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dia® PADRES
Para crecer con nuestros hijos.
PREGUNTAS COMPLEMENTARIAS A LA PRIMERA PREGUNTA BÁSICA PARA LA LIBRE EXPRESIÓN Y EL DIÁLOGO INICIAL
¿Quiénes son? ¿Qué hacen? ¿Qué relación hay entre ellos?
¿Qué imaginan que estos padres desearían lograr en la formación de sus hijos?
TEMA 1 TEMA 2 TEMA 3
La importancia de la familia en el Responsabilidad y compromiso. Libertad: disciplina, límites
desarrollo del niño Maternidad y paternidad y hábitos
responsables y comprometidas
madres homosexuales, así como otras donde miembros de la familia extendida (abue-
los, hermanos, tíos, etc.) cubren las funciones de cuidado o sostén; por nombrar sólo
algunos tipos.
Lo más importante que aporta la familia al niño, independientemente de su confor-
mación, es el espacio de amor, seguridad, protección y guía que le proporcionan los
elementos necesarios para un crecimiento sano. Sin embargo, hay niños abandonados
que no tienen este tipo de relación preferencial por diferentes razones y aún en estas
situaciones críticas —
como por ejemplo niños en situación de calle— ellos compensan
esta necesidad a través de su grupo de pares con quienes forman su familia y es éste, el
que les permite establecer vínculos afectivos y de identidad y más aún, sobrevivir.
Cuando la familia no cubre las necesidades de cuidado, amor, seguridad, cuando hay
carencia de compromiso y responsabilidad de los adultos a los niños, cuando existe vio-
lencia familiar (castigo físico, abuso sexual, agresiones, maltrato psicológico, rechazo,
aislamiento y/o abandono) la familia se convierte entonces en un obstáculo para el de-
sarrollo y crecimiento de todos sus miembros.
Estilos de educación
El afecto que los padres muestran a los hijos, la comunicación que establecen con ellos,
así como el control, las exigencias y los límites que fijan para normar la convivencia
familiar dan lugar a cuatro estilos de educación: democrático, autoritario, permisivo e
indiferente-negligente.26
En el estilo democrático, mostrar afecto al niño y ser sensible a sus necesidades se
combinan con una cierta firmeza en los límites y acuerdos que se establecen de manera
razonada con el menor. Los niños gozan de cierto margen de libertad, si bien los límites
existentes son claros y consistentes. Se fomenta su independencia, se utilizan mucho
el razonamiento y la reflexión sobre las consecuencias de tales conductas y se aportan
alternativas de respuesta.
En el estilo autoritario las normas y los límites se imponen: no suelen justificarse ni
se toman en cuenta los puntos de vista o las necesidades de los niños. Existe una mar-
cada necesidad de control por parte de los padres, así como bajas expectativas sobre
las capacidades de los hijos. Así pues, impera la perspectiva del adulto. La obediencia
se obtiene con frecuencia mediante la afirmación de poder, imposiciones y amenazas,
así como castigos físicos y verbales. Se puede decir que estos padres, al contrario de los
democráticos, se centran más en el control de las conductas negativas de sus hijos que
en la promoción de las deseables.
Los padres de estilo permisivo se caracterizan por “dejar hacer”. Existen niveles de
comunicación y afecto, con lo que se crea una dinámica familiar donde el niño se siente
querido y goza de muy amplias libertades de acción y expresión. Sin embargo, los esca-
sos límites y acuerdos planteados, aunados a la poca supervisión del cumpli
26
Ana Muñoz, “Cómo influye en los hijos el estilo educativo de los padres”,
miento de los existentes, originan que los niños encuentren muy pocas exigencias
que enfrentar, por lo que no suelen asumir compromisos familiares, escolares ni socia-
les. De este modo son los padres los que en todo momento se adaptan al niño, al centrar
sus esfuerzos en identificar sus necesidades y preferencias, con lo que los convierten en
“pequeños tiranos”.
Por último, los padres encuadrados en el estilo indiferente-negligente son aquellos
con una menor implicación respecto a los hijos. La expresión de afecto es mínima, así
como la sensibilidad a las necesidades e intereses del niño incluso en los aspectos básicos,
por lo que esta situación puede llegar al abandono infantil, que es una forma de maltrato.
Lo más frecuente es la ausencia de controles y normas, pero también se pueden mostrar
reacciones de control violentas o normas excesivas injustificadas e incoherentes, por lo
general motivadas porque el comportamiento de los niños les crea algún inconveniente.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Responsabilidad y compromiso
Maternidad y paternidad responsables y comprometidas
Responsabilidad
La responsabilidad tiene que ver con asumir las consecuencias de todos aquellos ac-
tos que realizamos en forma consciente e intencionada. Se trata de uno de los valores
humanos más importantes, el cual nace a partir de la capacidad humana para optar
entre diferentes opciones y con base en ésta actuar mediante el uso de la libre volun-
tad. Todos tenemos el potencial para desarrollarla; nos permite reflexionar, adminis-
trar, orientar y valorar las consecuencias de nuestras decisiones y acciones no sólo para
nosotros mismos, sino también para los que nos rodean, lo que permite mantener en
orden nuestra vida en comunidad.
Las personas responsables siempre toman en cuenta la intención de lo que hacen y
no cuestionan ni se limitan por las reglas y normas sociales; alguien que carece de res-
ponsabilidad siempre busca y presenta excusas para justificar aquello que no cumplió
ni realizó. “Responsabilidad es hacer lo que nos corresponde de la mejor manera, sien-
do el beneficio colectivo. Es fácil eludir nuestras responsabilidades, pero es imposible
eludir las consecuencias de haber eludido nuestras responsabilidades”.27
Compromiso
El compromiso consiste en tomar conciencia de la importancia de cumplir con un trato
o acuerdo; es poner en juego nuestras capacidades para sacar adelante todo aquello
que se nos ha confiado y nuestra conciencia ha aceptado.
Resulta esencial para coordinar las acciones con otros y es la base para producir
cualquier tipo de cambio. La clave de nuestros logros radica en nuestra capacidad de
comprometernos para crear algo que no existía hasta ese momento. Podemos decir que
es como la brújula que orienta nuestras acciones. A donde apuntan nuestras acciones,
apunta nuestro compromiso.
Todos lo consideramos importante cuando hablamos de él; sin embargo, no todos lo
hacen en verdad importante a la hora de actuar. Casi siempre la falta de compromiso se
debe a la pereza, la comodidad, el egoísmo y la ignorancia. Todos tenemos compromi-
sos de diversa índole. Aun así hay personas que esperan un contrato, una promesa o una
ineludible consecuencia para saberse involucrados en un compromiso.
Creemos que al cumplir nos comprometemos, mas no basta con llevar a cabo lo pre-
27
Rafael Adame Carballido, “Hacerse responsable”, ServiCoach,
Textos Temáticos
visto, lo estipulado o lo obvio. El verdadero compromiso nace en nuestro interior y tiene como
fundamento el conocimiento y la reflexión. La persona comprometida es generosa y busca
cómo dar más afecto, cariño, esfuerzo, bienestar. En otras palabras, va más allá de lo que su-
pone el deber contraído. Es feliz con lo que hace, hasta el punto de no mirar el compromiso
como una carga, sino como el medio ideal para perfeccionar su persona a través del servicio
a los demás. Una persona comprometida genera confianza y certidumbre. Cuando nos da su
palabra, sabemos que podemos contar con ella.
Cuando no nos comprometemos o lo hacemos de manera condicionada, también nos atene-
mos a que las cosas sigan como están. A veces creemos que sólo podemos hacerlo para crear
aquello que nuestro sentido común nos muestra como posible, sin darnos cuenta de que al com-
prometernos desde ese lugar, sólo crearemos más de lo mismo.
El compromiso necesita darse en el territorio de lo que aún no es posible, en el espacio del
riesgo, para que sea mediante éste como logremos lo que aún no tenemos. Cualquier ejemplo
de cambio significativo empieza con alguien que se comprometió con una posibilidad que has-
ta ese momento era considerada ”imposible“. Lo único que provocará cambios es una acción
comprometida con un objetivo.
El compromiso se relaciona en forma directa con nuestra manera de estar en el mundo y de
ser en él; con el modo de relacionarnos con nuestros valores y principios fundamentales y con
la integridad a partir de la cual nos movemos en nuestra vida.
Muchas personas se definen como “soy mi nombre” o “soy mi trabajo”: otras como “soy
mi historia” o “soy mi dinero”. ¿Qué tal si nos definiéramos como soy mis compromisos?
Si soy mis compromisos, dejo de ser mis circunstancias y mis explicaciones.
Compromiso
Compromiso es lo que transforma una promesa en realidad.
Es la palabra que habla con valentía de nuestras intenciones.
Es la acción que habla más alto que las palabras.
Es hacerse el tiempo cuando no lo hay.
Es cumplir con lo prometido aun cuando las circunstancias son adversas.
Compromiso es el material con el que se forja el carácter para cambiar las cosas.
Es el triunfo diario de la integridad sobre el escepticismo.
SHEARSON LEHMAN
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Maternidad y paternidad responsables y comprometidas
La maternidad y paternidad responsables son ideales que deberían prevalecer en los
seres humanos; sin embargo, la realidad resulta adversa en muchos casos, cuando
escuchamos y vemos situaciones de niñez abandonada, maltratada y en descuido. Es
imprescindible actuar para sensibilizar a las nuevas generaciones, así como informar,
orientar y educar a los niños y jóvenes sobre la sexualidad y concepción, para no con-
tinuar repitiendo los patrones de procreación que tanto daño causan a las familias. La
paternidad y maternidad durante la adolescencia y la juventud temprana afectan en
forma negativa la vida tanto de la madre y el padre como de los hijos.
La maternidad y paternidad responsables se refieren al grado de conciencia que
la mujer y el hombre manifiestan de manera íntegra hacia su pareja e hijos en la res-
ponsabilidad de formar a nuevos individuos. Consiste en el cumplimiento fiel de los
deberes y obligaciones de los padres y madres para con sus hijos, al desarrollar una
actitud consciente para cumplir con la misión de procrear personas sanas tanto en lo
físico como en los ámbitos psicológico y social. El compromiso en esta misión se refiere a
llevarla a cabo con pasión, a involucrarse en forma consciente y amorosa con los hijos,
a la dedicación que merecen, a estar presentes, guiarlos y orientarlos, interesarse en
ellos, en sus vidas, a estar atentos a sus necesidades individuales, aceptarlos y amarlos
de modo incondicional.
Ser madre o padre no sólo significa el ejercicio biológico de procrear hijos, sino que
se debe ejercer la responsabilidad materna o paterna incluso antes del nacimiento.
Se trata de un acto de supremo compromiso, pues el bebé no está pidiendo venir al
mundo ni tiene la oportunidad de decidir en qué momento llegará. Es importante con-
siderar que, además de los requerimientos vitales, los hijos deben recibir amor, com-
prensión y una sólida formación moral.
Cada persona está en la obligación de capacitarse para ser una madre o un padre res-
ponsable y comprometido, y es necesario que en cada uno de los miembros de la pareja
exista la madurez física, social, emocional, intelectual y económica para propiciar el
bienestar de sus hijos.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Libertad: disciplina, límites y hábitos
Una de las tareas más importantes de los padres con sus hijos es ayudarlos a alcanzar la
libertad. Ser libre no implica hacer lo que se quiere, sino aquello que se necesita para
convertirse en una mejor persona. Significa desarrollar la voluntad, la disciplina y optar
por las acciones benéficas para sí mismos, al sacrificar, si es necesario, la comodidad,
las soluciones fáciles y la satisfacción inmediata en aras de un beneficio mayor. Ser
libre también implica responsabilizarse de las propias conductas y sus consecuencias.
La libertad de una persona no es absoluta; se limita por la libertad de los otros, por
sus propias características físicas, por los condicionamientos sociales, por la cultura,
por la época que nos tocó vivir, entre otras razones. Sin embargo, al reconocer estas
limitaciones también somos libres, pues aun en esta franja de posibilidades de acción
tomamos la decisión de actuar con base en necesidades, valores e intereses.
El drogadicto, el alcohólico, el consumista, el codependiente no son personas libres
aunque se digan a sí mismos que lo hacen porque quieren: en realidad no están ejer-
ciendo su voluntad, sino que son esclavos de sus adicciones o dependencias.
Erich Fromm, en su libro El miedo a la libertad, afirma que contra lo que decimos o
pensamos en forma consciente tenemos miedo a ser libres, pues resulta más fácil dejar
que otro decida por nosotros que asumir las consecuencias y responsabilidades de las
propias acciones y decisiones. Asimismo señala que por lo general nos preocupamos
por liberarnos de algo o de alguien, cuando en realidad lo importante es alcanzar la
libertad para avanzar como personas.
No nacemos libres, sino que desde pequeños vamos conquistando nuestra indepen-
dencia como los seres sociales que somos por medio de las enseñanzas y la ayuda de
nuestros padres. Poco a poco aprendemos a limitar nuestros deseos cuando éstos nos
hacen daño o perjudican a alguien más. Para llegar a ser libres es preciso alcanzar la
independencia o autonomía, desarrollar la voluntad, la disciplina, los buenos hábitos y
conocer los límites entre los que podemos movernos.
Con frecuencia se confunde disciplina con castigo: se piensa que la disciplina, cuan-
do es impuesta desde fuera, resulta solo un medio para obligar al niño a que obedezca,
pero adquirirla implica desarrollar la propia voluntad, una decisión interior que re-
quiere de esfuerzo. Alcanzar la autodisciplina es un proceso en el que el niño primero
necesita la guía y ayuda de los padres o de los maestros para que después esté en con-
diciones de interiorizar los límites y se autorregule; es decir, que actúe por voluntad
propia de la manera más adecuada para sí mismo y los demás.
Educar con amor y disciplina consiste en ayudar al otro a aprender a ser libre, pero
esta libertad implica límites, ya que termina donde empieza la de los demás. Marcar
los límites es hacer que el otro aprenda qué puede hacer, dónde, cómo y cuándo. Los
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límites dan seguridad y permiten vivir felizmente con los demás y más satisfecho con uno
mismo. Por medio de los límites ayudamos a los niños a considerar a los demás y a tomar
en cuenta no solo sus deseos, sino también las necesidades de los otros.
Cada familia conforma un sistema de valores y creencias, y establece un conjunto de
normas de convivencia que regulan la conducta y posibilitan a los hijos la adquisición de
comportamientos adecuados. Por medio de reglas y límites los padres los ayudan a adap-
tarse a su familia y sociedad.
Los límites también son el espacio donde los hijos están en libertad de desarrollarse sin
riesgos, los cuales deben ser marcados según la edad y en función del bienestar común. Es
responsabilidad de los padres decidir cuáles deben ser y hacer que se cumplan las reglas.
Asimismo es necesario que los niños asuman las consecuencias de sus acciones; es decir,
que sepan que cuando hacen o dejan de hacer algo siempre hay resultados, positivos o nega-
tivos. Es importante que conozcan las consecuencias que implica no cumplir las reglas y los
privilegios que perderán, lo cual debe acordarse antes de que la conducta suceda.
Con reglas claras, rutinas y constancia también ayudamos a los niños a crear hábitos;
por ejemplo de salud, orden, limpieza, cortesía y buenos modales, los cuales constituyen
herramientas que les servirán para desarrollar su voluntad y disciplina, les facilitarán
su desempeño (escolar, deportivo, etc.), y los ayudarán en sus relaciones sociales. Una
vez introyectados los hábitos será más fácil actuar en forma adecuada y eficiente para la
vida en general y crear nuevos hábitos cuando sea necesario.
El autoritarismo ahoga y frena el desarrollo de la independencia, pero la permisividad
excesiva deja al niño sin orientación y en una sensación de caos e inseguridad, pues sien-
te que no existe alguien más fuerte que lo proteja y se interese por él. El autoritarismo y
la permisividad son dos caras de la misma moneda, donde los padres renuncian a la obli-
gación de ayudar al otro a crecer y a ser libre. La responsabilidad como padres consiste en
poner las reglas para ayudar al otro, con base en lo que necesita para su desarrollo físico
y su crecimiento emocional y social. Este último implica considerar también las necesida-
des de todos los miembros de la familia.
• Dediquemos tiempo de juego y gozo a nuestros hijos. Aunque sean 15 minutos diarios,
al estar en verdad con ellos, además de fortalecer nuestros vínculos afectivos los ayuda-
remos a mostrarse más cooperativos con las reglas y límites.
Recordemos siempre que lo importante es que los niños vayan aprendiendo a interiorizar
los límites y desarrollen la voluntad, el autocontrol, la disciplina y la independencia para
ser personas libres y responsables de sí mismas y de los demás.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
FIN DEL RECORRIDO Diego Rivera
1923-1928
(detalle) Mural al fresco
Planeación
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la sesión
PREGUNTAS COMPLEMENTARIAS A LA PRIMERA PREGUNTA BÁSICA PARA LA LIBRE EXPRESIÓN Y EL DIÁLOGO INICIAL
¿Qué están haciendo? ¿Qué relación hay entre ellos?
TEMA 1 TEMA 2 TEMA 3
Las tareas escolares y su manejo Sobreprotección vs. autonomía Madres trabajadoras
en casa e independencia
La hora de la tarea no debe convertirse en un suplicio para los niños ni sus padres, sino
una oportunidad para sentirse apoyados y amados. Recordemos que la adquisición de
conocimientos es un proceso que lleva tiempo y que aprender a perseverar y a esforzar-
se es un regalo para la vida.
Si nuestro horario no nos permite estar presentes con nuestros hijos durante las tareas
escolares, podríamos organizarnos de la siguiente manera:
• Hablemos con ellos sobre la manera de resolver que no estemos presentes cuando
ellos hacen la tarea, al involucrarlos en las soluciones. Planteemos en este diálogo
la situación no como una dificultad, sino como un reto y una oportunidad para que
ellos aprendan a ser independientes y responsables, al otorgarles un absoluto voto
de confianza.
• Acordemos con ellos cómo organizar el tiempo de la tarde. Establezcamos un horario
para cada actividad: comida, tarea, juego, televisión.
• Escribamos con ellos, en una hoja que mantengan a la vista, las condiciones necesa-
rias para hacer la tarea, como el lugar, los materiales y el horario, con la intención de
que ellos mismos verifiquen que se cumplan.
• Organicemos con ellos un espacio, ya sea una canasta, un cajón o un estuche, donde
tengan los materiales necesarios (lápiz, sacapuntas, pluma, goma, regla, colores, ti-
jeras con puntas redondeadas, pegamento, entre otros).
• Podemos llamar por teléfono a la hora que acordamos para hacer la tarea como una
actitud de apoyo y acompañamiento más que de supervisión.
• Cuando lleguemos a casa, aprovechemos el tiempo de que dispongamos en la noche
para convivir con ellos: cenando juntos, platicando o leyendo un libro. Cerciorémo-
nos de que su tarea esté hecha, la revisión es responsabilidad del maestro.
• Recordemos que lo valioso en la formación de nuestros hijos es la calidad del tiempo
que les dediquemos y no la cantidad.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Sobreprotección vs. autonomía
e independencia
¿Qué es la sobreprotección? ¿Cuándo estamos amando
o sobreprotegiendo a nuestros hijos?
La mayoría de los padres tenemos una tendencia natural a amar y proteger a nuestros
hijos, así como a satisfacer sus necesidades en todos los sentidos: físicas, afectivas, so-
ciales, educativas y espirituales. Queremos su felicidad y bienestar absolutos, y evitar
a toda costa cualquier tipo de sufrimiento o malestar. Por tal motivo a veces caemos en
la sobreprotección: resolverles sus problemas, pensar y tomar decisiones por ellos, al
asumir de manera inconsciente el control de sus vidas.
La sobreprotección es una forma “distorsionada de amor” pues hacemos cosas por
nuestros hijos cuando ellos ya tienen la capacidad y destreza para realizarlas, con lo que
impedimos el desarrollo de su autonomía. Como afirma Maria Montessori: “Toda ayuda
innecesaria es un obstáculo al desarrollo”.
Cuando el niño nace es del todo dependiente de su entorno para satisfacer las necesi-
dades básicas; conforme va creciendo adquiere habilidades, destrezas y conocimientos
que le permitirán desarrollar su independencia y autonomía; por lo tanto, también su
autoestima, la fe en sí mismo y la capacidad de decir y sentir: “Yo puedo”. A partir de
los dos años, de manera natural, el niño busca actuar por sí mismo, así como retos para
resolver y esforzarse. Es común oírlo decir: “Yo solito” o “¡Déjame!” Cuando los adultos
les impedimos hacer las cosas por ellos mismos, para evitar que se equivoquen, muti-
lamos esta tendencia natural y los volvemos perezosos y dependientes de nosotros, lo
cual puede derivar en adultos pasivos y poco perseverantes.
Los padres justificamos la sobreprotección al confundirla con amor: “Te quiero tanto
que yo te hago…” “Te ayudo a comer, vestir, hacer la tarea, bañar, etcétera”. Con esto se le
quita al niño la experiencia del proceso de aprendizaje, del ensayo y el error, del éxito y el
fracaso, de aprender a resolver y a decidir, con lo que se le impide vivir las consecuencias
de sus propios actos, así como la posibilidad de reparar y corregir él mismo sus errores.
En los hijos la sobreprotección se percibe como “no puedo”, “no soy capaz”, “te ne-
cesito para hacerlo”, lo cual genera sentimientos de inseguridad e incapacidad para
resolver lo que se les presenta, así como una dependencia nociva hacia el adulto.
• Quitarle responsabilidades que ya puede llevar a cabo; por ejemplo, darle de comer
en la boca, vestirlo, recogerle sus juguetes.
• Entorpecer su desarrollo social; por ejemplo, cuando dice: “Nadie quiere jugar conmigo”
o “Fulanito me pega” y la mamá reacciona ofreciéndole más de cinco opciones que ella
considera pertinentes y que la mayoría de las veces se encuentran fuera de contexto.
• Resolver sus problemas o dificultades; por ejemplo, cuando olvida la mochila en la
casa y la mamá se la lleva a la escuela.
• Justificar los errores y solapar sus faltas; por ejemplo, cuando la maestra comenta a
la mamá que el niño no entregó la tarea y ésta le da una serie de pretextos en vez de
aceptar la responsabilidad del hijo.
Uno de los deseos más importantes de todo padre es formar hijos independientes, au-
tónomos y seguros de sí mismos, y esto solo lo pueden lograr cuando se les permite
experimentar con su cuerpo, mente y corazón.
Lucha28
Un hombre encontró un capullo de mariposa y vio que había un pequeño orificio. Entonces se
sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por hacerlo grande y salir.
La mariposa forcejeaba duramente para pasar su cuerpo a través del pequeño agujero, pero
en un momento pareció detenerse como agotada por su intento. Entonces el buen hombre
decidió ayudarla y, con una pequeña tijera, cortó el lado del agujero para hacerlo más grande,
de manera que le fuera más fácil salir del capullo.
Al ver ese orificio la mariposa intentó salir, pero al hacerlo el hombre vio que ella tenía las
alas pequeñas y dobladas. El hombre esperaba que éstas se desdoblaran, pero eso no sucedió
y la mariposa solo pudo arrastrarse en círculos, con las alas dobladas.
Nunca llegó a volar…
Lo que el hombre en su bondad no entendió fue que la restricción de la apertura del capullo
y la lucha requerida por la mariposa para salir por el diminuto agujero era la forma en que la
naturaleza lograba que los fluidos del cuerpo de la mariposa se transportaran hacia sus alas, y
así lograr que se pusieran grandes y fuertes para volar; o sea que volar era algo que solo podía
llegar después de la lucha para romper el capullo.
Tal vez la vida muchas veces haga lo mismo con nosotros; posiblemente, si pudiéramos pro-
gresar sin obstáculos, nos convertiríamos en seres desvalidos y sin fuerza, y no es una buena
idea tratar de usar ”tijeras“ para recortar el esfuerzo que nos conducirá al éxito merecido.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Textos Temáticos
Madres trabajadoras
Hoy en día son cada vez más las mujeres que deciden ser mamás y que por una u otra
razón trabajan. En México 96% de las mujeres trabajadoras divide su tiempo entre lo
profesional, el cuidado de sus hijos y el hogar.29 También el rol de los padres se ha modi-
ficado: cada día un mayor número de hombres se interesa en participar y disfrutar en la
crianza, educación y formación de sus hijos. En ocasiones son ellos los que permanecen
más tiempo en casa con los niños mientras la mamá sale a trabajar.
Hay mujeres que laboran por decisión propia, pues lo consideran su derecho y una
parte de su realización personal, además de que no les gusta depender en lo económico
de su pareja. También existen aquellas que deben trabajar para sobrevivir, ya sea para
complementar el sueldo del compañero o porque son madres solteras.
En la actualidad muchas madres de familia trabajan. Esto las puede hacer sentir cul-
pables y agobiadas por el exceso de trabajo, así como por delegar el cuidado de los hijos
a otras personas o instituciones. Sin embargo, es posible combinar la maternidad y el
trabajo sin descuidar ninguno.
Las mujeres que trabajamos y además tenemos hijos solemos vivir con la sensación de
que nunca disponemos del tiempo suficiente. Por eso resulta fundamental aprender a
organizarse y ser realistas; es decir, no intentar hacer más de lo humanamente posible
y tener muy claras nuestras prioridades. Suena sencillo, pero ¿cómo lo logramos?
• Aprendamos a establecer prioridades en nuestras distintas tareas y responsabilida-
des, de forma que evitemos agobiarnos al pensar en cómo haremos todo lo que debe-
mos realizar. Separemos las cosas importantes de las triviales y dediquémonos solo a
las primeras.
• Hagamos una lista con todo aquello que debemos hacer. Añadamos a nuestra agenda
lo que nos quedó pendiente de la lista del día anterior.
• Encarguémonos de tareas que tan solo nosotros podemos llevar a cabo y deleguemos
aquellas que alguien más pueda realizar en nuestro lugar.
• Digamos “no” más a menudo cuando estemos imposibilitados o no queramos hacer
algo, incluso a nuestros hijos.
• Negociemos con nuestra pareja: las cosas son más negociables de lo que parecen.
• No asumamos responsabilidades que no nos corresponden. Evitemos controlarlo todo.
• Hay muchas maneras de hacer las cosas. Debemos aprender a romper esquemas rígi-
dos que muchas veces se heredan y en ocasiones no concuerdan con nuestra familia
actual ni nuestra realidad.
• ¡Disfrutemos todo lo que podamos! Concedámonos permisos, premios, sonriamos,
porque si no disfrutamos con lo que hacemos y al ser quienes somos, difícilmente co-
municaremos sentimientos y valores positivos a nuestra familia.
Textos Temáticos
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
EL PASEO Marc Chagall
1917
Óleo sobre tela
Textos Temáticos
30
Erich Fromm, El arte de amar, México, Paidós, 1990.
Textos Temáticos
Te quiero
mario benedet t i
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Conflictos, ruptura
y separación en la pareja
La convivencia de dos personas que provienen de diferentes familias, valores y costum-
bres genera de manera inevitable diferencias y conflictos. Saber reconocerlos para ma-
nejarlos, enfrentarlos y solucionarlos es una de las bases para mantener una relación
de pareja viva y sana. Aprender a escuchar, expresar, respetar, negociar, ceder, perdo-
nar y encontrar soluciones juntos en forma creativa puede vencer las dificultades que
presenta compartir la vida, el tiempo y el espacio.
Sin embargo, cuando el choque de valores, proyectos de vida, la falta de comuni-
cación y de comprensión tornan imposible la convivencia en pareja, la decisión de
separarse puede ser la solución más sana para no dañarse entre sí y a la familia.
La ruptura de una relación de pareja es un suceso fuerte y significativo para todos los
miembros de la familia, debido a los cambios que implica. Ya sea por decisión mutua o
unilateral, genera estados emotivos intensos donde se mezclan emociones de frustra-
ción, enojo, coraje, resentimiento, miedo, tristeza, añoranza y confusión.
Los niños que viven la separación de sus padres se pueden sentir culpables por algún
conflicto que ellos hayan generado o bien poco valiosos por no haber podido retener al
padre (o madre) que se va de la casa. Los menores reaccionan ante esto de diferentes
maneras: con irritabilidad, apatía a la escuela, problemas de atención, rebeldía, falta
de apetito, ansiedad, depresión y periodos cortos o largos de sueño, entre otras.
El torbellino de emociones que se vive en una separación en muchas ocasiones lleva
a los padres a perder la objetividad de la situación y a sentirse impulsados a tomar de-
cisiones inadecuadas que no solo afectan a la familia en el presente, sino en su vida fu-
tura. Aquellos que guardan resentimientos y rencores a la larga afectan la salud física,
emocional y espiritual tanto de ellos como de sus hijos.
Cuando existe un mal manejo de la separación (por ejemplo, involucrar a los hijos
en situaciones que no les corresponden, usarlos como mensajeros y espías para agre-
dir al otro, chantajearlos emocionalmente para que tomen partido, evitar que vean y
continúen su relación con el otro a manera de venganza), además de acrecentar el su-
frimiento y el miedo que de por sí se experimenta al vivir esta situación, genera en los
hijos consecuencias en la salud y el desarrollo personal y social que pueden llegar a ser
de gravedad: dificultad y miedo para relacionarse, pérdida de la confianza en los demás
y el riesgo de que presenten problemas para establecer relaciones de pareja a futuro.
Un manejo sano de la separación o el divorcio implicaría, en primer lugar, que los
padres estén conscientes de que el conflicto y la separación es de los adultos y no de
los niños, así como dejarlo muy claro en éstos; asimismo es muy importante encontrar
la manera y el espacio para expresar y manejar las emociones generadas en uno mis-
mo por la ruptura, a fin de no afectar a los hijos.
En caso de que los padres tengan una nueva pareja, sería recomendable un manejo
cauteloso y respetuoso para los hijos, la ex pareja y la nueva pareja, a fin de evitar que
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alguno o todos salgan lastimados. Antes de presentar la nueva pareja a los hijos,
es deseable estar seguro de que se trata de una relación estable y duradera, cuidar el
momento en que se conozcan y dejar en claro que no es un sustituto del padre ni de la
madre. Es esencial dar su lugar tanto a la ex pareja como a la nueva pareja, sin mezclar
los tiempos de convivencia dedicados a los hijos con los de la pareja actual, evitar que
ésta se convierta en el enemigo a vencer y no poner a los hijos en su contra, pues los
que saldrían más perjudicados serían ellos mismos.
Cuando una familia se reconstruye, es decir, cuando alguno o ambos padres forman
una nueva familia, es importante fomentar el respeto del rol, lugar y autoridad de los
padres, así como el lugar de los hijos, sus tiempos y espacios. Asimismo se debe promo-
ver una relación respetuosa entre los hijos y las nuevas parejas. Recordemos que éstos
pueden adaptarse a las reglas y códigos de las diferentes familias siempre y cuando se
sientan considerados y respetados como individuos.
¿Cómo afectar lo menos posible a nuestros hijos ante una situación de separación?
• Hagamos sentir a los niños que la ruptura es con la pareja, que siempre seguiremos
siendo sus padres y, sobre todo, que los amaremos toda la vida aunque no vivamos
juntos.
• Hagamos comprender a nuestros hijos que no pueden evitar el divorcio, pues es un
asunto de adultos.
• Cuidemos que tengan claro que la separación no es su culpa y que tampoco cuen-
tan con el poder ni la responsabilidad de solucionar la situación ni de lograr una
reconciliación.
• Fomentemos que hablen de lo que sienten ante la ruptura sin reprimir sus senti-
mientos.
• Cuando nos invada un sentimiento de tristeza, enojo o coraje y estemos con nuestros
hijos, permitámonos reconocerlo y comunicárselos de manera que lo entiendan, y evi-
temos maltratarlos por impulso. Por ejemplo: “Me siento muy triste y enojada, pero no
contigo”.
• Evitemos hacer confidentes a nuestros hijos; si queremos expresar lo que sentimos,
hagámoslo con otra persona o incluso con un terapeuta.
• Hablemos con respeto de nuestra ex pareja enfrente de nuestros hijos; reconozcamos
sus virtudes, no olvidemos que es su padre o madre y que hablar mal de ella genera
mucha confusión y rabia en los niños.
• Evitemos que, por enojo, rompamos la relación de nuestros hijos con nuestra ex pare-
ja: sería como quitarles el derecho de tener padre o madre.
• Recordemos que nuestros hijos no sustituirán a la pareja; evitemos otorgarles roles
que no les corresponden, como el del “hombre o la mujercita de la casa”.
• Organicemos calendarios y horarios que permitan a los niños saber con quién les toca
pasar el fin de semana, así como las vacaciones y conmemoraciones familiares. Esto
reducirá en gran medida su nivel de angustia.
