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por Revista Florencia para discutir con rigurosidad los principales problemas
de la crisis venezolana. Sus objetivos son, por una parte, construir el estado de
la situación en las áreas más acuciantes de la vida nacional, y por otra, incitar
un debate prospectivo capaz de plantear soluciones integrales.
La economía venezolana se ha contraído por encima del 50% desde 2014, las
importaciones pasaron de 66.000 millones de USD en 2012 a alrededor de
12.000 millones de USD en 2017. La decisión de recortar las importaciones
para tapar el déficit en la cuenta corriente creado por la caída de los precios del
petróleo tomada por el gobierno en 2016, prefiriendo el pago de la deuda
externa sumado a la incapacidad de encontrar nuevo financiamiento externo, le
aplicaron un shock al aparato productivo que no fue capaz de resistir. Esto,
gracias a que las importaciones se habían convertido en el recurso de la
economía venezolana para resolver la escisión entre producción y consumo
que comenzó a finales de la década de 1970 y se aceleró a partir de 2007. En
el punto que nos encontramos es difícil predecir el momento en el que la
economía venezolana comenzará a crecer, o siquiera, detendrá su caída. No
es posible atacar los múltiples desequilibrios macroeconómicos que sufre la
economía venezolana si la recesión continúa.
Por otra parte, es muy claro que Estados Unidos utilizó el asunto de la deuda,
el cierre del mercado financiero al gobierno de Nicolás Maduro, como un
elemento central en su estrategia de asfixia financiera. Siendo bastante
exitosos ya que el gobierno venezolano fue un buen pagador hasta quedarse
financieramente exánime y sin embargo no tuvo acceso a nuevo
financiamiento. Más de 100.000 millones de USD salieron del país por
concepto de deuda externa desde 2011. Como podemos ver la deuda externa
sigue siendo un mecanismo de centralización de riqueza demasiado importante
para los países de Norte global.
Por su parte, para mitigar la inflación es necesario atacar por distintos flancos:
renta en el destino, aumento de la producción y el consumo, reducción del
déficit fiscal y del subsidio a la gasolina. Ahora bien, empezar por el retorno del
Estado a un rol asertivo en materia de regulación económica –donde en lugar
de colocar policías en la puerta de los expendios de alimentos se utilicen los
mecanismos de política monetaria para regular la creación de dinero por parte
de la banca mediante el crédito, los cuales a la postre presionan el tipo de
cambio a la alza– la unificación del tipo de cambio, la creación paulatina de un
mercado de divisas con la participación del Estado, son pasos necesarios pero
insuficientes. El gran legado de aquellas ideas que giraban en torno al control
de cambio y que sostenían que la “burguesía” debía producir sus propias
divisas es la hiperinflación y el salario real más bajo del planeta.