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[BERNARD MANIN La institucién central del gobierno representativo es la cleccién, a la que se dedicaré gran parte de este libro. Analizaremos también los principios que dan forma a las politicas seguidas por los que gobiernan y al contenido de las decisiones piiblicas, En el tltimo capitulo examinaremos la diferentes formas asumidas por los principios del gobierno representativo desde el momento de st invencién hasta el momento presente. Ber nord Man's 42> : ponepin lg 6 beste: pe mm e e Aakrd. déronr L688 (16 0 p8 son 2006) 18 CAPITULO 1 DEMOCRACIA DIRECTA Y REPRESENTACION: LA SELECCION DE CARGOS PUBLICOS EN ATENAS El gobierno representativo no da un papel institucional al pueblo reunido en asamblea. Es lo que mas obviamente lo distingue de la democracia de la ciudades-estado de la Antigiiedad. Sin embargo, tun andlisis del régimen ateniense, el ejemplo més conocidy de democracia clésica, muestra que otra caracteristica (comentada con menos frecuencia) separa igualmente la democracia representativa de la llamada democracia directa. En la democracia ateniense, muchos poderes no estaban en manos del pueblo reunido en asam- blea. Ciertas funciones eran ejecutadas por magistrados electos. Pero particularmente singular es que la mayor parte de los cometi. dos que no realizaba la asamblea eran asignados a ciudadanos selec- cionados por sorteo. En cambio, en ninguno de los gobiernos repre- sentativos de los iltimos dos siglos se utlizé el sorteo para’asignat ni el minimo poder, fuese soberano o ¢jecutivo, central o local. La representacién s6lo se ha asociado con el sistema de eleccién, a veces combinado con la herencia (como en las democracias consti- tucionales), pero nunca con el sorteo. Un fenémeno tan coherente y universal debe llamar la atencién y, en efecto, invitar al escrutinio, A diferencia de la ausencia de asamblea popular, esto no puede explicarse sélo por las limitaciones materiales. Al explicar las razo- nes por las que los gobiernos representatives no dan ningyin papel 19 BERNARD MANIN ala asamblea de ciudadanos, los autores habitualmente se refieren al tamafio de los estados modernos. Sencillamente, en entidades politicas del tamafio de los estados modernos, més grandes y més populosos que las ciudades-estado de la Antigtiedad, no es posible reunir a todos los ciudadanos en un lugar para deliberar y tomar decisiones como un tinico érgano. Inevitablemente, por tanto, las funciones del gobierno son ejecutadas por un ntimero de indivi- duos inferior a la totalidad de los ciudadanos. Como hemos visto, |a imposibilidad préctica de reunir a todo el pueblo no fue la prin cipal motivacién de aquellos fundadores de estas instituciones, como Madison o Siéyés. El hecho sigue siendo que el tamafo mismo del Estado moderno tiene como efecto hacer materialmen- te impracticable que el pueblo reunido en asamblea tuviera algin papel en el gobierno. Ademés, puede haber contado algo en el establecimiento de, sistemas puramente representativos. Por otro lado, no pudo ser el tamafio de los estados modernos lo que impulsara el rechazo del sistema del sorteo, Incluso en estados grandes y densamente poblados es técnicamente factible emplear cl sorteo para seleccionar a un pequeiio nimero de sujetos para que se integren en un érgano mayor. Independientemente del tamafio del érgano, el sorteo siempre hard posible extraer de él a un grupo de individuos tan reducido como se quiera, Como método de seleccién no es impracticable; de hecho, el sistema judicial atin lo emplea regularmente en la actualidad para consti- tuir jurados. Asi que ese uso exclusivo de la eleccién no puede pro- ceder solamente de puras restricciones pricticas. En Ia actualidad, précticamente no se considera el uso politico del sorteo'. Durante mucho tiempo el sorteo no tuvo lugar en la * Recientemente, uns cuancas obras han contribuido a recuperar el interés en el uso polio