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Las mujeres suelen ser las primeras víctimas de tales situaciones, como consecuencia de los
incontables casos de violaciones con motivo de los conflictos armados. Los niños quedan, con
frecuencia, marcados para toda su vida, tras haber visto asesinar a sus padres y destruir su vivienda.
Los niños también son reclutados, incitándolos a participar en la violencia; muchos sólo conocen la
ley del fusil y su manejo y algunos a los quince años son ex combatientes; el reclutamiento de esos
niños soldados es un flagelo que la
humanidad no ha sabido erradicar y que, muy por el contrario, se desarrolla más y más.
Los grandes éxodos de la historia se repiten una vez más: según varias fuentes, se calcula en más de
23 millones el número de refugiados, y en más de 29 millones el de las personas desplazadas.
Los medios y los métodos de combate siguen teniendo consecuencias cada vez
más dramáticas. Cada año, más de 20.000 personas son muertas o mutiladas por la
explosión de minas antipersonal. Según la ONU, hay actualmente, repartidas en 64
países, más de 100 millones de minas.
Siguiendo a SÁNCHEZ DEL RIO, desde una perspectiva histórica hemos de decir
que durante siglos las guerras se desarrollaban entre los ejércitos y la población civil no
sufría sus consecuencias más que de forma indirecta (padeciendo hambre, pestes,
evacuaciones, etc.), pero difícilmente se producían víctimas entre los civiles. De ahí que
no existieran normas de protección, excepto las costumbres derivadas de la ocupación de
territorios extranjeros.
Más concretamente, el artículo 50.1 del Protocolo Adicional I viene a decir que se
consideran como personas civiles todas aquellas que no participen directamente en las
hostilidades, añadiendo a continuación que en caso de duda acerca de la condición de
una persona, se la considerará como civil.
Y el artículo 50.2 señala que la población civil comprende a todas las personas
civiles.
Por último, el artículo 50.3 aclara que la presencia entre la población civil de
personas cuya condición no responda a la definición de persona civil no priva a esa
población de su calidad de civil.
El artículo 8 del IV Convenio precisa que las personas protegidas no podrán, en
ningún caso, renunciar parcial ni totalmente a los derechos que les confiere el mismo. En
consecuencia, la renuncia a los mismos no tendría ningún valor desde el punto de vista