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256:556):
Hechos: la actora participo de una huelga siendo dependiente de la demandada, quien despidió a la primera, que acciona por despido
arbitrario. En su contestación, la demandada sostiene, en relación al tema que nos interesa, la invalidez del artículo 14 bis CN que
reconoce el derecho de huelga, invocando que la Convención Constituyente de 1957 omitió aprobar el acta y la versión taquigráfica de
la sesión durante la cual fue sancionado, de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 11 del reglamento interno de la Convención. En
las instancias de grado se hace lugar a la demanda y se rechaza el planteo patronal.
Esta interpone recurso extraordinario reiterando su posición.
Sentencia de la Corte: la mayoría (Villegas Basavilbaso-Araoz de Lamadrid-Aberastury-Colombres-Imaz-Bidau) desestima la queja
pero no se pronuncia sobre el rechazo de la pretensión de invalidez del artículo 14 bis. Para ello recordó que desde el caso “Cullen
c/Llerena”, en principio, el tribunal no tiene jurisdicción para examinar el procedimiento de formación y sanción de las leyes con
fundamento en la necesidad de preservar la separación de poderes (c. 1/2), empero a continuación establece la excepción: si se
demostrase “la falta de concurrencia de los requisitos mínimos e indispensables que condicionan la creación de la ley” (c. 3). Si ello es
así respecto al procedimiento para hacer la ley, “con mayor razón” la Corte no puede decidir si el artículo 14 bis fue sancionado de
acuerdo con el reglamento interno de la Convención Constituyente, no resultando comprobado que la situación se encuentre en el
supuesto de excepción (c. 4).
Disidencia de Boffi Boggero: sin llegar a pronunciarse sobre el fondo de la cuestión planteada por la patronal, señala que ella es
“claramente justiciable”; que ello no es en violación, sino a la inversa, en servicio de la separación de poderes; el Poder Judicial está
obligado a pronunciarse aun cuando se debate acerca de si una reforma tiene o no validez constitucional por no haber guardado el
procedimiento establecido, pues así lo disponen los ex artículos 100 y 101 CN (actuales 116 y 117).
Comentario al fallo: se trata de un trascendente precedente puesto que tres décadas después el voto mayoritario será invocado para
invalidar por vez primera una cláusula de la Constitución federal. Respecto a la mayoría, sin perjuicio del argumento utilizado, no
cabe objetar la no justiciabilidad del procedimiento utilizado por la Convención Constituyente toda vez que el poder constituyente, de
acuerdo con el desarrollo que hemos efectuado, no puede estar sujeto a. normas jurídicas. La tesis amplia del control postulada por la
disidencia, muy convincente en otras temáticas y circunstancias, por la naturaleza de lo debatido en el caso (la inconstitucionalidad de
una norma constitucional reformada), se enfrenta con el problema de que un poder constituido como el Poder Judicial controlaría al
poder constituyente (encarnado en la Convención).
Hechos: el doctor Fayt, invocando su calidad de ministro de la Corte desde fines de 1983 y haber superado la edad de 75 años ya al
Momento de la reforma de 1994, interpone una acción declarativa (art. 322, CPCCN) a fin de obtener se declare la nulidad en los
términos del artículo 6o, Ley 24.309 de la reforma introducida en 1994 por el artículo 99, inciso 4o, párrafo 3o CN al viejo texto
constitucional por restringir la garantía de la inamovilidad consagrada en el actual articulo 110 CN (ex 96). Para el alcance de esta
cláusula ver su estudio dentro del capítulo del Poder Judicial federal. En síntesis, argumenta dos tipos de vicio: de procedimiento, pues
lo impugnado no se encontraba entre los temas habilitados por la Ley 24.309 ni en su “Núcleo de Coincidencias Básicas” y, por tanto,
sostiene que la Convención se extralimito en sus facultades, y de fondo, por cuanto la garantía afectada hace a la independencia del
Poder Judicial y esto, a su vez, es esencial a la forma republicana. En Ia instancia se hace lugar a la acción y se declara la nulidad de la
parte de la reforma de 1994 cuestionada (según art. 6o, Ley 24.309); en tanto que la Cámara Nacional de Apelación en lo Contencioso
Administrativo, sala 3a, modifica la sentencia al aceptar la demanda pero sin declarar la invalidez de la reforma constitucional por
considerar que la norma impugnada no altera la garantía de inamovilidad de que goza el actor por haber sido designado bajo
El régimen constitucional anterior y, por tanto, ella no es aplicable al juez Fayt. Contra ese pronunciamiento, el Estado nacional
interpone recurso extraordinario.
Excusaciones/recusaciones: llegado el caso a los estrados de la Corte, el procurador Becerra emite dos dictámenes sobre la vista
conferida: uno sobre el fondo de la cuestión, y otro donde solicita la excusación de todos los ministros del Alto Tribunal (obviamente,
excluido Fayt) por motivos graves de decoro y delicadeza (art. 30, CPCCN), y en subsidio reclama su recusación con base en la causal
de interés en el juicio (art. 17.2, CPCCN). Dos días después, la Corte (sin la intervención de Petracchi por ausencia) desestima in
limine el pedido por entender que la decisión del tema no incidía sobre sus situaciones personales desde el momento en que ninguno
de ellos había "promovido una acción análoga a la planteada en esta causa por el doctor Carlos S. Fayt”. El procurador insiste en su
petición original e interpone una revocatoria contra aquel rechazo de la Corte. Esta, por mayoría, rechaza la revocatoria con
argumentos formales; en disidencia, Petracchi, quien se excusa y recuerda casos donde los miembros
de la Corte se excusaron ante planteos sobre la garantía de la intangibilidad de los haberes de los jueces nacionales, cuestión tal vez
de menor entidad que la presente.
