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PARALELISMOS Y DIFERENCIAS
EN LA EVOLUCION DE LA PSICOMOTRICIDAD
Y LA EDUCACION ESPECIAL
2012
PSICOMOTRICIDAD Y EDUCACION ESPECIAL
“Estudiar es desocultar, es alcanzar la comprensión más exacta del objeto, es percibir las relaciones con los
otros objetos. Implica que el estudioso, sujeto del estudio, se arriesgue, se aventure, sin lo cual no crea ni
recrea.
Paulo Freire 2
1
Material de apoyo preparado como parte de la Unidad 1, en el marco del Seminario de Educación Especial. Universidad Nacional
de Tres de Febrero. Abril de 2012.
2
Freire, Paulo (2009), pp 52
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Idem, pp 46
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Tenti Fanfani, E: "La interacción maestro alumno, discusión sociológica", en: Revista Mexicana de Sociología, Año XLVI, Nº 1,
enero-marzo de 1984, pp. 161-174.
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Francia exponen los factores que consideran favorecieron su desarrollo. Entre ellos, citan el
desarrollo de la neuropsiquiatría infantil; las comprobaciones de la psicopatología, acerca de las
relaciones entre comportamiento general, dificultades cognitivas y del desarrollo psicomotor; el
cuestionamiento a la gimnasia correctiva (Le Boulch, Vayer); la influencia de los trabajos de
Wallon y Piaget; el desarrollo de la Educación Física científica de Le Boulch.
Pero detallan además dos tipos de factores que debemos subrayar. Por un lado la renovación de
la “escuela maternal”5, donde la educación psicomotora es integrada entre las actividades y como
medio de prevención. Por otra parte refieren: “Consecuencias del fracaso de nuestra enseñanza
de primer grado en relación con la evolución de los medios socioeconómicos y socioculturales, la
educación especial adquiere, a partir de 1950, un desarrollo cada vez más considerable.” (1976:
36). Esta educación especial se especificaba en relación a la problemática y los casos,
integrándose la educación psicomotora como una de las disciplinas y técnicas de abordaje6.
Este conjunto de factores ligados a las diferentes influencias científicas y los intereses propios de
cada autor, son los que a juicio de Maigre y Destrooper explican la variedad de concepciones y
métodos de la educación psicomotora. En el plano de la práctica (a partir de 1950) identifican tres
tipos de “modelos de aproximación” a la Psicomotricidad: En primer lugar, la aproximación
psiquiátrica, con origen en J. de Ajuriaguerra, de la que se desprende un modelo terapéutico
centrado en la reeducación de aspectos deficitarios y otro, que tomando los aportes del
psicoanálisis se orienta a los aspectos relacionales. En segundo lugar una aproximación
psicopedagógica, iniciada por Pick y Vayer y en tercer lugar una aproximación científica de la
educación física con origen en Jean Le Boulch.
Ahora, tanto las “aportaciones” como las “aproximaciones” no constituyen simples donaciones;
capturan el concepto y redefinen la práctica, determinan sus leyes modalidades y métodos de
intervención. De tal forma que cada “aproximación” a la Psicomotricidad, aproxima también la
Psicomotricidad a un orden de influencia. Es que no puede verse esto simplemente en términos
de “acercamiento” sino como imbricaciones, como superposiciones parciales y permeables que
van trazando líneas diferentes. De ahí, las distintas nominaciones que asume el concepto y la
práctica; la diversidad de métodos y objetivos que encontramos en la historia de la
Psicomotricidad. Es posible ver este proceso en términos de convergencias, construcción
interdisciplinaria; pero también, de configuración de un nuevo territorio en disputa.
LA OTRA HISTORIA
Los orígenes remotos
Hay ocasiones en que tal vez movidos por una necesidad de encontrar líneas “ancestrales”, la
historia remite a ciertos antecedentes supuestamente genuinos pero que requieren algunas
reflexiones. Tomaremos por caso a Joël Defontaine (1978: 1-11), quien en un manual para la
“formación de psicorreeducadores”, con prefacio de G. Soubirán, historiando el concepto de
psicomotricidad y de reeducación psicomotriz, nos ofrece una particular visión de sus
antecedentes.
Así, Defontaine acude a Platón, Protágoras y los griegos en general para situar el origen del
concepto de Psicomotricidad. Destaca la noción de “belleza del cuerpo” y de “morada del alma” de
los griegos. Como antecedente lejano de la reeducación psicomotriz cita la “gimnasia griega”, los
“baños y masajes” de los romanos; así como también remite al Yoga y Zen orientales. Pero
¿Cómo citar un “antecedente” sin analizar su sentido?
El “destino” de la discapacidad
Esta virtualidad de origen, es puesta en cuestión cuando tenemos en cuenta como concebían los
antiguos, a la infancia y la discapacidad; particularmente en Grecia y Roma. El infanticidio fue una
práctica corriente en la Antigüedad; con la exaltación de la fuerza física, las personas con
limitaciones físicas, eran consideradas inservibles.
En Grecia precisamente, el “culto a la belleza y perfección física”, hacía que los discapacitados
fueran expulsados de las ciudades o exterminados. En Esparta existía una regla por la cual si
alguien al nacer presentaba una deformidad física, era eliminado; era “despeñado” de un monte,
quedando esta práctica en desuso en el s. V. En Asia, India, Egipto, eran abandonados en
desiertos, bosques o selvas.
Los romanos eran concretamente crueles con los discapacitados. El padre tenía pleno derecho
sobre sus hijos, incluido el darles muerte. Esto se hizo extensivo a inválidos de nacimiento y
ancianos, que eran “despeñados” como en Esparta. Aunque lo más frecuente fuera dejarlos
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Escuela maternal o preescolar, de carácter público y gratuito, no obligatoria. Concurren niños de 2 a 6 años. Concebida como
tránsito de la familia a la escuela.
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En Francia, las instituciones de educación especial dependen del Ministerio de Salud y constituyen “servicios médicos-sociales”.
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psicoanálisis”. Concluye que este es el origen del “cambio de lenguaje” y de considerar el trastorno
y los problemas socioafectivos con acento en el “origen psicógeno”.
Pero antes de llegar al siglo XX con Guilmain, Ajuriaguerra, Soubiran, etc. Defontaine ve entre los
antecedentes de la reeducación psicomotriz, personalidades y acontecimientos que son
“compartidos” con los de la educación especial. Por caso cita al Abad de L’Epée (1712-1789),
discípulo de Descartes, pedagogo, creador de un método de “ejercicios naturales” según la edad y
condiciones de cada persona. Este, que había sido distinguido como “Benefactor de la
Humanidad” por la Asamblea Nacional de la Revolución francesa, funda la primera escuela
gratuita para sordos. En la dirección de ese Instituto lo sucede el Dr. Jean Marc Gaspar Itard
(1774-1838), reconocido pionero de la educación especial, destacado en la historia por su trabajo
con Víctor, o el “niño salvaje”, encontrado en los bosques de Aveyron con el que llevó adelante
(sin éxito) un plan de rehabilitación social. Promovió la fundación de centros para la atención de
sujetos con diferentes discapacidades.
