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No todos los homicidios de mujeres

son feminicidios
Hay dos violencias contra las mujeres en México: la primera aumenta y disminuye
a la par que lo hace la tasa de homicidios de hombres, mientras que la segunda es
constante, no cambia sin importar lo que ocurra en el país; esta última es la
violencia feminicida.

Por: Carolina Torreblanca (@caro_whitetower)

¿Todos los homicidios de mujeres son feminicidios?

Entre el 2004 y el 2016, en México fueron asesinadas 26,266 mujeres; 2,744 solamente en
2016. ¿Todas fueron víctima de feminicidio? Hay quienes dirían que sí. El Observatorio
Nacional de Feminicidio, por ejemplo, publica con alarma que de los siete homicidios que
ocurren diario en el país (para 2016 la cifra es más cercana a 8 homicidios diarios en
promedio) sólo el 25% se investiga como feminicidio. Suena como un porcentaje bajo, pero
¿lo es? ¿todos deberían investigarse como feminicidios?

Sostengo que no todos los homicidios de mujeres deberían ser considerados ni investigados
como feminicidios; que la violencia feminicida y la violencia homicida son dos fenómenos
violentos paralelos, pero sustancialmente diferentes. En este artículo intento demostrar,
haciendo uso de datos y de ejemplos puntuales, su diferencia.

Mi intención no es minimizar la violencia contra las mujeres que se vive en el país, por el
contrario, lo que busco solo es entenderla mejor. Insisto en la diferencia entre homicidio y
feminicidio simplemente porque creo que fusionar estos dos conceptos es un despropósito:
al negarnos a ver la diferencia entre la violencia feminicida, esa que mata a las mujeres en
su casa, que está relacionada con violencia familiar y sexual y la violencia homicida, que en
su mayoría cobra a hombres como víctimas pero que también toca a las mujeres,
difícilmente podemos pretender remediar ni una ni la otra.

Entonces, ¿cuántos feminicidios y cuántos homicidios ocurren en el país?

La respuesta corta es que no se sabe con exactitud cuántos de los homicidios en los que la
víctima fue una mujer se trataron de feminicidios. Ni nosotras, ni ninguna otra organización
que estudie el tema, ni siquiera el gobierno. Simplemente no tenemos suficiente
información de las víctimas de homicidios, de los perpetradores ni del contexto para
distinguir con certeza. Esto quiere decir que lo mejor que podemos hacer es aproximarnos a
una cifra usando la información de causas de defunción que sí publica el INEGI junto con
sus estadísticas de mortalidad. Con esta información y con base en el código penal federal,
construimos nuestra propia clasificación de “feminicidio”.

Contamos un homicidio como feminicidio cuando se presenta al menos una de estas tres
características:
1) el INEGI reporta que la muerte estuvo relacionada con violencia familiar;
2) el homicidio ocurrió dentro de la vivienda o
3) la causa de defunción fue “agresión sexual”, sin importar donde haya ocurrido.

Es probable que esta categorización está subestimado la magnitud del fenómeno; sin duda
hay mujeres que son asesinadas en la calle como resultado de una VIOLENCIA
SISTEMATICA que va más allá de relaciones familiares, pero lo que también hace esta
categorización es reconocer que, con los datos que tenemos, es imposible saber que eso fue
lo que ocurrió.

Según nuestra propia categorización, de las 26,266 mujeres asesinadas entre 2004 y 2016,
el 34% fue víctima de feminicidio. No es menor, es un tercio de todos los homicidios.

Dos violencias, dos tendencias

A pesar de que nuestra tipología está muy seguramente subestimando el fenómeno, es


indiscutible que, aún con esta inexacta manera de clasificar los homicidios de mujeres y los
feminicidios, está capturando dos fenómenos diferentes.

