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_TEORIA DE LOS GENEROS LITERARIOS T.Todoroy, Ch. Brooke-Rose, P. Hernadi, A. Fawler, B.ED Rollin, J. M. Schaeffer, G._Geneute, W. D. Stempel, M. L. Ryan, W. Raible, Nv Salvador Miguel COMPILACION DE TEXTOS ¥ BIDLIOGRARIA Miguel A. Garrido Gallardo UniversipaD a ALBERTO. | HURTADO | BIBLIOTECA U £002, OUT Holeid.. aRcoruprossa , A188. BL ORIGEN DE LOS GENEROS, MAT) ‘Tzveran TonoRov Seguir ocupindose de los géneros puede parecer en ‘nuestros dfas un pasatiempo ocioso ademds de anacr6ni- 0. Todos saben que existian —baladas, odas y sonetos, tragedias y comedias— en tiempos de los clésicos, pero, hoy? Incluso los géneros det siglo xtx, que, sin embar~ go, no son para nosotros géneros de un mado absoluto ~poesfa, novela—, parece que se disgreguen, por lo menos nla literatura «que cuentar. Como escribia Maurice Blan- hot de un esctitor moderno, Hermann Broch: «Ha sufri- do, como otras muchos eseritores de nuestro tiempo, esa presi6n impetuosa de la literatura que no soporta ya la dis- Hneién de los géneros y necesita romper Ios limites». Incluso seria un signo de auténtica modernidad en un eseritor no someterse ya a la separacién en géncros. Esta idea, a cuyas transformaciones podemos asistir desde prin- cipios del siglo x1x (aunque los Roménticos alemanes, ex particular, fueron grandes constructores de sistemas gené- ricos), ha tenido en nuestros dias uno de sus més brillan- tes portavoces en la persona de Maurice Blanchot. Gon més rotundidad que nadie, Blanchot ha dicho lo que otros no ‘osaban pensar 0 no sab(an formular: no existe hoy ningiin intermediario entre la obra singular y concreta, y Ia litera ‘ua entera, género ultimo; no existe, porque Ta evolueién——~ de la literatura moderna consiste precisamente en hacer de cada obra una interrogacién sobre el ser mismo de la lite- Te P Tilo righ: Lorine dex genrem, publicado en T. TONOROY, La notion de littératuse of autres essais, Baris, Seu 1987, pags. 27-46. Nueva ‘sn del raj yileadepreviamemte en inglés The origin of Geh= ren, Naw Lina ity wit 1975, pgs. EHS yc rane Sl ib del str Lege dur arn, Sei 998 pg. 1666 Tradsecién de Antnts Ferninder Ferrer Texto wadut9 y repre sl con autora del uur ¥ dl aor, om 32 "reveran-topoROW ratura. Releamos esas elocuentes lineas: «Sélo importa el libro, tal cual es, aparte de los géneros, fuera de las clas ficaciones —prosa, poesfa, novela, testimonio— en las que rehtisa incluirse y a las que niega el poder de fijar su lugar y-de determinar su forma, Un libro ya no pertenece aun sgénero, todo libro remite Gnicamente a la literatura, como 51 ésta contuviese de antemano, en su gencralidad, los ini- eos sceretos y f6rmulas que permiten dar a lo que se ese be realidad de libro. Todo ocurriria, pues, como si, habié dose disipado los géneros, la literatura se consolidase sola, ‘como si brillase sola en la misteriosa claridad que propaga y que cada ereacién literaria le devuelve multiplicéndola, como si existiera, por lo tanto, una “escacia”” de la literatura» (Le lire d venir, 1959)” Y mis ain: «El hecho de que las formas, los géneros, no tengan verdadera signi- ficacién, de que seria absurdo preguniarse, por ejemplo, si Finnegan's Weke pertenece 0 n0 la prosa y a un arte que se llama novelesto, denota exe profundo exfuerzo de la li- teratura por tratar de afirmarse en su esencia, arrasando Jas distinciones y las Mrnitecn (2xipnee Kulm, 1958) Las frases de Blanchot parecen tener por s{ mismas la fuerza de la