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EL SACERDOTE
EN EL CINE NORTEAMERICANO
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“Ofrecer el Sacrificio es la razón de ser del sacerdote”.


(Monseñor Marcel Lefebvre)

“Me permitiré formularos este interrogante: ¿cuál es


la función esencial del sacerdote y por qué la estableció
Nuestro Señor Jesucristo? (…) No dudo de que en
vuestros corazones ya habéis respondido a mi pregunta
con aquellas palabras escuchadas cuando la institución
del sacerdocio: “Haced esto en memoria mía…”
La Iglesia ha creído y afirmado siempre que mediante
esas palabras los Apóstoles recibieron la participación
del sacerdocio de Nuestro Señor, es decir, del Sacramento
del Orden. Palabras breves, ciertamente, ¡pero cuán
cargadas de significado! “Esto”, “en memoria mía”.
-Esto: el Sacrificio de la Cruz continuado, perpetuado
en su realidad física y mística; el Sacrificio de la Cruz
continuado por el pan y el vino consagrados y
transformados sustancialmente en Cuerpo y Sangre de
Jesús.
-Esto: el Sacrificio de oblación incruenta de Cristo vivo,
inmolado sobre la Cruz una vez para siempre y que
continúa intercediendo por nosotros.
-Esto: este Cuerpo y Sangre de Jesús resucitado se
convierten en alimento de su Cuerpo Místico: del
Sacrificio de la Cruz proceden las gracias de que las
almas de los fieles resuciten con el Bautismo, la
Penitencia, la Extremaunción y todas las gracias de los
Sacramentos. (…)
El sacerdote no tiene razón de ser ni sentido sino en el
Sacrificio de la Misa. (…) Todo vuestro ser sacerdotal
está hecho para continuar el Sacrificio de Nuestro Señor
Jesucristo y en consecuencia, para llevar las almas a esa
fuente inagotable de gracias para su santificación y su
glorificación.
Como dice atinadamente el Padre Garrigou: “Así como
el sacerdocio es la función sagrada por excelencia, el
sacrificio, como su nombre lo indica, es la acción sacra
por excelencia. No hay sacerdocio sin Sacrificio. No hay
Sacrificio sin sacerdocio”. Entre ambos términos existe
una relación trascendental, esencial. (…)
Disminuir, amenguar la expresión de nuestra fe en
tales realidades que constituyen la esencia misma del
sacrificio que nos legó Nuestro Señor Jesucristo puede
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llevar a las consecuencias más desastrosas, porque el


Sacrificio de la Misa es el corazón, el alma, la fuente
mística de la Iglesia”.
(Mons. Marcel Lefebvre, Conferencia pronunciada en
marzo de 1971 en el retiro sacerdotal de la “Asociación de
Sacerdotes y religiosos San Antonio María Claret” de
Barcelona).

Olvide el lector todo lo que acaba de leer, por lo menos cuando se siente a ver una
película –norteamericana o en general de cualquier parte del mundo- donde
aparezca un sacerdote, ya que todo ello –salvo alguna que otra excepción- brilla
por su ausencia. Como afirma otro sacerdote: “Hoy en día, el sacerdote se ha
convertido en un animador, un asistente social, y a veces en un líder político. La
dimensión sobrenatural de su misión pasa en silencio”.

En el cine yanqui el sacerdote llega a ser hasta un showman y, cómo no, siempre
un contemporizador con las religiones que viven en el error. Al fin y al cabo, el
cine norteamericano era ecuménico y debía ser visto con agrado por todos, fueran
éstos católicos, protestantes o simples admiradores de las “estrellas” protagónicas
(¡había que pensar en la taquilla!). Nada de mostrar la Santa Misa, ni al sacerdote
en sus rezos, aunque más no fuera brevemente. Mucho más raro aún la
predicación del Evangelio de Cristo. ¿Para qué? Es más divertido verlo cantar
(jazz, no misa en latín) o dando de comer a los hambrientos, cosa que cualquiera
puede hacer pero que acerca al cura más al sentido inmanente y socialistoide de
la religión moderna. Otras veces sacará a los chicos de la calle…para volverlos
unos perfectos ciudadanos creyentes del “americanismo”. Y no será raro verlo
vestido como cualquier hijo de vecino, para asimilarse mejor a estos tiempos de
apostasía. Hoy los curas con sotana aparecen sólo en los chistes blasfemos de un
pasquín bolchévico como Página/12.