Dictamen del procurador sobre el fondo de la cuestión: en forma extensa y fundada, se pronuncia por el rechazo de la demanda en
todas sus partes, fundándose en las facultades implícitas que es dable reconocer a una convención constituyente.
Sentencia de la Corte: en votación dividida la mayoría (voto de Nazareno-Moline-Boggiano-Lopez-Belluscio y con su voto
Vázquez)
declara la nulidad de la reforma introducida por la Convención Reformadora de 1994 en el artículo 99, inciso 4o, párrafo 3o y en la
D. T. 11a CN. Para así decidir el voto mayoritario dijo que la cuestión es justiciable (c. 5), cita la doctrina del caso “Soria de
Guerrero” de 1963 (c. 6), y luego de analizar exhaustivamente la Ley 24.309 (c. 7/14) concluye que la Convención se excedió en sus
facultades según el artículo 30 CN y lo dispuesto en la declaración de necesidad de la reforma (c. 15), para terminar aclarando que este
fallo no comporta pronunciarse sobre aspectos sustanciales “que conciernen a la conveniencia o inconveniencia de la norma
impugnada” (c. 16).
Disidencia parcial de Bossert: no nulifica la reforma y confirma lo resuelto por la Cámara en cuanto hace lugar a la acción
declarativa; pero discrepa con aquella respecto a que la limitación a la inamovilidad del artículo 99, inciso 4o, párrafo 3o CN afecta
solo a aquellos que “cumplan la edad de 75 años” después de 1994, y por lo tanto, no a Fayt que ya había superado esa edad al
sancionarse la reforma
.
Comentario al Fallo:
Al margen del tema específico en discusión (ver su análisis en el capítulo del Poder Judicial) y del acierto o error de la respuesta dada
al respecto, es un auténtico leading case al invalidar por vez primera una reforma constitucional a nivel federal basado exclusivamente
en supuestos vicios de procedimiento y no de fondo. Bien es cierto que, dos meses antes, en el caso “Iribarren” (ver su análisis en el
capítulo del Poder Judicial federal), Vázquez había adelantado este criterio al pronunciarse sobre una parecida norma de nivel local
(art. 88, Const. de Santa Fe). De esta forma, la Corte argentina al convalidar la extrema limitación impuesta por el Congreso a la
Convención, nulificando (con efecto erga omnes, aunque no lo diga) una decisión del poder constituyente, ha introducido una
preocupante incertidumbre que potencialmente afecta a todas las normas introducidas en la reforma de 1994 en la medida en que se
argumente, por ahora, algún vicio de forma sobre la misma. A su vez, ni siquiera se ha tenido en cuenta la inveterada doctrina de la
propia Corte federal que ensena que cualquier declaración de inconstitucionalidad (a fortiori de nulificacion) debe ser la última ratio
del ordenamiento jurídico, más aun en este caso concreto donde se pudo amparar la garantía de
inamovilidad en general (de todo el Poder Judicial) y en particular (del propio accionante), como lo demuestra la propia disidencia
parcial.
Por último, lo resuelto se hace aún más endeble si se tiene en cuenta el sorpresivo rechazo de la excusacion-recusacion, cuando en
tantos casos en que estuvo en juego -siempre según los propios integrantes de la Corte- la intangibilidad de las remuneraciones de los
jueces, la Corte se integró con conjueces: además del caso “Bonorino Pero” de 1985 y su saga (analizados en el capítulo del Poder
Judicial federal), véanse aquellas causas que involucraban a integrantes del Poder Judicial, en actividad o en retiro: sobre exención del
impuesto a las ganancias: en 1936, caso “Medina” (F. 176:73); sobre integración de haberes jubilatorios: en 1988, casos “Piccirilli” y
“Moras Mom” (F. 311:1946 y 2788), y en 1994, casos “Almeida Hansen” y “Munos” (F. 318:249 y 2122).
Sentencia de la Corte: la decision fue dividida, ya que siete ministros votan por la confirmacion del rechazo del amparo (cinco en
conjunto y dos en votos por separado), mientras que en sendas disidencias, dos jueces votan por su acogimiento integro (Fayt) y
limitado (Boggiano). Como el voto conjunto de la mayoria no entra al fondo de la cuestion, es preciso repasar los cuatro votos
individuales (dos que se suman a la mayoria y dos por la minoria) para apreciar las multiples facetas del fallo.
Voto concurrente (Belluscio-López-Petracchi-Levene-Bossert): sin abordar la cuestion de fondo, directamente considero improcedente
la via extraordinaria al negarle legitimacion al recurrente por entender que la condicion de ciudadano invocada no es apta, en el orden
federal, por su generalidad, para demandar la accion de la justicia, y no configura interes concreto, inmediato y sustancial que permita
considerar al presente como caso, controversia o causa a la que se refiere el articulo 2°, Ley 27; de igual manera su condicion de
diputado tampoco confiere legitimacion, pues no sustenta interes propio.
