la
función penal del Estado. En fin de cuentas, se sancionaría al individuo – con pena
de muerte inclusive – no con apoyo en lo que ha hecho, sino en lo que es. Sobra
ponderar las implicaciones, que son evidentes, de este retorno al pasado,
absolutamente inaceptable desde la perspectiva de los derechos humanos. El
pronóstico será efectuado, en el mejor de los casos, a partir del diagnóstico
ofrecido por una pericia psicológica o psiquiátrica del imputado.
96. En consecuencia, la introducción en el texto penal de la peligrosidad del
agente como criterio para la calificación típica de los hechos y la aplicación de
ciertas sanciones, es incompatible con el principio de legalidad criminal y, por
ende, contrario a la Convención.
97. El artículo 2 de la Convención señala el deber que tienen los Estados Parte en
la Convención de adecuar su legislación interna a las obligaciones derivadas de la
Convención. En este sentido, la Corte ha señalado que: [s]i los Estados tienen, de
acuerdo con el artículo 2 de la Convención Americana, la obligación positiva de
adoptar las medidas legislativas que fueren necesarias para garantizar el ejercicio
de los derechos reconocidos por la Convención, con mayor razón están en la
obligación de no expedir leyes que desconozcan esos derechos u obstaculicen su
ejercicio, y la de suprimir o modificar las que tengan estos últimos alcances. De lo
contrario, incurren en violación del artículo 2 de la Convención92. 5
98. Por todo lo anterior, la Corte considera que el Estado ha violado el artículo 9
de la Convención, en relación con el artículo 2 de la misma, por haber mantenido
vigente la parte del artículo 132 del Código Penal que se refiere a la peligrosidad
del agente, una vez ratificada la Convención por parte de Guatemala.
5 Cfr. Caso Caesar, supra nota 3, párr. 91; y Caso Hilaire, Constantine y Benjamin y otros, supra
nota 86, párr. 113.
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición social.
105. La Corte reconoce que el Estado dio acceso al señor Ramírez al recurso de
gracia, tramitó y resolvió dicho recurso. La defensa del señor Fermín Ramírez
presentó el recurso de gracia el 27 de julio de 1999 y basó su solicitud en el
Decreto Número 159 con el propósito de que le fuera conmutada la pena de
muerte a la que había sido condenado (supra párr. 54.28). Consta que un día
antes de que apareciera publicado en el Diario Oficial el Acuerdo Número 235-
2000 que resolvió dicho recurso, se publicó en el mismo medio el Decreto Número
32-2000, mediante el cual se derogó expresamente el Decreto Número 159 (supra
párr. 54.29), con base en las siguientes consideraciones:
ACUERDA:
[…] DENEGAR el recurso de gracia, interpuesto por FERMIN RAMIREZ […]
107. La Corte considera que con la derogatoria del Decreto Número 159, por
medio del Decreto Número 32-2000, se prescindió expresamente de un organismo
con la facultad de conocer y resolver el derecho de gracia estipulado en el artículo
4.6 de la Convención. La Corte constata, a su vez, que del Acuerdo Gubernativo
Número 235-2000, dictado con posterioridad, se desprende que ningún organismo
del Estado tiene la atribución de conocer y resolver el derecho de gracia.
109. La Corte considera que el derecho de gracia forma parte del corpus juris
internacional, en particular de la Convención Americana y del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos95. Para estos efectos, dichos tratados
internacionales de derechos humanos tienen preeminencia sobre las leyes
internas, según lo establecido en el artículo 46 de la Constitución Política de la
República de Guatemala967.
6 Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Observaciones finales del Comité de
Derechos Humanos: Guatemala. 72º período de sesiones, 27 de agosto de 2001, CCPR/CO/72/GTM, párr.
18.
7 Cfr. Artículo 46. Preeminencia del Derecho Internacional. Se establece el principio general de que
en materia de derechos humanos, los tratados y convenciones aceptados y ratificados por Guatemala,
tienen preeminencia sobre el derecho interno. Constitución Política de la República de Guatemala
(expediente sobre declaraciones rendidas ante fedatario público y prueba para mejor resolver).
2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto
debido a la dignidad inherente al ser humano.
8 Cfr. Caso Caesar, supra nota 3, párr. 70; Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri, supra nota
97, párr. 112; y Caso Maritza Urrutia. Sentencia de 27 de noviembre de 2003, Serie C No. 103, párr. 92.
restricciones indebidas al régimen de visitas, constituyen una violación a la
integridad personal100.9
119. En las circunstancias del presente caso, la Corte considera relevante que el
señor Fermín Ramírez fue condenado a la pena capital por la comisión de un
delito que no se le había acusado, al final de un proceso en el que hubo violación
de sus garantías judiciales; que el fundamento de la sentencia fue una norma cuyo
contenido es contrario a la Convención Americana; y que ha sido sometido a
graves condiciones carcelarias, tanto en el Sector 11 del Centro de Detención
Preventiva de la Zona 18, como en el Centro de Alta Seguridad de Escuintla, las
que se inscriben en un contexto general de graves deficiencias carcelarias,
señaladas por organismos internacionales101 10. Por todo lo anterior, la Corte
considera que el Estado violó el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención, en relación
con el artículo 1.1 de la misma.
9 Cfr. Caso Caesar, supra nota 3, párr. 96; Caso Lori Berenson Mejía, supra nota 3, párr. 102; y
Caso Tibi, supra nota 9, parr 150. Ver también Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos
10 Cfr. Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Quinto Informe sobre la Situación de
Derechos Humanos en Guatemala, 6 de abril de 2001, Capítulo VIII; y MINUGUA, Informe de Verificación,
La Situación Penitenciaria en Guatemala, abril de 2000.
2. Caso Raxcacó Reyes Vs. Guatemala
“…XIV
PUNTOS RESOLUTIVOS
145. Por tanto,
LA CORTE
DECLARA,
por unanimidad, que:
1. El Estado violó en perjuicio del señor Raxcacó Reyes los derechos
consagrados en el artículo 4.1, 4.2. y 4.6 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma, en los
términos de los párrafos 54 a 90 de esta Sentencia.
2. El Estado violó en perjuicio del señor Raxcacó Reyes el Derecho a la
Integridad personal consagrado en el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma,
en los términos de los párrafos 93 a 102 de esta Sentencia.
3. No está demostrado que el Estado violó en perjuicio del señor Raxcacó Reyes
el derecho a la Protección Judicial consagrado en el artículo 25 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, por las razones expuestas en los párrafos
110 a 113 de esta Sentencia.
4. Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación, en los términos del
párrafo 131 de la misma.
Y DECIDE:
por unanimidad, que:
5. El Estado debe modificar, dentro de un plazo razonable, el artículo 201 del
Código Penal vigente, de manera que se estructuren tipos penales diversos y
específicos para determinar las diferentes formas de plagio o secuestro, en
función de sus características, la gravedad de los hechos y las circunstancias del
delito, con la correspondiente previsión de punibilidades diferentes, proporcionales
a aquéllas, así como la atribución al juzgador de la potestad de individualizar las
penas en forma consecuente con los datos del hecho y el autor, dentro de los
extremos máximo y mínimo que deberá consagrar cada conminación penal. Esta
modificación en ningún caso ampliará el catálogo de delitos sancionados con la
pena capital previsto con anterioridad a la ratificación de la Convención
Americana.
6. Mientras no se realicen las modificaciones señaladas en el punto resolutivo
anterior, el Estado deberá abstenerse de aplicar la pena de muerte y ejecutar a los
condenados por el delito de plagio o secuestro, en los términos del párrafo 132 de
la presente Sentencia.
7. El Estado debe adoptar, en un plazo razonable, un procedimiento que garantice
que toda persona condenada a muerte tenga derecho a solicitar y, en su caso,
obtener indulto, conforme a una regulación que establezca la autoridad facultada
para concederlo, los supuestos de procedencia y el trámite respectivo. En estos
casos no debe ejecutarse la sentencia mientras se encuentre pendiente la
decisión sobre el indulto o la conmutación solicitados.
8. El Estado debe dejar sin efectos la pena impuesta al señor Raxcacó Reyes en
la sentencia del Tribunal Sexto de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delitos
contra el Ambiente (supra párr. 43.10) dentro de un plazo razonable y, sin
necesidad de un nuevo proceso, emitir otra que en ningún caso podrá ser la pena
de muerte. El Estado deberá asegurar que la nueva pena sea proporcional a la
naturaleza y gravedad del delito que se persigue, y tome en cuenta las
circunstancias atenuantes y agravantes que pudieren concurrir en el caso, para lo
cual, previamente a dictar sentencia, ofrecerá a las partes la oportunidad de
ejercer su derecho de audiencia.
9. El Estado debe adoptar, dentro de un plazo razonable, las medidas necesarias
para que las condiciones de las cárceles se adecuen a los estándares
internacionales relativos a esta materia.
10. El Estado debe proveer al señor Raxcacó Reyes, previa manifestación de su
consentimiento, por el tiempo que sea necesario, a partir de la notificación de la
presente Sentencia, sin cargo alguno y por medio de los servicios nacionales de
salud, un adecuado tratamiento médico y psicológico, incluida la provisión de
medicamentos, según las prescripciones de especialistas debidamente
calificados.
11. El Estado debe adoptar, a partir de la notificación de la presente Sentencia, las
medidas necesarias para posibilitar que el señor Raxcacó Reyes reciba visitas
periódicas de la señora Olga Isabel Vicente.
12. El Estado debe adoptar, dentro de un plazo razonable, las medidas
educativas, laborales o de cualquier otra índole necesarias para que el señor
Raxcacó Reyes pueda reinsertarse a la sociedad una vez que cumpla la condena
que se le imponga de conformidad con el punto resolutivo octavo de la presente
Sentencia.
13. El Estado debe publicar, en el plazo de un año a partir de la notificación de la
presente Sentencia, en el Diario Oficial y en otro diario de amplia circulación
nacional, al menos una vez, el capítulo de Hechos Probados, los párrafos 65, 66,
72, 81, 82, 85, 86, 102 y 113 que corresponden a los capítulos VIII, IX, X y XI, y
los puntos resolutivos primero a decimosexto de la presente Sentencia. En la
publicación se deberán incluir los títulos de los referidos capítulos y se omitirán las
citas al pié de página.
14. El Estado debe efectuar el pago por concepto de reintegro de gastos dentro
del plazo de un año, contado a partir de la notificación del presente fallo, en los
términos del párrafo 138 de esta Sentencia.
15. Las obligaciones del Estado en el marco de las medidas provisionales
ordenadas por este Tribunal en el presente caso quedan reemplazadas,
exclusivamente en lo que respecta al señor Raxcacó Reyes, por las que se
ordenan en esta Sentencia, a partir de la fecha de notificación de la misma.
16. Supervisará el cumplimiento íntegro de esta Sentencia, en ejercicio de sus
atribuciones y en cumplimiento de sus deberes conforme a la Convención
Americana, y dará por concluido el presente caso una vez que el Estado haya
dado cabal cumplimiento a lo dispuesto en la misma. Dentro del plazo de un año,
contado a partir de la notificación de esta Sentencia, Guatemala deberá rendir a la
Corte un informe sobre las medidas adoptadas para la ejecución de la misma.
El Juez Sergio García Ramírez hizo conocer a la Corte su Voto Razonado
Concurrente, el cual acompaña esta Sentencia. …”
…por las razones expuestas en los párrafos 110 a 113 de esta Sentencia.
Consideraciones de la Corte
Y DECIDE:
Por unanimidad que:
6. El Estado debe realizar los pagos de las cantidades establecidas en la presente
Sentencia por concepto de daño material, inmaterial y reintegro de costas y gastos
dentro del plazo de un año a partir de la notificación de la presente Sentencia, en
los términos de los párrafos 110, 119 y 133 de la misma.
7. El Estado debe dejar sin efecto la condena penal impuesta al señor Kimel y
todas las consecuencias que de ella se deriven, en el plazo de seis meses a partir
de la notificación de la presente Sentencia, en los términos de los párrafos 121 a
123 de la misma.”…
8. El Estado debe eliminar inmediatamente el nombre del señor Kimel de los
registros públicos en los que aparezca con antecedentes penales relacionados
con el presente caso, en los términos de los párrafos 121 a 123 de esta
Sentencia.
9. El Estado debe realizar las publicaciones señaladas en el párrafo 125 de esta
Sentencia, en el plazo de seis meses a partir de la notificación de la misma.
10. El Estado debe realizar un acto público de reconocimiento de su
responsabilidad, dentro del plazo de seis meses a partir de la notificación de la
presente Sentencia, en los términos del párrafo 126 de la misma.
11. El Estado debe adecuar en un plazo razonable su derecho interno a la
Convención
Americana sobre Derechos Humanos, de tal forma que las imprecisiones
reconocidas por el
Estado (supra párrafos 18, 127 y 128) se corrijan para satisfacer los
requerimientos de seguridad jurídica y, consecuentemente, no afecten el ejercicio
del derecho a la libertad de expresión.
12. Supervisará la ejecución íntegra de esta Sentencia, y dará por concluido el
presente caso una vez que el Estado haya dado cabal cumplimiento a lo dispuesto
en la misma.
Dentro del plazo de un año, contado a partir de la notificación de esta Sentencia,
el Estado deberá rendir a la Corte un informe sobre las medidas adoptadas para
darle cumplimiento.
Los Jueces Diego García-Sayán y Sergio García Ramírez comunicaron a la Corte
sus Votos
Concurrentes. Dichos votos acompañan esta Sentencia. “…
LA CORTE
DECLARA,
Por unanimidad, que:
1. Acepta el reconocimiento de responsabilidad internacional efectuado
por el Estado, en los términos de los párrafos 18 a 28 de esta
Sentencia
18. En su escrito de contestación a la demanda el Estado efectuó un
reconocimiento de responsabilidad, en los siguientes términos:
[E]l Estado argentino ha mantenido, durante todas las etapas del proceso, una
actitud de clara voluntad conciliadora con miras a encontrar una solución amistosa
en el caso. Dicha voluntad política se vio reflejada en las distintas respuestas a las
observaciones del peticionario, en cuyo contexto podr[á] la Honorable Corte notar
que, en ninguna de las etapas procedimentales desarrolladas ante la Ilustre
Comisión, el Estado argentino ha interpuesto argumento alguno, ni de hecho ni de
derecho, orientado a controvertir la alegada violación del derecho a la libertad de
expresión en perjuicio del señor Eduardo Gabriel Kimel. Por el contrario, la simple
lectura de los documentos aportados en el caso permite inferir la permanente
vocación exteriorizada por el Estado en recrear el proceso amistoso y en buscar
fórmulas satisfactorias para ambas partes. […] [E]l Estado argentino puede
compartir con la Ilustre Comisión que, en el caso en especie, la aplicación de una
sanción penal al señor Eduardo Gabriel Kimel constituyó una violación de su
derecho a la libertad de expresión consagrado por el artículo 13 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. Asimismo, y tomando en consideración las
dimensiones de análisis generalmente aceptadas a efectos de determinar la
razonabilidad del plazo de duración de un proceso -complejidad del asunto,
diligencia de las autoridades judiciales y actividad procesal del interesado- el
Estado argentino puede compartir con la Ilustre Comisión, que el señor Eduardo
Gabriel Kimel no fue juzgado dentro de un plazo razonable, conforme lo prevé el
artículo 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Finalmente, y
habida cuenta que, hasta la fecha, las distintas iniciativas legislativas vinculadas
con la normativa penal en materia de libertad de expresión no han sido
convertidas en ley, el Estado argentino puede compartir con la Ilustre Comisión
que, en el caso en especie, la falta de precisiones suficientes en el marco de la
normativa penal que sanciona las calumnias y las injurias que impidan que se
afecte la libertad de expresión, importa el incumplimiento de la obligación de
adoptar medidas contempladas en el artículo 2 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos. En consecuencia, el Estado argentino asume responsabilidad
internacional y sus consecuencias jurídicas, por la violación del artículo 13 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con las
obligaciones generales de respeto y garantía, como así también de adoptar las
medidas legislativas o de otro carácter que fueran necesarias para hacer efectivos
los derechos protegidos, de conformidad con los artículos 1 (1) y 2 de la
Convención [.] Asimismo, el Estado argentino asume re[s]ponsabilidad
internacional y sus consecuencias jurídicas, por la violación del artículo 8 (1) de la
Convención Americana, en relación con el artículo 1(1) de dicho instrumento, en
tanto el señor Eduardo Gabriel Kimel no fue juzgado dentro de un plazo razonable.
19. En el mismo escrito el Estado hizo algunas observaciones a los alegatos de
los representantes, respecto a las supuestas violaciones al derecho a recurrir del
fallo ante juez o tribunal superior (artículo 8.2.h) y a la garantía de imparcialidad
del juzgador (artículo 8.1).
20. En cuanto a las reparaciones solicitadas, el Estado manifestó que “compart[e]
con la [C]omisión y con los [representantes] el derecho que le asiste al señor
Kimel a una reparación integral”; hizo algunas precisiones sobre los daños
inmateriales alegados y sobre las costas y gastos solicitadas, y finalmente “dej[ó]
librado a la prudente decisión de [la C]orte la determinación del contenido y
alcance” de las medidas de reparación “no pecuniarias”.
21. En su escrito de observaciones al reconocimiento del Estado (supra párr. 6) la
Comisión manifestó, inter alia, que “valora positivamente la aceptación de la
responsabilidad internacional […] efectuada por […] Argentina [y] ante tal
declaración corresponde resaltar la voluntad manifestada por el Estado […] y la
importancia de este pronunciamiento que es un paso positivo hacia el
cumplimiento de sus obligaciones internacionales”. De igual forma, los
representantes en su escrito respectivo (supra párr. 6) valoraron el reconocimiento
estatal.
22. En el “acta acuerdo” alcanzada por las partes en la audiencia pública (supra
párr. 9) se establece:
1) […] EL ESTADO ratifica que asume responsabilidad internacional por la
violación, en el caso en especie, de los artículos 8.1 […] y 13 […] de la
Convención Americana […], en relación con la obligación general de respeto y
garantía de los derechos humanos y el deber de adoptar medidas normativas o de
otro carácter establecidos en los artículos 1(1) y 2 de la Convención, en perjuicio
del señor Eduardo Kimel. A los efectos de especificar los alcances de la asunción
de responsabilidad internacional del ESTADO, se deja constancia de que Eduardo
Kimel fue condenado injustamente a un año de prisión en suspenso y al pago de
una indemnización de veinte mil pesos ($ 20.000). Si bien la indemnización
referida nunca se ejecutó efectivamente, en el caso en especie la condena fue
impuesta en clara vulneración de su derecho a expresarse libremente, a partir de
un proceso penal por calumnias e injurias promovido por un ex-juez criticado en el
libro “La masacre de San Patricio” por su actuación en la investigación de la
muerte de 5 religiosos cometida durante la época de la dictadura militar. En virtud
de lo expuesto, EL ESTADO asume responsabilidad internacional por la violación
del derecho a expresarse libremente, en el caso en especie, tanto en virtud de la
injusta sanción penal impuesta al señor Kimel como respecto de la indemnización
dispuesta a favor del querellante. Por ello, y vistas las consecuencias jurídicas y el
compromiso del Estado argentino de cumplir integralmente con las normas de
derechos humanos a las que se ha obligado nacional e internacionalmente, y tal
como se ha señalado precedentemente, EL ESTADO ha resuelto asumir la
responsabilidad internacional y sujetarse a las reparaciones correspondientes que
determine la […] Corte Interamericana […].
2) Asimismo, como muestra de la buena voluntad de LOS REPRESENTANTES
DE LA VÍCTIMA y en miras a alcanzar un acuerdo con EL ESTADO, LOS
REPRESENTANTES DE LA VÍCTIMA desisten del reclamo por la alegada
violación de los derechos a impugnar la sentencia penal condenatoria (artículo
8.2.h de la Convención Americana); de la garantía de imparcialidad del juzgador
(art. 8.1 de la Convención Americana); y del derecho a la tutela judicial efectiva
(artículo 25 de la Convención Americana).
3) EL ESTADO, LA COMISIÓN Y LOS REPRESENTANTES DE LA VÍCTIMA,
solicitan a la […] Corte Interamericana de Derechos Humanos tenga a bien
expedirse –conforme a lo establecido en el artículo 63 de la Convención
Americana- sobre el alcance de las reparaciones a favor de la víctima Eduardo
Kimel, las cuales deben incluir la indemnización por los daños materiales e
inmateriales, así como las garantías de satisfacción y medidas de no repetición.