Para empezar, los dos tipos de violencia se comportan de manera muy diferente en el
tiempo.
Mientras que la tasa de feminicidios ha sido tremendamente estable durante los últimos 13
años, la de homicidios de mujeres excepto feminicidios ha seguido la tendencia nacional:
aumentando a partir de 2007, llegando a un máximo en 2011 y 2012 y repuntando otra vez
en 2015.
Es decir, la tendencia en el tiempo de los homicidios de mujeres que no contamos como
feminicidios se parece mucho a la violencia nacional, que en mayoría mata a hombres,
mientas que la violencia feminicida es estable en el tiempo, sin importar lo que esté
ocurriendo en el contexto nacional.

Un municipio, tres violencias

Si calculamos las tasas municipales de feminicidio, homicidio de mujeres y homicidio de


hombres, podemos ver cómo se relacionan entre sí estas variables en un mismo espacio
geográfico. Si dos tipos de violencia están estrechamente relacionados, como ocurriría si
tuvieran la misma causa, por ejemplo, esperaríamos que altos niveles de uno significara
altos niveles del otro. Lo que encontramos, por el contrario, es que la relación entre
feminicidio y homicidio de hombres es casi inexistente, mientras que la relación entre
homicidio de hombres y homicidio de mujeres es más notoria.

Primero, cruzamos tasa de feminicidio municipal con tasa de todos los homicidios de
mujeres excepto feminicidios. La relación es positiva en general, pero hay una abundancia
de municipios en los que ocurre solo uno de estos dos tipos de violencia. Por ejemplo, en
Mezquitic en Jalisco hubo una tasa de homicidio de mujeres de 39.2 pero ni un solo
feminicidio según nuestra clasificación. Otros 321 municipios, como Mezquitic tuvieron 0
feminicidios en 2016 pero al menos un homicidio de mujeres. Por el contrario, en 139
municipios se registró al menos un feminicidio en el mismo año, pero ni un solo homicidio
de mujeres. Esto lo que nos deja entrever es que la violencia no feminicida y la violencia
feminicida no necesariamente conviven en un municipio determinado, puede darse
simultáneamente o puede no.
Cuando cruzamos tasa de feminicidio municipal con tasa de homicidio de hombres, vemos
que, para los municipios, una tasa alta de uno de los dos tipos de violencia por lo general no
viene acompañado de tasa alta en el otro; es decir, no parece ser que estos dos tipos de
violencia estén estrechamente relacionados. La asociación es positiva en un puñado de
municipios pero para la mayoría parece no existir ningún tipo de relación.
Si ahora comparamos la tasa de homicidios de hombres en los municipios con la tasa de
homicidios de mujeres que no son feminicidios, vemos que la relación entre las dos tasas es
más notoria: a mayor tasa de homicidio de hombres, mayor tasa de homicidio de mujeres.
Si bien la mayoría de los municipios tienen tasas de homicidio de hombres más altas que de
mujeres, (es decir la relación positiva no es proporcional) en promedio, entre más alta sea
una de las dos tasas, más alta será la otra.
Lo que explica y lo que no explica homicidios de mujeres
Si se trata de dos violencias distintas: una violencia homicida, que afecta tanto a hombres
como a mujeres y una violencia feminicida, deberíamos ver que una porción de la violencia
total que sufren las mujeres es explicada por violencia que sufren hombres, pero que otra
porción importante no, esta última es la porción de violencia feminicida.

Una manera de comprobar si esto es lo que en efecto ocurre es corriendo una regresión
lineal que explique tasa de homicidios de mujer solamente en términos de la tasa de
homicidios de hombre; después calcular la proporción de tasa de homicidios de mujer que
no se logra explicar por homicidios de hombre y compararla con la tasa de feminicidios.

¿Por qué una regresión lineal nos ayuda a probar que el total de homicidios de
mujeres está capturando dos fenómenos distintos? Porque una regresión lineal es una
manera de predecir el valor promedio que va a tomar una variable (en este caso tasa de
homicidios de mujeres) cuando cambia el valor de otra variable (tasa de homicidios de
hombres en este caso). Si tasa de homicidios de hombres predijera perfectamente tasa de
homicidios de mujeres, podríamos saber sin lugar a dudas el valor preciso que la primera
tomaría si la segunda subiera o bajara en cualquier cantidad. Sin embargo, en la vida real
nunca vamos a poder hacer predicciones perfectas y rara vez el valor que toma una variable
se explica solamente por otra única variable.

