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Estas afirmaciones, aunque válidas, nos llevan a realizar un análisis de tres aspectos
básicos que caracterizan nuestra realidad actual. En primer lugar, nos encontramos
ante la era de la información; en segundo lugar, la alta incidencia de fracaso escolar en
los distintos niveles educativos; y por último, la inercia en la modificación de las
políticas curriculares y la actualización de la metodología de enseñanza.
Autores como Ontoria, Gómez & Molina (2005); Puente, Poggioli & Navarro (1989); y
Simón (2004) coinciden en señalar que estamos inmersos en cambios de orden social,
político, tecnológico, económico y cultural que configuran una nueva sociedad
denominada "era de la información" o "sociedad de las nuevas tecnologías". El cambio
que ha originado se evidencia en el funcionamiento de todos los organismos y de todas
las sociedades industriales y culturales.
Sin embargo, en segundo término, encontramos que en todos los niveles educativos
desde el básico hasta el nivel superior existe una alta incidencia de fracaso en los
estudios. Tanto en los niveles básicos como en los superiores encontramos que entre
los alumnos existen muchas diferencias en la calidad y cantidad de aprendizaje. Pese a
los esfuerzos de los profesores por enseñar por igual a todos, no siempre los
resultados responden a sus expectativas. Obviamente, esto se agrava a un nivel
educativo superior. Serra & Bonet (2003) señalan que el evidente salto cualitativo
existente entre la enseñanza secundaria y la universitaria exige cierto grado de
madurez, así como la disposición de determinadas habilidades y capacidades en el
alumno, de las que a veces no dispone, para afrontar con éxito esta nueva etapa
educativa. Considera que tal deficiencia es consecuencia de la preparación básica, la
cual es cada vez más escasa. A razón de ello, entre los docentes universitarios existe
cierta sensación de impotencia que desborda y no aciertan a comprender, pero que la
justifican responsabilizando, con una actitud pasiva, a los escalones inmediatamente
anteriores en el proceso educativo.
En este sentido, Beltrán (1998) afirma que los profesores universitarios llevan varios
años comprobando que sus estudiantes no están suficientemente preparados para
seguir la enseñanza superior, y más concretamente, que tienen una gran dificultad en
controlar y evaluar sus propias estrategias de aprendizaje.
En consecuencia, los tiempos de cambio deben ser asumidos por todos, educación
básica y superior, y en este contexto, las estrategias de enseñanza y de aprendizaje
juegan un papel fundamental a la hora de llevar a cabo las adaptaciones oportunas.
En tercer y último término, afirman Ontoria, Gómez & Molina (2005), la educación
parece mantenerse al margen, aunque en todos las fases del pensamiento se le
atribuye un papel prioritario y fundamental. La introducción de estos nuevos conceptos
como habilidades y estrategias cognitivas en la enseñanza, en los centros educativos,
es todavía mínima. La enseñanza parece seguir inmersa en una etapa anterior, sin la
menor incidencia de la nueva cultura del aprendizaje.
Por su parte, Díaz & Hernández (1999), indican que en la actualidad los planes de
estudio de todos los niveles educativos promueven aprendices altamente dependientes
del sistema instruccional, con muchos o pocos conocimientos conceptuales sobre
distintos temas disciplinares, pero pocas herramientas o instrumentos cognitivos que
les sirvan para enfrentar por sí mismos nuevas y diversas situaciones de aprendizaje.
Sin embargo, deja de lado la naturaleza de los procesos de aprendizaje. Siendo este el
punto de divergencia entre los enfoques psicológicos. Para algunos autores, la
presencia de las variables de ejecución y práctica es suficiente para explicar y planificar
el aprendizaje, pero para otros es precisamente ese núcleo central invisible del
aprendizaje lo que interesa conocer para introducir en el aprendizaje mejoras
cualitativas (Beltrán, 1998) y, por ende, se logre los cambios esperados en el sistema
educativo.