Sobre la base de los trabajos de Itard, su discípulo Edouard Seguín (1812-1880) crea un método
de “educación fisiológica”, destinado a niños con deficiencia mental, y que con materiales
especiales partía de una educación de los sentidos.
Debemos resaltar que al situar estos antecedentes, Defontaine pareciera fundar su definición de
reeducación psicomotriz, como “neurofisiológica en su técnica, pues se refiere al cuerpo como
acción voluntaria y dirigida, psicológica y psíquica en su fin por estar destinada a ser
intermediario, en la mediación del cuerpo sobre las funciones mentales y psicológicas perturbadas
del niño, adolescente y adulto” (1978: 2)
Itard y Seguin inspiraron luego a la Dra. María Montessori (1870-1952) que a través de objetos
pequeños para manipular, presentados al niño con perturbaciones mentales, se orientó
preferentemente a las “potencialidades”, o sea lo posible a desarrollar mediante la exploración de
la necesidad de acción del niño. Con esto retomó el concepto de autoeducación y autodesarrollo
planteado por Seguín. Pero, bajo la influencia de los trabajos de Pestalozzi (1746-1827),
Montessori había ido más allá, poniendo énfasis en la actitud y el amor que el docente debe poner
en su tarea.
Pero luego Defontaine hace referencia a la educación de los sentidos mediante ejercicios reunidos
en un método denominado “ortopedia mental”. La ortopedia mental es señalada en autores de
educación y reeducación psicomotriz como en el caso de Pick y Vayer (1969) y Costallat (1969),
que implica un particular entrecruzamiento entre Psicomotricidad y educación especial, a lo que
aludiremos más adelante.
La infancia en la historia
La infancia, ha constituido preocupación y ocupación de la educación, reeducación y terapia;
punto de arranque de las intervenciones desde la Psicomotricidad. Pero esta infancia, no siempre
tuvo las mismas características en la historia de la humanidad; y al igual que las concepciones de
la discapacidad requieren hacerse visibles, para buscar comprender la “otra historia”.
Philippe Aries (1993) advierte que la infancia no deviene de su propia naturaleza, sino de un
proceso histórico (social y cultural) que confluye en la imagen moderna de infancia, la que en
nuestros días aparece cuestionada. Este proceso incluye (en Aries) las diferentes valorizaciones
de la vida, el nacimiento, la unión de pareja, la fecundidad.
En la antigüedad romana, el gesto de la “elevatio” (elevación del recién nacido) por parte del
padre, constituía una elección, una adopción del hijo con supresión del amor y más importante
que el nacimiento biológico. La no realización del gesto determinaba su abandono y segura
muerte. El infanticidio fue práctica común por mucho tiempo 8. Durante los siglos II y III, se
producen cambios en el modelo de familia y niño; se sacralizan el matrimonio y los hijos,
predominando los vínculos sanguíneos. Así el nacimiento comienza a prevalecer sobre la
adopción. Se conforma el carácter indisoluble del matrimonio.
En la Alta Edad Media, el poder dependía de las lealtades; los vínculos de sangre garantizaban
mayor seguridad, lo que implica una revalorización de la fecundidad y del niño mismo. El
infanticidio comienza a ser rechazado como delito y hacia el S. XVII y XVIII es condenado. La
muerte infantil, señala Aries, antes de sentirse intolerable y con dolor, durante mucho tiempo fue
provocada y luego tolerada. La sensibilidad hacia el niño crece con la valoración del matrimonio.
El niño es cuidado. Surge el “enfant” sustituyendo al “infans” romano (“el que no habla y puede ser
abandonado”). En el lenguaje popular, “parvus”, designaba la inclinación de jugar con el niño
(equivalente al “mimo” actual) (Aries, 1993).
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Aunque, en estos tiempos “posmodernos” (o nueva etapa de la modernidad, según se vea) no deja de practicarse aún de formas
sutiles y también horrendas, muy a pesar de la profusa legislación sobre derechos de la infancia.
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Jacques Gélis (1994) señala que antes de la modernidad, lo que predominaba era una
“conciencia naturalista de la vida y el tiempo” determinando una conciencia de cuerpo diferente de
la nuestra. Aquel era un cuerpo comunitario, sin tiempo, con un destino colectivo (conservación del
linaje); un “cuerpo público” ligado a lo privado. La sociedad habría de evolucionar de la familia
troncal a la familia nuclear y de la educación comunitaria a la educación pública escolar para el
desarrollo de capacidades. La condición de niño emerge en la modernidad desde un proceso de
transformaciones estructurales de la familia, la intervención de la Iglesia y del Estado, gestando un
incipiente dispositivo jurídico de la infancia. Con el surgimiento del “individualismo” moderno se
promueve el desarrollo del niño y la pareja parental delegan (fomentado por la Iglesia y el Estado)
en los educadores, el poder y la responsabilidad de la educación de sus hijos.
La infancia en la Edad Media permanece oculta. El niño no se diferenciaba de los jóvenes y
adultos; compartían las mismas actividades, vestimentas, educación, juegos y espacios. La
infancia comenzará a hacerse visible a partir del S. XIV (siglo de una epidemia a la que sucumbió
la mitad de la población de Europa). Gelis refiere sobre esta etapa, que surge una “actitud” de
preservar la vida del niño, de salvarlo.
Aries señala que la sensibilidad hacia la infancia comienza a evidenciar al niño como objeto de
ternura y signo de debilidad a partir del S. XVI. A partir del S. XVII (el siglo de la obra de Comenius
y de La Salle), se gesta una nueva sensibilidad “bifronte” caracterizada por una solicitud hacia el
niño a la vez que de ternura, de severidad educativa; la primera predominando en el siglo de las
luces de Rousseau y la severidad, en el S. XIX, con una disciplina rigurosa que llegaba a los
castigos corporales.
Es notable que esta etapa que Aries caracteriza como de “Revolución de la afectividad”, coincide
con el período de las grandes revoluciones burguesas, afianzamiento de los estados nacionales,
expansión del Capitalismo y expansión demográfica. Las condiciones materiales y sociales de
existencia no debieran omitirse o despreciarse a la hora de analizar la infancia, la educación
especial y la Psicomotricidad.
Del S. XIX hasta mediados del XX el niño simbolizaría “el futuro”; un futuro promisorio y de
progreso. Y también afianza la escuela como convocante de la infancia y al decir de Aries, “la
conserva”, porque así “se conservan las etapas” de la infancia. Convocatoria de la infancia que
por otra parte, tendría la finalidad de homogenizar una cultura y disciplinar a la sociedad para la
unidad nacional.
