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Introducción
escrito por D’Andrade (1995), quién explica que después de una década de ataques a la moral de
la antropología, él busca defenderla como una ciencia, no como un medio para hacer lobby
político. La crítica de D’Andrade (1995) es clara, desde su óptica autores como Renato Rosaldo
y James Clifford parten desde un posicionamiento político para hacer ciencia, lo que evita
conocer cuales son las necesidades políticas de quienes son estudiados, pues se pierde como
específico.
Considero que esta crítica es valiosa, en cierta forma hasta provocativa. Es por esto que
en este ensayo pretendo explicar porque, al observar este problema desde el sur, la crítica de
D’Andrade, quién es estadounidense, puede ser considerada no solo errónea sino que
investigación que caracteriza el hacer etnográfico, sino como la cuna epistémica para la
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Surgimiento de la antropología
incluso como un resultado de la ilustración), desde la tradición de Comte y J.S. Mill, impulsa a
la antropología hacia una gestación positivo-realista, similar al de la filosofía natural de los siglos
XVI y XVII. Al respecto, Guevara (s.f.), afirma que el nacimiento de la antropología fue en un
contexto colonial, donde Europa pretendió expandir sus mercados, por lo que necesitó conocer
los nuevos pueblos que buscó conquistar, a las que apodaba sociedades primitivas.
fuera precisamente esas sociedades primitivas, cuyos datos eran obtenidos mediante viajes a los
territorios de ultramar. Ahí fue cuando, de acuerdo con Cházaro (1991), la filosofía de la ciencia
se inició a evaluar métodos, como medio para validar los resultados de una investigación. En el
caso de la antropología, ese método riguroso que le permitía obtener datos de forma
sistematizada consistió en la etnografía, proceso que aboga por la recogida de datos a través una
epistemológico la diferencia con el otro (otredad). Además requiere del descentramiento, proceso
por medio del cual el investigador se aparta de lo que consideraba desde su cultura normas
universales las reglas o hábitos de su conducta, para observarlas desde un punto de vista crítico.
De igual forma, este método utiliza como materia prima la sistematización de las relaciones de
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quiénes participan en el proceso investigativo, las cuales ponen en evidencia los datos que hacen
permitido a la antropología instituirse como una disciplina capaz de “evidenciar las estructuras
que permiten comprender las producciones de sentido de distintos grupos sociales” (p.30), esta
debe de cuidarse de caer nuevamente el paradigma Occidental, que busca deshumanizar a las
personas estudiadas. En este sentido, los autores consideran que la antropología se apropia de
cierto discurso liberador que se convierte “paulatinamente en la palabra de los conjuntos sociales
Claro, la etnografía provoca la empatía del investigador por sus sujetos. De acuerdo con
Guber (2011), cuando el nativo entra en contacto con el investigador, surge un ejercicio de
reflexividades, en donde no solo se le permite al investigador construir sus datos, sino que lo
obliga a pasar por un proceso de reconstrucción a partir de la mirada del otro. En cierta forma, el
otro asume la identidad del individuo. Esto es la construcción de la imagen del investigador, las
que la autora relaciona con cuatro aristas: persona, género, emociones y origen.
Por lo tanto, es lógico entender que la etnografía permite establecer una relación empática
con el otro, quién ya no solo es informante o interlocutor, pero también compañero, amigo. De
ahí que las luchas sociales del otro, también se convirtieran en las luchas sociales del
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Los límites de la antropología
Ahora bien, en tanto la etnografía permitía generar estos lazos con la comunidades y con
los sujetos sociales, también el modelo etnográfico que pretendía estudiar a las sociedades
primitivas se acababa. Esto sucedía no sólo porque entre más convivían los investigadores con
sus interlocutores, más entendían que estos no eran primitivos, sino que seres humanos
Al lado del capitalismo, también se extendió la cultura occidental, y con ella su sistema
de enseñanza y sus profesiones. Como lo señala Krotz (2011), a mediados del siglo veinte,
comenzaron a surgir los antropólogos latinoamericanos, quienes ya no tenían que realizar los
largos viajes marítimos para llegar a las poblaciones de estudio, sino que estos eran parte de
otros, es utilizado ahora por tales otros tanto para conocerse a sí mismos, como para conocer el
XIX. Para Augé (1998), esto fue el reflejo de que en la antropología, históricamente, no ha
con el autor, es lo que da pie a los modelos del revisionismo antropológicos, los que han
➔ La carta robada:Es un reproche al pasado, a los antropólogos del pasado, por no notar una
serie de datos que eran obvios para quienes los miran desde la actualidad.
➔ Confrontativo ¿Cuáles son las evidencias?: Pone a las pruebas empíricas a confrontar la
teoría, con el objetivo de producir modelos más complejos?
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➔ Fuera de juego: Hace referencia a que los límites de la antropología son difusos , por lo
que no se sabe con claridad cuáles son las líneas de investigación o el propósito de esta
como ciencia.
➔ Diálogo de sordos: Protesta por como el autor a trabajado los datos, porque uso cierta
teoría y no otra.
una mayor libertad para dedicarnos a estudiar al nos-otros, con nuestras desigualdades locales.
Esto lo podemos entenderlo mejor utilizando los conceptos de García Canclini (2006), quién
llama a estudiar a los diferentes, a los desiguales y a los desconectados, miembros de nuestras
propias sociedades, pero quienes nos produce extrañeza y están sumergidos en formas de vida
Me parece que es aquí, cuando todavía se hace más obvia la conformación de una
episteme política de la antropología. Surgen las antropologías del sur, llenas de profesionales que
no son solo investigadores y científicos que sienten empatía, sino que son compatriotas, seres
humanos que tienen que enfrentarse a las mismas realidades crueles de sus interlocutores.
Ahora, volviendo a lo que nos atañe, si bien es cierto D’Andrade (1995) posee un punto
válido, en el sentido de que partir desde un punto de vista político podría hacernos perder el
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que pasa por alto el hecho de que los investigadores del sur muchas veces ya nos encontramos
investigaciones.
Ante lo anterior tengo una propuesta. Si bien es cierto comparto la sensación de que no
debemos partir de una ideología política para realizar nuestras investigaciones, sí considero que
es necesario ser transparentes en cuanto a nuestra vinculación con los fenómenos que nos generar
Considero, por mi experiencia académica, que si bien hay muchos diseños que parten
desde posturas políticas, estas no son la mera invención de un antropólogo, sino que es la
periodo de pre campo, en el que poco a poco empieza a interactuar con la realidad que pretende
analizar.
De acuerdo con Galindo (1998), la etnografía tiene dos procesos, que sirven como cara de
una misma moneda. El primero es la relación del antropólogo con sus interlocutores y el registro
del proceso, en donde el científico se ve identificado con su lado humano. Por otro lado, el
segundo sucede cuando se genera el reporte, la parte escrita que surge como resultado del
proceso anterior. Yo pienso que esto es correcto, pero inconcluso, hay una tercera etapa, que se
encuentra anterior a estas: el pre campo, el que nos permite guiarnos a entender dónde y cómo
empezar a investigar, el que, en nuestro caso como antropólogos del sur, nos permite empezar a
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Fuentes
AUGÉ, M. (1998). Hacia una antropología de los mundos contemporáneos, Gedisa, Barcelona.
Cap. 3. Pp. 61-77.
GUBER, R. (2011). “El investigador de campo”. En: Método, campo y reflexividad. 1ra ed.
Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores. pp. 111-126.