23. En lo referente a la terminación anticipada del proceso, los artículos 53, 54 y
55 del Reglamento regulan las figuras de sobreseimiento, solución amistosa y
prosecución del examen del caso10.
24. La Corte observa que las frases “si hay lugar al desistimiento”, “la procedencia
del allanamiento”, “podrá declarar terminado el asunto”, así como el texto íntegro
del artículo 55 del Reglamento, indican que estos actos no son, por sí mismos,
vinculantes para el Tribunal. Dado que los procesos ante esta Corte se refieren a
la tutela de los derechos humanos, cuestión de orden público internacional que
trasciende la voluntad de las partes, la Corte debe velar porque tales actos
resulten aceptables para los fines que busca cumplir el Sistema Interamericano.
En esta tarea el Tribunal no se limita únicamente a verificar las condiciones
formales de los mencionados actos, sino que los debe confrontar con la naturaleza
y gravedad de las violaciones alegadas, las exigencias e interés de la justicia, las
circunstancias particulares del caso concreto y la actitud y posición de las partes.
25. Teniendo en cuenta lo anterior, la Corte constata que el reconocimiento de
responsabilidad estatal (supra párrs. 18 y 22) se sustenta en hechos claramente
establecidos; es consecuente con la preservación de los derechos a la libertad de
expresión y a ser oído en un plazo razonable, así como con las obligaciones
generales de respeto y garantía y de adoptar disposiciones de derecho interno; y
no limita las reparaciones justas a las que tiene derecho la víctima, sino que se
remite a la decisión de la Corte. En consecuencia, el Tribunal decide aceptar el
reconocimiento estatal y calificarlo como una confesión de hechos y allanamiento
a las pretensiones de derecho contenidos en la demanda de la Comisión, y una
admisión de los argumentos formulados por los representantes. Asimismo, la
Corte considera que la actitud del Estado constituye una contribución positiva al
desarrollo de este proceso, al buen despacho de la jurisdicción interamericana
sobre derechos humanos, a la vigencia de los principios que inspiran la
Convención Americana y a la conducta a la que están obligados los Estados en
esta materia11, en virtud de los compromisos que asumen como partes en los
instrumentos internacionales sobre derechos humanos.
26. En cuanto al retiro parcial de alegaciones efectuado por los representantes, el
Tribunal observa que los derechos con respecto a los cuales se formula aquél
fueron únicamente alegados por los representantes y que son éstos quienes los
retiran; que todas las partes estuvieron conformes con el retiro, lo cual queda
demostrado con sus firmas en el “acta acuerdo”; que el señor Kimel manifestó
expresamente su conformidad y no queda en desventaja procesal o material; que
los fines del presente procedimiento no se ven afectados; y que los temas sobre
los cuales versa el retiro de alegaciones ya han sido tratados en anteriores
oportunidades por la Corte12. En consecuencia, decide aceptar el retiro de las
alegaciones de los representantes.
27. En virtud de lo expuesto, la Corte declara que ha cesado la controversia
respecto de los hechos y sus consecuencias jurídicas en lo que atañe a los
artículos 13, 8.1, 1.1 y 2 de la Convención. La Corte analizará en el capítulo
correspondiente las medidas reparatorias que sean adecuadas para el presente
caso.
28. Finalmente, teniendo en cuenta las atribuciones que incumben a este Tribunal
como órgano internacional de protección de los derechos humanos, estima
necesario dictar una sentencia en la cual se determinen los hechos y los
elementos de fondo relevantes, así como las correspondientes consecuencias,
toda vez que la emisión de la sentencia contribuye a la reparación del señor Kimel,
a evitar que se repitan hechos similares y a satisfacer, en suma, los fines de la
jurisdicción interamericana sobre derechos humanos.13
…en perjuicio del señor Eduardo Kimel, en los términos de los párrafos 51 a
95 de la presente Sentencia.
51. En torno a estos hechos las partes presentaron diversos alegatos en los que
subyace un conflicto entre el derecho a la libertad de expresión en temas de
interés público y la protección de la honra de los funcionarios públicos. La Corte
reconoce que tanto la libertad de expresión como el derecho a la honra, acogidos
por la Convención, revisten suma importancia. Es necesario garantizar el ejercicio
de ambos. En este sentido, la prevalencia de alguno en determinado caso
dependerá de la ponderación que se haga a través de un juicio de
proporcionalidad. La solución del conflicto que se presenta entre ciertos derechos
requiere el examen de cada caso, conforme a sus características y circunstancias,
para apreciar la existencia e intensidad de los elementos en que se sustenta dicho
juicio.
52. La Corte ha precisado las condiciones que se deben cumplir al momento de
suspender, limitar o restringir los derechos y libertades consagrados en la
Convención42. En particular, ha analizado la suspensión de garantías en estados
de excepción43 y las limitaciones a la libertad de expresión44, propiedad
privada45, libertad de locomoción46 y libertad personal47, entre otros.
53. Respecto al contenido de la libertad de pensamiento y de expresión, la Corte
ha señalado que quienes están bajo la protección de la Convención tienen el
derecho de buscar, recibir y difundir ideas e informaciones de toda índole, así
como también el de recibir y conocer las informaciones e ideas difundidas por los
demás. Es por ello que la libertad de expresión tiene una dimensión individual y
una dimensión social: ésta requiere, por un lado, que nadie sea arbitrariamente
menoscabado o impedido de manifestar su propio pensamiento y representa, por
tanto, un derecho de cada individuo; pero implica también, por otro lado, un
derecho colectivo a recibir cualquier información y a conocer la expresión del
pensamiento ajeno48.
54. Sin embargo, la libertad de expresión no es un derecho absoluto. El artículo
13.2 de la Convención, que prohíbe la censura previa, también prevé la posibilidad
de exigir responsabilidades ulteriores por el ejercicio abusivo de este derecho.
Estas restricciones tienen carácter excepcional y no deben limitar, más allá de lo
estrictamente necesario, el pleno ejercicio de la libertad de expresión y convertirse
en un mecanismo directo o indirecto de censura previa49.
55. Por su parte, el artículo 11 de la Convención establece que toda persona tiene
derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad. Esto implica
límites a las injerencias de los particulares y del Estado. Por ello, es legítimo que
quien se considere afectado en su honor recurra a los medios judiciales que el
Estado disponga para su protección50.
56. La necesidad de proteger los derechos a la honra y a la reputación, así como
otros derechos que pudieran verse afectados por un ejercicio abusivo de la
libertad de expresión, requiere la debida observancia de los límites fijados a este
respecto por la propia Convención. Estos deben responder a un criterio de estricta
proporcionalidad.
57. Dada la importancia de la libertad de expresión en una sociedad democrática y
la elevada responsabilidad que ello entraña para quienes ejercen
profesionalmente labores de comunicación social, el Estado no sólo debe
minimizar las restricciones a la circulación de la información sino también
equilibrar, en la mayor medida de lo posible, la participación de las distintas
informaciones en el debate público, impulsando el pluralismo informativo. En
consecuencia, la equidad debe regir el flujo informativo. En estos términos puede
explicarse la protección de los derechos humanos de quien enfrenta el poder de
los medios y el intento por asegurar condiciones estructurales que permitan la
expresión equitativa de las ideas51.
58. Teniendo en cuenta lo anterior, para resolver el caso concreto la Corte i)
verificará si la tipificación de los delitos de injurias y calumnia afectó la legalidad
estricta que es preciso observar al restringir la libertad de expresión por la vía
penal; ii) estudiará si la protección de la reputación de los jueces sirve una
finalidad legítima de acuerdo con la Convención y determinará, en su caso, la
idoneidad de la sanción penal para lograr la finalidad perseguida; iii) evaluará la
necesidad de tal medida, y iv) analizará la estricta proporcionalidad de la medida,
esto es, si la sanción impuesta al señor Kimel garantizó en forma amplia el
derecho a la reputación del funcionario público mencionado por el autor del libro,
sin hacer nugatorio el derecho de éste a manifestar su opinión.
i) Estricta formulación de la norma que consagra la limitación o restricción
(legalidad penal)
59. La Comisión alegó que “se utilizaron los delitos contra el honor con el claro
propósito de limitar la crítica a un funcionario público”. En este sentido, sostuvo
que “la descripción de las conductas de [calumnia e injurias] tiene[…] tal
ambigüedad, amplitud y apertura que permite[…] que las conductas anteriormente
consideradas como desacato sean sancionadas indebidamente a través de estos
tipos penales”. Además, la Comisión opinó que la “mera existencia [de los tipos
penales aplicados al señor Kimel] disuade a las personas de emitir opiniones
críticas respecto de la actuación de las autoridades, dada la amenaza de
sanciones penales y pecuniarias”. Al respecto, indicó que “[s]i el Estado decide
conservar la normativa que sanciona las calumnias e injurias, deberá precisarla de
forma tal que no se afecte la libre expresión de inconformidades y protestas sobre
la actuación de los órganos públicos y sus integrantes”.
60. Los representantes indicaron que la figura de injurias “se refiere a una
conducta absolutamente indeterminada”, toda vez que “la expresión ‘deshonrar’
como la de ‘desacreditar’ a otro, no describe conducta alguna”. Por ello,
consideraron que “no existe un parámetro objetivo para que la persona pueda
medir y predecir la posible ilicitud de sus expresiones sino, en todo caso, se remite
a un juicio de valor subjetivo del juzgador”. Agregaron que la figura de calumnia
“resulta también excesivamente vag[a]”. Concluyeron que la “vaguedad de ambas
figuras ha resultado manifiesta”, dado que el señor Kimel “fue condenado en
primera instancia por injurias, y luego [por] calumnias”.
61. Esta Corte tiene competencia –a la luz de la Convención Americana y con
base en e principio iura novit curia, el cual se encuentra sólidamente respaldado
en la jurisprudencia internacional– para estudiar la posible violación de las normas
de la Convención que no han sido alegadas en los escritos presentados ante ella,
en la inteligencia de que las partes hayan tenido la oportunidad de expresar sus
respectivas posiciones en relación con los hechos que las sustentan52.
62. En el presente caso ni la Comisión ni los representantes alegaron la violación
del artículo 9 de la Convención Americana que consagra el principio de legalidad.
Sin embargo, el Tribunal estima que los hechos de este caso, aceptados por el
Estado y sobre los cuales las partes han tenido amplia posibilidad de hacer
referencia, muestran una afectación a este principio en los términos que se
exponen a continuación.
63. La Corte ha señalado que “es la ley la que debe establecer las restricciones a
la libertad de información”53. En este sentido, cualquier limitación o restricción
debe estar prevista en la ley, tanto en sentido formal como material. Ahora bien, si
la restricción o limitación proviene del derecho penal, es preciso observar los
estrictos requerimientos característicos de la tipificación penal para satisfacer en
este ámbito el principio de legalidad. Así, deben formularse en forma expresa,
precisa, taxativa y previa. El marco legal debe brindar seguridad jurídica al
ciudadano. Al respecto, este Tribunal ha señalado que:
La Corte entiende que en la elaboración de los tipos penales es preciso utilizar
términos estrictos y unívocos, que acoten claramente las conductas punibles,
dando pleno sentido al principio de legalidad penal. Este implica una clara
definición de la conducta incriminada, que fije sus elementos y permita deslindarla
de comportamientos no punibles o conductas ilícitas sancionables con medidas no
penales. La ambigüedad en la formulación de los tipos penales genera dudas y
abre el campo al arbitrio de la autoridad, particularmente indeseable cuando se
trata de establecer la responsabilidad penal de los individuos y sancionarla con
penas que afectan severamente bienes fundamentales, como la vida o la libertad.
Normas como las aplicadas en el caso que nos ocupa, que no delimitan
estrictamente las conductas delictuosas, son violatorias del principio de legalidad
establecido en el artículo 9 de la Convención Americana54.
64. Como quedó establecido anteriormente, el señor Kimel fue condenado en
primera instancia por el delito de injurias. El tipo penal aplicado fue el artículo 110
del Código Penal que establece: El que deshonrare o desacreditare a otro, será
reprimido con multa de pesos mil quinientos a pesos noventa mil o prisión de un
mes a un año.
65. Posteriormente, fue absuelto por la Sala VI de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional. Por último la Corte Suprema de Justicia
se apartó de la calificación originaria del delito y decidió que los hechos imputados
al señor Kimel configuraban el ilícito tipificado en el artículo 109 del Código Penal,
que establece: La calumnia o falsa imputación de un delito que dé lugar a la
acción pública, será reprimida con prisión de uno a tres años.
66. La Corte resalta que en el presente caso el Estado indicó que “la falta de
precisiones suficientes en el marco de la normativa penal que sanciona las
calumnias y las injurias que impidan que se afecte la libertad de expresión, importa
el incumplimiento de la obligación de adoptar medidas contempladas en el artículo
2 de la Convención Americana” (supra párr.18).
67. En razón de lo anterior y teniendo en cuenta las manifestaciones formuladas
por el Estado acerca de la deficiente regulación penal de esta materia, la Corte
considera que la tipificación penal correspondiente contraviene los artículos 9 y
13.1 de la Convención, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma.
ii) Idoneidad y finalidad de la restricción
68. La Comisión alegó que la sanción impuesta al señor Kimel tuvo “el propósito
legítimo de proteger el honor de un funcionario público”. Con todo, indicó que “los
funcionarios públicos deben ser más tolerantes a las críticas que los particulares” y
que el control democrático fomenta la transparencia de las actividades estatales,
promueve la responsabilidad de los funcionarios públicos y que "en un Estado de
derecho no existe fundamento válido que permita sustraer de esta consideración a
quienes trabajan en la administración de la justicia".
69. Los representantes indicaron que “la Convención Americana no distingue al
[P]oder [J]udicial respecto del resto de los poderes públicos, ni establece ninguna
norma específica relacionada con la protección de la reputación de los jueces”.
Por el contrario, “en casos como el presente sólo rige la norma general que
permite restringir la libertad de expresión para proteger los derechos o la
reputación de los demás”.
70. En este paso del análisis lo primero que se debe indagar es si la restricción
constituye un medio idóneo o adecuado para contribuir a la obtención de una
finalidad compatible con la Convención.
71. Como quedó establecido en el párrafo 55 supra, los jueces, al igual que
cualquier otra persona, están amparados por la protección que les brinda el
artículo 11 convencional que consagra el derecho a la honra. Por otra parte, el
artículo 13.2.a) de la Convención establece que la “reputación de los demás”
puede ser motivo para fijar responsabilidades ulteriores en el ejercicio de la
libertad de expresión. En consecuencia, la protección de la honra y reputación de
toda persona es un fin legítimo acorde con la Convención. Asimismo, el
instrumento penal es idóneo porque sirve el fin de salvaguardar, a través de la
conminación de pena, el bien jurídico que se quiere proteger, es decir, podría estar
en capacidad de contribuir a la realización de dicho objetivo. Sin embargo, la Corte
advierte que esto no significa que, en la especie que se analiza, la vía penal sea
necesaria proporcional, como se verá infra.
iii) Necesidad de la medida utilizada
72. La Comisión considera que “el Estado tiene otras alternativas de protección de
la privacidad y la reputación menos restrictivas que la aplicación de una sanción
penal”. En este sentido, “[l]a protección a la reputación debe estar garantizada sólo
a través de sanciones civiles, en los casos en que la persona ofendida sea un
funcionario público o persona pública o particular que se haya involucrado
voluntariamente en asuntos de interés público” y a través de “leyes que garanticen
el derecho de rectificación o respuesta”.
73. Los representantes señalaron que “cuando la conducta de una persona
configura el ejercicio regular de un derecho […], la mera existencia de una sanción
—cualquiera que fuese— importa una violación a la Convención”. Respecto de las
sanciones penales alegaron que “[a]l menos en el área de la crítica a los
funcionarios públicos por sus actos funcionales, o a quienes se vinculan
voluntariamente a asuntos de interés público, el recurso al derecho penal es
contrario a la posibilidad de dar un debate amplio, ya que desalienta la
participación de la ciudadanía, incluso, de los periodistas profesionales en la
discusión de los asuntos públicos”. En este sentido, el “recurso penal genera un
fuerte efecto inhibidor”. Por otra parte, se manifestaron en contra de la existencia
de sanciones civiles, toda vez que éstas también “tienen un fuerte efecto inhibidor,
en particular para las personas que desempeñan la función de periodista”, por “los
relativamente exiguos salarios que se abonan en los medios de prensa”; porque
“resulta virtualmente imposible afrontar las condenas que se establecen en los
juicios de daños y perjuicios, sin que se genere un colapso en la economía
personal del periodista o del ciudadano común”, y porque, “salvo acaso los
grandes multimedios, ningún medio de comunicación ofrece garantías a sus
trabajadores respecto de su capacidad de pago”.
74. En el análisis de este tema, la Corte debe examinar las alternativas existentes
para alcanzar el fin legítimo perseguido y precisar la mayor o menor lesividad de
aquéllas55.
75. El ejercicio de cada derecho fundamental tiene que hacerse con respeto y
salvaguarda de los demás derechos fundamentales. En ese proceso de
armonización le cabe un papel medular al Estado buscando establecer las
responsabilidades y sanciones que fueren necesarias para obtener tal propósito.
Que se haga uso de la vía civil o penal dependerá de las consideraciones que
abajo se mencionan.
76. La Corte ha señalado que el Derecho Penal es el medio más restrictivo y
severo para establecer responsabilidades respecto de una conducta ilícita56. La
tipificación amplia de delitos de calumnia e injurias puede resultar contraria al
principio de intervención mínima y de ultima ratio del derecho penal. En una
sociedad democrática el poder punitivo sólo se ejerce en la medida estrictamente
necesaria para proteger los bienes jurídicos fundamentales de los ataques más
graves que los dañen o pongan en peligro. Lo contrario conduciría al ejercicio
abusivo del poder punitivo del Estado.
77. Tomando en cuenta las consideraciones formuladas hasta ahora sobre la
protección debida de la libertad de expresión, la razonable conciliación de las
exigencias de tutela de aquel derecho, por una parte, y de la honra por la otra, y el
principio de mínima intervención penal característico de una sociedad
democrática, el empleo de la vía penal debe corresponder a la necesidad de
tutelar bienes jurídicos fundamentales frente a conductas que impliquen graves
lesiones a dichos bienes, y guarden relación con la magnitud del daño inferido. La
tipificación penal de una conducta debe ser clara y precisa, como lo ha
determinado la jurisprudencia de este Tribunal en el examen del artículo 9 de la
Convención Americana.
78. La Corte no estima contraria a la Convención cualquier medida penal a
propósito de la expresión de informaciones u opiniones, pero esta posibilidad se
debe analizar con especial cautela, ponderando al respecto la extrema gravedad
de la conducta desplegada por el emisor de aquéllas, el dolo con que actuó, las
características del daño injustamente causado y otros datos que pongan de
manifiesto la absoluta necesidad de utilizar, en forma verdaderamente
excepcional, medidas penales. En todo momento la carga de la prueba debe
recaer en quien formula la acusación. En este orden de consideraciones, la Corte
observa los movimientos en la jurisprudencia de otros Tribunales encaminados a
promover, con racionalidad y equilibrio, la protección que merecen los derechos en
aparente pugna, sin mellar las garantías que requiere la libre expresión como
baluarte del régimen
democrático57.
79. De otro lado, en el marco de la libertad de información, el Tribunal considera
que existe un deber del periodista de constatar en forma razonable, aunque no
necesariamente exhaustiva, los hechos en que fundamenta sus opiniones. Es
decir, resulta válido reclamar equidad y diligencia en la confrontación de las
fuentes y la búsqueda de información. Esto implica el derecho de las personas a
no recibir una versión manipulada de los hechos. En consecuencia, los periodistas
tienen el deber de tomar alguna distancia crítica respecto a sus fuentes y
contrastarlas con otros datos relevantes.