• Con voluntad, valentía y determinación, construyamos un espacio de “amnistía” para
tratar asuntos relacionados con los hijos, así como nuestra capacidad de asistir juntos
a eventos y entrevistas escolares, cumpleaños, etcétera.
• Evitemos “agarrarnos a niñazos”, es decir, utilizar a los hijos como instrumentos para
desquitarse con el otro, pues suelen ser un punto muy vulnerable para ambos padres.
Por ejemplo: “Si no me das dinero, no puedes ver a los niños”.
• No interroguemos a los niños para saber qué pasa en la vida de la ex pareja.
• No los utilicemos como “mensajeros”. Por ejemplo: “Pregúntale a tu padre si ya pagó
la renta”.
• No presionemos a los niños para que tomen partido. Esto puede hacerles mucho daño,
pues los hacemos sentir desleales con el “otro”.
• Cuando haya una nueva pareja, mantengamos los espacios de intimidad y conviven-
cia con nuestros hijos sin que esté presente nadie más.
• Si reconstruimos nuestra familia, dialoguemos con nuestros hijos sobre las nuevas
reglas y límites de convivencia.
• Impulsemos a nuestros hijos a respetar los límites de las diferentes familias, aunque
sean nuevos y diferentes. Esto es importante para que sigan conviviendo con ambos
padres y se eviten conflictos y sufrimiento innecesario, de modo que desarrollen su
capacidad de adaptación y su flexibilidad.
• Cuando permitimos que nuestros hijos se relacionen de manera sana con la nueva
familia, también abrimos la puerta para que enriquezcan su visión de la vida, sus há-
bitos y costumbres, y que amplíen sus formas de relacionarse y de ser queridos por
más personas.
Textos Temáticos
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Comunicación y afectividad en la pareja
La pareja es el punto de partida de una familia y como grupo humano resulta de gran
importancia para el buen desarrollo de la vida familiar. Al principio de la historia de la
familia, cuando aún no han llegado los niños, la pareja es identificable con claridad y
muy valorada. A medida que pasa el tiempo, con el nacimiento de los hijos, la pareja va
quedando postergada, ya que los adultos se dedican de manera constante a su rol de
padres. Esto trae consigo dificultades entre los miembros de la pareja, que finalmente
afectan al resto del grupo familiar.
Las dificultades muchas veces se relacionan con la falta de espacios (tiempos y priva-
cidad) para estar juntos, conversar, “romancear” y compartir experiencias. Esto puede
afectar incluso la vida sexual, y muchas veces genera problemas difíciles de resolver.
Resulta de vital importancia que la pareja no pierda sus espacios y que descansen de
su rol de padres para estar juntos. Una familia que mantiene con claridad los espacios
para la pareja tiende a experimentar menos dificultades en sus relaciones familiares e
interpersonales.
Un elemento fundamental en la vida de pareja es buscar y crear espacios de comu-
nicación y conversación: hablar sobre cómo estuvo nuestro día, de lo que pensamos
sobre algún evento o tema, de lo que leímos o escuchamos en la radio, de la película que
vimos, de nuestras metas y sueños. Es importante enriquecer nuestra cultura y nuestra
mente para compartir en pareja y sostener conversaciones interesantes.
La expresión del afecto es uno de los aspectos fundamentales de la vida en pareja, y
en cierto modo define la opción de vivir juntos. Por lo general, un hombre y una mujer
eligen una vida en común con base en la necesidad de estar juntos y expresar su amor.
En la medida que la relación se asienta prevalecen las manifestaciones de afecto, pero
surge un nuevo universo de experiencias afectivas al convertirse en padres. Así, las
manifestaciones de afecto (besos, caricias, actos de ternura entre ambos) tan impor-
tantes en la vida de la pareja no deben ser sustituidas por la expresión de afecto hacia
los hijos.
Los actos de ternura y amor del uno hacia el otro no solo son importantes para la
pareja, sino que constituyen un modelo de relación que genera una gran seguridad y
confianza en los hijos. Con ello, además se fomenta un aprendizaje en cuanto a las for-
mas de expresar afecto en cada familia.
Las expresiones de amor y afecto constituyen un lenguaje común entre los miembros
de la pareja que le permite a cada uno externar sus emociones y sentimientos. Esto ge-
nera una mayor profundidad y confianza entre ambos. Tales espacios de comunicación
son fundamentales para la pareja y además mejoran la vida sexual, al ligarla con la
afectividad.
El trato con respeto y cariño debe estar presente en nuestra vida cotidiana: para so-
licitar algo, expresar nuestros sentimientos, exponer nuestros desacuerdos y resolver
nuestras diferencias, entre otros aspectos.
Textos Temáticos
Si privilegiamos el rol de padres a costa de la pareja, pasaremos años sin vivir nues-
tro matrimonio, y con el transcurso del tiempo descubriremos que hemos convivido
bajo el mismo techo como si fuéramos extraños.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
DE COYOTE, Anónimo
Siglo XIX
MESTIZO Y MULATA Óleo sobre tela
Planeación
TextosdeTemáticos
la sesión
39
PREGUNTAS COMPLEMENTARIAS A LA PRIMERA PREGUNTA BÁSICA PARA LA LIBRE EXPRESIÓN Y EL DIÁLOGO INICIAL
¿Qué relación hay entre los personajes? ¿Cómo se sienten él, ella y el bebé?
TEMA 1 TEMA 2 TEMA 3
El enojo Violencia intrafamiliar Manejo del conflicto
Sugerencia de visualización
1. Respira profundamente dos o tres veces con los ojos cerrados.
2. Explora tu cuerpo y date cuenta en qué parte se encuentra principalmente este enojo.
Por lo general está en el pecho, el plexo solar o el vientre.
3. Ahora que lo tienes localizado, ponle un color negro, como si fuera un humo que se
instaló en ese lugar.
4. Empieza a respirar con profundidad y date cuenta de cómo va saliendo cada vez que
exhalas.
5. Continúa hasta que el sentimiento se haya reducido o desaparecido de tu cuerpo.
6. Siente la tranquilidad y la paz en tu cuerpo por unos segundos y date cuenta cómo pue-
des tener el control de tus sentimientos.
7. Abre los ojos y observa al mundo que te rodea desde un punto de vista más amable,
al aceptar el hecho de que ninguna persona ni evento te pueden hacer enojar.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Textos Temáticos
Violencia intrafamiliar
La violencia intrafamiliar es un modelo de conductas aprendidas, que al no ser reco-
nocidas se manifiestan en una forma explosiva y fuera de control. Por ejemplo, golpes,
amenazas, abuso físico y psicológico repetido, ataque sexual, aislamiento social pro-
gresivo, castigo, intimidación y control económico, entre otras.
La violencia intrafamiliar ocurre de manera primordial por tres factores. Uno de
ellos es la falta de control de los impulsos y de cariño, incapacidad para expresar afecto
y de resolver los conflictos en forma adecuada; además, en algunas personas podrían
aparecer variables de abuso de alcohol y drogas. Este tipo de conductas se presentan
con mayor frecuencia en los padres que fueron maltratados en la niñez y tienden a re-
petir el modelo.
Sabemos que es triste y doloroso enfrentar la vida cuando no se recibió amor durante
la niñez, sobre todo de los padres. Los cinco primeros años de vida dejan una huella en la
persona, ya sea para bien o para mal, pues durante esta etapa los niños van formando
la imagen de sí mismos.
Existen diferentes tipos de golpes. Los físicos dejan marcas en el cuerpo, producen
lesiones graves e incluso pueden provocar la muerte. Y hay otros más sutiles, los psico-
lógicos, tales como insultos, gritos, descalificaciones, comparaciones y discriminacio-
nes, entre otros, que no se ven pero dejan huellas en el aspecto emocional, en la valo-
ración de uno mismo, con consecuencias en las relaciones personales y con el mundo.
Es claro que cuando se repiten los golpes físicos, pero sobre todo los psicológicos y
emocionales, el amor se va agotando; la relación se deteriora, se pierde la dignidad
como persona, se daña la autoimagen y disminuye la autoestima. Retirar la palabra es
una forma de agresión tal vez más fuerte que los insultos. Ese silencio es el peor de los
castigos: un niño al que se le deja de hablar, al que no se le abraza ni acaricia, ¿cómo irá
conformando su identidad?
A veces los padres dañan a sus hijos sin darse cuenta, pues las preocupaciones por
el trabajo, el dinero o las labores de la casa, entre otras, los llevan a desahogarse o
desquitarse con los más débiles, como los hijos o la pareja. Tales actitudes generan
sentimientos de culpa en el agresor, que al no darse cuenta del origen de su violencia
tiende a repetirlas. Por su parte, el agredido siente rencor, coraje y que no merece ser
amado.
El niño aún no cuenta con las herramientas para defenderse de los golpes físicos y
emocionales, pues su mente apenas empieza a desarrollar, poco a poco, ciertos meca-
nismos de defensa para filtrar y analizar lo que ve y oye. Es como una esponja que recibe
todo, sin la capacidad de discernir qué es verdad y qué no, si lo que dicen es justo o injusto.
Debido a ello los mensajes y golpes alcanzan sin control lo más profundo de ese ser.
En el caso de la violencia intrafamiliar es importante acudir a un especialista que
ayude al agresor a identificar y reconocer el origen del enojo y la ira que generan la
violencia, de modo que aprenda a manejarla, y al agredido a sanar las heridas, así como
a descubrir su propio valor y fortaleza.
Un don que tenemos los seres humanos es la capacidad de cambiar y transformarnos a
pesar de lo difíciles o dolorosas que sean las experiencias vividas. Mientras estemos vivos
y tengamos la voluntad lo lograremos, creceremos y nos haremos más fuertes.
El apoyo que éstas y otras instituciones y asociaciones pueden brindar está di-
rigido tanto para los que sufren la violencia como para quienes son agresores y
buscan dejar de serlo.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Manejo del conflicto
El conflicto humano es una situación en que dos o más individuos o grupos entran en
confrontación, oposición o emprenden acciones antagónicas para alcanzar los objetivos
de cada una de las partes.
Las diferencias de opiniones, prioridades, valores, intereses y formas de ver y solu-
cionar problemas son parte de cualquier relación, ya sea de pareja, familiar, laboral o
entre diferentes grupos sociales. Contra lo que se suele pensar, la relación sana no es
aquella en que no se presentan diferencias y conflictos, debido a que su ausencia sig-
nifica que alguna de las partes se encuentra anulada, sin participar, y solo cumple un
papel pasivo, de obediencia ciega. Por el contrario, cuando existen diferentes puntos
de vista y variedad de formas de actuar, se enriquece a los miembros de un grupo, pues
con una actitud abierta y de comunicación todos crecen, junto con la tarea en común.
Por lo tanto, la relación sana no es aquélla carente de diferencias y conflictos, sino la
que sabe reconocer los problemas y escucha a los otros para negociar y encontrar solucio-
nes creativas en las que se tome en cuenta a los miembros involucrados en el conflicto. Lo
ideal es que las partes se reconozcan como complementarias. El conflicto con voluntad de
cambio puede ser un punto de partida para crecer y mejorar.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Textos Temáticos
El poder de la palabra
La palabra es una de las facultades únicas y distintivas del ser humano. Con ellas se da
forma a pensamientos y sentimientos que constituyen un poder que debemos utilizar
de manera responsable.
Si pretendemos ignorar la gran responsabilidad que implica la fuerza de la palabra y
la utilizamos con fines egoístas y ambiciosos, con rencor y desamor, se puede transfor-
mar en una gran arma destructiva.
Las palabras pueden acariciar o herir, ser un bálsamo o una sustancia corrosiva,
alentar o deprimir, despertar los sentimientos más puros o los más ruines, impulsar al
heroísmo o a la degradación: unen o dividen, construyen o destruyen.
Por lo tanto, las palabras, habladas o escritas, poseen una fuerte influencia en las men-
tes y los corazones de quienes las escuchan o las leen, e influyen en su modo de actuar.
El efecto no solo se da en los receptores o personas que las reciben, sino también en sus
emisores o personas que las dicen, aunque no se den cuenta de ello. Por ejemplo, cuando
alguien insulta o agrede, al pronunciar tales palabras se genera una energía negativa que
afecta a ambos e incluso al entorno, además de los sentimientos que surgen en unos y en
otros, como defensa, culpa, remordimiento y resentimiento. Asimismo, cuando se dicen
palabras optimistas, agradables o de aliento, se genera esperanza, entusiasmo, voluntad
para actuar y transformar. Es como si las palabras bellas inyectaran energía positiva.
También resulta importante estar conscientes de nuestro discurso cotidiano: no
solo de lo que decimos a otros, sino también lo que nos decimos a nosotros mismos y
nuestros pensamientos recurrentes, ya sean positivos o negativos, pues constituyen
una suerte de decretos que generan realidades. Por ejemplo, si nos quejamos en for-
ma constante con frases como: “Qué mala suerte tengo”, “Siempre me va mal”, “Qué
tonta soy”, “Este país no tiene solución”, éstas nos frenan en la búsqueda de soluciones
creativas, alternativas y recursos necesarios para transformar la realidad que no nos
gusta. Una persona que además se descalifica, pierde la posibilidad de acción y provoca
que los demás la eviten. Reflexionemos sobre las palabras que nos gustaría expresar a
los demás y a nosotros mismos. Por ejemplo: “Puedo resolverlo”, “Cuento con recursos
y ayuda”, “Esto se me dificulta, pero en cambio soy capaz de esto otro”.
El poder de la palabra también implica un compromiso con lo que se dice, se acuerda,
se promete. La congruencia en lo que se dice honra nuestras palabras. En cambio, las
desgastamos, devaluamos y abaratamos cuando solo hablamos por hablar y recurrimos a
la “verborrea” para calmar la ansiedad, sin cumplir con lo acordado ni lo comprometido.
Con nuestros hijos resulta esencial que reflexionemos sobre las palabras que utiliza-
mos para dirigirnos a ellos y el discurso cotidiano hacia ellos, pues a veces los mensajes
que les enviamos de manera inconsciente pueden afectar su autoestima, la imagen de sí
mismos, su autoconcepto, su tolerancia a la frustración, la conquista de su autonomía,
el reconocimiento de sus propios recursos y potencialidades, entre otros aspectos. Asi-
mismo es importante tener presente cómo hablamos y nos expresamos frente a ellos de
otras personas, de situaciones específicas o del gobierno, pues ellos percibirán el
mundo y la realidad en gran medida como lo hacemos nosotros y actuarán en conse-
cuencia.
Honremos, pues, nuestra palabra en todo momento.
go me sentiré muy solo”, provocamos una culpa que los puede llevar a mentir para
evitar que los regañemos e incluso inhibirse y no tomar decisiones por miedo a equi-
vocarse.
• Compararlos. Frases como “Aprende de tu hermano”, “Tu amiga sí que estudia:
deberías ser como ella” resultan contraproducentes. Si debemos llamarles la aten-
ción, refirámonos en exclusiva a sus acciones, sin utilizar a otros como modelo. Si
la comparación es con los hermanos, solo se consigue avivar los celos y crear resen-
timiento entre ellos.
• Humillarlos. Omitamos expresiones como “Qué vergüenza, todo te da miedo” o
“Pareces un bebé: te pasaste el día llorando”. La humillación es una de las descalifi-
caciones más dañinas para un niño, pues genera agresividad y distanciamiento.
• Estemos conscientes del mensaje que queremos dar, cuidando las palabras que deci-
mos y cómo las decimos.
• Pensemos antes de hablar. Honremos nuestra palabra al cumplir lo que decimos, y
cuando las circunstancias nos lo impidan, expliquemos las razones por las que no pu-
dimos cumplirla. Intentemos ser congruentes con los premios y castigos.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
El error y su función en el aprendizaje
El error es un componente esencial en el aprendizaje durante el proceso de dominar
alguna habilidad o de adquirir un nuevo conocimiento. El ensayo y el error conforman
pasos indispensables para aprender y son parte de la vida misma.
El error ha sido un compañero fundamental en el desarrollo del niño, al aprender a
caminar, a hablar, al adquirir el control de la mano para coger un objeto, entre otras ha-
bilidades. Está presente en todos los aprendizajes formales o informales que logramos
durante nuestra vida invertir y, más todavía, ha sido un componente indispensable en
los avances del conocimiento científico y la cultura en general. Con frecuencia un error
es la causa de que se descubran nuevas propiedades en algunas sustancias o abre las
posibilidades para ampliar el conocimiento cuando los resultados no son los esperados,
pues de manera accidental se encuentran nuevas opciones. Así, el ensayo y el error
forman parte del método científico.
Sin embargo, el “amigo” error ha sido muy castigado y valorado de manera negativa
por la escuela y nuestra cultura en general, pues solo se califican los resultados finales
y no se toman en cuenta los procesos que conducen al aprendizaje. Este juicio contra el
error ha tenido consecuencias muy desafortunadas en la educación y también efectos
psicológicos en las personas, pues al calificarlo como algo negativo, y lo que es peor,
etiquetar al que se equivoca como “malo”, “fracasado” o “tonto”, entre otros apelativos,
se provoca que éste no se aproveche como un medio para descubrir nuevas formas de
abordar problemas. La negativa a reconocer el error impide volver a ensayar para ob-
tener un mayor dominio de una tarea o un mayor control de uno mismo como persona,
por lo que se desaprovechan las oportunidades de aprendizaje.
El miedo al rechazo, a sentirse “tonto” o “malo” al equivocarse, nos lleva a negar
nuestros errores y a evadir reconocerlos, lo cual nos paraliza o nos lleva culpar a los
demás de nuestros fracasos, con lo que menoscabamos nuestra autoestima y nuestras
relaciones con los demás. Al utilizar la energía para tapar o cubrir nuestros errores, in-
cluso ante nosotros mismos, impedimos transformar nuestras conductas y dificultamos
tanto el crecimiento personal como la posibilidad de establecer relaciones más sanas y
auténticas. Cambiar la valoración del error para descubrirlo y aceptarlo significa avan-
zar en el conocimiento y crecimiento como personas.
Ayudar a los niños a descubrir sus errores, a que los acepten como algo normal, ade-
más de generar las condiciones para que los identifiquen y corrijan por ellos mismos,
garantiza la autorregulación de la conducta y el aprendizaje, además de que los enseña
a aceptarse como personas en proceso de crecimiento, ya que las equivocaciones no los
descalifican como seres humanos valiosos.
Un aspecto esencial a tomar en cuenta en la educación no solo consiste en destacar
el resultado final, sino valorar el proceso. Para lograr la independencia y autonomía del
niño, debemos evitar señalar al error en forma directa y ayudarlo a descubrir, por me-
Textos Temáticos
dio de preguntas, qué parte del proceso aún no domina, de modo que lo corrija y aprenda
de él. Si solo le decimos que se equivocó, pero no sabe dónde ni cómo, será incapaz de
darse cuenta dónde estuvo la falla, y como resultado solo tendrá la facultad de obedecer y
realizar la tarea en forma mecánica, sin entenderla a fondo. Al final no habrá aprendido y
será dependiente de la opinión de los demás. También es fundamental que lo ayudemos a
descubrir sus aciertos, pues reconocer las partes del proceso que ya domina lo hará sentir
capaz y lo motivará a seguir trabajando en el aprendizaje que le falta adquirir.
Para transformar nuestra visión del error, debemos empezar por cambiar nuestras ac-
titudes ante nuestras propias equivocaciones, reconocerlas y aprender de ellas, de modo
que aceptemos con empatía las de los demás.
La única manera de evitar equivocarnos es no actuar, lo cual representa en sí un terri-
ble error.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Textos Temáticos
31
René Huyghe, El arte y el hombre, Barcelona, Planeta, 1965.
sarse, por lo que disfrutan la música, el canto, el baile, el dibujo con crayolas, pinturas
digitales y gises, materiales con lo que encuentran la posibilidad de hacer garabatos,
rayar y colorear. También disfrutan de los libros infantiles con imágenes coloridas, así
como que se los lean o escuchar a cuentacuentos que con su voces, su mímica y movi-
mientos recrean historias que captan su atención.
El propósito de desarrollar diferentes lenguajes artísticos en el niño no es necesa-
riamente convertirlos en artistas, sino fomentar su capacidad creativa y de expresión,
pues con éstas se enriquecerán y complementarán como personas, al contar con una
mayor sensibilidad, herramientas y recursos para un desarrollo integral más rico.
Es importante estimular el conocimiento sensorial durante la infancia mediante vi-
sitas a lugares con cargas emocionales, históricas y lúdicas, como museos, exposicio-
nes, conciertos y otros espacios que reúnen elementos que despiertan la expresión de
emociones y sentimientos, y donde se estimulan procesos cognitivos y comunicativos.
En conjunto, esto le proporciona un mayor significado al aprendizaje.
También los adultos tenemos la necesidad de recontactar y desarrollar la sensibili-
dad y creatividad mediante estos lenguajes artísticos, muchos de los cuales perdimos
al crecer. De esto modo nos damos la oportunidad de experimentar y perder el miedo
sin importar la calidad de los resultados, pues no solo los artistas tienen permiso de
explorar y expresarse con estos medios. Muchos adultos se permiten apreciar el arte y
acercarse a él como espectadores, lo cual es valioso, sin embargo se suele reprimir la
expresión artística, pues se piensa que es cosa de profesionales y se tiende a ignorar
que el lenguaje artístico permite conectarse con una parte esencial del ser humano.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
DANI Y SU HIJO Jacques Henri Lartigue
1944
Fotografía en blanco y negro
Planeación
TextosdeTemáticos
la sesión
PREGUNTAS COMPLEMENTARIAS A LA PRIMERA PREGUNTA BÁSICA PARA LA LIBRE EXPRESIÓN Y EL DIÁLOGO INICIAL
¿Qué relación hay entre los personajes? ¿Cómo se sentirá el adulto?
¿Cómo se sentirá el bebé?
TEMA 1 TEMA 2 TEMA 3
La afectividad Rol y funciones del padre Momentos de intimidad
32
Alex Rovira C., “El valor de la ternura”, El País, 19 de marzo de 2006.
Textos Temáticos
hacerlo sentir como una persona digna de amor, con fe y confianza en sí mismo, y per-
mitirle enfrentar la vida con una mayor cantidad de recursos internos. También es im-
portante que aprenda a dar y demostrar su afecto en el aspecto físico, mediante abrazos
y caricias, pero también a ser considerado con los demás, a pensar en el otro, ayudar,
ser compartido y generoso, todas ellas maneras diferentes de expresar su cariño.
33
“El rol del padre y su influencia en los hijos”, Corriente de Opinión, Fundación Chile Unido, núm. 64, abril de 2002,
34
Ídem.
Si bien muchos estudios avalan la idea de que hombres y mujeres poseen capacida-
des parentales similares, hay evidencias de la importancia de las diferencias entre el
padre y la madre en el desarrollo del niño.
Desde que nace, el niño recibe de su madre y de su padre estímulos diferentes: cada
uno ofrece un contacto distinto y el bebé, a partir de las seis u ocho semanas de nacido,
puede distinguir entre la voz de uno y otro, entre sus brazos, la manera de jugar y la
forma de demostrar amor. Estas diferencias lo enriquecen en lo emocional, físico, cog-
nitivo, social y afectivo.
Por lo general los padres y las madres juegan diferente con sus hijos: el del padre
es un juego más brusco que impulsa a explorar, al reto, a la aventura; éste enseña el
mundo y despierta la curiosidad por conocer, apoya tanto al niño como a la niña en las
conductas que implican un desafío y los ayuda a tolerar la frustración cuando intentan
algo nuevo. Por su parte, la madre suele ser más convencional y protectora.
En cuanto al manejo de la disciplina, el padre suele ser más firme, subraya más las
consecuencias prácticas y los efectos sociales de las malas conductas y se aleja más de lo
emocional cuando ha puesto un límite. La madre puede ser más permisiva o reaccionar
en forma más emocional cuando los hijos transgreden las reglas. Los niños y niñas que
han llevado una buena relación con su padre suelen mostrarse más seguros en la explora-
ción del mundo que los rodea. Son más curiosos y menos tímidos ante nuevos estímulos.
La investigadora Hellen Bing35 descubrió que la cantidad de tiempo que el padre lee
a sus hijos determina muchas de las habilidades cognitivas, en especial las verbales
de los niños, y encontró diferencias cuando solo les lee la madre. Otros estudios36 han
revelado la relación entre un coeficiente intelectual más alto, un mayor autocontrol, un
mejor cumplimiento de reglas y un desarrollo físico más óptimo en aquellos niños cuyo
padre se ha comprometido con su educación y crianza.
El padre y la madre influyen en la identidad sexual de los hijos, no solo en aquellos
de su mismo sexo, con quienes se establece una identificación de roles, sino también
en los del sexo opuesto. Por ejemplo, una sana relación entre el padre y la hija la hará
sentirse digna de ser amada, merecedora de respeto, lo cual marcará por mucho su fu-
tura relación con el sexo opuesto, además de ayudarla a sentirse autosuficiente y capaz.
El rol del padre como principal proveedor económico en la mayoría de los casos cum-
ple un papel importante para el bienestar y la seguridad familiar. Por otro lado, como
pareja puede ser un apoyo emocional y de seguridad para la madre, lo cual permite a
ella cumplir mejor su propio rol, pues se siente más dispuesta y satisfecha en la realiza-
ción de su tarea.
En cuanto al manejo de límites es importante lograr un equilibrio entre la postura
materna, más afectuosa, comprensiva y empática, pero que en un extremo puede ser
más sobreprotectora, y la paterna, más firme, que impulsa más al reto y la tolerancia a
la frustración, pero susceptible de llegar a ser rígida. Los acuerdos en pareja sobre
35
Ídem.
36
Ídem.
Textos Temáticos
qué límites poner y cómo hacerlo complementan las dos funciones y enriquecen la
vida afectiva, cognitiva y social del niño.
Cuando ambos padres se encuentran satisfechos con la tarea que realizan y cada
uno tiene su espacio y es reconocido dentro de la familia, los hijos crecen en forma más
sana. No existe un rol paterno o materno único al que todos deban aspirar. Lo importan-
te es que, sea cual sea el rol asumido por el padre o la madre, su presencia significativa
y comprometida resultará fundamental en el desarrollo de sus hijos.
Los hijos necesitan tanto la figura masculina como la femenina, independientemen-
te de cuál rol cumpla cada uno de los padres; por ejemplo, un padre no dejará de ser la
figura masculina si, debido a la organización familiar, es el que se queda en casa al cui-
dado de los hijos y las labores del hogar, ni la madre perderá su acercamiento femenino
con los hijos por el hecho de trabajar fuera o ser la proveedora económica.
Hemos hablado de aquello que el padre y la madre aportan a su hijo, pero el niño
también da a sus padres mucha riqueza. Les permite descubrir la capacidad de amar,
de ser útiles, de responsabilizarse para lograr el bienestar de sus hijos. Éstos permiten
a los padres descubrir su capacidad de entrega, la cual puede llegar hasta el sacrificio
cuando se trata de salvarlos. Con los hijos se redescubre el gozo del juego, la maravilla
de sorprenderse ante un animal pequeño, el milagro de verlos empezar a caminar, ha-
blar y cómo se van convirtiendo en personas independientes.
Si bien la madre y el padre aportan al niño riquezas complementarias, en ocasiones la
realidad nos lleva a enfrentar la ausencia de alguno de ellos. Por lo general, en nuestra
sociedad el padre suele ser el que más se ausenta o desatiende su tarea con los hijos. Se
debe reconocer que existe un hueco para la educación de estos niños, lo cual se puede
compensar al propiciar que establezcan relaciones significativas con figuras masculi-
nas positivas como abuelos, tíos o amigos cercanos de la familia que aporten nuevas
formas de relación, así como de ver y enfrentar el mundo.
Recordemos que nuestra labor no es la de ser un amigo más para ellos, sino la de cum-
plir nuestro papel de padres y asumir la responsabilidad que nos toca.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Textos Temáticos
Momentos de intimidad
La intimidad consiste en la posibilidad de entrar en contacto conmigo mismo, con lo
que soy, con mi esencia. Es un espacio donde puedo ser yo, auténtico, en intimidad:
estar conmigo tal cual soy. La intimidad es tener momentos de introspección, reflexión,
meditación.
Sin embargo, cada día contamos con menos espacios para la intimidad, en ocasio-
nes por falta de tiempo, pero también por miedo a hallarnos con nosotros mismos. La
introspección implica descubrir; quitarme lo que me cubre, lo cual me puede provocar
miedo porque veré situaciones de mí mismo que no deseo conocer o decisiones que no
quiero tomar. Pero la intimidad también es la oportunidad de reconocer lo bueno en mí,
mis fortalezas y las herramientas con que cuento para vivir.
Al estar en intimidad conmigo y contactar con lo que soy puedo separar qué es mío
y qué es de afuera, qué corresponde a presiones externas, al “deber ser” y a patrones
heredados. Esta reflexión me permite decidir con claridad qué deseo ser, cómo quiero
vivir, qué busco transformar o conservar.
La intimidad tiene muchas facetas. Además de la intimidad personal de la que ya
hablamos, también se encuentra la que vivimos con otros: pareja, hijos, amigos. La inti-
midad personal es un requisito indispensable para estar en verdadera intimidad con los
demás. Si no me quiero ni estoy cómodo conmigo o soy incapaz de disfrutar mi soledad,
¿cómo puedo querer y disfrutar verdaderamente la compañía de otra persona? ¿Cómo
puedo lograr una intimidad con ella?
La intimidad emocional con otro ser constituye un sentimiento de conexión profunda,
confianza y familiaridad. Con la intimidad emocional dos amigos comparten sus senti-
mientos y pierden el miedo a ser vulnerables. En nuestras relaciones importantes no
solo compartimos sentimientos, sino también un cariño auténtico, momentos difíciles,
de dolor y crecimiento. La base de la intimidad requiere tiempo, paciencia y compro-
miso, además de que nos permite formar vínculos afectivos con nuestra familia y amigos.
Tememos hallarnos en intimidad con nosotros mismos y con los demás, pues esto im-
plica mostrar nuestras carencias y vulnerabilidad. El logro de la intimidad emocional se
relaciona con mostrarme al otro con la certeza de que no me hará daño ni me lastimará
a propósito, aunque sepa cómo hacerlo. La intimidad emocional no se logra sin la plena
confianza hacia el otro, sobre todo sin la confianza hacia mí mismo en cuanto a que seré
capaz de curar las heridas que resulten de la exposición de mi parte más frágil.
La prioridad en la vida es amar, pero nos olvidamos de ello. La fiesta de la vida es
amar y que nos amen; coincidir, compartir. Amar es darme, darte, darse… San Agustín
decía: “Ama y haz lo que quieras”. Gozar de intimidad con las personas importantes
para nosotros y nuestros seres queridos es compartir nuestro ser con ellos, estar con
ellos con una presencia consciente, concentrados en ellos sin hacer ni pensar otra cosa;
es una manera poderosa de demostrarles el amor que sentimos por ellos.
El cariño, la intimidad emocional y la intimidad sexual siempre han estado tan
asociados que muchos creen que conforman la misma cosa; sin embargo, debemos
comprender que se trata de situaciones diferentes que se interrelacionan. Es impres-
cindible entender que existe una variedad de relaciones donde hay intimidad, y que
cada una de éstas satisface diferentes necesidades. El amor romántico no es el único
que existe. El amor se manifiesta de muchas formas: el que se siente por la pareja, por la
madre, por los hijos, por un amigo. Un verdadero amor no solo consta de la satisfacción de
las necesidades personales inmediatas, sino también de darse cuenta de las necesidades
de la otra persona. Cuando se consigue un equilibro entre las necesidades propias y las de
la otra persona, es posible alcanzar una realización espiritual.
A veces pasamos el día en familia y sin embargo tenemos la sensación de que no es-
tuvimos juntos, de que no estábamos conectados en el ámbito emocional. Por otro lado,
podemos realizar actividades diferentes, cada quien concentrado en lo suyo, con la sen-
sación de que estamos acompañados; hablar de intimidad no significa por necesidad
estar físicamente juntos, sino la fortaleza de un vínculo que se construye día tras día.
¿Qué es la intimidad con mis hijos? En primer lugar aceptarlos como son, no como
pienso que deben ser; es saber quiénes son, conocer sus fortalezas, debilidades y qué
necesitan. Consiste en establecer con ellos una relación desde lo que ellos son y tam-
bién desde quien yo soy: qué necesito, qué siento, cuáles son mis fortalezas y cuáles mis
debilidades. Se trata de un espacio donde tanto ellos como yo tenemos la oportunidad de
ser auténticos, con la confianza de que nadie saldrá afectado y de que nos encontramos
en un proceso de crecimiento; de que podemos equivocarnos, si bien existe la posibili-
dad de corregir y crecer juntos. Todo esto fomenta la cercanía, la confianza; tenemos la
posibilidad de relacionarnos de tú a tú en autenticidad, con momentos de comunicación
profunda que pueden ser verbales o no verbales. A veces la comunicación en silencio
resulta muy cercana.