Esta es la etapa del surgimiento de los sistemas educativos nacionales con asistencia de carácter
obligatorio, universal y en general gratuito. Lo que significó que los niños con dificultades,
rápidamente abandonaran la escuela pero en vez de volver a los asilos u hospitales, se constituye
el sistema de educación especial como escuela segregada de la común, bajo un criterio de
diferenciación entre lo “normal” y “anormal”; aunque eso de algún modo ya constituye un
reconocimiento del diferente, como persona educable.
Pero el idilio con la infancia tuvo sus límites. A la “familia feliz” que perseguía el bienestar de sus
hijos se le opone progresivamente (a partir de la década de 1960), una imagen no tan positiva de
la infancia. Dice Aries (Idem.) “Es posible que el niño no siga concentrando en él todo el amor y la
esperanza del mundo…”. Es llamativa la coincidencia con la iniciación de una etapa de
resquebrajamiento del equilibrio de poder mundial que en los ’70 iniciará un recorrido hacia un
nuevo ordenamiento global que significó la caída de la concepción de “estado de bienestar”.
Comenzaba la “era de las incertidumbres” y con ella la exaltación del individualismo, la
competencia y la eficiencia. ¿Cómo queda situada la infancia en esta nueva estructura de la
“globalización”? Y muy a pesar de tantas leyes y declaraciones apuntando a proteger la infancia y
el derecho de los niños, ¿Quiénes son las primeras y principales víctimas de la extremada
polarización entre las, cada vez más, minorías ricas y las mayorías pobres? Basta mirar
alrededor… y más allá de las disciplinas.
Jean Chateau afirmaba (1969): “La infancia es la edad de la esperanza y de los sueños. El niño es el ser
–y el único ser- que vive más allá de sí mismo”. El niño vive “protegido” en un mundo construido por
los adultos. ¿Vive protegido? ¿Sigue siendo el niño como señalaba, una fuerza que progresa, un
movimiento hacia adelante, un ímpetu? ¿Es el adulto, un ideal al que tiende… y de qué manera? Es
que Chateau había definido la especificidad de la niñez por el “juego” y había sustancializado de
algún modo, el progreso de la modernidad, mediante el libre desarrollo del niño.
Podríamos preguntarnos ¿Cómo es la infancia hoy?; o mejor, ¿Cómo está el niño hoy? Primera
pregunta sobre la que se superponen otros interrogantes relativos a “un niño” con su cuerpo y
lenguaje, portador de “propiedades de origen, historia, geografía”, condiciones de existencia,
“saberes receptados y transmitidos, que fundamentan su identidad” (Leticia Gonzalez, 2009: 133).
Mirar y escuchar al niño es la tarea… sin duda; pero mirar los contextos también. Un mismo
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Este particular reparto de tareas, herencia taxativa, es lo que debe llamarnos a la reflexión (más
allá del enfoque histórico de Le Camus) desde la praxis del Psicomotricista. Analizando las teorías
y los métodos ¿Realmente se corresponden unas con otros en todos los casos? Es posible, por
ejemplo, que Wallon no estuviera del todo de acuerdo con el método de Guilmain (1935); sin
embargo en esta supuesta “asociación” se ha situado el origen de la “primera formulación de la
educación psicomotriz” (Ramos, 1979: 75). Decía Wallon al respecto: “Si ha sabido captar bien
esa ley de la vida y de la evolución mental, según la cual se oponen y se sustituyen entre ellas
actividades que proceden las unas de las otras… ¿no ha presentado de manera simple y
unilateral las relaciones del movimiento y de la inteligencia?”12
Hasta el momento que Le Camus trata esta historia 13 y aún hasta nuestros días, se ha tratado
también de un permanente recorrido en el que con teorías y prácticas, se ha puesto en juego la
identidad del Psicomotricista. Identidad configurante del sujeto de una práctica, subjetivado por
diversas corrientes del pensamiento pero, como señala Le Camus, ligada a factores económicos,
políticos y culturales en cada momento. Pero desde el momento que titula como tema de
discusión, al “cuerpo”, eso ya es toma de posición. Trataremos de demostrar como en el esquema
estructural que nos plantea, visto a la luz de nuestros días, hay algo que lo excede, que subvierte
el eje de análisis o de “discusión” dado por “el cuerpo”. Es que su relato concluye en 1984 y otros
escenarios e influencias han acaecido desde entonces, aunque superpuestos a los anteriores.
Como concepto, el origen del término “Psicomotor”, se sitúa en las postrimerías del siglo XIX,
desde la neuropsicología, pretendiendo dar cuenta de una zona de la corteza cerebral situada
cerca del área motora. Es decir primero es un adjetivo, un “centro psicomotor” donde se operaría
el pasaje de una idea a la acción articulando los procesos psíquicos con los de la motricidad. Lo
que se inicia en el siglo XX es en un proceso de sustantivación del término.
El “origen del nombre”
Con el Dr. Dupré, es probablemente cuando se comienza a usar el término Psico-motricidad; a
partir de la caracterización del cuadro de debilidad motriz, en 1907, sin lesión piramidal objetivable
y relacionándolo con la debilidad mental. Había, para Dupré, un paralelismo entre el desarrollo de
las funciones psíquicas y de las funciones motoras. Ahora, si había “paralelismo”, es decir
concordancias, debía haber algo que lo hiciera concordar…
Es a partir de ahí que se abre un proceso de sucesivas explicaciones y prácticas, que acentuarían
primero, en la influencia de lo motor sobre lo psíquico; luego en las correlaciones y
estructuraciones recíprocas y más tarde en los fenómenos inconscientes, bajo la influencia del
psicoanálisis. No puede eludirse en este recorrido, la constante búsqueda de un factor, un
determinismo esencial donde lo psicomotor anclaba en un cuerpo ya orgánico (cuerpo hábil,
“instrumental”), ya en relación al mundo físico de los objetos y los otros (cuerpo consciente,
“impresión”); o determinado por el lenguaje, lo cultural, lo simbólico (cuerpo significante,
“expresión”)
Como práctica, es probablemente con Guilmain, con un método inspirado supuestamente en las
enseñanzas de Wallon, particularmente las clases de éste, que concluyera en su libro, los
orígenes del carácter en el niño. Guilmain, concibió la “reeducación psicomotriz” alrededor de tres
ejes: el de la actividad tónica, la actividad de relación y el dominio intelectual sobre lo que
denominó funciones “afectivo-activas”. Toma así de la gimnasia y la rítmica ejercicios para la
reeducación de la actitud, el equilibrio y la mímica; ejercicios antisincinéticos y de coordinación
motora así como ejercicios específicos para el desarrollo del “dominio motor”.