Votos concurrentes de Nazareno y Moliné: el primero argumento que se trataba de una cuestion politica no justiciable lo relativo al
procedimiento de sancion de las leyes, y que mas alla del nomen juris y la forma dados a la declaracion de la necesidad de la reforma,
la naturaleza de ese acto es politica y no legislativa. El segundo, reiterando que no corresponde a los jueces controlar el modo del
ejercicio de las atribuciones de los otros poderes, agrego que lo unico que exige el articulo 30 CN es que se vote con una mayoria
especial, sin especificar de que modo debe emitirse esa declaracion; por ende, a su criterio, el amparista invoca el incumplimiento de
una exigencia que la Constitucion no contiene.
Disidencia de Fayt: voto por hacer lugar al recurso y dejar sin efecto la sentencia que desestimaba el amparo. Para asi decidir
considero, en primer lugar, que no se trataba de una cuestion politica, incluso a tenor de la propia jurisprudencia de la Corte que si
bien habia sostenido que era irrevisable el procedimiento de sancion de la ley, ello era asi en tanto el Congreso actuase dentro de los
limites constitucionales y no si incurriese en omision de tales requisitos; reconoce legitimacion al recurrente al considerar que “basta
ser ciudadano argentino para tener derecho a reclamar de los jueces el cumplimiento de la Constitucion”. Siendo ello asi, entendio que
la Ley 24.309 debio cumplir con el Capitulo V de la seccion constitucional dedicada al Poder Legislativo.
Disidencia parcial de Boggiano: hace lugar al recurso pero solo postula la inconstitucionalidad del articulo 2o de la Ley 24.309 en la
parte que se referia a la reforma del anterior articulo 48 CN relativo al mandato de los senadores, ya que en relacion a tal plazo cada
una de las camaras aprobo cosas distintas.
Comentario al fallo : es dable destacar la diversidad de temas en discusion en el caso “Polino” y las diversas respuestas dadas a
cada uno de ellos en los distintos votos. Sin perjuicio de que a lo largo de este libro se efectua el comentario especifico segun los
temas, aquí senalamos que coincidimos con la disidencia de Fayt respecto a la amplitud de la legitimacion para obrar (ver el tema en
amparo colectivo) y su postura en contra de las llamadas cuestiones politicas en tanto no versen sobre normas constitucionales (ver el
tema al estudiar el subprincipio de control). Empero, respecto a la naturaleza del acto legislativo que declara la necesidad de la
reforma coincidimos con quienes sostienen, de una manera u otra, su caracter distintivo con la funcion legislativa ordinaria y la
innecesariedad de la forma de ley. Por ultimo, respecto al procedimiento seguido por la Ley 24.309 pensamos que, en definitiva, la
diferencia de criterios entre las cámaras sobre el citado aspecto puntual fue remitida a la resolucion de la Convencion, pero en todo lo
demas hubo plena coincidencia entre ambas camaras, por tanto, resulta aplicable la doctrina judicial de la mayoria
del caso “Soria de Guerrero” (F. 256:558).
Hechos: el presidente Adams se apresuró a cubrir cuarenta y dos vacantes de nuevos jueces pues su partido (el Federalista) había
perdido las elecciones presidenciales ganadas por el candidato demócrata Jefferson, lo que también motivó la designación del hasta
entonces secretario
de Estado, John Marshall, como presidente de la Corte Suprema
de Justicia. Dada la premura del procedimiento, Adams no alcanzó a
comunicar todas las designaciones antes de que asumiera Jefferson y
éste, luego de asumir, le ordenó al nuevo secretario de Estado, Madison,
no efectuar las comunicaciones pendientes. En tal situación, cuatro de
los afectados, encabezados por Marbury, solicitaron a la Corte Suprema
que librara un mandamiento a Madison para que éste comunicara los
nombramientos; se apoyaron en la Judiciary Act de 1789 (de organización
de la justicia federal, fuente de nuestra Ley 48 de 1863) que,
según ellos, le otorgaba a la Corte la facultad de emitir dicho mandamiento.
Sentencia de la Corte Suprema de los EE. UU.\ desestimó la pretensión
de Marbury, pues sostuvo que la Judiciary Act era inconstitucional
dado que ampliaba la competencia originaria de la Corte a
un caso no previsto en la Constitución, que es donde está fijada esa
competencia. Por ello, estando en conflicto una ley ordinaria con la
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Q u ir o g a L a v ié - B e n e d e t t i - C e n ic a c e l a y a
Constitución, es función de los jueces decidir cuál de las dos debe
ser aplicada, debiendo optar por la Constitución y dejar de lado la
ley, pues la Constitución es la ley suprema de la Nación y las leyes
sólo son válidas si son dictadas en su consecuencia.
Comentario al fa llo : es el origen del contralor de constitucionalidad
judicial y, por ende, el primer antecedente para los países que han
adoptado el mismo sistema de control, caso de Argentina, donde además
nuestra Corte permanentemente invocará precedentes norteamericanos
para resolver casos que se le sometan (ver el tema en interpretación
constitucional). Lo curioso de este pionero fallo es que el
presidente de la Corte norteamericana era el mismo Marshall. Allí se
anuda la necesidad del control como deber ineludible de los jueces
con la idea de la constitución escrita y rígida, de la cual se deriva la
noción de supremacía constitucional.