80. En lo que corresponde al presente caso, es notorio el abuso en el ejercicio del
poder punitivo –como lo ha reconocido el propio Estado- tomando en cuenta los
hechos imputados al señor Kimel, su repercusión sobre los bienes jurídicos del
querellante y la naturaleza de la sanción –privación de libertad- aplicada al
periodista.
iv) Estricta proporcionalidad de la medida
81. La Comisión alegó que “la conducta del señor Kimel se encuadra dentro del
ámbito razonable del ejercicio de su derecho a ejercer el periodismo de
investigación, dado que se trataba de información de evidente interés para la
opinión pública argentina, fundada en una investigación previa, que tenía por
objeto aportar al debate y servir como medio fiscalizador de un funcionario
público”. En este sentido, indicó que en “una sociedad que vivió una dictadura
militar como la de Argentina desde 1976 hasta 1983 la libertad de pensamiento y
expresión adquiere una importancia fundamental para la reconstrucción histórica
del pasado y la formación de la opinión pública”. En consecuencia, debe existir la
“posibilidad de que cualquier persona exprese sus opiniones de conformidad con
el pensamiento propio, […] de analizar con profundidad o sin ella la actuación de
quienes detentaban cargos públicos durante esa época, entre ellos, del [P]oder
[J]udicial y de emitir críticas incluso ofensivas y fuertes sobre ello”. Agregó que el
Juez mencionado por el señor Kimel “deb[ía] tolerar las opiniones críticas que se
re[firieran] al ejercicio de su función jurisdiccional”.
82. Los representantes concordaron con la Comisión y alegaron que “los hechos
sobre los que informó el señor Kimel son de interés público”, teniendo en cuenta
que la investigación se refería “a un caso paradigmático de la represión” y que la
“investigación efectuada por el periodista es parte de [la] revisión que la sociedad
argentina debe realizar y de la discusión acerca de las causas por las cuales el
gobierno militar desplegó su accionar sin haber encontrado obstáculos en el
[P]oder [J]udicial”. Agregaron que el señor Kimel “no utilizó lenguaje alguno que
pudiera considerarse abusivo” ni utilizó “palabras desmedidas ni mucho menos
ultrajantes”; que se refirió al juez “única y exclusivamente con motivo de su
actuación funcional y no incursionó en ningún aspecto de su vida o de su
personalidad que no guardara relación con su labor como funcionario público”; que
en los apartados del libro donde se manifiestan afirmaciones de hecho “todo lo
que sostuvo se ajusta a la realidad” y que “los párrafos que formaron parte del
juicio penal” contienen “juicios de valor críticos sobre el poder judicial de aquella
época”, razón por la cual “no son susceptibles de ser verdaderos o falsos, ni
pueden justificar, por sí mismos, una restricción a la libertad de expresión, en tanto
se trata del derecho de toda persona de opinar libremente sobre asuntos de
interés público y sobre la actuación funcional de un juez en un asunto de la mayor
relevancia pública”.
83. En este último paso del análisis se considera si la restricción resulta
estrictamente proporcional, de tal forma que el sacrificio inherente a aquella no
resulte exagerado o desmedido frente a las ventajas que se obtienen mediante tal
limitación58. La Corte ha hecho suyo este método al señalar que: para que sean
compatibles con la Convención las restricciones deben justificarse según objetivos
colectivos que, por su importancia, preponderen claramente sobre la necesidad
social del pleno goce del derecho que el artículo 13 de la Convención garantiza y
no limiten más de lo estrictamente necesario el derecho proclamado en dicho
artículo. Es decir, la restricción debe ser proporcional al interés que la justifica y
ajustarse estrechamente al logro de ese legítimo objetivo, interfiriendo en la menor
medida posible en el efectivo ejercicio del derecho a la libertad de expresión59.
84. Para el caso que nos ocupa, la restricción tendría que lograr una importante
satisfacción del derecho a la reputación sin hacer nugatorio el derecho a la libre
crítica contra la actuación de los funcionarios públicos. Para efectuar esta
ponderación se debe analizar i) el grado de afectación de uno de los bienes en
juego, determinando si la intensidad de dicha afectación fue grave, intermedia o
moderada; ii) la importancia de la satisfacción del bien contrario, y iii) si la
satisfacción de éste justifica la restricción del otro. En algunos casos la balanza se
inclinará hacia la libertad de expresión y en otros a la salvaguarda del derecho a la
honra.
85. Respecto al grado de afectación de la libertad de expresión, la Corte considera
que las consecuencias del proceso penal en sí mismo, la imposición de la sanción,
la inscripción en el registro de antecedentes penales, el riesgo latente de posible
pérdida de la libertad personal y el efecto estigmatizador de la condena penal
impuesta al señor Kimel demuestran que las responsabilidades ulteriores
establecidas en este caso fueron graves. Incluso la multa constituye, por sí misma,
una afectación grave de la libertad de expresión, dada su alta cuantía respecto a
los ingresos del beneficiario60.
86. Respecto al derecho a la honra, las expresiones concernientes a la idoneidad
de una persona para el desempeño de un cargo público o a los actos realizados
por funcionarios públicos en el desempeño de sus labores gozan de mayor
protección, de manera tal que se propicie el debate democrático61. La Corte ha
señalado que en una sociedad democrática los funcionarios públicos están más
expuestos al escrutinio y la crítica del público62. Este diferente umbral de
protección se explica porque se han expuesto voluntariamente a un escrutinio más
exigente. Sus actividades salen del dominio de la esfera privada para insertarse en
la esfera del debate público63. Este umbral no se asienta en la calidad del sujeto,
sino en el interés público de las actividades que realiza64, como sucede cuando
un juez investiga una masacre en el contexto de una dictadura militar, como
ocurrió en el presente caso.
87. El control democrático a través de la opinión pública fomenta la transparencia
de las actividades estatales y promueve la responsabilidad de los funcionarios
sobre su gestión pública. De ahí la mayor tolerancia frente a afirmaciones y
apreciaciones vertidas por los ciudadanos en ejercicio de dicho control
democrático65. Tales son las demandas del pluralismo propio de una sociedad
democrática66, que requiere la mayor circulación de informes y opiniones sobre
asuntos de interés público67.
88. En la arena del debate sobre temas de alto interés público, no sólo se protege
la emisión de expresiones inofensivas o bien recibidas por la opinión pública, sino
también la de aquellas que chocan, irritan o inquietan a los funcionarios públicos o
a un sector cualquiera de la población68. En una sociedad democrática, la prensa
debe informar ampliamente sobre cuestiones de interés público, que afectan
bienes sociales, y los funcionarios rendir cuentas de su actuación en el ejercicio de
sus tareas públicas.
89. La crítica realizada por el señor Kimel estaba relacionada con temas de notorio
interés público, se refería a un juez en relación con el desempeño de su cargo y se
concretó en opiniones que no entrañaban la imputación de delitos. Tal como indicó
la sentencia de primera instancia (supra párr. 43), el párrafo por el que fue
procesado el señor Kimel involucraba una opinión y no el señalamiento de un
hecho: Kimel […] se limita a abrir un interrogante […]. En modo alguno, conforme
doctrina y jurisprudencia imperantes en la materia, podría sostenerse válidamente
que tales epítetos puedan constituir la atribución de una conducta criminal, en los
términos requeridos por la figura típica y antijurídica [de calumnia]. El interrogante
como tal, no puede implicar una imputación concreta, sino una mera valoración
perfectamente subjetiva –y librada al subjetivismo también del lector-, por parte del
autor, de una no menos subjetiva apreciación del valor probatorio de los elementos
de juicio, incorporados al proceso, por parte del [querellante]. Tratase, en fin, de
una crítica con opinión a la actuación de un Magistrado, frente a un proceso
determinado. Pero la diferente apreciación de los hechos y circunstancias, en
modo alguno, puede implicar la clara y rotunda imputación de un delito de acción
pública69.
90. Sobre el notorio interés público de los temas en torno a los cuales el señor
Kimel emitió su opinión, cabe resaltar su testimonio en audiencia pública (supra
párr. 9), no controvertido por el Estado: La masacre de San Patricio ha[bía] sido
considerado el hecho de sangre más importante que sufrió la Iglesia Católica a lo
largo de varios siglos de existencia en la Argentina[.] El objetivo único y principal
del libro evidentemente ha[bía] sido contar el asesinato de los religiosos palotinos,
dar luz a aquello que había permanecido oscuro e invisible a la sociedad, la
tremenda historia del asesinato de cinco religiosos en su casa masacrados de la
manera más horrible70.
91. El señor Kimel emitió una opinión que no tenía relación con la vida personal
del Juez querellante ni le imputaba una conducta ilícita, sino que se relacionaba
con la causa judicial a su cargo.
92. La Corte observa que el señor Kimel realizó una reconstrucción de la
investigación judicial de la masacre y, a partir de ello, emitió un juicio de valor
crítico sobre el desempeño del Poder Judicial durante la última dictadura militar en
Argentina. En la audiencia pública del presente caso (supra párr. 9), el señor Kimel
resaltó que el texto en el que se refiere al juez querellante era “un párrafo que
debía estar en el libro porque contenía, a pesar de su brevedad, un dato
significativo: cuál había sido la conducta de la justicia argentina durante aquellos
trágicos años de la dictadura militar para investigar el asesinato de los
sacerdotes”. El señor Kimel no utilizó un lenguaje desmedido y su opinión fue
construida teniendo en cuenta los hechos verificados por el propio periodista.
93. Las opiniones vertidas por el señor Kimel no pueden considerarse ni
verdaderas ni falsas. Como tal, la opinión no puede ser objeto de sanción, más
aún cuando se trata de un juicio de valor sobre un acto oficial de un funcionario
público en el desempeño de su cargo.
En principio, la verdad o falsedad se predica sólo respecto a hechos. De allí que
no puede ser sometida a requisitos de veracidad la prueba respecto de juicios de
valor71.
94. Teniendo en cuenta lo anterior, la Corte concluye que la afectación a la libertad
de expresión del señor Kimel fue manifiestamente desproporcionada, por
excesiva, en relación con la alegada afectación del derecho a la honra en el
presente caso.
1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de
un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e
imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de
cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de
sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro
carácter.
…en relación con la obligación general establecida en el artículo 1.1 de
dicho tratado,
…en perjuicio del señor Eduardo Kimel, en los términos de los párrafos 96 y
97 de la presente Sentencia
VII
ARTÍCULO 8 (GARANTÍAS JUDICIALES) 72 EN RELACIÓN CON EL
ARTÍCULO 1.1 (OBLIGACIÓN DE
RESPETAR LOS DERECHOS) DE LA CONVENCIÓN AMERICANA
96. La Comisión alegó que el proceso penal en contra de la víctima duró casi
nueve años; que el caso no era complejo, pues “no existía pluralidad de sujetos
procesales” y la prueba consistía esencialmente en el libro del señor Kimel; que
“no consta en autos que el señor Kimel hubiera mantenido una conducta
incompatible con su carácter de procesado ni entorpecido la tramitación del
proceso”; y que “las autoridades judiciales no actuaron con la debida diligencia y
celeridad”. Los representantes presentaron argumentos en el mismo sentido y
agregaron que “el procedimiento aplicable a los delitos contra el honor, por ser
delitos de acción privada, es un procedimiento simplificado que carece de etapa
de investigación”. Como se indicó anteriormente, el Estado se allanó a la alegada
violación del artículo 8.1 de la Convención.
97. Teniendo en cuenta los hechos acreditados, el allanamiento del Estado y los
criterios establecidos por este Tribunal respecto del principio del plazo
razonable73, la Corte estima que la duración del proceso penal instaurado en
contra del señor Kimel excedió los límites
3. El Estado violó el principio de legalidad consagrado en el artículo 9 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos,
…al derecho a recurrir del fallo ante juez o tribunal superior, consagrado en
el artículo 8.2.h),
Artículo 8. Garantías Judiciales
2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia
mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda
persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas:
h) derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior.
Y DECIDE:
Por unanimidad que:
6. El Estado debe realizar los pagos de las cantidades establecidas en la
presente Sentencia por concepto de daño material, inmaterial y reintegro de
costas y gastos dentro del plazo de un año a partir de la notificación de la
presente Sentencia, en los términos de los párrafos 110, 119 y 133 de la
misma.
110. En lo que respecta a la inhibición del señor Kimel para avanzar en nuevas
propuestas y proyectos laborales y al supuesto menoscabo de su desarrollo
profesional, el Tribunal tiene en cuenta que el Estado no cuestionó estos alegatos
e incluso solicitó que la Corte fije en equidad la indemnización correspondiente. En
consecuencia, decide fijar en equidad la suma de US$ 10.000,00 (diez mil dólares
de los Estados Unidos de América) por concepto de indemnización por daño
material. Esta cantidad deberá ser entregada directamente al señor Kimel dentro
del plazo de un año a partir de la notificación de esta Sentencia.
b) daño inmaterial
119. Por todo lo anterior la Corte fija en equidad la cantidad de US$ 20.000,00
(veinte mil dólares de los Estados Unidos de América) por concepto de
indemnización por daño inmaterial. El Estado deberá efectuar el pago de este
monto directamente al beneficiario dentro del plazo de un año a partir de la
notificación de la presente Sentencia.
7. El Estado debe dejar sin efecto la condena penal impuesta al señor Kimel
y todas las consecuencias que de ella se deriven, en el plazo de seis meses
a partir de la notificación de la presente Sentencia, en los términos de los
párrafos 121 a 123 de la misma.”…
PRINCIPIO DE LEGALIDAD
“….LA CORTE
DECLARA,
por unanimidad, que:
1. El Estado violó el principio de legalidad y el derecho a la presunción de
inocencia, consagrados en los artículos 9 y 8.2 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma, en perjuicio
de los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún
Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf LLaupe, Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio
Jaime Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo
Licán y la señora Patricia Roxana Troncoso Robles, en los términos de los
párrafos 159 a 177 de la presente Sentencia.
por unanimidad, que:
2. El Estado violó el principio de igualdad y no discriminación y el derecho a la
igual protección de la ley, consagrados en el artículo 24 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 del mismo
instrumento, en perjuicio de los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual
Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Ancalaf LLaupe, Juan Patricio Marileo
Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán,
Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana Troncoso Robles, en los
términos de los párrafos 222 a 228 y 230 de la presente Sentencia.
Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio
Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana
Troncoso Robles, en los términos del párrafo 411 de la presente Sentencia.
por cuatro votos a favor y dos en contra, que:
10. No procede emitir un pronunciamiento sobre la alegada violación del derecho
a un juez o tribunal imparcial, consagrado en el artículo 8.1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, de acuerdo con lo señalado en los párrafos
193 y 229 de la presente Sentencia.
Y DISPONE
por unanimidad, que:
15. Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación.
16. El Estado debe adoptar todas las medidas judiciales, administrativas o de
cualquier otra índole para dejar sin efecto, en todos sus extremos, las sentencias
penales condenatorias emitidas en contra de los señores Segundo Aniceto Norín
Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf LLaupe,
Florencio Jaime Marileo Saravia, Juan Patricio Marileo Saravia, José Huenchunao
Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia Troncoso Robles sobre
las cuales la Corte se pronunció en esta Sentencia, en los términos del párrafo
422 de la presente Sentencia.
21. El Estado debe pagar a cada una de las ocho víctimas del presente caso la
cantidad fijada en el párrafo 446 de la presente Sentencia, por concepto de
indemnización de los daños materiales e inmateriales, en los términos de los
párrafos 471 a 475 de este Fallo.
22. El Estado debe pagar las cantidades fijadas en los párrafos 452 y 453 de la
presente Sentencia por concepto de reintegro de costas y gastos, en los términos
de los referidos párrafos y de los párrafos 471 a 475 de este Fallo.
24. El Estado debe rendir al Tribunal un informe, dentro del plazo de un año
contado a partir de la notificación de esta Sentencia, sobre las medidas adoptadas
para cumplir con la misma.
B) Consideraciones de la Corte
159. Previo a emitir su pronunciamiento, la Corte recuerda que, en cuanto al
marco normativo penal aplicado a las presuntas víctimas de este caso en los
procesos penales a los que fueron sometidos, Chile ha tipificado en una ley
especial los delitos de carácter terrorista (Ley N° 18.314 que “[d]etermina
conductas terroristas y fija su penalidad”) (supra párrs. 98 y 99). Al momento de
los hechos que les fueron imputados, dicha ley estipulaba la siguiente tipificación:
b.i) por una parte, en su numeral primero (n°1) establecía una lista específica de
delitos ordinarios tipificados en el Código Penal163, entre ellos el delito de
incendio tipificado en el artículo 476 n°3 del Código Penal164, que tipifica la
conducta de “incendiar[…] bosques, mieses, pastos, montes, cierros o plantíos”.
Los señores Juan Patricio y Florencio Jaime Marileo Saravia, Huenchunao
Mariñán, Millacheo Licán y la señora Troncoso Robles fueron condenados como
autores del delito de incendio terrorista por el hecho de incendio ocurrido en el
predio Poluco Pidenco (supra párrs. 126 y 128). Los Lonkos Norín Catrimán y
Pichún Paillalao fueron condenados por la “amenaza”165 de cometer la conducta
de incendio (“amenaza de incendio terrorista”) (supra párrs. 116 y 118), y
b.ii) por otra parte, en los numerales segundo a quinto (n°2 a n°5) del referido
artículo 2 se tipificaba como delitos una serie de conductas o actos sin remitirse a
los tipos preexistentes en el Código Penal (supra párr. 98). Al señor Ancalaf Llaupe
se le consideró responsable por las conductas delictivas descritas en el numeral 4
(“Colocar, lanzar o disparar bombas o artefactos explosivos o incendiarios de
cualquier tipo, que afecten o puedan afectar la integridad física de personas o
causar daño”).
160. La Corte efectuará consideraciones sobre el contenido del principio de
legalidad, con particular énfasis en la necesaria distinción entre los tipos penales
ordinarios y los tipos penales de carácter terrorista, para luego pasar a
pronunciarse sobre las alegaciones de violación de dicho principio por la
tipificación de la Ley Antiterrorista, en lo que considere más pertinente para
resolver el presente caso.
165. En particular, cuando los Estados adoptan las medidas necesarias para
prevenir y sancionar el terrorismo tipificando como delitos las conductas de ese
carácter, están obligados a respetar el principio de legalidad en los términos arriba
señalados (supra párrs. 161 a 164). Varios órganos y expertos internacionales de
la Organización de Naciones Unidas han puesto de relieve la necesidad de que las
tipificaciones y definiciones internas relativas al terrorismo no sean formuladas de
manera imprecisa que facilite interpretaciones amplias con las cuales se
sancionen conductas que no tendrían la gravedad y naturaleza de ese tipo de
delitos174.
166. Al rendir peritaje ante esta Corte, los expertos Scheinin y Andreu-Guzmán se
refirieron tanto a la Resolución 1566 emitida por el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas en el 2004175 como a la “definición modelo de terrorismo”
desarrollada en el 2010 por Martin Scheinin como Relator Especial sobre la
promoción y protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales
en la lucha contra el terrorismo y mantenida por Ben Emmerson, siguiente Relator
en la materia176. Ambos expertos consideran que desarrollan estándares
relevantes para evaluar las tipificaciones nacionales ya que permiten distinguir
elementos mínimos o características que determinan las conductas graves que
tengan un carácter terrorista177.
167. No obstante, dichos peritos y el perito Cancio Meliá178 coincidieron en que
en la normativa internacional no existe una definición de terrorismo completa,
concisa y aceptada universalmente179.
169. Tal como se expuso oportunamente (supra párr. 98), el artículo 1° de la Ley
N° 18.314 regulaba lo relativo al elemento subjetivo del tipo de la siguiente forma:
176. La Corte ha concluido que en la época de los hechos estaba vigente una
norma penal comprendida en la Ley Antiterrorista contraria al principio de legalidad
y al derecho a la presunción de inocencia, en los términos indicados en los
párrafos 169 a 174. Esa norma fue aplicada a las víctimas del presente caso para
determinar su responsabilidad penal como autores de delitos de carácter terrorista.
177. Por lo tanto, la Corte concluye que Chile violó el deber de adoptar
disposiciones de derecho interno, establecido en el artículo 2 de la Convención
Americana, en relación con los artículos 9 (principio de legalidad) y 8.2 (derecho a
la presunción de inocencia) de la misma, en perjuicio de los señores Víctor
Manuel Ancalaf Llaupe, Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo
Pichún Paillalao, Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia,
José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora
Patricia Roxana Troncoso Robles.
por unanimidad, que:
2. El Estado violó el principio de igualdad y no discriminación y el derecho a
la igual protección de la ley, consagrados en el artículo 24 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos,
Todas las personas son iguales ante la ley. En consecuencia, tienen derecho,
sin discriminación, a igual protección de la ley.