del sorceo. Véase, en particular, Jon Elser (1989): Solomonic Judgement Stu dein the Limitacons of Rationality, Cambridge, Cambridge University Pes, pp. 78- 92 (ed. case; juiiosaloménito, Barcelona, Gedisa, 1991]. Se ha sugerido tambien que lun ciudadano elegido al azar pudieraelegir el candidaro desu opcién pare repesentat& ‘8 citcunscripeién (véase A. Amar (1984): «Choosing represeneatives by lottery votings, en Yale Law Jounal, el. 93). No abstant, en la sugevencia slo se le otorge un papel limicado: es empleado para seleccionaea ua votante, no un representante 20 Los PRINCIPIOS DEL. GOBIERNO REPRESENTATIVO. cultura politica de las sociedades modernas, y ahora tendemos a considerarlo como una costumbre algo estrafalaria. Sabemos, por supuesto, que fue empleado en la antigua Atenas, y ese hecho es comentado ocasionalmente, aunque casi siempre en tono de asom- bro. De hecho, el que los atenienses pudieran adoptar tal procedi- micnto parece ser el mayor enigma. Sin embargo, tal vez convenga inverti el punto de vista habitual por el que la cultura del presente consticuye el centro del mundo. Podria ser mejor preguntar: «Por qué no practicamos el sorteo y, sin embargo, nos llamamos demé- cratas?y. Se puede, por supuesto, objecar que no hay gran cosa que aprender de una pregunta asi y que su respuesta es obvia. El sor- teo, se puede aducir, selecciona a cualquiera, sin importar quién, incluyendo a quienes no tienen aptitudes especiales para gobernar. Es, por consiguiente, un mérodo manifiestamente defectuoso, y su desaparicién no exige mayor explicacién. Se trata, no obstante, de un argumento en el que lo obvio de la premisa debe arrojar dudas acerca de la valider de la conclusi6n. Los atenienses, a quie- nes en general no se les consideraba ingenuos en cuestiones polti- cas, debian de ser conscientes de que el sorteo designaba a gente indiscriminadamente, y, aun as‘, continuaron empleando el siste- ma durante otros doscientos afios. No es un descubrimiento reciente el hecho de que el sorteo comparta el riesgo de elevar a ciudadanos incompetentes a cargos piiblicos. El riesgo de la incompetencia en el cargo era el mismo en Atenas que en la polit- cade nuestros dias. Ademis, de creer a Jenofonte, el propio Sécra- tes ridiculizaba el nombramiento de magistrados por sorteo basindose en que nadie elige por ese método a los pilotos de barco, los arquitectos o los flautistas?, Esto significa, no obstante, que la cuestién que debemos plantearnos ¢s si los demécratas ate- nienses realmente no tenfan respuestas cuando se enfrentaban a esas objeciones. Es posible que viesen cn el sorteo ventajas que, a la luz de todas las consideraciones, creyesen que pesaban mds que » Jenafonte, Memorabilia, 2,9. 21 tan gran desventaja. Es también posible que hubiesen encontrado modos de preservarse del riesgo de la incompetencia a través de arreglos institucionales suplementarios. En lo que concierne al sorteo, en modo alguno esta claro que el peligro de la incompe- tencia tuviese la tiltima palabra. No podemos juzgar que este metodo de seleccién es defectuoso y destinado a desaparecer hasta haber analizado cuidadosamente cmo se empleaba en Atenas y ccémo lo justificaban los demécratas. En cualquier caso, independieatemente de las razones de la desaparicién del sorteo, permanece el hecho crucial de que la democracia ateniense lo empleaba para cubrir ciectos cargos, zientras que los regimenes representativos no lo consideraron en absoluto. La diferencia dificilmente puede dejar de tener conse- ccuencias en lo relativo al ejercicio del poder, el modo de su distri- bucién y las caracteristicas de quienes gobiernan. El problema cestriba en identificar con precision las diferencias. Ast que, si que- remos arrojar luz sobre una de las mayores diferencias entre gobierno representativo y democracia «directa», hemos de compa- rar los efectos de la eleccidn con los del sorteo. En los andlisis de los gobiernos representatives