No se trata de no educar a nuestros hijos ni de evitar corregirlos. En la intimidad no
solo existe el amor puro y la “miel sobre hojuelas”, pues también hay dolor. Al regañar
a nuestros hijos y llamarles la atención, podemos hacerlo en intimidad; es decir, desde
nuestra esencia y no desde el deber ser. Los límites que les pongamos necesitan ser
razonados, no heredados ni realizados con base en una presión social, sino congruen-
tes con lo que nosotros mismos consideramos importante. Debemos marcarlos desde el
amor y la cercanía, y no desde una figura autoritaria y lejana.
A veces nos relacionamos con nuestros hijos desde patrones y esquemas rígidos.
Cuando nos relacionamos de esencia a esencia, aumentamos las posibilidades de co-
municarnos y crecer, pues hay autenticidad. Quitémonos las máscaras para relacionar-
nos. La honestidad nunca lastima.
el tacto.
• Pidámosles a nuestros hijos contacto físico. Por ejemplo, al decirles: “Necesito que me
abraces”.
• Una manera de estar en intimidad con nuestros hijos es jugar con ellos, fluir con ellos,
dejarnos ser, disfrutarlos. Con el juego improvisado, no planeado, experimentamos
gozo, libertad; nos sentimos como niños. Incluso a veces perdemos la noción del tiem-
po, a fin de estar solo para nuestros hijos.
• Nos la pasamos diciendo a nuestros hijos lo que deben hacer. ¿Qué pasaría si les pre-
guntáramos qué debemos hacer para ser una mejor mamá o un mejor papá?
• Recordemos que hay situaciones que requieren privacidad; respetemos los momentos
privados de nuestros hijos y con nuestros hijos, así como los momentos privados con
nuestra pareja y, por supuesto, los nuestros.
• Cuando tengamos que decir algo importante a nuestros hijos, hagámoslo a solas, ni
siquiera enfrente de otros hermanos.
• Cuando uno de nuestros hijos rompa alguna regla o algún acuerdo, podemos corregir
su conducta al mostrarle nuestros sentimientos y decirles, por ejemplo: “Tuve miedo
de que algo te pasara y estoy molesto porque desobedeciste una orden mía”. No les
hagamos la ley del hielo ni prolonguemos el enojo y el castigo.
• Aceptemos a nuestros hijos. Hagamos una lista de lo que nos molesta de ellos para ver
su contraparte, pues ésta puede ser una fortaleza en otras áreas. Hagamos también
una lista de lo que nos gusta de ellos.
• Solo prometamos lo que sabemos que cumpliremos, y si por algún motivo no lo hace-
mos, expliquémosles las razones. Seamos impecables con nuestras palabras.
• Corrijamos desde el amor pero no al niño, sino su comportamiento.
•Abracemos a las personas que amamos. Hay que hacerlo la mayor cantidad de veces,
la mayor cantidad de tiempo y con la mayor cantidad de personas. Cuando abrazamos,
además de las reacciones emocionales que se generan, se producen cambios físicos en
nuestro organismo: las dos personas se armonizan, así como sus frecuencias cardiacas.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
SIN TÍTULO Carlos Azpeitia Conde
Ca. 1980
Fotografía en blanco y negro
Planeación
TextosdeTemáticos
la sesión
PREGUNTAS COMPLEMENTARIAS A LA PRIMERA PREGUNTA BÁSICA PARA LA LIBRE EXPRESIÓN Y EL DIÁLOGO INICIAL
¿Quiénes son?¿Qué relación tienen? ¿Dónde están?
TEMA 1 TEMA 2 TEMA 3
Desarrollo social en los niños El rechazo y bullying o acoso Los amigos de nuestros hijos
escolar
Los niños con relaciones cálidas, positivas y límites claros con sus padres por lo general
cuentan con vínculos sociales más sanos.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Textos Temáticos
Cuando un niño está expuesto en forma constante a estas situaciones, acaba por regis-
trar en automático todo en su memoria y lo actúa cuando lo considera oportuno. Para
el que practica el bullying, la violencia es apenas un instrumento de intimidación, pues
para él su conducta es correcta y, por lo tanto, no se autocondena.
Debemos puntualizar que este fenómeno no es exclusivo de los varones, pues tam-
bién se da entre las niñas, que utilizan sobre todo la exclusión o la discriminación: “No
puedes estar con nosotras en el recreo”, “no te invito a la fiesta” o “hablamos frente a ti
de cómo estuvo la reunión”.
37
Brenda Zaniuk, “El perfil de los niños acosadores y acosados. Los hostigadores, así como sus víctimas responden
a un perfil identificable”, eLiceo.com, 9 de octubre de 2008.
Textos Temáticos
A pesar de que un adulto difícilmente está presente durante uno de estos sucesos de
hostigamiento, acoso o discriminación, es posible identificar las características que a
menudo presentan ambos protagonistas.
Los síntomas descritos permiten reconocer actitudes peligrosas, pero es necesario
tener en cuenta que el propio niño puede ser abusador o víctima en diferentes contex-
tos sociales o familiares. Por lo general el que acosa en la escuela es a su vez víctima de
abuso físico, social o emocional por parte de algún familiar, amigo, maestro, etcétera.
Las víctimas de bullying o acoso escolar rara vez acuden a sus padres o maestros por-
que piensan, por ejemplo: “¿Cómo voy a decir que me da miedo defenderme de alguien
de mi misma estatura o edad?” Además, la primera respuesta de los adultos suele ser:
“Aprende a defenderte“ o “Júntate con otros“, por lo que los niños perciben un doble
fracaso: “No me sé defender y defraudé a mis papás”. En consecuencia, se encierran en
el silencio y se merma su autoconcepto.
El problema de acoso o incluso de abuso contra alguien más débil no es nuevo, pues
ha existido siempre. Lo reciente es el nivel de violencia y el alcance que mediante las
redes sociales ha adquirido este problema. El nivel de agresividad, rabia, falta de em-
patía del abusador y las consecuencias fatales, que en ocasiones son mortales para la
víctima, hacen necesario revisar el problema, sus causas y nuestra responsabilidad
como padres, escuela y sociedad en general.
De acuerdo con estudios realizados, se ha observado que las personas forman sus
valores con la influencia de diversos factores, entre ellos la familia, la escuela y la re-
ligión. A continuación se incluye un cuadro comparativo de la década de 1950 y de la
época actual respecto a estas influencias, expresadas en porcentajes:38
1950 2010
Se observa cómo estas influencias han cambiado, algunas de ellas de manera drástica;
la de la familia ha disminuido en forma notable y, por otro lado, los medios de comu-
nicación han cobrado mucho poder e impacto en la formación de valores de las nuevas
generaciones.
38
María Teresa Abirrached Fernández, “El papel de los medios de comunicación en el bullying escolar”, ladobe.com.mx,
14 de febrero de 2012.
Así, el comportamiento de un niño está influido en forma dramática por los medios
de comunicación. Por desgracia, muchos de éstos han eliminado su compromiso social,
por lo que cada vez encontramos mayor violencia y pornografía en los contenidos de
los programas, tanto en los anuncios comerciales como institucionales, en cualquier
horario, incluyendo el infantil. Para un niño en formación, recibir contenidos no ade-
cuados modifica en forma radical sus modos de vida; es decir, desde sus valores, princi-
pios, actitudes, hábitos, cultura y hasta el lenguaje que emplean, pues la mayor parte
de los principios que tenemos las personas los creamos antes de los 12 años de vida.
Es deber de los padres recuperar la influencia de la familia en la formación de valores
y principios en los niños y adolescentes, a modo de contrarrestar el impacto avasallador
con que los medios de comunicación se infiltran en nuestras vidas.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Los amigos de nuestros hijos
La amistad es un sentimiento compartido de amor por alguien más. Nace cuando las
personas encuentran intereses comunes y se puede formar en cualquier etapa cronoló-
gica de la vida, entre personas con trasfondos y pasados diferentes y aquéllas del sexo
opuesto. La verdadera amistad se da cuando existe una unión desinteresada, cordial,
abierta, donde se busca el bien común y hay un interés mutuo por los problemas, éxitos
o sufrimientos del amigo. Se debe cultivar con pequeños detalles de gratitud, solidari-
dad, buen humor, entre otros. Es una relación en la cual hay que trabajar, pues implica
preocupación y compromiso frente a las necesidades del otro, así como escuchar y ser
escuchado.
Como padres resulta esencial tener presente que el área social es una parte muy im-
portante para el desarrollo sano de nuestros hijos. Además de compañeros de juego y
diversión, después de la familia los amigos fungen como espejos que los ayudan a con-
formar su identidad, además de hacerlos sentir aceptados, valorados y queridos. Por lo
tanto es necesario procurar el valor de la amistad en nuestros hijos y buscar espacios y
tiempos en que formen amigos.
Al entrar en la edad escolar los pequeños comienzan a construir sus propias redes, a
formar parte no solo de su núcleo íntimo, sino a ampliar sus afinidades y a integrarse en
la sociedad. Con los amigos se aprende a cooperar, negociar, ceder, defender, perdonar,
solucionar problemas y autorregularse, todas ellas habilidades necesarias para la vida.
El grupo de amigos cobra fuerza con el paso de los años, y al entrar en la adolescen-
cia resulta esencial ser miembro de un grupo. En él los jóvenes se desenvuelven con
mayor soltura, comparten códigos de comunicación, un tipo de vestimenta, formas de
comportamiento y construyen una subcultura para diferenciarse, la cual niega el acce-
so a los adultos. En estos grupos construyen su identidad, un paso fundamental en su
desarrollo, y declaran su independencia respecto a sus padres.
Los amigos desde los 12 hasta los 18 años de edad, aproximadamente, comparten un
interés por cuestionar valores y actitudes familiares y sociales. El grupo tiene una gran
importancia para el adolescente y a su vez ejerce una gran influencia en las decisiones
que toma, aunque no siempre sean las más adecuadas para su desarrollo emocional.
El grupo le permite reafirmarse, pues le permite olvidar sus actitudes defensivas o su
temor a ser incomprendido, puesto que todos sienten y piensan lo mismo.
A cualquier edad algunos amigos de nuestros hijos pueden ser motivo de preocupa-
ción, ya que ejercen una influencia notoria en sus gustos, actitudes y comportamiento.
Esto se acrecienta en la adolescencia, cuando los jóvenes necesitan ser más aceptados
por sus compañeros, valoran las actitudes grupales y se identifican con ellas.
Las amistades en la adolescencia permiten un alejamiento parcial de los padres y un
primer paso hacia la independencia. Algunos padres se resisten a este alejamiento para
seguir siendo imprescindibles, de modo que usan la autoridad en forma arbitraria e in-
tentan dominar al hijo. La adolescencia supone que la familia no es ya la única influen-
Textos Temáticos
cia importante en sus vidas, sino que los amigos lo hacen tanto o más que los padres, lo
cual puede ser motivo de conflictos. Frente a esto, la actitud de los padres también se
debe transformar, tanto en la manera de dialogar con los hijos como en los límites que
les ponen. Los padres deben comprender su papel y campo de acción durante esta eta-
pa, en que los chicos necesitan más libertad y autonomía. Asimismo deben continuar
con su responsabilidad y guía, pendientes de lo que hacen, dónde y con quiénes. Sin
embargo, los límites deben dialogarse y establecerse de común acuerdo, así como las
consecuencias en caso de romperlos, donde se privilegie la reflexión de las razones por
las cuales son necesarios.
En el grupo el adolescente busca seguridad: cuanto más indefenso se sienta, más
intentará identificarse con otros, aun si sacrifica algunas de sus propias creencias o
rasgos personales. Por ello, como padres, resulta imprescindible saber que ninguna
persona es arrastrada por otra cuando los valores y principios personales en cuanto a
autoestima, carácter y personalidad se encuentran claros y fortalecidos, labor que se
debe trabajar desde pequeños.
El adolescente sin unos padres con los cuales identificarse ni un núcleo familiar esta-
ble dónde cobijarse busca en “la pandilla” o en “su banda” de amigos una nueva familia
que satisfaga sus necesidades. Para el adolescente seguro la época de estar en grupo
solo representa un momento de su evolución hacia la madurez y la autonomía. Por el
contrario, para el que presenta dificultades o carencias constituye el punto de llegada,
a partir del cual no irá mucho más lejos.
Resulta falso decir que los padres podemos ser amigos de nuestros hijos: la amistad
entre adultos y adolescentes se dificulta porque tenemos objetivos y preocupaciones
distintas. Además, hay que tener claro que nuestro rol es, ante todo, el de ser padres, lo
cual nos obliga a tomar decisiones aunque no sean populares ni bien entendidas o acep-
tadas por ellos. Debemos diferenciar entre una comunicación fluida, divertida, basada
en la confianza y el respeto en ambas direcciones, y el hecho de querer atribuirnos las
cualidades de la amistad.
Asimismo es indispensable saber que los adolescentes sienten admiración por los
adultos que se muestran coherentes con su comportamiento. Por lo tanto, el adulto
necesita cultivar su prestigio frente al hijo adolescente, pues la admiración es una vía
idónea para acercarse a él. Sin embargo, esto no es suficiente: es necesario saber adap-
tarse a su mundo y respetar su manera de ser. La clave para construir una buena rela-
ción radica en la confianza: confiar en los hijos es una condición para que confíen en
nosotros y nos hablen de sus cuestiones personales.
Como padres resulta imprescindible estar conscientes de que los amigos de nuestros
hijos pueden no gustarnos, lo cual no los convierte en malos amigos: solo son personas
que no coinciden con nosotros, pero sí con nuestros hijos. Esto no debe preocuparnos si
nos ocupamos de inculcarles valores a su debido tiempo. Es nuestro deber tomar en
cuenta la individualidad de nuestros hijos: ellos tienen el derecho de elegir a un amigo
con determinado tipo de características. Tampoco implica que no estemos pendientes
de lo que hacen, a dónde van o con quiénes se relacionan.
Si en los círculos en que se mueven nuestros hijos existen riesgos de drogas, promis-
cuidad, de fumar tabaco, consumir alcohol, para protegerlos es esencial dialogar con
ellos sobre las consecuencias de estas conductas y la importancia de saber decir no, de
modo que sean aceptados en su grupo mediante sus propias fortalezas en vez de ceder a
presiones sociales. Hay que hacerlos ver que lo mejor es prevenir y que siempre pueden
pedir ayuda en caso de padecer alguna adicción, pues será mejor entre más pronto lo
hagan.
Si en el grupo de amigos existe un clima sano, de preocupación de unos por otros
(no olvidemos que se trata de una etapa donde se empiezan a despertar los grandes
ideales, la solidaridad y la justicia social, junto con la lealtad y el compañerismo), la
adolescencia será una etapa maravillosa, de enriquecimiento personal, de la que
nuestros hijos aprenderán a salir por sí mismos para convertirse en adultos equilibra-
dos y maduros. Está claro que si los hemos educado en una serie de valores, aunque
aparentemente renieguen de ellos, los tendrán guardados en su “disco duro”. Que-
remos educar a nuestros hijos para que sean adultos con criterio, libres, capaces de
elegir lo mejor para ellos y para la sociedad. Por lo tanto, no podemos desentendernos,
pues aún no son adultos.
• Pasemos tiempo en familia, por ejemplo en actividades al aire libre que incluyan algún
tipo de deporte y esparcimiento. Negociemos esos momentos sin amigos de por me-
dio, pues en compañía de otros será imposible compartir la intimidad del adolescente.
• No critiquemos a sus amigos, porque esto nos puede llevar a un enfrentamiento y a un
motivo de distanciamiento. Mejor reflexionemos con ellos si es que existen actitudes o
conductas que nos preocupan.
• Promovamos que sus amigos vengan a casa. De ese modo tendremos la oportunidad
de conocerlos, además de ofrecerles un lugar seguro para estar, divertirse, platicar o
ver una película.
• Hablemos mucho con ellos y observémoslos. Estemos siempre pendientes sin ser per-
secutorios. Mantengamos viva la comunicación al fomentarla de manera constante.
Para ello, y a pesar del cambio de actitud que manifiesten nuestros hijos, es importan-
te que:
• Mostremos una actitud de comprensión y afecto hacia ellos, pues a pesar de los cam-
bios siguen necesitando de nosotros.
• Evitemos juzgarlos, ya que ello romperá la comunicación.
• Demostremos una sincera preocupación por lo que les sucede.
• Valoremos y reconozcamos de manera auténtica sus capacidades, habilidades
y aptitudes.
• Ofrezcamos información indispensable y clara para que diferencien las diversas si-
tuaciones que se presenten.
• Manifestemos nuestro apoyo incondicional en situaciones difíciles, a fin de que se-
pan que pase lo que pase pueden confiar en nosotros.
• Compartamos tiempo, experiencias y charlas con ellos sobre nuestras propias
preocupaciones.
• Fijemos límites al dialogar y establecer con ellos acuerdos y consecuencias respecto
a sus actividades y horarios.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
COMPRADORA DE Duane Hanson
1970
SUPERMERCADO Escultura en fibra de vidrio
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la sesión
87
PREGUNTAS COMPLEMENTARIAS A LA PRIMERA PREGUNTA BÁSICA PARA LA LIBRE EXPRESIÓN Y EL DIÁLOGO INICIAL
¿Quién es el personaje? ¿Cómo es? ¿Cómo se siente?
TEMA 1 TEMA 2 TEMA 3
Salud y autocuidado Consumismo y conductas adictivas El trabajo del ama de casa
bitos y la voluntad. Acaso este último sea el más importante, pues en las conductas
encaminadas a nuestro autocuidado, como alimentarse en forma adecuada, realizar
actividades físicas para estar en forma o tomar suficiente agua la voluntad resulta
imprescindible.
Alimentación y nutrición
Como ya se mencionó, un aspecto fundamental en nuestra salud es la alimentación, ya
que todo lo que comemos afecta el funcionamiento de nuestro cuerpo, mente y emocio-
nes. La nutrición es la base de nuestro bienestar y desarrollo. Para mantenernos sanos
requerimos comer igualmente en forma sana. Recordemos que en México la obesidad
entre niños y adultos, causada por una alimentación inadecuada y la falta de ejercicio,
es un problema de salud pública, con consecuencias graves como enfermedades car-
diovasculares y diabetes.
Los niños son en especial sensibles a los alimentos, y su desarrollo depende en gran
parte de la alimentación que les damos. Su salud física, su comportamiento, sus emo-
ciones, la manera como se comportan en casa y en la escuela y su aprovechamiento
académico dependen de ello.
Los productores de alimentos procesados, rápidos y fáciles de preparar, nos bombar-
dean para comprar sus productos, cuya venta los beneficia más a ellos que a nuestra
salud y al desarrollo de nuestros hijos.
Este tipo de alimentos, conocidos como comida “chatarra”, contiene por lo general
altos niveles de grasas, sal, azúcar y condimentos que estimulan el apetito y la sed,
además de numerosos aditivos químicos, como el glutamato monosódico (potenciador
del sabor) o la tartracina (colorante alimentario), sustancias que afectan el funciona-
miento del cerebro y las emociones.
El mito de la leche
La leche es la vaca sagrada de la alimentación. Desde chicos se nos enseña que fortalece
los huesos y favorece el crecimiento porque contiene calcio, proteína y vitamina D. Sin
embargo, en algunos casos la leche de animales es difícil de digerir porque contiene lac-
tosa (azúcar) y caseína (proteína). Algunos niños no producen suficiente lactasa, la enzi-
ma que digiere la lactosa. Tampoco se nos dice que la caseína se agruma en el estómago y
se adhiere a las paredes de los intestinos y dificulta la absorción de los alimentos. A la
larga, esto puede producir alergias, mucosidad y problemas respiratorios.
En cuanto a la alimentación:
• Establezcamos horarios de comidas y procuremos que al menos una de las tres comi-
das diarias sea un momento de convivencia familiar, sin presiones, que permita a los
integrantes comentar y compartir experiencias en forma armónica y espontánea.
• Respetemos la demanda de apetito al motivar a los niños a comer, aunque sea poco pero
con gusto, al disfrutar los alimentos y el momento de compartirlos. Recordemos que la
cantidad es decisión de cada niño, mientras que la calidad es nuestra responsabilidad.
• Proporcionemos raciones pequeñas, adecuadas a la edad. Esto dará a los niños la sa-
tisfacción de ver que terminaron su porción. Con este fin, utilice platos pequeños.
• Enseñemos a nuestros hijos a comer sano desde pequeños. Como padres, nosotros y
nadie más somos los que educamos el paladar de nuestros hijos.
• Procuremos abastecer nuestra despensa y el refrigerador con alimentos nutritivos,
Textos Temáticos
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Consumismo y conductas adictivas
El mundo moderno nos ha llevado a perder el contacto con nosotros mismos. Nuestra
vida en las grandes ciudades se ha vuelto rutinaria, llena de actividades. Son pocas las
personas que encuentran una satisfacción profunda en lo que hacen y en su propia for-
ma de vida. Por lo general, los empleos se buscan pensando en la remuneración econó-
mica, y solo algunos afortunados disfrutan y encuentran sentido a la vida con el trabajo
que realizan.
Tal estilo de vida provoca rutinas enajenantes: no desayunar o hacerlo con rapidez,
tráfico estresante, llegar de prisa al trabajo, comer alimentos por lo general poco nu-
tritivos, correr de nuevo al trabajo y después, ya en casa, consumir de manera pasiva
programas de televisión o conectarse a la computadora en una actitud evasiva. Muchas
personas no saben estar solas y en silencio, y tampoco tienen la capacidad de entablar
una comunicación profunda con los demás miembros de la familia. Por supuesto, los
niños también se encuentran inmersos en esta dinámica.
La mecanización de las rutinas, el exceso de actividades y de trabajo, el poco tiem-
po para pensar, sentir y disfrutar del momento presente han cambiado los valores y
provocado una sensación de vacío existencial que se compensa mediante un consu-
mismo compulsivo que abarca objetos, comidas, tabaco e incluso alcohol y drogas, o
un consumismo intelectual por medio de cursos, clases, entre otras actividades. La
concepción actual de la vida se basa en hacer y t ener con la ilusión de llegar a ser, en
vez de primero ser, después hacer y por último t ener.
Esta actitud de vida no solo ocurre entre semana, pues también en los días de descan-
so y las vacaciones las actividades se encuentran motivadas por la necesidad de acepta-
ción y pertenencia de acuerdo con los valores de la sociedad de consumo. Hay familias
que pasan un domingo completo en el centro comercial o eligen sus vacaciones en un
hotel de moda en la playa, con música a todo volumen que ni siquiera permite escuchar
el sonido del mar. En muchas ocasiones estamos en familia o rodeados de personas sin
establecer una comunicación profunda, sino “unidos” por estereotipos: estilos de ropa,
marcas, lugares de moda donde nos reunimos, pertenencias, coches, etc. Pareciera que
las personas no valen por sí mismas, sino por lo que tienen o hacen.
Actitudes y valores como éstos no solo se dan entre personas con un alto poder adqui-
sitivo. Cada quien, en la medida de sus posibilidades, lucha por obtener los objetos que,
en teoría, le permitirán ser más aceptado, admirado, querido, respetado, poderoso.
Lo anterior ha generado una desconexión interior y una sensación de vacío, pues
los seres humanos necesitamos un contacto más auténtico con nosotros mismos y los
demás. Comprar objetos provee una satisfacción momentánea, una falsa autoestima,
hasta que vuelve la sensación de angustia y falta de sentido, junto con la tendencia a
comprar de nuevo, de modo que el círculo vicioso continúa. En Oriente se dice que “lle-
nar la necesidad de amor con objetos es como saciar la sed con agua de mar: entre más
Textos Temáticos
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
El trabajo del ama de casa
Durante muchos años se ha entablado una lucha incesante para que la mujer se incor-
pore al mundo laboral. Sin embargo, son muchas las que han elegido trabajar exclusi-
vamente en las tareas domésticas y la atención de la familia. Incluso algunas han re-
nunciado a un trabajo profesional remunerado para dedicarse al hogar. Las actividades
que realizan son muchas y con un horario muy extenso, pero lo más importante es lo
concerniente a la educación y atención de los hijos.
Las amas de casa son el colectivo profesional más numeroso de todo el mundo. Su
trabajo, silencioso y silenciado, las mantiene ocupadas casi todo el día, al realizar las
siguientes funciones: maestra de guardería, conductora, ama de llaves, cocinera, con-
sejera, delegada, enfermera y trabajadora de mantenimiento general. Las tareas que
realizan son diversas y exigen diferentes habilidades:
• Ocuparse de la casa. Tender las camas, barrer y trapear el piso, limpiar el polvo, or-
denar los espacios, hacer las compras y acomodarlas en el refrigerador y las alacenas,
preparar la comida, poner y quitar la mesa, lavar los trastes, lavar, tender y planchar
la ropa, coser, cuidar las plantas, atender a las mascotas, sacar la basura, entre mu-
chas otras actividades que nunca terminan, pues una vez logrado el orden y la limpie-
za, los hijos llegan a casa para revolver lo que poco antes ellas habían ordenado, por
lo que el resultado de su trabajo respecto a la limpieza y el orden suele ser muy breve,
frustrante y poco reconocido.
• Cuidado de los otros. Asear a los niños, apoyarlos en las tareas escolares, jugar con
ellos, desempeñarse como sus profesoras y psicólogas ante sus continuas demandas
de ayuda, así como atender, por ejemplo, a los abuelos o a los propios niños cuando
están enfermos.
• Llevar y traer. Conducir a los hijos a la escuela y recogerlos, así como a consultas mé-
dicas, actividades extraescolares (cuando las tienen), el parque, fiestas u otras activi-
dades recreativas.
• Gestiones fuera de casa. Idas al banco o a realizar trámites, asistencia a reuniones de
vecinos y escolares.
Se trata de un trabajo sin horario, desde el momento de levantarse hasta el de acostarse.
El descanso llega un par de horas antes de dormir, si es que se organizan bien. En las
noches, cuando hay bebé, trabajan horas extra, pues éste llora o hay que darle el pecho
o el biberón, cambiarle el pañal o atenderlo si se enferma.
¿Y todo este trabajo a cambio de qué? Amor, afecto, alguna que otra sonrisa agrade-
cida, pero en muchos casos de la más absoluta indiferencia del marido y los hijos, sin
contar con aquellos casos de maltrato físico o psicológico.
Cabe mencionar que en la actualidad, en algunas familias, el trabajo de las tareas
domésticas y el cuidado de los hijos empieza a repartirse entre el hombre y la mujer.
También hay casos de parejas en los que ambos miembros salen a trabajar fuera, y los
Textos Temáticos
Resulta evidente que hay tareas en las que el ama de casa puede ser sustituida o tener
ayuda, pero en lo que se refiere a la educación de los hijos los padres deben encargarse
de ello. Debemos tener en cuenta que es en el seno de la familia donde los hijos forma-
rán su personalidad y donde el comportamiento y la conducta de los padres les servirá
como modelo a seguir.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
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PREGUNTAS COMPLEMENTARIAS A LA PRIMERA PREGUNTA BÁSICA PARA LA LIBRE EXPRESIÓN Y EL DIÁLOGO INICIAL
¿Quiénes son? ¿Qué relación hay entre ellos? ¿Dónde están? ¿Cómo es el lugar?
TEMA 1 TEMA 2 TEMA 3
El abandono físico, emocional Alcoholismo y adicciones Los valores en la construcción
y espiritual de la persona
Abandono físico
• Descuido en la higiene y el arreglo personal.
• Dificultad para mantener orden y limpieza en el hogar.
• Comer de manera cotidiana comida con bajo contenido nutricional, procesada y dañina.
• Llevar una vida sedentaria.
Abandono emocional
• No escuchar o negar las propias emociones y resistirse a manejarlas en forma adecuada.
• Ausencia de proyectos personales.
• Apatía y falta de motivación.
• Falta de interés y de entusiasmo.
• Aislamiento.
Abandono espiritual
• Insensibilidad.
• Desconexión con el mundo interno.
• Pérdida de fe y esperanza en la vida.
El dolor es parte de la vida misma. Por lo tanto, no podemos evitar enfrentarnos de ma-
nera cotidiana a situaciones dolorosas. Lo que sí podemos hacer es desarrollar los recur-
sos para aceptarlo, enfrentarlo, sanarlo y evitar que éste se acumule y le abra las puertas
al abandono. Si partimos de la premisa de que en muchas ocasiones éste resulta inevi-
table, podemos cambiar nuestra actitud sin resistirnos a él, al dejarlo que ocurra para
que, una vez que se ha ido, aprender las enseñanzas que nos deja. Esto, en definitiva,
nos hará más fuertes.
Una manera de enfrentar el dolor consiste en desarrollar nuestra capacidad de resi-
liencia, la cual es una fuerza interna, un conjunto de atributos y habilidades innatas para
afrontar las adversidades de la vida, como pérdidas, factores estresantes y situaciones
riesgosas. Es también la aptitud de reaccionar en forma positiva a pesar de las dificulta-
des y la posibilidad de construir y reconstruir, de conservar la calma en medio del caos.
No implica sólo sobrevivir a pesar de todo, sino contar con la capacidad de aprovechar las
experiencias adquiridas de las situaciones adversas para proyectar el futuro.
Existen siete factores que caracterizan a las personas resilientes:39
1. Introspección: capacidad de examinarse internamente, plantearse preguntas y dar-
se respuestas honestas.
2. Independencia: capacidad de mantener distancia física y emocional respecto a los
problemas sin aislarse.
3. Interacción: capacidad de establecer lazos íntimos y satisfactorios con otras personas.
4. Iniciativa: capacidad de hacerse cargo de los problemas y ejercer control sobre ellos.
5. Creatividad: capacidad de resolver, planear, crear un orden y armonía en situacio-
nes adversas.
6. Sentido del humor: predisposición del espíritu a la alegría; permite alejarse del foco
de tensión; relativizar, es decir, dar menos importancia a un asunto al relacionarlo
con otros aspectos, y positivizar, que se refiere a ver la parte positiva de las dificul-
tades y crisis.
7. Conciencia moral: abarca la gama de valores internalizados por cada persona.
La resiliencia es una capacidad que se puede fomentar en los niños mediante la estimu-
lación y el trabajo en las áreas afectiva, cognitiva y conductual, con base en la edad y el
nivel de comprensión de aquellas situaciones cotidianas que pueden ser aprovechadas
como oportunidades de aprendizaje. El momento oportuno para activar y desarrollar
este potencial es el periodo que abarca desde el nacimiento hasta la adolescencia.
En condiciones de crisis las familias se reestructuran, se cohesionan para mantener-
se y resistir la tormenta, aun cuando no sepan cuánto tiempo durará. Para lograrlo es
necesario contar con fortalezas y recursos tanto internos como externos a fin de evitar
ser vulnerables e impedir que la crisis adquiera una mayor dimensión. Así, una vez su-
perada, enfrentarán una reestructuración del sistema, saldrán fortalecidos y la trans-
formarán en elemento de cambio y crecimiento personal y familiar.
39
Elba Gerber, ”Qué es la resiliencia”.
Textos Temáticos
• Fomentemos sus relaciones sociales: que tengan amigos, realicen actividades con
ellos y asistan a fiestas. Enseñémosles el valor de la amistad para que aprendan a cui-
dar y conservar sus relaciones.
• Ayudémoslos a construir proyectos personales que generen su entusiasmo, gozo
y pasión.
• Fomentemos en ellos la sensibilidad, al propiciar experiencias en las que desarrollen
y hagan conciencia de su percepción mediante los cinco sentidos (vista, oído, olfato,
tacto y gusto). Despertemos en ellos su amor por el entorno, en busca de experiencias
de contacto con la naturaleza.
• Modelemos una actitud optimista y positiva ante la vida para cultivar su fe y espe-
ranza; mantengamos el buen humor y, si no lo hemos desarrollado, empecemos por
aprender a reírnos de nosotros mismos.
• Ayudémoslos a que aprendan de sus propios errores y fomentemos que los reconoz-
can al recordarles que es de humanos equivocarse, para asimismo rescatar las ense-
ñanzas que les dejan.
• Mantengamos reglas y normas claras para fortalecer su disciplina y voluntad.
• Modelemos con nuestro ejemplo el apoyo entre los miembros de la familia, al hacerlos
sentir que pertenecen a un núcleo fuerte y unido que en los momentos difíciles brinda
apoyo y contención.
• Propiciemos momentos de felicidad y alegría que nutren la fortaleza interior.
• Aprovechemos las pequeñas situaciones de incomodidad que en ocasiones se presen-
tan para desarrollar la tolerancia a la frustración en situaciones de cansancio, ham-
bre, sueño, sed, y evitemos otorgarles cuanto pidan.
• Reconozcamos y reforcemos sus esfuerzos y logros para fomentar el desarrollo de la
voluntad.
• Organicemos comisiones y compartamos las responsabilidades en el hogar, al incul-
car los valores de orden y limpieza.