222. La Comisión y los representantes expresaron (supra párrs. 189 a 191) que en
varios pasajes de las sentencias condenatorias de las presuntas víctimas se
emplearon estereotipos y prejuicios étnicos, y sostuvieron que con ello se habrían
configurado violaciones del principio de igualdad y del derecho a un juez o tribunal
imparcial. En su Informe de Fondo, la Comisión concluyó a este respecto que el
Estado había violado el “derecho a la igualdad ante la ley y no discriminación
establecido en el artículo 24 de la Convención Americana, en relación con el
artículo 1.1 del mismo instrumento” y “el
derecho de los procesados a un juez imparcial consagrado en el artículo 8.1 de la
Convención en relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento” (supra párr.
189).
242. El literal f) del artículo 8.2 de la Convención consagra la “garantía mínima” del
“derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de
obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que puedan
arrojar luz sobre los hechos”, la cual materializa los principios de contradictorio e
igualdad procesal. La Corte ha señalado que entre las garantías reconocidas a
quienes hayan sido acusados está la de examinar los testigos en su contra y a su
favor, bajo las mismas condiciones, con el objeto de ejercer su defensa265. La
reserva de identidad del testigo limita el ejercicio de este derecho puesto que
impide a la defensa realizar preguntas relacionadas con la posible enemistad,
prejuicio y confiabilidad de la persona misma del declarante, así como otras que
permitan argumentar que la declaración es falsa o equivocada266.
[…] tan grave decisión sólo puede adoptarse en cada caso particular y con
completo conocimiento de las circunstancias concretas del mismo. Son medidas
excepcionales para situaciones excepcionales y que se adoptan siempre con
control absoluto de los intervinientes para evitar que los costos a la práctica de
alguno de los derechos que importa la defensa en juicio sea mínima y que en
ningún evento entrabe o limite el ejercicio del núcleo esencial de esa
garantía267.
245. La Corte pasará a analizar si en los procesos concretos de las referidas tres
presuntas víctimas de este caso las medidas de reserva de identidad de testigos
se adoptaron sujetas a control judicial268, fundándose en los principios de
necesidad y proporcionalidad, tomando en cuenta que se trata de una medida
excepcional y verificando la existencia de una situación de riesgo para el
testigo269. Al efectuar tal evaluación la Corte tendrá en cuenta la incidencia que
tuvo la medida en el derecho a la defensa del acusado.
254. Asimismo, se tendrá en cuenta la particular incidencia que sobre este punto
tuvo el carácter inquisitivo del proceso penal, de conformidad con el antiguo
Código de Procedimiento Penal aplicable al caso (supra párrs. 101 a 104). En
particular, el señor Ancalaf Llaupe no solo desconoció la identidad de los referidos
testigos, sino que ni siquiera tuvo conocimiento del contenido de sus
declaraciones por el carácter reservado del sumario y porque, cuando se le dio
conocimiento de éste, se le negó el acceso a los cuadernos reservados. Recién el
12 de junio de 2003, casi dos meses después de que terminara la etapa del
sumario y tres días después de notificada la acusación fiscal, se concedió la
solicitud de expedición de copias del expediente, pero se excluyó expresamente
de ella el acceso a los cuadernos reservados, sin ofrecer el Ministro Instructor
ninguna justificación al
respecto (supra párrs. 138 a 146). Obviamente, ello hizo imposible que se
ejerciera control sobre la adopción y el mantenimiento de la reserva de identidad.
255. Asimismo, la regulación de la medida con arreglo al artículo 189 del Código
de Procedimiento Penal, en yuxtaposición con los artículos 76 y 78 de ese código
que establecía el carácter secreto del sumario (supra párr. 235), tuvo
consecuencias en cuanto al deber de someter la adopción y mantenimiento de la
medida a control judicial puesto que, por el desconocimiento que el inculpado tiene
de la existencia misma de las actuaciones, estaba impedido de solicitar el control
de su legalidad hasta el momento en que tenga acceso al sumario.
256. De esta forma, la defensa del señor Víctor Ancalaf Llaupe solo pudo conocer
indirecta y parcialmente el contenido de las declaraciones de los testigos de
identidad reservada por las referencias que el fallo condenatorio de 30 de
diciembre de 2003 hizo de las mismas. En esa síntesis no se transcribieron
íntegramente declaraciones, sino únicamente las partes que sirvieron de
fundamento probatorio para emitir la condena contra el señor Víctor Manuel
Ancalaf Llaupe por la comisión de un delito de carácter terrorista281.
259. Las pruebas por las que se concluyó de forma “suficiente” sobre la
participación del señor Ancalaf Llaupe en los hechos por los que fue condenado
son cuatro declaraciones testimoniales, tres de las cuales fueron rendidas por
testigos con reserva de identidad, a las que no tuvo acceso su defensa286. Ello
significa que se asignó a las declaraciones de testigos con identidad reservada un
peso decisivo que es inadmisible en virtud de los argumentos oportunamente
expuestos.
260. Por las razones expuestas, la Corte concluye que Chile violó el derecho de
la defensa d interrogar testigos y de obtener la comparecencia de testigos que
pudieran arrojar luz sobre los hechos, protegido en el artículo 8.2.f de la
Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento, en
perjuicio del señor Víctor Manuel Ancalaf Llaupe.
4. El Estado violó el derecho a recurrir del fallo ante juez o tribunal superior,
consagrado en el artículo 8.2.h de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de los
señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún
Paillalao, Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia,
José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora
Patricia Roxana Troncoso Robles, en los términos de los párrafos 268 a 291
de la presente Sentencia.
En otro pasaje dijo que determinada conclusión del Tribunal de Juicio Oral
constaba
[…] en el considerando décimo cuarto número uno, dos y tres, que fija los hechos,
y que por lo mismo no puede ser revisado por este Tribunal. (Considerando 20)
[Cursiva añadida]
284. Asimismo expresó que:
[…] La sentencia debe bastarse a sí misma, para lo cual debe contener un análisis
racional y explícito del resultado de la actividad probatoria, y estar dotada de la
claridad necesaria para que pueda resultar comprensible al lector, que puede ser
otro [t]ribunal que conozca de ella a través de un recurso, sin que sea necesario
que éste se tenga que remontar al estudio del proceso y hacerlo objeto de una
nueva valoración, por desconocimiento de los elementos en que se funda la
decisión […]. (Considerando tercero)
Ahora bien, esta exigencia no implica que toda la prueba deba ser valorada, ya
que lo que el art. 342 letra c.-) del Código Procesal Penal expresamente requiere
es que el [t]ribunal haga una valoración de los medios de prueba que fundamentan
sus conclusiones, lo que conform[e] al artículo 297 del mismo cuerpo legal[,]
cuando señala que la valoración de la prueba en la sentencia requerirá el
señalamiento del o de los medios de prueba mediante los cuales se dieren por
acreditados cada uno de los hechos y circunstancias que se dieren por probados.
Por lo mismo, no toda la prueba es objeto de valoración, sino solo aquella que se
sirve de fundamentación a las conclusiones [a] que llega el [t]ribunal. Respecto de
la demás prueba rendida en autos, y que no es objeto de valoración, lo que el art.
297 del Código Procesal Penal establece es que el [t]ribunal debe señalar las
razones por las cuales la desestima. (Considerando cuarto)
285. En relación con el argumento de los recurrentes en el sentido de que no se
valoró prueba testimonial de descargo, la Corte de Apelaciones afirmó que los
agravios expresados al respecto “corresponden a prueba que no fue empleada por
el [t]ribunal para fundamentar sus conclusiones” y que “[s]e trata, por lo mismo, de
prueba respecto de la cual […] no [se] impone la exigencia de valoración, sino solo
de expresar la razón por la cual fue desestimada” (Considerando octavo).
286. El perito Claudio Fuentes Maureira, propuesto por el Estado, manifestó que el
considerando quinto de la sentencia de la Corte de Apelaciones (supra párr. 283)
implicó “una interpretación demasiado restrictiva de las normas del Código
Procesal Penal”309.
288. Adicionalmente, este Tribunal nota que el fallo denegatorio de nulidad realizó
una interpretación del Código Procesal Penal (supra párr. 284) que permitió que
medios probatorios que los recurrentes consideraban como relevantes para
sostener su defensa no fueran valorados sino apenas señalados los motivos para
ser “desestimados”. Al respecto es preciso destacar que al resolver las
inconformidades expuestas por el recurrente, el juez o tribunal superior que
conoce del recurso a que tiene derecho un condenado bajo el artículo 8.2.h de la
Convención Americana debe asegurar que el fallo de condena proporcione una
fundamentación clara, completa y lógica en la cual, además de realizar una
descripción del contenido de los medios de prueba, exponga su apreciación de los
mismos y se indiquen las razones por las cuales los mismos le resultaron, o no,
confiables e idóneos para acreditar los elementos de la responsabilidad penal y,
por lo tanto, desvirtuar la presunción de inocencia.
b) Idoneidad: las medidas adoptadas deben ser idóneas para cumplir con el fin
perseguido332.
320. En el presente caso no consta que el secreto de todas las actuaciones del
sumario durante toda esa etapa procesal (ni de los “cuadernos reservados” aún
después de ella) respondiera a una medida necesaria para proteger información
que pudiera afectar la investigación. Consecuentemente, la defensa del imputado
no tuvo la oportunidad de conocer ninguna de las actuaciones y pruebas en que
se fundó su privación de libertad. Adicionalmente, la afirmación efectuada por el
Ministro Instructor en el auto de procesamiento de que existían “presunciones
fundadas para estimar que [al señor Ancalaf] le ha correspondido participación en
calidad de autor de los tres delitos” investigados, no estuvo acompañada de
información específica que el imputado y su defensa pudieran controvertir341. En
consecuencia, la Corte determina que el Estado no cumplió el requisito de
establecer la existencia de elementos de convicción suficientes que permitan
suponer razonablemente que personas ha participado en el delito que se
investiga(supra párr. 312.b).
321. La prisión preventiva de Víctor Ancalaf Llaupe tampoco fue dispuesta para
alcanzar un fin legítimo, pues en el auto de procesamiento no se hizo referencia a
la necesidad de la privación de libertad ni al fin que se buscaba en el caso
concreto con ella. La finalidad perseguida con la prisión preventiva quedó clara
cuando se denegaron todas las solicitudes de libertad provisional formuladas por
el señor Ancalaf Llaupe, lo mismo que las correspondientes apelaciones. La única
motivación de las resoluciones denegatorias fue la de que ello se hacía “por
estimarse peligrosa para la seguridad de la sociedad”, “[t]eniendo presente el
número de delitos que se imputan al procesado [y] el carácter de los mismos”. Las
apelaciones fueron desestimadas de plano y sin motivación.
322. La Corte considera que el referido fin de impedir que la libertad del imputado
resultara peligrosa “para la seguridad de la sociedad” tiene un sentido abierto que
puede permitir fines no acordes con la Convención. Al respecto, el perito Duce,
propuesto por CEJIL, explicó que dicha causal tiene un carácter abierto a
diferentes interpretaciones que pueden comprender no solo fines procesales y
legítimos, pero también fines que la Corte en su jurisprudencia ha considerado
ilegítimos para ordenar y mantener la prisión preventiva342.
327. Por las razones que anteceden, corresponde concluir que el Estado violó los
derechos a la libertad personal, a no ser sometido a detención arbitraria y a no
sufrir prisión preventiva en condiciones no ajustadas a los estándares
internacionales, consagrados en el artículo 7.1, 7.3 y 7.5 de la Convención
Americana, y el derecho a la presunción de inocencia, consagrado en el artículo
8.2 de la Convención Americana, todo ello en relación con el artículo 1.1 de la
Convención Americana, en perjuicio del señor Víctor Manuel Ancalaf Llaupe.
b) La prisión preventiva de Florencio Jaime Marileo Saravia, Juan Patricio
Marileo Saravia, Juan Ciriaco Millacheo Licán, José Benicio Huenchunao
Mariñán y Patricia Roxana Troncoso Robles 345
b.i) Hechos pertinentes
a) Sometimiento a prisión preventiva de Jaime Marileo Saravia, Juan Ciriaco
Millacheo Licán, José Benicio Huenchunao Mariñán y Patricia Troncoso Robles
328. El 28 de enero de 2003, se llevó a cabo en el Juzgado de Garantía Tutelar de
Collipulli la audiencia de formalización de la investigación que con respecto a,
entre otros, Jaime Marileo Saravia, Juan Ciriaco Millacheo Licán, José Benicio
Huenchunao Mariñán y Patricia Troncoso Robles. En ella, el Ministerio Público
solicitó que se les impusiera la prisión preventiva y la jueza así lo dispuso.
Fundamentó su resolución expresando que consideraba que “las declaraciones
reservadas tenidas a la vista por esta Juez constituyen presunciones fundadas de
la participación de los imputados en dichos hechos” y que “en estos momentos por
el hecho de que los imputados se encuentran sometidos a medida cautelar
personal en otros procesos pendientes, sin perjuicio de la revisión de cautelares
posterior procede conceder la prisión preventiva solicitada por el Ministerio
Público”. La medida cautelar a que estaban sometidos era también la de prisión
preventiva346.
336. Con respecto a Juan Patricio Marileo Saravia, la decisión judicial de adopción
de la prisión preventiva (supra párr. 329) proporciona elementos suficientes para
concluir que cumplió con la primera exigencia de señalar los indicios que permitan
suponer razonablemente que la persona ha participado en el ilícito que se
investiga.
b) Falta de fin legítimo
337. En cuanto al requerimiento de motivar la necesidad de la prisión preventiva
en un fin legítimo (supra párr. 312.a), las decisiones que dispusieron la prisión
preventiva no se ajustaron a la Convención Americana:
***
343. Por las razones expuestas, corresponde concluir que el Estado violó los
derechos a la libertad personal, a no ser sometido a detención arbitraria y a no
sufrir prisión preventiva en condiciones no ajustadas a los estándares
internacionales, consagrados en el artículo 7.1, 7.3 y 7.5 de la Convención
Americana, y el derecho a la presunción de inocencia, consagrado en el artículo
8.2 de la Convención Americana, todo ello en relación con el artículo 1.1 de la
Convención Americana, en perjuicio de los señores Juan Patricio Marileo Saravia,
José Benicio Huenchunao Mariñán, Florencio Jaime Marileo Saravia, Juan Ciriaco
Millacheo Licán y la señora Patricia RoxanaTroncoso Robles.
374. La Corte considera que la referida pena accesoria supone una restricción
indebida al ejercicio del derecho a la libertad de pensamiento y expresión de los
señores Norín Catrimán, Pichún Paillalao y Ancalaf Llaupe, no sólo por haber sido
impuesta fundándose en sentencias condenatorias que aplicaron una ley penal
violatoria del principio de legalidad y de varias garantías procesales (supra
capítulos VII.1 y VII.2), sino además porque en las circunstancias del presente
caso es contraria al principio de la proporcionalidad de la pena. Como ha
determinado la Corte, este principio significa “que la respuesta que el Estado
atribuye a la conducta ilícita del autor de la transgresión debe ser proporcional al
bien jurídico afectado y a la culpabilidad con la que actuó el autor, por lo que se
debe establecer en función de la diversa naturaleza y gravedad de los
hechos”366.
375. La Corte ha constatado que, como autoridades tradicionales del Pueblo
indígena Mapuche, los señores Norín Catrimán, Pichún Paillalao y Ancalaf Llaupe
les incumbe un papel determinante en la comunicación de los intereses y en la
dirección política, espiritual y social de sus respectivas comunidades (supra párr.
78). La imposición de la referida pena accesoria les ha restringido la posibilidad de
participar en la difusión de opiniones, ideas e información a través del desempeño
de funciones en medios de comunicación social, lo cual podría limitar el ámbito de
acción de su derecho a la libertad de pensamiento y expresión en el ejercicio de
sus funciones como líderes o representantes de sus comunidades. Esto a su vez
incide negativamente en la dimensión social del derecho a la libertad de
pensamiento y expresión, la cual de acuerdo con lo establecido por la Corte en su
jurisprudencia implica el derecho de todos a conocer opiniones, relatos y noticias
vertidas por terceros367.
378. Por las razones que anteceden, la Corte concluye que Chile violó el derecho
de libertad de pensamiento y expresión, protegido en el artículo 13.1 de la
Convención, en relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento, en perjuicio de
los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún
Paillalao y Víctor Manuel Ancalaf Llaupe.
..En perjuicio del señor Víctor Manuel Ancalaf Llaupe, en los términos de los
párrafos 401 a 410 de la presente Sentencia.
4. Protección a la familia
401. El artículo 17.1 de la Convención Americana establece lo siguiente:
407. Las visitas a las personas privadas de libertad por parte de sus familiares
constituyen un elemento fundamental del derecho a la protección de la familia
tanto de la persona privada de libertad como de sus familiares, no solo por
representar una oportunidad de contacto con el mundo exterior, sino porque el
apoyo de los familiares hacia las personas privadas de libertad durante la
ejecución de su condena es fundamental en muchos aspectos, que van desde lo
afectivo y emocional hasta el apoyo económico. Por lo tanto, sobre la base de lo
dispuesto en los artículos 17.1 y 1.1 de la Convención Americana, los Estados,
como garantes de los derechos de las personas sujetas a su custodia, tienen la
obligación de adoptar las medidas más convenientes para facilitar y hacer efectivo
el contacto entre las personas privadas de libertad y sus familiares.
410. Por las razones expuestas, la Corte concluye que el Estado violó el derecho
a la protección a la familia, consagrado en el artículo 17.1 de la Convención
Americana, en relación con la obligación de garantizar los derechos establecida
en el artículo 1.1 de dicho tratado, en perjuicio del señor Víctor Manuel Ancalaf
Llaupe.
Juan Patricio Marileo Saravia, Florencio Jaime Marileo Saravia, José Benicio
Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán y la señora Patricia
Roxana Troncoso Robles, en los términos del párrafo 411 de la presente
Sentencia.
por cuatro votos a favor y dos en contra, que:
10. No procede emitir un pronunciamiento sobre la alegada violación del
derecho a un juez o tribunal imparcial, consagrado en el artículo 8.1 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, de acuerdo con lo
señalado en los párrafos 193 y 229 de la presente Sentencia.
295. La Corte advierte que el texto del artículo 374.e) del Código Procesal Penal
establece una causal de nulidad absoluta con base en los deberes de motivación y
valoración probatoria consagrados en esa misma normativa procesal. Además de
lo anterior, le consta a este Tribunal que de acuerdo al artículo 381 del Código
Procesal Penal, al tribunal superior que resuelve el recurso se le debe remitir no
sólo la sentencia recurrida y el escrito de interposición del recurso, sino también
las actuaciones determinadas impugnadas o el registro de la audiencia del juicio
oral (supra párr. 272) que, según el perito Fuentes Maureira, se corresponde con
los audios de la audiencia pública. En ese sentido, la causal del artículo 374.e de
ese código permite que el recurrente interponga argumentos que no sólo se
refieran a la rectitud interna de la fundamentación del fallo condenatorio y su
apreciación de la prueba, sino que también posibilita que se ofrezca como
parámetro para sustentar esos argumentos aquellas actuaciones y pruebas
rendidas en el juicio oral que, según estime el recurrente, fueron indebidamente
valorados y sus conclusiones indebidamente fundamentadas en la sentencia
condenatoria.
296. En cuanto a la posición sostenida por las partes relativa a la interpretación
que tribunales nacionales habrían dado a la causal de nulidad absoluta del artículo
374.e) del Código Procesal Penal, los extractos de sentencias citados por el
Estado312 demuestran que en esos casos el tribunal superior hizo un análisis que
supera cuestiones estrictamente jurídicas en relación con la valoración de la
prueba y que, al contrario, involucran un examen que contrasta el acervo
probatorio del caso con la valoración y consecuencias jurídicas que el tribunal
inferior hizo del mismo. Al respecto, la Corte nota que se trata de sentencias
recientes de los años 2009, 2012 y 2013. La Corte advierte que, a su vez, los
representantes llamaron la atención respecto de la existencia de otros fallos
internos en los que el alcance de la referida causal de nulidad es restrictivo sobre
este punto y afirman la imposibilidad de analizar cuestiones relativas a la fijación
de los hechos en el juicio oral. Estas decisiones datan de los años 2010, 2011 y
2012. En esas sentencias se sostuvo una interpretación que reduce el ámbito de
revisión a cuestiones eminentemente relativas a la debida aplicación de las reglas
del derecho probatorio.