El “factor invisible del origen”
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Citado por Maigre y Destrooper (1976, pp. 33)
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La versión original en francés es de 1984.
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a la escucha, en tanto esa producción, se inscribe en “el cuerpo como significante”. Mirada que se
descubre en el asombro de un nuevo saber que no reside en el método, el ejercicio previsto o el
curriculum.
Habremos de reconocer también, que la observación en un sentido dialéctico, es uno de los
legados de Wallon. Aunque se lo identifica más para el estudio del desarrollo, el acento puesto en
las contradicciones, los pasajes, las “crisis”, el fundamento de los saltos cualitativos, superan
ampliamente la consideración de una sumatoria de adquisiciones, produciendo una ruptura con el
número, la medición, lo mensurable. Esta mirada se orienta a la explicación del cambio por sus
aspectos cualitativos, identificando a partir de lo observado, categorías que no son directamente
observables; requieren un rodeo del pensamiento, la reflexión sobre lo concretamente observado
y sobre la propia mirada. Su teoría se desprende desde ahí y no de un ideal a priori; teoría con un
anclaje concreto, trascendida en la reflexión.
Y superar una teoría solo es posible a partir de otra teoría; que no es la composición de las teorías
anteriores en pugna, pero que porta algo de ellas. El “otro” y “el espejo” ya estaban también en la
consideración de Wallon. Ese “otro” habrá de constituirse en un “Otro”, desde una perspectiva
distinta, más adelante. Pero en el paralelismo, el “otro” todavía no existía; al menos no como
determinación, sujeción o “lazo” en el amor. En todo caso el “amor” se expresaba en modos de
otorgarle al cuerpo habilidades, en un sentido utilitario y positivista; sujeto de lo orgánico y
sujeción a los imperativos sociales y políticos de una época.
Podemos advertir que el organicismo y el paralelismo, situado como punto de origen en la práctica
psicomotriz, ya resultaban un intento de superación del dualismo, aunque en su propia intimidad:
el utilitarismo positivista que se oponía al racionalismo del mismo signo. Porque para un mundo
que debía “progresar”, el cuidado del organismo, del cuerpo orgánico, de la habilidad motriz y
cognitiva, era fundamental; y desde la neurología y la neuropsiquiatría, así como desde la práctica
reeducativa, se había concluido en una concordancia entre fenómenos psíquicos y motores.
Sin embargo, podríamos notar además, rémoras positivistas recorriendo todas las etapas. En las
prácticas reeducativas o terapéuticas, la noción de evaluación inicial fue evolucionando. Pero los
protocolos de “examen psicomotor” y “balance psicomotor” son concebidos aún bajo la
reorganización de las “prácticas semiomotoras”, bajo el predominio del concepto de “cuerpo
significante” enunciado por Le Camus; aún cuando se trate de un esfuerzo de carácter cualitativo
que no concluye en el número y por eso mismo es superador.
Durante mucho tiempo el eje sobre el que giró la Psicomotricidad fue el de la oposición al
dualismo cartesiano. Dualidad cuerpo-mente, expresión moderna de la dualidad platónica entre
cuerpo y alma. En ambas escisiones, el cuerpo no tenía el mejor lugar (o no tenía lugar). Luego
vino un largo período de “revalorización del cuerpo” y búsqueda de fundamentación de la unidad
cuerpo-mente. La noción de “unidad”, frecuentemente aludida en Psicomotricidad, recorre de
alguna manera las tres etapas propuestas por Le Camus, resignificada según el orden que se
privilegie.
En la etapa en que Le Camus designa como cuerpo consciente definiendo como “organizador” a
la impresión, no está tampoco constituida por un cuerpo homogéneo de ideas y prácticas, aunque
sí ligadas fundamentalmente a la noción de desarrollo, el existencialismo y la fenomenología. Con
Piaget y Wallon empezamos a tener un punto de ruptura, un hiato histórico en el que el
paralelismo y las concepciones positivistas buscan superarse, con la noción de interrelación; el
sujeto se construye en relaciones recíprocas con su medio, el mundo de los objetos y los otros. No
se trataba simplemente de “un cuerpo en movimiento”, sino de un cuerpo “receptor” de
informaciones de su medio y de su propio funcionamiento. Se trataba de una “acción recíproca”; lo
que Daniel Calmels señala como la de “un niño inter-activo” (2003: 11). La “interacción”, está entre
las condiciones del “diálogo”, tema que originándose en esta etapa, es problematizado en la etapa
siguiente.
Enfoques epistemológicos
Hay autores que toman como eje de análisis histórico de la Psicomotricidad, la evolución del
concepto de movimiento humano. Tal es el caso de Vítor da Fonseca (2000: 23): “Nosotros
intentaremos abordar, exhaustivamente, todas las tendencias psicomotoras. Ya que nos interesa
estudiar el movimiento, tanto en lo que atañe al punto de partida y al fin al que se ajusta como a
su significado y a su intención”.
Da Fonseca, pretende superar así, las posturas organicistas y de la psicogenética. Recorre
distintas posturas, señala la infinitud de significaciones del movimiento humano y rescata la
“consideración de la subjetividad”. Concluye definiendo que en la práctica, la Psicomotricidad se
relacionó con las técnicas de abordaje de la inadaptación, con la neuropsiquiatría infantil y con los
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solo existen dentro del cuerpo”… no se trataba como vemos, de una “elevación”, sino de una
perspectiva distinta, que priorice lo esencial de lo humano.
Asumiendo la perspectiva histórica, sobre la que transita gran parte de estas reflexiones, podemos
advertir que la noción de Cuerpo se “desdobla” del organismo y con eso se hace visible, el sentido
de la propuesta de Le Camus: “El cuerpo en discusión”. No es el cuerpo humano el que ha
“mutado”; han cambiado las formas de verlo y abordarlo. Pero por sobre todo se ha especificado
una supuesta, verdadera “naturaleza del cuerpo”, ya no universal, sino “singular”.
Esta especificación, cuestiona las prácticas y las redefine. Lejano parece (¿lejano?), aquella
“Motri-psicología”, que partiendo de la motricidad, esbozaba concordancias o relaciones con el
psiquismo; con el mundo de los objeto y los otros.
Centrada en el sujeto, la Psicomotricidad parece adquirir verdadera relevancia desde el término
mismo; determina una orientación genuina; el “psicotropismo” señalado por Le Camus parece
arribar a su destino. Ya no es lo motor influenciado en lo “psico”; es lo psíquico determinando y
dando sentido a lo motriz. Pensemos que durante décadas, en Francia, se habló de
“Reeducación Psicomotriz” y al profesional que asumía esta práctica se lo definía como
“Reeducador”, más tarde “Psicoreeducador” y recién es en la década del ’80 es que se lo designa
como Psicomotricista. En nuestro país se definió primero como “Profesor de Psicomotricidad”,
luego como “Psicomotricista”; pero hasta hoy, en distintas partes, persisten ideas de competencias
profesionales en distintas disciplinas o de una Psicomotricidad como “auxiliar de”. Por eso, en esta
historia, adquiere un lugar importante el rol de las formaciones profesionales; así como poder
analizar “por fuera” de las teorías y las prácticas, qué tipo de factores concurren para constituir la
Psicomotricidad en un territorio en litigio.
