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A nivel mundial (y salvo escasas excepciones) el orden social capitalista regula las
relaciones y la vida de la gran mayoría de la humanidad. Sus dos grandes objetivos
económicos son la búsqueda de la máxima ganancia como prioridad de los que realizan una
actividad económica, y la búsqueda del máximo crecimiento del conjunto del sistema.
Ambas prioridades están siempre presentes y han ido condicionando al resto de las
relaciones sociales, poniéndolas a su servicio. Naturalmente fueron generando dos
procesos: de enriquecimiento permanente de un sector cada vez más poderoso y
reducido de la sociedad, y de depredación cada vez más veloz y gigantesca de nuestros
bienes comunes.
En ese mundo despiadado se inserta la Argentina, sólo que como un apéndice dependiente
y subordinado de los países centrales o dominantes. Y a lo largo del tiempo esa
dependencia va sufriendo cambios que tienen que ver con las dinámicas habituales de
cualquier economía capitalista. Se pasa por períodos de crecimiento de largo plazo, y por
períodos de crisis profundas que requiere modificaciones para volver a crecer (siempre
en el marco de nuestra dependencia estructural).
Pero por las características estructurales del modelo, se fueron agotando los ‘motores’
iniciales y fueron apareciendo trabas y obstáculos ocultos durante la fase inicial. Las
ramas de mayor competitividad internacional se basan en la sobreexplotación de los
recursos naturales, pero no generan mucho empleo genuino. Las grandes corporaciones y
los bancos son los principales beneficiados, no sólo con la economía y los mercados sino
también con las políticas públicas. Su comportamiento es crecer, concentrar y llevarse la
mayor parte de las ganancias afuera, además de pagar poco o nada de impuestos. Una vez
que la reactivación se agota, no genera mucho empleo en el sector privado, entonces será
el Estado quien ‘tome la posta’ y para evitar creciente desempleo (con lo grave que
significa esto en términos económicos y sociales) comenzará a aumentar la planta de
personal y los masivos subsidios clientelares.
El panorama va cambiando y los obstáculos van tomando más fuerza. El Estado, que no
cobra casi impuestos a los que más tienen, se queda con escasos recursos para cubrir los
‘males’ estructurales del modelo, lo que lo lleva a un creciente déficit fiscal. El mercado
mundial entra en una profunda crisis desde el 2008 en adelante, y aun no la puede
superar. Y ya no crecen las exportaciones como durante la primera etapa. Al contrario,
los cambios internos y externos van generando mayor competencia de productos
importados. Entonces lo que fueron dos elementos reflejos del ‘éxito’ inicial (superávit
fiscal –plata abundante para el Estado- y superávit externo –divisas abundantes para el
país-), van desapareciendo y se transforman en graves problemas (déficit fiscal y
externo). La caja gigantesca de los recursos públicos desaparece cuando más se
necesita, y los dólares se van por los múltiples agujeros que dejan crecer las políticas
públicas.
De todos modos, las políticas implementadas suponen un futuro incierto y muy peligroso,
ya que las bases del modelo se profundizan con mayor sobreexplotación de los recursos,
a la vez que se toman compromisos impagables a futuro, renunciando a la soberanía en
caso de conflicto con los acreedores externos.
*La grieta no se cierra. Pasamos de un modelo económico de economía cerrada,
protección del empleo y el mercado interno, baja inversión empresaria y falta de
inversión en bienes de capital, a otra economía abierta, con crecimiento de
importaciones, medidas para favorecer las inversiones, estrategia para flexibilizar el
mercado laboral. Es difícil así establecer políticas de Estado, porque un Gobierno nueva
borra todo lo anterior. ¿Habría que encontrar un punto medio entre ambas posturas
ideológicas? Hay una alternativa viable entre ambas posiciones casi antagónicas, más allá
del supuesto actual gradualismo?