297. La Corte considera que los elementos aportados no son suficientes para
concluir que la causal del artículo 374.e) del Código Procesal Penal no cumple con
el estándar de recurso eficaz garantizado en el artículo 8.2.h de la Convención en
lo que respecta a su amplitud para comprender la impugnación de cuestiones
fácticas por medio de argumentaciones referidas al juicio probatorio realizado por
el tribunal inferior. Tomando en cuenta que existen mutuas implicaciones entre las
dimensiones fáctica, probatoria y jurídica de la sentencia penal (supra párr. 270.d),
la Corte considera que, no siendo una conclusión derivable del texto de la causal
referida, no ha sido probado que bajo la misma no sea posible impugnar
cuestiones relativas a la base fáctica del fallo por medio del examen del juicio
probatorio del mismo. Por lo tanto, la Corte concluye que en el presente caso el
Estado no violó el deber de adoptar disposiciones de derecho interno, establecido
en el artículo 2 de la Convención Americana, en relación con el derecho de recurrir
del fallo consagrado en el artículo 8.2.h de la misma, en perjuicio de las ocho
presuntas víctimas del presente caso.
298. No obstante, esta Corte insiste en que la interpretación que los tribunales
internos realicen de la referida causal debe asegurar que se garanticen el
contenido y criterios desarrollados por este Tribunal respecto del derecho a recurrir
el fallo (supra párr. 270). El Tribunal reitera que las causales de procedencia del
recurso asegurado por el artículo 8.2.h) de la Convención deben posibilitar que se
impugnen cuestiones con incidencia en el aspecto fáctico del fallo condenatorio ya
que el recurso debe permitir un control amplio de los aspectos impugnados, lo que
requiere que se pueda analizar cuestiones fácticas, probatorias y jurídicas en las
que está fundada la sentencia condenatoria.
364. Con base en los anteriores razonamientos, el Tribunal estima que el artículo
363 del Código de Procedimiento Penal aplicado al señor Ancalaf y el artículo
140.c del Código Procesal Penal de 2000 aplicado a las restantes siete presuntas
víctimas que regulaban la causal de prisión preventiva relativa al “peligro para la
seguridad de la sociedad” no eran normas per se contrarias a la Convención
Americana, puesto que podían ser interpretadas de una manera acorde a la
misma, siempre y cuando se aplicaran buscando un fin procesal y los criterios
tomados en cuenta fueran valorados en relación con la evaluación de la
configuración de un riesgo procesal en las circunstancias del caso concreto. Por
consiguiente, Chile no violó el deber de adoptar disposiciones de derecho interno,
consagrado en el artículo 2 de la Convención Americana, en relación con el
artículo 7 de la Convención Americana, en perjuicio de las ocho presuntas víctimas
del presente caso. Las violaciones a su derecho a la libertad personal se derivan
de la interpretación y aplicación judicial de dichas normas.
392. Entre los años 2002 a 2007, durante el tiempo que fueron procesados por
delitos de caracter terrorista, los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán,
Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Juan Patricio y Florencio Jaime Marileo
Saravia y José Benicio Huenchunao Mariñán y la señora Patricia Roxana
Troncoso Robles llevaron a cabo varias huelgas de hambre382. Podría pensarse
que dichas huelgas de hambre podían haberse llevado a cabo como protesta
contra condiciones carcelarias inhumanas y como medio para lograr su
modificación. Sin embargo, consta en el expediente que estas huelgas se
originaron en diversos motivos relacionados con la detención y el procesamiento
de las presuntas víctimas y con la utilización de la Ley Antiterrorista a su
respecto383. Fueron realizadas con el fin de ser escuchados por las autoridades,
denunciar las irregularidades en sus procesos judiciales y exigir su libertad, o en
su defecto, buscar la obtención de beneficios intrapenitenciarios, así como impedir
que se continuara aplicando la Ley Antiterrorista384. Ello incidió en que se
presentara un proyecto para modificar dicha ley, que, en octubre de 2010, culminó
con la promulgación de la Ley N˚ 20.467385 (supra párr. 98 y nota al pie de página
104).
393. Es innegable que dichas huelgas, que tuvieron una duración de 30 a 112
días, provocaron serias consecuencias emocionales y físicas en las presuntas
víctimas386. La perito Vargas Forman explicó que “[l]as huelgas de hambre son
usadas para llamar la atención del sistema jurídico y político por el trato de
terroristas a las personas mapuches[,] para denunciar los procesos jurídicos
irregulares[, …] para alcanzar algunos beneficios carcelarios, para evidenciar el
trato discriminatorio”. Asimismo, sostuvo que “[l]as huelgas [de hambre]
constituyen extremas experiencias de dolor emocional” con “consecuencias físicas
y psicológicas de largo plazo”, y que en el caso de las presuntas víctimas de este
caso “constituye[ron] una experiencia de extrema traumatización individual,
familiar y cultural”387.
395. Por otra parte, en las declaraciones rendidas tanto en la audiencia pública
como ante fedatario público, las presuntas víctimas se refirieron, entre otras
cosas, al impacto que les produjo en diferentes dimensiones de su vida la condena
por delitos de carácter terrorista y el haber tenido que cumplir una pena privativa
de libertad (supra párrs. 119, 129, 130 y 152), o bien en el caso de Juan Ciriaco
Millacheo Licán y José Benicio Huenchunao Mariñán por el tiempo que estuvieron
prófugos (supra párrs. 131 y 132). Se refirieron a los sentimientos de “injusticia”,
“dolor” y “desconfianza” que les provocó la aplicación de la Ley Antiterrorista, y a la
discriminación y estigmatización sufrida tanto por ellos como por sus familiares y
sus comunidades al haber sido categorizados como terroristas388.
Y DISPONE
por unanimidad, que:
15. Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación.
16. El Estado debe adoptar todas las medidas judiciales, administrativas o
de cualquier otra índole para dejar sin efecto, en todos sus extremos, las
sentencias penales condenatorias emitidas en contra de los señores
Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo Pichún Paillalao,
Víctor Manuel Ancalaf LLaupe, Florencio Jaime Marileo Saravia, Juan
Patricio Marileo Saravia, José Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo
Licán y la señora Patricia Troncoso Robles sobre las cuales la Corte se
pronunció en esta Sentencia, en los términos del párrafo 422 de la presente
Sentencia.
422. Por lo tanto, dadas las características del presente caso, y tal como lo ha
hecho esta Corte en ocasiones anteriores411, dispone que el Estado debe
adoptar, en el plazo de seis meses a partir de la notificación de la presente
Sentencia, todas las medidas judiciales, administrativas o de cualquier otra índole
necesarias para dejar sin efecto en todos sus extremos las sentencias penales
condenatorias emitidas en contra de los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán,
Pascual Huentequeo Pichún Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf Llaupe, Florencio
Jaime Marileo Saravia, Juan Patricio Marileo Saravia, Juan Ciriaco Millacheo
Licán, José Benicio Huenchunao Mariñán y la señora Patricia Roxana Troncoso
Robles sobre las cuales la Corte se pronunció en esta Sentencia. Ello comprende:
i) dejar sin efecto la declaración de las ocho víctimas de este caso como autores
de delitos de carácter terrorista; ii) dejar sin efecto las penas privativas de libertad
y penas accesorias, consecuencias y registros, a la mayor brevedad posible, así
como las condenas civiles que se hayan impuesto a las víctimas; y iii) disponer la
libertad personal de las víctimas que aún se encuentren sujetas a libertad
condicional. Asimismo, el Estado deberá, en el plazo de seis meses a partir de la
notificación de la presente Sentencia, suprimir los antecedentes judiciales,
administrativos, penales o policiales que existan en contra de las ocho víctimas en
relación con las referidas sentencias, así como la anulación de su inscripción en
cualquier tipo de registro nacional e internacional que los vincule con actos de
carácter terrorista.
17. El Estado debe brindar, de forma gratuita e inmediata, el tratamiento
médico y psicológico o psiquiátrico a las víctimas del presente caso que así
lo soliciten, de conformidad con lo establecido en los párrafos 425 y 426 de
la presente Sentencia.
425. La Corte estima, como lo ha hecho en otros casos414, que el Estado debe
brindar gratuitamente, a través de sus instituciones especializadas o personal de
salud especializado, y de forma inmediata, adecuada y efectiva, el tratamiento
médico y psicológico o psiquiátrico necesario, a Segundo Aniceto Norín Catrimán,
Víctor Manuel Ancalaf Llaupe, Florencio Jaime Marileo Saravia, Juan Patricio
Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco Millacheo Licán
y Patricia Roxana Troncoso Robles, previo consentimiento informado, incluyendo
el suministro gratuito de los medicamentos que eventualmente se requieran,
tomando en consideración los padecimientos de cada uno de ellos relacionados
con el presente caso; así como, en su caso, el transporte, y otros gastos que sean
estrictamente necesarios y estén directamente relacionados con la atención
médica y psicológica.
443. La Corte observa que por la actividad que realizaban las víctimas no es
posible determinar con exactitud cuál era su ingreso mensual. Sin embargo,
teniendo presente la actividad que realizaban la víctimas como medio de
subsistencia, las particularidades del presente caso, las violaciones declaradas en
la presente Sentencia, así como el período que permanecieron privadas de
libertad o en clandestinidad es posible inferir que durante el tiempo de
procesamiento y privación de libertad las víctimas no pudieran dedicarse a sus
actividades remunerativas habituales ni proveer a sus familias en la forma en la
que lo hacían con anterioridad a los hechos.
444. Por otra parte los intervinientes comunes se refirieron a que los familiares de
las víctimas incurrieron en gastos derivados de las violaciones de las que fueron
objeto las víctimas, particularmente por los gastos derivados de las visitas que
realizaban a las víctimas durante su privación de libertad. Al respecto, la Corte
constata que no cuenta con elementos que acrediten con exactitud los montos que
habrían desembolsado los familiares con estos fines. No obstante, es posible para
la Corte determinar fundándose en las declaraciones rendidas por las víctimas y
sus familiares, que estos últimos habrían incurrido en gastos para los traslados
hacia los centros penitenciarios para visitar a las víctimas y brindarles comida y
otros productos necesarios431. Asimismo, la Corte considera razonable presumir
que, con motivo de los hechos del presente caso y fundamentalmente a raíz de la
privación de libertad de las víctimas, los familiares debieron incurrir en diversos
gastos.
445. En cuanto al daño inmaterial, la Corte ha constatado el impacto psicológico y
moral en las ocho víctimas del presente caso por el procesamiento y condena por
delitos de carácter terrorista y por haber tenido que cumplir con una pena privativa
de libertad y penas accesorias fundándose en sentencias penales dictadas en
aplicación de una ley contraria a la Convención, en violación de garantías del
debido proceso y violatoria del principio de igualdad y no discriminación y el
derecho a la igual protección de la ley. Este Tribunal ha verificado, a través de las
declaraciones de las víctimas y sus familiares y de los peritajes psicológicos
elaborados por la señora Vargas Forman, las consecuencias que provocó en las
víctimas el haber sido declaradas responsables como autores de delitos de
carácter terrorista en violación de la Convención en diferentes dimensiones de su
vida personal, comunitaria y familiar432, cuyos efectos se extienden aún después
de haber cumplido -la mayoría de ellos- con las penas privativas de libertad433.
En el ámbito personal, las afectaciones se relacionan con la transformación
personal, sufrimiento y consecuencias que experimentaron por el procesamiento
por delitos de carácter terrorista, así como por el tiempo que permanecieron en
reclusión. Asimismo, las medidas arbitrarias de prisión preventiva y las referidas
condenas penales tuvieron efectos en la participación comunitaria de las víctimas,
especialmente en los casos de los señores Norín Catrimán, Pichún Paillalao y
Ancalaf Llaupe en el ejercicio de su rol como líderes indígenas de comunidades
mapuche. Adicionalmente, en el ámbito familiar, las declaraciones de las víctimas
y sus familiares evidencian la desarticulación de los vínculos familiares como
resultado de los procesos judiciales y los años de privación de libertad, aunado a
la preocupación y angustia que provocó en las víctimas el no proveer
económicamente a su familia ni cumplir con sus funciones parentales durante su
tiempo de reclusión.
446. Por todo lo anterior, la Corte considera pertinente ordenar una indemnización
a favor de los señores Segundo Aniceto Norín Catrimán, Pascual Huentequeo
Pichún Paillalao, Víctor Manuel Ancalaf Llaupe, Florencio Jaime Marileo Saravia,
Juan Patricio Marileo Saravia, José Benicio Huenchunao Mariñán, Juan Ciriaco
Millacheo Licán y la señora Patricia Roxana Troncoso Robles, que comprenda
tanto los referidos daños materiales como los daños inmateriales constatados,
para lo cual determina en equidad la cantidad de USD $50,000.00 (cincuenta mil
dólares de los Estados Unidos de América) o su equivalente en moneda nacional,
para cada uno de ellos.
D) Costas y gastos
447. CEJIL argumentó que “[d]esde su presentación como representante de
[Víctor Ancalaf Llaupe] ha afrontado una serie de gastos vinculados con la
realización de esta labor, y que incluyen viajes, pago de hoteles, gastos de
comunicaciones, fotocopias, papelería y envíos”, así como aquellos
“correspondientes al tiempo de trabajo jurídico dedicado a la atención específica
del caso y a la investigación, la recopilación y presentación de pruebas, realización
de entrevistas y preparación de escritos”. En su escrito de solicitudes y
argumentos solicitó a la Corte que ordene al Estado el rembolso de US$10.899,99
por concepto de costas y gastos. Con sus alegatos finales escritos presentó “un
detalle de los gastos incurridos desde la presentación del [escrito de solicitudes y
argumentos] hasta la celebración de la audiencia pública en la sede de la Corte”,
cuya suma asciende a US$17.816,77. En total, CEJIL solicitó a la Corte el
rembolso de US$28.716,76 por concepto de costas y gastos. Adicionalmente,
requirió que la Corte, “con base en la equidad[, …] ordene se abone una suma
dineraria adicional” por los gastos futuros que comprenden “aquellos relacionados
con el cumplimiento de la Sentencia”, así como “los gastos de viajes de Argentina
a Chile […], para impulsar el cumplimiento de la Sentencia y los demás gastos que
pudieran implicar el proceso […] a partir de la notificación de la Sentencia”.
436. La Corte estima que, en el marco del ordenamiento jurídico chileno aplicado
en este caso, resulta adecuado ordenar a Chile que, para evitar violaciones como
las declaradas en la presente Sentencia, regule con claridad y seguridad la
medida procesal de protección de testigos relativa a la reserva de identidad,
asegurando que se trate de una medida excepcional, sujeta a control judicial en
base a los principios de necesidad y proporcionalidad, y que ese medio de prueba
no sea utilizado en grado decisivo para fundar una condena, así como regular las
correspondientes medidas de contrapeso que aseguren que la afectación al
derecho de defensa sea suficientemente contrarrestada, de acuerdo con lo
establecido en la presente Sentencia (supra párrs. 242-247). Adicionalmente, el
Tribunal recuerda que a fin de garantizar dicho derecho de la defensa a interrogar
testigos, las autoridades judiciales deben aplicar esos criterios o estándares
establecidos por la Corte (supra párrs. 242-247) en ejercicio del control de
convencionalidad.
21. El Estado debe pagar a cada una de las ocho víctimas del presente caso
la cantidad fijada en el párrafo 446 de la presente Sentencia, por concepto de
indemnización de los daños materiales e inmateriales, en los términos de los
párrafos 471 a 475 de este Fallo.
22. El Estado debe pagar las cantidades fijadas en los párrafos 452 y 453 de
la presente Sentencia por concepto de reintegro de costas y gastos, en los
términos de los referidos párrafos y de los párrafos 471 a 475 de este Fallo.
472. El Estado deberá cumplir con las obligaciones monetarias mediante el pago
en dólares de los Estados Unidos de América o en su equivalente en pesos
chilenos, utilizando para el cálculo respectivo el tipo de cambio entre ambas
monedas que esté vigente en la bolsa de Nueva York, Estados Unidos de América,
el día anterior al pago.
475. En caso de que el Estado incurriera en mora, deberá pagar un interés sobre
la cantidad adeudada correspondiente al interés bancario moratorio en Chile.
24. El Estado debe rendir al Tribunal un informe, dentro del plazo de un año
contado a partir de la notificación de esta Sentencia, sobre las medidas
adoptadas para cumplir con la misma.
25. La Corte supervisará el cumplimiento íntegro de esta Sentencia, en
ejercicio de sus atribuciones y en cumplimiento de sus deberes conforme a
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y dará por concluido el
presente caso una vez que el Estado haya dado cabal cumplimiento a lo
dispuesto en la misma.
Los jueces Manuel E. Ventura Robles y Eduardo Ferrer Mac-Gregor Poisot
hicieron conocer a la Corte su voto conjunto disidente, el cual acompaña
esta Sentencia.
Redactada en español en San José, Costa Rica, el 29 de mayo de 2014…”
14. El Estado solicitó a este Tribunal que rechazara la demanda promovida por la
Comisión in limine litis, expresando los siguientes argumentos: el peticionario
nunca recurrió a los mecanismos disponibles dentro de la jurisdicción interna para
reclamar sus derechos de libertad personal, garantías judiciales y protección
judicial; el peticionario no agotó los recursos existentes en la jurisdicción interna
para reclamar su derecho a que se realizara una investigación respecto de los
alegados actos de tortura cometidos en su contra; la Comisión aplicó
incorrectamente la excepción contenida en el artículo 46.2(b) de la Convención; el
Estado advirtió el incumplimiento del requisito de agotamiento de los recursos de
la jurisdicción interna desde sus primeras comunicaciones a la Comisión, y la
Comisión afectó el equilibrio procesal y el derecho a la defensa del Estado pues
no le indicó claramente el objetivo de la audiencia celebrada el 13 de marzo de
2006; algunos de los motivos de hecho considerados en el informe de
admisibilidad fueron aportados por el peticionario sin ser transmitidos al Estado
violando la oportunidad de contradecirlos, y el párrafo 46 del informe de
admisibilidad comporta una clara ―falta de coincidencia entre los hechos
descritos como sustento del informe y los que […] llevaron a la Comisión a
determinar el mérito de la aplicación de la excepción‖.
15. En particular, el Estado alegó que la falta de agotamiento de los recursos
internos se refiere a aquellos relacionados con: (a) la Resolución 7306, de 6 de
diciembre de 2002, emitida por la Dirección Nacional de Migración y Naturalización
del Ministerio de Gobierno y Justicia de Panamá (en adelante ―Dirección
Nacional de Migración‖), por la cual se ordenó la aplicación de la sanción de
detención a la presunta víctima, y (b) la denuncia e investigación de los alegados
actos de tortura cometidos en su contra. En cuanto a la Resolución 7306, de 6 de
diciembre de 2002, el Estado mencionó que los recursos existentes en la
legislación panameña, en la época de los hechos, para la revisión de dicho acto
administrativo, eran los recursos de Reconsideración y de Apelación, el recurso de
Revisión Administrativa, el recurso de Protección de los Derechos Humanos, la
acción de Amparo de Garantías Constitucionales y la acción de Hábeas Corpus.
En opinión del Estado, todos los recursos mencionados estaban en vigencia, eran
efectivos para el ejercicio del derecho de tutela judicial y estaban al alcance de ser
accionados por el peticionario. Respecto a los alegados actos de tortura, el Estado
sostuvo que el señor Vélez Loor no interpuso denuncia o queja al respecto, a
pesar de que habría tenido acceso a medios y oportunidades para hacerlo.