Pero no solo el cuerpo y las prácticas consecuentes se redefinen en esta instancia. La motricidad
se humaniza, adquiere verdadero sentido humano; se inscribe en el mundo del lenguaje, cultural,
simbólico y singular; ¿sino, por qué hablar de “movimiento humano”?. El movimiento adquiere
sentido a partir de un sujeto deseante que busca, que explora, en un proceso dialéctico que lo
constituye en sujeto de un saber singular; conocimiento que ha sido construido a partir del sujeto y
no del “programa”.
Al decir de Levin (2002) el movimiento se inscribe en la dialéctica del deseo que lo enuncia y
subjetiva en el recorrido libidinal de la pulsión motriz; lo que implica una especificación, un
distanciamiento de lo puramente motor, para destacar lo motriz como representación psíquica.
Placer en el movimiento; “recorrido libidinal de la pulsión motriz” que Levin fundamenta integrando,
el recorrido del placer durante las etapas anteriores a la fase genital de Freud, la imagen
especular postulada por Lacan y las relaciones que Henri Wallon establece entre postura, tono,
emociones, el otro y el placer ligado a la función del movimiento (pp. 190-194).
Entonces, la motricidad no desaparece; es reubicada, contextualizada, historizada como
“producciones” (Gonzalez, Leticia) o “manifestaciones” (Calmels, 2003: 15) de un cuerpo, que sin
ser el organismo, “no es sólo el organismo”. Porque si “la motricidad” desaparece de algún tipo de
consideración por parte del Psicomotricista, ¿por qué denominarse así? No sería Psico-
motricidad, sería otra disciplina. ¿Puede la Psicomotricidad, prescindir del tono, la postura, los
gestos, movimientos…? Pero lo que se ha evidenciado en su devenir, es que no se ocupa de los
aspectos anatómicos, neurofisiológicos o meramente funcionales.
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El paradigma positivista
La era de la institucionalización de la educación especial se inicia en el siglo XX bajo las
concepciones positivistas de salud y enfermedad concebidas por la medicina; al mismo tiempo
que en Psicomotricidad se delineaba el paralelismo desde la neuropsiquiatría. Al situar el
problema en el individuo, se delimita la dis-capacidad (negación de la capacidad) en orden a un
déficit en la eficiencia y destreza a nivel físico, mental, sensorial. Es así que debían intervenir
profesionales que mediante un proceso de “rehabilitación” intentarían recuperar las funciones
deficitarias.
Para llevar adelante esta rehabilitación sería necesario un diagnóstico preciso y objetivo. Así, en
1905, Alfred Binet (1857-1911), pedagogo y psicólogo francés, en colaboración con Théodore
Simon (1872-1961), elabora un test de predicción del rendimiento escolar consistente en una serie
de pruebas que a través de una escala de puntuación daban la edad mental del niño; lo que
permitiría determinar el lugar del sistema educativo en el que podría ser educado y brindarle
ayuda especial en caso de aprendizaje lento. Pero el destino de las propuestas de Binet serían
distintas a sus intenciones. Así se inaugura el desarrollo de la psicometría y en 1912, Stern
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formula el concepto de cociente intelectual (CI), que origina múltiples test de inteligencia y
revisiones que definían las capacidades mentales de los niños, por un número.
Bajo este paradigma del número, en Psicomotricidad fue empleado un test que “paralelamente” a
la edad mental, determinaba una edad motora: el test de Otzeretzki. Así, el supuesto intérprete de
las enseñanzas de Wallon (quien alertaba sobre la ineficacia de ciertos tests), Edouard Guilmain
(al que ya nos referimos antes), realizó en 1948, una revisión de las pruebas de este test para
adecuarlo a la población francesa.
Estos tests, lo que establecen como resultado es una clasificación de los sujetos y al mismo
tiempo concluyen en una “etiqueta”. Cuestión última que no era lo esperable por Binet, pero que el
influjo positivista no desaprovechó y como veremos, tendría un destino aún mucho peor.
El test de Otzeretzki es implementado en la metodología reeducativa de Pick y Vayer (1969) y
Costallat (1969). Está dirigido a sujetos de 4 a 16 años y conformado por cinco pruebas
(coordinación estática, coordinación dinámica manual, coordinación dinámica de miembros
inferiores, rapidez de movimientos y corrección de movimientos simultáneos). Siguiendo un
sistema de calificación en + y ½ +, se realiza un cálculo de las pruebas tomadas lo que puede
arrojar una conclusión que va desde “caso límite” y “ligera debilidad” hasta “debilidad profunda”.
a) El enfoque de Costallat (1969)
Reafirmando la unidad del hombre Costallat postula la “educación del movimiento”. Se posiciona
en el “paralelismo psicomotor” a partir del síndrome de debilidad motriz de Dupré. Un CI bajo se
corresponde con un retraso motor. Busca compensar o equilibrar el déficit. Al educar el
movimiento se estaría interviniendo sobre el intelecto; doble carácter de la Psicomotricidad que
será de utilidad en el abordaje del “niño diferencial”. Se propone entonces la educación
neuromuscular a través de una progresión metodológica que siguiendo la evolución fisiológica
normal, la que dan las pautas de los comportamientos normales.
Así, su plan de reeducación para disminuidos mentales, toma recursos gimnásticos, musicales y
de educación manual. Está constituido por ejercicios de equilibrio con esfuerzo de atención, lo que
“constituyen así, un verdadero método de ortopedia mental”, estimulando el intelecto, las
imágenes mentales, la evocación e imitación. Estos ejercicios siguen la escala de Ozeretzki
(revisión Guilmain) respondiendo a la finalidad de reeducación de la actividad tónica, inmovilidad,
inhibición y silencio.
Además integra ejercicios de coordinación dinámica general (marcha, carrera, saltos),
respondiendo a los principios de variedad y repetición y que con apoyatura musical conducen a un
reflecjo condicionado auditivo motor. Por último, la coordinación dinámica manual mediante
ejercicios de rapidez, fuerza de miembros superiores y manos; lo que conducirá a la educación
gestual para el trabajo y para la integración social del disminuido mental.
El “tratamiento correctivo” implica previamente la realización de un examen (test de Otzeretzki)
que permitirá determinar el trastorno y la etapa del desarrollo en que se encuentra. La deficiencia
motora detectada, será la base para la reeducación psicomotriz.
