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JUAN PABLO II
♦ Gestión del tiempo. No sabía perder un minuto, aunque nunca tenía prisa.
Su jornada era muy larga, bien planificada y mejor ejecutada. Sus agendas eran
agotadoras, pero conseguía alcanzar sus objetivos. Se levantaba muy
temprano, a las cinco de la madrugada y su trabajo empezaba con más de una
hora de oración personal, donde meditaba sobre todos los problemas que
acechaban al mundo y los ponía en manos de Dios. Oración, reuniones con su
equipo, resolución de problemas, audiencias privadas y públicas, lectura,
escritura… Escribió muchísimos documentos. Personalmente destaco la
encíclica “Centesimus Annus“, promulgada el 1 de mayo de 1991 y que sirve
de marco de análisis de las cuestiones socio-políticas del momento. También
ocupa un lugar muy destacado la “Laborem Exercens“, promulgada el 14 de
septiembre de 1981, que dedica al trabajo humano y al hombre en el amplio
contexto de la realidad laboral. Deberían ser lectura obligatoria para cualquier
empresario o diirectivo.
♦ “Gestión itinerante”. Con enorme maestría salía del despacho para ejercer
su liderazgo. Es más, una gran cantidad de tiempo se lo pasaba fuera. Muestra
de ello son los más de 170 viajes que llevó a cabo por los cinco continentes y
la gran cantidad de idiomas que manejaba. Tenía muy claro que su tarea
estaba, en gran medida, fuera de su lugar habitual de trabajo.
♦ Delegación. Otra competencia muy visible en Juan Pablo II. A sus máximos
y cercanos colaboradores les daba libertad absoluta porque confiaba
plenamente en ellos. Había elegido un equipo muy profesional y se fiaba
ciegamente del criterio de todos y cada uno. Lugar muy destacado ocuparon
tres personas, Joaquín Navarro-Valls, su portavoz durante veintidós
años; Stanislaw Dziwisz, secretario personal y, Joseph Ratzinger, actual Papa
Emérito, Benedicto XVI. Lo importante en la delegación es elegir muy bien a
quienes van a trabajar contigo y él lo hizo a la perfección.
♦ Toma de decisiones. Dificilísimo pero muy necesario cuando una está
investido de tanta autoridad. No le tembló nunca el pulso cuando tuvo que
manifestar lo que, a su juicio, estaba mal y había que rectificar. Su pontificado
está lleno de decisiones. Tuvo que tomar las riendas de la Compañía de
Jesús en unos momentos muy difíciles. Fue muy claro con la teología de la
liberación, no dudo en condenar todo lo que se hacía mal, dentro y fuera de la
Iglesia. Era muy fiel a sus convicciones y las llevaba a sus últimas
consecuencias.
Podría estar horas escribiendo sobre este fantástico líder, pero no es posible.
Solo para finalizar, diré que llevó a sus más últimas consecuencias los tres
pilares básicos del liderazgo autentico: dirección, alineamiento y compromiso.
Supo conducir a la Iglesia con claridad, objetivos muy definidos, y marcando
con nitidez el camino. Mostró una gran maestría a la hora de alinear a todos
hacia el objetivo común y, consiguió comprometer a mucha gente, que ahora
en su canonización han estado con él.
Se dice que una gran multinacional escribió el perfil de este gran “directivo” y
se lo entregó a una conocida firma de headhunting para que, tomándolo como
modelo, buscasen al sustituto de su CEO que se iba a jubilar en breve, pero
nunca encontraron al candidato con ese perfil. No es de extrañar, estos líderes
son de otra naturaleza y no abundan, para desgracia de los mortales que cada
día acudimos a nuestras empresas deseosos de encontrar algo nuevo que dé
sentido al trabajo y a la vida.