Este enfoque domina hasta la década de los cincuenta. Para los defensores de este
enfoque el aprendizaje es considerado como la adquisición de respuestas. Este
esquema estímulo - respuesta era coherente con la concepción epistemológica
empirista o asociacionista sobre la naturaleza del conocimiento y la investigación que
había defendido Bacon en el siglo XVII y Pearson a finales del XIX (Beltrán, 1998;
Carrasco, s.a.). Para ellos la verdad está en la naturaleza y sólo hay que descubrirla
mediante la observación y experimentación cuidadosa, enfatizando la importancia de
someter los datos a pruebas. Por otro lado, intenta explicar la conducta humana sólo a
partir de todo aquello que sea medible, observable y cuantificable, queda de lado,
entonces, todos los procesos internos que generan las manifestaciones externas,
centro de interés, tales como los afectos, los valores, los aspectos cognitivos
(Carrasco, s.a.)
El papel del profesor es suministrar "feedback" para crear y moldear la conducta del
estudiante distribuyendo refuerzos y castigos.
Mientras que el papel del alumno es ser un ente plástico cuyo repertorio de conducta
está determinado por la experiencia, un ser pasivo cuyas respuestas correctas son
automáticamente reforzadas y cuyas respuestas incorrectas son automáticamente
debilitadas, es decir, un individuo cuyo papel es recibir y aceptar (almacenar en la
memoria) los conocimientos previamente programados por una cuidadosa y uniformada
planificación instruccional.
Esto acarrea dos obvias consecuencias, por un lado, el contenido del aprendizaje es
siempre un conjunto de respuestas, sea cual fuere la naturaleza del conocimiento a
aprender, y sin relación alguna con los conocimientos previos; por otro, si lo que se
aprende son respuestas y la ejecución de éstas dependen de la instrucción, el sujeto
adoptará una actitud puramente pasiva y se dedicará a la tarea mecánica de acumular
materiales informativos en forma de respuestas, sin intervención de los procesos
mentales superiores del sujeto.
Este tipo de aprendizaje no da lugar para mejorar la efectividad del proceso académico
del estudiante dado que, los mecanismos de aprendizaje son innatos y no están sujetos
al control consciente del propio sujeto. Tampoco tiene mucho sentido enseñar a los
alumnos a ser estudiantes más efectivos, ni tampoco hablar de estrategias de
enseñanza o de estrategias de aprendizaje.
Por su parte Ontoria, Gómez & Molina (2005: 11) comentaron: "el profesorado parece
resistirse a lamentalización profesional, acorde con la nueva sociedad, y mantiene los
mismos métodos y técnicas de enseñanza de otros tiempo. Puede vivir también la
experiencia de que la actualización que se pretende conseguir no sintoniza con la
práctica profesional en el aula, la cual les produce y aumenta la desmotivación".
Entonces, nos encontramos frente a una crisis del paradigma conductista, ya que la
educación no se puede reducir a lo observable, medible y cuantificable, sino que debe
tomar en consideración importantes elementos de la cognición humana como lo son los
valores y los procesos internos que generan aprendizaje (Carrasco, s.a.).
Díaz & Hernández (1999) agregan que, estamos cerca de tan anhelada meta, gracias a
las múltiples investigaciones que se han desarrollado desde los enfoques cognitivos y
constructivistas, las que han permitido llegar a comprender la naturaleza y función de
estos procedimientos valiosos que coadyuvan a aprender de una manera estratégica,
incluso, a pesar de enfrentar situaciones didácticas difíciles.
Para que los alumnos pongan en marcha las llamadas estrategias de aprendizaje se
requiere una enseñanza intencionada. Por tal motivo, han surgido en los últimos
tiempos propuestas que bajo el título de "enseñar a aprender", "aprender a aprender" o
"enseñar a pensar" intentan formar profesores y alumnos en este tipo de aprendizaje.