Posteriormente, en La entidad psicomotriz14, concibe el cuerpo y sus “medios de expresión” como
instrumentos de “la relación del ser. Especifica a la Educación Psicomotriz como “una de las
ramas más modernas de las Ciencias de la educación”, que a través de un enfoque
psicopedagógico, facilita y encauza el aprendizaje con un enfoque educativo global. La
reeducación, concebida como terapia se dirige a “revertir los desniveles establecidos”, a la que
sitúa como disciplina paramédica, auxiliar de la psiquiatría.
Luego establece una diferencia entre la debilidad motriz de Dupré y la “debilidad psicomotriz”, al
constatar que en “la población escolar diferencial” no todos presentan perturbaciones motoras,
pero sí síntomas de “debilidad psicomotriz”.
Así, lo “psicomotor” es situado en el rendimiento, que expresa la individualidad del sujeto. Admite
variables como la fatiga, el tipo de relación con el examinador, los bloqueos o deshinbiciones que
tienden a modificar la respuesta motora. El examen motor se constituye en “examen psicomotor”.
Este examen psicomotor categorizará los comportamientos evidentes lo que arrojará una
caracterización de: normalidad psicomotora, debilidad psicomotriz ligera, neta, profunda,
imbecilidad psicomotriz o idiocia psicomotriz.
b) El enfoque de Pick y Vayer (1969)
Estos autores señalan la unidad entre alteraciones mentales y motoras como “parejas
psicomotrices”. En condiciones normales se da una correlación entre psiquismo y movimiento. Los
14
Cotallat, Dalila (1984): La entidad psicomotriz, Ed. Losada, Buenos Aires, pp. 17-20 y 139-140
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PSICOMOTRICIDAD Y EDUCACION ESPECIAL
Consecuencia de este impulso entre los eugenistas, fue la revisión de Terman al test de
inteligencia de Binet, lo que le permitiría diferenciar a los niños por sus “dones naturales” y al
mismo tiempo promover la limitación en la procreación de ciertos grupos étnicos. El uso de los
tests llevaría a reducir la debilidad mental, el crimen, la indigencia…
Goddard también se destacó con sus estudios sobre genética. Muestra de ello fue su
investigación sobre La familia Kallikak: un estudio sobre la herencia de la debilidad mental. Así, se
afirmó la idea de que la debilidad mental era hereditaria y se la relacionó con todo tipo de
perversión, delincuencia y enfermedades transmisibles. Estas creencias impactaron en la
educación y actitudes hacia las personas con deficiencias, teniendo como consecuencia, mayor
institucionalización y apartamiento de la sociedad. Aunque para evitar “males mayores” se
implementó la práctica de la esterilización de niños, adolescentes y adultos. “Entre 1905 y 1972,
70.000 ciudadanos estadounidenses fueron obligados a esterilizarse, únicamente por ser
considerados por el Estado como individuos anormales y no aptos para la reproducción” (Arnáiz
Sánchez, 2003: 27).
Sin duda, es probable que en Guilmain y Costallat el “encauzamiento” tuviera más que ver con el
paralelismo de Dupré y la “ortopedia mental” de Binet. Pero hay indicios en la postura de Pick y
Vayer que nos induce a cierta posición de alerta, de la que hemos expuesto algunos elementos.
Dentro de los ejes de observación para el perfil psicomotor, estos autores absolutizan las
imposibilidades de la debilidad mental profunda en términos que pasan por “estigmas de
degeneración”; “profundamente defectuoso”; hacen alusión al “desvío” de la norma en el
desarrollo psicomotor; “espíritu obtuso”…
En cuanto a la “debilidad media y ligera” proponen cambiar el eje de las clasificaciones; del
predominio de la función de adaptación social pasar a un criterio que se apoye en el “factor
etiológico”. Así proponen clasificar estas debilidades en “debilidad típica” y “atípica”. Las primeras
se relacionan con el “predominio de factores hereditarios… o de un estado cerebral adquirido”,
agravado por diversos déficits. Las segundas (atípicas) son la consecuencia de déficits
accesorios, “sobre una base hereditaria subnormal pero no defectuosa”. Queda claro el
acercamiento al concepto de herencia, para un espectro tan amplio que abarca todo el arco de
sujetos con debilidad mental.
Integración, inclusión
En 1978, Mary Warnock, líder del Comité de Educación para Inglaterra, Escocia y Gales, elabora
un informe que afirma el concepto de necesidades educativas especiales (NEE) comunes a todos
los niños, el derecho a la educación para todos y con las mismas finalidades. El concepto de NEE
implica asumir la diversidad de necesidades individuales para aprender y desarrollarse como
persona. El niño con NEE supone una dificultad en algún tramo de su escolarización que requiere
atención y recursos específicos. Estos conceptos llevarán la atención sobre los métodos
educativos, la formación del profesorado, la arquitectura, materiales didácticos, etc., con el fin de
adecuarlos a las necesidades y posibilidades individuales de los niños.
En 1994, en la Conferencia Mundial sobre Necesidades Educativas Especiales, celebrada en
Salamanca, participaron 92 países y diversas organizaciones internacionales. Se concluye en una
declaración sobre principios, política y líneas de acción para las NEE. Lo que se reafirma ahí es el
derecho a la educación para todos; sostiene la “normalidad” de la diferencia que significa un salto
cualitativo respecto de la bipolaridad normal-anormal del paradigma positivista.
Pero un aspecto menos recordado de esta declaración, es la recomendación sobre políticas
concurrentes en relación a salud, desarrollo y asistencia social, formación profesional, que
permitan hacer coherentes y efectivizar estos principios.
El concepto de integración se cimenta sobre la diversidad de origen de las NEE (personales,
escolares o sociales), evaluadas según los contextos; fomenta la interacción social y participación
en actividades comunes; promueve el trabajo profesional interdisciplinario.
Es entonces importante diferenciar entre el concepto de integración y la aplicación de sus
principios, a partir de las políticas públicas. La integración es un derecho; un principio ético social,
jurídico contrario a toda discriminación. Se apoya sobre una concepción que excede el marco
institucional y se afinca en una sociedad que se integra, admite las diferencias, reconoce el
derecho de los demás…En lo escolar, la integración comienza en el establecimiento donde se
encuentra el alumno, sea este de educación común o especial; no es la mera realización de un
traslado.
Entre las acciones de apoyo, adaptaciones curriculares, inclusión de niños con alguna
discapacidad o lentitud de aprendizaje en la escuela común, se pueden contabilizar experiencias
positivas y otras que no lo son tanto. La tarea de integración requiere proveer los recursos
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PSICOMOTRICIDAD Y EDUCACION ESPECIAL
necesarios para que se haga efectiva, según las necesidades de cada niño y que el ser “incluido”
en un nuevo establecimiento, pueda ser recibido, admitido, aceptado al mismo tiempo que el niño
desea esta “admisión” y que no constituya una inclusión que excluye.
