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Jos concretard en tres, poniendo la primera piedra del pensamicato liberal: libertad, seguridad, propiecad). Hobbes realiza orainterpre- tacién del pacto con el soberano a >artir de un profunde pesimismo sobre la condicién del hombre en saciedad: puesto que nada hay tan peligroso para la vida humana en sociedad como el propio hombre actuando segrin sus instintos, so si todos los hombres ceden su li- bertad aun tinico gobernate con carécter irrevocable es posible la paz en el Estado. 7. Maguiavelo, dejando a un lado las consideraciones normati- ‘vas sobre la politica (esto es, sobre cémo deberia ser para ser buena, 0 justa, o cristiana) trata de analizarla como técnica, como fenémeno humano que es posible comprender mediante la observacién de! presente y el estudio de la historia. Su obra supone de este modo el (Ge)uacimiento de los objetivos y los mérodos de la ciencia politica BIBLIOGRAFA LL Sobre el Estado en general Hall, J. ekenberey, J. (1995): £1 Estalo, Alianza, Madcid. 2. Sobre a Europa medieval y sus instituciones Anderson, P. (1980): Transiciones de la antigitedad al feudalismo, Siglo XXX, Made. 3. Sobre las instituciones de la Fspanit medieval Garcta Valdeavellano, L. (1992): Historia de las instituciones de la Esparia ‘medieval, Alianza, Madrid. 4. Sobre los origenes y ta formactén del Estado moderno Cosaman,R.H.S. (1991): Biapafia del Estado modern, FCE, México, ‘Mann, M. (1891); Las fuentes del poder social, Alianza, Madvi. Tillys Ch. (1975); The Formation of National States in Western Lusobey ‘Princeton University Press, 5. Sobre la teorks politica del Estado moderno Skinner, Q. (1991): Maguizvelo, Alianza, Madrid, Vallespin, F. (ed.) (1990): Historia ds [2 teorta politica, vol. 11, Alianza, Madrid. , 2 Capitulo 3 EL ESTADO LIBERAL Fernando Vailespin Universidad Auténoma de Madrid Como ocurre con todas las grandes ideologias politicas, el liberalis- mo no es fécilmente reconducible a una serie de rasgos tinicos, predeterminados, sino que exhibe distintas facetas segiin se vaya enfrentando a circunstancias sociales siempre cambiantes. Ninguna ideologia politica surge ex novo, a expaldas de las tradiciones de pensamiento frente a las que se alza o pretende erigirse en alternati- va. En todas ellas hay siempre algiin residuo de concepciones del mundo y principios ya formulados eon anterioridad, asf como una cierta flexibilidad para ir adaptandolos a las mutaciones de la vida social y politica. En esto el liberalismo no es, pues, original. Su mayor peculiaridad reside, sin embargo, en haber sabido mantener Ja vigencia de un importante mticleo ¢e principios que desde siem- pte han estado ligados 2 su filosofia y se proycctan sobre un deter- minado cuerpo institucional. No hay que olvidar que la misma idea de constitucionalismo moderno, con todos los contenidos que abar~ ca —declaraciones de derechos, separacién de podetes, Estado de derecho, etc— es ya una aportaciér liberal. Su contingencia en. tanto que mera ideologia politica se ve compensada asf por el «trato de favor» que en cierto sentido ha recinido por parte de la teadicign, politica occidental. Lo queramos o no, el liberalismo es Ia ideologia ereadora de fas reglas de juego en las democracias modernas, Fl objeto de este tema es ofrecer les claves basicas para alcanzar luna mayor comprensi6n de su génesis, asi como de los principios fandamentales sobre los que se apoya, Obviamente, no nos podre~ ‘mos ocupar aqui de analizar con detenimiento todas las variantes que ofrece, ni su traduccién institucional detenida, pues ello eo- “rresponderia ya en rigor a un curso de Derecho constitucional. 53 1. EL FACTOR HISTORICO: LAS «REVOLUCIONES BURGUESAS» Una de las convenciones o estereotipos histéricos mas generalizados es, sin duda, el considerar a las revoluciones polftico-sociales de la Edad Moderna —las inglesas de 1648 y 1688, la americana de 1776 y la francesa de 1789— como «revoluciones burguesase. Dicho ad- jetivo responde a la idea de que a través de tales convulsiones socia- les, mas o menos trauméticas segrin los casos, se consigue, en efecto, el acceso de las nuevas clases burguesas al poder del Estado, rom pigndose con el anterior predominio de la aristocracia terratenien te. Como todo estereotipo, su contenido de verdad es relativo 0, al menos, relativizable. Pero por ahora nos puede servir para apuntar algo que sf consideramos fuera ce toda duda: que el liberalismo ‘nace como una nueva ideologia capaz de dar cabida y de racionali- zar las necesidades de una nueva época. Su fuerza responde a su ‘mismo caricter de novedad, de reptura con una determinada con- cepcién del mundo; a la plena consciencia del protagonismo de una nueva clase en expansi6n que se encuentra a sf misma en su soledad historica, renunciando al pasado, ¢ a tradicion, creando el mundo.a partir de su propia identidad con ‘a raz6n como bandera. 