• Involucrémoslos en alguna causa social o ambiental que los ayude a sentirse útiles y
valiosos.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Alcoholismo y adicciones
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud40, el alcoholismo se define como
una enfermedad porque en sí misma tiene un diagnóstico y no es consecuencia de nin-
gún otro padecimiento. Es predecible y progresiva y sigue una serie de etapas. El alcohó-
lico va creando tolerancia; es decir, a través del tiempo su cerebro va pidiendo una ma-
yor cantidad de alcohol. Por esta razón es común oír frases como las siguientes: “Antes
se me subía con un traguito y ahora no” o “Fulano tiene mucho aguante con el alcohol”.
Se trata de una enfermedad crónica; es decir, nunca se cura, porque el cerebro del
alcohólico recuerda la zona de placer del que estimula el alcohol. Sin embargo, es un
padecimiento que se puede controlar al lograr la abstinencia total mediante programas
de rehabilitación y autoayuda como el de Alcohólicos Anónimos (aa) o con apoyo tera-
péutico. Si no se atiende, puede causar la muerte.
Se define como una enfermedad multifactorial debido a que los elementos que la
causan son diversos. Entre ellos encontramos los siguientes:
• Factor hereditario: se ha observado que si una persona tiene un familiar alcohólico
(padres, hermanos, tíos, abuelos) es cuatro veces más vulnerable de enfermar de al-
coholismo que aquella que no lo tiene.
• Factor psicosocial: se refiere a las herramientas y recursos con que la persona cuen-
ta para vivir su cotidianidad: cómo ha aprendido a resolver las dificultades que se le
presentan, que tiene que ver con su historia familiar y, por supuesto, las maneras de
solucionar los problemas al interior de la familia nuclear.
En México es una enfermedad común porque el consumo de alcohol se encuentra
normalizado en nuestra sociedad. No está mal visto que la gente use y abuse de esta
sustancia; en reuniones y fiestas no sólo de adultos, sino también de adolescentes, se
recurre al mismo como un medio para pasarla bien y divertirse. Se diría que en nuestro
país, casi en cada familia extendida existe al menos una persona alcohólica.
El uso y significado que se suele dar al alcohol en México es para “emborracharse”,
con base en la creencia de que sólo así es posible divertirse o tomar valor. Resulta muy
común beber para “olvidar” una pena. Se tiene la falsa idea de que sólo “si nos echamos
un trago juntos” tendremos una conversación más profunda o gozaremos de una ma-
yor cercanía emocional. En países como en Francia “se educa” para disfrutar del vino
y apreciar su sabor; se aprende a beberlo para acompañar la comida, con moderación, y
que el objetivo no es perder el control.
El alcoholismo es una adicción y al igual que otras drogas crea dependencia a la sus-
tancia, así como tolerancia. Hoy en día algunos jóvenes y adultos jóvenes suelen ser
policonsumidores; es decir, además de alcohol consumen otras drogas, como tabaco,
marihuana, cocaína, crack (piedra o base), tachas, solventes, hongos e incluso medi-
40
“Alcohol y adicción: comentarios información, opiniones”, publicado en Blogger.com el 12 abril 2009.
Textos Temáticos
camentos mal administrados. Las personas mayores que son alcohólicas no suelen ser
policonsumidoras. El consumo de drogas se encuentra menos normalizado y la infor-
mación es más limitada, por lo que se habla menos de éste.
Como sociedad resulta indispensable entender que la adicción a cualquier sustancia
es una enfermedad y que no existe una responsabilidad por haberla adquirido. En una
familia donde hay un alcohólico o adicto de nada sirve buscar culpables; al contrario,
esto puede estorbar mucho para emprender la acción. Los adictos se responsabilizan de
su adicción cuando en verdad están conscientes de su enfermedad y de que se encuen-
tran mal a causa de la misma: antes de ello, suelen distorsionar de tal manera su mente
que no entienden ni se dan cuenta de que se están destruyendo; el alcohol y las drogas
les han servido como un bastón para sobrevivir, por lo que a veces tardan demasiado
en darse cuenta. La negación de la familia es la misma que la del adicto, por lo que suele
ser copartícipe de la adicción, hasta que también la reconoce y se une para tomar acción.
Cabe mencionar que el alcohol y las drogas no son las únicas sustancias que tocan la
zona referida del placer en el cerebro, pues existen otras, como las endorfinas segrega-
das cuando se practica algún deporte o actividades que se disfrutan.
Los alcohólicos o adictos no son necesariamente aquellas personas tiradas en la ca-
lle, sucias y que no trabajan. Pueden “funcionar”, ser buenos padres, trabajar, convivir
con amigos y, sin embargo, padecer problemas con su manera de beber. ¿Cómo saber
si se es alcohólico o si un familiar lo es? Una manera consiste en reflexionar y responder
de manera honesta a preguntas como las siguientes: ¿de qué forma se está utilizando el
consumo de alcohol? ¿de qué está sirviendo?
Si cuando empiezo a beber no me puedo detener, mi personalidad cambia, soy más
agresivo, imprudente o incluso chistoso, estoy utilizando el alcohol como bastón. Si lle-
go del trabajo tenso y bebo para relajarme, lo estoy utilizando como bastón. Si sólo al
beber me atrevo a hablarle a una mujer, discutir un problema con un familiar, contar
un chiste o ser más sociable, lo estoy utilizando como bastón. Utilizo este bastón en vez
de resolver a fondo el problema o situación, en vez de confrontarme conmigo mismo y
revisar qué me hace falta trabajar de manera personal.
Si, por ejemplo, me descubro diciendo: “No hay que ir con ellos porque no toman”
o “Hay que llevar una botella porque ¿qué tal si nadie lleva?”, estoy necesitando del
alcohol para pasarla bien. No se trata de satanizar su uso y rechazar su consumo en
forma rotunda. Eso no es factible ni real, pero cuando es posible usarlo de manera
moderada, ser una persona que toma en ocasiones especiales o reuniones sociales,
con medida y la capacidad de disfrutarlo verdaderamente, ya que no se necesita para
evadirse, relajarse, divertirse, desinhibirse ni envalentonarse. En ese caso no se tiene
dependencia al alcohol.
Otra manera de valorar si se es alcohólico consiste en revisar si se sufren pérdidas a
causa del consumo, desde extraviar las llaves o la cartera hasta el trabajo, los amigos,
la pareja, los hijos o incluso alguna parte o función del cuerpo a raíz de un accidente.
En cuanto al consumo de drogas, ¿qué señales de alarma existen para saber si un fa-
miliar o hijo adolescente las consume? Hay una lista amplia de conductas que los adic-
tos a las drogas suelen mostrar, según la sustancia, pero es importante conocerlas para
observarlas en caso de que se presenten. Los adictos suelen:
• Aislarse.
• Disminuir su desempeño, ya sea escolar o laboral.
• Cambiar de amigos, evitar presentarlos a la familia y dejar de hablar de ellos.
• Pasar mucho tiempo fuera de casa o encerrados en su habitación.
• Evadir los encuentros con la familia.
• Evadir el contacto visual e incluso usar lentes oscuros.
• Tener quemaduras en la ropa.
• Tener entre sus cosas pincitas, latas de refresco, playeras u objetos con lenguaje grá-
fico agresivo, entre otros elementos.
• Mostrar conductas erráticas.
• Estar irritables y enojarse con facilidad.
• Descuidar su arreglo personal y mostrar desaliño.
• Robar dinero u objetos en casa.
Se ha observado que un problema de adicción a una o más drogas en una familia tarda
hasta siete años en ser descubierto y reconocido por la familia, pues se tiende a negarlo
por falta de información, pero también por la resistencia a reconocerlo. Se piensa que
es algo que sucede en otras familias, además de que resultaría muy doloroso admitirlo.
Cuando se presentan algunas de las conductas mencionadas en alguno de sus miem-
bros, la familia, en su negación, tiende a buscar razones para justificarlas. Por ejemplo:
“Está triste por tal motivo”, “tiene un carácter fuerte”, “le ha sido difícil adaptarse a la
escuela o al nuevo trabajo”.
cómo actuar, cómo emplear sus propios recursos y echar mano de sus habilidades,
de modo que aprendan a resolver de fondo los problemas sin que en un futuro los
evadan mediante el alcohol o las drogas.
• Procuremos que en su dieta diaria no consuman alimentos con azúcar, como dulces,
galletas, refrescos, cátsup, cereales y yogures muy endulzados, entre otros, el azúcar
provoca hiperactividad y altera el estado de ánimo. En algunos casos los niños se vuel-
ven “adictos” al azúcar porque al consumirla se crea en el cerebro un estado ficticio de
placer, como el generado por el alcohol y las drogas. Además, no hay que olvidar otros
efectos de esta sustancia en la salud, como obesidad, riesgo de diabetes y las caries.
• Evitemos medicarlos en forma constante. A veces una molestia física en los niños se
debe a una crisis emocional “curable” con afecto, apapachos y atención. También es
recomendable tomar agua simple, aire puro, un baño o simplemente dormir. Al in-
gerir medicamentos ante cualquier molestia, se fomenta la idea de que una pastilla
(que al fin es una droga) remediará cualquier cosa.
• Llevemos a cabo en casa un programa de formación en la salud, con el que genere-
mos conciencia sobre lo bueno para la salud y aquello que no lo es en cuanto a ali-
mentación, sueño, deporte. Es muy importante que desde pequeños se involucren
en un deporte u otra actividad (baile, música, teatro) que disfruten y con el que se
comprometan.
• Evitemos asociar el alcohol con las reuniones familiares, fiestas, diversión y entre-
tenimiento, es decir, que estos eventos agradables y de encuentro familiar no equi-
valgan a consumirlo. Evitemos que nuestros hijos tengan esa conexión desde casa
para que no la busquen fuera de ella.
• Con nuestros hijos adolescentes:
• Establezcamos canales para hablar, de modo que exista un puente de comunicación
entre ellos y nosotros. A pesar de que se encuentren en grandes problemas, hagá-
mosles saber que pueden recurrir a nosotros, evitemos provocarles miedo ante la
rigidez en nuestras reacciones.
• Continuemos apoyándolos en su gusto y práctica de su deporte favorito. Fomente-
mos en ellos pasatiempos e intereses sanos, incluso pasiones que los mantengan
ocupados y felices para que no sientan la necesidad de buscar maneras de “entrete-
nerse” dañinas y destructivas, como el alcohol y las drogas.
• Que rechacen con seguridad las presiones sociales para tomar alcohol o alguna dro-
ga y sepan que existen otras maneras de ser popular, sociable, simpático o exitoso
con el sexo opuesto. Por ejemplo: ser un buen amigo, platicar, contar chistes, mos-
trarse galante o femenina, entre otras.
• Evitemos que nuestros hijos adolescentes beban alcohol. No fomentemos la falsa
creencia de que “deben aprender a tomar”. Se trata de un error, además de un pe-
ligro: su cerebro no se ha terminado de desarrollar, por lo que si lo consumen ge-
nerarán en él un camino o huella que en el futuro podría crearles un problema de
adicción con mayor facilidad.
• Cuando nuestros hijos lleguen de alguna fiesta en la noche o madrugada, desper-
témonos, encendamos la luz, veámoslos a los ojos, saludémoslos y tengamos una
conversación con ellos sobre cómo les fue, para ver en qué estado vienen. No se trata
de esperar que no tomen ni una gota de alcohol. En muchos casos esto es poco rea-
lista, pero resulta indispensable que tomen con medida y sepan que no toleraremos
el abuso en su consumo de alcohol.
• Cuando se presente un problema de alcoholismo o adicción en la familia:
• Acudamos con los especialistas (entre más pronto, mejor). Si, por ejemplo, tenemos
un dolor fuertísimo de muela, vamos con el dentista, no con el gastroenterólogo: no
dudamos, escatimamos ni lo aplazamos, sino que reconocemos la urgencia de aten-
derlo. Lo mismo ocurre en el caso de las adicciones.
• Acudamos a las instituciones y grupos de ayuda tanto para los enfermos como para sus
familias. Los programas de rehabilitación ofrecidos para los adictos son de carácter
espiritual, al ayudar a que el alma o espíritu se reconstruya, ya que se considera que su
enfermedad radica en las emociones. Se puede acudir al Consejo Nacional contra las
Adicciones (CONADIC), Alcohólicos Anónimos (AA), Jóvenes aa, Narcóticos Anónimos
(NA), Al-Anon (para familiares), Al-Ateen (para hijos) y Familias Anónimas.
Con la asesoría de Maite Saavedra, terapeuta y especialista en adicciones, coautora del libro En mi casa también… sale el
sol. Una mirada a la enfermedad del alcoholismo y la adicción, dirigido a niños hijos de adictos.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Textos Temáticos
Esta última etapa de desarrollo ético y moral sería el ideal a alcanzar entre los miem-
bros de una sociedad madura. Sin embargo, aún es una meta distante. La realidad so-
cial que vivimos es la de una pérdida de los valores fundamentales o la exaltación de
antivalores como la ponderación excesiva de lo material, el consumismo, el egoísmo,
la falta de honestidad, de honradez y respeto por la libertad y dignidad de otras perso-
nas, el racismo, la falta de cuidado al entorno, junto con la ausencia de compromiso y
esfuerzo en el trabajo. Todo esto ha tenido como resultado la descomposición social, el
incremento de la violencia y la degradación de las personas.
La manera de descubrir si somos congruentes con aquellos que consideramos nues-
tros valores consiste en revisar nuestra conducta cuando debemos optar por seguirlos
o romperlos por comodidad, por no obtener una recompensa inmediata o no asumir las
consecuencias de nuestros actos.
Algunas causas de la pérdida de valores son la desintegración familiar, la falta de
comunicación, la soledad de los niños, el abandono, las presiones económicas, la caren-
cia de justicia social, la impunidad, la influencia de algunos medios de comunicación
que promueven la violencia, la búsqueda de placer inmediato y un sistema educativo
desvinculado de las necesidades actuales de los ciudadanos. Todo ello ha generado que
la conducta de un gran número de personas esté más guiada por antivalores que por
valores.
La congruencia de la familia entre decir y actuar es indispensable para el desarrollo
moral de los niños. Si queremos un cambio social positivo, debemos iniciar con un trabajo
personal que nos permita mejorar nuestro desarrollo moral y ayudar al de nuestros hijos.
Sólo así, desde el verdadero trabajo individual y comprometido, transformaremos poco a
poco la sociedad en que vivimos.
41
M. Montessori, La mente absorbente del niño, México, Diana, 1986.
Textos Temáticos
La importancia
del contacto con la naturaleza
La vida en las grandes ciudades ha tenido un costo importante para la salud mental y
física del ser humano moderno. El exceso de ruido, la contaminación, los grandes con-
glomerados habitacionales, la prisa con que vivimos, la enajenación en que estamos
inmersos, pero sobre todo la falta de áreas verdes, han ocasionado que la sensación de
cansancio físico y mental sea cada día más frecuente, con las consecuencias emociona-
les y de salud que conlleva.
Estudios realizados en la Universidad de Rochester por el investigador Richard Ryan
determinaron que estar en contacto con la naturaleza nos devuelve la vitalidad. Además,
demostraron que no solo se trata de una sensación subjetiva, pues al encontrarse en
lugares naturales las personas poseen más energía. Además de afirmar que “la natura-
leza es un combustible para el alma”, Ryan sostiene que 20 minutos al día en contacto
con espacios verdes fueron suficientes para que los jóvenes de su estudio mejoraran su
vitalidad. Y las personas con mayor vitalidad no solo cuentan con una mayor energía
para hacer lo que desean, sino que además se recuperan mejor de cualquier enfermedad
física. De esta forma el investigador concluye que uno de los caminos para lograr la salud
consiste en pasar más tiempo en ambientes naturales.
Por otro lado, el nivel de ruido en nuestras ciudades es uno de los contaminantes
con un efecto nocivo para nuestra salud. En este sentido resulta importante descansar
del exceso de ruido al que estamos sometidos. Un paseo por el campo o tan solo en un
parque, donde lo que escuchemos sea el canto de los pájaros, el agua que corre o el
ruido del viento entre las hojas, no solo constituye un remanso para los oídos, sino tam-
bién para nuestro espíritu, pues cuando lo experimentamos la sensación de bienestar
es importante. Sin embargo, en ocasiones no sabemos estar en silencio y cargamos con
nuestro propio ruido (como grabadoras y otras maneras de reproducir música) incluso
en los paseos por la naturaleza, con lo que imposibilitamos el descanso de nuestro cere-
bro ante la sobreestimulación a la que estamos sometidos y nos privamos de disfrutar
sus sonidos.
Las actividades al aire libre, en contacto con la naturaleza, como caminar por el cam-
po, junto a un río, en el bosque, en la playa, en una montaña, o como ya se mencionó, en
un parque, constituyen una oportunidad muy rica para que niños y adultos ejerciten y
disfruten de moverse y sean capaces de centrar la atención en el aquí y el ahora. Activi-
dades como trepar, pasar por un camino estrecho, subir una colina y saltar de piedra en
piedra son la condición ideal para ejercitarse y mejorar la coordinación motriz gruesa,
indispensable para el desarrollo integral no solo muscular, pues a través de estas acti-
vidades también se afina la percepción, se trabaja el equilibrio, se hace conciencia del
propio cuerpo y, como lo demuestra el estudio mencionado, genera un efecto positivo
en nuestro estado de ánimo, energía y vitalidad.
Además se ha demostrado que los humanos necesitamos estar en contacto con otros
seres vivos: animales y plantas. De manera natural, los niños se interesan en contactar,
conocer, tocar, ver y descubrir desde la pequeñez y el movimiento de una hormiga, el
olor, los colores y la textura de una flor, hasta la grandeza de un elefante.
Compartir actividades familiares en contacto con la naturaleza propicia la conviven-
cia, la comunicación y el disfrute, además de que mejora la salud no solo de los niños,
sino también de los adultos.
Al vivir diferentes experiencias con la naturaleza, con su misterio, fuerza y su aspec-
to milagroso, se sientan las bases para desarrollar la espiritualidad personal. Sentirnos
parte de la naturaleza e integrados con ella, permitir que su grandeza nos invada, que-
darnos sin palabras y detener nuestra mente para solo percibir aquella unión constitu-
ye una experiencia espiritual.
Hoy más que nunca es importante para la humanidad tomar conciencia respecto
a la importancia de conservar la naturaleza y nuestra responsabilidad con la misma.
Los niños deben aprender a amarla y valorarla, mas no se puede amar aquello que se
desconoce, por lo que resulta necesario propiciar tal encuentro y disfrute con el medio
ambiente natural para que descubran su importancia y la razón por la cual debemos
cuidarla.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
La discriminación vs. la valoración
de la diversidad
En su acepción más coloquial, el término “discriminación” se refiere al acto de hacer
una distinción o segregación que atenta contra la igualdad de oportunidades. Normal-
mente se utiliza para referirse a la violación de la igualdad de derechos de los individuos
según su edad, origen social y étnico, color de piel, género, capacidad o salud mental
y motora, preferencia sexual, religión, opinión, cultura, idioma, posición económica o
cualquier otra condición.
Por otro lado, el término “diversidad” es aquel que nos permite indicar, marcar o ha-
blar de la variedad y diferencia que presentan algunas cosas entre sí, aunque también
resulta útil para señalar la abundancia de elementos distintos que conviven en un con-
texto en particular. En el ser humano se puede hablar de diversidad desde diferentes
puntos de vista: biológico, funcional, sexual, cultural, lingüístico, entre otros.
La diversidad cultural se refiere a la multiplicidad e interacción de diferentes cultu-
ras que se pueden dar en una región en particular y que coexisten en el mundo. Ésta se
manifiesta en características como el idioma, la religión, la alimentación, el vestido,
las actividades cotidianas y las costumbres. El tipo de vestido, la alimentación, la arqui-
tectura, los cultivos, el ganado, la variedad de platillos y la indumentaria típica se en-
cuentran determinados por la región geográfica. Las tradiciones, la música y los bailes
también constituyen importantes rasgos distintivos culturales y sociales. Este conjunto
que caracteriza a una sociedad o grupo social representa modos de vida diversos y es la
fuente de la riqueza cultural mundial.
En este sentido, y para preservar la diversidad, resulta de vital importancia que los
países que cuentan con ella posean un adecuado y efectivo plan de preservación y de
promoción de sus culturas. A pesar de esto es recurrente que culturas consideradas
como minoritarias sufran la desidia e ignorancia del resto, debido a la falta de políticas
de Estado tendientes a respetarlas y valorarlas como tales. Por su parte, a partir de
noviembre de 2001 la unesco se ha erigido como una especie de organismo observador
y contralor de este tipo de cuestiones, al abrir un espacio público donde se ofrece coo-
peración al respecto.
Pero asumir la diversidad no es tarea fácil. Esto se lo debemos en gran medida a la
comodidad con que las personas apreciamos todo aquello que nos resulta familiar y es-
table, en contraste con una especie de miedo ancestral a lo desconocido, a lo diferente,
a aquello que no se acomoda a nuestra manera de entender la vida. La falta de conoci-
miento del diferente, del otro, determina que le temamos y que intentemos defendernos
incluso al agredirlo, en un intento de destruirlo o descalificarlo. La falta de respeto y
aceptación hacia las diferencias es una de las causas principales de los conflictos inter-
nos de un país y entre naciones, lo que en ocasiones conlleva a de las guerras.
Por lo tanto es importante valorar las diferencias. Tolerarlas implica una tarea relati-
Textos Temáticos
vamente fácil que puede confundirse con ignorarlas, pero ése no es el fin de la educación
en la diversidad. Lo que se persigue es conseguir ver más allá, apreciar lo que cada uno
de nosotros aporta al conjunto de personas con quienes convivimos y crecemos. Signi-
fica creer con firmeza en las personas, en su potencial, en su capacidad de influir en
nosotros, pues al estar solos no podemos ser, sino que solo somos cuando disfrutamos
de la compañía del otro, cuando lo aceptamos y valoramos tal y como es.
En lo que se refiere a México, su territorio cobija a muy diversos grupos indígenas
perfectamente diferenciados entre sí, no solo por sus variados elementos culturales,
como el atuendo tradicional, la vivienda, las costumbres religiosas o la cocina, sino por
algo más tajante y evidente: el idioma.
Cabe recordar que incluso en el siglo xxi nuestro país continúa siendo uno de los
principales del planeta en cuanto a su diversidad cultural indígena. Cuando una cul-
tura se empieza a perder o diluir, lo primero que desaparece es la lengua; por ello, la
permanencia del idioma autóctono es el mejor indicador de la supervivencia cultural
de un pueblo, con sus rasgos originales. La India es la principal nación del mundo en
cuanto al número de idiomas indígenas vivos, con 72 (sin considerar las variantes dia-
lectales). México se encuentra en segundo lugar, con 62. Estas cifras reflejan algo tras-
cendente: la supervivencia sorprendente de culturas ancestrales. En el caso mexicano,
la mayoría de las culturas indígenas tienen muchos siglos de antigüedad, y algunas
incluso milenios.
Lo anterior implica que México es una potencia mundial en materia de culturas popu-
lares. Reconocer la diversidad no es suficiente: para valorarlas y enriquecernos desde
sus conocimientos, su visión del mundo, sus valores, sus formas de organización social,
su relación con la naturaleza y sus rituales, entre otros aspectos, también es necesario
conocerlas, entenderlas y vivirlas en su propio contexto para contrastarlas con nuestros
propios valores y visión del mundo, a fin de abrirnos a su sabiduría.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Textos Temáticos
Las siguientes son algunas características individuales genéticas que con frecuencia
devienen fuente de conflicto entre los miembros de la familia:
1. Nivel de actividad. Desde que nacemos estamos predispuestos a un mayor o menor
42
Stella Chess y Alexander Thomas, Temperament, Routledge, 1996, pág. 31.
nivel de actividad; es decir, por naturaleza unos somos más pasivos o activos que
otros. Por ejemplo, puede existir conflicto entre una mamá con alto nivel de actividad
y un hijo que por naturaleza es más pasivo.
2. Intensidad de reacción. Es una característica cuantitativa que define la intensidad en
la reacción de una persona ante determinadas circunstancias. Por ejemplo, puede
haber un niño que al caerse y rasparse la rodilla llora y manifiesta un dolor como si
se hubiera fracturado la pierna, mientras que otro niño, ante el mismo accidente, tal
vez sólo se sobe y continúe caminando.
3. Umbral de respuesta. Se refiere a la cantidad mínima de estímulo necesaria para
provocar una respuesta en la persona. Algunos reaccionan de manera positiva o ne-
gativa ante el más mínimo estímulo, mientras que otros, para actuar, necesitan un
estímulo mucho más intenso a fin de que sea percibido por ellos. Por ejemplo, en un
cunero, ante algún ruido, algunos bebés se despiertan o lloran, mientras que otros
continúan dormidos, pues necesitan un estímulo más fuerte para despertarse.
4. Expresión del afecto. Desde que nacemos tenemos la tendencia a ser más o menos
cariñosos con las manifestaciones físicas. Saber recibir y expresar afecto incluye una
base genética, además de un componente aprendido tanto social como cultural.
5. Nivel de adaptabilidad. Es la capacidad de acomodarnos o moldearnos a las circuns-
tancias, en lugar de tratar de cambiarlas a nuestro parecer. Hay quienes en una nue-
va situación o frente a algo diferente a lo que están acostumbrados se adaptan con
rapidez y encuentran soluciones, mientras que otros tardan más tiempo en sentirse
cómodos con el cambio.
6. Grado de distractibilidad. Es la cantidad de estímulos que nos hacen perder la con-
centración en lo que hacemos y nos lleva a enfocar la atención en un nuevo estímulo,
con lo que la actividad anterior queda inconclusa. Hay personas que desde pequeñas
se distraen con facilidad ante nuevos estímulos; eso pasa con los niños a los que eti-
quetamos con déficit de atención.
7. Capacidad de persistencia. También entendida como tenacidad, es la cualidad de
mantenerse en una actividad o perseguir una meta por periodos largos de tiempo a
pesar de circunstancias o condiciones adversas. Por ejemplo, hay niños que pasan
mucho tiempo intentando patear un balón, incluso sin mucha habilidad, hasta que lo
dominan, mientras que otros se dan por vencidos si no lo consiguen desde el principio.
8. Capacidad de enfrentar. Es la tendencia a actuar o evadirse ante nuevas circunstan-
cias o lo desconocido. Por ejemplo, ante un problema algunos lo confrontan y buscan
solucionarlo, mientras que otros prefieren no reconocerlo o evadirlo.
9. Ritmo. Se refiere a la velocidad o el tiempo que nos toma realizar cualquier actividad.
Hay quienes se tardan más en llevar a cabo cualquier acción, desde hablar, caminar,
comer o tender una cama.
Todas estas características, en mayor o menor medida, influyen en las relaciones fami-
liares cotidianas, pues de manera tácita se irá tejiendo una red de interrelaciones que
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provocarán que los miembros de la familia hagan alianzas con los que se identifican y
rechacen a aquellos con los que no sienten afinidad.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Segundo ciclo
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mostrarán una mejor disposición y estarán más equipados cuando surjan situaciones
difíciles en el ámbito emocional.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Importancia de una buena
comunicación en la familia
Una buena comunicación en la familia propicia un ambiente de armonía y seguridad,
en el que compartir y relacionarse de manera respetuosa y solidaria permite que cada
persona sea apreciada y aceptada por ser quien es dentro de su comunidad.
Esto no significa que no se presenten conflictos en la familia; sin embargo, al haber
una buena comunicación, las dificultades se enfrentan de manera directa y abierta,
en un clima donde todas las opiniones cuentan, las distintas posiciones son escucha-
das y respetadas, y se facilita así la toma de acuerdos en forma conjunta, sobre todo
porque es en el propio hogar donde los hijos aprenden a desarrollar habilidades de
comunicación.
43
Consultado en El Arte de Presentar, 2008
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Lenguaje
verbal
7%
Lenguaje Lenguaje
paraverbal 38% 55% corporal
43
Consultado en El Arte de Presentar, 2008
44
N. Wright, Claves para una mejor comunicación en el matrimonio, Unilit, Colombia, 1994.
La comunicación en la familia
Las formas de comunicación se aprenden y, por lo tanto, resulta vital el ejemplo y apo-
yo que como padres demos a nuestros hijos. Las habilidades comunicativas se pueden
modificar y enriquecer en forma constante; de ahí la importancia de que los padres ha-
gamos conciencia sobre cómo ponemos en práctica, en el día a día, las distintas formas
de comunicación en la familia.
Existe la creencia de que la razón y la verdad pertenecen en exclusiva a los adultos,
con lo que se genera un trato desigual y de exclusión hacia los niños y adolescentes,
cuando ellos tienen sus propias ideas que aportar y necesitan sentirse escuchados y
tomados en cuenta como parte del equipo.
También se suele afirmar que a los padres no se les debe contradecir y se teme que al
abrir estos espacios se pierde autoridad con los hijos. Por esta razón se inhibe en ellos
la libertad de expresión de sus propios pensamientos y emociones, lo que genera un
vacío a veces irrecuperable en la confianza hacia sus padres. Por eso resulta convenien-
te permitirles que expresen sus desacuerdos, siempre y cuando lo hagan de manera
respetuosa y asertiva, lo que, contrario a lo que se piensa, aumentará la comunicación,
la cercanía, la confianza y el respeto mutuo.
Es importante que los miembros de la familia comprendan que así como cada quien
tiene sus propios puntos de vista, distintas prioridades e intereses, temperamentos y
personalidades, también existen responsabilidades y jerarquías. Una buena comuni-
cación no pretende llegar a conclusiones únicas ni verdades absolutas, sino generar el
espacio para que todos opinen y se sientan escuchados. A los padres les corresponde
asumir sus responsabilidades y tomar las decisiones que les tocan como líderes de la
familia, mientras que los niños pueden también hacerlo, pero de acuerdo con su edad y
nivel de madurez: “Todos valen, pero no todo se vale”.
• Compartamos con ellos cómo nos fue en el día, cómo nos sentimos, qué hicimos. Pla-
tiquémosles cómo era nuestra vida cuando niños y sobre nuestros recuerdos; invo-
lucrémoslos en nuestros sueños y proyectos. De esta manera también aprenderán a
compartirnos lo que les pasa, sus sentimientos y lo que es importante para ellos.
• Descubramos, identifiquemos y valoremos la singularidad de cada hijo para encon-
trar la forma de comunicación que cada uno necesita. Por ejemplo, cuando hacen un
berrinche, tal vez con uno de ellos funcione una actitud de escucha y con el otro, la de
esperar a que se calme.
• Organicemos reuniones o encuentros familiares para generar espacios de diálogo en
torno a alguna situación de importancia para la familia.
• Enseñémosles la comunicación asertiva al ponerla en práctica con ellos en forma ma-
nifiesta:
• Démosles instrucciones claras y precisas. Cuando expliquemos razones, seamos
breves y acordes con la lógica de los niños. Evitemos los sermones, que son poco
efectivos con ellos, debido a que los mensajes largos y repetitivos van perdiendo
fuerza.
• Cuando queramos decir algo importante, busquemos el lugar y el momento adecua-
dos y hagámoslo una sola vez.
• Aprendamos a decir que “no” sin sentirnos culpables y sin miedo a perder su afecto.
• Si uno de ellos pide algo gritando o llorando, podemos decirle, por ejemplo: “Cuando
estés más tranquilo, podremos hablar” o “Sé que lo que me estás pidiendo es impor-
tante, pero no me gusta que me grites. ¿Cómo me lo puedes pedir de otra manera?”
• Reconozcamos que tenemos derecho a cambiar de parecer y enseñémosles que eso
constituye un valor cuando se hace de manera reflexiva.
• No los juzguemos, critiquemos ni ofendamos cuando nos compartan alguna experiencia.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
La convivencia con la familia extendida
La familia y su dinámica de convivencia ha tenido modificaciones. Cada día el número
de hijos que la componen es menor y la oportunidad de convivencia y crecimiento social
que aportan los hermanos se ha perdido o se ha hecho más difícil de lograr. Compartir,
aprender a pelear, a defenderse, a encontrar soluciones, a construir acuerdos, asumir
liderazgos o a cooperar con el líder, así como encontrar el lugar y el valor dentro de la
familia constituyen oportunidades de convivencia con los hermanos.
Muchos niños crecen solos, sin hermanos, y esto es muchas veces un motivo para
que se acostumbren a recibir sin aprender a compartir ni a tomar en cuenta a los de-
más para satisfacer sus deseos. Esta situación, entre otras cosas, ha provocado que los
niños sean poco conscientes de las necesidades de los otros, con poca tolerancia a la
frustración, y que en ocasiones exijan que se les sirva y atienda de inmediato, con poco
agradecimiento a lo que se les da, pues sienten que todo lo merecen.
