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CAP I.

JUECES Y FISCALES

El artículo 138 de la Constitución vigente señala que "La potestad de Administrar

Justicia emana del pueblo" y que el pueblo usa como intermediario para Administrar

Justicia al Poder Judicial, por lo tanto, la Justicia en el Perú no es sólo un tema de

discusión para abogados, para fiscales o para jueces.

La función del fiscal es hacer que los procesos transcurran de acuerdo a las normas.

Evalúa la situación, determina qué delito se ha cometido y reúne todas las pruebas

necesarias. Pero quien toma las decisiones sobre las medidas restrictivas, como la

prisión preventiva, es el juez.

La Administración de Justicia en nuestro país es un problema del ama de casa, es un

asunto del vendedor ambulante, es un dilema del carpintero, del artesano, es un tema

de la sociedad en su conjunto, y, es por eso que, cuando deseamos realizar un

diagnóstico objetivo del Poder Judicial, tenemos inevitablemente que remitirnos a la

opinión de todos estos ciudadanos.

Por otro lado, solucionar el problema de la administración de justicia es quizá la medida

de mayor impacto para dinamizar la economía y lograr una mayor armonía social. En

todas las transacciones e interacciones (compraventas, alquileres, créditos,

matrimonios, etc.) existe un riesgo de incumplimiento y complicaciones que es

internalizado por el sistema y trasladado a la sociedad a través de los precios y las

tasas de incidencia. Si las garantías al crédito –como las hipotecas– pudieran

ejecutarse y cobrarse en plazos y a costos razonables, las tasas de interés y los

precios de las viviendas serían menores. Igualmente, si los costos y plazos de una

demanda de indemnización por daños fuesen razonables, las tasas de los seguros de

responsabilidad serían menores, así como los precios de todos los servicios que

involucran el uso de seguros, como el transporte y el almacenamiento.


La sociedad cuenta con una pésima imagen del sistema judicial peruano,se suele

pensar que es susceptible de corrupción. Esto qué significa, que el propio modelo

altamente burocrático de los procedimientos de nuestro sistema judicial induce a la

corrupción de trámites, pero estos trámites los efectúan terceros, personas muchas

veces al margen del Poder Judicial. Porque las personas identifican inclusive al policía,

al vigilante, al tramitador como miembros del sistema. Las personas identifican que

han pagado a un portero del Poder Judicial para agilizar un trámite y todo el sistema

es criticado. Otro número significativo lo mismo, todo apunta a la celeridad y

cuestionan la aparente lentitud que mantiene el Poder Judicial. La "leyenda negra" es

que todos los jueces son corruptos, la verdad es que la mayoría son honestos y ellos

son los primeros interesados en erradicar la deshonestidad, a condición de no ser

echados en el mismo saco con los que potencialmente practiquen el cohecho.

La Corrupción es diversa, es universal, es mundial. Pero también existen sistemas

para combatir esta potencial corrupción, que como hemos visto no es mayoritaria como

se cree, sino es marginal y controlable. No pasa, objetivamente, en el caso del Poder

Judicial. Es por ello, que tenemos que alegrarnos y decir: estamos trabajando con

hombres honestos y probos. Y si existe alguien que tiene inconducta, pues, hay que

separarlo y aplicarle drásticamente la ley, precisamente para que la mayoría no cargue

con las deshonras individuales que enlodan las instituciones.

La Reforma Judicial no es un hecho arbitrario, un hecho que interese únicamente al

Gobierno, a un grupo de jueces, sino, es un reto que corresponde al propio desarrollo

de la sociedad en su conjunto. Si es que nosotros nos atenemos al artículo 138 de la

Constitución que expresa: que quien detenta el Poder Judicial no son los jueces, sino

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la ciudadanía, debemos escuchar sus sentidos reclamos por modificar y optimizar la

Administración de Justicia por medio de una gran Reforma.

La importancia de la función judicial en el sistema norteamericano es enorme y, el

ejercicio de la misma, constituye un verdadero poder político. El poder del juez no tiene

parangón en otro sistema. Los problemas sociales más trascendentes pasan por las

decisiones de los jueces. Por ello se afirma con acierto, que el juez es uno de los

primeros poderes políticos de dicho país.

Los norteamericanos han reconocido a los jueces el derecho de fundamentar sus

decisiones en la Constitución, antes que sobre las leyes. Es decir, se faculta la

posibilidad de inaplicar leyes que son inconstitucionales. Sin embargo, entendido en

sus correctos términos, dicha potestad no permite “atacar” las leyes, sino a través de

los medios judiciales y no en forma abstracta. Por ello, cuando el juez “ataca” una ley,

sólo tiene por objeto lesionar un interés individual y la ley es “herida” de manera

referencial.

En un Estado constitucional, la interpretación es un tema esencial. Los métodos de

interpretación, en general, son útiles para encontrar los argumentos que justifiquen una

decisión. Ningún método es mejor que el otro. Todos los métodos son buenos si nos

brindan los argumentos para justificar una decisión que debe ser razonable,

socialmente aceptable y justa. La relación norma-caso es fundamental. La

interpretación debe relacionar estos dos aspectos, la ley y el caso concreto, la ley y la

realidad.

El Estado Constitucional es un estadio más de la idea de Estado de Derecho, o mejor,

su culminación; si el Estado Legislativo de Derecho había supuesto la sumisión del

juez a la ley, el Estado Constitucional de Derecho supone que éste y también el

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legislador vienen sometidos a Derecho, en este caso, a la Constitución. Es en este

contexto donde las decisiones justas ya no se agotan en la correspondencia con el

texto legal, sino –principalmente- con la correspondencia con los principios

constitucionales. Es entonces que la vinculación del juez al sistema jurídico se extiende

a algo más abstracto e impreciso, como son los principios, siendo éstos el límite de

clausura del sistema.

La solución no es tarea sencilla. Involucra asuntos complejos, como incentivos, costos,

plazos y capacitación, entre otros. Sin embargo, al final, se trata de un problema

técnico que tiene solución. Con los recursos y voluntad política adecuados, aunque

ahora parezca imposible, el país podría tener un buen sistema de administración de

justicia en breve plazo.

No obstante, llama la atención la poca importancia que otorgan al tema los políticos

que aspiran a gobernar el país. Puede ser que algunos vean el problema como

demasiado, que existan intereses creados. Lograr un sistema de justicia eficaz

requiere un amplio debate.

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