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Periodismo Literario

María Fernanda Mejía Saavedra

Universidad Autónoma de Bucaramanga

Abril 7 del 2019

Nota

Medios de Comunicación, Profesora: Claudia Mantilla, Programa de Medicina,

Universidad Autónoma de Bucaramanga

Contacto: mmejia83@unab.edu.co
Periodismo literario

El periodismo cuenta con varios aspectos característicos, entre ellos el empirismo, las
ciencias necesitan de un criterio que las diferencia de los actores de otros sistemas sociales
que así mismo describen y explican “el mundo”: políticos, educadores, artistas, ciudadanos
comunes. Nuestro criterio es la distinción entre “verdadero y falso”. Básicamente, esta es la
única justificación para mantener y alimentar el subsistema enorme de las ciencias: que
hace saber al resto de la sociedad qué descripciones o explicaciones de un área dada de la
realidad es la mejor aproximación a la verdad, ya sea que se refiera al cambio climático, a
la teoría de la evolución o a los efectos de videojuegos violentos sobre los niños. Es mi
firme convicción de que estas aproximaciones a la realidad solo pueden producirse con la
ayuda de procedimientos empíricos duros, con evidencia sistemática de la manera más
efectiva posible la subjetividad del investigador o de cualquier otro actor del proceso. El
trabajo empírico significa básicamente que dejemos que la realidad decida sobre nuestras
hipótesis y no la argumentación, las redes sociales o la ideología. Algunos críticos han
dicho que el trabajo empírico es necesariamente afirmativo al status. Creo que es verdad lo
contrario.
La investigación empírica sin objetivos normativos fácilmente puede ser arbitraria, azarosa
y subsecuentemente irrelevante. Sin embargo, a diferencia de las aseveraciones sobre la
realidad, las normas y los valores no se pueden poner a prueba empíricamente. Aun así, son
de fácil disponibilidad para todos nosotros en las ciencias. Los encontramos en
declaraciones de derechos humanos, en las constituciones de nuestros sistemas políticos o
en textos y lineamientos éticos.
La identidad del periodismo como profesión se basa en el supuesto “lo creo cuando lo veo”.
En nuestro mundo moderno no existe ninguna otra profesión donde sea tan amplia la brecha
entre su indiscutible importancia para toda la sociedad y la percepción de sus límites,
estructuras y competencias. Esto ha sido así durante toda su historia, pero en el transcurso
de las últimas décadas se convirtió en un problema aún más permanente que no solo afecta
a quienes ejercen esta tarea, sino que también cuestiona su capacidad de cumplir una
función social. Varios hechos ocurridos tanto en el ámbito social como en la industria de
los medios de comunicación ponen en duda la identidad profesional del periodismo, por lo
que sus límites se han tornado incluso mucho más difusos que antes.
El periodismo se podría describir como el conjunto de prácticas que, dentro del ámbito
mayor de la comunicación, ha adquirido una condición especial a lo largo de una extensa
historia que estableció una diferencia entre el intercambio de noticias y sus orígenes en la
comunicación interpersonal. Así, mientras que intercambiar novedades con otras personas
de nuestro entorno social constituye una actividad humana habitual y cotidiana, tal
actividad requirió de una función social que determine la veracidad de los hechos y que
distinga “lo real de los rumores”. Por ende, “relatar acontecimientos, informar hechos
novedosos y al mismo tiempo discernir la verdad fáctica, son los principales elementos que
definen el periodismo como una práctica cultural” (Ibídem), concepto que se inscribe
dentro de la tradición de servicio público.
Los ciudadanos de esta nueva sociedad exigían que la información fuera valiosa e imparcial
a fin de hacer frente a los cambios en su entorno; por ejemplo, para averiguar dónde buscar
empleo, mantenerse al tanto de la situación de los mercados y saber quiénes eran los
candidatos a los cargos electivos. Esta exigencia de una nueva calidad en la información
proporcionada sirvió de estímulo para la redacción de informes más neutros y fácticos, y
posteriormente dio como fruto la norma profesional de “periodismo objetivo” y la división
del trabajo entre los reporteros, los redactores y los comentaristas.
Otra tradición de la identidad del periodismo es la económica. En la actualidad, la mayoría
de los periodistas son contratados por grandes empresas, habitualmente compañías
internacionales, para cosechar utilidades mediante la venta de sus productos. Esta situación
siempre ha sido igual durante la historia de esta profesión. Las editoriales estuvieron entre
los primeros en adoptar estos objetivos en forma periódica, extrayendo material de todas las
fuentes de información que pasaban por sus manos.
La aparición de la prensa popular o en masa persiguió esta meta abiertamente por primera
vez. Fundado en 1834, el periódico The New York Sun apuntaba a “hacer llegar al público,
a un precio asequible para todos, las noticias del día y al mismo tiempo ofrecer un medio
ventajoso de publicidad” (citado en Schudson, 1978, p. 21). En el marco de esta ideología
