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Desclée De Brouwer
Esto, eso, aquello...
también pueden ser
malos tratos
ángela tormo abad
Desclée De Brouwer
© 2008, Ángela Tormo Abad
ISBN: 978-84-330-2243-1
Depósito Legal: BI-2154/08
Impresión: RGM, S.A. - Bilbao
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Capítulo 3 • Alimentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Anorexia-Bulimia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Obesidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
Autonomía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
Capítulo 4 • Adopción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Capítulo 6 • Castigos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Capítulo 7 • Celos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Capítulo 8 • Comparaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Capítulo 9 • Disciplina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
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Capítulo 11 • Enuresis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Capítulo 13 • Etiquetas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
Capítulo 16 • La muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
Capítulo 17 • Lenguaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
Capítulo 19 • Modas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
Capítulo 22 • Regalos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
Glosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
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Introducción
Vivimos unos tiempos en los que las prisas y el estrés forman parte de
nuestra cotidianeidad. Estos factores, unidos al gran número de modelos de
familia que existen en la actualidad: tradicional, monoparental, reconstitui-
da, homosexuales, con un solo hijo, con varios hijos, por citar algunas, junto
a los profundos cambios sociales experimentados en los últimos años, nos
han hecho perder el rumbo en muchos aspectos, algunos tan importantes
como la educación y el adecuado trato a los niños y niñas.
Nunca han tenido los padres y educadores tantos recursos a su alcance para criar
y educar adecuadamente a los niños: libros, revistas, videos sobre cómo afrontar
las diferentes etapas de los menores, escuelas de padres gratuitas en los centros
escolares, profesionales de todo tipo, pedagogos, psicólogos, educadores... Pero
los padres, con la incorporación de la mujer al mercado laboral, andan más escasos
de tiempo (y a veces de voluntad) que nunca. Las instituciones prestan escasas
ayudas a las familias, que se ven desbordadas por los problemas de los hijos, de
pareja, laborales y de toda índole.
En una publicación que sale a diario, (20 minutos), el 25 de enero 2007 se publicó
un artículo, escrito por Dª Beatriz Castillo, cuyo titular era “Seis de cada diez pare-
jas que trabajan, sin tiempo para sus hijos”, en el que se comentaban las ayudas
que tienen los padres para conciliar la vida laboral con la familiar. Hay padres/
madres que dejan su trabajo para cuidar a sus hijos, al menos los primeros años,
otros reducen su jornada laboral y otros manifiestan que “no tienen tiempo para
sus hijos”. Y esto va en aumento. Es legítimo el derecho a tener una buena vida,
sin privaciones, a gozar de todo lo que la sociedad de consumo pone a nuestro
alcance, pero deberíamos plantearnos ¿a costa de qué? ¿Vamos a ser capaces
de disfrutar de nuestros bienes materiales si en nuestra familia no hay alegría, si
tenemos que renunciar a la crianza de nuestros hijos?
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Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Muchos profesores, a pesar de los graves conflictos que han surgido en la comu-
nidad escolar: acoso, desencuentro entre enseñantes y alumnos, faltas de respeto
de los unos y los otros..., tampoco tienen tiempo ni ganas de hacer el esfuerzo de
reciclarse, de interactuar con los padres para aunar criterios y de apoyarse mutua-
mente en la educación de los futuros hombres y mujeres del mañana, pensando
en lo mejor para los niños.
Vivimos en el caos, en una sociedad del todo vale. Los padres y madres, por el
hecho de serlo, damos por sentado que todo lo que hacemos es por el bien de
nuestros hijos, porque es lo que hay que hacer, porque lo hacen los demás.
Habitualmente ni nos planteamos a qué obedece una determinada conducta para
con nuestros hijos, ¿a una necesidad suya?, ¿a una necesidad nuestra? Nos
dejamos llevar por la inercia. Educar supone un gran esfuerzo, no de un día, una
semana o un año, sino de muchos años, e incluso de toda la vida si pretendemos
educar con nuestro ejemplo. Sabemos cuándo empieza ¿lo sabemos?, en el
momento del nacimiento de nuestro hijo, pero no cuándo terminará.