5.2. En Argentina:
5.2.1. Desde 1863, año en que se instaló la Corte Suprema, hasta
1887, el Alto Tribunal no se pronunció sobre la inconstitucionalidad
de leyes nacionales. No obstante, en ese período hubo algunas declaraciones
sobre otras normas: en una temprana decisión (causa V) de
1863 (caso “Ríos”, F. 1:32) así lo hizo con un decreto del Poder Ejecutivo
de la Confederación por arrogarse funciones legislativas; sin
teorizar respecto de la facultad judicial de control de constitucionalidad,
dijo brevemente que “no tiene ningún valor legal” con arreglo al “principio
fundamental de nuestro sistema político” de división de poderes
y por el artículo 31 CN. En 1865, también con cita del artículo 31
CN, declaró “contraria” a la CN y por tanto “nula y de ningún efecto
en la presente causa” una ley impositiva local por considerar que establecía
aduanas interiores (caso “Mendoza c/Prov. San Luis” -1865 ,
F. 3:131), y en 1871 volvió a hacerlo con un decreto local (caso “Sociedad
de Beneficencia de Sras”, F. 11:139).
5.2.2. El pionero caso “Ríos” nos revela, al menos, que nuestra
Corte no tuvo necesidad de fundar y de argumentar como lo hizo
Marshall en los EE. UU. la teoría del control jurisdiccional; no hay
ni una palabra al respecto; “se lo daba como un hecho conocido, aceptado
y consumado ya en esa época” (Vanossi, 3). Sin embargo, ya en
1864 (causa L), también en el primer tomo de la colección Fallos
(caso “Calvete”, F. 1:340), sentó la doctrina del control que compete
a los jueces a partir de la especial misión de la Corte. Con citas de
jurisprudencia norteamericana dijo: “Este tribunal es el intérprete final
de la Constitución; por cuya razón, siempre que se haya puesto en
duda alguna de sus cláusulas y la decisión sea contra el derecho que
en ella se funda [...] la sentencia está sujeta a la revisión de la Suprema
Corte”. Esta sencilla doctrina sentada en “Calvete” sigue citándose
hasta nuestros días a pesar de las transformaciones habidas (disidencia
de Petracchi-Moliné en el caso “Ekmekdjian” de 1992, F. 315:1492,
y mayoría del caso “Serra” de 1993, F. 316:2454).
5.2.3. En el caso “Sojo” de 1887 (F. 32:120) se plantea por primera
vez la presunta inconstitucionalidad de una ley, en el caso por ampliar
aparentemente la competencia originaria de la Corte (contradicción
entre el derogado art. 20, Ley 48 y el ex art. 101, CN). Por ello, en
cierto modo es el equivalente del caso “Marbury” de los EE. UU. En
“Sojo” se reafirma la facultad de control aunque la mayoría de la
Corte desestima la acción al entender que no tenía competencia originaria
en esa causa y que la norma invocada no la ampliaba: expresamente
no se pronuncia sobre la presunta incompatibilidad de la Ley
48 con el ex artículo 101 (actual 117, CN), pero sí dijo que si aquélla
hubiera otorgado a la Corte esa facultad habría sido inconstitucional.
Hechos: Jueces de Corrientes demandaron a dicha provincia por actualización de haberes frente al deterioro provocado
por la inflación, invocando la intangibilidad constitucional de los mismos. El Superior Tribunal local declaró
inconstitucional de oficio la ley 23.928, en cuanto prohíbe todo mecanismo de indexación con posterioridad al 1° de
abril de 1991, e hizo lugar a la demanda. Concedido parcialmente el recurso extraordinario, la Corte Suprema consideró
que los jueces podían ejercer de oficio el control de constitucionalidad. Sin embargo, revocó la declaración emitida por
el inferior entendiendo que la norma no violaba garantía alguna.
Sumarios:
1. Los jueces están facultados para ejercer de oficio el control de constitucionalidad -en el caso, se declaró
inconstitucional la ley de convertibilidad 23.928 (Adla, LI-B, 1752) en un juicio por actualización de haberes judiciales,
decisión que fue revocada por la Corte al entender que dicha norma no viola garantía alguna-, sin que ello atente contra
el principio de división de poderes, pues siendo legítimo el control de constitucionalidad en sí mismo, carece de sentido
sostener que no se produce un avance indebido del Poder Judicial cuando media petición de parte y sí cuando no la hay.
2. La declaración de inconstitucionalidad de oficio -en el caso, de la ley de convertibilidad 23.928 (Adla, LI-B, 1752) en un
juicio por actualización de haberes judiciales, decisión que fue revocada por la Corte al entender que dicha norma no
viola garantía alguna- procede sólo si la incompatibilidad entre la norma invalidada y el texto constitucional resulta
manifiesta e indubitable, pues tal medida reviste suma gravedad institucional, debiendo recurrirse a ella sólo cuando la
estricta necesidad lo requiere.
3. La declaración de inconstitucionalidad de oficio -en el caso, de la ley de convertibilidad 23.928 (Adla, LI-B, 1752) en un
juicio por actualización de haberes judiciales, decisión que fue revocada por la Corte al entender que dicha norma no
viola garantía alguna respeta la presunción de legitimidad de los actos estatales, pues tal presunción cede cuando los
actos cuestionados contrarían una norma de jerarquía superior.
4. La declaración de inconstitucionalidad de oficio -en el caso, de la ley de convertibilidad 23.928 (Adla, LI-B, 1752) en un
juicio por actualización de haberes judiciales, decisión que fue revocada por la Corte al entender que dicha norma
respeta las garantías constitucionales- no lesiona el derecho de defensa en juicio, pues lo contrario conduciría a
descalificar toda aplicación de oficio de cualquier norma legal no invocada por las partes so pretexto de no haber podido
expedirse sobre su aplicación al caso concreto.