Normalmente esta tarea la realizan maestros especializados. En algunas oportunidades puede ser
llevada a cabo o participar eventualmente, un Psicomotricista. Hemos visto que desde el
paradigma positivista del paralelismo, la propuesta de “normalización” en Psicomotricidad, no es
estrictamente respondiendo a las diferencias ya que homogeniza la mirada, la evaluación,
categorización y método de intervención.
En la medida que la Psicomotricidad es sostenida desde principios reeducativos o terapéuticos
sintomáticos, se separa de los nuevos paradigmas de la educación especial. Pero esta separación
no responde solo a sus propios motivos. Con la “aceptación” de las diferencias se corre el riesgo
de allanarlas; mientras que en realidad de los que se trata es de reconocer lo diferente. Solo se
pueden integrar elementos diferentes. Por otra parte, los sistemas educativos tienden a favorecer
la “integración” mediante el abordaje de lo corporal desde un punto de vista motriz, de las
habilidades y las técnicas deportivas; se privilegia al deporte, como factor de integración.
El reconocimiento de la diversidad debiera entonces llevarnos a admitir, la cuestión de la
singularidad inherente a ella. Esteban Levin (2006) ha puesto en cuestión la integración
indiscriminada. “No todo niño (con problema de desarrollo y estructuración subjetiva) es
integrable”. El riesgo de la repetición estereotipada se cierne sobre el niño a través de los rituales
que fortalecen el mito del niño especial.
LA PSICOMOTRICIDAD Y EL PSICOMOTRICISTA EN LA EDUCACION ESPECIAL
Una primera observación consiste en advertir que el punto de entrecruzamiento de ambos campos
de saber, lo constituye una acción educativa con configuraciones, enfoques y metodologías que
en ocasiones se confunden y en otras se distancian. Decir educación especial, es considerarla en
un contexto institucional; que atravesando distintos paradigmas, va ordenando sus recursos según
los fundamentos vigentes. La Psicomotricidad puede aparecer incluida entre estos recursos con
mayor o menor peso en la intervención educativa; pero siempre, entre la conformidad y la tensión
que supone ese encuentro según desde que posición entre sus propios paradigmas, se sitúe en
relación al sujeto, el cuerpo humano y sus producciones significativas.
Es decir que la educación especial forma parte de un sistema más amplio 17, que define su lugar
según las concepciones que predominen respecto de la discapacidad, del sujeto con discapacidad
o sin discapacidad… ya en función de un criterio de “normalización”, de un sujeto con
“necesidades educativas especiales”, un sujeto de derechos; y más recientemente en la historia,
conforme a los paradigmas de integración e inclusión educativa y social. Pero en todos los casos
responde a objetivos y dispositivos estratégicos que asume, legaliza e impulsa un estado nacional
a través de una estructura de organización educativa. Y sabemos que en su origen y durante
mucho tiempo, la educación especial fue configurada como un sistema segregado de la educación
común donde al alumno con deficiencias se le debía tratar el déficit. La práctica de la educación
especial ha sido concebida ya como “pedagogía especial”, “enseñanza correctiva” o “pedagogía
terapéutica” entre diferentes nominaciones; para arribar al concepto de “adecuaciones
curriculares”
La Psicomotricidad que, como vimos, se confunde en sus antecedentes con la educación especial,
no arriba a la legalización de la misma manera. Encuentra sus fundamentos en diferentes
paradigmas filosóficos y científicos de la neuropsicología, neuropsiquiatría y diversas corrientes de
la psicología y el psicoanálisis. Es validada y legitimada a través de distintos métodos o
modalidades de intervención educativa, reeducativa, terapéutica, clínica. La educación especial
busca diferenciarse de lo terapéutico y desde este enfoque, la Psicomotricidad parece alejarse de
ella. Aunque en ambos casos (y mucho más en Psicomotricidad) la frontera entre un campo y el
otro es muchas veces una delgada línea que recubre de ambigüedad la intervención o el valor de
algunos resultados.
La Psicomotricidad se la ha formulado en ocasiones en términos de educación o reeducación
como terapia; de educación corporal o educación por el movimiento; como disciplina
psicopedagógica e integrante de las ciencias de la educación… para situar algunos ejemplos. Y el
espacio reservado (no totalmente legalizado) dentro de la educación especial ha sido
frecuentemente (sigue siendo), tanto en orden a lo “motriz” como a una “base necesaria” para el
resto de los aprendizajes escolares. Esta disparidad de posiciones sobre una misma disciplina ha
generado al mismo tiempo, una legitimación de competencias en diversas disciplinas:
psicopedagogía, kinesiología, terapia ocupacional, fonoaudiología, educación física, pueden
17
En nuestro país, por la Ley de Educación Nacional, 26.206 de 2006, se inscribe en el sistema educativo como “modalidad”.
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PSICOMOTRICIDAD Y EDUCACION ESPECIAL
asumir su práctica según los casos. En las jurisdicciones donde están legalizados los cargos, son
designados como “maestros de Psicomotricidad”.
En nuestra actual Ley de Educación Nacional no figura la palabra “Psicomotricidad”, ni
“psicomotor” ni “psicomotriz”. Entre los fines de la política educativa nacional se destaca el
“brindar una formación corporal, motriz y deportiva que favorezca el desarrollo armónico de todos/as
los/as educandos/as y su inserción activa en la sociedad”. Cuestión que se especifica para todos los
niveles educativos y reservado a la competencia de la Educación Física. En el capítulo VIII,
destinado a la modalidad educación especial, se aboga por la identificación temprana de las
necesidades educativas a consecuencia de la “discapacidad o trastornos en el desarrollo”, con el
fin de brindarle atención interdisciplinaria y educativa para la integración escolar e inclusión social.
De manera que se ha realizado un largo camino fronteras afuera y adentro, donde la
Psicomotricidad se ha legitimado como enfoque y abordaje genuino; pero hay todavía un esfuerzo
a realizar en el camino de su reconocimiento y legalización, comenzando por nombrarla. La
extensión de las formaciones profesionales a nivel terciario y universitario seguramente abre
nuevas posibilidades para la identificación y afirmación del campo. La formación y el título de
Psicomotricista se van incluyendo progresivamente como habilitantes para el ejercicio de la
Psicomotricidad en el ámbito de la educación especial y atención temprana; pero debe competir
con otras profesiones asignadas para el mismo ejercicio.