La paternidad es una responsabilidad para con los hijos, con nosotros, con la
sociedad. La decisión de tener un hijo en muchas ocasiones no está meditada en
profundidad. Se tienen hijos porque se desean, se necesitan, por la presión social,
pues se les pregunta a las parejas ¿cuándo vais a por el niño?, para reparar heri-
das o desengaños, para vivir por delegación a través de ellos, para tenerlos como
otra posesión...
Se ha pasado a un modelo de educación totalmente contrario al que prevalecía en
otros tiempos, del nefasto autoritarismo a la aciaga tolerancia total, preocupados
los padres porque los hijos e hijas no se frustren, no carezcan de nada material
y no sufran.
La familia actual destaca por su nuclearidad, una cerrazón protectora en torno a
sus miembros, un temor a causarles daño, de no hacerles sentir iguales a los
demás, en definitiva una hiperprotección.
Por definición, lo que no es un buen trato es un mal trato.
No vamos a hablar de lo obvio, como los malos tratos físicos, que todos sabemos
que lo son y a los que por desgracia estamos tan acostumbrados en los últimos
tiempos, sino de aquellos que seguramente nunca hemos reconocido como malos
tratos.
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introducción
“Siempre había oído hablar de lo felices que hacen los hijos, pero había
escuchado menos sobre lo duro que es educar, los problemas que pueden
tener los niños y lo difícil que es resolverlos, lo cuesta arriba que se hace
a veces el día a día, el poco apoyo con el que puedes contar, me siento
estafada”.
A pesar del mito de la felicidad que proporcionan los hijos, que es cierto que hacen
muy felices a los padres que ejercen con responsabilidad esta función, seamos
conscientes de que también aportan noches sin dormir, preocupaciones, proble-
mas, incertidumbre, gasto de energía física y psíquica...
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Tipos de maltrato infantil
Tipo 1.- Maltrato físico: Acción no accidental de algún adulto que provoca daño
físico o enfermedad en el niño o que le coloca en grave riesgo de padecerlo como
consecuencia de alguna negligencia intencionada.
Maltrato físico, caracterización:
Quince 15
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Tipo 3.- Abuso sexual: Utilización que un adulto hace de un menor de 18 años
para satisfacer sus deseos sexuales.
Abuso sexual, caracterización:
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tipos de maltratocapítulo
infantil
Tipo 6.- Corrupción: Conductas de los adultos que promueven en el niño pautas
de conducta antisocial o desviada, particularmente en las áreas de la agresividad,
la apropiación indebida, la sexualidad y el tráfico o el consumo de drogas.
Corrupción, caracterización:
Tipo 7.- Explotación laboral: Se asigna al niño con carácter obligatorio la realiza-
ción de trabajos (sean o no domésticos) que exceden los límites de lo habitual,
que deberían ser realizados por adultos, e interfieren de manera clara en las acti-
vidades y necesidades escolares del niño. Se incluye la utilización del niño en las
tareas agrícolas de temporada.
Explotación laboral, caracterización:
Tipo 8.- Maltrato prenatal: El bebé recién nacido presenta alteraciones (creci-
miento anormal, patrones neurológicos anómalos, síntomas de dependencia física
a sustancias) imputables al consumo de drogas, alcohol o a la falta de cuidados
durante el embarazo por parte de la madre,
Maltrato prenatal, caracterización:
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¿Accidentes o negligencia?
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“Tú verás que los males de los hombres son fruto de su elección; y que la
fuente del bien la buscan lejos, cuando la llevan dentro de su corazón”.
(Pitágoras de Samos)
diecinueve 19
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Pero hay otros casos: padres que dejan a los niños solos en casa para ir a com-
prar, para recoger a un hermano del colegio, para acercarse “un momento” a
casa de la vecina. Estos espacios de tiempo, por muy cortos que sean, son el
tiempo necesario para que surja la desgracia. Una desgracia que se podía haber
evitado.
A los niños no se les puede dejar solos en el coche para ir a comprar en el super-
mercado. Ni durmiendo mientras los padres toman “unas copas”.
Últimamente han fallecido algunos menores a causa de las altas temperaturas y
la consecuente deshidratación producida por las largas horas de permanencia en
vehículos.
Dejar a los niños solos, sin ningún tipo de protección, es una negligencia.
