You are on page 1of 34
ISSN 0716-0887 CLAVA 5 1992 Museo Sociedad Fonck Vifia del Mar - Chile Contactos transpacificos: un acercamiento al problema de los supuestos rasgos polinésicos en la cultura mapuche José Miguel Ramirez Aliaga* INTRODUCCION Desde comienzos del presente siglo, se ha venido identificando una serie de rasgos arqueoldgicos, etnograficos, lingiifsticos y atin biolégicos en el 4rea Mapuche, cuya similitud con elementos polinésicos’ se ha interpretado en términos de un contacto transpacffico, (Menghin, 1960, San Martin, 1967). Ya en 1924, MacMillan Brown identificaba elementos polinesios que habrian llegado desde Nueva Zelanda o las Marquesas hasta el sur de Chile, y desde allf hasta el Peri, entre los cuales menciona el quipu, el curanto y el toki. La primera referencia a elementos “ex6ticos” en Chile centro sur se refiere a unos mata’a (puntas de proyectil de obsidiana, de Rapa Nui), encontrados en un sitio arqueoldégico de la costa central (Aichel, 1924); Oyarztin, 1927) pero el elemento mas Ilamativo son las lamadas “Clavas”, unas insignias 0 hachas de piedra pulida, uno de cuyos tipos fue denominado “mere okewa” por su parecido con las armas neozelandesas de ese nombre (Imbelloni, 1928; 1929; 1953; Menghin, 1960; Schobinger, 1956/57). Otro elemento es el nombre “polinésico” (toki) para las hachas de piedra mapuches (Imbelloni, 1928) y aun una referencia a una {6rmula de encantamiento para su uso ritual, que segin Imbelloni (1931) tiene paralelo en la Cultura Maori de Nueva Zelanda. Otros paralelos lingiifsticos fueron analizados por el Padre Sebastian Englert (1934), y se han encontrado unas figuras antropomorfas de piedra (Looser, 1932) cuyo estilo se interpreté como influencia de Rapa Nui (Carvallo, 1983). Ademés, esté el problema de la gallina araucana (Wilhelm, 1963), para la cual se est postulando un origen asidtico por via transpacffica, dispersandose en América a partir de Ecuador (Carter, 1976; Langdon, 1989), y la presencia en la isla de Chiloé, en el extremo sur del area mapuche, del curanto 0 cocina en horno subterréneo (umu en Polinesia), de la “minga”, un tipo de trabajo comunitario, Hamado “umanga” en Rapa Nui, y ciertos rasgos polinésicos no bien descritos en créneos indfgenas provenientes de la Isla Mocha (Ureta, 1937; Vergara, 1903). Este trabajo resume los resultados de un proyecto (Fondecyt 0193-90/9 1) destinado a evaluar si estas simililudes se deben a desarrollos paralelos 0 convergentes, 0 pueden explicarse como productos de un contacto transpacifico (cf. Ramirez 1990- 91; 1991 a; 1991 b). * Museo Sociedad Fonck, Casilla 951, Viria del Mar. 41 CONTACTOS TRANSPACIFICOS PRECOLOMBINOS La hipstesis de los contactos transpacfficos con América en tiempos precolombinos ha sido un problema largamente discutido, pero hasta cl momento parece centrarse en dos posiciones extremas: la de los defensores del autoctonismo de las culturas americanas y la de los “difusionistas”, cargados estos dltimos con el estigma del desprestigiado hiperdifusionismo de los inicios de la Antropologfa. Sorenson y Raish (1990) recogen 5.613 referencias bibliograficas sobre el tema. Efectivamente, existe una gran cantidad de referencias concernientes al supues- to origen transpacifico de una larga lista de rasgos culturales en diferentes culturas prehispdnicas de América (Latcham, 1927; Imbelloni, 1928; 1953; Emory, 1942; Martinez del Rio, 1943; Loayza, 1948; Canals Frau, 1950, 1955; Sorenson, 1952, 1971; Ibarra Grasso, 1958, 1967; Rivet, 1960; Eckholm, 1964; Heine-Geldem, 1966; Phillips, 1966; Me»"hin, 1967; Riley et al, 1971; Marschall, 1972; Tolstoy, 1974, 1991; Gardini, 1976, lett, 1983; Needham y Lu, 1985). Estos paralelismos no se refieren meramente a elementos aislados de la cultura material, cultigenos, rasgos lingtifsticos 0 aun musicales, sino a un complejo de Tasgos subyacentes en la cosmovisién y su representacién en mitos, astronomia, adivinaci6n y ritos especfficos (Casanowicz, 1916; Mackenzie, 1924, 1926; Heine- Geldern y Eckholm, 1951; Covarrubias, 1954, 1957; Briggs, 1950; Lou Wing-Sou, 1971; Carlson, 1981; Barthel, 1980, 1982; Needham y Lu, 1985). Para algunos, esas analogfas e identidades son expresiones de la “Unidad Psiquica de la Humanidad” (Brinton, 1896; Carroll, 1979) 0, simplemente, productos de una cvoluci6n independiente (Boas, 1911; Lothrop, 1932; Dixon, 1933; Krieger, 1935; Choy, 1960; Caso, 1962, 1965; Rowe, 1966; Phillips, 1966; Farb, 1978; Cardich, 1980). En algunos casos, estos tiltimos niegan toda