El contacto con los primos puede ser una oportunidad de oro para aprender estas
habilidades sociales necesarias para su desarrollo como personas. Los abuelos, los tíos y
otros adultos significativos pueden enriquecer el mundo de los niños en varios aspectos:
al conocer diferentes formas de dar y recibir afecto, aportarles otros saberes, mostrar-
les otra manera de vivir e interpretar el mundo, aprender diversas formas de relacio-
narse, ofrecerles diferentes tipos de retroalimentación sobre sí mismos, intercambiar
anécdotas, recuerdos e ideas, así como vivir la diversidad en muchos sentidos.
Las reuniones familiares y las fiestas tradicionales pueden ser la ocasión de compar-
tir con la familia extendida, además de ayudar a los niños a conocer y amar su cultura,
pues justo a través de las tradiciones podemos conocer sobre las creencias, el arte, las
artesanías, comidas y costumbres, elementos que en gran medida explican nuestra
identidad, manera de actuar y de ver la vida.
Sin embargo, en ocasiones estas reuniones familiares, en vez de ser encuentros de
cariño y alegría, se transforman en una pesadilla. La lucha de poderes, los rencores,
los sentimientos añejos y los problemas de comunicación no trabajados surgen en tales
momentos, y como no es el lugar para tratarlos ni se presenta en realidad la oportuni-
dad de hablarlos para resolverlos, queda el sentimiento de que convivir es imposible y
de que encontrarse con la familia resulta inútil y desagradable. En estas circunstancias
se pierde la oportunidad de que los niños aprendan a enfrentar los problemas en las
relaciones y a buscar la manera de solucionarlos.
Una alternativa consiste en repensar el sentido profundo de las reuniones y de las
fiestas familiares, lo que puede ayudar a que los adultos hagamos un esfuerzo por recu-
perar lo valioso de estas convivencias. Si hay problemas que trabajar con otros miem-
bros de la familia y éstos tienen solución, hagamos un pacto entre adultos para tratarlos
en otros momentos sin sacrificar la convivencia familiar de la que tanto gozan los niños.
Fomentemos en nuestros hijos la generosidad de donar su trabajo y esfuerzo para
contribuir a la reunión, y asignémosles tareas en las que pueden ayudar para que de
Textos Temáticos
PREGUNTAS COMPLEMENTARIAS A LA PRIMERA PREGUNTA BÁSICA PARA LA LIBRE EXPRESIÓN Y EL DIÁLOGO INICIAL
¿Quién es el personaje? ¿Qué edad tendrá? ¿Dónde está? ¿Qué hace?
Infancia y niñez
La televisión es una presencia diaria en la vida de la mayoría de los niños, y muchos
de ellos también tienen acceso a los videojuegos y a las computadoras; sin embargo,
muchos estudios demuestran que la exposición a la televisión y a otros aparatos elec-
trónicos con pantalla afecta la salud y el desarrollo de los menores.45 Los investigado-
res46 están de acuerdo en que éstas no son actividades apropiadas para los niños muy
pequeños, de entre cero y tres años, ya que tienen efectos negativos en su desarrollo
neurológico, en su atención y en su visión, pues su cerebro aún no posee la madurez
para exponerse a ese tipo de estimulación.
A los niños mayores se les debe vigilar y establecer con ellos límites claros para cui-
dar lo que ven y cuánto tiempo es conveniente que estén frente al televisor o jueguen
con alguno de estos aparatos electrónicos. Se ha observado que el abuso en estas activi-
dades acarrea consecuencias en la salud física y emocional de los niños de todas las eda-
des, en su desarrollo social, en sus habilidades intelectuales y en su conducta. Algunas
investigaciones han demostrado sus efectos negativos en las siguientes áreas47:
1. Salud
• Nutrición y obesidad. Los niños necesitan tiempo para jugar en forma activa y hacer
ejercicio. Los juegos diarios vigorosos los ayudan a desarrollar sus músculos y a man-
tener una buena condición cardiovascular. Sin embargo, ver la televisión y jugar con
consolas electrónicas o con computadoras son maneras sedentarias de pasar el tiem-
po y no ofrecen beneficios físicos. Además, los infantes que ven televisión son blancos
vulnerables de propaganda sobre productos alimenticios de poco valor nutricional. Por
otro lado, muchos niños y adolescentes comen golosinas y comida chatarra mientras
ven la televisión, pero suelen hacerlo de manera automática y a deshoras, sin concien-
cia y sin siquiera disfrutarla. Las investigaciones ha demostrado que los niños que pa-
san una cantidad de tiempo prolongada frente a un aparato electrónico se encuentran
en un riesgo más alto de padecer sobrepeso en la niñez y convertirse en adultos obesos.
45
Giusseppe Amara (psiquiatra) conferencia impartida en el año 2000.
46
David L. Hill (MD, FAAP) Why to Avoid T V Before Age 2. Dad to Dad: Parenting Like a Pro, American Academy of Pediatrics
2012.
47
Eileen Walsh, Childcare Health Program, California.
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Adolescencia y adultez
Para comprender el mundo del adolescente es fundamental considerar el gran impacto
de los medios de comunicación en su vida, los cuales compiten con las familias, los ami-
gos, las escuelas y las comunidades en su capacidad para moldear los intereses, actitu-
des y valores. La mayoría de los adolescentes ven televisión, películas, utilizan internet,
intercambian correos electrónicos, chatean, mensajean, leen artículos y anuncios en
las revistas dirigidas a ellos, y últimamente están demostrando un gran interés e inclu-
so adicción a las redes sociales. El problema reside en que los adolescentes frecuente-
mente no saben cómo o no pueden distinguir entre lo bueno y lo dañino en los medios.
Algunos jóvenes se pasan horas interminables frente al televisor o “enchufados” a sus
audífonos, alimentándose en forma pasiva de todo lo que ven y oyen (y que en ocasiones
contiene violencia, sexo, groserías, estereotipos y personajes e historias totalmente fue-
ra de la realidad y de la ética), sin desarrollar un pensamiento crítico ante lo que reciben.
El cual se consigue mediante el diálogo y cuestionamiento sobre aquellas situaciones
que merecen reflexión. Los niños, desde pequeños, aprenden a cuestionar lo que ven y
oyen con la ayuda de sus padres y maestros, pues no lo pueden hacer solos, ya que aún no
desarrollan la madurez ni adquieren los conocimientos ni la información para formarse
un criterio ellos mismos. Los adolescentes que nunca aprendieron a ser críticos resultan
presa fácil de los medios electrónicos y la publicidad, y a esto se suma que la intervención
de los padres en esta etapa es más limitada que cuando eran niños.
En otras ocasiones se pueden “conectar” para investigar, adquirir conocimientos va-
liosos o ver programas o películas de calidad. El problema surge cuando se abusa en el
tiempo, pues se provoca aislamiento. Una investigación reciente48 entre adolescentes
constantemente “conectados” a cualquier tipo de aparato indica que muestran rasgos
autistas, es decir, serias dificultades para relacionarse con los demás. Lo grave del asun-
to es que semejante “adicción” está mutilando la capacidad de comunicación incluso en-
tre adultos.
La modernidad nos ha traído muchas ventajas y la tecnología es una de ellas, pues se
48
Federico Reyes Heroles, Alterados. Preguntas para el siglo XXI, México, Taurus, 2010.
Textos Temáticos
trata de una herramienta fundamental en los avances científicos, que nos ha ayudado
a que nuestra vida sea más práctica y fácil en muchos sentidos. Con ella tenemos ac-
ceso a la información y estamos al día en lo que sucede en el mundo. Sin embargo, si
hacemos un alto en el camino, nos encontramos con que los aparatos electrónicos han
invadido nuestras vidas y relaciones. Sin que reflexionemos sobre su uso o abuso, estos
instrumentos ahora tienden a gobernarnos, en vez de que estén al servicio de nosotros.
El aislamiento es uno de los riesgos más serios que podemos correr: paradójicamente, la
comunicación virtual con los que están lejos nos aisla de la comunicación real con los que
están cerca. Vivimos como autómatas, y esto nos ha hecho perder la capacidad de estar
conscientes, es decir, presentes en todos sentidos, de darnos cuenta de lo que hacemos,
pensamos, decimos y sentimos.
Darnos cuenta de que nos damos cuenta es una característica que nos hace huma-
nos… ¡Recuperémosla!
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
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La depresión
En los últimos años la depresión se ha vuelto tan frecuente que muchas personas uti-
lizan la palabra para describir sus estados de tristeza o preocupación. Es común, en
especial entre la gente joven, escuchar decir “estoy en la depre” o “amanecí depre”; sin
embargo, resulta muy importante distinguir los sentimientos de tristeza o soledad de
una auténtica depresión.
La depresión es un síndrome que se distingue de la tristeza en cuanto a que:49
• Es mucho más profunda y dolorosa.
• Es más prolongada.
• Interfiere con la funcionalidad cotidiana: la persona se siente incapaz de realizar las
tareas más sencillas, aunque al final las lleve a cabo.
• Implica una serie de problemas en la interacción social, en la conducta y el funciona-
miento mental y biológico. Por lo tanto, requiere atención médica y psicoterapéutica.
La incapacidad y las alteraciones mentales y emocionales en la depresión pueden llegar
a ser tan graves que la persona requiera hospitalización. Muchos casos de suicidio (la
mayoría) han tenido su origen en una depresión severa: 15% de las personas depri-
midas se suicidan, pues sienten que su vida, de esa manera, no tiene sentido. Así, el
sufrimiento es demasiado y deciden detenerlo al quitarse la vida.
Es difícil medir el potencial suicida en una persona; por lo tanto, resulta necesario
tomar precauciones en todos los casos de depresión, en especial si es severa. Hoy en día
parece ser una epidemia, a pesar de que muchas personas que la sufren no han sido
diagnosticadas.
Resulta indispensable entonces que no solo los médicos, psicólogos y psicoterapeu-
tas conozcan a fondo el padecimiento. Al tratarse de un problema tan frecuente, cual-
quier persona necesita informarse, al menos en forma somera, para detectar cuando
un amigo, familiar, hijo, alumno o colaborador se encuentre en riesgo por esta causa.
La depresión se clasifica con base en los factores que la originan:50
1. Endógena u orgánica. Tiene como origen un desorden fisiológico y a su vez se divide
en distintos tipos:
• Mayor: es hereditaria, originada por una disfunción bioquímica del cerebro y contie-
ne un elemento genético. Cuando se explora el árbol genealógico de la persona, es
común encontrar una larga historia de depresión y suicidio. Se presenta en forma de
episodios de depresión como crisis, alternados con periodos de aparente normalidad.
• Crónica: la persona está todo el tiempo deprimida, aunque no en forma tan severa
como en los episodios de depresión mayor. Cuando una persona ha tenido este estado
depresivo por dos años o más, se le diagnostica como depresiva crónica.
• Bipolar: también conocida como neurosis maniaco-depresiva, es una forma cíclica en
la que el paciente experimenta periodos de euforia e hiperactividad en estado de ma-
49
María Teresa Lemus, Depresión y suicidio: herencias del mundo moderno.
nía, seguidos de lapsos de profunda depresión.
• Tóxica: tiene un origen externo por el uso o abuso de ciertos fármacos, de alcohol, o
bien como secuela de enfermedades virales como la hepatitis.
• Posparto: puede aparecer al tercer o cuarto día después de dar a luz, y durar entre un
día y una semana. Desaparece sin necesidad de medicamento y existe una predisposi-
ción hereditaria. Es necesario atenderla de inmediato.
2. Psicógena. A diferencia de la depresión orgánica, tiene su origen en conflictos psicoló-
gicos, carencias durante la infancia y eventos traumáticos, entre otras causas.
• Reactiva: surge a partir de una causa evidente, como la pérdida de un ser querido o de
algo considerado valioso (trabajo, casa, mudanza de ciudad). Se presenta con menos
síntomas físicos que la de origen orgánico, y por lo común no hay una pérdida conside-
rable de memoria ni malestares gastrointestinales o dolores de cabeza.
• De origen psicológico: se deriva de experiencias tempranas en la vida de la persona,
como las pérdidas, el abandono, padres emocionalmente distantes, una atmósfera
hogareña hostil o francamente agresiva, abuso sexual o emocional. La elaboración in-
adecuada de un duelo por la muerte de un ser querido también puede desatar en un
momento dado esta depresión.
Los síntomas de la depresión tienen algunas variaciones de acuerdo con el tipo que se
presente, pero los más comunes son los siguientes:51
• Sentimientos de profunda tristeza y desesperanza.
• Pérdida de interés e incapacidad para experimentar placer.
• Pérdida de apetito (anorexia) o aumento considerable del mismo.
• Insomnio o hipersomnia (exceso de sueño).
• Fatiga, energía baja.
• Sentimientos de inutilidad, incapacidad y culpa.
• Incapacidad para concentrarse.
• Baja autoestima.
• Miedo persistente sin saber a qué o por qué.
• Pérdida de sentido de la vida.
• Pensamientos recurrentes de muerte y suicidio.
El mayor éxito en la atención de las depresiones anteriores es el que incluye tratamiento
psicoterapéutico y, en caso necesario, con fármacos, los cuales deben ser recetados por
un psiquiatra, que es el médico especialista.
3. Noógena. Término utilizado por el neuropsiquiatra Viktor Frankl, que la clasificó como
un elemento de la neurosis noógena. Según él, cada época padece sus neurosis; la de
los tiempos presentes es justo la noógena, que observamos con tanta frecuencia, origi-
nada ante una frustración existencial del humano moderno, que no encuentra la mane-
ra de satisfacer su necesidad de sentido, de dar un contenido coherente de significados,
valores y trascendencia a su existencia.
El cuestionamiento ante el sentido de la vida es totalmente de humanos, una par-
te ineludible de la conciencia de uno mismo y del ser en el mundo. Sin embargo, esto
Textos Temáticos
genera patologías cuando la pregunta por el sentido de la propia vida no obtiene res-
puestas, con lo que se cae en un vacío existencial crónico que lleva a la agresividad, la
apatía, el aburrimiento, la depresión, el alcoholismo, las adicciones y el suicidio, todos
ellos síntomas de la neurosis noógena, una enfermedad de nuestro tiempo.
El ser humano de las sociedades modernas oscila entre el estrés de una vida acelerada,
la ansiedad y el aburrimiento durante el tiempo libre; evita estar inactivo y a solas consigo
mismo, pues teme contactar con su interior y encontrar un vacío. El ritmo acelerado de
la semana es, en ocasiones, un vano intento de autocuración o evasión de la frustración
existencial; resulta frecuente que ese ritmo se traslade también al fin de semana, me-
diante actividades como los deportes extremos o los “festejos extremos”.
Asimismo se ha observado que la satisfacción de las necesidades básicas no lleva a la
anhelada felicidad. Los países del primer mundo, que han creado sociedades preocupa-
das por cubrir casi todas las necesidades básicas de sus individuos, son justo los países
con un mayor índice de suicidios. Esto confirma la importancia de reconocer y atender
las necesidades psicológicas, espirituales y de trascendencia que dan sentido a la vida
y existencia.
Se ha demostrado que la depresión se da en la mujer con una frecuencia de casi el
doble que en el varón. Las hormonas sexuales femeninas (estrógenos y progesterona)
parecen modular de alguna manera el desarrollo y la gravedad de algunos cuadros
depresivos en el ciclo menstrual, el embarazo, el aborto, el periodo de posparto y la
menopausia. Otra explicación posible se basa en el contexto social de las mujeres, en
el sexismo (diferencias de género), con su consecuente estrés, en la falta de recursos
económicos y determinados valores socioculturales relacionados con una menor au-
toestima en las mujeres.52
La depresión también puede afectar la salud del hombre, aunque en una forma di-
ferente. Los hombres deprimidos se encuentran más dispuestos a reconocer la fatiga,
la irritabilidad, la pérdida de interés en el trabajo o en los pasatiempos y problemas al
dormir, que a reconocer sentimientos de tristeza, desesperanza y culpa excesiva. Existe
un debate entre los investigadores respecto a si el consumo de alcohol y drogas es un
síntoma subyacente de la depresión en los hombres, o una condición concurrente que
se desarrolla en forma más común en ellos. Sin embargo, este consumo puede ocultar
la depresión y dificultar su diagnóstico como una enfermedad separada que necesita
tratamiento.53
En lugar de reconocer sus sentimientos, pedir ayuda o buscar un tratamiento apropia-
do, los hombres deprimidos pueden refugiarse en el alcohol o las drogas, frustrarse, des-
animarse, sentirse iracundos, irritados o bien reaccionar de manera violenta. Algunos
hombres lidian con la depresión mediante el trabajo compulsivo, e intentan esconderla
de ellos mismos, de la familia y de los amigos; otros acaso respondan a la depresión al
involucrarse en conductas temerarias, asumiendo riesgos que los ponen en peligro.
Entre los ancianos, la depresión puede aparecer enmascarada con otros síntomas,
como la pérdida de apetito, alteraciones de la memoria, insomnio, síntomas somáticos,
ansiedad o irritabilidad. Incluso puede simular un cuadro de demencia senil, con lo que se
hablaría de pseudodemencia depresiva. Por otro lado se ha observado que los efectos
secundarios de algunos medicamentos pueden provocarles estados depresivos.54
Cuando un anciano se deprime, en forma errónea se llega a considerar como un as-
pecto natural de esa etapa de la vida; si esto no es diagnosticado ni tratado, provoca un
sufrimiento innecesario para él y su familia. Cuando la persona de edad avanzada de-
primida acude con el médico, muchas veces solo describe sus síntomas físicos y puede
mostrarse reacia a hablar de su desesperanza y tristeza; incluso puede no querer hablar
de su falta de interés en las actividades por lo general placenteras, o de su pena tras la
muerte de un ser querido, aun cuando el duelo se prolongue por mucho tiempo.
La existencia de trastornos depresivos en la infancia se comenzó a abordar en la litera-
tura médica a partir de la década de 1970; antes se tendía a negar que los niños también
se deprimen. El infante deprimido puede parecer o simular estar enfermo, rehusarse a ir
a la escuela, jugar menos o dejar de hacerlo, expresar el deseo de no querer separarse de
los padres o tener miedo de que uno de los padres muera. En la primera infancia puede
desarrollar síntomas atípicos como somatizaciones difusas (dolor de cabeza, de estóma-
go), trastornos alimenticios, enuresis, entre otros.55
A veces resulta difícil establecer si un niño solo está pasando por una fase de su desa-
rrollo o si en realidad padece de depresión. Cuando tiene un cambio de comportamiento
notorio que preocupa a los padres, o el maestro menciona que “no parece ser el mismo”,
se puede sospechar de un trastorno depresivo.
A pesar de que la adolescencia es la etapa de los cambios de humor bruscos y continuos,
resulta importante observar si el adolescente, de manera cotidiana y frecuente, expresa
mal humor, disminuye su rendimiento escolar, presenta conductas desafiantes o brotes
de irritabilidad, pérdida de interés por actividades que antes disfrutaba, sentimientos de
desprecio hacia sí mismo y distanciamiento del grupo de amigos, ya que podría estar de-
primido. En otras ocasiones también podría expresar este trastorno anímico con el desa-
rrollo de conductas de riesgo, como el consumo de alcohol y drogas y comportamientos
autodestructivos o parasuicidas que hagan peligrar su vida.
En el caso de los adolescentes, la depresión se puede relacionar con las alteraciones
hormonales propias de la edad, así como al estrés que provoca el proceso de maduración
y los conflictos que ocasiona en algunos chicos la formación de la propia identidad, unida
a la adquisición de la independencia. El adolescente se encuentra especialmente vulne-
rable por los cambios que vive en muchos niveles, por su necesidad de pertenencia al
grupo, porque su identidad está en proceso y por los riesgos que conlleva el bullying o
acoso escolar, así como las agresiones que ocurren en algunos casos en las redes sociales,
a las que ahora acceden de manera regular. Los expertos creen que la depresión entre los
adolescentes se relaciona con el aumento de suicidios en los jóvenes en Estados Unidos,
pues en ese país se han convertido en la tercera causa de muerte entre edades de 15 a 24
años.56 La adolescencia es una etapa de riesgo, por lo que hay que estar alertas y pedir
ayuda profesional a tiempo.
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Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Los problemas de atención en los niños
En la actualidad escuchamos con más frecuencia frases como “Se distrae mucho en cla-
se”, “Platica mucho y no pone atención”, “No me oye cuando le hablo”, “Es un despis-
tado” o “Pierde todas sus cosas”. ¿A qué se deberá? ¿Por qué hay tantos problemas de
atención hoy en día? ¿Qué ocurre con estos niños? ¿Qué podemos hacer como padres?
Existen diferentes tipos de problemas de atención en los menores, cuyos orígenes
son diversos y van desde una causa orgánica, como el “trastorno por déficit de atención”
(T DA), el cual se presenta con o sin hiperactividad, problemas de integración sensorial,
inmadurez neurológica, hasta la reacción a ciertos alimentos que alteran la química
cerebral y con ello detonan problemas de atención.
También los hay por causas externas, como la sobreestimulación, es decir, debido a
una cantidad exagerada de estímulos que los niños no pueden procesar al mismo tiem-
po; la falta de orden, límites y estructura en el ambiente familiar o escolar, y situaciones
emocionales difíciles que los angustian o causan ansiedad y les impiden concentrarse
y poner atención.
El origen de la falta de atención puede ser multifactorial, es decir, una combinación
de dos o más de las causas arriba descritas, e incluso se ha observado que el estilo de
vida que tenemos en la actualidad, al vivir en grandes ciudades entre el estrés, la conta-
minación, el exceso de ruido, la exposición constante a aparatos electrónicos y medios
de comunicación, influyen en el hecho de que el problema se haya incrementado en los
últimos años.
También se ha observado que si los niños no están atentos a ciertas cosas o no son
disciplinados, también se debe a que no se les ha enseñado a serlo. Becky Bailey57 afir-
ma que si los propios padres no somos disciplinados, entonces nuestros hijos no ten-
drán manera de aprenderlo; es decir, les exigimos algo para lo cual no hemos sido un
modelo; por ejemplo, si dejamos sin resolver nuestros pendientes o propósitos, como
arreglar la casa, visitar a la familia, hacer ejercicio, ahorrar o llegar temprano. El niño
con problemas de atención muestra los siguientes síntomas:
• Dificultades de concentración que afectan su aprendizaje, ya que “se pierde” en la
diversidad de estímulos simultáneos de un salón de clases: ruidos exteriores, partici-
paciones de sus compañeros, la goma que se cayó al suelo, etcétera.
• Problemas de relación con sus compañeros, debido a que le cuesta trabajo entender y
seguir las reglas de los juegos.
• Dificultad para establecer un orden en sus tareas, pues como le es difícil distinguir
entre lo importante de lo secundario, no sabe por dónde empezar ni cómo planear.
• Le cuesta trabajo iniciar una actividad como vestirse o hacer su tarea.
• Muestra incapacidad para finalizar sus tareas y tiende a dejar una actividad por otra al
poco rato de haberla comenzado.
• Parece desobediente o que no escucha cuando se le habla. Al principio muestra la
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disposición de obedecer, pero como le resulta difícil aislarse de otros estímulos, cual-
quier cosa lo distrae en el proceso.
• Comete errores por descuido.
• Tiene dificultad para poner atención a dos estímulos simultáneos.
• Evita o se resiste ante tareas que requieren un esfuerzo mental prolongado.
Algunos niños con problemas de atención también pueden mostrar impulsividad, es
decir, una falta de autocontrol en sus acciones y emociones, además de la incapaci-
dad de inhibir una conducta. Sus síntomas son los siguientes:
• Dificultad para pensar antes de actuar.
• Es poco previsor, es decir, con dificultad para planear, organizarse y manejar el tiempo.
• Se muestra impaciente.
• Tiene movimientos frecuentes de manos y pies.
• Se mueve con frecuencia en su asiento y a menudo se levanta.
• Habla en exceso, tararea o hace ruiditos con la boca.
• Puede ser agresivo con sus pares, aunque no sea su intención agredir.
Algo muy importante es prestar atención a cómo experimentan sus emociones los ni-
ños con estos padecimientos: pueden sentirse rechazados en su propia casa y en la escue-
la, frustrados por no cubrir las expectativas de sus padres y maestros, incomprendidos,
ansiosos e impotentes por no cumplir ciertos resultados aunque tengan el deseo de ha-
cerlo, ya que no está en sus capacidades lograrlo. Ellos mismos no entienden qué les pasa
ni por qué son incapaces de hacerlo. Por estas razones, es necesario comprender este
trastorno para saber qué hacer como padres y trabajar en equipo con la escuela.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Textos Temáticos
otros aspectos, a modo de evitar conflictos de autoridad que confundan a los niños. Si
surge algún desacuerdo o diferencia de opiniones, es recomendable que nunca se dis-
cuta en presencia de los menores. Un elemento muy importante a tomar en cuenta es
que, cuando estén presentes ambos, padres y abuelos, la autoridad y responsabilidad
del cuidado de los niños recaiga en los primeros.
Transformarse en padres de una generación a la cual no se pertenece representa un
sinnúmero de desafíos, como el manejo de la tecnología, valores, diferentes sistemas de
aprendizaje y otros estilos de nutrición. En ocasiones a los abuelos les resulta difícil decir
que “no” o establecer límites, pues sienten lástima por sus nietos en razón de las circuns-
tancias que los llevaron a estar bajo su cuidado.
A la inversa, pueden preocuparse porque, sin una educación estricta, sus nietos
podrían perderle el respeto a la autoridad. Los niños de padres que no se pueden
ocupar de ellos tienen más probabilidades de presentar problemas emocionales y de
conducta, tales como comportamientos rebeldes o que buscan poner a prueba los lí-
mites. Además, pueden experimentar emociones intensas, como preocuparse por sus
padres, sentir culpa por la ruptura de la familia o inquietud acerca de su bienestar si
algo le ocurriera a sus abuelos. Por su parte, estos últimos pueden ayudar a sus nietos
a sobrellevar estas cuestiones o bien buscar ayuda profesional.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
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La vejez
La sobrevaloración de la juventud en nuestra cultura ha provocado que la gente mayor
haya perdido el reconocimiento social. Debido a que el valor más apreciado en la socie-
dad de consumo es la productividad, se empieza “a ser viejo” y a perder la oportunidad
de trabajo desde los 40 años de edad.
La consecuencia no solo ha sido económica: los viejos, que en otras culturas y tiempos
eran reconocidos y valorados como los sabios por su experiencia y guía, recibían cuida-
dos porque aportaban a la sociedad sus conocimientos y la autoridad moral de quien ya
ha vivido y recapacitado sobre lo verdaderamente importante en la vida.
En nuestra cultura ellos han perdido la oportunidad de sentirse útiles, de desarrollar el
trabajo que aún pueden hacer, y muchas veces son despreciados y olvidados. En muchas
ocasiones el miedo a perder la juventud ha llegado a convertirse en una obsesión a veces
rayana en lo ridículo. Resulta penoso ver a personas mayores, hombres y mujeres, disfra-
zados de jóvenes, vistiendo y actuando como si tuvieran menos edad: las cirugías plásticas
para parecer menores son cada día más frecuentes, y la negación a aceptar los cambios
que nos trae la vida ha acarreado consecuencias sociales y personales muy tristes.
En lo que se refiere al aspecto social, el cuidado, la valoración y el reconocimiento de
los viejos ha sido muy devaluado; con frecuencia son considerados por su propia familia
y por el Estado como una carga. Se han dejado de considerar opciones y planear acti-
vidades para aprovechar su experiencia, reconocer lo que pueden hacer y permitirles
seguir aportando a la sociedad.
En el aspecto personal, los ancianos, al no tener actividades significativas que los ha-
gan sentirse útiles y que le den sentido a su vida, se van deteriorando mental y físicamen-
te, lo que provoca que se depriman, se aíslen y se sientan ellos mismos como una carga.
Las diferentes etapas de la vida nos brindan la oportunidad de aprender y crecer en
varios aspectos, si bien al pasar de una a otra perdemos facultades y características, ad-
quirimos nuevas capacidades para avanzar y ser más plenos como personas. Así como
el niño usa toda su energía e interés en adquirir lo que necesita para transformarse en
un joven y en un adulto pleno, la vejez nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre
el sentido de la vida, pues es cuando dejamos de ser fuertes en el aspecto físico y de
sentir que somos capaces de vencer todo. Nos encontramos más sensibles para mirar
hacia dentro, para recapitular nuestras batallas de vida, las ganadas y las perdidas, y
reconocer el aprendizaje que nos dejaron unas y otras, y sobre todo la oportunidad que
nos dieron para ser mejores personas.
Al rechazar y resistirnos a disfrutar lo que las diferentes etapas de la vida nos ofre-
cen como oportunidades de aprendizaje, así como al recurrir de manera constante al
pasado, lamentándonos por lo que no fuimos, por lo que no logramos, o bien al añorar
lo que perdimos en el camino, nos negamos también a disfrutar el presente, a apre-
ciar lo que aún podemos hacer, lo que en realidad somos, y a demostrar una actitud
de perdón y gratitud hacia nosotros mismos, hacia los demás y hacia la vida misma.
Una vejez digna y plena se construye desde que somos jóvenes: al cuidar nuestra sa-
lud, nuestra alimentación, el ejercicio que hacemos, las actividades significativas que
cultivamos, y procurar nuestras relaciones, tanto familiares como de amigos, además
de planear en la medida de lo posible nuestra economía, estaremos en condiciones de
vivir esta etapa con tranquilidad, acompañados y rodeados de cariño.
Si tomamos en cuenta que la parte esencial de nuestro desarrollo personal es el tra-
bajo interno, pues éste nos permite autoconocernos, validar nuestras emociones, con-
centrarnos en ellas y cuidar nuestras relaciones afectivas más cercanas (con nuestros
hijos, nuestra pareja, nuestros padres, hermanos, amigos), se entiende entonces por
qué es indispensable procurarlo desde jóvenes, ya que solo en aquel momento conta-
mos con la energía para sentar las bases de una vejez plena.
Compartir la vida sin cargarle la responsabilidad de nuestra felicidad a nadie hará
posible ganarnos el cariño, respeto y compañía de los demás. La felicidad no es la au-
sencia de problemas, sino la actitud con que los enfrentamos.
Valoremos la belleza de los viejos, que es diferente a la de la juventud, ya que un anciano pleno,
que acepta su edad y tiene paz interior, es un ser muy atractivo y resulta un placer estar con él.
Textos Temáticos
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
La muerte
La muerte es un gran misterio, pero también forma parte de la vida misma. Confron-
tarnos con aquélla implica hacerlo con la vida, con su plenitud, pero también con su
fragilidad y su temporalidad. Nada es eterno. Todo es finito. La muerte es la única cer-
teza en nuestro destino. Desde el momento de la concepción surge la vida y, con ella, la
muerte. No hay vida sin muerte ni muerte sin vida.
La muerte es algo de lo que nadie escapa. Sigue a la vida con tanta seguridad como la
noche sigue al día, el invierno al otoño o la vejez a la juventud. Las personas se preparan
para no sufrir cuando les llegue el invierno, así como para no sufrir en la vejez. ¡Pero
pocos se preparan para la certeza aún mayor que constituye la muerte!
¿Qué es entonces la muerte? ¿Tan solo extinción? ¿Un retroceso hacia la nada? ¿O
es la puerta hacia una nueva vida, hacia la transformación en vez de un final? ¿Acaso
la vida es solo una fase fugaz de existencia y actividad que precede a la quietud y a la
no existencia? ¿O será que tiene una continuidad más profunda, que persiste más allá
de la muerte, en alguna u otra forma? Las respuestas a estas interrogantes varían de
acuerdo con las creencias personales, religiosas y culturales de las personas. Reflexio-
nar sobre este misterio es un desafío importante que nos puede ayudar a tomar una
postura y una filosofía de vida.
Nuestra muerte y la de nuestros seres queridos nos provocan un gran miedo. Pero
¿qué nos atemoriza de la misma? Lo desconocido, la ausencia, el dolor físico y emocio-
nal, la separación física, los cambios, la agonía, la fase terminal de una enfermedad, el
acto de desprenderse de todo, la añoranza, entre otros elementos. Mucha gente teme
hablar de la muerte porque siente que de esa manera la invoca, pero dejar de hablar
de ella no la evitará. Por el contrario, hablar de ella permite entenderla, aceptarla y vi-
virla como parte de un proceso natural, que no eliminará el gran dolor que trae consigo
cuando se presente, pero ayudará, al que se va, a preparar mejor su despedida, y a los
que se quedan a enfrentar el duelo con mejores herramientas.
Es importante identificar nuestros miedos para enfrentarlos y trabajar en vida lo que
necesitemos para vencerlos. Disfrutar con intensidad, demostrar y expresar nuestro
amor a los que queremos en todo momento, vivir cada instante gozando y agradeciendo
el presente. Hablar con nuestros seres queridos para decirles lo que deseamos en caso de
una enfermedad grave y lo que nos gustaría como funeral o ritual póstumo. Dejar nues-
tros asuntos administrativos resueltos, así como el destino de nuestras pertenencias.