16. Asimismo, en cuanto al momento procesal oportuno, el Estado refirió que las
advertencias de incumplimiento del requisito de agotamiento de los recursos
internos fueron realizadas en las primeras etapas del procedimiento ante la
Comisión y que dado que ―nunca dejó de aducir la falta de agotamiento de los
recursos de la jurisdicción interna, […] no puede alegarse que exista una renuncia
tácita al derecho que le asiste para interponer […] esta excepción‖.
ii. Argumentos de la Comisión
17. La Comisión alegó la extemporaneidad de los argumentos del Estado. Al
respecto, sostuvo que si bien en la primera respuesta de Panamá de 6 de marzo
de 2006, aparece una referencia final al artículo 46.1 a) de la Convención, ―el
Estado no presentó argumento alguno dirigido a sustentar la falta de agotamiento
de los recursos internos en el caso concreto, ni a explicar cuáles recursos estaban
disponibles y podían considerarse idóneos y efectivos frente a los hechos
alegados en la petición‖. Asimismo, advirtió que en la audiencia celebrada el 13 de
marzo de 2006 el Estado ―mencionó aisladamente algunos recursos o
‗mecanismos‘ a los cuales la [presunta] víctima p[udo] haber acudido‖, sin
embargo, ―ante la Corte Interamericana [presentó] un listado de recursos más
amplio y con un grado de especificidad que no puede considerarse equivalente al
presentado ante la [Comisión]‖.
iii. Argumentos de las representantes
18. Por su parte, las representantes alegaron que ―[c]on excepción del recurso
de h[á]beas corpus, el Estado no alegó la existencia de [los] recursos
[mencionados en la contestación de la demanda] en la etapa de admisibilidad en
el proceso ante la Comisión Interamericana‖. Asimismo, sostuvieron ―respecto a
los malos tratos y actos de tortura de los que [supuestamente] fue víctima el señor
Vélez, [que] el Estado no se refi[rió] expresamente a cu[á]les recursos habrían
sido idóneos y accesibles‖.
b) Determinación de la Corte
19. La Corte evaluará, conforme a su jurisprudencia, si en el presente caso se
verifican los presupuestos formales y materiales para que proceda una excepción
preliminar de falta de agotamiento de los recursos internos. En cuanto a los
presupuestos formales, en el entendido de que esta excepción es una defensa
disponible para el Estado, el Tribunal analizará en primer lugar las cuestiones
propiamente procesales, tales como el momento procesal en que la excepción ha
sido planteada (si fue alegada oportunamente); los hechos respecto de los cuales
se planteó, y si la parte interesada ha señalado que la decisión de admisibilidad se
basó en informaciones erróneas o en alguna afectación de su derecho de defensa.
Respecto de los presupuestos materiales, corresponde observar si se han
interpuesto y agotado los recursos de la jurisdicción interna, conforme a los
principios del Derecho Internacional generalmente reconocidos, en particular, si el
Estado que presenta esta excepción ha especificado los recursos internos que aún
no se han agotado, y será preciso demostrar que estos recursos se encontraban
disponibles y eran adecuados, idóneos y efectivos. Todo ello, debido a que por
tratarse de una cuestión de admisibilidad de una petición ante el Sistema
Interamericano, deben verificarse los presupuestos de esa regla según sea
alegado, si bien el análisis de los presupuestos formales prevalece sobre los de
carácter material y, en determinadas ocasiones, estos últimos pueden tener
relación con el fondo del asunto9.
20. Constituye jurisprudencia reiterada de este Tribunal10 que una objeción al
ejercicio de la jurisdicción de la Corte basada en la supuesta falta de agotamiento
de los recursos internos debe ser presentada en el momento procesal oportuno,
esto es, en la etapa de admisibilidad del procedimiento ante la Comisión; de lo
contrario, el Estado habrá perdido la posibilidad de presentar esa defensa ante
este Tribunal.
21. Del expediente ante este Tribunal surge que, durante el trámite de
admisibilidad ante la Comisión, el Estado no fue claro ni explícito en la invocación
de la excepción de falta de agotamiento de los recursos internos, pues no hizo
referencia al listado detallado de recursos que mencionó por primera vez en la
contestación de la demanda (supra párr. 15). Sobre este punto, el propio Estado
aceptó que en su primera comunicación ante la Comisión de 6 de marzo de 2006
solo invocó la norma del artículo 46.1 de la Convención ―sin una descripción
exhaustiva de los recursos disponibles y no agotados en este caso [en] particular‖.
De igual forma, el Estado reconoció que ―[s]i bien, la información proporcionada
en [dicho escrito y en la audiencia de 13 de marzo de 2006 ante la Comisión] no
era una lista exhaustiva de los recursos disponibles en la época, [si] era en efecto
suficiente como para que la Comisión conociera de la existencia de recursos
judiciales no utilizados, ni agotados, por parte del peticionario‖.
22. En cuanto a los alegatos de presunta afectación al derecho de defensa del
Estado, la Corte ha afirmado que la Comisión Interamericana tiene autonomía e
independencia en el ejercicio de su mandato conforme a lo establecido por la
Convención Americana11 y, particularmente, en el ejercicio de las funciones que le
competen en el procedimiento relativo al trámite de peticiones individuales
dispuesto por los artículos 44 a 51 de la Convención12. No obstante, dentro de las
atribuciones de la Corte se encuentra la de efectuar el control de legalidad de las
actuaciones de la Comisión en lo referente al trámite de asuntos que estén bajo el
conocimiento de la propia Corte13. Esto no supone necesariamente revisar el
procedimiento llevado a cabo ante la Comisión, salvo en caso de que exista un
error grave que vulnere el derecho de defensa de las partes14. Por último, la parte
que afirma que una actuación de la Comisión durante el procedimiento ante la
misma ha sido llevada de manera irregular afectando su derecho de defensa debe
demostrar efectivamente tal perjuicio15. Por ello, a este respecto, no resulta
suficiente una queja o discrepancia de criterios en relación a lo actuado por la
Comisión Interamericana16.
23. Sobre este aspecto, la Comisión argumentó que ―a pesar de que el Estado
indic[ó] no haber tenido conocimiento de la materia que se debatiría en la
audiencia, en el transcurso de la misma presentó argumentos respecto de la
admisibilidad de la petición‖, habiendo constituido dicha audiencia una
oportunidad procesal adicional a las otorgadas por la Comisión al Estado para
presentar todos sus argumentos sobre admisibilidad. Por su parte, las
representantes no presentaron alegatos específicos al respecto.
24. Vale recordar que no corresponde a la Corte, ni correspondía a la Comisión,
identificar ex officio cuáles son los recursos internos a agotar, sino que incumbe al
Estado el señalamiento oportuno de los recursos internos que deben agotarse y
de su efectividad. Tampoco compete a los órganos internacionales subsanar la
falta de precisión de los alegatos del Estado17, que a pesar de que contó con
varias oportunidades procesales no interpuso debidamente la excepción de
agotamiento de recursos internos.
25. De otra parte, tomando en cuenta las características del presente asunto y los
argumentos expuestos por las partes al respecto, este Tribunal considera que el
análisis preliminar de la disponibilidad y/o efectividad de la acción de hábeas
corpus, de las investigaciones de los supuestos hechos de tortura, o de la
asistencia consular en las circunstancias particulares del caso, implicaría una
evaluación de las actuaciones del Estado en relación con sus obligaciones de
respetar y garantizar los derechos reconocidos en los instrumentos internacionales
cuya violación se alega, cuestión que no debe examinarse con carácter preliminar
sino al examinar el fondo de la controversia.
26. En consecuencia, el Tribunal entiende que no se ha afectado el derecho a la
defensa del Estado, y que, consiguientemente, no hay motivo alguno para
apartarse de lo decidido por la Comisión en el procedimiento ante ella. Por ende,
la falta de especificidad por parte del Estado en el momento procesal oportuno
ante la Comisión, respecto de los recursos internos adecuados que alegadamente
no se habrían agotado, así como la falta de argumentación sobre su
disponibilidad, idoneidad y efectividad, hacen que el planteamiento al respecto
ante esta Corte sea extemporáneo.
27. Por último, es menester resaltar que el Estado realizó un reconocimiento
parcial de responsabilidad internacional (infra Capítulo VI), en el cual especificó y
admitió que el contenido de la Resolución 7306, de 6 de diciembre de 2002, no fue
notificado al señor Vélez Loor y que el proceso que llevó a la sanción de dos años
de prisión fue realizado sin garantía del derecho a la defensa. A este respecto, el
Tribunal estima que la interposición de la excepción preliminar de falta de
agotamiento de los recursos resulta en este caso incompatible con el referido
reconocimiento18, en el entendido de que la notificación de dicha decisión
constituía un prerrequisito para ejercer algunos de los recursos mencionados por
el Estado en su contestación19 y que la falta de garantía del debido proceso legal
para accionar los recursos constituye un factor habilitante de la jurisdicción del
sistema internacional de protección.
28. Consecuentemente, en virtud de los razonamientos expuestos anteriormente,
la Corte desestima la primera excepción preliminar interpuesta por el Estado.
2. Falta de competencia de la Corte ratione materiae para conocer de un
alegado incumplimiento de la Convención Interamericana para Prevenir y
Sancionar la Tortura
a) Argumentos de las partes
i. Argumentos del Estado
29. El Estado solicitó que se declarara inadmisible la demanda presentada por la
Comisión, en razón de la ―falta de competencia de la Corte […] para conocer
sobre el alegado incumplimiento de la obligación de investigar establecida en [la
Convención contra la Tortura], en función del contenido de los artículos 33 y 62 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que expresamente limitan la
competencia de la Corte a la interpretación o aplicación de esta [última]‖. En ese
sentido, el Estado alegó que ―no podría pretenderse que el reconocimiento de
competencia hecho por el Estado panameño respecto de la Convención
Americana […], pueda aplicarse para […] otorgar competencia a la Corte respecto
de la aplicación e interpretación de la Convención [contra la Tortura], sin que tal
pretensión constituya una actuación contraria al principio de consentimiento‖. De
la misma manera, señaló que este Tribunal no tiene competencia para conocer
sobre violaciones a las obligaciones contenidas en la Convención contra la Tortura
en este caso ya que el Estado, además de dar su consentimiento para obligarse
por dicho instrumento, debe manifestar y aceptar de forma expresa la competencia
para que la Corte Interamericana pueda aplicar e interpretar su contenido.
Finalmente, el Estado argumentó que la Corte tiene limitada su competencia
respecto de instrumentos internacionales que ―no le conceden expresamente la
facultad para determinar la compatibilidad de los actos y de las normas de los
Estados, como es el caso de la [Convención contra la Tortura]‖.
30. Para el caso de que se rechazara la excepción, el Estado solicitó a la Corte
que desarrollara de una manera más amplia su jurisprudencia de la última década
respecto de este asunto, dado que su criterio ―se sustenta en causas de hecho
que resultan insuficientes para determinar, con total certeza, el alcance de esta
jurisdicción hacia la aplicación e interpretación de la [Convención contra la
Tortura]‖.
ii. Argumentos de la Comisión y las representantes
31. La Comisión recordó que, tanto dicho órgano como la Corte, habían
determinado la existencia de violaciones a los artículos 1, 6 y 8 de la Convención
contra la Tortura, bajo el entendido de que el inciso tercero del artículo 8 de la
misma incorpora una cláusula general de competencia aceptada por los Estados
al momento de ratificar o adherirse a tal instrumento. De tal modo, no existían,
según la Comisión, motivos para que la Corte se apartara de su criterio reiterado,
el cual se encuentra de conformidad con el derecho internacional. Por su parte, las
representantes solicitaron que ―de conformidad con [la] jurisprudencia
consolidada [de la Corte] en la materia, [se] declar[ara] sin lugar la excepción
preliminar interpuesta por el Estado de Panamá‖.
b) Determinación de la Corte
32. Resulta pertinente recordar que, ante el argumento formulado por algunos
Estados de que cada tratado interamericano requiere una declaración específica
de otorgamiento de competencia a la Corte, este Tribunal ha determinado que ésta
puede ejercer su competencia contenciosa respecto de instrumentos
interamericanos distintos de la Convención Americana, cuando se trata de
instrumentos que establecen un sistema de peticiones objeto de supervisión
internacional en el ámbito regional20. Así, la declaración especial de aceptación
de la competencia contenciosa de la Corte según la Convención Americana y de
conformidad con el artículo 62 de la misma permite que el Tribunal conozca tanto
de violaciones a la Convención como de otros instrumentos interamericanos que le
otorguen competencia21.
33. Si bien el artículo 8 de la Convención contra la Tortura22 no menciona
explícitamente a la Corte Interamericana, este Tribunal se ha referido a su propia
competencia para interpretar y aplicar dicha Convención, en base a un medio de
interpretación complementario, como son los trabajos preparatorios, ante la
posible ambigüedad de la disposición23. De este modo, en su Sentencia en el
Caso Villagrán Morales y otros vs. Guatemala, el Tribunal se refirió a la razón
histórica de dicho artículo, esto es, que al momento de redactar la Convención
contra la Tortura todavía existían algunos países miembros de la Organización de
los Estados Americanos que no eran Partes en la Convención Americana, e indicó
que ―[c]on una cláusula general [de competencia, que no hiciera referencia
expresa y exclusiva a la Corte Interamericana,] se abrió la posibilidad de que
ratifiquen o se adhieran a la Convención contra la Tortura el mayor número de
Estados. Lo que se consideró importante[, en aquel entonces,] fue atribuir la
competencia para aplicar la Convención contra la Tortura a un órgano
internacional, ya se trate de una comisión, un comité o un tribunal existente o de
uno que se cree en el futuro‖24.
34. Sobre este punto, es necesario recalcar que el sistema de protección
internacional debe ser entendido como una integralidad, principio recogido en el
artículo 29 de la Convención Americana, el cual impone un marco de protección
que siempre da preferencia a la interpretación o a la norma que más favorezca los
derechos de la persona humana, objetivo angular de protección de todo el Sistema
Interamericano. En este sentido, la adopción de una interpretación restrictiva en
cuanto al alcance de la competencia de este Tribunal no sólo iría contra el objeto y
fin de la Convención, sino que además afectaría el efecto útil del tratado mismo y
de la garantía de protección que establece, con consecuencias negativas para la
presunta víctima en el ejercicio de su derecho de acceso a la justicia25.
35. En razón de las anteriores consideraciones, la Corte reitera su jurisprudencia
constante26 en el sentido de que es competente para interpretar y aplicar la
Convención contra la Tortura y declarar la responsabilidad de un Estado que haya
dado su consentimiento para obligarse por esta Convención y haya aceptado,
además, la competencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Bajo
este entendido, el Tribunal ya ha tenido oportunidad de aplicar la Convención
contra la Tortura y declarar la responsabilidad de diversos Estados en virtud de su
violación27. Dado que Panamá es Parte en la Convención contra la Tortura y ha
reconocido la competencia contenciosa de este Tribunal (infra Capítulo V), la Corte
tiene competencia ratione materiae para pronunciarse en este caso sobre la
alegada responsabilidad del Estado por violación a dicho instrumento, el cual se
encontraba en vigencia cuando ocurrieron los hechos.
36. Por los argumentos expuestos anteriormente, el Tribunal desestima la segunda
excepción preliminar interpuesta por el Estado.
38. El Estado alegó que el escrito presentado por las representantes ―busca
introducir en este proceso nuevas pretensiones que no están incluidas en la
demanda presentada por la Comisión [y que estas] pretensiones nuevas varían y
alteran el alcance del presente caso‖, por lo que no deben de ser admitidas por la
Corte como objeto del presente litigio.
39. Las pretensiones que el Estado considera que fueron introducidas en el
presente proceso por las representantes se refieren, a juicio de la Corte, tanto a
hechos como a derechos, a saber: los supuestos actos de tortura, la alegada
violación de los artículos 2 de la Convención contra la Tortura y 24 de la
Convención Americana, y la alegada responsabilidad del Estado por no haber
tipificado adecuadamente la tortura, las cuales solicitó no sean admitidas por este
Tribunal.
40. El argumento del Estado se refiere a las afirmaciones de las representantes de
que, mientras estuvo bajo la custodia del Estado en Panamá, el señor Vélez Loor
sufrió malos tratos, abusos sexuales y torturas. Específicamente, las
representantes sostuvieron que el señor Vélez Loor ―fue víctima de múltiples
vejámenes y malos tratos, mientras permaneció bajo la custodia de las
autoridades panameñas, los cuales deben ser considerados como tortura‖. Al
respecto, indicaron que el 1 de junio de 2003, luego de hacer una huelga de
hambre y suturarse la boca, el señor Vélez fue trasladado al Pabellón 12 de
máxima seguridad en el Centro Penitenciario La Joyita, en donde, ―lo golpearon‖,
derramaron gas lacrimógeno en la cara y ojos, ―rociaron polvo de gas
lacrimógeno en sus genitales‖ y ―fue violado sexualmente por un policía que le
ingresó un lápiz con polvo de gas lacrimógeno en el ano‖.
ii. Respuesta a los argumentos del Estado
41. Las representantes alegaron que dentro de su escrito desarrollaron
ampliamente los hechos y las pretensiones de derecho y reparaciones propuestas,
guiándose por el marco fáctico establecido en la demanda de la Comisión, sin
plantear hechos distintos y limitándose a explicar o contextualizar las violaciones
alegadas, por lo que solicitaron que dicho asunto previo sea desestimado.
Asimismo, especificaron que ―la descripción de los actos de tortura sufridos por
el señor Jesús Vélez Loor mientras estuvo bajo la custodia de las autoridades
panameñas no hacen más que desarrollar los hechos expuestos por la Comisión
en su escrito de demanda[, y] forman parte integral de éste‖. Así, consideraron
que corresponde a la Corte, en virtud de la mayor prueba allegada, valorar y
pronunciarse acerca de la responsabilidad del Estado por los alegados actos de
tortura. Del mismo modo, las representantes sostuvieron que si bien la Comisión
no hizo referencia a ―la violación del derecho a la integridad personal por tortura‖,
―[la] Corte ha reconocido expresamente que [las representantes pueden
introducir nuevas pretensiones]‖.
42. La Comisión no presentó consideraciones específicas relacionadas con este
tema.
b) Determinación de la Corte
43. Es jurisprudencia reiterada de la Corte que la presunta víctima, sus familiares
o representantes en los procesos contenciosos ante este Tribunal, pueden invocar
la violación de otros derechos distintos a los ya comprendidos en la demanda,
mientras no aleguen hechos nuevos a los ya contenidos en ella28, misma que
constituye el marco fáctico del proceso29. A su vez, la presunta víctima o sus
representantes pueden referirse a hechos que permitan explicar, contextualizar,
aclarar o desestimar los que han sido mencionados en la demanda, o bien,
responder a las pretensiones del demandante30, en función de lo que aleguen y la
prueba que aporten. Esta posibilidad tiene el propósito de hacer efectiva la
facultad procesal de locus standi in judicio que se les reconoce en el Reglamento
del Tribunal, sin desvirtuar por ello los límites convencionales a su participación y
al ejercicio de la competencia de la Corte, ni un menoscabo o vulneración para el
derecho de defensa del Estado31, el cual cuenta con las oportunidades
procesales para responder a los alegatos de la Comisión y de las representantes
en todas las etapas del proceso. Además, hechos que se califican como
supervinientes podrán ser remitidos al Tribunal en cualquier estado del proceso
antes del dictado de la sentencia32. En definitiva, corresponde a la Corte decidir
en cada caso acerca de la procedencia de alegatos de tal naturaleza en resguardo
del equilibrio procesal de las partes33.
44. A la luz de los criterios expuestos, corresponde al Tribunal determinar si los
hechos que se alega deben ser calificados como tortura se encuentran dentro del
marco fáctico establecido por la Comisión en su demanda.
45. El Tribunal advierte que, en el Informe de Admisibilidad No. 95/06, la Comisión
Interamericana consideró que en el caso del señor Vélez Loor los presuntos
hechos de tortura descritos en la petición y la inexistencia de información sobre
investigaciones y sanciones penales en relación con estos hechos caracterizaban
una posible violación de los artículos 5, 8 y 25 de la Convención Americana, y 1, 6
y 8 de la Convención contra la Tortura34. Al analizar los hechos traídos a su
conocimiento como posibles actos de tortura, la Comisión estimó en el Informe de
Fondo No. 37/09 adoptado en este caso, que no contaba ―con suficientes
pruebas de que el señor Vélez Loor fue torturado durante el tiempo que estuvo
bajo custodia panameña‖35, sin embargo, atribuyó responsabilidad al Estado
―por no emprender una investigación contemporánea adecuada sobre las
alegaciones de tortura del señor Vélez Loor‖36.
46. En su demanda ante esta Corte, la Comisión se refirió únicamente de manera
general a las denuncias de tortura realizadas en el marco del presente caso, pero
sin hacer una relación de los hechos o actos que constituirían tortura ni ningún tipo
de alusión a las circunstancias de modo, tiempo y lugar en que éstas ocurrieron.
Asimismo, se refirió a un examen médico y psicológico realizado al señor Vélez
Loor en Bolivia en junio de 2008, y advirtió que el mismo concuerda en algunos de
sus aspectos con las denuncias de tortura presentadas por el señor Vélez Loor en
el marco de otra petición contra Ecuador, que también se tramita ante la Comisión.