En las regresiones, la proporción de la variable que estamos intentando predecir que no


logra explicar la variable explicativa (en este caso la variable explicativa es tasa de
homicidios de hombres) se guarda en un parámetro llamado “residual”. Los residuales son
simplemente el fragmento de la variable a explicar que no logra ser predicho usando las
variables que elegimos para hacerlo. En este caso es la porción de violencia contra las
mujeres que no afecta también a los hombres.

Si corremos la regresión lineal más sencilla posible, que simplemente intente predecir el
valor que va a tomar la tasa total de homicidios de mujeres usando tasa de homicidios de
hombre podemos tomar los residuales, es decir todo lo que no logró explicar homicidio de
hombre y compararlo con feminicidios.
En la gráfica anterior podemos ver como los residuales de la regresión están fuerte y
positivamente asociados con la tasa de feminicidios. ¿Esto qué quiere decir? Que si bien
algunos de los homicidios de mujeres se explicas por la misma violencia que causa que
haya homicidios de hombres, hay otra parte que solo se explica por feminicidios. Es decir,
las mujeres son víctimas de dos tipos distintos de violencia.
La geografía de la violencia

Una última prueba a abonar a nuestra conclusión: la distribución geográfica de la violencia.

Si comparamos las tasas de homicidio de mujeres y de feminicidio a nivel municipal vemos


como, aunque a veces coinciden en un espacio geográfico, tienden a tener una distribución
distinta. Por ejemplo, ambas tasas son altas en el municipio de Juárez. Chihuahua, sin
embargo hay pocos feminicidios en el municipio colindante de Asención, pero altas tasas
de homicidio de mujeres. Por el contrario, la tasa de feminicidios es más alta que la de
homicidios de mujeres en el municipio de Charcas, en San Luis Potosí y en Arteaga,
Michoacán.
Mientras, el mapa de homicidio de hombres concentra altas tasas en los municipios más
violentos del país. Guerrero, Sinaloa, Colima y Michoacán. La distribución geográfica se
asemeja a la de homicidios de mujer.
Pensemos en escenarios

Los datos pueden parecer abstractos. Pensemos en casos concretos ¿por qué es importante
distinguir entre homicidios y feminicidios?

Una mujer muere asesinada por su pareja, un policía ministerial de Chimalhuacán. Ella
había sido golpeada por su pareja en repetidas ocasiones. Encontraron su cuerpo dentro de
su hogar. Murió asfixiada.
El cuerpo de una mujer es hallado cerca de una carretera en Puebla. El cuerpo muestra
rasgos de golpes, la fiscalía reporta que la mujer murió por puñaladas múltiples en el
cuerpo. Semanas antes había presentado golpes en la cara.

Una mujer camina por su universidad. Después de una pelea con su pareja aparece sin vida
al costado de una estación de teléfono. Murió por asfixia.

Otro escenario: una mujer camina por la calle. Adelante empiezan disparos, muere en un
fuego cruzado.

¿Las cuatro mujeres fueron víctimas del mismo tipo de violencia? ¿Todos estos casos son
feminicidio? ¿Deberían investigarse igual? ¿Atenderse con las mismas soluciones?
Creemos que no.

Pensar que la violencia feminicida y la violencia homicida son el mismo fenómeno borra
las particularidades de los dos tipos de violencia, nos da permiso de ignorar que las mujeres
mueren en casa más que los hombres, a manos de familiares. Que aunque la mayoría de las
víctimas de la violencia de años recientes ha sido hombres, también ha matado mujeres.
Que las mujeres son víctimas, no de uno solo sino de dos tipos distintos de violencia.

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