En lo que se refiere a la muerte de nuestros seres queridos, también es necesario
aprender a manejar y a elaborar el duelo, que es el proceso de adaptación emocional
que sigue a la pérdida, una reacción sobre todo emocional y de comportamiento cuando
un vínculo afectivo se rompe. Tener las herramientas para vivir el duelo es fundamental
y valioso no solo ante la ausencia de una persona causada por su fallecimiento, sino
también en los duelos que vivimos ante cualquier pérdida: de un empleo, de una rela-
ción, de una mascota, de un objeto.
Las culturas prehispánicas y orientales han tenido una concepción al respecto muy
Textos Temáticos
con una enfermedad terminal, de modo que vayan elaborando su duelo y se despidan
de él, sin que las visitas se conviertan en recuerdos de escenas impresionantes para
ellos.
• Podemos invitarlos a elaborar un dibujo o carta donde expresen sus sentimientos, o
sugerirles que le hablen a su ser querido en silencio, desde su corazón, para decirle
cuánto lo quieren o lo que desean compartirle.
• Dejemos, sin obligarlos, que asistan al funeral de un familiar cercano como parte de
su proceso de duelo. La idea no es que permanezcan allí, sino que tengan la oportuni-
dad de comprender mejor qué pasa cuando alguien muere, qué ocurre con el cuerpo,
y que se despidan, pues también los ayudará a elaborar su duelo.
• Validemos las emociones de nuestros hijos si se llegan a sentir culpables o enojados
por la muerte de un ser querido. Brindémosles apoyo y compresión durante este pro-
ceso de duelo y aprobación para que demuestren sus sentimientos con libertad. Si lo
que sienten es culpa porque “no obedecían a la abuela”, por ejemplo, ayudémosles a
entender que no por desobedecerla ella murió y que ellos no tuvieron nada que ver
con su deceso.
• Compartamos nuestros sentimientos de tristeza ante la pérdida de un ser querido;
abracémonos y permitámonos ser vulnerables ante la pérdida y el dolor. Ocultar
nuestros sentimientos solo creará confusión en nuestros hijos.
• Intentemos no disfrazar nuestros verdaderos sentimientos. La forma en que hable-
mos y compartamos nuestras experiencias tal vez sea lo que más recuerden.
• Si tenemos una mascota y ésta muere (pez, tortuga, conejo o perro), aprovechemos
para promover que los niños vivan su duelo y lo elaboren con un ritual, por ejemplo, al
enterrarlo y expresar cuánto lo querían a manera de despedida.
• Para elaborar el duelo de un ser querido, una acción muy sana que ayuda a la familia a
recordarlo consiste en platicar cómo era, qué le gustaba, qué no, o imaginar qué diría
o haría en determinada situación. Podemos incluso hacer una pequeña ceremonia o
ritual en su cumpleaños, aniversario de muerte o en cualquier otra fecha especial.
Recordarlo nos puede hacer llorar o incluso reír. No importa si esto ocurre: la idea es
hablar para elaborar, darle cauce a nuestros sentimientos y platicar del fallecido para
llevarlo en nuestra mente y corazón, con tristeza pero también con alegría y orgullo
por lo que fue, lo que nos enseñó, por el legado que nos dejó y agradeciendo el tiempo
que vivió con nosotros.
• No olvidemos que la “educación de la muerte” es importante en la formación de nues-
tros hijos. Busquemos espacios que coincidan con nuestras creencias para hablar de
ello.
La gratitud
Con la esperanza de llegar a la luna no vemos las flores que florecen a nuestros pies.
ALBERT SCHEWEIT ZER
La gratitud es el mecanismo necesario para armonizar nuestra mente, que nos permite
disfrutar y apreciar lo que tenemos. Al ser agradecidos nos podemos apartar de actitu-
des competitivas que nos obligan a actuar según expectativas creadas por el entorno
social, al desear y anhelar tener más para “estar bien” y a la larga darnos cuenta de que
obtuvimos un “bienestar” pasajero.
A la mente humana se le dificulta mantenerse en el presente. Si lo analizamos con
atención nos daremos cuenta de que siempre se está recordando algo del pasado y
planificando o imaginando algo para el futuro. El agradecimiento nos obliga a darnos
cuenta del momento presente, “del aquí y el ahora”, a apreciar la realidad con lo que
hay, con lo que se posee, y a estar conscientes de la abundancia de la propia vida.
La gratitud se inicia en la familia, mediante las muestras de aprecio hacia lo que cada
uno hace y aporta para el resto de sus miembros, de modo que se sientan reconocidos.
Por lo tanto, debemos hacerla parte de la vida cotidiana, en el trato con los vecinos y con
los compañeros. Expresar agradecimiento por las cosas o favores recibidos estimula
tanto al que ha proporcionado el favor, de modo que más adelante repita sus acciones,
y asimismo es una fuente de satisfacción para el que es capaz de agradecer.
No es solo una cuestión de buenos modales. Tanto los escritos filosóficos antiguos como
los estudios psicológicos modernos establecen que los agradecidos son más saludables y
felices que aquellos que no lo son. De hecho se ha descubierto que el agradecimiento
disminuye el estrés, fortalece la estima propia y fomenta el éxito personal y ocupacional.
Agradecer y apreciar son una verdadera fuente para nuestro bienestar.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Textos Temáticos
Expectativas y realidad
Con frecuencia nuestras expectativas sobre lo que deseamos ser, hacer y tener se con-
vierten en el peor enemigo para avanzar en nuestro crecimiento personal; por lo gene-
ral éstas se basan en ideales, en lo que debería ser, lo cual nos impide apreciar lo que sí
somos y podemos hacer, así como nuestra valía.
La publicidad nos vende estereotipos de belleza y estilos de vida; por ejemplo, estar
delgados, rubios y fuertes. Nos dice que para ser felices debemos ser ricos, populares,
usar ropa de marca y poseer objetos relacionados con el “éxito”, y al enfrentarnos a
nuestra realidad esto nos resulta frustrante. Las aspiraciones artificiales e impuestas
nos controlan, determinan y desvían del reconocimiento de lo que sí somos, así como la
búsqueda en nuestro interior y en nuestra realidad de las cualidades y talentos con que sí
contamos, a fin de aprovecharlos, en vez de lamentarnos por todo aquello que nos falta.
Al mirar en nuestro interior también veremos qué necesitamos trabajar de manera
personal para transformarlo: ideas, actitudes, emociones, conductas. De esa manera
tomaremos las riendas y el control de nuestra vida, y nos enfocaremos en llenar el vacío
existencial al darle un mayor peso a nuestro desarrollo como personas, a ser en vez de
tener, a fin de encontrar el sentido de nuestra vida.
Tal falta de conocimiento, aceptación y respeto no solo ocurre con nosotros mismos,
sino también con las personas que nos rodean, como nuestra pareja y nuestros hijos. Al
generar expectativas sobre cómo deberían ser los demás, cómo deberían actuar, qué
les debería gustar e interesar, qué deberían lograr e incluso qué deberían decir, nos
bloqueamos para mirar aquello que sí son: sus riquezas, qué los hace ser especiales y
únicos; es decir, no los vemos a ellos, sino a un ideal de lo que desearíamos que fueran
y que no existe.
Uno de los errores más frecuentes en nuestra sociedad actual, caracterizada por
la productividad, es la sobreexigencia con nosotros mismos y los demás, basada en
la necesidad de obtener resultados constantes y “perfectos”, por lo que dejamos de
apreciar los procesos realizados y los logros parciales alcanzados. Pensamos que exi-
girnos y exigir al otro nos permitirá esforzarnos más y alcanzar una meta deseada,
muchas veces muy lejana e incluso imposible, pues tal perfección no existe. Contrario
a lo que pensamos, al no establecer ni reconocer las metas parciales alcanzables nos
mantenemos en una continua frustración, con un estrés muy alto porque pensamos
que no somos eficientes, suficientes ni valiosos, además de que sentimos que nunca
alcanzaremos nuestras metas.
Otro problema frecuente que en la actualidad enfrentamos como padres consiste
en sobrevalorar nuestro papel en el desarrollo de nuestros hijos al considerarnos sus
“constructores”, como si todo lo que son, hacen, logran o incluso en lo que fracasan
fuera nuestra responsabilidad y estuviera bajo “nuestro control”. De esta forma nos
negamos a reconocer que nuestros hijos tienen características, potencialidades y re-
cursos personales para salir adelante o no, pese a lo que hagamos o deseemos. Este
pensamiento, sobre todo cuando no se ajusta a nuestro modelo de “hijo ideal”, nos hace
sentir culpables, a veces de manera absurda, respecto a cosas de las cuales no somos
responsables. Así, en vez de ayudarlos a asumir sus propios actos de acuerdo con su
edad, los convertimos en personas dependientes y los hacemos sentir inútiles y poco
valiosos, ya que no han cubierto las expectativas como “hijos perfectos” y por lo tanto
nosotros tampoco hemos logrado ser “los padres perfectos”. Pretender la perfección y
el control sobre los demás es un camino seguro hacia la frustración, la obstaculización
y el deterioro en nuestras relaciones.
Aceptar el error como parte de nuestra vida y valorar los pequeños logros nos da el
impulso para mejorar paso a paso con una actitud realista, sin exigirnos lo inalcanzable,
y nos ofrece un verdadero desarrollo de la voluntad, con todo lo que ésta implica: disci-
plina, tolerancia a la frustración y esfuerzo para continuar avanzando como personas.
Cada uno de nosotros poseemos habilidades, cualidades y talentos específicos que
contribuyen a enriquecernos como individuos, así como a nuestra familia y a la so-
ciedad, y la única manera de trabajar y desarrollar tales cualidades es reconocerlas a
modo de actuar y en consecuencia hallar nuestro rol en el mundo, lo cual nos hace sen-
tir útiles, tranquilos, seguros, plenos y felices.
La importancia de la lectura
Cuando leemos un cuento a nuestros hijos, iniciamos su formación como futuros lectores,
aun antes de que sepan descifrar las palabras escritas. Más allá de eso, establecemos una
relación de mayor cercanía con ellos que más tarde, cuando sean adultos, recordarán no
solo como formativa, sino como placentera y gozosa.
¿Por qué leer a nuestros hijos? ¿Para qué convertirlos en lectores? Además de com-
partir en forma cotidiana momentos gratos de lectura y establecer este vínculo con
ellos, nuestros hijos comprenderán, a través de nuestra voz, la capacidad comunicativa
del lenguaje, la armonía de las palabras, la riqueza de la lengua. De igual manera com-
partirán la risa, la reflexión, el descubrimiento y, sobre todo, el diálogo, pues los textos
leídos cada día son un excelente motivo de conversación.
Así como los cuentos de tradición oral reunían a la comunidad y creaban una con-
ciencia de grupo, los relatos e historias que narremos a nuestros hijos mediante la lec-
tura compartida en el hogar enriquecerán los nexos familiares. Los cuentos también
estimulan la imaginación en los niños, pues los obligan a crear imágenes mentales a
partir de las palabras, sin necesidad de objetos concretos, a diferencia de lo que ocurre
cuando ven una película donde personajes, lugares y objetos tienen ya características
definidas, como su forma y color. Además, con la lectura desarrollan su pensamiento y
tienden un puente más entre la casa y la escuela.
La lectura es una forma de comunicarnos, entender el mundo que nos rodea y apren-
der de nosotros mismos. A través de ella conocemos las vivencias y la imaginación de
otras personas, sus ideas y puntos de vista, su forma de confrontar las dificultades y de
relacionarse con los otros. Al leer aflora nuestra sensibilidad y nos emocionamos, pero
también comprendemos cómo funcionan las cosas y descubrimos otro modo de ver la
realidad, que nos da la posibilidad de construir un mundo personal distinto.
Asimismo los niños desarrollan el sentido de empatía e identificación hacia los per-
sonajes, y enriquecen su lenguaje y emociones, además de comprender el significado
del valor y el cariño hacia los libros. El gusto por las palabras empieza incluso desde
antes de nacer, cuando los bebés escuchan a sus padres: la voz, la musicalidad del len-
guaje, es decir, el ritmo y la entonación, y una vez que han nacido el rostro y el cuerpo
de sus padres representarán su primer “libro”.
Poco a poco descubren que las palabras son efectivas para comunicarse y disfrutan
la narración de historias y la lectura de sus primeros libros. Si continuamos leyendo
con ellos, su lenguaje se enriquecerá y no solo conocerán más palabras y sabrán cómo
aplicarlas, sino que al ingresar a la escuela les resultará más fácil iniciar el aprendizaje
formal de la lectura y la escritura. Así como expresamos palabras que hemos escuchado
en los demás, podemos escribirlas porque conocemos su significado.
Cuando leemos a los niños historias en voz alta, ellos descubren el modo en que unas
palabras se unen con otras y su significado, disfrutan esperar para saber qué ocurrirá
en una historia y desarrollan la capacidad para concentrarse y relajarse. También en-
cuentran el gusto por hallar en los libros los temas que les interesan, contados de otra
manera y, lo más importante, aprenden que leer es divertido. La lectura en voz alta
siembra en ellos el deseo de volver a lo que han escuchado, de tener el libro en sus ma-
nos para leerlo por su cuenta y, en la medida que crecen, de buscar obras semejantes y
convertirse en lectores autónomos.
Algunas investigaciones demuestran que entre el nacimiento y los siete años ocu-
rren sucesos significativos en la mente y emociones de los niños, porque son la base del
desarrollo de su inteligencia y de su integración con otras personas. La lectura en fa-
milia apoya este crecimiento, porque abre la oportunidad de conversar sobre historias
de otros lugares, acerca de situaciones que no son frecuentes en nuestra vida diaria y
de personajes que pueden ser como nosotros o muy diferentes. De esta forma podemos
ampliar y compartir nuestro conocimiento y experiencia.
Lo más importante es que al leer con nuestros hijos nos acercamos y, en la medida
que fortalecemos el vínculo, recibimos un doble beneficio: leemos porque nos gusta
estar juntos y relacionamos la lectura con los momentos de placer; buscamos una com-
plicidad al compartir ese placer, con lo que deviene una vivencia que perdurará a lo
largo de nuestras vidas.
cos. También podemos alternar los días, de modo que cada uno tenga la oportunidad
de gozar su lectura especial y también de “su cita personal con mamá o papá”.
• La voz y los gestos son fundamentales para captar el interés: hay que estar pendientes
de nuestra expresividad y de hacer contacto visual con nuestros hijos para mostrarles
asombro, miedo, alegría de acuerdo a la historia o cuento. Incluso podemos hacer dife-
rentes voces, modular el ritmo de lectura y el tono de voz, así como variar la velocidad.
• Sigamos las palabras con el dedo índice mientras las leemos, para que se den cuenta
que están escritas de izquierda a derecha y que los textos se escriben de arriba abajo.
• Involucrémoslos en la lectura al invitarlos a cambiar las páginas. En cuanto ellos mis-
mos sean capaces de leer, alternemos con ellos la lectura, por ejemplo, cada quien un
párrafo. Escuchémoslos con atención y paciencia y felicitémoslos por su esfuerzo.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
SIN TÍTULO Pablo Ortiz Monasterio
1989
Fotografía en blanco y negro
Planeación
TextosdeTemáticos
la sesión
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
La violencia
La agresividad es parte de la naturaleza humana, pues resulta útil para defendernos
y sobrevivir, pero es la cultura y la educación la que nos hace pacíficos o agresivos. La
violencia se produce cuando no podemos expresar a través de palabras nuestros senti-
mientos y emociones. Las bases neurobiológicas de la agresividad se hallan en la corte-
za prefrontal y en la amígdala del cerebro.
Las áreas cerebrales que regulan tales conductas son las mismas que modulan las
emociones. Nuestras emociones dependen de nuestros pensamientos; al reestructu-
rarlos, encauzamos las emociones, inhibiendo o transformando la agresión para no
lastimarnos ni lastimar a otros.
El conflicto lleva en sí un componente de alta emotividad y nace de una lucha entre
objetivos e intereses incompatibles con la realidad o del resultado de expectativas dife-
rentes u opuestas entre personas.
Un conflicto puede derivar en violencia si uno de los contrincantes no juega con ho-
nestidad, abusa de su poder y lucha para destruir o dañar al contrario. En otras pala-
bras, el uso deshonesto, prepotente y oportunista del poder sobre el contrario constitu-
ye en sí un acto de violencia.
El ser humano actual, bajo los efectos de la tensión social y de su ansiedad por adap-
tarse al medio, es más proclive a perder el control de sus impulsos y a derivar en agre-
siones y violencia. Hay cuatro factores que mantienen y determinan la violencia:58
• Patrones cambiantes de la vida familiar y comunitaria: la prisa, el estrés, la enajena-
ción, la falta de tiempo, las presiones económicas, la soledad de los niños, entre otros.
• El hecho de que la sociedad ha redefinido la violencia como normal y aceptable. Por lo
tanto, estamos a la defensiva y atacamos por el temor de ser agredidos.
• El acceso fácil a armas y drogas.
• La falta de herramientas para manejar el conflicto de manera constructiva.
Tipos de violencia59
• Verbal:
• En forma de insultos; por ejemplo: “¡No seas burro!”
• Que impliquen una falta de respeto por los derechos del otro; por ejemplo: “¡Tenías
que ser mujer!”
• Que impliquen malos modales y expresiones de molestia, enojo, ira, entre otras; por
ejemplo: “¡Quítate de aquí, tarado!”
• No verbal:
• Gestos que impliquen una falta de respeto o desprecio hacia el otro; por ejemplo,
torcer la boca, mover la cabeza en señal de desaprobación o hacer muecas obscenas.
• Física: Se puede manifestar en descuido, abandono, golpes y conductas destructivas
58
González Montaner, Elizabeth, Conferencia sobre violencia infantil “Padres y docentes por una cultura de paz
y no violencia”.
Textos Temáticos
Violencia infantil
Ésta es parte o consecuencia de la violencia social, por lo que nos concierne a todos. Los
niños de hoy nacieron en una sociedad violenta, por lo que ésta se presenta en la casa,
en la escuela, en la calle, en las películas, en los programas de televisión y en los noti-
cieros, que incluso ofrecen acceso en tiempo real a verdaderas escenas apocalípticas.
Un factor muy importante en la violencia infantil es la exposición extensa de los niños
a programas de televisión o videojuegos con contenido violento, pues éstos causan una
mayor agresividad en ellos. Muchos pasan un promedio de tres a cuatro horas diarias
frente a la televisión, lo que puede ser una influencia muy poderosa en el desarrollo del
sistema de valores, en la formación del carácter y en la conducta. Por desgracia, muchos
de los programas que se ofrecen contienen un alto grado de agresividad. Los expertos
que han estudiado los efectos de la violencia televisiva en los niños han encontrado que
éstos pueden:
• Imitar la violencia que observan en la televisión.
• Identificarse con ciertos tipos, caracteres, víctimas o victimarios.
• Tornarse “inmunes” al horror de la violencia.
• Aceptar en forma gradual la violencia como manera de resolver problemas.
En ocasiones, tan solo ver un programa violento incrementa la agresividad. Los niños
que observan espectáculos donde la violencia se presenta en forma muy realista, repe-
tida o sin castigo, tienen una mayor probabilidad de imitarlos. El impacto de la violencia
televisiva y de los videojuegos puede reflejarse de inmediato en la conducta infantil, o
bien manifestarse más tarde en su proceso de desarrollo. Aun cuando en la atmósfe-
ra familiar no haya tendencia hacia la violencia, los niños pueden resultar afectados.
Como ya se mencionó, aunque la televisión es un factor significativo, no es la única
causa de tales conductas: vivimos en una sociedad violenta, por lo que el hecho de apa-
gar la televisión no garantiza que ésta desaparezca. Así, es necesario revisar nuestras
actitudes y conductas.
hijos sobre la violencia en que vivimos, y discutamos con ellos alternativas positivas
para solucionar problemas.
• Señalemos que, aunque el personaje o el actor no se lastimó, hirió ni murió durante
el programa, la violencia puede producir dolor o muerte cuando ocurre en la vida
real.
• Reconozcamos, aceptemos y nombremos nuestros sentimientos de enojo y rabia.
Aprendamos a expresarlos y controlarlos. Mediante este ejemplo nuestros hijos
aprenderán también a manejarlos de una manera sana. Cuando estén enojados o mo-
lestos por algo, ayudémoslos a nombrar sus sentimientos y a darse un espacio para
calmarse. Esto será más valioso para ellos que reprimirlos.
• Fomentemos y facilitemos que nuestros hijos practiquen deporte, pues ayuda a cana-
lizar de manera positiva su energía y evita la violencia.
• Brindémosles amor, mantengamos un diálogo abierto y receptivo, y al mismo tiempo
establezcamos acuerdos para convivir en armonía con ellos de manera conjunta.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
La función del juego en los niños
El juego en el niño es mucho más que un pasatiempo. Siempre tiene una función cons-
tructiva, pues a través de él se desarrollan habilidades motrices, sociales, cognitivas y
emocionales en relación con la edad y madurez. Debido a que por lo general el juego es
una actividad libre, existe la oportunidad de que los infantes experimenten y actúen de
acuerdo con su guía interna, en contacto consigo mismos y conforme a lo que necesitan
ejercitar en ese momento. Las experiencias de juego sientan las bases para el desarrollo
de habilidades necesarias en etapas posteriores de la vida.
Cuando el niño es pequeño, mientras no sea interrumpido ni invadido por las ideas, a
veces erróneas, del adulto respecto a sus necesidades, escogerá y realizará las activida-
des que le resulten útiles para ir adquiriendo el control sobre su cuerpo y estableciendo
las conexiones neurológicas, físicas, emocionales y sociales fundamentales para su ma-
duración. Es necesario que tenga la oportunidad de moverse y vivir experiencias senso-
riales como tocar, chupar, manipular, escuchar, ver y ser partícipe de la dinámica fami-
liar, pues observar las actividades cotidianas le permitirá construir su lenguaje y conocer
su medio ambiente. Con estas experiencias, junto con el juego, recibirá los estímulos
requeridos para desarrollarse de manera integral.
Conforme el niño crezca, su juego irá cambiando de objetivos y acciones, pero con-
servará el carácter constructivo y esencial para su desarrollo. Aún requerirá experien-
cias de movimiento, las cuales le permitirán ejercitar no solo los músculos, sino que
también pondrán en juego la percepción (visual, sensorial, cinestésica), la ubicación
espacio-temporal, la relación causa-efecto, la creatividad, la relación con los demás y el
desarrollo de la voluntad. También existen otros juegos, como los simbólicos o de roles,
que consisten en actuar “como si” se fuera adulto, y realizar diferentes tipos de activi-
dades que observa en su familia o su comunidad. Estos juegos le permitirán entender su
entorno, expresar sus miedos, sus preocupaciones y afectos de una manera simbólica y
catártica; es decir, a través de la imitación desarrollará el sentimiento de pertenencia a
su familia, comunidad y cultura, para hacer suyas las costumbres y valores de la socie-
dad en que vive.
Otras experiencias lúdicas importantes son las de expresión creativa mediante el di-
bujo, el modelado en barro o masa, la construcción con bloques, entre otras que permi-
ten el desarrollo de habilidades cognitivas como la planeación, el manejo del espacio,
la posibilidad de plasmar una idea, la imaginación, la creatividad y la experimentación
con otros lenguajes, que a su vez dan pie para abrir una vía de expresión simbólica de
las emociones.
Para los niños entre seis y 12 años los juegos grupales y de reglas son fundamentales,
pues a través de ellos aprenden a relacionarse y autocontrolarse. En esta etapa inven-
tan sus propios juegos y crean sus reglas; el seguimiento de los acuerdos del grupo les
abre la oportunidad de pertenecer, discutir y resolver diferencias. Cuando estos juegos
Textos Temáticos
conflicto así.
• La mejor protección es nuestro amor, nuestra atención y el respeto hacia nuestros hijos.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
AUTORRETRATO Guillermo Meza
1955
EN LA MONTAÑA Óleo sobre tela
Planeación
TextosdeTemáticos
la sesión
PREGUNTAS COMPLEMENTARIAS A LA PRIMERA PREGUNTA BÁSICA PARA LA LIBRE EXPRESIÓN Y EL DIÁLOGO INICIAL
¿Qué imaginan que hace el personaje? ¿Por qué estará en silencio? ¿Cómo se siente?
TEMA 1 TEMA 2 TEMA 3
El valor del silencio interior Ruido y silencio La voluntad y la disciplina
y la meditación
PREGUNTA PARA BUSCAR CAUSAS PREGUNTAS PARA INTRODUCIR PREGUNTA PARA INTRODUCIR
Y EFECTOS: EL TEMA: EL TEMA:
• ¿Qué sentimos cuando estamos • ¿Cómo imaginan que son • ¿Por qué será importante
en silencio? los sonidos que escucha este desarrollar la voluntad y la
personaje? disciplina?
PREGUNTA PARA DEFINIR • ¿Qué sonidos identifican en las
Y ANALIZAR CONCEPTOS: grandes ciudades? PREGUNTA PARA RELACIONAR
• ¿Qué es comunicarme conmigo EL TEMA CON LA PROPIA
mismo? PREGUNTA PARA DEFINIR EXPERIENCIA:
Y ANALIZAR CONCEPTOS: • ¿Qué se necesita para formar
PREGUNTAS PARA RELACIONAR
• ¿Qué es la contaminación la voluntad?
EL TEMA CON LA PROPIA
auditiva?
EXPERIENCIA:
PREGUNTA PARA CUESTIONAR
• ¿Qué estrategias o técnicas
PREGUNTA PARA BUSCAR Y PROBLEMATIZAR:
conocen para estar en silencio
CAUSAS Y EFECTOS: • ¿El solo deseo de cambiar es
interior?
• ¿Cuáles son las consecuencias suficiente para lograrlo?
de la contaminación auditiva en ¿Por qué?
PREGUNTA PARA CUESTIONAR
nuestra salud física y mental?
Y PROBLEMATIZAR:
PREGUNTA PARA GENERAR
• ¿Por qué la gente evita o teme
PREGUNTA PARA RELACIONAR ALTERNATIVAS DE ACCIÓN:
contactar con su silencio interior?
EL TEMA CON LA PROPIA • ¿Qué podemos hacer para ayudar
PREGUNTA PARA DEFINIR EXPERIENCIA: a nuestros hijos a desarrollar su
Y ANALIZAR CONCEPTOS: • ¿Qué nivel de ruido tenemos en voluntad y disciplina (horarios,
• ¿Qué es la meditación? nuestra vida cotidiana? tareas, quehaceres, ejercicio,
alimentación)?
PREGUNTA PARA CUESTIONAR PREGUNTA DE RELACIÓN
Y PROBLEMATIZAR: CON LA CRIANZA, EDUCACIÓN
• ¿La meditación siempre se Y FORMACIÓN DE LOS HIJOS:
sustenta en una filosofía • ¿Cómo estamos cuidando el nivel
religiosa? de ruido al que están expuestos
nuestros hijos?
PREGUNTA DE RELACIÓN CON
LA CRIANZA, EDUCACIÓN Y PREGUNTA PARA GENERAR
FORMACIÓN DE LOS HIJOS: ALTERNATIVAS DE ACCIÓN:
• ¿Qué tanto propicio y respeto • ¿Qué podemos hacer para
momentos de concentración y generar espacios de silencio
silencio en mis hijos? disfrutables viviendo en una
ciudad?
PREGUNTA PARA GENERAR
ALTERNATIVAS DE ACCIÓN:
• ¿Cómo podemos, dentro de
nuestra rutina diaria, lograr
momentos de silencio interior
para nosotros y nuestros hijos?
El valor del silencio interior y la meditación
La vida moderna nos exige correr de manera incesante; nos impone ruidos, distrac-
ciones, sobreestimulación sensorial e intelectual, y requiere una actividad exagerada
que nos impulsa a un constante hacer, en ocasiones sin sentido ni conciencia. Estamos
continuamente con la atención puesta hacia fuera.
Es común que nos sintamos tensos, malhumorados, ansiosos, angustiados, sin cono-
cer las causas ni saber qué hacer para encontrarnos mejor. Vivimos grandes tensiones
que nos exigen una estabilidad emocional y mental para no caer en el estrés (el mal de
nuestros días) ni en sus consecuencias en los ámbitos de la salud, del bienestar y de las
relaciones personales, entre otros.
A veces sentimos la necesidad de evitar los ruidos externos y entrar en un silencio
interior, pero no sabemos cómo hacerlo. Nuestros pensamientos no paran de repetir
cosas y no podemos callarlos. La vida moderna parece estar hecha para evitar, en todo
momento, la mirada interna. En otras ocasiones tememos encontrarnos con nuestra
propia soledad, con las emociones y sentimientos que podemos descubrir en nuestro in-
terior. Ignoramos la riqueza que existe dentro de nosotros y, por tanto, requerimos de un
aprendizaje para entrar en contacto con nosotros, con nuestra fuente de sabiduría y de
equilibrio, necesarios para vivir mejor.
Cuando buscamos fuerza interior, cuando queremos contactar lo más elevado de
nosotros mismos, necesitamos silencio, recogimiento, quietud. Podríamos decir que el
silencio es la puerta que nos permite entrar a nuestro interior, al contactar con nuestras
emociones, sentimientos, sensaciones, ideas y pensamientos. De esta forma somos ca-
paces de desarrollar nuestro diálogo interno y establecer una comunicación con noso-
tros mismos.
Los niños también padecen este exceso de ruido. Recordemos que el orden, el silen-
cio y la concentración son bases esenciales de la autodisciplina y el autocontrol, tan ne-
cesarios en el aprendizaje. Debemos desarrollar de una forma equilibrada la mente, el
sentimiento, el cuerpo y el espíritu; enseñar a los niños a escuchar y a amar el silencio. Es
en éste como se puede pensar, sentir con mayor claridad y, por lo tanto, aprender mejor.
Una manera probada para lograr el silencio interior es la meditación.
Meditación
La palabra ”meditación“ proviene del latín meditatio, que en origen indicaba un tipo
de ejercicio intelectual. Se asocia por lo común con la práctica del yoga, surgida en la
India. En el siglo xix la palabra se adoptó para referirse a las diversas prácticas de reco-
gimiento interior o contemplación propias del hinduismo, budismo y otras religiones
orientales. No obstante, este tipo de práctica no es ajena a la historia de Occidente,
como muestran los descubrimientos de vasijas celtas con figuras en postura yóguica.
La meditación se ha practicado durante más de cinco mil años con propósitos intelec-
tuales, religiosos o de salud. Las técnicas de meditación varían, desde las que se basan
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Pasos:
1. Crea un ambiente tranquilo y relajante. Apaga la televisión y cualquier otro aparato que
sea ruidoso. La música suave puede venir bien, pero no es necesaria. Asegúrate de haber
apagado tu teléfono móvil para evitar distracciones.
2. Siéntate en una silla o sobre un almohadón. No tienes que doblar las piernas para po-
nerte en la posición de loto ni en alguna posición inusual, pero puedes hacerlo si resulta
confortable para ti. Lo ideal es que la columna se encuentre alineada (“recta”).
3. Cuida de estar bien sentado, de modo que tu posición te permita respirar con facilidad.
Esto ocurrirá de manera natural si tus rodillas están debajo del nivel de tu cintura. No es
recomendable tenderse por completo: es posible que te quedes dormido al meditar en
esta posición.
4. Relaja cada músculo de tu cuerpo. No te apresures al hacerlo. Relajarse por completo
toma tiempo, y uno debe hacerlo poco a poco. Empieza por la punta de los pies y ve su-
biendo hasta que llegues a la cabeza.
5. Tus ojos pueden estar cerrados o abiertos (ligeramente entrecerrados). Si los tienes
abiertos, encuentra algo tranquilo para mirar.
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6. Elige un foco de atención para tu meditación. Por lo común se utiliza la respiración. En-
foca la atención en cómo entra y sale el aire por tus fosas nasales. No intentes cambiar la
forma en que lo estás haciendo. Solo deja que tu atención se centre en cómo fluye el aire
por tus fosas nasales. Siente cómo el aire entra y sale. No lleves tu atención a ninguna
otra parte del cuerpo.
7. Cuando te vengan pensamientos, vuelve a poner tu atención en la respiración, en las
fosas nasales. No se trata de que pongas la mente en blanco. Se trata de que aquietes tu
mente. De esta forma disminuirá el número de pensamientos y habrá más espacio entre
los mismos.
8. Si haces la meditación clásica, debes estar en silencio (y de preferencia sin música). En-
fócate en tu respiración y observa cómo fluyen los pensamientos, sin identificarte con
ellos.