La terapia psicomotriz, al historizar el cuerpo y la práctica, se ha transformado en clínica
psicomotriz. ¿Y cómo será en educación? Si verdaderamente asumimos este posicionamiento,
estaríamos frente a una nueva escuela; un sujeto de la educación que involucra a alumno y
docente en una instancia diferente: no ya el de la “transmisión” de los saberes culturales
seleccionados por los expertos; o por lo menos no antepuesto al sujeto que aprende…
Y ¿quién aprende? Aprende el alumno pero también aprende el docente, y con ello se historiza la
relación educativa. Una concepción de sujeto y de cuerpo tal como la que emerge en esta
instancia, pone en cuestión todo el andamiaje sobre el que se sustenta la práctica educativa:
normativa, curriculum, planificación, contenidos, actividades y evaluación. ¿Cómo se enseña
“este” cuerpo? El desafío será
entonces, articular las cuestiones e historias institucionales con las historias de los actores
involucrados (alumnos, padres y docentes). No puede constituirse un sujeto alumno desde un no-
sujeto docente.
Dis-positivo y dis-posición. Subjetivación institucional
En las instituciones educativas, suele hacerse alusión a la palabra “dispositivo”, dispositivo
escolar, para hacer referencia a un conjunto de disposiciones tácticas, como mecanismo para el
cumplimiento de fines educativos, de un proyecto o de una programación.
En la educación especial se han puesto sobre relieve aquellas tendencias centradas en el
privilegio de ciertos aspectos a lo que orienta su finalidad educativa. Así se señala que bajo una
concepción positivista, el problema del niño era situado en el niño mismo y por tanto la práctica se
dirigía al déficit para repararlo. Otras, se dice, han puesto el problema en lo social o la constitución
familiar por lo que han privilegiado al sujeto. Ambas perspectivas, se plantea, son igualmente
“reduccionistas” por lo que hay que centrar la mirada en el “dispositivo pedagógico” como causa
de los fracasos escolares y es este dispositivo el que debe revisarse.
Sin detrimento de que los dispositivos institucionales pueden contribuir o agravar las condiciones
de aprendizaje de los alumnos, según ciertas circunstancias; podríamos considerar del mismo
modo, que situar solo ahí la causa, puede constituir un reduccionismo más grave aún. En primer
lugar, cualquiera sea el posicionamiento, según los enfoques señalados, esto ya implica una
concepción de sujeto determinada. En segundo lugar, se pone de relieve la superposición de las
formas de subjetivar y “des-subjetivar” de las instituciones, por sobre la del sujeto niño de la
educación especial.
Es importante entonces, tener en cuenta como la Psicomotricidad y las demás disciplinas se
imbrican en el marco institucional, entrelazando sus particulares visiones sobre el sujeto con la del
dispositivo pedagógico.
Foucault señalaba, en El sujeto y el poder, dos significados de la palabra “sujeto”: como sujeción
al control y la dependencia y como “sujeto de identidad, conciencia y autoconocimiento”. El se ocupará
del sujeto que se constituye en relaciones de poder y pondrá en evidencia como toda sujeción
deriva, en definitiva, de los procesos económicos y sociales, que determinan formas de
subjetividad.
En “Saber y Verdad” (1985), define al dispositivo como conjunto de elementos heterogéneos
configurando redes de relaciones (discursos, instituciones, infraestructura, leyes, enunciados
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PSICOMOTRICIDAD Y EDUCACION ESPECIAL
científicos, etc.). El dispositivo tiene una posición estratégica dominante, que en un momento dado
puede responder a una situación de urgencia pero es pasible de convertirse en un mecanismo de
control. Debemos suponer por lo tanto, que este “mecanismo” tiende cristalizarse en un circuito de
repetición. El dispositivo así, tiene que ver con el control social; es un mecanismo de sujeción.
Foucault señala que hay un “perpetuo relleno estratégico” por la revisión y reajuste de los elementos
heterogéneos. Esto es, “una cierta manipulación de relaciones de fuerza” para desarrollarlas,
bloquearlas o utilizarlas. O sea, se trata de relaciones de poder, de lo que surge un saber,
condicionándolo.
Foucault historizó las formas de control social en lo que llamó “la sociedad disciplinaria”. Lo hizo a
partir de las prácticas penales, las relaciones de poder, las formas de saber y los sujetos que
emergen. Estas formas de subjetivación a partir del control y disciplinamiento, recorren de algún
modo, el amplio marco de las instituciones modernas, incluyendo el hospital y la escuela. La
institución escolar dispone de los cuerpos, los alinea, lo sitúa, delimita, le establece tiempos, qué
hacer, qué no hacer; controla y disciplina. No solamente al alumno.
Las instituciones escolares al formar parte de un sistema más amplio responden a lineamientos
políticos, forman parte de un dispositivo político que se despliega en el marco de una
administración de gobierno determinada. Constituye un mecanismo de sujeción desde una
posición estratégica dominante.
Esto no implica necesariamente, una subordinación directa ni perpetua de los enfoques
epistemológicos, como algunos creen ver, que serían dirimidos exclusivamente en el interior de las
relaciones de poder, una suerte de conversión de la subjetividad en objeto; una circulación interna
de la opresión. Al interior de los dispositivos institucionales se producen tensiones que tienden a
refrendarlos o cuestionarlos. El modo en que el Psicomotricista se posicione en el campo de estas
tensiones, es decir el modo en que se afirme como sujeto, determinarán también las posibilidades
de su práctica, habida cuenta de que como tal, es una práctica discursiva.
En “El orden del discurso”, Foucault (2008: 14 y 15) analiza los “procedimientos de exclusión” que las
“prohibiciones” imponen al discurso; esas cosas que no se pueden decir en cualquier lugar.
Convengamos aquí, que este no poder decir es al mismo tiempo un “no poder hacer”. Dice que las
prohibiciones impuestas al discurso, revelan las vinculaciones de éste con el deseo y el poder; “…
no es simplemente lo que manifiesta (o encubre) el deseo; es también el objeto del deseo”. Y agrega: “... el
discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo
que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse”.
Constituirse en sujeto de la propia práctica es la posibilidad de abordar a un sujeto niño, diferente
del niño-alumno que la pedagogía moderna ha constituido, lo que Narodowki denominó
“pedagogización de la infancia”. Ese sujeto niño que como dice Levin (2006: 249) “aparece si le
suponemos un saber hacer, decir, crear, escenificar más allá del cuerpo, de la organicidad, de la
deficiencia…” Lo que en educación especial, implica verdaderamente una individualización de la
“enseñanza” y abordaje de la diferencia: reconocer y asumir la singularidad del sujeto niño.
Desde esta perspectiva cobra sentido aquello de la “dialogicidad” sostenida por Freire. El diálogo
como fenómeno de lo humano (sostiene), revela la palabra como unión entre la acción y la
reflexión; lo que es praxis, transformación del mundo.18
Abril de 2012
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BIBLIOGRAFIA
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