5. La ley de convertibilidad 23.928 (Adla, LI-B, 1752), en cuanto prohíbe todo mecanismo de indexación con
posterioridad al 1° de abril de 1991, no deviene inconstitucional en su aplicación a los sueldos de los jueces -en el caso,
la Corte revocó la inconstitucionalidad declarada de oficio por el inferior un juicio para actualizar haberes judiciales-, aún
frente al deterioro producido por la inflación, pues la intangibilidad de tales sueldos -art. 110, Constitución Nacional-
debe conciliarse con la facultad que tiene el Congreso para hacer sellar la moneda, fijar su valor y el de las extranjeras -
art. 75 inc. 11-.
Hechos: El Tribunal Oral en lo Criminal Nº 6 de la Cap. Fed. condenó a H. D. Giroldi a la pena de un mes de prisión en
suspenso, como autor penalmente responsable del delito de robo simple en grado de tentativa.
La defensora oficial interpuso recurso de casación. El fondo del litigio radicó en la inconstitucionalidad del límite impuesto
por el Art. 459, inc. 2, del Código Procesal Penal de la Nación, por contrariar lo dispuesto en el Art. 8, inc. 2, ap. h) de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que otorga a toda persona inculpada de un delito el derecho “de
recurrir el fallo ante juez o tribunal superior”.
La Cámara Nacional de Casación Penal, Sala I, rechazó el planteo de inconstitucionalidad y dio origen a la queja ante la
CSJN, la que declaró admisible el recurso.
Fundamentos
El a quo sostuvo que “por virtud de los límites objetivos fijados en los Arts. 458 a 462 del Código Procesal Penal no hay
posibilidad de recurso de casación ni inconstitucionalidad… y la causa ha fenecido en instancia única, por lo que su
sentencia es final y contra ella cabe el recurso extraordinario de apelación”
La Corte expresó que ante la reforma constitucional de 1994 que ha conferido jerarquía constitucional a varios acuerdos
internacionales (Art. 75, inc. 22, parr. 2), corresponde determinar si dentro del ordenamiento procesal penal existen el
órgano y los procedimientos para dar adecuada satisfacción a la garantía constitucional en cuestión.
Puede sostenerse que en la hipótesis de autos, el recurso extraordinario no constituye un remedio eficaz para la
salvaguarda de la garantía de la doble instancia que debe observarse dentro del marco del proceso penal como garantía
mínima para toda persona inculpada de un delito
La Cámara de Casación Penal ha sido creada, precisamente, para conocer, por vía de los recursos de casación e
inconstitucionalidad – y aun de revisión – de las sentencias que dicten, sobre los puntos que hacen a su competencia,
tanto los tribunales orales en lo criminal como los juzgados en lo correccional.
“Que lo expuesto determina que la forma más adecuada para asegurar la garantía de la doble instancia en materia penal
prevista en la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Art. 8, inc. 2, ap. h), es declarar la
invalidez constitucional de la limitación establecida en el Art. 459, inc. 2 del Código Procesal Penal de la Nación, en
cuanto veda la admisibilidad del recurso de casación contra las sentencias de los tribunales en lo criminal en razón del
monto de la pena”.
La jerarquía constitucional de la Convención Americana sobre Derechos Humanos ha sido establecida por voluntad
expresa del constituyente.
“Que, en consecuencia, a esta Corte, como órgano supremo de uno de los poderes del Gobierno Federal, le corresponde
– en la medida de su jurisdicción – aplicar los tratados internacionales que el país esta vinculado en los términos
anteriormente expuestos, ya que de lo contrario podría implicar responsabilidad de la Nación frente a la comunidad
internacional.
En tal sentido, la corte Interamericana precisó el alcance del Art. 1 de la Convención, en cuanto los Estados parte deben
no solamente “respetar los derechos y libertades reconocidos en ella”, sino además “garantizar su libre y pleno ejercicio a
toda persona sujeta a su jurisdicción”. Según dicha Corte, “garantizar” implica el deber del Estado de tomar todas las
medidas necesarias para remover los obstáculos que puedan existir para que los individuos puedan disfrutar de los
derechos que la convención reconoce.
Por consiguiente, la tolerancia del Estado a circunstancias o condiciones que impidan a los individuos acceder a los
recursos internos adecuados para proteger sus derechos, constituye una violación del Art. 1.1 de la Convención (opinión
consultiva Nº 11/90 del 10/8/90 – “excepciones al agotamiento de los recursos internos” – párr. 34). Garantizar
comprende, asimismo, “el deber de los Estados parte de organizar todo el aparato gubernamental y, en general, todas
las estructuras a través de las cuales se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera tal que sean capaces de
asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los derechos humanos” (id., parágrafo 23).”
Por todo esto se declara procedente la queja y el recurso extraordinario y se deja sin efecto el pronunciamiento apelado.
FALLO BRAMAJO
Hechos del caso_ Hernán Bramajo, fue detenido el 1º de julio de 1992. El fiscal acusó al procesado por delito de
homicidio calificado en concurso material con el robo doblemente agravado por haber sido cometido en armas, en
poblado y en bando y requirió la pena de reclusión perpetua con la reclusión por tiempo indeterminado.
El Tribunal anterior, concedió la excarcelación por aplicación del art. 1º de la ley 24.390, al cumplir los tres (3)
años de detención en prisión preventiva; concedió la excarcelación bajo garantía real debido a la gravedad de los
delitos atribuidos al procesado, la pena solicitada por el fiscal y la circunstancia de que se registra una condena.
