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Resumen
Uno de los temas que ha cobrado importancia en los últimos años, es la recuperación y
restablecimiento del equilibrio de nuestros ecosistemas, los cuales, se han deteriorado y
empobrecido con el tiempo por efecto de la presión antrópica, condiciones climáticas y
características del medio. El objetivo de esta revisión fue analizar los principales
planteamientos y trabajos en los que se ha investigado los factores que influyen en la
estabilidad de los ecosistemas. Para ello, se seleccionaron 50 artículos buscados en la base
de datos de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia que se analizaron a partir
de las dimensiones: diversidad, dinámica e interconexiones. Se encontró, que el número de
interconexiones está determinado por los hábitos alimenticios de las especies, cuya
diversidad favorece la estabilidad en los ecosistemas, mientras que su dinámica determina
la eficiencia en los flujos de energía.
Abstract
One of the issues that has gained importance in recent years is the recovery and restoration
of the balance of our ecosystems, which, have deteriorated and impoverished over time by
the effect of anthropogenic pressure, weather conditions and characteristics medium. The
objective of this review was to analyze the main approaches and works in which the factors
that influence the speed of ecosystems were investigated. For this purpose, 50 searched
articles were selected in the database of the Pedagogical and Technological University of
Colombia that is visualized from the dimensions: diversity, dynamics and interconnections.
It was found that the number of interconnections is due to the feeding habits of the species,
whose diversity favors the speed in the ecosystems, while its dynamics determines the
efficiency in the energy flows.
Introducción
Los ecosistemas son, por definición, complejos sistemas en los que factores biológicos,
climáticos y geológicos se combinan con factores sociales, políticos y económicos para
producir una serie de procesos ambientales que determinan su evolución (Blanco 2013),
mutación y selección, relacionados gracias a una correcta interacción que favorece su
simbiosis (García & Vergara 2000, Armenteras et al. 2016), aunque con diferencias a nivel
genético, diferencias en las respuestas morfológicas, fisiológicas y etológicas de los
fenotipos, diferencias en las formas de desarrollo, en la demografía y en las historias de vida
(Halffter 1995).
El interés en el estudio de los ecosistemas radica en que su equilibrio se puede alterar por
cualquier factor externo lo que produce serias alteraciones en formas complejas, en
respuesta a las perturbaciones (Andrade & Barton 2005) dando como resultado la reducción
de recursos y puesta en riesgo de comunidades, especies y por supuesto la seguridad
alimentaria. Teniendo en cuenta lo anterior, en este artículo se analizaran los factores que
alteran la estabilidad en los ecosistemas desde las dimensiones: dinámica, interconexiones
y diversidad, entendida como la medida de cambio de cualquier fenómeno, proceso que
incluye los siguientes componentes: la magnitud, la frecuencia, la elasticidad (resilencia) y
la persistencia (Badii et al. 2007).
Metodología
𝐼𝑆 = 𝐼𝐹 + 𝐼𝐷 + 𝐼𝑁 + 𝐼𝐸
IF: Índice físico, ID: Índice de diversidad, IN: Índice de calidad nutricional y el IE: Índice de
eficiencia energética.
𝐼𝐹 = 𝑃 + 0
P: Índice de profundidad efectiva O: Índice de materia orgánica (Pérez et al. 2009).
Datos que resultan útiles para establecer predicciones acerca de los cambios en las
abundancias de vida en un lugar (Wolf et al. 2006). En este sentido, el índice general de
estabilidad incluye la diversidad, eficiencia energética, calidad nutricional y características
físicas, valorándose en un rango de 0 a 12, para calificar el desempeño de un sistema (Pérez
et al. 2009) donde valores entre 9 y 12 indican un equilibrio funcional y estructural
(Hernández & García 2015). Dicho equilibrio demuestra una respuesta ante disturbios
grandes o pequeños como la entrada de nuevos organismos y actividades al sistema, es
decir, que cuando se logra recuperar el ecosistema, hablamos de una estabilidad local, y en
caso de regresar a un mismo punto hablamos de estabilidad global en la comunidad (Badii
& Ruvalcaba 2007, Jobbágy et al. 2006). Sin embargo, el tiempo de recuperación es
dependiente de la eficiencia del sistema, según Badii et al. (2007) debido a que la entrada
de organismos interfiere de una especie a otra y determina la estructura, dinámica y
productividad de las comunidades. Es por ello, que en sistemas naturales diversos se ha
demostrado que las redes alimentarias presentan múltiples conexiones y los organismos
toman el alimento de diferentes niveles tróficos (Wolf et al. 2006).