La primera corriente dominó durante la década de los cincuenta hasta la década de los
sesenta. En esta interpretación, el estudiante es más cognitivo, adquiere información y
aunque llega a ser más activo, todavía no tiene control sobre el proceso de
aprendizaje; por su parte, el papel del profesor es la de enseñar y transmitir la
información del currículo. En consecuencia, la instrucción está centrada en la
información y la evaluación sigue siendo cuantitativa, valorando la cantidad de
conocimientos y de información adquirida. La clave es aprender conocimientos
(Beltrán, 1998).
La segunda corriente surge entre los años setenta y ochenta, y constituye el paradigma
vigente. Esta posición define al estudiante como un ser activo e inventivo; el estudiante
busca construir el significado de los contenidos informativos. El papel del estudiante es
el de ser autónomo, autorregulado, que conoce sus propios procesos cognitivos y tiene
en sus manos el control del aprendizaje (Beltrán, 1998). En este sentido, "...el
aprendizaje resulta eminentemente activo e implica una asimilación orgánica desde
dentro. El estudiante no se limita a adquirir conocimientos, sino que lo construye
usando la experiencia previa para comprender y moldear el nuevo aprendizaje"
(Beltrán, 1998: 19).
En síntesis, hasta hace algunos años, la educación ha dedicado más tiempo y esfuerzo
a la trasmisión de información, que a la enseñanza de estrategias de aprendizaje. El
estudio de las estrategias de aprendizaje y su enseñanza, constituyen uno de los
aportes más significativos de la psicología cognitiva al campo educativo en los últimos
tiempos (Navarro, 1999).
APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO
Ausubel et. al. (1963), formularon una teoría del aprendizaje que ha resultado ser un
gran aporte para el perfeccionamiento de la educación. Ausubel acuña el concepto de
"aprendizaje significativo" para distinguirlo del aprendizaje repetitivo y memorístico;
siendo la diferencia esencial entre ambos que el aprendizaje significativo se produce
cuando la nueva información cobra sentido o se relaciona con los conocimientos ya
existentes en el alumno. Mientras que en el aprendizaje memorístico el alumno no tiene
la intención de asociar el nuevo conocimiento con la estructura de conceptos que ya
posee en su estructura cognitiva, es decir, el aprendizaje memorístico se produce por
medio de asociaciones arbitrarias (Citado por Navarro, 1999).
Simón (2004), señala que los conocimientos previos son concebidos en términos de
esquema de conocimiento. Un esquema de conocimiento se define como la
representación que posee una persona en un momento determinado en su historia,
sobre una parcela de la realidad. Incluye una amplia variedad de tipos de
conocimientos sobre la realidad, que van desde informaciones sobre hechos y sucesos,
experiencias y anécdotas personales, actitudes, normas y valores, hasta conceptos,
explicaciones, teorías y procedimientos relativos a dicha realidad. Los esquemas que
los alumnos poseen no sólo se caracterizan por la cantidad de conocimientos que
contienen, sino también por su nivel de organización interna, es decir, por las
relaciones que se establecen entre los conocimientos que se integran en un mismo
esquema y por el grado de coherencia entre dichos conocimientos.
En palabras de Ausubel esto se puede resumir de la siguiente manera: "si tuviese que
reducir toda la psicología educativa a un solo principio: el factor más importante que
influye en el aprendizaje es lo que el alumno ya sabe. Averígüese esto y enséñese
consecuentemente".
Díaz & Hernández (1999), indican que una línea de investigación impulsada con gran
vigor por la corriente cognitiva ha sido la referida al aprendizaje escrito, que a su vez ha
generado el diseño de procedimientos tendientes a modificar el aprendizaje significativo
de los contenidos conceptuales, así como a mejorar su comprensión y recuerdo. Desde
el diseño de estos procedimientos se distingue dos líneas de trabajo iniciadas desde la
década de los setenta: la aproximación impuesta, referida a las estrategias de
enseñanza y la aproximación inducida relacionada con las estrategias de aprendizaje.