El representante del Ministerio Público cuestionó la validez del art. 1º de la ley 24.390 debido a que se hallaría en
colisión con lo dispuesto por el art. 7º, inc. 5º de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; aduce,
también, que bajo el pretexto de reglamentar un tratado internacional, la ley 24.390 lo ha desvirtuado.
El recurso federal resulta procedente en la medida en que se ha cuestionado la validez de una ley nacional por ser
contraria a un Tratado Internacional; la resolución impugnada es equiparable a sentencia definitiva, ya que se trata
de una cuestión que reviste gravedad institucional, en que el criterio adoptado por el a quo compromete la
administración de justicia al afecta la forma de aplicación de la ley procesal penal.
2. Normas jurídicas.
En primera instancia se utilizó el art. 1º de la ley 24.390 que establece: “La prisión preventiva no podrá ser
superior a dos años. No obstante, cuando la cantidad de los delitos atribuidos al procesado o la evidente
complejidad de las causas hayan impedido la finalización del proceso indicado, ésta podrá prorrogarse un año más
por resolución fundada que deberá comunicarse de inmediato al tribunal de apelación que correspondiese para su
debido contralor.”
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, basó su fundamentación en las siguientes normas:
Art. 7º, inc. 5º de la Convención Americana sobre Derechos Humanos: “Toda persona detenida o retenida
debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales
y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que
continúe el proceso. Su libertad podrá estar condicionada a garantías que aseguren su comparecencia en el juicio.”
Art. 319 del Código Procesal Penal de la Nación: “Podrá denegarse la exención de prisión o excarcelación,
respetándose el principio de inocencia y el artículo 2 de este Código, cuando la objetiva y provisional valoración de
las características del hecho, la posibilidad de la declaración de reincidencia, las condiciones personales del
imputado o si éste hubiere gozado de excarcelaciones anteriores, hicieran presumir, fundadamente, que el mismo
intentará eludir la acción de la justicia o entorpecer las investigaciones.”
Art. 380 del Código de Procedimiento en Materia Penal: “Si el imputado confesare circunstanciada y
llanamente su culpabilidad, podrá omitirse la recepción de la prueba tendiente a acreditarla, siempre que estuviere
de acuerdo el Juez, el Fiscal y el defensor.”
3. Doctrina.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, afirma que si bien la ley 24.390 fija plazos para la procedencia de la
libertad caucionada, de ello no se deriva que vulnere lo establecido por el art. 7º, inc. 5º de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos puesto que la Comisión no prohíbe que cada Estado Parte establezca plazos
de duración de la detención del juzgamiento, lo que no admite es la aplicación de aquéllos en forma automática sin
valorar otras circunstancias. Sostiene que la ley 24.390 no ha derogado las normas que rigen el instituto de la
excarcelación, razón por la cual las disposiciones de aquélla deben ser interpretadas a la luz de las normas
respectivas del Código de Procedimiento en Materia Penal y del Código Procesal Penal.
Este Tribunal, considera que la validez del art. 1º de la ley 24.390 se halla supeditada a la circunstancia de que los
plazos fijados en aquella norma no resulten de aplicación automática por el mero transcurso de los plazos fijados,
sino que han de ser valorados en relación a las pautas establecidas en el art. 380 del Código de Procedimiento en
Materia Penal y en el art. 319 del Código Procesal Penal.
Dicha Corte, sostiene que cuando un precepto, basado en la libertad de uno de sus textos conduzca a resultados
concretos que no armonicen con los principios axiológicos enunciados en otro de rango superior y produzca
consecuencias desvaliosas, resulta necesario dar preeminencia al espíritu de la ley, al conjunto armonioso del
ordenamiento jurídico y a los preceptos fundamentales del derecho en el grado y jerarquía en que éstos son
valorados por el ordenamiento normativo.
Afirma, que en caso de obtener la libertad, el acusado, intentará burlar la acción de la justicia, razón por la cual
debe revocarse la resolución impugnada, puesto que la interpretación efectuada por el a quo del art. 1º de la ley
24.390 es incompatible con la jurisprudencia elaborada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la
establecida por esta Corte; así, rechaza la inconstitucionalidad del art. 1º de la ley 24.390 y se revoca la resolución
impugnada; haciéndose saber y volviendo al Tribunal de Origen para que se dicte un nuevo fallo con arreglo a
derecho.
FALLO PORTILLO
La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal confirmó la sentencia de primera instancia que
condenó a Portillo A. a prestar un año de servicios continuados en las Fuerzas Armadas más el tiempo legal previsto por
la ley 17.531 por no haberse presentado a la convocatoria del Distrito Militar Buenos Aires.
Contra este pronunciamiento Portillo dedujo recurso extraordinario basándose en que la incorporación compulsiva
violaba su libertad ideológica y de conciencia, reconocidas por el Art. 14 de la Constitución Nacional.
La Corte Suprema estimó que la ley 17.531, de servicio militar, se inscribía en los requerimientos inherentes al título de
ciudadano. La cuestión en examen radicaba, para la Corte, en una tensión entre derechos y obligaciones consagrados en
dos normas constitucionales, en cuanto el actor pretendía no realizar el servicio de conscripción impuesto por la ley
17.531, al reglamentar la obligación constitucionalque impone armarse para defender la Nación y la Carta Magna; y el
derecho a la libertad de creencias, consagrado en el art. 14 de la Constitución Nacional.
La posible lesión a las legítimas creencias de un ciudadano por la obligación del servicio de armas puede llegar también a
aquellos que aun no profesando ninguna creencia religiosa tienen establecida una escala de valores entre los cuales
ocupa un lugar preponderante el de no poner en riesgo la vida de un ser humano.