9. Cuando lleves un rato en silencio, lo cual constituye la parte primordial de la meditación,
puedes, por ejemplo, en forma mental, poner tu atención en palabras que te agraden y
vayan contigo. Si eres una persona visual, hazlo en palabras que evoquen imágenes; si
eres auditiva, en aquellas que evoquen sonidos.
10. Repite estas palabras de modo que te animen a lograr lo que deseas. Por ejemplo, repi-
te lo relajado que estás: ”Estoy completamente relajado”.
11. Visualiza un lugar tranquilo para ti. Puede ser real o imaginario. Este paso puede reem-
plazar la repetición de palabras o trabajarlas juntas.
12. Tras haber practicado esta meditación para principiantes, puedes probar con otro tipo
de técnicas también clásicas y antiguas, como la meditación de observación de la rea-
lidad, la meditación caminando, la meditación con mantras (sílabas, palabras o frases
sagradas originadas en el sánscrito que se repiten para invocar a un dios o como apoyo
para meditar), la meditación mirando la llama de una vela, la meditación del amor y la
meditación de la compasión, entre otras.
Consejos:
• Medita sin expectativas ni esperar resultados.
• De manera ideal, se desea alcanzar un estado libre de pensamientos que nos distraigan,
si bien esto solo se alcanza con la práctica. Cuando un pensamiento o idea aparece en
forma repentina, no trates de bloquearlo o eliminarlo.
• Imagina que estás mirando al cielo y un pájaro cruza tu espacio visual, pero tú no lo si-
gues con la vista: solo dejas que pase y continúas mirando al cielo. Haz lo mismo con tus
pensamientos.
• Puedes meditar en cualquier momento libre. Inténtalo en el trabajo para una rápida re-
ducción del estrés.
• La mayor parte de las personas se sienten bien al cerrar los ojos, pero algunas prefieren
mirar una vela o algo similar. También puedes dejar que los ojos descansen de manera
natural, con la cabeza apoyada en algún lugar suave y en un ángulo confortable.
• Mientras meditas, toma conciencia del aire: siente cómo entra y cómo sale.
• Cuando medites, evita pensar que no estás diciendo nada: intenta no hablar contigo. Esto
puede resultar más difícil de lo que parece, pero se vuelve más fácil en la medida que se
adquiere práctica. Existe mucha verdad en el silencio.
• La meditación puede ser muy útil si tienes problemas para dormir. Mientras estés recos-
tado en tu cama, sigue estos pasos y elimina toda ansiedad relacionada con quedarte dor-
mido. Antes de darte cuenta ¡ya será mañana!
• Respira siempre por la nariz, para adentro y para afuera.
Advertencias:
• No intentes realizar largas sesiones de meditación cuando estés empezando, ya que te
puedes agotar. Unos pocos minutos son suficientes al principio.
• No esperes resultados inmediatos. El propósito de una buena meditación no es convertir-
te en un maestro zen de la noche a la mañana. Ésta funciona mejor si se realiza por el solo
hecho de meditar y no por el resultado.
¿Qué necesitas?
• Un cuarto libre de distracciones.
• Un lugar confortable para sentarte.
• Tranquilidad absoluta.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
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Ruido y silencio
En la actualidad vivimos en ambientes ruidosos incluso en nuestras casas, donde hay uno
o varios televisores o equipos de sonido encendidos muchas horas al día. Hablamos de
disfrutar la música, la televisión o los programas de radio, pero nunca de gozar el silencio.
En las grandes ciudades se vive con un ruido excesivo y molesto que altera las con-
diciones normales del ambiente, conocido como contaminación auditiva y provocado
por el tráfico, las industrias, locales de ocio, construcciones, aviones, altavoces, entre
otros. La contaminación auditiva produce efectos negativos en la salud auditiva, física
y mental de las personas. Si bien el ruido no se acumula, traslada ni mantiene en el
tiempo como otras contaminaciones, si no se controla también es susceptible de causar
grandes daños en la calidad de vida de las personas.
Por desgracia, el ruido tiene efectos en la salud y la conducta humana. Algunas inves-
tigaciones reflejan que aquellos sometidos al mismo corren el riesgo de una disminución
importante en la capacidad auditiva, se muestran más irritables, inquietos e incluso agre-
sivos, con una escasa capacidad de concentración y, por lo tanto, un menor rendimiento.
Se diría que el ruido constituye un agresor, mientras que el silencio es un pacificador.
Silencio es sinónimo de quietud, paz y conexión con uno mismo, con nuestro ser interior,
con nuestro centro. Sin embargo, muy pocas veces hablamos del valor del silencio.
Nuestra cultura promueve el ruido. Basta con observar lo que ocurre en lugares
públicos como restaurantes, centros comerciales, hoteles e incluso centro recreativos,
donde el espacio se invade con música estruendosa, pantallas, televisiones, altavoces
que contaminan auditivamente, con los que hemos llegado a familiarizarnos de tal ma-
nera que los hemos integrado a nuestra cotidianidad. No los notamos, y mucho menos
cobramos conciencia de sus efectos en nuestro sistema nervioso.
Incluso hay personas tan acostumbradas al ruido, que el silencio las angustia, pues
lo asocian con un sentimiento de vacío y soledad, de forma que sienten la necesidad de
llenar “ese vacío” con algún ruido y encienden la radio o la televisión como acompaña-
miento, pero sin escuchar.
También en situaciones familiares tenemos la idea de que los espacios de silencio
impiden la comunicación. No obstante, si se realiza alguna actividad en familia, juntos y
en silencio, como leer, dibujar, tejer, jugar o hacer la tarea, se promueven la intimidad,
la unión y la concentración profunda.
El silencio es un medio indispensable para centrarnos y conocernos. Asimismo nos
permite reflexionar, cuestionar y analizar para replantearnos situaciones, tomar deci-
siones más acertadas, contar con un panorama más amplio y un enfoque más adecuado
que nos ayude a gozar de una vida con mayor tranquilidad y paz mental.
Ante una sociedad que se torna agresiva y jóvenes con mayores dificultades para en-
cauzar sus emociones e impulsos, enseñar a disfrutar del silencio es una herramienta
necesaria para hacer una pausa y buscar la paz y comunicación interior, que son la base
del equilibrio humano.
Para aprender el valor del silencio se debe desandar la costumbre del ruido. Se sabe
que no es una tarea fácil, sino una cuestión de cambio de hábitos y perseverancia, indis-
pensable para atender una necesidad natural del ser humano. El silencio se debe em-
pezar a trabajar desde que los niños son pequeños: rescatarlo en nuestra vida diaria,
promoverlo y disfrutarlo junto a nuestra pareja y nuestros hijos.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
La voluntad y la disciplina
La voluntad es el motor que mueve y dirige nuestras acciones. Permite al ser humano
gobernar sus actos, decidir con libertad y optar por una conducta con un fin preciso.
Significa realizar un esfuerzo con determinación, de manera resuelta y constante, que
se intensifica conforme vamos obteniendo logros para alcanzar una meta definida.
En la base de la educación de la voluntad se encuentra la lucha personal mediante
esfuerzos pequeños pero constantes. La voluntad no se consigue al realizar un acto he-
roico en un momento determinado, sino al lograr pequeñas victorias con constancia, un
día tras otro, sin abandonarse.
Así también se fortalece la entereza, nuestra fuerza interna; se forman seres huma-
nos perseverantes, disciplinados; aquellos que superan el cansancio, la frustración, el
desgano y las mil dificultades que se presentan día tras día. La voluntad es esencial para
enfrentar los retos de la vida. Lo contrario de la misma es el desánimo, la desidia, la pe-
reza, la falta de determinación, de disposición para permanecer en comodidad, en una
zona de confort que no implica esfuerzos, pero asegura un estado de estancamiento,
mediocridad y ausencia de desafíos.
El orden, la disciplina, la formación de hábitos son esenciales en la educación de la
voluntad en nosotros mismos y en nuestros hijos. La voluntad implica hacer en todas
sus facetas: aspirar a hacer, saber hacer, querer hacer, decidir hacer, elegir lo que se
hará ¡Y HACERLO!
Para que un hábito bueno se convierta en virtud, es necesario que haya conciencia
(entender qué hago y para qué lo hago) y voluntad (querer hacerlo). Por eso es tan im-
portante ayudar a nuestros hijos a establecer sus propias metas —que les hagan sentido
a ellos— y a que entiendan el esfuerzo que van a realizar como algo necesario y conve-
niente para alcanzarlas. Es recomendable también reconocer y estimular sus deseos de
esforzarse.
Para educar la voluntad en nuestros hijos es necesario apoyarlos y motivarlos para que
sean constantes en sus haceres, y se comprometan con ellos mismos a terminar lo
que inician. Sus haceres incluyen tareas de la vida diaria: hábitos de higiene y auto-
cuidado, tareas escolares, responsabilidades en el orden y limpieza de la casa.
Es necesario proporcionarles los medios requeridos para lograr lo que se proponen,
venciendo el confort inmediato en aras de un bien mayor y de acuerdo con los valores y
posibilidades de cada familia. De esta manera alentaremos en ellos sus propias pasio-
nes: el futbol, la danza, la lectura, la música… Su pasión por la vida.
Un elemento importante de la voluntad consiste en entender que no sólo opera como
función de la mente: “yo quiero-yo hago”. También implica la maduración del sistema
nervioso, de modo que la intención de la mente culmine en acción.
Para ayudar a que el sistema nervioso madure se requiere, como ya se mencionó,
una estructura, orden, repetición y práctica, elementos que ayudan en la formación de
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hábitos de manera disciplinada. Por otro lado, la actividad o tarea debe ser tan difícil
como para que resulte un reto, pero a su vez alcanzable para que sea posible tener éxito.
Otro elemento importante se refiere a lograr que la persona se involucre al presentarle
la actividad y ofrecerle instrucciones, guía, compartir los beneficios y reconocer sus lo-
gros (no sólo los finales, sino también parciales), con la intención de que ésta encuentre
el sentido a la misma.
La voluntad es compleja, pues no sólo involucra el campo físico, sino también el men-
tal y el emocional. Es importante considerar que en ocasiones estamos capacitados en
los aspectos físico y neurológico para llevar a cabo una acción; sin embargo, aunque
tengamos la intención de llevarla a cabo, nos enfrentamos con bloqueos emocionales,
los cuales pueden ser inconscientes y nos dificultan su realización. En este caso lo más
importante es reflexionar y reconocer qué hay detrás; por ejemplo, miedo a equivocar-
se, al éxito, al compromiso, a fin de trabajar en ello.
La voluntad y la disciplina resultan esenciales en el cuidado de nuestra salud: en la sa-
lud física, mediante el desarrollo de hábitos alimenticios sanos, de higiene, de la práctica
cotidiana del ejercicio y del equilibrio entre periodos de actividad y descanso; en la salud
mental y emocional, por medio del reconocimiento de emociones y su manejo sano, así
como del equilibrio entre los espacios de soledad y la comunicación social. Sin voluntad y
disciplina no hay evolución personal.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
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Publicado por Graciela Mannara en Librescritores, 1º de julio de 2012.
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Terra Mujer/Daniel Galilea (EFE reportajes).
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Seapremur
sacar adelante las compras básicas, la renta, la hipoteca o las deudas. Pero estas crisis
también acarrean consecuencias en las relaciones de pareja y la familia.63
El dinero es una cuestión delicada y complicada para muchas parejas. Los problemas
económicos generan un fuerte impacto en la familia, en especial cuando se trata de esta-
blecer restricciones en el presupuesto, independientemente del nivel socioeconómico.
En diversas investigaciones se ha destacado la asociación entre la calidad de la situa-
ción económica de la familia y la estabilidad conyugal. Gozar de un trabajo estable pro-
mueve la seguridad conyugal y garantiza un flujo constante de ingresos, con lo que se
disminuye la tensión entre la pareja, además de que aumenta la posibilidad de seguir jun-
tos. Por el contrario, las pérdidas financieras aumentan las probabilidades de divorcio.
Una mayor presión económica incrementa el riesgo de angustia emocional, así como los
conflictos de la pareja, que terminan por generar una dinámica negativa en las relaciones
entre ésta y el resto de la familia.
También cabe mencionar que todas las familias, sin importar su posición económica,
vivimos en una sociedad de consumo y en un ambiente competitivo. Esto origina una
imposición de cargas financieras y gastos innecesarios, que además de menoscabar el
presupuesto familiar también restan tiempo para atender el hogar y cultivar los valores
espirituales.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
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las veces las personas no tienen la intención de dañar, a menos que padezcan una pa-
tología, y darse cuenta del daño es el primer paso para reconocer nuestra responsabi-
lidad; el siguiente es pedir perdón de manera sincera y sentida, escuchando con valor
lo que el otro tenga que decir y enfrentando y asumiendo las consecuencias y acuerdos
necesarios para restablecer la relación.
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El enojo es como un río: debemos dejarlo fluir para que no se estanque, se eche a perder
y huela mal, y no debemos dejar que se desborde, porque puede ahogar.
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EL GRITO Edvard Munch
1893
Pintura al temple y pastel sobre madera
Planeación
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la sesión
PREGUNTA PARA BUSCAR CAUSAS PREGUNTA PARA BUSCAR CAUSAS PREGUNTA PARA
Y EFECTOS: Y EFECTOS: RELACIONAR EL TEMA CON
• ¿Qué causa el estrés? • ¿Qué situaciones causan el LA PROPIA EXPERIENCIA:
miedo? • En situaciones de
PREGUNTAS PARA CUESTIONAR sufrimiento, ¿qué ayuda
Y PROBLEMATIZAR: PREGUNTAS PARA CUESTIONAR a las personas a salir
• ¿Hay situaciones en las que es Y PROBLEMATIZAR: adelante?
deseable experimentar estrés? • ¿Nos ayuda en algo el miedo?
• ¿En cuáles? • ¿Cuándo nos perjudica? PREGUNTAS PARA DEFINIR
• ¿El miedo siempre corresponde Y ANALIZAR CONCEPTOS:
PREGUNTA PARA RELACIONAR EL a una causa real? • ¿Han oído hablar de la
TEMA CON LA PROPIA EXPERIENCIA: resiliencia?
• ¿Qué salidas encuentran PREGUNTA DE RELACIÓN • ¿Qué significa?
normalmente las personas para CON LA CRIANZA, EDUCACIÓN
controlar su estrés? Y FORMACIÓN DE LOS HIJOS: PREGUNTA PARA GENERAR
• ¿Cuáles son los miedos más ALTERNATIVAS DE ACCIÓN:
PREGUNTAS PARA CONTRASTAR frecuentes en los niños? • ¿Cómo ayudamos a
OPUESTOS: nuestros hijos a reconocer
• ¿Qué herramientas serían efectivas PREGUNTA PARA GENERAR y ejercitar sus propios
y saludables para manejar el ALTERNATIVAS DE ACCIÓN: recursos en situaciones
estrés? • ¿Cómo podemos ayudar a nuestro difíciles?
• ¿Cuáles no? hijos a manejar sus miedos (reales
e imaginarios)?
PREGUNTA DE RELACIÓN CON LA
CRIANZA, EDUCACIÓN Y FORMACIÓN
DE LOS HIJOS:
• ¿Cómo afecta el estrés de los padres
a sus hijos?
¿Qué es el estrés?
Son las consecuencias físicas, mentales y emocionales tras cualquier situación o suceso
percibido como una amenaza, una interferencia, o bien que rebasa nuestra capacidad
para manejarlo. La acumulación de estos efectos puede influir de manera seria en nues-
tra salud.
Nuestro ambiente resulta estresante. Pero mucho de tal estrés es causado por nues-
tra propia actitud mental, es decir, cómo vivimos o reaccionamos ante los desafíos que
nos presenta la vida. En vista de que nuestros pensamientos influyen en nuestro estado
de ánimo, no es la situación la causante absoluta del estrés, ya que las creencias y mode-
los mentales acerca de una situación constituyen un factor importante.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
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El miedo
Al miedo se le considera una de las emociones más significativas en la historia del ser
humano. Éste se puede definir como una reacción personal o social ante un estímulo
interno o externo, en la cual la valoración del suceso se entiende como amenazadora
o que causa inseguridad, pues la persona siente que perderá el control sobre lo que
ocurra. Debido a ello se produce una mayor secreción de adrenalina en el organismo y
se desencadena una reacción de estrés que prepara a la persona a actuar: correr, escon-
derse o golpear para defenderse.
En otras palabras, el miedo es la emoción que se activa cuando existe alguna ame-
naza o peligro contra el bienestar. Al activarse, nuestro cuerpo experimenta un cambio
fisiológico, que incluso puede llegar a la falta de sangre en el rostro (esto explica la
palidez y la sensación de “quedarse frío”), debido a que ésta fluye hacia las piernas y
los brazos en preparación de una posible huída o enfrentamiento. Al mismo tiempo,
pareciera que el cuerpo se paraliza, aunque solo sea un instante, tal vez para calibrar si
ocultarse sería la respuesta más adecuada.
Desde el punto de vista biológico, el miedo es parte de un esquema adaptativo y cons-
tituye un mecanismo de supervivencia y defensa para que el individuo esté en condi-
ciones de responder con rapidez y eficacia ante situaciones adversas. En ese sentido,
resulta normal e incluso beneficioso para el individuo y su especie.
Desde el punto de vista neurológico es una forma común de organización del cerebro
primario de los seres vivos, y en esencia consiste en la activación de la amígdala situada
en el lóbulo temporal.
Desde el punto de vista psicológico, representa un estado afectivo y emocional, ne-
cesario para la correcta adaptación del organismo al medio, el cual provoca angustia en
la persona.
Desde el punto de vista sociocultural, puede formar parte del carácter de una per-
sona o de una organización social. Por tanto es posible aprender a temer a objetos o
contextos, así como a no temerlos, y se relaciona de manera compleja con otros senti-
mientos, como el miedo al amor, a la muerte, al ridículo, al fracaso, al éxito (e incluso al
propio miedo), además de que guarda una estrecha relación con los distintos elementos
de la cultura.
Cuando hablamos del miedo y su familia de emociones, existen diferentes gradua-
ciones: temor, pánico, pavor, susto, estremecimiento, horror y fobia (esta última se re-
fiere a los miedos irracionales o peligros imaginarios).
Para manejar nuestros miedos es muy importante aprender a identificar los pensa-
mientos que vienen en automático a nuestra mente cuando los experimentamos, pues
los anteceden y retroalimentan. También es recomendable hablar de ellos, pues expre-
sarlos aminora su intensidad y permite verlos en su justa dimensión.
Es muy útil intentar transformar el miedo en seguridad al recordar sucesos en los
que la persona tuvo logros y éxito en situaciones parecidas, o con la creación de imá-
genes mentales que ilustren los avances respecto a aquello que se teme. Esta técnica
puede constituir una de las principales armas para acallar esa voz interior que sabotea
y en ocasiones paraliza.
Otra técnica muy eficaz para controlar nuestros temores, sin que sean ellos los que
nos invadan, consiste en permanecer en el aquí y el ahora, presentes para lo que se está
viviendo, y evitar que la mente se traslade al pasado o al futuro, debido a que especular
en lo que pudo ocurrir u ocurrirá genera más angustia. Para estar en el aquí y el ahora,
un recurso poderoso es tener conciencia de la propia respiración: tomarse un tiempo
para hacerlo profundamente ayudará a la relajación y concentración, de modo que se
elimine la tensión muscular.
vorosos que les inmovilizan el cuerpo y les impiden razonar con claridad. Podemos
invitarlos a examinarlos: ¿cuál es tu miedo?, ¿si tuviera una forma, cómo sería?, ¿de
qué color?, ¿con qué textura? Imagina que puedes domesticar a ese miedo, ¿cómo
harías para que en vez de paralizarte te ayude a ser más fuerte?
• Centrémoslos en el aquí y el ahora, enseñando a los niños a respirar profundamente
y a relajarse cuando manifiesten angustia o miedo.
•Abracémoslos. El abrazo largo les da contención y los hace sentir seguros, protegidos
y queridos.
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El sufrimiento y su sentido en la vida
El sufrimiento es parte de la vida y todos lo experimentamos en mayor o menor medida:
pérdidas de seres queridos y laborales, enfermedades, dificultades económicas o cam-
bios que nos desestabilizan y desequilibran.
¿Por qué algunas personas quedan destruidas tras una experiencia dolorosa? Y por
el contrario, ¿por qué encontramos a otras que se fortalecen a partir de tales vivencias
y obtienen enseñanzas útiles tanto para ellas mismas como para ayudar a las demás?
Ante los sucesos difíciles en la vida elegimos diferentes opciones:
• A veces, cuando experimentamos dolor o una situación difícil, la evadimos o nega-
mos de manera inconsciente, como un mecanismo de defensa, y al parecer eso nos
libera de la angustia inmediata. Sin embargo, el problema sigue: al no enfrentarlo se
acrecienta e incluso esa energía reprimida nos puede llegar a enfermar tanto física
como mentalmente.
• Otra forma de actuar consiste en compadecernos, desesperarnos y renegar de la si-
tuación. “¿Por qué tenía que ocurrirme a mí?” Con esta actitud tampoco solucionamos
el problema; por el contrario, nos amargamos, hacemos la vida difícil a los que nos ro-
dean, no nos responsabilizamos de enfrentar la situación y se nos dificulta aprender
de la experiencia.
• Una alternativa sería aceptar y reconocer el problema, vivir el dolor que trae consigo
e intentar afrontarlo. El siguiente paso consistiría en revisar qué podemos cambiar
para solucionarlo y ser perseverantes en el esfuerzo, sin bajar la guardia, hasta en
contrar el aprendizaje de la experiencia y reconocer los logros y la fortaleza que ésta
nos dejó.
• Si no podemos solucionarlo, es mejor aceptarlo, averiguar qué nos falta por aprender,
comportarnos de manera más humilde, asumir que no está en nuestras manos resol-
ver todo, aceptar nuestros límites y sopesar qué podemos hacer por nosotros y por los
demás para que ese dolor adquiera algún sentido.
Algunas personas con fortaleza interior han salido adelante tras experiencias muy do-
lorosas, al canalizar el sufrimiento hacia obras y acciones de ayuda para los demás; por
ejemplo, hay personas que aun después de perder un hijo realizan una labor de vo-
luntariado, al trabajar con otros padres que pasan por una situación parecida, o bien
mediante la creación o cooperación con fundaciones de ayuda. La historia se encuentra
llena de ejemplos de personas que aprovecharon una situación difícil para crear algo
positivo. Por ejemplo:
• Miguel de Cervantes Saavedra escribió una parte de El Quijote en la cárcel.
• Viktor Frankl desarrolló la logoterapia, que ha ayudado a muchas personas a encon-
trar el sentido de la vida, tras su cautiverio en un campo de concentración nazi duran-
te la Segunda Guerra Mundial.
• Existen muchos casos de personas, como los atletas paralímpicos, que a pesar de que
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nacieron con una discapacidad o sufrieron algún accidente en el que perdieron algu-
na facultad, compensaron su pérdida hasta convertirse en un ejemplo de voluntad y
fuerza vital.
En psicología, el término “resiliencia” se refiere a la capacidad de los sujetos para so-
breponerse a periodos de dolor emocional y traumáticos. Cuando un sujeto o grupo, ya
sea animal o humano, desarrolla la capacidad de hacerlo, se dice que posee una resi-
liencia adecuada, que le permite superar los contratiempos e incluso salir fortalecido
por los mismos. En la actualidad, la resiliencia es considerada como una forma de psi-
cología positiva que no se enmarca dentro de la psicología tradicional.
Uno de los factores que nos causa más dolor en la vida cotidiana es el apego: nos ape-
gamos a las personas, a los objetos, a estilos de vida y laborales, entre otros ejemplos,
y nos empeñamos en retener, aspecto que nos impide evolucionar. No sabemos dejar
ir, y la negativa a aceptar los cambios nos provoca dolor. Ni el mayor dolor ni la máxima
alegría son eternos, como sí lo son las oportunidades para crecer, aprender y conver-
tirnos en mejores personas. El dolor puede convertirse en un buen maestro si sabemos
aprender de él.
¿Cómo apoyarlos?
• Escuchémoslos: entendamos su dolor y permitámosles que hablen sobre sus sentimientos.
• No minimicemos ni descalifiquemos sus problema ni sus sentimiento. Evitemos decir:
“No pasa nada”, “No llores”, “Ése no es un verdadero problema”.
• Acompañémoslos en su dolor, ayudándolos a encontrar una salida y, si no existe so-
lución, abracémoslos y escuchémoslos. Intentemos frases como: “Entiendo que estés
enojado, pero…”, “Yo también me sentiría triste”, “Da mucho coraje cuando esto ocu-
rre, pero ¿qué crees que puedes hacer?”, “¿Qué necesitas para sentirte mejor?”
• En caso de que el dolor sea causado por la muerte de una persona o una mascota,
ayudémoslos a procesar su duelo con rituales para despedir al ser querido, mediante
dibujos o cartas en que expresen sus sentimientos. Hablemos de la persona o la mas-
cota para evocar recuerdos. Permitamos que pregunten y manifiesten sus dudas.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
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Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
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Educación sexual
En el momento de convertirnos en “padres” surgen muchas inquietudes, preguntas,
emociones y sentimientos que vamos descubriendo. Lo que en un principio nos resulta
complejo, poco a poco se va acomodando en la cotidianidad. En esta convivencia se van
entrelazando los vínculos de cariño y amor, fundamentales en la crianza de nuestros
hijos, y así vamos nutriendo no solo sus cuerpos, sino también sus almas, al transmitir
en el día a día nuestros valores, fortalezas, debilidades, anhelos, retos, frustraciones y
temores.
La persona se construye a partir de la combinación del potencial genético con el que
nace y las experiencias con su entorno, donde la educación que damos a nuestros hijos
juega un papel primordial. En este acompañamiento mutuo surgirán las oportunidades
de crecimiento para ambas partes, tanto padres como hijos, porque en muchas ocasio-
nes estos últimos son los que nos obligan a volver la mirada hacia nuestro interior en
busca de respuestas que no siempre tenemos muy claras, pero que de alguna manera
nos empujan a trabajar con nosotros mismos, al cuestionarnos, analizar, reflexionar e
investigar.
Temas como el sexo y la muerte nos hacen titubear cuando los niños nos lanzan pre-
guntas con tal espontaneidad y naturalidad, que nos dejan sorprendidos, sin posibilidad
de responderles en la misma sintonía. Son temas que nos conectan con la vida misma y
que en ocasiones preferimos evadir por temor a equivocarnos, o bien por falta de clari
dad respecto a lo que deseamos transmitir, por lo que es necesario reflexionar sobre la
postura que tomaremos con base en nuestros valores y convicciones para prepararnos y
ofrecer respuestas claras, honestas y adecuadas según la edad de nuestros hijos.
Nuestra sociedad ha sobrevalorado la sexualidad y solo le ha dado importancia a
la satisfacción sensorial inmediata y al placer que provoca. El encuentro sexual se ha
minimizado a una función exclusivamente fisiológica y placentera, y se ha olvidado el
sentido profundo de este acto, que representa el encuentro amoroso entre dos seres,
la entrega de la intimidad, que va más allá de la desnudez física. Hoy en día se ha con-
fundido la libertad sexual con la promiscuidad, sin considerar de manera profunda las
consecuencias físicas, sociales y emocionales que ésta puede tener en la persona.
Los medios de comunicación son un factor importante en esta confusión de valores.
La distorsión de modelos creados y la hipersexualización presente en la publicidad
aumentan la posibilidad de que nuestros hijos imiten esos modos de vida porque en
apariencia son positivos, correctos o proporcionan estatus y popularidad. Seguir la co-
rriente de lo que se impone disminuye la posibilidad de elegir por uno mismo lo que en
verdad se necesita. Todos podemos caer en el deseo de una imagen ”perfecta“, es decir,
en una mera artificialidad de la persona. El poder de los medios es tal, que también se
ejerce en la fabricación de maneras de pensar y necesidades irreales, así como en la
imitación de modelos sexuales idealizados que interfieren en nuestra capacidad para
ubicarnos en la realidad y valorar lo que en realidad es importante.
De ahí la importancia de dar una educación sexual a nuestros hijos, la cual se inicia
en el momento de la concepción misma, mediante el acto de amor en que son concebi-
dos, de los sentimientos de aceptación y ternura que se transmiten al bebé durante el
periodo de gestación y del amor que se le brinda con la cercanía y las caricias durante
los primeros años de vida. Todo esto permitirá que el niño sienta e internalice el contac-
to físico como una expresión de amor y de gozo absoluto.
La sexualidad infantil es una de las puertas a través de las cuales el niño desarrolla
su personalidad y sus relaciones con afectividad. Ésta es parte de la naturaleza de los
seres humanos, y como tal debe ser un tema tratado con naturalidad, honestidad y ca-
riño, así como tener su propio espacio dentro del proceso educativo del niño.
Cuando los niños comienzan a explorar su cuerpo, la reacción de los padres es muy
importante, pues con base en ella crearán los primeros conceptos de su cuerpo y cons-
truirán la perspectiva de su vida sexual; si, por ejemplo, lo viven con represión, morbo,
como algo sucio o mal visto, se formarán una visión distorsionada de la sexualidad.
Una parte importante de la educación sexual que demos a nuestros hijos consiste en
ayudarlos a descubrir cómo somos y funcionamos; es decir, no solo a aprender sobre
la sexualidad del propio género, sino también a estar informados sobre la del opuesto.
Es importante que no solo se conozcan las diferencias genitales, sino también que se
entienda por qué no todos somos iguales; por ejemplo, en estatura, gustos, aficiones,
fortalezas y habilidades.
Recordemos que en todos los ámbitos los niños aprenden de sus modelos, y los más
influyentes somos sus padres. De la manera en que les hablemos de la sexualidad, de
nuestra actitud ante ella, de cómo la vivamos y manifestemos, dependerá también en
gran medida cómo la vivan y se manifieste en ellos.
Es importante que los niños, desde pequeños, aprendan a aceptarse; que estén
contentos como son y se sientan a gusto consigo mismos; que aprendan a expresar su
sensualidad, es decir, a disfrutar, gozar y sobre todo a sentir que son dignos de amor.
Estas bases los ayudarán a que, cuando inicien su vida sexual como adultos, lo hagan
de manera responsable y madura, al decidir con libertad sobre su cuerpo, mediante
relaciones sexuales amorosas, planeadas y cuidadas.
calzarse y experimentar la sensación del pasto húmedo, escuchar el canto de los pája-
ros, ver las estrellas, disfrutar desde la comida hasta el aroma de una flor.
• Tratemos de encontrar “oportunidades de enseñanza” desde que nuestros hijos son
pequeños. Apoyémonos en programas de televisión, libros, tareas escolares y expe-
riencias cotidianas; por ejemplo, con el embarazo de un familiar o el nacimiento de
cachorritos en la casa.
• Procuremos mostrar disposición al diálogo, el cual no se debe imponer, ya que para
establecerlo es necesario que existan respeto y aceptación. Busquemos el momento
oportuno, pero evitemos que sea formal o rígido, tratando el tema con naturalidad
para fomentar confianza, con la capacidad de informarlos de la mejor manera posible
y con las herramientas suficientes, ya que a partir de la pubertad cada vez se acerca-
rán menos con nosotros para aclarar sus dudas.
• Primero escuchemos sus dudas e inquietudes. Preguntémosles qué desean saber y
qué es lo que ya conocen.
• Demos respuestas honestas, cortas y sencillas.
• No miremos con ojos de adultos las acciones de los niños ni hagamos interpretaciones
distorsionadas. Los juegos sexuales son naturales durante la infancia y cubren una
necesidad de descubrimiento y exploración, siempre y cuando ocurran entre niños de
la misma edad; si en algún momento interviene un niño mayor o un adulto constituirá
sin duda un abuso.
• Enseñemos a nuestros hijos a establecer límites con los demás en relación con su
cuerpo, a saber que ellos deciden sobre el mismo y que tienen todo el derecho a decir
“¡No!”, de modo que puedan expresar, incluso en situaciones familiares en apariencia
inofensivas, qué les disgusta o molesta, como “Tío, no me gusta que me aprietes los
cachetes” o “No quiero, no me gusta” cuando alguien pretenda que coman algo que
no desean. Tampoco que permitan que alguien los lastime, aunque sea como conse-
cuencia de un juego o sin intención; por ejemplo, si en el juego “de peinarse” una niña
le jala el pelo a la otra. De esta manera sabrán que tienen el poder de decir “no” a
quienquiera que pretenda abusar de ellos sexualmente.
• Respetemos la intimidad y el pudor de nuestros hijos, sobre todo cuando ya no nece-
sitan de nuestra ayuda para vestirse o bañarse. Hagámosles ver que tienen derecho a
sus propios espacios de privacidad sin que nosotros los invadamos. Por ejemplo, cuan-
do se estén bañando, nunca entremos sin tocar la puerta ni pedir permiso, pues ese
espacio les corresponde. Respetemos no solo su desnudez, sino también sus secretos
y silencios, pues también forman parte de su intimidad.