Es claro, que la principal amenaza para los ecosistemas es el factor antropogénico, cuyo
impacto se ha hecho más visible durante la última década por las cerca de 79 millones de
toneladas de CO2 liberadas en el atmosfera diariamente como resultado de las actividades
humanas (Bowler 2010) generando cambios en la temperatura y favoreciendo las bio-
invasiones, que se producen cuando los organismos son transportados y se establecen en
un nuevo rango en el que persisten, proliferan, y se propagan (Sharpa et al. 2011,
Lamouroux et al. 2004), debido a que se cruzan los umbrales geomorfológicos e
hidrológicos, y se provoca cambios bruscos en la estructura de la comunidad, el ecosistema
y los procesos biológicos (Humphries & Baldwin 2003), que son amenazas capaces de
poner en riesgo las especies, y cuya medición suele ser multifactorial requiriéndose un
conjunto de indicadores para representar el estado de los ecosistemas, y cuya
interpretación requiere una comprensión relativamente detallada (Moloneya et al. 2004).
En general, es necesario abarcar el análisis de los ecosistemas desde tres dimensiones:
interconexiones, diversidad y dinámica.
Dentro de la cadena trófica existen las interacciones predador-presa (Barros et al. 2014)
distribuidos según los recursos disponibles (Colla et al. 2009). En general, clasificamos los
grupos tróficos en depredadores (carnívoros), herbívoros y omnívoros (Callisto et al. 2001)
o, en grupos funcionales como: descomponedores, parasitoides, saprófitos/saprófagos/
coprófagos, nectarívoros/polinivoros, fitófagos, fitófagos succionadores de savia, fitófagos
xilófagos/perforadores de tallos/comedores de semillas, depredadores, hematófagos,
fitófagos formadores de agallas y parásitos de plantas (Clavijq & Amarillq 2013). Sin
embargo, también pueden clasificarse según información morfológica basada en el aparato
bucal (Neiff & Neiff 2006) o el contenido estomacal de cada taxón (Agostinho et al. 2006),
por ejemplo: fragmentadores –contenido de materia orgánica particulada gruesa mayor o
igual a 35%; 2) colectores –contenido de materia orgánica particulada fina mayor o igual a
65%; 3) depredadores –contenido de tejido animal mayor o igual a 35%; 4) raspadores –
contenido de algas mayor o igual a 35% (Chará et al. 2010). Así, el tipo de alimentación
determina que el ensamble en un ecosistema este estructurado principalmente por
especies que usan de la misma manera los recursos tróficos disponibles (Quijada & Cáceres
2000) y que en consecuencia tienen características morfológicas en su aparato bucal
diferenciadas.
En las cadenas tróficas debe existir un equilibrio entre los organismos depredados y los
depredadores, de modo que estos últimos nunca deben superar en número a los niveles
inferiores. Pero, la falta de especies carnívoras (meros, pargos, barracudas, etc.) es capaz
de generar una alta competencia de territorios, mientras que la presencia de un buen
número de especies de carnívoros nos da una idea de la resiliencia del ecosistema (Ramírez
et al. 2014). Mientras que la abundancia de omnívoros está relacionada con la presencia
antrópica debido a un cambio de la cobertura vegetal y desplazando a insectos que forman
parte de la alimentación de otras especies.
Otro efecto directo de los disturbios es el aumento de los niveles tróficos inferiores (Callisto
et al. 2001), donde los productores primarios son capaces de generar una trasferencia de
10%-13% y la perdida va hasta el 17% vía detrítica (Wolf et al. 2006), debido a una
modificación en el flujo de energía que suele ser menos eficiente cuando la tasa de
respiración se incrementa por aumento de la población en los niveles tróficos inferiores, en
este sentido su impacto es mayor puesto que difícilmente se logra regresar al estado
original alterándose la estabilidad equilibrio y hoy en día es observable en el gran número
de especies en extinción (Badii & Ruvalcaba 2007).
Esta riqueza de especies puede ser calculada mediante software como el Ecopath (Arreguı ́n
et al. 2002), modelos matemáticos determinando los índices de Simpson (D) (Ferretti et al.
2014), Shannon-Whienner (H´) donde valores iguales o superiores a 2,7 se relacionan con
una alta diversidad (Mosquera et al. 2015) entre otros, aunque también, puede calcularse
incluyendo los indicadores de riqueza de especies e índice de similitud según Mora et al.