lo tipico es con- trastar la eleccién con la herencia. Tal punto de vista esté, en parte, justificado: los gobiernos electos reemplazaron directamente a los gobiernos heredicarios, y no hay duda de que, al hacer de la elec- cién la base principal de la legitimidad politica, los fundadores de nuestras repiblicas representativas modernas estaban, ante todo, rechazando el principio de la herencia. Lo que, desde luego, carac- teriza a los sistemas representativos modernos es el hecho de que en ellos el poder no es hereditario (en cualquier caso, no esencial- mente). Pero lo que también les distingue, aunque reciba menos atencién, es la completa ausencia de la utilizacién del sorteo en la asignacién de las funciones politicas ¢jercidas por un niimero res- tringido de ciudadanos. Puede que el contraste encre eleccién y sorteo revele un aspecto del gobierno representative que sigue estando oculto mientras el sistema hereditario sea su tinico punto de diferenciacién. 22 (GOBIERNO REPRESENTATIVO Conviene estudiar el uso del sorteo en Atenas no sélo porque el sorzea sea uno de los rasgos caracteristicos de la democracia «direc- ta», sino también porque los atenienses lo empleaban junto con la cleccién, fo que hace que sus instituciones encajen particularmen- te bien en una comparacién entre ambos métodos. Ademés, la reciente publicacién de un excelente estudio de la democracia ate- niense, notable canto por su amplicud como por su precisién, ha arrojado nueva luz sobre estos puntos?. La democracia ateniense confiaba 2 ciudadanos seleccionados por sorteo la mayor parte de las funciones no desarrolladas por la asamblea popular (ehtlesia)* Ese principio se aplicaba sobre todo a las magistraturas (archai). De los aproximadamente 700 cargos de magistrado que formaban la adminiscracién ateniense, unos 600 eran cubiertos por sorteo®, Las magistraturas asignadas por sorteo > Me rfieroa M. H. Hansen (1991): The Athenian Democracy in the Age of Demoste- ey, Oxford, Basil Blackwell. Se ata de una versi6n condensada traducida al ingles dela obra de Hansen mucho ms voluminosa publicada originalmence en danés (Det ‘Athentke Derokrats 4 ark f Ke 6 vole. Copenhague, 1977-81). Hansen sborda pr tjpalment las insticucionesatenienses del igo 1Va.C. (desde la segunda rexauracién de la democracia en el 403-402 hasta su colapso definitvo en el 322). En calidad, indica que las fuences para exe perfodo son mucho mi sbundsnces y detaladas que paral siglo v,y resalta que no sabemos realmente mucho sobre emo funcionaba ls ‘democraciaareniense en la era de Peccles, Las historias intticucionaes que se centan cen dl siglo V (apoyindose en que fue entonces evando Arenas aleanné eu apogeo en ‘cuanto a podecio y brillantez arisica}, asf como las que trata el period que abarca desde la reforma de Bfltes (462) hasta la desaparicién definitive de Ia democracia (622) como una entdad nica sin, por vanto, obligados a extrapolar los dator que en realidad estin celacionados con el siglo v. Por su eleceién de exe perfodo, Hansen vic esa extrapolacién, que considera injustificads (The Athenian Democracy pp. 19- 3) Be nelle. ae lnm mes cers ctr dln “dems del libro de Hansen, sobre el soreo y la eleccién en Atenas, wéanse James, Wyelife Headlam (e., 1891): ection by Lae at Athens, Cambridge, Cambridge Uni= versity Pres, 1933; E. Staveley S.(1972}: Gret and Roman Voting, Ihaea, Comnell Uni- versity Press; Moses I. Finley (1973): Democracy Ancien: and Moder, New Beunswicl, Rutgers Universicy Press (ed. cst: Vigie y mune democraca, Barcelona, SeixBarel, 1980} y (1983): Polite in she Ancient Warld, Cambridge, Cambridge Universi Pes. * nue las cifras no se incluye el Consejo (ou), aunque era una junca de magisra- dos. De hecho, los poderes del Consejo difertansignificativamente de los de lat ocras smagicracuras, por lo que ex preferible ratalas por aeparado (vase ms adelance), 23

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