ESTRATEGIAS DE ENSEÑANZA
Introducción
Dos de las razones, a nuestra manera de ver, que influyen para la poca variabilidad y
funcionalidad que el profesorado concede a los medios, son: las percepciones que se
tienen de los mismos como elementos extracurriculares y la limitada formación recibida
para superar una mera utilización instrumental. Los estudios realizados sobre los
medios que conoce y utiliza el profesorado, ‑una revisión de los mismos puede
encontrarse en la obra de Area (1991)‑, ponen de manifiesto cómo mayoritariamente el
profesorado tiende a utilizar un único medio: el textual. Por otra parte, las
investigaciones que han analizado la introducción de nuevas tecnologías en el aula,
como la informática (Escudero et al., 1989) o el vídeo (López‑Arenas y Cabero, 1990),
llaman la atención respecto a la falta de elementos de referencia que maneja el
profesorado para curricularizar los medios mencionados, que les llevan a una
utilización puntual y centrada en sus aspectos técnicos y de enseñanza y aprendizaje
de sus lenguajes. Los medios, como elementos curriculares que son, no funcionan en
el vacío, sino dentro del currículum, por ello cualquier pretensión de abordarlos que no
contemple este espacio decisional, contextual, institucional y pluridimensional,
simplemente nos lleva a acumular e introducir nuevos aparatajes en el aula, que más o
menos pronto son olvidados por el profesorado y relegados a funciones lúdicas y
motivadoras. Como señaló Zabalza (1983:123): "un análisis de los medios como
subsistemas individuales son aportaciones parciales y nada fructíferas".
Esta concepción del medio como un elemento curricular más, nos permite la reflexión
siguiente: las posibles virtualidades que puedan tener en el proceso de
enseñanza‑aprendizaje no dependerán exclusivamente del medio en sí, sino de las
relaciones que establezca con otros elementos curriculares: contenidos, métodos,
estrategias docentes, contexto de aprendizaje, criterios e instrumentos de evaluación...
Y es en función de los mismos donde adquirirán sus posibles significaciones educativas
e instruccionales. Desde esta óptica, debe quedar claro que
Clark y Sugrue (1988) presentan cuatro grandes líneas que han configurado las
investigaciones realizadas sobre medios de enseñanza: conductista, cognitiva,
actitudinal y económica. La orientación conductista se preocupó fundamentalmente por
los posibles efectos que los medios podían tener sobre el rendimiento, intentando
buscar, mediante investigaciones comparativas, el medio más eficaz y válido. La
cognitiva, se desarrolló fundamentalmente en la búsqueda de los efectos que los
atributos de los medios podrían tener sobre el procesamiento cognitivo y el
rendimiento. Las actitudinales parten del supuesto de que las creencias que tengamos
hacia los medios condicionarán las interacciones que establezcamos con los mismos y
los productos que se consiguen, buscando efectos interactivos entre las
actitudes/atribuciones/expectativas del estudiante y medio sobre el procesamiento de la
información. Y la económica, preocupada por el efecto del medio sobre el costo de la
instrucción y sobre el tiempo invertido en la misma.
Para Salomon (1991a), tres lecciones tenemos que aprender de las pasadas
investigaciones en medios y que deben dar cobertura a los nuevos enfoques realizados
sobre los mismos:
Análisis de medios
De entrada, tenemos que señalar que pocas son las ideas lineales que podemos
extraer de las clasificaciones formuladas, para la fundamentación y apoyo al
profesorado en la selección de los medios de enseñanza. Y ello debido a una serie de
razones. En primer lugar, los criterios utilizados no siempre tienen una clara relación
con la utilización de los medios en contextos instructivos y en el proceso de
enseñanza-aprendizaje; algunas se han realizado tomando como componente
definitorio y relevante del medio su dimensión instrumental; bastantes propuestas han
sido extraídas desde investigaciones comparativas, en las cuales no se contemplan al
profesorado y al alumno en la interacción y concreción del medio en el proceso de
enseñanza-aprendizaje; y su fuerte orientación behaviorista. Sin olvidar, que cualquier
concreción de un medio depende del contexto físico‑psicológico‑curricular donde vaya
a insertarse.
