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= en Se Oy : Henne , ae eos ~ JOVEN MAPUCHE Jacqueline Balcells — y Ana Maria Giiiraldes _ aye = iastraw tones de TRANCISCO RAMOS. 23" edicién: marzo de 2009, © 1992 por Is ine Marty Aboitiz y Ana Maria Ciliraldes Camerati. Insuripeién N° 83.408, Santiago de Chiic. Derechos exclisivos de edicién reservados por Empresa Editora Zig-Zag, S.A. Editudo por Empresa Editora Zip-Zae, 8.A, Los Conquisradores 1704, Piso 10. Providencia. Telafouv 8107400, Fux 8107455. Famail: zigvaeidvigzag, ol Santiago de Chile. Impreso per RR Donnelley Antonio Escober Williams 590, Cerrillos. Santiago de Chile AA AA Quidora, Joven Mapuche | alba blanqueaba los maizaies y tefifa de amarillo las quinccrucas que formaban el pequefio poblado indigena. El bosque y la quebrada parccian atin dormidos en espera de que el sol asomara tras los picachos nevados. Y cuando Quidora, con sus cabellus sueltos hasta Ja ciniura, se desliz6 en silencio hacia la choza de paja donde dormga don Diego, un pajaro chillé entre las ramas de un canelo. Todavia humeaba la fogata de la noche anterior, donde el padre de Quidora, cl caci- que, y los jévencs guerreros que lo rodeaban. se habian reunido a conversar junto al calor de Jas Hamas. Habian planeado los tllimos | ¢Araucanos o Mapuches? Uno o dos siglos antes deiainvasidn incaicaaeste pais que atin no habia sido llamado Chile, un pueblo guerrero lleg6 a instalarse a la altura del rfo Cautin, separando cn dos a la po- blacién autéctona del Ingar. Este pueblo invasor se Ia- mubaa si mismo mapuche, que quiere decir “gente de Ta tierra”, y se supone que yino de las pampas argen- tinas, donde vivia como cazador némade. Fueron los espaiioles, mas tarde, los que darfan el nombre de araucanos a estos in- digenas que encontraron instalados entre el Biobio y el Toitén. Los mapuch rar en dos a la civilizacion chilena preincaica, empu- jaron hacia cl norts @ una parte deellay alrestohacia cl sur. Losdel norte pasaron a llamarse picunches y los del sur, huilliches, detalles de la partida y bebido agua de hierbas purificantes preparada por la machi hasta que el ciclo se puso del color de la luna. Ahora, Ios tonquidas de Ins hombres, cansados después de siete dias de intensos ejercicios, se escuchaban tras las paredes de barro y paja. La joven entré a la ruca del espafiol con él] silencio de un gato. —Ya esta todo preparado, Diego —susu- ro a Ja figura tendida cn el jergoén. Fi hombre abris los ojos y las hcbras ne- _ gras y brillantes del cabello de Quidora tocaron su frente. Las acaricié.conlamanoy se incorporé a medias en su colchén de hojas de maiz. —{Qué dices, pequefia? —su voz era débil.

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