47. Las representantes, en su escrito de solicitudes y argumentos, y la presunta
víctima, en su declaración ante esta Corte, se refirieron detalladamente a hechos
que constituirían los alegados actos de tortura. El Tribunal estima que estos
hechos no pueden considerarse autónomamente como constitutivos de violación
en tanto no están en la demanda presentada por la Comisión; no obstante, la
información aportada por las representantes y la propia presunta víctima respecto
de los alegados actos de tortura en cuanto al modo, tiempo y lugar en que estos
habrían ocurrido es complementaria al marco fáctico de la demanda, en cuanto
aclara hechos sobre los que recaería el deber de investigar (supra párr. 43). Por lo
tanto, la Corte hará alusión a los hechos que constituirían tortura, según las
representantes de la presunta víctima, únicamente con el objeto de proceder al
análisis de la alegada obligación de investigar estos actos, incluida por la
Comisión en su demanda.
48. En consecuencia, de conformidad con el marco fáctico del presente caso, no
es viable analizar como una violación autónoma los hechos presentados como
tortura en relación con los artículos 5.2 de la Convención Americana y 2 de la
Convención contra la Tortura. Sin embargo, estos hechos serán tomados en
cuenta, en tanto dan contenido al deber del Estado de iniciar de oficio y de
inmediato una investigación respecto de los supuestos actos de tortura.
49. Sin perjuicio de ello, al analizar los hechos de la demanda relativos a las
condiciones bajo las cuales se desarrolló la privación de libertad del señor Vélez
Loor, el Tribunal podrá pronunciarse sobre otros aspectos jurídicos referidos a la
integridad personal establecida en el artículo 5 de la Convención.
50. En cuanto a los argumentos de las representantes relacionados con la alegada
violación del artículo 24 de la Convención Americana, el Tribunal considera que,
en el estado de evolución actual del sistema de protección de derechos humanos,
está dentro de la facultad de la representación de la presunta víctima incorporar
pretensiones jurídicas diferentes a las de la Comisión, siempre que sea sobre la
base fáctica de la demanda. Además, el Estado ha contado con todas las
oportunidades procesales para presentar sus argumentos de defensa en cuanto a
dichas solicitudes ante este Tribunal37. Por lo tanto, dichos alegatos serán
examinados por la Corte en el fondo de la presente Sentencia (infra Capítulo VIII-
3)
51. Por lo tanto, este Tribunal acepta parcialmente el primer asunto previo al
proceso interpuesto por el Estado.
El Estado aceptó ―la responsabilidad por la violación del derecho a las garantías
judiciales y a la protección judicial señalada en los artículos 8.1, 8.2, y 25 de la
Convención Americana y en relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento
respecto de la aplicación de la sanción de detención por un período de 2 años
ordenada en contra de Jesús Vélez mediante Resolución No. 7306[,] de 6 de
diciembre de 2002‖. Señaló que ―[l]a emisión de la Resolución No. 7306[,] a
pesar de ser formalmente un acto administrativo, estaba obligado a atender y
ofrecer en efecto las garantías procesales inherentes a los procesos penales, en la
medida que su aplicación afectaba el derecho fundamental de libertad. No consta
evidencia de que en este caso se haya cumplido adecuadamente con esta
obligación en la etapa de sustanciación del proceso administrativo dentro del cual
se determinó la sanción aplicada. [Así, l]a aplicación de la sanción privativa de
libertad, fue decidida inoída parte […]. La omisión descrita, igualmente resulta en
una violación de las garantías contempladas en el numeral 2 del artículo 8‖. Por
tanto, el Estado ―acept[ó] responsabilidad por la violación del artículo 8.1 y 8.2 en
sus literales (b), (c), (d) y (f) en relación con el artículo 1.1 de la Convención
[A]mericana, toda vez que no existió una comunicación formal escrita, y detallada
al inculpado sobre la acusación formulada en su contra; no se concedió al señor
Vélez el tiempo ni los medios adecuados para la preparación de su defensa; el
señor Vélez no fue asistido por un defensor, ni se le permitió su derecho a defensa
durante la sustanciación del proceso administrativo que resulto en la privación de
su libertad‖.
142. Es por ello que se exige que cualquier autoridad pública, sea administrativa,
legislativa o judicial, cuyas decisiones puedan afectar los derechos de las
personas, adopte tales decisiones con pleno respeto de las garantías del debido
proceso legal140. Así, el artículo 8 de la Convención consagra los lineamientos del
debido proceso legal, el cual está compuesto de un conjunto de requisitos que
deben observarse en las instancias procesales, a efectos de que las personas
estén en condiciones de defender adecuadamente sus derechos ante cualquier
tipo de acto del Estado que pueda afectarlos141. Adicionalmente, la Corte ha
interpretado que el elenco de garantías mínimas establecido en el numeral 2 del
artículo 8 de la Convención se aplica también a la determinación de derechos y
obligaciones de orden ―civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter‖142. Por
esta razón, no puede la administración dictar actos administrativos sancionatorios
sin otorgar también a las personas sometidas a dichos procesos las referidas
garantías mínimas, las cuales se aplican mutatis mutandis en lo que
corresponda143.
143. El debido proceso legal es un derecho que debe ser garantizado a toda
persona, independientemente de su estatus migratorio144. Esto implica que el
Estado debe garantizar que toda persona extranjera, aún cuando fuere un
migrante en situación irregular, tenga la posibilidad de hacer valer sus derechos y
defender sus intereses en forma efectiva y en condiciones de igualdad procesal
con otros justiciables145.
144. Es un hecho reconocido que, dado que no existía una reglamentación
específica del Decreto Ley 16 de 1960, la sustanciación del mismo se realizaba a
través del procedimiento establecido en la Ley 38 de 2000, relativa a los
procedimientos administrativos en general146. Es decir, era necesario recurrir a
normas supletorias. En este sentido, el procedimiento que concluyó con el acto
administrativo sancionatorio que privó de la libertad al señor Vélez Loor no sólo se
decidió sin que la parte fuese oída (supra párr. 60), sino que no brindaba la
posibilidad de ejercer el derecho de defensa, de audiencia ni del contradictorio,
como parte de las garantías del debido proceso legal, colocando al migrante
retenido al total arbitrio del poder sancionatorio de la Dirección Nacional de
Migración. En efecto, el Estado ―acept[ó] responsabilidad [dado] que no existió
una comunicación formal escrita, y detallada al inculpado sobre la acusación
formulada en su contra; no se concedió al señor Vélez el tiempo ni los medios
adecuados para la preparación de su defensa; el señor Vélez no fue asistido por
un defensor, ni se le permitió su derecho a defensa durante la sustanciación del
proceso administrativo que resulto en la privación de su libertad‖.
145. Además, la Corte ha sostenido que el derecho a la defensa obliga al Estado a
tratar al individuo en todo momento como un verdadero sujeto del proceso, en el
más amplio sentido de este concepto, y no simplemente como objeto del
mismo147. Los literales d) y e) del artículo 8.2 establecen el derecho del inculpado
de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor de su elección y
que, si no lo hiciere, tiene el derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor
proporcionado por el Estado, remunerado o no según la legislación interna. A este
respecto, y en relación con procedimientos que no se refieren a la materia penal,
el Tribunal ha señalado previamente que ―las circunstancias de un procedimiento
particular, su significación, su carácter y su contexto en un sistema legal particular,
son factores que fundamentan la determinación de si la representación legal es o
no necesaria para el debido proceso‖148.
146. La Corte ha considerado que, en procedimientos administrativos o judiciales
en los cuales se pueda adoptar una decisión que implique la deportación,
expulsión o privación de libertad, la prestación de un servicio público gratuito de
defensa legal a favor de éstas es necesaria para evitar la vulneración del derecho
a las garantías del debido proceso149. En efecto, en casos como el presente en
que la consecuencia del procedimiento migratorio podía ser una privación de la
libertad de carácter punitivo, la asistencia jurídica gratuita se vuelve un imperativo
del interés de la justicia150.
147. En consecuencia, el Tribunal considera que el hecho de no haber posibilitado
el derecho de defensa ante la instancia administrativa que resolvió la aplicación de
la sanción privativa de libertad impacta en todo el proceso y trasciende la decisión
de 6 de diciembre de 2002 en razón de que el proceso administrativo
sancionatorio es uno solo a través de sus diversas etapas151, incluyendo la
tramitación de los recursos que se interpongan contra la decisión adoptada.
148. Por consiguiente, la Corte considera que el Estado de Panamá violó, en
perjuicio del señor Vélez Loor, el derecho a ser oído contenido en el artículo 8.1 de
la Convención y el derecho a contar con asistencia letrada contenido en el artículo
8.2.d) y 8.2.e) de la Convención, en conexión con el artículo 1.1 de la misma, en
perjuicio del señor Vélez Loor.
e) Derecho a la información y acceso efectivo a la asistencia consular
149. La Comisión se refirió a las omisiones incurridas por el Estado de Panamá
que ―impidieron el acceso a asistencia consular adecuada y oportuna‖. Al
respecto, argumentó que ―el derecho a la asistencia consular implica que la
persona detenida o sometida a proceso sea informada de su derecho de
contactarse con el consulado y le sean proporcionados los medios para ello‖, lo
cual ―no ocurrió en el presente caso, pues el Estado panameño decidió
unilateralmente informar al Estado ecuatoriano sobre la situación, sin disponer
medio alguno para que fuera la [presunta] víctima quien entrara en contacto con
su consulado y solicitara el apoyo que requería‖. Asimismo, la Comisión advirtió
que ―no existe prueba alguna de que el Estado de Ecuador haya sido informado
oficialmente del proceso que se seguía a la [presunta] víctima ni de la sanción
penal que el mismo podía acarrear‖. Las representantes coincidieron con la
Comisión respecto a que ―[e]l Estado tampoco informó a[l señor Vélez Loor] de
su derecho a contar con la asistencia consular‖. Asimismo, alegaron que ―el
referido derecho no se satisface con la sola notificación por parte de las
autoridades del Estado que recibe‖, ya que ―es el individuo quien es el titular del
derecho de información y notificación consular, por lo tanto, Panamá debió
informarle sin demora al señor Vélez su derecho de comunicarse con el consulado
de su país, y además asegurar las condiciones para que pudiese hacerlo si lo
hubiese decidido‖.
150. El Estado señaló que el ―Consulado de la República del Ecuador fue
notificado telefónicamente por la Dirección Nacional de Migración […] sobre la
detención del [s]eñor Vélez Loor, el día 12 de noviembre de 2002‖ y que el señor
Vélez Loor tuvo comprobado auxilio consular de su país ―[d]esde inicios del mes
de diciembre [de 2002]‖. Asimismo, el Estado sostuvo que ―en la época de los
hechos, […] Panamá al igual que la gran mayoría de los países, aplicaba entonces
un criterio estatista respecto de la notificación consular[, por lo que] entendía el
derecho de notificación consular como un derecho del Estado de envío, no como
un derecho del individuo‖. Por ello, el Estado considera que ―[e]n el momento de
la detención del señor Vélez la notificación hecha al cónsul [de Ecuador] respecto
de la detención del individuo era, de acuerdo a los estándares internacionales
suficiente y adecuada[, por tanto] la obligación contemplada por el artículo 36 de la
Convención de Viena se había cumplido cabalmente‖.
151. La Corte ya se ha pronunciado sobre el derecho a la asistencia consular en
casos relativos a la privación de libertad de una persona que no es nacional del
país que le detiene. En el año 1999, en la opinión consultiva sobre El Derecho a la
Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del Debido
Proceso Legal, la Corte declaró inequívocamente que el derecho del detenido
extranjero a la información sobre la asistencia consular, hallado en el artículo 36
de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares (en adelante ―la
Convención de Viena‖), es un derecho individual y una garantía mínima protegida
dentro del sistema interamericano152. Este principio fue reiterado por la Corte
Internacional de Justicia en el caso LaGrand en el año 2001153. Adicionalmente,
existían también instrumentos internacionales no vinculantes que establecían este
derecho154. En consecuencia, no es cierto lo afirmado por el Estado que a la
época de los hechos, esto es el año 2002, la notificación al consulado era
suficiente.
152. La Corte observa que los extranjeros detenidos en un medio social y jurídico
diferente de los suyos, y muchas veces con un idioma que desconocen,
experimentan una condición de particular vulnerabilidad, que el derecho a la
información sobre la asistencia consular, enmarcado en el universo conceptual de
los derechos humanos, busca remediar de modo tal de asegurar que la persona
extranjera detenida disfrute de un verdadero acceso a la justicia, se beneficie de
un debido proceso legal en condiciones de igualdad con quienes no afrontan esas
desventajas, y goce de condiciones de detención compatibles con el respeto
debido a la dignidad de las personas. Para alcanzar sus objetivos, el proceso debe
reconocer y resolver los factores de desigualdad real de quienes son llevados ante
la justicia. Es así como se atiende el principio de igualdad ante la ley y los
tribunales y a la correlativa prohibición de discriminación. La presencia de
condiciones de desigualdad real obliga a adoptar medidas de compensación que
contribuyan a reducir o eliminar los obstáculos y deficiencias que impidan o
reduzcan la defensa eficaz de los propios intereses155.
153. Es así que desde la óptica de los derechos de la persona detenida tres son
los componentes esenciales del derecho debido al individuo por el Estado
Parte156: 1) el derecho a ser notificado de sus derechos bajo la Convención de
Viena157; 2) el derecho de acceso efectivo a la comunicación con el funcionario
consular, y 3) el derecho a la asistencia misma.
154. Para prevenir detenciones arbitrarias, la Corte reitera la importancia de que la
persona detenida sea notificada de su derecho de establecer contacto con una
tercera persona, tal como el funcionario consular, para informarle que se halla bajo
custodia del Estado, lo cual debe realizarse en conjunto con sus obligaciones bajo
el artículo 7.4 de la Convención. Cuando la persona detenida no es nacional del
Estado bajo el cual se haya en custodia, la notificación de su derecho a contar con
la asistencia consular se erige también en una garantía fundamental de acceso a
la justicia y permite el ejercicio efectivo del derecho de defensa, pues el cónsul
puede asistir al detenido en diversos actos de defensa, como el otorgamiento o
contratación de patrocinio letrado, la obtención de pruebas en el país de origen, la
verificación de las condiciones en que se ejerce la asistencia legal y la
observación de la situación de privación de libertad158.
155. El Tribunal pasa, seguidamente, a determinar si el Estado informó al señor
Vélez Loor del derecho que le asistía. Del expediente obrante ante la Corte no se
desprende elemento probatorio alguno que demuestre que el Estado haya
notificado al señor Vélez Loor, como detenido extranjero, su derecho a
comunicarse con un funcionario consular de su país, a fin de procurar la asistencia
reconocida en el artículo 36.1.b de la Convención de Viena sobre Relaciones
Consulares. La Corte considera que correspondía al Estado demostrar que en el
presente caso cumplió con la obligación de notificar al señor Vélez Loor el derecho
a la asistencia consular que asiste a todo extranjero detenido y no sólo a la
Embajada de Ecuador. Sobre esto, es importante resaltar que la Convención de
Viena pone la decisión de ser o no visitado por el funcionario consular en manos
del detenido159.
156. Ahora bien, todas las partes coinciden en que en algún momento se informó a
las autoridades consulares de Ecuador que el señor Vélez Loor se encontraba
bajo custodia del Estado panameño (supra párrs. 149 y 150), pero subsiste la
controversia respecto de cuándo fue la fecha en que fue hecha esta notificación al
consulado. La prueba proporcionada no ha sido conteste en cuanto a la fecha y el
modo en que se puso en conocimiento del Consulado del Ecuador en Panamá que
el señor Vélez Loor se encontraba bajo la custodia estatal160. Lo cierto es que al
5 de diciembre de 2002 la misión consular ecuatoriana ya había iniciado gestiones
para obtener la deportación del señor Vélez Loor161. Al respecto, el señor Vélez
Loor declaró que durante el tiempo que estuvo recluido en la Cárcel Pública de La
Palma se entrevistó con funcionarios de inmigración, sin embargo, manifestó que
―nunca tuv[o] conocimiento‖ de las gestiones que estaba realizando en diciembre
de 2002 el Consulado ecuatoriano en su favor. Asimismo, refirió que ―nunca
sup[o] cómo sucede la deportación‖ y que "no s[abe] cuáles hayan sido las
gestiones‖162.
157. Es pertinente recordar que el derecho de un detenido extranjero a solicitar la
ayuda del consulado de su país ha sido considerado como un componente de las
―garantías mínimas para brindar a los extranjeros la oportunidad de preparar
adecuadamente su defensa‖163. Es así que la Corte ha destacado varios actos
relacionados con la defensa en los que el cónsul puede asistir al detenido (supra
párr. 154) y su importancia para garantizar el cumplimiento del derecho a ―ser
asistido por un defensor‖ bajo el artículo 8.2.d) de la Convención. De modo tal que
―[l]a inobservancia u obstrucción de[l] derecho [del detenido] a la información
afecta las garantías judiciales‖164, y puede resultar en una violación de las
mismas.
158. En cuanto al acceso efectivo a la comunicación consular, la Convención de
Viena dispone que al detenido se le debe permitir: 1) comunicarse libremente con
los funcionarios consulares; y 2) recibir visitas de ellos165. Según este
instrumento, ―los funcionarios consulares tendrán derecho a visitar al nacional del
Estado [y] a organizar su defensa ante los tribunales‖166. Es decir, el Estado
receptor no debe obstruir la actuación del funcionario consular de brindar servicios
legales al detenido. Asimismo, el detenido tiene el derecho a la asistencia misma,
lo cual impone al Estado del cual el detenido es nacional el deber de proteger los
derechos de sus nacionales en el extranjero brindando protección consular. Las
visitas de los funcionarios consulares deberían ser con miras a proveer la
―protección de los intereses‖ del detenido nacional, particularmente los
asociados con ―su defensa ante los tribunales‖167. De esta manera, el derecho a
la visita consular presenta un potencial para garantizar y dar efectividad a los
derechos a la libertad personal, la integridad personal y la defensa.
159. La Corte observa que, si bien el señor Vélez Loor tuvo comprobada
comunicación con funcionarios consulares de Ecuador en el Estado de
Panamá168, el procedimiento administrativo que duró del 12 de noviembre al 6 de
diciembre de 2002, y que culminó con la resolución que le impuso una sanción de
privación de la libertad, no le proporcionó la posibilidad de ejercer el derecho de
defensa, audiencia ni del contradictorio, ni mucho menos garantizaba que dicho
derecho pudiera ejercerse en términos reales (supra párr. 144). Es decir, si bien el
señor Vélez Loor recibió visitas por parte de los funcionarios consulares en el
Centro Penitenciario La Joyita con posterioridad a la imposición de la sanción169,
en las cuales se le entregaron útiles de aseo personal, dinero en efectivo y
medicinas y se solicitó la intervención de médicos que verificasen su salud, no
pudo ejercer su derecho a la defensa con la asistencia consular ya que el
procedimiento administrativo sancionatorio no permitió materializarla como parte
del debido proceso legal, pues se decidió sin que la parte fuese oída.
160. Por lo anteriormente expuesto, la Corte concluye que en el presente caso la
falta de información al señor Vélez Loor sobre su derecho a comunicarse con el
consulado de su país y la falta de acceso efectivo a la asistencia consular como un
componente del derecho a la defensa y del debido proceso, contravino los
artículos 7.4, 8.1 y 8.2.d de la Convención Americana, en relación con el artículo
1.1 de la misma, en perjuicio del señor Vélez Loor.
202. La Cárcel Pública de La Palma en el año 2003 mantenía una capacidad física
para recluir 108 personas, tanto mujeres como hombres228. Según datos oficiales
del Sistema Penitenciario panameño229, en el año 2002 su población total había
llegado a 146 y en 2003 a 149. Por su parte, el Centro Penitenciario La Joyita en
el año 2003 mantenía una capacidad física para albergar 1770 personas230.
Según datos oficiales del Sistema Penitenciario panameño231, en el año 2002 su
población total de privados de libertad había llegado a 2430 detenidos y en el año
2003 a 2917.
203. Al haber sobrepasado los límites de su capacidad, ambas unidades
penitenciarias se encontraban, al momento de los hechos, con altos índices de
sobrepoblación. Aún más, dado que la densidad poblacional era mayor al 120% de
su capacidad de alojamiento oficialmente prevista, el Tribunal considera que los
niveles de sobrepoblación habían alcanzado un estado crítico. En consecuencia,
durante el tiempo que el señor Vélez Loor estuvo recluido en La Palma y en La
Joyita existían altos niveles de hacinamiento con una densidad poblacional de
135% y 164%, respectivamente.