Si para San Leonardo de Porto Maurizio la Misa es “nada menos que el sol del
cristianismo, es el alma de la fe, el corazón de la religión de Jesucristo; todos los
ritos, todas las ceremonias, todos los sacramentos a ella se remiten. Es, en una
palabra, el compendio de todo lo que hay de hermoso y de bueno en la Iglesia de
Dios”, la religión en el cine norteamericano puede pasarse sin ella, y, más allá de
cómo y en qué circunstancias ubique al sacerdote, es capaz de presentar cincuenta
años de la vida de un sacerdote sin mostrarlo jamás celebrando Misa, ni
bautizando, ni rezando su Breviario, ni enseñando la doctrina, ni convirtiendo a
los infieles, ni confesando, y a pesar de eso proponerlo como ejemplo del buen
sacerdote (“Las llaves del reino”).
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De manera que muy raramente el cine llamado “religioso” sabrá afrontar el


misterio que encierra la vida sacerdotal. El americanismo ha pegado fuerte y el
cine es reflejo de ese compromiso del catolicismo con el mundo, que en el
norteamericano puede verse en su énfasis en la libertad religiosa, y en su
optimista expansión exterior a través de la acción en detrimento de la
contemplación, secularizando el verdadero cristianismo hasta disolverlo entre
todas las religiones. Al respecto viene bien recordar estas palabras de San Pío
X: “Indudablemente la compasión que mostramos hacia los pobres, aliviando
sus necesidades, es muy encomiada por Dios, pero ¿quién negará que ocupa un
puesto mucho más eminente el celo y esfuerzo que se endereza a instruir y a
persuadir y de este modo colmar a las almas, no de los bienes pasajeros de la
tierra, sino de aquellos que duran para siempre?” (Encíclica sobre la enseñanza
de la doctrina cristiana, 15 de abril de 1905).

En fin, haremos un repaso somero pero creemos que bastante representativo de


cómo la mentalidad liberal del católico norteamericano, influido por los
protestantes y los agnósticos, más el hebraísmo de las compañías productoras y
la influencia de la masonería, ve al sacerdote a través del cine. Esto se extendió a
partir de los años ’60 –vía el concilio Vaticano II- al mundo entero. Impar ejemplo
lo tenemos en un filme producido tempranamente en 1961, entre Argentina y
Brasil, titulado “Tercer mundo”, donde este nuevo rol de asistente social del
sacerdote, con su ecumenismo, su sentimentalismo y hasta su perfil apto para la
pedofilia que hoy asola la Iglesia, se muestran sin reparos –y a veces sin ropas-,
en esta evacuación y falsificación de lo sacro. Por supuesto, hay sus magníficas
excepciones que es justo declarar, con los reparos correspondientes. Pero es
interesante ver qué poca posibilidad había en el cine clásico –y casi nula hoy en
día, salvo un muy inteligente camouflage- para abordar seriamente temas que al
público católico bien formado –y por lo tanto bien dispuesto- podría interesar.
Hitchcock, para mentar un caso, y aún con sus errores liberales, debía disfrazar
su obra mediante el género de misterio o “suspenso” para así poder incluir una
lectura profundamente moral que soportara la censura implícita
del establishment hollywoodense. Hubo otros casos de films laterales donde
podía darse la excepción, pero siempre fuera de las autopistas más transitadas.

El balance, desde luego, es negativo, pero a esta altura nadie puede sorprenderse.
Hemos limitado nuestro estudio al cine estadounidense en primer lugar porque
es el cine por excelencia, nos guste o no, luego por ser muy vasto su campo de
acción y, también, por su repercusión hasta el día de hoy, donde tales films
cuentan con mayor accesibilidad que, v.gr., el cine clásico español, italiano o
francés.
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"Forja de hombres" (Boys Town) con Spencer Tracy, 1938.


El cura como asistente social y la libertad religiosa para tener
cualquier religión o "incluso no tenerla".

Spencer Tracy en "El diablo a las cuatro" (Mervin Le Roy, 1961).


Buena película donde un sacerdote venido a menos recupera el
sentido del sacrificio a raíz de la erupción de un volcán en una isla.
Podría haber sido mejor con un director más talentoso y un
poquito católico.
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Bing Crosby en "Las campanas de Santa María", liberalismo


católico de la mano de Mc Carey, con una monja moderna
interpretada por Ingrid Bergman.

Gregory Peck en "Las llaves del reino", un cura que no celebra


misa, no confiesa, no reza, no predica, y hasta se niega dos veces a
convertir a dos hombres, uno de ellos en su lecho de muerte. Eso sí,
de vez en cuando pone cara de buen chico y recita algun versículo
sobre una pradera en China. Vergonzosa película de John M. Stahl.
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El cura antiguo retrógrado y el nuevo cura moderno, canchero


anticipándose al concilio: Bing Crosby en la exitosa "Siguiendo mi
camino" (también llamado El buen pastor), de Leo McCarey.

Henry Fonda y Dolores del Río en "El Fugitivo" de John Ford. Un


cura perseguido, timorato, inseguro, pero así y todo queda firme la
figura del sacerdote como hombre de Dios. A Dios gracias no le
permitieron a Ford ser más fiel en su película a la novela de
Graham Greene.
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Un cura que llega a Cardenal en "El Cardenal" de Otto Preminger,


película ultraliberal muy recordada por su hermosa banda sonora.
Democracia en la Iglesia.