• Si nuestros hijos exploran sus genitales en un lugar público de la casa, indiquémosles
de manera cálida y sin asustarnos que hay espacios para todo, y que así como nos ba-
ñamos en el baño o comemos en la cocina o en el comedor, también la exploración de
su cuerpo debe ser algo íntimo que se realiza a solas en un ámbito privado.
• Hagamos respetar también nuestros espacios de intimidad: desde tener una conver-
sación privada con alguien o querer estar a solas o en el baño, hasta entablar rela-
ciones sexuales con nuestra pareja. Hagámosles saber que cuando una puerta está
cerrada, antes de entrar se debe tocar para solicitar el permiso de hacerlo.
• Conozcamos qué se enseña acerca de sexualidad en las escuelas, comunidades reli-
giosas y sitios de internet que frecuentan nuestros hijos y abramos espacios de diálo-
go para aclarar lo que parezca confuso o contradictorio, hablando con la verdad, con
naturalidad y evitando ocultar o disfrazar información .
Con nuestros hijos adolescentes:
• Cuando dialoguemos con ellos, evitemos adoptar la figura de juez y una actitud crítica
y moralista. Expresemos lo que pensamos y sabemos, pero haciéndolos sentir que lo
que en verdad nos importa es su felicidad y bienestar.
• Reflexionemos con ellos sobre las consecuencias emocionales y psicológicas que con-
lleva una iniciación sexual prematura, en la que no se tiene la madurez física ni emo-
cional para manejarla.
• Hablemos con ellos sobre los riesgos y consecuencias de una relación sexual sin pro-
tección, como los embarazos prematuros y no deseados o las enfermedades venéreas.
Asimismo, informémoslos sobre los diversos métodos anticonceptivos.
La sexualidad es parte vital del ser humano; aprender a vivirla con amor y respeto es
nuestro reto.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Textos Temáticos
El compromiso en la pareja
Vivir en pareja implica un compromiso personal y con el otro. Es un acto de voluntad
que requiere trabajo y esfuerzo cotidianos. Mantener una vida sana en pareja, con es-
pacios de crecimiento y satisfacción para ambas partes a lo largo del tiempo, no es un
trabajo fácil, pero sí posible.
El compromiso más importante es personal, al asumir la responsabilidad del propio
crecimiento, cuidado y bienestar. La vida en pareja no implica dejar en manos del otro
el trabajo que debemos realizar nosotros mismos. Recordemos que la felicidad no de-
pende de lo que el otro es o hace, sino de la manera personal en que decidimos vivir y
enfrentar los desafíos que la vida nos presenta.
Así, la vida en pareja representa una magnífica oportunidad de enriquecernos con el
otro, de conocer otra forma de mirar y enfrentar la vida. El simple hecho de provenir de
diferentes familias amplía los puntos de vista, pues el contraste entre las costumbres,
valores, soluciones y prioridades de cada uno pueden ser aprovechados para construir
acuerdos y decidir juntos el tipo de relación que se busca, las metas de vida a alcanzar y
las acciones a realizar por parte de cada uno para lograrlo.
Ceder y acordar tomando en cuenta no solo los deseos personales, sino también las
necesidades y deseos del otro, permite hacer a un lado el egoísmo. La preocupación por
el bienestar de ambos y asumir la parte que le corresponde a cada uno para lograrlo es
la manifestación del amor maduro. La pareja va pasando por diferentes etapas, cada
una de las cuales presenta ventajas y retos para seguir juntos.
La primera etapa se encuentra dominada por el enamoramiento, el sentimiento, la
pasión, el encuentro sexual, la novedad y el misterio que el otro representa. Todo ello
constituye la motivación más importante en la decisión de estar juntos. El desafío aquí
es que el sentimiento domina a la razón, y en ocasiones no se ve al otro como es, sino la
imagen ideal que uno mismo se construye, sin que corresponda necesariamente con
la realidad. La comunicación, la sinceridad, el respeto y la aceptación por lo que en
verdad es cada uno ayudan a pasar del enamoramiento al amor.
En la siguiente etapa, si la pareja permanece unida, aspectos como la confianza, la
solidaridad y la amistad incrementan la comunicación y fortalecen la relación. El cono-
cimiento del otro, la posibilidad de discutir, de llegar a acuerdos, de ceder en lo que no
es vital para uno y mostrarse firme en aquello que no estamos dispuestos a cambiar per-
miten crear un espacio de seguridad para mejorar y madurar juntos. Ser compañeros y
socios de un proyecto de vida solidifica el vínculo.
Sentirse amado influye en la intimidad, de modo que los encuentros sexuales pueden
ser muy satisfactorios, aunque la etapa de enamoramiento, cuando la química era el
elemento dominante, esté dando paso a una relación más estable. En esta etapa con-
vertirse en padres puede ser la experiencia de amor más plena para ambos.
El reto es que por lo general el trabajo, los problemas cotidianos, las presiones eco-
nómicas, la rutina y el cuidado de los niños, cuando los hay, pueden hacer que se pierda
la comunicación, el contacto estimulante con la pareja, y sin darse cuenta ambas par-
tes se van convirtiendo en extraños, dejan de ser pareja, se olvidan de buscar tiempo
para sí mismos, para hacer juntos lo que les gusta y unió un día, hasta que en el mejor
de los casos solo los enlaza la preocupación por los hijos. El cuidado mutuo, las ocupa-
ciones estimulantes, los espacios de intimidad y la ruptura de la rutina ayudan a con-
servar la relación y a cultivar la atracción y el amor.
Las parejas mayores que han logrado madurar juntas establecen una relación de con-
fianza, aceptación y conocimiento mutuo que les permite tenerse paciencia, disfrutarse
mutuamente y, si han desarrollado una vida personal y de pareja plena, esto tendrá como
resultado encuentros estimulantes y satisfactorios aun en el aspecto sexual, aunque la
frecuencia e intensidad se transformen. La preocupación por un embarazo en esta etapa
de la vida desaparece y en muchos casos se genera una mayor libertad para disfrutarse
juntos.
El desafío en esta etapa, cuando por lo general los hijos se independizan y que mu-
chas veces coincide con el retiro laboral, aunado a cambios físicos, enfermedades, de-
terioro y disminución de algunas capacidades, así como en algunos casos la falta de
trabajo intelectual y experiencias estimulantes, pueden dejar a una pareja que no cui-
dó su relación conviviendo como dos desconocidos. Recuperar las actividades que dis-
frutaban juntos, recordar los momentos felices que los hizo enamorarse, cultivar cada
uno de los pasatiempos o estudios que siempre desearon hacer y compartirlo en pareja
reactivan el interés mutuo y el goce de la vida. Demostrarse amor con caricias y romper
la rutina, sobre todo en esta etapa, es fundamental para que las relaciones íntimas con-
tinúen siendo estimulantes y satisfactorias.
La relación de pareja es una de las experiencias que mayores oportunidades nos brin-
da de mejorar, pues la verdadera intimidad nos deja sin máscaras ante el otro y nos obliga
a enfrentarnos con lo que en realidad somos. Y si hay amor y compromiso mutuo, ésta
puede ser la mejor oportunidad de avanzar en nuestro desarrollo personal.
Continuar en pareja o terminar una relación debería ser una decisión responsable.
Cuando una relación es destructiva y no ofrece un espacio de crecimiento para ambos, es
necesario terminarla con madurez y cerrarla de manera comprometida con uno mismo,
con el otro y con los hijos. Resulta fundamental contar con el valor de hacerlo cuidándose
a uno mismo, al otro y a los hijos, de modo que se eviten las agresiones y que la experien-
cia sea lo menos dolorosa posible para todos.
Vivir en pareja puede ser el regalo para asumir la propia responsabilidad y compro-
miso de vida y crear juntos un espacio de crecimiento común enriquecido por ambos.
¡Aprovechémoslo, pues nunca es tarde!
• Valoremos nuestros logros; reconozcamos en voz alta qué agradecemos al otro y asi-
mismo lo que hemos aportado.
• Evitemos acumular molestias y resentimientos; expresémoslos sin agredir ni calificar
al otro, hablando en primera persona desde nuestro propio sentimiento, de modo que
escuchemos y validemos los sentimientos de nuestra pareja. Por ejemplo: “Me gusta-
ría que no discutamos estos asuntos cuando estemos cansados. ¿Te parece bien?”
• Hagamos un esfuerzo diario por aceptarnos a nosotros mismos y al otro tal cual so-
mos; recordemos que “los olmos nos exigimos peras” (tanto a nosotros mismos como
al otro) y que por añorar las peras muchas veces olvidamos disfrutar la frescura de la
sombra.
• Construyamos acuerdos cuando existan diferencias y cedamos ambas partes en la me-
dida de lo posible.
• Cultivemos nuestra relación de pareja sin importar la etapa en la que nos encontre-
mos; construyamos espacios y experiencias de intercambio, comunicación y conviven-
cia que rompan la rutina y nos permitan recordar por qué nos enamoramos.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
TRÁNSITO EN Remedios Varo
1962
ESPIRAL
Óleo sobre masonite
Planeación
TextosdeTemáticos
la sesión
Coincidir
Soy vecino de este mundo por un rato
y hoy coincide que también tú estás aquí.
Coincidencias tan extrañas de la vida
tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio y coincidir.
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?
Textos Temáticos
responsabilidad. Decir “quiero esto” debe equivaler a decir “estoy dispuesto a luchar
por ello, a pesar de las adversidades”.
Para ayudar a nuestros hijos a seguir sus anhelos y sueños y crear su propio proyecto de vida:
• Observemos los intereses, aptitudes y habilidades de nuestros hijos: ¿les interesan
los animales y entienden sus necesidades?, ¿disfrutan dibujar, esculpir, escribir,
escuchar música, bailar?, ¿pasan mucho tiempo armando con bloques, diseñando,
construyendo? Éstas podrían ser las pautas para detectar qué los inspira y que podría
convertirse en su futura vocación.
• Interesémonos en sus gustos y sueños: prestemos atención y démosles confianza para
que se acerquen a compartirlo. Evitemos ridiculizarlos por sus gustos y démosles la
importancia que merecen sin banalizarlos, pues corremos el riesgo de que nuestros
hijos interpreten que tanto sus deseos como sus sueños son una tontería.
• Si se trata de algo que en verdad les interesa, conozcamos más al respecto para saber
cómo orientarlos; familiaricémonos con el tema y compartamos con ellos conversa-
ciones y actividades. Fomentemos que tengan sus propias pasiones.
• Veamos sus intereses como una oportunidad para llevar a cabo un pequeño proyec-
to en el que pongan en marcha capacidades como enfocarse, investigar y planear,
al desarrollar también su voluntad, disciplina y perseverancia, que en un futuro les
resultarán esenciales para construir su proyecto de vida.
• Escuchémoslos, acompañémoslos y apoyémoslos siempre con los pies en la tierra,
mientras sus mentes generan sueños y metas de vida. Detrás de la frase “quisiera ser
astronauta” podría haber un interés científico, o si practica la danza o ballet y expresa
que desea convertirse en una famosa bailarina o bailarín, tendrá la posibilidad de
interiorizar técnicas y estrategias de la disciplina que en un futuro le servirán para
otros campos profesionales.
• Hagámosles saber que los grandes sueños no se cumplen solos, sino que requieren
de grandes compromisos: empeño, esfuerzo, preparación (por ejemplo, académica
Textos Temáticos
y deportiva) y muchas veces también sacrificios para acercarse a las metas. Si desde
pequeños desean algo con la suficiente fuerza, será su propia motivación la que les
dé el empuje necesario para encaminarlos hacia ellas.
• Llevemos a cabo un proyecto en familia, pensemos con nuestros hijos en un sueño
que nos inspire e involucre a todos y que conlleve un beneficio para la comunidad.
Definamos qué acciones concretas y realistas debemos llevar a cabo para lograrlo.
Por ejemplo, si nuestro sueño consiste en “disminuir la contaminación”, promovamos
la reflexión sobre las acciones reales y concretas que podemos tomar para contribuir
a esta causa: separar la basura, apagar las luces cuando no las necesitemos, ahorrar
agua, levantar los excrementos de las mascotas, lavar las banquetas o el patio con
cubeta en vez de hacerlo con manguera, entre otras.
Para vivir con plenitud, ver las cosas como son, tanto dentro como fuera de uno mismo,
y actuar de manera congruente se requieren el coraje y la madurez para conocerse. El
autoconocimiento implica un encuentro personal, con voluntad, decisión, ecuanimidad
y paciencia, para explorar nuestro interior, observar sin juzgar y descubrir las emocio-
nes, temores, apegos y aversiones, entre otros sentimientos que brotan de nuestro in-
terior. Cuando una persona ve y toma conciencia de su realidad interna y de su esencia,
es capaz de proceder con mayor madurez, responsabilidad y congruencia.
Otro aspecto importante para autoconocernos consiste en desarrollar la capacidad
de observarnos en diferentes situaciones cotidianas, al escuchar nuestra intuición para
identificar qué nos dice nuestro interior sobre nosotros mismos. Saber cuáles son nues
tros gustos, intereses y preferencias resulta primordial para definir quiénes somos, pero
también es muy útil descubrir aquello que no nos gusta o nos molesta para, a partir de ello,
conocer otros aspectos de nosotros mismos, poner límites y tomar decisiones conscientes.
Para contribuir a nuestro autoconocimiento es importante dejarnos fluir con auten-
ticidad y congruencia, permitirnos ser, respetarnos y evitar la reproducción mecánica
de esquemas y patrones que no nos son propios. A fin de aprender sobre nuestros re-
cursos internos, es indispensable reconocer nuestros talentos y fortalezas, así como
nuestras limitaciones y áreas de mejora, las cuales se pueden convertir en oportunida-
des de crecimiento.
Muchas personas llenan sus vidas con toda clase de actividades y muchas son las que
se sirven de tales actividades para huir de sí mismas. Este exceso y saturación son es-
capes muy frecuentes en nuestra sociedad, en la que se ha sobrevalorado el hacer y la
eficiencia, dejando de lado el ser. La sobrecarga de actividades es un mecanismo de
defensa que permite evadir conflictos internos y externos, a fin de no mirar en uno
mismo ni enfrentar problemas que requieren atención. Pero aquello de lo que se huye
no desaparece ni se debilita; por el contrario, se fortalece.
La energía personal se debería encauzar de manera sabia y consistente hacia el en-
cuentro con uno mismo. Solo así es posible resolver situaciones internas y externas que
nadie más atenderá por uno. Al irnos encontrando, también nos iremos conociendo, y a
través del autoconocimiento tendremos conciencia para actuar de manera congruente,
que resuene con nosotros mismos y que nos satisfaga.
Una forma para lograr el autoconocimiento es el “silencio interno”, en busca de espa-
cios de soledad que nos permitan, por medio de la respiración rítmica y profunda y con los
ojos cerrados, aquietar el cuerpo y la mente. Al hacer de esta práctica una parte de nues-
tra cotidianidad empezaremos un proceso de descubrimiento y conocimiento propios.
El autoconocimiento implica distinguir nuestra verdadera voz dentro del coro de vo-
ces internas, es decir, aquellos pensamientos, emociones y sensaciones que hacen rui-
do dentro de nosotros y nos distraen. Cada persona tiene la posibilidad de determinar
su propia verdad en cada situación; es decir, aquella que es válida para uno y que nos
permite valorar situaciones como justas o injustas, honestas o deshonestas, sanas o
dañinas, según nuestros propios criterios.
Es fundamental reconocer que el autoconocimiento constituye un camino que puede
durar toda la vida; se trata de un proceso, y como tal requiere de paciencia, sensibilidad
y persistencia y cuyos resultados no son inmediatos ni definitivos. En este andar a veces
avanzamos, otras retrocedemos e incluso nos podemos quedar estáticos. Es un proceso
de autodescubrimiento en el que debemos enfrentarnos también al gran desafío de ha-
llar congruencia entre nuestro pensar, sentir y actuar.
Para distinguir la voz más íntima de cada uno de nosotros hay que dejarnos guiar por
nuestro corazón. Esto nos da la posibilidad de sensibilizarnos y conectarnos con los de-
más y nuestro entorno. Cuando alcanzamos un cierto grado de conciencia y autocono-
cimiento, descubrimos que nos será casi imposible dañar de manera intencional a los
demás y a la naturaleza, lo que implica una ética auténtica y no impuesta desde fuera.
Anexo
Por corresponder a la última sesión del programa, por su profundidad y porque de algu-
na manera se relaciona con los demás, este tema incluye el presente anexo, el cual se
puede trabajar como ejercicio de introspección en diferentes momentos para valorar y
reflexionar su proceso y evolución.
Una herramienta útil en el largo camino del autoconocimiento consiste en cues-
tionarse sobre la propia integridad y congruencia entre nuestras actitudes y acciones
respecto de nuestros principios y valores, de modo que en verdad nos conectemos con
nuestra esencia.
A veces vale la pena hacer un alto en la vida para reflexionar sobre ciertos temas sus-
ceptibles de ayudarnos a cobrar conciencia de nuestro actuar, sin pretender la perfección
y con el entendimiento de que la vida es un proceso de cambios y aprendizaje. Temas
como honestidad, integridad, totalidad, generosidad, gratitud, cuidado del entorno y
amor a la naturaleza.65
Las siguientes preguntas pueden resultar de utilidad como pautas de reflexión. Res-
pondámoslas con honestidad y hagamos un trabajo personal profundo y valiente, pero
también paciente y constante, para llevar a cabo de manera paulatina los cambios y
transformaciones que deseamos. Es casi seguro que nuestras respuestas en muchos
casos no sean favorables, pero la buena noticia es que podemos crear conciencia sobre
ello y trabajar para mejorar.
¡Buen viaje en el camino de conocerse a sí mismo para el propio crecimiento!
Textos Temáticos
Honestidad
¿Soy honesto con los demás? ¿Les hago saber lo que en verdad pienso y siento o les
transmito una imagen que oculta o disfraza importantes aspectos de mí? ¿Estoy dis-
puesto a verme a mí mismo con toda sinceridad o me autoengaño de una u otra ma-
nera? La vida que he escogido vivir, ¿constituye mi verdad o se encuentra llena de
mentiras y componendas?
Integridad
¿Vivo según lo que digo o me contradigo en forma continua entre lo que pienso y hago?
¿Acepto la responsabilidad de mis actos y elecciones o culpo a los demás o a las cir-
cunstancias? ¿Estoy dispuesto a reconocer mis errores, mis faltas de consideración,
mis insensibilidades?
Totalidad
¿Me entrego por completo a lo que creo, a mi verdad del momento, a la expresión de
mi sentir frente a los seres que quiero? ¿O acaso me acomodo a las expectativas de los
demás o a la búsqueda del aprecio y la popularidad? ¿Me comprometo enteramente
en cada momento como si fuera el último día de mi vida, o en forma continua postergo
para un futuro incierto e imaginario lo que quiero expresar o hacer?
Generosidad
¿Vivo solo para mí y mis intereses egoístas o busco entregar lo mejor de mí con todas
las personas con que me relaciono, como familia, amigos, compañeros de trabajo, em-
pleados e incluso con las personas que me atienden en una tienda o servicio? ¿Estoy
dispuesto a tomar verdaderamente en serio las necesidades de otros y a actuar en con-
secuencia, o me importan poco? ¿En realidad deseo el bien común?
Índice de formatos
1. Carátula fólder del participante para archivar los textos temáticos
Textos temáticos y tips El Consejo de padres dia, para crecer con nuestros hijos es una
propuesta educativa que surge a partir del programa dia (siglas
Padres dia en acción de Desarrollo de Inteligencia a través del Arte), dirigida a pa-
dres de familia con el objetivo de ofrecerles un espacio de diálo-
go, reflexión, aprendizaje, convivencia y búsqueda de alterna-
tivas útiles para la crianza, educación y formación de sus hijos,
así como para las necesidades e inquietudes actuales de los
propios padres. Se trata de una opción que permite estrechar
el vínculo escuela-familia, la cual constituye un consejo porque
sus miembros tienen un fin común: intercambiar sus saberes,
ideas y puntos de vista; ser autores de su propio discurso, más
conscientes y activos en su labor como padres, lo que les permi-
te desarrollar mayores herramientas para llevarla a cabo, pero
también para disfrutarla, de acuerdo con sus propias necesida-
des y valores.
NOMBRE
CICLO ESCOLAR
Consejo de padres dia para crecer con nuestros hijos 2
FAVOR DE LLENAR ESTE FORMATO. SUS DATOS SERÁN DE UTILIDAD PARA TENER UN REGISTRO
DE LOS PARTICIPANTES Y CONTACTARLOS EN CASO NECESARIO. ¡MUCHAS GRACIAS!
NOMBRE COMPLETO:
FAVOR DE RESPONDER DE MANERA ANÓNIMA A LAS SIGUIENTES PREGUNTAS. SUS RESPUESTAS HONESTAS
SERÁN MUY VALIOSAS PARA MEJORAR ESTE PROGRAMA. ¡GRACIAS!
Comentarios y sugerencias:
Consejo de padres dia para crecer con nuestros hijos 4
FAVOR DE FIRMAR EN LA CASILLA QUE CORRESPONDE A SU NOMBRE Y A LA SESIÓN DE HOY PARA REGISTRAR SU ASISTENCIA:
NOMBRE SESIÓN 1 SESIÓN 2 SESIÓN 3 SESIÓN 4 SESIÓN 5 SESIÓN 6 SESIÓN 7 SESIÓN 8 SESIÓN 9 SESIÓN 10
Fecha: Fecha: Fecha: Fecha: Fecha: Fecha: Fecha: Fecha: Fecha: Fecha:
/ / / / / / / / / / / / / / / / / / / /
FORMATO DE AUTOOBSERVACIÓN PARA EL ORIENTADOR Y VALORACIÓN FINAL 5
DE LA SESIÓN DE CONSEJO DE PADRES DIA
ESCUELA/INSTITUCIÓN ORIENTADOR(A)
NOMBRE DE LA IMAGEN
A) AUTOOBSERVACIÓN
1. Después de la sesión, marque las acciones e interacciones que realizó.
2. Utilice la segunda columna si considera necesario escribir alguna observación, comentario o anécdota
que enriquezca su autovaloración.
3. Valore su desempeño de manera honesta: asigne un valor del 1 al 5 en relación con el cumplimiento
de la intención global del principio, donde 1 es el menor valor de logro y 5 el máximo.
4. Es recomendable llevar a cabo la autoobservación de su desempeño después de cada sesión, al menos
durante las primeras experiencias como orientador, con la intención de que introyecte todas las acciones
e interacciones de cada principio.
PREPARÉ LA SESIÓN:
Observé la imagen.
Revisé la planeación de la sesión.
Revisé los textos temáticos.
Planeé el ejercicio de orientación.
1
PRINCIPIO PEDAGÓGICO GENERAR
2
Intención general: Fomentar la observación, el análisis y la reflexión en torno
3
a la obra de arte y los temas tratados a través del diálogo grupal.
4
5
ACCIONES E INTERACCIONES REALIZADAS OBSERVACIONES, ANÉCDOTAS, COMENTARIOS RELEVANTES
1
PRINCIPIO PEDAGÓGICO MOTIVAR
2
Intención general: Construir un espacio de confianza, calidez, reconocimiento
3
y respeto que fortalezca la autoestima de los participantes, propicie su
4
5 participación y mantenga el interés del grupo.
1
PRINCIPIO PEDAGÓGICO CERRAR Y TRASCENDER
2
Intención general: Consolidar los aprendizajes obtenidos durante la sesión,
3
4 promover la reflexión individual y la creación de alternativas de acción en
5 situaciones de crecimiento personal y la crianza, educación y formación de los hijos.
Después de cada sesión, reflexione sobre las siguientes preguntas, cuyas respuestas lo ayudarán
a ir conociendo mejor las necesidades de su grupo de padres y a actuar en consecuencia.
EJERCICIO DE ORIENTACIÓN
Ejercicio llevado a cabo:
2. REFLEXIÓN GRUPAL:
¿Qué logros tuve?
Si surgió un tema no contemplado aparte de los tres previstos, ¿qué preguntas formulé para trabajarlo?
4. APRENDIZAJES:
¿Cuáles fueron los aprendizajes más significativos que compartieron los padres al final de la sesión?
Glosario
Actitud. Es la respuesta emocional y mental a las circunstancias de la vida; la tendencia
del individuo a reaccionar, en forma positiva o negativa, a determinado valor social.
Agente de cambio. Aquella persona que altera la capacidad humana o los sistemas de
organización para lograr un mejor y mayor grado de resultados. En el Consejo de padres
dia se concibe al orientador como un agente de cambio porque ayuda a los padres a
conocer su realidad e identificar y desarrollar los recursos necesarios para transformar
aquello que desean cambiar.
Código de ética. Aquel que fija las normas para regular los comportamientos de las per-
sonas en una empresa u organización. Si bien la ética no impone castigos legales, su
código supone una normativa interna de cumplimiento de las conductas moralmente
aceptables.
Cohesión grupal. Se refiere al proceso, fuerzas (de atracción) y factores como la per-
tenencia, la vinculación y los objetivos comunes que permiten a los miembros de un
grupo sentirse unidos y permanecer en él.
263
Comunidad educativa. Es el colectivo de actores que forman parte del sistema de toda
escuela: alumnos, maestros, directivos y padres de familia, cuya interacción influye en
los procesos y resultados de su proyecto educativo.
Crianza, educación y formación. La propuesta del Consejo de padres dia es que los pa
dres estén conscientes de sus prácticas de crianza, educación y formación de los hijos,
de modo que transformen lo que consideren necesario.
• Crianza. Se refiere a la alimentación y cuidado físico, afectivo y social que recibe un
ser humano desde que es un recién nacido hasta que se puede valer por sí mismo.
• Educación. Es el proceso multifactorial mediante el cual se transmiten conocimientos,
valores, costumbres, pautas culturales y formas de actuar. La educación no sólo se
produce a través de la palabra, pues se encuentra presente en todas nuestras accio-
nes, sentimientos y actitudes.
• Formación. En el programa también se incluye este concepto, a fin de enfatizar en
el aspecto humano de la educación por medio de un conjunto de experiencias pro-
vistas por los padres que permitan a los hijos crecer como personas y desarrollar su
potencial.
Modelo mental, idea preconcebida y prejuicio. En el Consejo de padres dia estos con-
ceptos son relevantes, pues las personas toman decisiones y actúan con base en mo-
delos mentales, ideas preconcebidas y prejuicios, por lo que resulta importante estar
consciente y reflexionar sobre los mismos:
• Modelo mental. Es el mecanismo del pensamiento mediante el cual un ser humano,
o cualquier otro animal, intenta explicar cómo funciona el mundo real. Se trata de un
símbolo interno o representación de la realidad externa o hipotética, el cual juega un
papel importante en la cognición.
• Idea preconcebida. Se define como el marco para observar el mundo o formas de
pensar intrínsecas. Estas ideas limitan el libre pensamiento de los seres humanos y
reducen su alcance. Incluso se pueden convertir en el mayor impedimento para la ex-
pansión de la conciencia, pues limitan las experiencias de los individuos.
• Prejuicio. Se refiere al proceso de formación de un concepto, juicio u opinión positiva o
negativa acerca de una persona o situación antes de determinar la preponderancia de
la evidencia, es decir, sin tener suficientes elementos previos o ninguna experiencia
directa o real.
Obra de arte visual. Es cualquier manifestación artística cuyo lenguaje apele sobre todo
al sentido de la vista: pintura, escultura, grabado, fotografía, video y cine, entre otras.
Pautas de mediación. Son los lineamientos o modelos presentes en cada uno de los
principios pedagógicos del programa dia, los cuales resultan necesarios para lograr la
calidad en la mediación.
Valoración positiva de uno mismo. Se logra al construir una imagen que permita actuar
con confianza y seguridad a partir del descubrimiento de las capacidades y recursos
personales.
267
Créditos iconográficos
• Página 106
Rufino Tamayo
La familia
1987
Óleo sobre tela
© D.R. Rufino Tamayo / Herederos / México / 2013
Fundación Olga y Rufino Tamayo, A.C.
• Página 118
Diego Rivera
Fin del recorrido (detalle)
1923-1928
Mural fresco
D.R. © 2013 Banco de México, “Fiduciario” en el Fideicomiso relativo a los Museos
Diego Rivera y Frida Kahlo. Av. 5 de Mayo No. 2, Col. Centro, Del. Cuauhtémoc
06059, México, D.F.
• Página 128
Marc Chagall
El paseo
1917
Óleo sobre tela
D.R©MARC CHAGALL/ADAGP/SOMAAP/México 2013
Reproducción autorizada por en INBA
• Página 138
Anónimo
De coyote, mestizo y mulata
Siglo XVIII
Óleo sobre tela
CONACULTA-INAH-MEX
Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia
• Página 148
Antonio Ruiz “El corcito”
La soprano
1949
Óleo sobre madera
Acervo Patrimonial, Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
D.R. ©Luisa Barrios Honey Ruiz
• Página 158
Jacques Henri Lartigue
Dani y su hijo
1944
Fotografía blanco y negro
D.R. © JACQUES HENRI LART IGUE/ADAGP/SOMAAP/México/2013
• Página 168
Carlos Azpeitia Conde
Sin título
ca. 1980
Fotografía blanco y negro
Fuente: Niños SEP-Fonapas, México, 1981. Pág. 137
• Página 180
Duane Hanson
Compradora de supermercado
1970
Escultura en fibra de vidrio
D.R. ©DUANE HANSON/VAGA/SOMAAP/México 2013
• Página 192
Diane Arbus
Sin titulo
ca. 1965
Fotografía banco y negro
D.R. ©DIANE ARBUS /ARS/SOMAAP/México 2013
• Página 204
Antonio Vizcaíno
Lacandón, Lacanja, Chiapas
1990
Fotografía a color
D.R. © Antonio Vizcaíno
Segundo ciclo
• Página 216
Alberto Schommer
Sin título
Fecha no disponible
Fotografía blanco y negro
D.R. © ALBERTO SCHOMMER/VEGAP/SOMAAP/México/2013
• Página 226
Fanny Rabel
El náufrago
1983
Técnica mixta sobre tela
D.R.©FANNY RABEL/SOMAAP/México 2013
• Página 240
Frida Kahlo
Retrato de doña Rosita Morillo
1944
Óleo sobre masonite
D.R. © 2013 Banco de México, “Fiduciario” en el Fideicomiso relativo a los Museos
Diego Rivera y Frida Kahlo. Av. 5 de Mayo No. 2, Col. Centro, Del. Cuauhtémoc
06059, México, D.F.
Reproducción autorizada por el INBA
• Página 252
Anónimo
Sin titulo
ca. 1950
Fotografía a color
• Página 262
Pablo Ortiz Monasterio
Sin titulo
1989
Fotografía en blanco y negro
D.R. © Pablo Ortiz Monasterio
• Página 272
Guillermo Meza
Autorretrato en la montaña
1955
Óleo sobre tela
D.R. ©GUILLERMO MEZA/SOMAAP/México 2013
• Página 284
Atribuido a Juan Tinoco
María Magdalena
Siglo XVII
Óleo sobre tela
Colección Banco Nacional de México
• Página 296
Edvard Munch
El grito
1893
Témpera y pastel sobre madera
D.R. ©EDVARD MUNCH/BONO/SOMAAP/México 2013
• Página 306
Brassaï (Gyula Halász)
Pareja de enamorados en un pequeño café
1932
Fotografía blanco y negro
© Estate Brassaï –RMN-Grand Palais
Localisation: Paris, musée national d´Art moderne– Centre Georges Pompidou
© Centre Pompidou, MNAM-CCI, Dist. RMN-Grand Palais/
Jacques Faujour
• Página 318
Remedios Varo
Tránsito en espiral
1962
Óleo sobre masonite
D.R©REMEDIOS VARO/VEGAP/SOMAAP/México 2013
Agradecimientos
Agradecemos profundamente a las instituciones y a todas las personas que hicieron
posible el programa piloto de Consejo de padres dia, llevado a cabo de enero a junio de
2011 y de septiembre de 2011 a junio de 2012.
Instituciones:
Desarrollo de la Comunidad, A.C.
Centro Educativo Exea, S.C.
Centro de Atención Múltiple núm. 10
Reintegra, A.C.
Escuela Herminio Almendros, S.C.
Gracias al Centro Educativo Exea, S.C. por su confianza y por abrir sus puertas, como
siempre, a los programas de La Vaca Independiente; a su director, Marco Hernández
Medina y a Hilda González Olguín por su apoyo en todo momento.
ISBN: 978-607-96042-1-9
Formato para Preguntas de Reflexión
Después de estas reflexiones ¿Qué aspectos deseo trabajar conmigo, con mi pareja y con mis hijos?
¿Qué actitudes quiero transformar y qué acciones concretas realizaré?