204. Como ya ha destacado este Tribunal232, bajo tal situación de hacinamiento
se obstaculiza el normal desempeño de funciones esenciales en los centros, como
la salud, el descanso, la higiene, la alimentación, la seguridad, el régimen de
visitas, la educación, el trabajo, la recreación y la visita íntima; se ocasiona el
deterioro generalizado de las instalaciones físicas; provoca serios problemas de
convivencia, y se favorece la violencia intra-carcelaria. Todo ello en perjuicio tanto
de los reclusos como de los funcionarios que laboran en los centros penitenciarios,
debido a las condiciones difíciles y riesgosas en las que desarrollan sus
actividades diarias.
205. Dado que estos alegatos y el reconocimiento se refieren a hechos ocurridos
mientras el señor Vélez Loor se encontraba bajo la custodia del Estado panameño
debido a su situación migratoria irregular, privado de libertad en centros
penitenciarios del sistema nacional, el Tribunal habrá de referirse a continuación a
la necesidad de que las personas detenidas por su situación migratoria
permanezcan en lugares distintos a los destinados a las personas acusadas o
condenadas por la comisión de delitos penales, para posteriormente, entrar a
analizar los asuntos sobre los cuales subsiste la controversia.
210. La Corte considera que dado que el señor Vélez Loor fue privado de libertad
en la Cárcel Pública de La Palma y, posteriormente, en el Centro Penitenciario La
Joyita, centros carcelarios dependientes del sistema penitenciario nacional en los
cuales fue recluido junto con personas procesadas y/o sancionadas por la
comisión de delitos, el Estado violó el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención
Americana, en relación con el artículo 1.1 de dicho instrumento, en perjuicio del
señor Vélez Loor.
b) Condiciones de detención en la Cárcel Pública de La Palma y en el Centro
Penitenciario La Joyita
211. Habida cuenta del reconocimiento parcial de responsabilidad hecho por el
Estado (supra Capítulo VI), subsiste la controversia sobre las cuestiones
relacionadas con el suministro de agua en La Joyita y con la atención médica
brindada al señor Vélez Loor en dicho recinto, que se examinarán a continuación.
1) Suministro de agua en La Joyita
212. Respecto del Centro Penitenciario La Joyita, la Comisión resaltó, entre otros,
―las falencias en el acceso a servicios básicos como la falta de duchas, agua
potable, y un sistema adecuado para disponer la basura de los reclusos‖. Las
representantes manifestaron que el señor Vélez Loor estuvo detenido sin
―suficiente agua para el consumo humano y la poca que había era [de] mala
calidad‖, y que la ausencia de suministro de agua en La Joyita se prolongó por
dos semanas.
213. El Estado expresó que ―[e]s fals[o] que los reclusos habían estado sin agua
durante más de dos semanas [en La Joyita]‖, ya que durante dicho período se
adoptaron medidas de urgencia para garantizar el suministro a través del ―uso de
camiones cisternas‖, se identificaron las causas inmediatas del problema y
realizaron los correctivos necesarios para normalizar el referido suministro. En
este sentido, controvirtió ―la existencia de actuaciones dolosas en contra de las
personas privadas de libertad‖ y resaltó que ―[r]esulta tendenciosa la afirmación
de que el desabastecimiento de agua sea utilizado como una forma de castigo
hacia la población de privados de libertad‖.
214. De la prueba se desprende que, durante una visita de inspección que realizó
el personal del Programa de Supervisión de los Derechos de las Personas
Privadas de Libertad de la Defensoría del Pueblo de Panamá el 23 de junio de
2003, un grupo de internos del Centro Penitenciario La Joyita denunció la falta de
suministro de agua potable por un período de 15 días en las instalaciones de dicho
centro, lo cual habría ocasionado cuadros de deshidratación, diarrea y conjuntivitis
en internos de algunos pabellones, así como el desbordamiento de aguas
servidas. El 1 de julio de 2003 el Defensor del Pueblo admitió dicha queja, y
personal de la Defensoría realizó nuevamente una visita, constatando que ―el
lugar aún permane[cía] sin agua debido a un problema eléctrico que ha[bía]
afectado el suministro‖240. Las deficiencias y ausencia en el suministro de agua
para consumo humano, y su mala calidad, en el Centro Penitenciario La Joyita,
han sido objeto de estudio y pronunciamiento también por parte de la Defensoría
del Pueblo en el año 2004241.
215. La Corte estima probado que en junio de 2003, mientras el señor Vélez Loor
se encontraba recluido en el Centro Penitenciario La Joyita, se produjo un
problema en el suministro de agua que habría afectado a la población carcelaria.
La prueba allegada demuestra que las deficiencias en el suministro de agua
potable en el Centro Penitenciario La Joyita han sido una constante (supra párr.
197), y que en el año 2008 el Estado habría adoptado algunas medidas al
respecto242. El Tribunal observa que la falta de suministro de agua para el
consumo humano es un aspecto particularmente importante de las condiciones de
detención. En relación con el derecho al agua potable, el Comité de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas ha señalado que los
Estados Partes deben adoptar medidas para velar por que ―[l]os presos y
detenidos tengan agua suficiente y salubre para atender a sus necesidades
individuales cotidianas, teniendo en cuenta las prescripciones del derecho
internacional humanitario y las Reglas mínimas para el tratamiento de los
reclusos‖243. Asimismo, las Reglas Mínimas establecen que ―[s]e exigirá de los
reclusos aseo personal y a tal efecto dispondrán de agua y de los artículos de
aseo indispensables para su salud y limpieza‖, así como que ―[t]odo recluso
deberá tener la posibilidad de proveerse de agua potable cuando la necesite‖244.
En consecuencia, los Estados deben adoptar medidas para velar porque las
personas privadas de libertad tengan acceso a agua suficiente y salubre para
atender sus necesidades individuales cotidianas, entre ellas, el consumo de agua
potable cuando lo requiera, así como para su higiene personal245.
[…] a toda persona que denuncie haber sido sometida a tortura en el ámbito de su
jurisdicción el derecho a que el caso sea examinado imparcialmente[, y]
[c]uando exista denuncia o razón fundada para creer que se ha cometido un acto
de tortura en el ámbito de su jurisdicción, […] que sus respectivas autoridades
procederán de oficio y de inmediato a realizar una investigación sobre el caso y a
iniciar, cuando corresponda, el respectivo proceso penal258.
231. Esta obligación de investigar se sustenta en información que la Corte ha
conocido mediante el escrito de solicitudes y argumentos de las representantes y
declaraciones recibidas en audiencia pública ante el Tribunal, así como a través de
información que en su oportunidad fue presentada ante la Comisión y conocida
por ésta259.
232. Las representantes manifestaron que ―desde el primer momento de su
detención el señor Jesús Vélez Loor fue maltratado por agentes estatales‖, y
durante los diez meses que estuvo en prisión ―fue torturado como represalia por
reivindicar sus derechos‖. Así, se refirieron con detalle a los presuntos actos
constitutivos de ―tortura y malos tratos[,] incluyendo la tortura sexual‖, en los
siguientes términos:
a) al momento de su detención [el 11 de noviembre de 2002,] los agentes de la
Policía Nacional de Panamá que lo detuvieron realizaron varios disparos que lo
obligaron a tirarse al suelo boca abajo. Posteriormente, uno de los agentes puso
su pie sobre la cabeza del señor Vélez Loor [y] el otro se paró sobre sus manos y
apoyó fuertemente su bayoneta sobre la espalda de la [presunta] víctima,
amenazándolo con matarlo. Posteriormente, le esposaron las manos, le pusieron
grilletes en los pies y lo hicieron caminar descalzo, hasta un pequeño cuartel,
donde permaneció esposado a un poste por aproximadamente 8 horas.
b) en la Cárcel Pública de la Palma, el señor Jesús Vélez Loor y otros migrantes
en situación irregular iniciaron una huelga de hambre, para exigir su inmediata
deportación. En represalia, la [presunta] víctima recibió, en sus palabras: ―un
golpe en mi espina dorsal, una rotura en mi cabeza con un palo de madera en el
cual yo pude reconocer a mi agresor policial‖.
c) [en el Complejo La Joya-Joyita], sufrió una lesión en la cadera, producto de una
caída de una hamaca debido a que miembros de la Policía ingresaron al Pabellón
No. 6 lanzando bombas lacrimógenas. A pesar de haber solicitado atención
médica en reiteradas ocasiones por las lesiones que se le habían ocasionado […]
no se le proporcionó [ésta]. Ante la falta de respuesta a sus solicitudes, el 1 de
junio de 2003 el señor Vélez se cosió la boca e inició una nueva huelga de hambre
en el Pabellón 6 de La Joyita para solicitar que se le atendiera. [En] castigo se le
trasladó al Pabellón 12, considerado como de alta seguridad[, en donde, conforme
lo señalado por la presunta víctima:] ―me sacaron la ropa y totalmente desnudo
me tiraron al suelo, empezaron a garrotearme con el garrote policial en la espalda,
en las piernas y las plantas de los pies, me pateaban la cabeza y con la bota me
raspaban la parte del cuero cabelludo de mi cabeza, mientras estaba boca abajo,
después me alzaron la cabeza derramándome gas lacrimógeno en la cara y ojos,
no podía respirar y tuve que forzar los hilos que tenía mi boca para poder respirar
[…] después de esta larga tortura [un] Teniente […] me encerró en una pequeña
celda llamada la Discoteca […] luego me tiraron el polvo de gas lacrimógeno en mi
cuerpo y alrededor de la celda [el cual produce una] terrible sofocación […] pocas
horas después llegó un guardia homosexual el cual me propuso […] que si tenía
relación sexual con él me enviaría a otro lugar […] y por haberme negado me
empezó a garrotear propinándome una tremenda paliza y sacó un envase de
polvo que no sé que era y me lo regó en la espalda y en mis partes íntimas, luego
puso un poco en un papel y con un lápiz que cargaba en el bolsillo lo envolvió en
el polvo y me introdujo por mi ano casi dos centímetros ese extraño material en la
parte interior de mi recto con la parte del borrador del lápiz, ese polvo me ardía
como fuego‖.
233. Durante la audiencia pública el señor Vélez Loor declaró en forma detallada
que:
[…a]l momento que fui detenido […] la policía abrió fuego con fusiles […], me
obligaron a tirarme al piso, se acercaron, se pararon en mis brazos, me hicieron
abrir mis brazos en forma de cruz en el piso, se pararon en mis manos abiertas
sobre la palma de mi mano, y me despojaron de mis pertenencias. Posteriormente
a eso, me sacaron mis zapatos, mis calzados, me pusieron unos grilletes en mis
brazos y en mis pies y me obligaron a caminar descalzo […] hasta un pequeño
cuartel de la población Nueva Esperanza de la Provincia del Darién. […] Lo que
hicieron después [fue] colgarme de un poste […] de mi brazo derecho donde yo
permanecí casi ocho horas […].
[En la Cárcel Pública de La Palma,] todos los presos que estaban por situación
migratoria [tomaron la] decisión [… de] hacer una huelga pacífica, tomados de las
manos hacia afuera en un momento que nos sacaron, [y] en eso llega un montón
de policías y empiezan a arrastrarnos de los pies, como estábamos agarrados
empezaron a darnos garrotazos, palazos, […] y en esa golpiza que nos dieron a
mí me rompieron el cráneo […].
[En el marco de una huelga de hambre en el Centro Penitenciario La Joyita] el 1
de junio [de 2003] me costuré mi boca [… en respuesta,] me llevaron al pabellón
12 de máxima seguridad, caminando, alejado de los demás pabellones […],
entonces un policía […] dijo: ‗tráigame ese para acá, ¿por qué te has cosido la
boca?‘. Bueno, yo no hablaba nada porque tenía mi boca cosida, en ese momento
me empiezan a regarme gas en mi cara, yo me veo obligado a forzar mis labios,
se me desgarraron mis labios para poder respirar, y me sangré todo, y de allí me
sacan la ropa […] me dejaron desnudo y me pusieron mis esposas, […] en los
pies[, lo acostaron en el piso y] empiezan a caminar en una forma circular,
primeramente dando golpes con unos garrotes gruesos sobre las plantas de los
pies, y al regreso venían caminando por las espaldas de los detenidos desnudos y
destapando botellas de gas lacrimógeno y regándola en los cuerpos desnudos y
tirándoles agua […], era desesperante, era como fuego en la piel. De allí otra vez
rotaron y lo hacían virar boca arriba y venían caminando por las barrigas […] De
allí […], me llevaron a un cuartito que lo conocen ‗la discoteca‘ [… y] me siguieron
regando ese polvo […] de allí me encerraron en un pabelloncito […] ahí me siguen
regando gas, viene un policía con burla, riéndose, y me dice: ‗¿ah quieres tener
sexo conmigo?‘ Y riéndose, […], me golpea con sus botas, entonces, allí me
inserta con un lápiz por el lado del borrador polvo por mi ano, y me da patadas
[…]260.
234. La Corte observa que, tras ser deportado a la República de Ecuador (supra
párr. 95), el señor Vélez Loor denunció ante organismos estatales de su país
haber sido objeto de actos de torturas y malos tratos tanto en la Cárcel Pública de
La Palma como en el Centro Penitenciario La Joyita261. Específicamente, dirigió
una comunicación a la Comisión de Derechos Humanos del Congreso Nacional
del Ecuador el 15 de septiembre de 2003262 y a la Defensoría del Pueblo en
Ecuador el 10 de noviembre de 2003263.
235. Posteriormente, según afirma el Estado, el 24 de enero de 2004 fue
presentado ante la Embajada de Panamá en Ecuador un escrito elaborado por
quien manifestó ser apoderado legal del señor Vélez Loor264, al cual se adjuntó la
queja que habría sido presentada ante la Defensoría del Pueblo de Ecuador
(supra párr. 234). Las partes coinciden en que esta fue la primera vez que se dio
noticia a las autoridades del Estado de Panamá sobre los alegados actos de
tortura y malos tratos. De igual forma, el 15 de septiembre de 2004 el señor Vélez
Loor puso en conocimiento de la Cancillería de la República de Panamá265 los
hechos ocurridos. La Corte ha constatado que en ambos escritos se dio noticia al
Estado panameño sobre los alegados actos de tortura y malos tratos ocurridos en
Panamá, tanto durante su detención en el Darién, como mientras estuvo recluido
en la Cárcel Pública de La Palma y en el Centro Penitenciario La Joyita.
Posteriormente, el 7 y 24 de octubre de 2004 el señor Vélez Loor envió a la
Dirección General de Política Exterior – Asuntos Jurídicos y Tratados de Panamá
dos correos electrónicos266.
236. La Corte observa que los escritos referidos fueron presentados por el señor
Vélez Loor ante el Estado de Panamá una vez que ya no se encontraba bajo la
custodia del mismo. Al respecto, es indispensable notar que la víctima suele
abstenerse, por temor, de denunciar los hechos de tortura o mal trato, sobre todo
si se encuentra detenida en el mismo recinto donde estos ocurrieron267. Dada la
situación de vulnerabilidad e indefensión que provocan las instituciones como las
cárceles, cuyo interior está completamente fuera del escrutinio público, es
importante resaltar la necesidad de que se realicen inspecciones periódicas de los
centros de detención268, de garantizar la independencia del personal médico y de
salud encargado de examinar y prestar asistencia a los detenidos269, y que éstos
cuenten con mecanismos accesibles, adecuados y eficaces para hacer valer sus
reclamos y presentar quejas durante su privación de libertad270.
254. El Tribunal resaltó las medidas necesarias que los Estados deben adoptar
para garantizar un efectivo e igualitario acceso a la justicia de las personas que se
encuentran en una situación de vulnerabilidad agravada, como migrante en
situación irregular sometido a una medida de privación de la libertad. Así, hizo
referencia a la centralidad de la notificación sobre el derecho a la asistencia
consular (supra párr. 152) y al requerimiento de contar con una asistencia letrada,
en las circunstancias del señor Vélez Loor (supra párrs. 132 y 146). En el presente
caso ha quedado demostrado que el señor Vélez Loor no contó con dicha
asistencia, lo cual tornó inefectiva la posibilidad de acceder y ejercer los recursos
para cuestionar las medidas que dispusieron su privación de libertad, implicando
un menoscabo de hecho injustificado en su derecho de acceder a la justicia. Sobre
la base de lo que antecede, la Corte considera que el Estado incumplió su
obligación de garantizar, sin discriminación, el derecho de acceso a la justicia en
los términos de los artículos 8.1 y 25 de la Convención Americana, en relación con
el artículo 1.1 del mismo instrumento, en perjuicio del señor Vélez Loor.
11. Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación.
12. El Estado debe pagar la suma fijada en el párrafo 264 de la presente
Sentencia, por concepto de tratamiento y atención médica y psicológica
especializada, así como medicamentos y otros gastos futuros relacionados,
dentro de un plazo de seis meses.
264. En consecuencia, dispone que el Estado debe otorgar por una sola vez al
señor Vélez Loor, en un plazo de seis meses contados a partir de la notificación de
esta Sentencia, la suma de US$ 7.500,00 (siete mil quinientos dólares de los
Estados Unidos de América) por concepto de tratamiento y atención médica y
psicológica especializada, así como medicamentos y otros gastos futuros
relacionados.
270. Teniendo en cuenta que a partir del 10 de julio de 2009 se está llevando a
cabo una investigación sumaria por el delito contra la libertad en perjuicio del
señor Vélez Loor (supra párrs. 242 y 245), así como la jurisprudencia de este
Tribunal305, la Corte dispone que el Estado debe continuar eficazmente y
conducir con la mayor diligencia y dentro de un plazo razonable la investigación
penal iniciada por los hechos comunicados por el señor Vélez Loor. Para ello, el
Estado debe emprender con seriedad todas las acciones necesarias con el fin de
individualizar, juzgar y, en su caso, sancionar a todos los autores y partícipes de
los hechos denunciados por el señor Vélez Loor, para los efectos penales y
cualesquiera otros que pudieran resultar de la investigación de los hechos. Para la
investigación de los alegados actos de tortura, las autoridades competentes
deberán tomar en consideración las normas internacionales de documentación e
interpretación de los elementos de prueba forense respecto de la comisión de
actos de tortura y particularmente las definidas en el Manual para la investigación
y documentación eficaces de la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes (―el Protocolo de Estambul‖)306.
15. El Estado debe, en un plazo razonable, adoptar las medidas necesarias
para disponer de establecimientos con capacidad suficiente para alojar a las
personas cuya detención es necesaria y proporcionada en el caso en
concreto por cuestiones migratorias, específicamente adecuados para tales
propósitos, que ofrezcan condiciones materiales y un régimen acorde para
migrantes, y cuyo personal sea civil y esté debidamente calificado y
capacitado, de conformidad con lo establecido en el párrafo 272 de la
presente Sentencia.
272. En el presente caso el Tribunal determinó que el señor Vélez Loor fue privado
de libertad en la Cárcel Pública de La Palma y, posteriormente, en el Centro
Penitenciario La Joyita, centros carcelarios dependientes del sistema penitenciario
nacional en los cuales fue recluido junto con personas procesadas y/o
sancionadas por la comisión de delitos penales, a raíz de su situación migratoria
irregular (supra párr. 210). Para que las personas privadas de libertad por
cuestiones migratorias bajo ninguna circunstancia sean llevadas a centros
penitenciarios u otros lugares donde puedan estar junto con personas acusadas o
condenadas por delitos penales, la Corte ordena al Estado que, en un plazo
razonable, adopte las medidas necesarias para disponer de establecimientos con
capacidad suficiente para alojar a las personas cuya detención es necesaria y
proporcionada en el caso en concreto por cuestiones migratorias, específicamente
adecuados para tales propósitos, que ofrezcan condiciones materiales y un
régimen acorde para migrantes, y cuyo personal sea civil y esté debidamente
calificado y capacitado. Estos establecimientos deberán contar con información
visible en varios idiomas acerca de la condición legal de los detenidos, fichas con
nombres y teléfonos de los consulados, asesores legales y organizaciones a los
que estas personas pudiesen recurrir para pedir apoyo si así lo estiman pertinente.
b) Adecuación de las condiciones carcelarias en la Cárcel Pública de La Palma y
en el Complejo Penitenciario La Joya-La Joyita a los estándares internacionales