No tengo la misma impresión respecto del modelo económico. No se observa (más allá de
la guerra de ‘relatos’) que tengamos otra economía desde el cambio de gobierno nacional
en diciembre de 2015. El peso del comercio externo en relación al Producto Bruto no se
ha modificado, sólo se evidencian cambios en las condiciones del mercado mundial que
impactan en lo interno. Tampoco hay evidencias claras de variaciones significativas en
términos de empleo, aunque por más mínimas que sean las bajas siempre son traumáticas
para los que las sufren. Las inversiones se mantienen reducidas, y más allá del discurso
oficial no hay medidas que incentiven las que se destinen a la producción (las ventajas y
privilegios son para las inversiones especulativas, que luego se van con rentas
multiplicadas al exterior).
En realidad no hay posturas antagónicas en lo esencial, entre las fuerzas políticas que
tienen más posibilidades de acceder al gobierno. Solo hay ‘actuaciones’ para mantener
vigente una brecha social falsa, que divide de manera equivocada para beneficios de uno
y otro lado. La pelea se concentra en los hechos de corrupción pero ni siquiera rozan a
las cuestiones centrales y estratégicas. Mientras tanto el modelo se consolida,
permitiendo la continuidad de la concentración y las desigualdades, la depredación de los
bienes comunes, la extranjerización de la economía, y la marcha a un futuro peligroso.
El curso que iniciaremos el viernes 6 de abril tiene como ejes la economía, la sociedad y
el ambiente, y el objetivo es brindar elementos que con una mirada crítica ayuden a
comprender los graves problemas actuales. Se trata de un análisis estructural, que por
supuesto va acompañando la marcha de los acontecimientos. Los cambios reales no son
tan profundos, y los problemas más graves no se modifican tanto. La idea es que
tengamos más cuidado al leer la información que brindan los grandes medios y la
orientación que desean dar a la opinión pública los grandes relatos políticos, que en
general buscan desviar el centro de las preocupaciones hacia temas secundarios, o en
todo caso tratar temas importantes de manera distorsionada.
Las reformas que vienen tratando de impulsarse a nivel nacional, y que cuentan con el
apoyo de los diferentes gobiernos provinciales (entre ellos el de Entre Ríos), están
dentro del marco del modelo comentado. Significan la continuidad esencial y
profundizada de algunos elementos de la realidad social que procuran adaptarse a las
nuevas y difíciles condiciones del contexto externo. La reforma tributaria (del sistema
que básicamente dejó la última dictadura y no lo cambió ningún gobierno posterior)
apunta a continuar con impuestos predominantemente regresivos. La reforma previsional
que se produjo a fines del año pasado continúa los lineamientos anteriores, y no altera de
manera sustancial la grave situación que vive el grueso de los jubilados, que perciben el
haber mínimo que no cubre ni la mitad de la canasta de pobreza de la tercera edad. La
reforma laboral apunta a legalizar la precarización ya existente y ajustar el mercado a la
coyuntura mundial. Todo a favor de las grandes corporaciones, del capital usurero, del
saqueo de nuestros recursos; y todo en contra de los trabajadores, de los ancianos, de
los pequeños y medianos empresarios, de los sectores medios, del ambiente y de la vida.
No se puede afirmar que en Entre Ríos haya habido cambios desde la asunción del nuevo
gobierno nacional, ni en su estructura económica ni en las políticas públicas. La
estructura primarizada de la economía entrerriana requiere un Estado que compense la
falta de generación de empleo genuino en el sector público. La dependencia de las
finanzas provinciales hacia el poder central conduce a un comportamiento de los
gobernadores como simples gestores de las imposiciones del ejecutivo nacional, apoyando
las decisiones a cambio de monedas que les permitan mantener el estatus quo y ‘sin hacer
olas’.
*Justamente sobre eso, el curso apunta a fomentar una economía amigable con el medio
ambiente, un nuevo modelo de producción. Desde qué otros lugares están surgiendo esas
demandas, que pueden arrojar nuevos imaginarios, ideas y políticas de transformación de
la realidad?