La Corte opinó que el incumplimiento de la obligación constitucional de armarse para defender la Nación no conllevaba
un peligro grave o inminente a los intereses protegidos por el Estado, ya que el servicio requerido debía cumplirse en
tiempos de paz; y sostuvo que no era absolutamente necesario limitar la libertad de conciencia del ciudadano para que
el sujeto cumpliera con sus deberes y a la vez le fuera respetada su autonomía, como ocurriría de prestarse un
servicio alternativo. La Corte reconoció que no puede desconocerse tal ámbito de autonomía, ni debilitar la eficacia de la
ley de servicio militar permitiendo que ciertos ciudadanos sean obligados por lo que manda la ley, cuando en realidad no
pueden hacer lo que la norma impone.
La Corte sostuvo que si bien los derechos son relativos y encuentran razonable limitación en las leyes que los
reglamentan, resaltó que las obligaciones también lo son, entonces la libertad de conciencia, relativa, debe conciliarse
con la obligación, relativa, de armarse. Sobre este punto expresó la Corte que armarse en sentido propio es vestir las
armas, pero en un sentido análogo es ponerse a disposición de auxiliar a quienes la visten mediante una gran gama de
servicios que por su naturaleza permiten al ciudadano satisfacer su débito con el Estado y a la vez conservar sin lesiones
su ámbito de autonomía como persona religiosa o ética. Por todo esto la Corte en su mayoría mantuvo el criterio de la
sentencia apelada en cuanto condenó a Portillo a cumplir un año de servicio más el tiempo previsto por el art. 34 de la
ley 17.531 al encontrar injustificada su negativa a presentarse al distrito militar, pero se apartó de la Cámara en cuanto
dispuso que la modalidad de cumplimiento no debía conllevar el uso de armas, prestándose un servicio sustitutorio.
Hechos Una persona que pretendió nominarse a título individual y fuera del sistema de partidos políticos a candidato a
diputado por el distrito electoral de Corrientes, solicitó la inconstitucionalidad del artículo 2° de la nueva ley orgánica de
partidos políticos 22.627, por considerar afectados sus derechos constitucionales de elegir y ser elegido. La Cámara
Nacional Electoral, confirmando lo resuelto por el anterior, rechazó la oficialización de su candidatura. Contra esa
sentencia el interesado dedujo recurso extraordinario. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, en queja y por
mayoría, confirmó la sentencia resistida. Sumarios 1 – A los fines del recurso extraordinario debe considerarse la
subsistencia del gravamen al tiempo de atender la queja, pues si ha desaparecido de hecho, o ha sido removido el
obstáculo legal en que se asentaba, o bien el transcurso del tiempo lo ha tomado inoperante, la causa deviene abstracta.
2 – El art. 2° de la ley de partidos políticos 22.627 (Adla, XLII-C, 2440), no viola el art. 28 de la Constitución Nacional, pues
el recurrente tiene abierta la posibilidad de afiliarse a cualquiera de los partidos políticos existentes y de participar en la
selección de candidatos, así como la de constituir un nuevo partido que posibilite su acceso al cargo público al que
aspira. (Del voto del doctor Petracchi). 3 – Si bien la exclusividad para la nominación de candidatos que tienen los
partidos políticos es un tema controvertido, la realidad ha demostrado hasta ahora que la existencia política concreta de
voluntades aisladas no es plausible ni útil, toda vez que es ineficaz para ejercer influencia en la formación de la voluntad
del Estado. El sistema democrático hace necesario la organización de los individuos en asociaciones determinadas por
diversos fines comunes; en ellas se agrupan las voluntades individuales coincidentes. (Del voto del doctor Petracchi). 4 –
El art. 2° de la ley de facto 22.627 (Adla, XLII-C, 2440), que reconoce a los partidos políticos en forma exclusiva la
nominación de cargos públicos electivos no es violatorio del art. 28 de la Constitución Nacional, ni atenta contra la
función electoral del derecho de sufragio, al eliminar los candidatos individuales, promovidos por sí, omitiendo
determinar los requisitos que hubieran hecho posible la admisión de candidaturas independientes. 5 – Resulta
constitucionalmente válido el ejercicio del poder reglamentario al establecer controles gubernamentales, con el objeto
de garantizar la pluralidad, la acción y el sometimiento de los partidos políticos a las exigencias básicas del
ordenamiento jurídico y atribuirles la exclusividad de la postulación de candidatos a los cargos públicos. 6 – Los partidos
políticos coexisten como fuerzas de cooperación y oposición para el mantenimiento de la vida social, a cuya ordenación
concurren participando en la elaboración y cristalización de normas jurídicas e instituciones y que, vinculados al
desarrollo y evolución política de la sociedad moderna, materializan en los niveles del poder las fases de integración y
conflicto, convirtiendo las tensiones sociales en normas jurídicas. 7 – En la actualidad el cuerpo electoral de la Nación
está formado por millones de personas que reúnen los requisitos constitucionales exigidos para ser diputado nacional
(art. 40 Constitución Nacional), con idéntico derecho, todas ellas, potencialmente, para nominarse como candidatos. La
posibilidad teórica de que tal cosa ocurra, justifica que el poder reglamentario haya considerado necesario algún
proceso de reducción, optando por alguna de las alternativas impuestas por la naturaleza del sufragio, la realidad de la
vida política, el pluralismo inherente al sistema de partidos y la función que éstos tienen dentro del régimen
representativo, excluyendo la simple postulación individual. Esas alternativas se reducen a la elección directa o indirecta