(2013), quien obtuvo que las especies suelen establecerse solo bajo condiciones específicas,
y por ello las zonas se caracterizan por ser hábitat de solo algunos organismos, que pueden
aumentar con el tiempo según orígenes evolutivos y adaptaciones metabólicas que han
llevado a su éxito ecológico, de esta manera la mayor estabilidad temporal de las más
diversas comunidades es causada por una mayor productividad en la diversidad más alta (el
efecto "overyielding"), las interacciones competitivas (el efecto "covarianza"), y el
promedio estadístico (el efecto "cartera") (Lehman et al. 2000), es decir, la teoría predice
que la diversidad de especies puede mejorar la estabilidad de la biomasa a nivel de
comunidad, mientras que simultáneamente disminuye la estabilidad a nivel de población
(Steiner et al. 2005).
Sin embargo, es posible no encontrar relación entre la diversidad (a escala local) entre
especies nativas e introducidas, y el no encontrar una relación entre estos grupos
(considerando diferentes niveles de perturbación), podría significar que la presencia de
especies nativas e introducidas en el área perturbada estaría dada por una dispersión y
establecimiento más bien azaroso (Mardones 2015), favorecido por una alta cantidad de
recursos disponibles que posiblemente enmascaran el impacto y logran mantener el
equilibrio en el ecosistema.
La riqueza del lugar puede cambiar de acuerdo a las condiciones existentes resultantes de
variaciones internas y externas del sistema (González et al. 2014). En ese sentido, el
acortamiento de las mismas, los hace más vulnerables puesto que la energía se transporta
más rápido y cualquier cambio es capaz de causar un alto impacto en la biodiversidad. Es
por ello, que las comunidades terrestres mayormente simplificadas están caracterizadas
por fluctuaciones más violentas en sus densidades poblacionales que comunidades
terrestres diversas (Badii, 2007) debido a que se superan los límites naturales de la variación
(Badii et al. 2007). Por ello, la conservación de la diversidad biológica debe ser un objetivo
principal para la transición hacia sistemas ecológicamente sostenibles.
Este tipo de análisis se han hecho especialmente a nivel regional y local, debido a la gran
cantidad de factores que involucra basándose en tres dimensiones: el biotipo (Estructura
biótica y abiótica), dimensión de la diversidad (Estructura y competencia) y dimensión de la
complejidad (Cadenas tróficas e interconexiones con los hábitats) (Badii et al. 2007). No
obstante, por la amplitud de factores que involucra, se ha propuesto el uso de datos
espectrales provistos por sensores remotos para caracterizar el funcionamiento
ecosistémico como alternativa frente a la magnitud que dicho análisis significa (Paruelo
2008). Con dichas herramientas es posible hacer un análisis de disturbios mediante la
observación y determinación de los efectos que causan a nivel ecosistémico y directamente
sobre las especies (Rueda et al. 2006), de modo, que es una dimensión compleja, que
engloba el análisis de la estructura y a su vez la relación entre las interconexiones.
Conclusiones
El número de interconexiones en un ecosistema (Cadenas tróficas) se estructura a partir del
tipo de alimentación de los individuos que se encuentran en el habitad, lo que determina
los grupos funcionales con características morfológicas específicas y cuyo número y
estabilidad varía de acuerdo a la presión de factores externos de tipo ambiental, económico,
social y político, factores que a su vez modulan la madurez de los ecosistemas.
Su diversidad depende del número de especies existente en un sitio, de modo, que entre
mayor sea, es más estable el sistema al ser más resistente a los cambios estructurales y
fluctuaciones por la existencia de múltiples conexiones y menor perdida de flujos de
energía. Mientras que los sistemas simples no solo son más susceptibles sino que cualquier
efecto externo es capaz de conllevar a la pérdida de especies y extinción de las mismas.
Lo anterior implica que la dinámica en los ecosistemas como magnitud de los flujos de
energía determina su sostenibilidad en la medida que exista una mínima perdida y
recirculación de nutrientes, y cuya estabilidad debe contemplar la estructura,
interconexiones y competencia entre las especies, donde aquellas que son invasoras juegan
un papel fundamental en la modulación de los componentes bióticos y abióticos, por ello,
se considera que la actividad antrópica es un depredador cuya corriente hacia el uso
indiscriminado de los recursos debe limitarse mediante estrategias de conservación.
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