1. La Revolucién inglesa LaRevolucién inglesa, que abarca, con distintos altos y bajos, desde 1640 2 1660, puede ser considerada todavia como una mezcla entre guerra de religién y conflicto de clase, de enfrentamiento de los intereses de la Corona y la alta aristocracia contra la incipiente bur guesfa, La «Gran Rebelién» es el producto de una fiera y larga dis puta entre el Parlamento y la Corona, que desde cl advenimiento de Ia dinastfa de los Estuardos a comienzos del siglo xvi se enzarzan en vuna larga controversia sobre los limites del poder teal. Hay que te- ner en cuenta que Ia Corona inglesa no consiguié alcanzar nunca, aun intenténdolo con Carlos I, las prerrogativas de lay monarqulas absolutas del continente. Fuera de la armada, que servia de escudo protector frente a enemigos externos, Inglarerra carecia de un ejét- cito permanente y de una administracién centralizada con funciona- nos profesionalizados y asalariados. Para la reclizacion de funciones pblicas clave, tales como la recaudacin de los impuestos aproba- ddos por el Parlamento, supervisar y hacer ejecutar numerosas leyes y cstatutos,alistara la milicia, etc, el rey dependia, en los coudados rurales, de un conjunto de servicios no remunerados de los nobles y de las figuras mis relevantes de la gentry o nobleza menor: y en las 4 a ‘iudades, de determinados ciudadanos de prestigio. La dependencia por parte de la Corona de todos estos grupos sociales con represen- tacién en ambas CAmaras impidi6 que Carlos I pudiera gobernar ‘més alla de once afos sin requerir la convocatoria de un nuevo Par~ Tamento, una vez que lo hubiera desconvocado por negacse a accp- tar sus pretensiones absolutistas y su politica religiosa, Piénsese que en Francia, por ejemplo, los distintos reyes pudieron gobernar sin necesidad de convocar los Estados Generales, equivalente francés del Parlamento, desde 1614 hasta la antesala de la Revoluci6n. Y en Inglaterra también, fue la nueva convocatoria del Parlamento lo que puso en marcha el proceso revolucionario. Este culminard en 1649 con la ejecucién del monarca y la proclamacién de la Common- wealth o Repiblica, que a partir de 1653 cobrard la forma de Pro- tectorado bajo la autoridad casi indiscatida de Oliverio Cromwell Suhijo Ricardo, que le sucede en el cargo, no es capaz de imponerse ante los invereses en liza, y en 1660 un nuevo Parlamento restaura la inastfa Estuardo. Aunque Carlos Tl toma el poder bajo determina- das condiciones dictadas por el Parlamento, pronto vuelve a restci- tar viejas querellas politicas y religiosss, que desembocan en la in- ‘eruenta Revolucin Gloriosa de 1688, Su hijo Jacobo Tl es obligado ‘ahora a abandonar el trono, acusado de pretender restaurar el cato- licismo, y Guillermo de Orange y Maria, la hija protestante del rey destronado, son elevados conjuntamente a ocupar la Corona. Con cl «arreglo revolucionario» de 1689 se cierra el ciclo de luchas civi- les y se sientan los presupuestos para la ya indudable supremacia parlamentaria. Todo este proceso hay que evaluarlo a la luz de los distintos conflictos de ajuste que se fueron procuciendo entre los diferentes grupos sociales y la organizaci6n del Estado, La quiebra que supuso Ja ruptara del consenso establecido por los Tudor entre todos esos grupos, asf como el correlativo aumento del poder de las clases ur- bbanas, cuyos intereses objetivos fueron comparridos cada vez mas por la gentry, permiten evaluar la revolucién como tna larga y fiera disputa constitucional entre el Parlamento y la Corona sobre quién era el auténtico titular de Ja soberanfa. A ello hay que afadir un complejo trasfondo de conflictos scligivsus. No solo en lo que se refiere a relaci6n entre el poder espiritcal y politico, sino ala misma naturaleza de la tolerancia religiosa. Les creencias religiosas fueron, tun factor decisivo a la hora de optar por uno u otro bando. Con todo, sin que sea preciso reconocer que las causas de la guerra civil se debieran a un antagonismo mis o msnos explicico entre clases y/ © actitudes feudales y burguesas, s{ parece importante resaltar cudl 55

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