de los candidatos por los miembros del partido; la elección por el cuerpo electoral mediante el procedimiento de las
primarias abiertas; y la elección por un reducido número de electores de un candidato independiente. 8 – La realización
periódica de elecciones de diputados nacionales surge de las previsiones de la Constitución Nacional y es una disposición
consustanciada con los principios representativo y republicano que ella sostiene, por lo que es un evento recurrente
cuya desaparición fáctica o perdida de virtualidad no es imaginable mientras se mantenga la vigencia del orden
instaurado en la ley fundamental. Sólo cuando éste sufrió violentas alteraciones se convirtieron en abstractos temas que
hacen a la renovación de los poderes políticos. 9 – Los partidos políticos son organizaciones de derecho público no
estatal, necesarios para el desenvolvimiento de la democracia representativa y, por tanto, instrumentos de gobierno
cuya institucionalización genera vínculos y efectos jurídicos entre los miembros del partido, entre éstos y el partido en
su relación con el cuerpo electoral; y la estructura del Estado, como órganos intermedios entre el cuerpo electoral y los
representantes. 10 – Los partidos políticos forman parte de la estructura política real, de allí que la vida política de la
sociedad contemporánea no pueda concebirse sin los partidos, como fuerzas que materializan la acción política. 11 – El
reconocimiento jurídico de los partidos políticos deriva de la estructura de poder del Estado moderno, en conexión de
sentido con el principio de la igualdad política, la conquista del sufragio universal, los cambios internos y externos de la
representación política y su función de instrumentos de gobierno. 12 – El sufragio es un derecho público de naturaleza
política, reservado a los miembros activos del pueblo del Estado, que en cuanto actividad, exterioriza un acto político.
Tiene por función la selección y nominación de las personas que han de ejercer el poder y cuya voluntad se considera
voluntad del Estado en la medida en que su actividad se realiza dentro del ordenamiento jurídico, ya que los que
mandan lo hacen en tanto obedecen al orden legal en que fundan sus decisiones y los que obedecen lo hacen en tanto
mandan a través de ese mismo orden legal en cuya formación participaron. 13 – Son improcedentes los agravios del
recurrente relacionados con la exclusividad de presentar candidaturas para los cargos públicos conferida a los partidos
políticos por la legislación vigente, a que le impide nominarse, por sí, candidato a diputado, ya que tal solución
constituye una de las alternativas de reducción posibles y no comporta una transgresión al art. 28 de la Constitución
Nacional. Ello es así, en razón de que el elector dispone, como ciudadano, de la libre afiliación y participación en
cualesquiera de los diversos partidos políticos existentes en su distrito y en el ámbito nacional y de la posibilidad de
formar un nuevo partido, como medio de acceder a los cargos públicos. (Los doctores Caballero y Belluscio se
pronunciaron por la improcedencia del recurso en virtud de carecer el escrito de interposición de los requisitos
esenciales).
Acción de amparo
1. Su ubicación en nuestro derecho:
1.1. Nació en 1957 por reconocimiento pretoriano de la Corte Suprema
a partir del caso “Siri” (F. 239:459) contra actos de autoridad
pública, y en 1958 con el caso “Kot SRL” (F. 241:291) contra actos
de particulares (ambos fallos se analizan al final del amparo individual).
A partir de allí una nutrida jurisprudencia fue fijando las limitaciones
y alcance de la protección hasta que en 1966 se dictó la ley de facto
16.986 que reglamentó el amparo sólo frente a la autoridad nacional.
Al siguiente año se completa la regulación legal para lesiones provenientes
de particulares (art. 321, CPCCN). Respecto a la primera reglamentación
nacional, vale considerarla como una ley de desamparo,
de cara a las múltiples restricciones contenidas en su texto, verdadera
“involución de su perfil natal” (Morello, 3).
1.2. Incorporado el amparo al texto constitucional en 1994 (art.
43, párrs. Io y 2o), hasta tanto el legislador no sancione un nuevo
régimen legal, la jurisprudencia ha declarado que subsiste el anterior,
en la medida en que sea compatible con la cláusula de la Constitución
debido a su carácter supremo y a la mayor protección que brinda. Del
tema nos ocupamos al analizar el amparo de los derechos individuales.
1.3. En las provincias, aunque se viole un derecho federal, siempre
que el afectado o autor de la lesión no fuera autoridad nacional, se
aplican las constituciones y la legislación procesal local sobre la materia.
Pero si no estuviera regulada (o lo estuviera insuficientemente)
la acción de amparo, los jueces locales no podrían desestimarla en
virtud de la supremacía de la Constitución Nacional (art. 31) y por
aplicación analógica de lo resuelto expresamente en materia de hábeas
corpus (art. Io, Ley 23.098), como se estudia más adelante.
1.4. El artículo 43, párrafo Io CN se ocupa del amparo individual
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Q u ir o g a L a v ié - B e n e d e t t i - C e n ic a c e l a y a
(Ia subespecie) por oposición al amparo de los derechos de incidencia
colectiva (2a subespecie) regulado en el 2o párrafo. No obstante, como
ya dijimos, las previsiones del 1er párrafo también son aplicables tanto
al amparo colectivo como a todas las demás especies de amparo genérico
(hábeas data, hábeas corpus y acción declarativa). A continuación
se analiza cada subespecie de amparo a partir del texto constitucional,
conjugándolo -en su caso- con su regulación infraconstitucional.