Seguramente la mejor representación cinematográfica de un


sacerdote en el cine americano: "Yo confieso" de Alfred Hitchcock,
centrada en el secreto de confesión y la Pasión que sufre el cura
como otro Cristo. Una dignísima película.
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Frank Sinatra canta un poco vestido de cura en "El milagro de las


campanas" de Irving Pichel, una película boba y sentimental, pueril
y por momentos simpática. En el fondo perversa.

Dirk Bogarde hace de cura en "El ángel vestido de rojo", de


Nunnally Johnson (guionista también de Las llaves del reino).
Película desarrollada en la España de la guerra civil, antifranquista
y revolucionaria. Está todo dicho.
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"Ángeles con caras sucias" de Michael Curtiz. Una historia


interesante con un final rebuscado y torcido. No convence. Se nota
que el director no es católico.

Ward Bond es el cura en "El hombre tranquilo" de John Ford.


Puesto en igualdad con el pastor protestante, son intercambiables.
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Otra excelente demostración del catolicismo de Hitchcock:


programa de TV "Alfred Hitchcock Presenta", episodio "The
Horseplayer". El cura arrepentido (Claude Rains) pide perdón y
consejo al obispo paternal y sensato, parecido en su figura a Mons.
Fulton Sheen.

Bogart es un mercenario que se hace pasar por cura para salvar su


vida, en una misión católica de China. Nadie se da cuenta.
Finalmente descubierto, es tratado como un héroe. Nuevamente
aparece el pastor protestante como un igual y hasta dando consejos
a los católicos. Una estupidez increíble llamada "La mano izquierda
de Dios", de Edward Dmytrick (que hizo una interesante película
The reluctaint sant).
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El cura de "Donovan's Reef", de John Ford, una figurita decorativa.


Obsérvese el cementerio ecuménico que tiene junto a la capilla.
Película vergonzosa.

"El Exorcista" de William Friedkin. No es del todo ortodoxa, pero


muestra muy bien la corrupción del clero tras el concilio. El Padre
Merrin está basado en Teilhard, ¿tal vez por eso es vencido por el
demonio? Excelente película, concede mucho al espectáculo,
seguramente porque Friedkin –que no es católico, sino agnóstico-
no comprende el problema teológico que plantea un resabiado de
liberalismo como Blatty.
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Donald Pleasence en "El príncipe de las tinieblas", de John


Carpenter. Película maniquea, gnóstica, donde el sacerdote es más
ignorante que el científico y finalmente legitima un sacrificio que
no tiene final cristiano. Un disparate, ciertamente muy bien llevado
por el maestro de los films de horror.

Robert De Niro es el sacerdote, Robert Duvall su hermano policía,


en "Confesiones verdaderas" de Ulu Grosbard, 1981. Una historia
muy interesante no muy felizmente resuelta por el director. Está
bien mostrado el liberalismo de la Iglesia en USA.
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Antonio Banderas en "The body", película judía anticristiana,


realizada para difamar la Resurrección de Nuestro Señor,
cuestionar la Sábana Santa y repudiar a la Iglesia.

"Los crímenes del Rosario", policial dirigido por Fred Walton. No


tiene nada de religiosa, el cura que interpreta Donald Shuterland
no aporta nada importante en cuanto cura, más bien parece estar a
punto de dejar los hábitos detrás de una mujer que “le hace la
cabeza” toda la película.
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"La Misión" de Roland Joffé, otro director de izquierda y agnóstico


puesto a filmar una historia católica. Mucho sentimentalismo, poca
convicción. El cura lleva la custodia con el Santísimo como
avergonzado. Tendría que haberla hecho Mel Gibson, pero en esa
época sólo era el policía Riggs.

El curita de "Gran Torino", del anticatólico Clint Eastwood, película


controversial debido a su final. Nuevamente la figura del cura
aparece deslucida, titubeante, sin bríos ni letras. Desde luego con
muy buenas intenciones.
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"La duda" de John Patrick Shanley, un cura sospechoso pero


moderno. Una película que sólo siembra dudas, en un ambiente de
los años '60 ya afectado por los cambios conciliares.

Tom Wilkinson en "El exorcismo de Emily Rose", una buena


aproximación aunque un tanto oscura y deslucida a las pruebas que
debe afrontar un sacerdote a raíz de un exorcismo.
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Uno de los curas de Carpenter en "Vampiros". Éste es un reverendo


hijo de... El otro es un curita debilucho y pusilánime al que el
protagonista se la pasa insultando y pegando. Nuevamente el
gnosticismo de Carpenter que usa a la Iglesia como él quiere.

Anthony Hopkins realiza una excelente interpretación en la


reciente "El Rito", película modesta pero claramente católica.

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