posibilidad de que Altas Culturas del Viejo Mundo hayan influido en el desarrollo de las Altas Culturas de América con mas “chauvinismo” que argumentos cientificos, postura que segdn Carter (1981) es comparable a la del sastre que persuade a casi todos de no creer 10 que ven sus ojos. Siguiendo un lcido andlisis de algunos motivos art{sticos paralelos entre Asia y América, Levi-Strauss (1963) plantea que la actitud negativa de los antidifusionistas a ultranza no es més satisfactoria que la de los mds entusiastas difusionistas, y que ei mayor riesgo proviene de los “‘fariseos intelectuales” que prefieren negar relaciones obvias porque la ciencia no posee atin un método adecuado para su interpretacion. Una postura mas abierta pero todavia escéptica est4 representada por autores como Kroeber (1948), Steward (1949), Coe (1981) y Willey (1985), quienes recono- cen que al menos algunos rasgos culturales eri la América precolombina pudieron recibirse como préstamos transpacfficos, sin que hubieran influido decisivamente en el origen y desarrollo de sus Altas Culturas. En particular, la hip6tesis del contacto prehispanico transpacffico se ha utilizado como explicacién para los isomorfismos observados entre las culturas Olmeca de México y Shang de China (Meggers, 1971, 1975; Barber, 1990), y entre las culturas 42 Valdivia de Ecuador y Jomon de Japén (Estrada 1961; Estrada y Meggers, 1962; Meggers et al., 1966; Meggers, 1980, 1987). Esta tltima es la que ha generado mayores controversias (Coe, 1967; Rowe, 1966; Lathrap, 1967; Paulsen, 1977), incluyendo el problema de las condiciones adversas que habrian encontrado los antiguos navegantes en la travesia (McEwan y Dickson, 1978). Sin embargo, a estas objeciones se opone el exitoso experimento de una canoa de doble casco que pudo atravesar el Pacftico Norte entre Japon y la costa oeste de Estados Unidos (9.285 millas nduticas) en s6lo 51 dias, impulsada por la corriente y los vientos (Meggers, 1987). Una conexi6n en sentido inverso es 1a propuesta insistentemente por Thor Heyerdahl (1941; 1952; 1966; 1968) para explicar el origen de la Alta Cultura de Rapa Nui en la América precolombina (Tiwanaku), probando por sf mismo el mecanismo de las corrientes marinas (1948), Los argumentos de Heyerdahl han sido fuertemente criticados por su falta de objetividad y consistencia (cf. Golson, 1965), pero también hay quienes defienden la idea de indfgenas americanos en Polinesia como responsables de Ja introduccién de ciertos cultigenos (Langdon, 1982; 1983; 1988; 1989) y rasgos lingiifsticos (Langdon y Tryon, 1983). A pesar de que estas interpretaciones no tienen suficiente fundamento como para ser aceptadas por la comunidad cientffica, los especialistas no descartan la posibilidad de que se pudiera producir contactos entre Polinesia y América en el pasado (McCoy, 1979), pero en sentido oeste-este. De hecho, yaen 1938, Peter Buck proponfa que el camote, un cultigeno de origen americano (Yen, 1974), habia legado a Polinesia en manos de exploradores polinesios. EL PACIFICO SUR: UN ESCENARIO POSIBLE Uno de los argumentos més fuertes pero al mismo tiempo con menos base real en contra de la factibilidad de un contacto transpactfico, es el de la enorme distancia que separa Polinesia de América, junto a la percepcién de que la colonizacién efectiva de esos cientos de islas se debid en gran medida a la casualidad, viajando en contra de los vientos y corrientes predominantes. En los tiltimos afios, innumerables evidencias, tanto de la arqueologia como de los resultados de la navegacién experimental, el mejor conocimiento de los antiguos mecanismos de navegacién polingsicos asf como de los patrones de vientos y corrientes en el Pacifico sur, han hecho no s6lo aceptable sino muy probable un contacto con el borde oriental del gran continente marino que es el Océano Pacifico. Estos posibles contactos pudieron darse como parte del proceso mismo del poblamiento del Pacifico Sur (Emory, 1963; Bellwood, 1979), teniendo en cuenta la superior capacidad técnica y los avanzados conocimientos de navegacién de los antiguos polinesios (Buck, 1938; Sharp, 1964; Doran, 1971; Lewis, 197. ‘inney, 1967; 1977; 1979; 1991) y la dindmica de las corrientes y vientos (Irwin, 1989; 1990: Irwin et al., 1990; Finney et al.. 1989; Finney, ms), en especial por medio del fenémeno de “El Nifto”, durante el cual una canoa pudo ser conducida desde el centro de Polinesia hasta Rapa Nui, y aun hasta las costas del centro sur de Chile. 43

You might also like