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EL ESPÍRITU SANTO Y LA EVANGELIZACIÓN

Rev. Luis M. Ortiz

La Iglesia de Jesucristo en estos tiempos ha de moverse a ritmo acelerado. Estos tiempos


tan peligrosos requiere, se hace urgente, que tengamos un poderoso derramamiento del
Espíritu Santo; y que el Espíritu Santo sea una gloriosa realidad en cada corazón, en
cada congregación, para que este mundo sea conmovido, sacudido hasta sus cimientos
y las multitudes se tornen al Señor.

“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la
promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó
con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos
días…pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra”,
Hechos 1:4-5 y 8.

Si comparamos la acción de la Iglesia de hoy, su labor de evangelización en el mundo,


con el crecimiento demográfico, con los adelantos de la ciencia moderna, y la
proliferación de tantos cultos heréticos, veremos que la Iglesia no está marchando al
ritmo acelerado con que todo se mueve en estos días del fin.

¿Podrá la iglesia de Jesucristo hoy día moverse con la premura y con la urgencia
que estos días requiere? Si la iglesia de los primeros tiempos pudo hacerlo, creemos
que la iglesia de hoy puede hacerlo. La iglesia comenzó con doce apóstoles; luego en el
día de Pentecostés 120 fueron llenos del Espíritu Santo; en ese mismo día 3 mil almas
fueron salvas, un poco más tarde 5 mil hombres fueron convertidos, no solo en Jerusalén,
sino que también en Galacia, Macedonia, Acaya y Asia, multitudes eran salvas.

Hablando de este crecimiento, Pablo habló a los Colosenses que el Evangelio llegó a
todo el mundo, aquel era un crecimiento continuo, leemos: “Así que las iglesias eran
confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día”, Hechos 16:5.

¿Cuál fue el secreto del crecimiento fenomenal de la iglesia al principio? Existe una
razón principalísima: El Espíritu Santo. Sí, el Espíritu Santo, obrando a través de vasos
limpios, firmes, rendidos y obedientes. Muchos predicadores eran verdaderamente
ungidos por el Espíritu Santo. Vemos a Pedro lleno de la unción del Espíritu Santo
predicando un gran sermón en el día de Pentecostés, 3 mil almas fueron salvas; vemos
a Pedro y a Juan llenos del poder del Espíritu Santo sanando al cojo que se sentaba a la
puerta del templo, y 5 mil fueron salvos por este lugar.

Un gran predicador no es uno que predica bonito y florido, sino uno que predica y las
almas se convierten a Cristo. El mismo Cristo para hacer la obra del Padre dijo: “El
Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a
los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad
a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el
año agradable del Señor” (Lucas 4:18-19).

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