periodística, el contenido de los medios devino en una variable que dependía cada vez más
de las necesidades de los consumidores. A raíz de esta situación, por ejemplo, la política.
En la actualidad, el objetivo de vender un “producto de comunicación” que satisfaga las
expectativas y las preferencias del público en general ocupa un lugar de mayor prioridad en
la identidad periodística que antes.
Numerosos autores han formulado conceptos teóricos acerca de la identidad periodística, ya
sea como tipos ideales, marcos normativos o tipologías empíricas. Resulta interesante que
la mayoría de los conceptos más sólidos pase por alto la dimensión económica, quizá
porque se fundamentan en las funciones normativamente más aceptables del periodista
político y profesional. Por ejemplo, Janowitz (1975) establecía una diferencia entre los
tipos ideales de funciones que el público atribuye a los periodistas. Mientras que el primero
selecciona las noticias de acuerdo con normas profesionales como el valor de la noticia, el
segundo se basa en su utilidad para los grupos sociales (marginados) a los que brinda
apoyo. No obstante, dada la identidad tridimensional ya descrita, una definición teórica
adecuada ofrecería una conceptualización más diferenciada de las funciones de los
periodistas.
El periodismo debe hacer frente a varios retos cuya envergadura solo es comparable con los
que el autoritarismo trajo aparejado para la libertad de prensa. No obstante, el problema
radica en que todo esto tiene lugar en las sociedades libres y que no existe un único poder al
cual culpar por los acontecimientos que pueden resultar perjudiciales para la sociedad, al
menos por la calidad de su discurso público. Entre los numerosos impedimentos con que se
topa la profesión, se destacan cuatro. En primer lugar, el menguante público destinatario de
las noticias. En casi todos los países desarrollados la audiencia de los medios de
comunicación tradicionales está sufriendo una merma, tendencia que afecta sobre todo a los
periódicos y en particular a los lectores más jóvenes. Por ejemplo, entre 1980 y 2008 en
Alemania casi se redujo a la mitad el número de jóvenes (de 14 a 29 años) que
habitualmente leían algún periódico; sin embargo, las fuentes de información de internet
todavía no han contrarrestado esta decreciente exposición a los medios tradicionales.
Este influjo económico tiene dos orígenes: la necesidad de atraer a una gran audiencia
afecta la selección y la presentación de los temas, mientras que la demanda de conseguir
anunciantes pone en riesgo la solidez del muro que separa la sala de redacción del
departamento de publicidad. Según un estudio llevado a cabo en Alemania, los medios
ofrecen con mayor frecuencia la posibilidad de publicar artículos de relaciones públicas a
cambio de la contratación de anuncios publicitarios. Hoy en día, el 68 por ciento de los
periodistas de los Estados Unidos cree que la mayor “presión por obtener ganancias
menoscaba la profesión”, cifra que en 1995 llegaba al 41 por ciento (Pew Research Center,
2008). Solo la mitad de los encuestados sostiene que la alta gerencia de su medio asigna
mayor prioridad al interés público que al rendimiento económico de la empresa. Como
consecuencia de estas observaciones y experiencias, aproximadamente seis de cada diez
periodistas estadounidenses piensan que su profesión ha tomado “un rumbo errado”.
Otro aspecto es la reputación de la profesión: los periodistas pierden el apoyo del público
en casi todos los ámbitos. Los periodistas y su identidad profesional estadounidenses creen
que, en lugar de la prensa, son las fuerzas militares quienes les proporcionarán un “relato
más preciso de la guerra en Irak” (Pew Research Center, 2007). Otro desafío consiste en la
pérdida de identidad que afronta la profesión. Las nuevas tecnologías ponen al alcance de
todo el mundo un amplio abanico de herramientas de comunicación, por lo que ya no se
requiere de la participación de los medios tradicionales para comunicarse con el público.
Por fabulosos que resulten estos hechos para aprovechar el potencial de una estructura de
comunicación más popular, a los ojos del público han afectado profundamente la
singularidad del periodismo. Un indicador es su utilización. Hemos visto que los medios
tradicionales están perdiendo público, pero aún más grave es que en la misma plataforma
las organizaciones periodísticas estén cayendo de rodillas ante sus nuevos competidores.
Finalmente para concluir nos referimos a los jóvenes ya que ellos utilizan con mayor
frecuencia los blogs, las salas de chat o las redes sociales como Facebook o MySpace para
recibir lo que consideran “noticias”. Además, ciertas comunicaciones ingeniosas sobre
relaciones públicas, presentadas como artículos periodísticos, terminan socavando la
profesión. La propia noción de periodismo y de lo que entraña ser periodista ya no resulta
tan nítida como en el pasado, cuando los periodistas eran reporteros y redactores que
trabajaban para algún periódico, los medios radiotelevisivos o los servicios de teletipo. Así,
estamos siendo testigos de la decreciente valorización de un producto específico.

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