Por ello, el profesorado debe acercarse a las mismas con la idea de buscar pistas y
sugerencias, que posteriormente, tras su reformulación en función de sus necesidades
y expectativas, le lleven a su selección para su contexto específico de utilización.
Entre las clasificaciones propuestas una de las más conocidas es la formulada por Dale
en 1954, y conocida con el nombre del cono de la experiencia. En él se ordenan los
diferentes medios (experiencia directa, experiencia simulada, dramatización,
demostraciones...) que puede movilizar el profesorado, en función del grado de
semejanza que guardan con la realidad. Aunque para Dale abstracción creciente no
significa dificultad creciente, en su aplicación ha sido mayoritariamente entendida de
esta forma. Una de las críticas que se puede realizar al planteamiento de Dale, fue
señalada por Escudero (1983a), al llamar la atención sobre que el mero contacto del
sujeto con el objeto no basta:
es necesaria la actividad, la elaboración, la construcción sobre el objeto, la realización
por parte del sujeto de operaciones que le permitan transformar el objeto en sí en
objeto estructurado cognitivamente. Y esto no se deriva, per se, del mero contacto con
el objeto real, o con su representación más realista. (p.103)
Allen (1967), ordena nueve tipos de medios (imagen fija, cine, televisión, objetos
tridimensionales, grabaciones sonoras, enseñanza programada, demostración, libro de
texto y presentación oral), con seis tipos de aprendizaje (aprendizaje de información
táctil, de identificación visual, de principios conceptos y reglas, aprender a aprender,
adquisición de habilidades y percepción de acciones mecánicas, y desarrollo de
actitudes, opiniones y motivaciones deseables). De acuerdo con su propuesta, el cine
sería el medio más idóneo para alcanzar los determinados tipos de aprendizaje
identificados, y el menos eficaz las grabaciones sonoras. Teniendo mayores
posibilidades "instructivas", según su clasificación, las experiencias mediadas, que las
directas. Señalar también, que para tres tipos de aprendizajes: información táctica,
destrezas mecánicas y actitudes, no especifica a ningún medio como el correcto para
alcanzarlos.
Por su parte, Gagné (1970) relaciona siete medios de enseñanza (objetos para la
demostración, comunicación oral, material impreso, imágenes fijas, imágenes en
movimiento, películas sonoras y máquinas de enseñar), con ocho funciones didácticas
(presentación del estímulo, dirección de la atención, provisión del modelo de realización
que se espera del alumno, provisión de orientaciones externas, dirección del
razonamiento, producción de transferencia, evaluación de los resultados e información
al alumno sobre sus resultados). En este caso, los medios que propone, que mejor
pueden cumplir las diversas funciones didácticas, son la comunicación oral y las
máquinas de enseñar. También, en su análisis, la experiencia mediada ofrece más
posibilidades que la directa.
Las críticas recibidas por este tipo de clasificaciones son diversas y podemos
encuadrarlas en las siguientes:
‑ Su sentido rígido.
Dentro de los modelos, podemos diferenciar los generales y los referidos a medios
concretos. En los generales, tal vez sea el cubo taxonómico de Clark (1975) uno de los
que más ha influido en las nuevas perspectivas que manejamos sobre la investigación
en medios de enseñanza. En él, contempla tres grandes dimensiones para su
elaboración: atributos de los medios, contenidos y conductas, desde una óptica
interaccionista.
Para finalizar estos comentarios de los diferentes modelos de análisis de los medios de
enseñanza, haremos referencia al formulado por Escudero, para la investigación en
medios de enseñanza. Este modelo se apoya en cuatro bases conceptuales: el
enfoque sistemático de los medios, su análisis funcional en relación a la facilitación de
procesos y operaciones cognitivas, su adecuación a las diferencias individuales de los
sujetos y la relación de éstos con contenidos y efectos diferenciales sobre el
aprendizaje (Escudero, 1983a). El modelo es formulado bajo el planteamiento
interactivo de los diseños ATI y presenta tres grandes dimensiones en interacción:
rasgos del sujeto x tareas x medios.