evidencia, Sélo un aspecto de la argumenta & nos inquieta: el privilegio otorgado a nuestro aera s. abemos que toda interpretacién de la historia se hace par tiendo del momento presente, lo mismo que la del espacio {se construye partiendo de aguf, y la del otro partiendo del yo. Sin embargo, cuando a la constelacién del yo-aquf-ahora se le atribuye wn lugar tan excepcionall —punto final de la historia entera—, podemos preguntamos si la ilusién ego céntrica no tiene nada que ver con ello (engaiio comple~ ‘mentatio, en suma, de.Jo que Paulhan llamaba silusion del exploraders). "Por ofa parte, si lecmos los mismos escritos de Blan- chat en que se demuestra esa desaparicign de los géneros, aparecen, de hecho, categorias cuya semejanza com las dis- tinciones genéricas es dilieil negar. A: lo de Le livre d venir esti dedicado al diario.intimo; otro, al Tenguaje [profético. Al hablar del mismo Broch («que no soporta ya Ia distincién de géneros-), Blanchot nos dice que =se en- trega a todos los modos de expresién —narrativos, iricos y discursivos-—». Ms importante atin: todo su libro se basa PORK DE LOS GfNEROS 33 centeramente en la distineién entre dos no géneros tal ver, pero sf modos fundamentales: el relato y la novela, carac- terizéndose aquél por Ja brisqueda obstinada de su’ propio lugar de origen, que éta horra y oculta. No son, pues, «los» géneros los que han desaparecido, sino los géneros-del- pasado, y han sido reemplazados por otros. Ya no se ha- hla de poesia y prosa, de testimonio y de fiecién, sino de novela y de relato, de lo narrativo y de lo discursivo, del idlogo y del diario. ‘Que la obra wdesobedezeav a su género no lo vuelve xistente; tenemos la tentaci6n de decir: al contratio. Y eso por una doble razén. En principio, porque la transgresién, para existir, necesita una ley, precisamente la que serd transgredida. Podriamos ir més lejos: Ia norma no es visi- ble no vive— sino gracias a sus transgresiones. Por lo dems, es justamente eso lo que escribe el propio Blanchot: «Si es cierto que Joyce quiebra la forma novelesca volvién- dola aberrante, iambién hace presentir que ésta sélo vive quizés gracias a sus alteraciones. Se desarrollarfa, no en- gendrando monstruot, obrat informer, sin ley ni rigor, ai rho provocando wnicamente excepciones a sf misma, que constituyen ley y, al mismo tiempo, la suprimen. (...) Hay que pensar que, cada vez, en aquellas obras exeepcionales fen las que se aleanza un limite, es s6lo la excepeién la que not revela la «ley», de la cual constituye también la inst ta y necesaria desviacién, Todo ocurriria, por tanto, co- mo si en la literatura novelesca, y quizés en toda literatu- a, nunca pudiéramos reconocer la regla nada mas que por In ‘excepcién que la deroga: Ia reyla o mas exactamente el centro del cual la obra estable es la afirmacién inestable, la manifestacién ya destructora, la presencia momenténea y all punto negativay (Le lire d venir). Pero hay mas. No es s6lo que, por ser una excepcién, Ja obra presupone necesariamente una regia; sino también ‘que, apenas admitida en su estatuto excepcional, la obra se convierte, a su vez, gracias al éxito editorial y ala aten- {ion de los cris, en una rela. Los poems en prosa so, ian parecer ua excepcién en tiempos de Aloysius Bertran ¥ de Baudelaire: pero, gquién se atreveria & escribir Hoy todavia un poema en alejandrinos, con versos rimads, a menos que no se tratara de una nueva transgresién de una

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