Selección de medios
‑ Las actitudes que los alumnos tengan hacia el medio pueden ser relevantes de cara a
la interacción que establezcan con los mismos.
‑ Las calidades técnicas, facilidad y versatilidad del medio, deben ser también
contempladas.
Respecto a medios concretos, como las transparencias, las diapositivas y los vídeos,
que son los medios audiovisuales más usuales en nuestro contexto educativo, algunas
de las preguntas que el profesorado puede formularse para su selección y evaluación
pueden ser:
Transparencias
Diapositivas
‑¿Atrae la atención?
‑¿Incorpora elementos que faciliten la comprensión del tamaño relativo del objeto?
‑¿Se repiten los conceptos fundamentales varias veces a lo largo del programa?
‑¿Evita la verborrea?
Para finalizar estos comentarios sobre la selección de medios, nos gustaría hacer una
llamada de atención sobre dos criterios que el profesorado debe tener presente a la
hora de su selección: la comodidad que el medio suponga para él y la autoconfianza
que tenga en su utilización técnica, sémica y didáctica.
Evaluación de medios
Ni que decir tiene que la evaluación de los medios está estrechamente relacionada con
su selección, de manera que como pautas generales para su evaluación, pueden ser
útiles los criterios anteriormente presentados para su selección. Por otra parte, no
debemos olvidar que la evaluación de cualquier medio debe, en primer lugar, comenzar
con una clara referencia al papel futuro que se le atribuirá en el proceso de enseñanza-
aprendizaje. Luego, los primeros elementos evaluativos deben ser, a nuestra manera
de ver: ¿para qué se utilizará?, y ¿por qué debe ser utilizado?
En este modelo se identifican siete tipos posibles de investigación del medio que
comentamos y que desde, una perspectiva general, pueden transferirse a la evaluación
de otros medios: de la entrada, del proceso, de los productos, de la entrada‑producto,
de la entrada‑proceso, y de la entrada‑proceso‑producto.
Las actitudes que el alumnado tiene hacia los medios parecen influir en los resultados
que obtengan con el mismo. Nosotros, tanto en estudios referidos al medio vídeo como
en uno en desarrollo, respecto al informático, hemos encontrado relaciones
estadísticamente significativas entre las actitudes hacia los medios mencionados y los
rendimientos que con los mismos los alumnos llegan a obtener.
Gimeno Sacristán (1988) al mismo tiempo que reconoce la dificultad que entraña
ofrecer principios generalizables para todos los medios y todas las situaciones de
enseñanza, presenta unas pautas básicas que pueden ayudar al profesorado para la
valoración de materiales curriculares. Divide estas pautas en tres grandes dimensiones:
orientaciones básicas, contenidos y estructuración pedagógica. En las orientaciones
básicas incluye: análisis del productor y el proceso de elaboración, existencia de
orientaciones pedagógicas y psicológicas para su explotación, adecuación al alumno...
En los contenidos llama la atención respecto a las concepciones socioculturales que
pueden subyacer en los mismos, su conexión interdiciplinar, si existe una secuencia u
orden de temas propuestos, currículum oculto... Y en relación a la estructuración
pedagógica, diferencia entre las tareas que debe realizar el profesorado (papel que
cumple con el uso de diversos tipos de materiales, extensión de la programación que
permite cada material...) y las que debe realizar el alumnado (el tipo de tarea que el
material propone al alumno, los recursos que sugiere utilizar o combinar con otros
medios...).
Para finalizar nos gustaría realizar una llamada de atención acerca de la necesidad de
realizar estudios evaluativos que aborden la problemática de las claves organizativas
(López‑Arenas, 1989), para la inserción de los medios. Aspectos, que por su
significación, han sido identificados en diferentes modelos de medios.
Sabemos que los "aspectos intangibles", identificados por Percival y Ellington (1984), o
de "orgware", señalados por Dobrov (1979), son determinantes para la concreción del
medio, si bien desconocemos, posiblemente por la falta de estudios, en qué direcciones
e interacciones se producen estas influencias.