Llevar a los pequeños en playas, piscinas y paseos, sin gorros que cubran sus
delicadas cabezas, sin prendas suaves que les protejan el cuerpo, sin aplicarles
cremas protectoras, a veces les producen lesiones solares muy graves e irrever-
sibles.
Cuando tenemos un hijo debemos ser conscientes de que nuestra vida va a
cambiar, de que ya no podremos hacer las cosas como las hacíamos antes, de
que tenemos que contar con ese ser indefenso que hemos traído al mundo para
organizar nuestras vidas.
En resumen, las consecuencias de la falta de supervisión por parte de los padres
pueden ser muy graves para el niño.
Los accidentes domésticos más frecuentes en un niño por negligencia de los
padres son los siguientes:
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¿accidentes o negligencia?
capítulo
21
Actividades extraescolares
2
“Un buen padre vale por cien maestros”.
(Rousseau)
VEINTItres 23
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Recapitulemos
Sería muy positivo que los padres, al planificar las actividades diarias de
sus hijos, reservasen un tiempo para salir al parque, los días en que el tiempo
lo permita, donde los niños puedan jugar al aire libre con las ventajas que con-
lleva, e interaccionar con otros niños, desarrollando así habilidades sociales,
dando rienda suelta a su imaginación y “quemando” la energía almacenada
durante la jornada escolar. Lo que, además de todas las ventajas que se han
enumerado anteriormente sobre el juego, les ayudaría a llegar a casa relaja-
dos y les proporcionaría un mejor descanso nocturno.
Los días que no sea posible jugar fuera podrían hacerlo en casa con los
hermanos, con otros niños o con los propios padres, a uno de los muchos
juegos de mesa que existen, a las construcciones, a los puzzles...
Si decidimos que nuestros hijos realicen alguna actividad extraescolar,
procuremos que éstas sean pocas y elegidas con buen criterio.
Si nos inclinamos por los deportes, tengamos en cuenta las aptitudes y
deseos de los menores, sin empeñarnos, por ejemplo, en que jueguen al
fútbol cuando no les resulta atractivo o no reúnen ninguna cualidad para
ello.
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Alimentación
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“Hay personas que empiezan a hablar un momento antes de haber pensado”.
(Jean de la Bruyere)
Anorexia-Bulimia
VEINTicinco 25
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Para los niños la aceptación por parte de los padres es fundamental. Una niña que
oye con frecuencia que su madre le llama “gorda” no se sentirá aceptada por ella,
con lo que se resentirá su autoestima y luchará frenéticamente por conseguir
lo que su madre le pide: la delgadez. O, por el contrario, se sentirá tan herida y
con tan baja autoestima por no ser valorada en su totalidad como persona o
subestimada por un defecto físico corregible por alguien en quien ella confiaba
totalmente y que era su modelo, que se abandonará y podrá llegar a tener una
obesidad mórbida.
Evidentemente, cada menor tiene su propia personalidad y no ocurrirá esto en
todos los casos similares. Pero descalificar a un niño haciéndole sentirse insegu-
ro, desprotegido y poco valioso para una madre es un mal trato psicológico.
Para los menores lo más importante es su familia, y sus modelos sus padres.
Los aprendizajes que realizan en la familia son fundamentales para enfrentarse
en un futuro con el mundo. El autoconcepto se gesta en el hogar, a través del
trato que se recibe de los padres, hermanos, abuelos y el resto de personas sig-
nificativas. Los menores atienden atentamente lo que les dicen los padres, aun-
que a veces no lo parezca, y además son muy observadores y se fijan mucho
en el lenguaje no verbal: gestos, miradas, contactos. Si el niño percibe que es
causa de disgusto para sus padres y familia, que no es aceptado plenamente,
la imagen que tendrá sobre sí mismo será muy negativa y su autoconcepto se
resentirá.
Es necesaria una gran sensibilidad para no trasmitir a los hijos, como dice Serrat,
“nuestras frustraciones”, y reconocerlos como sujetos únicos, respetando sus
características individuales para que puedan aceptar lo que son como personas.
Un buen autoconcepto les ayudará en el futuro a tomar las riendas de su vida y
a resolver los problemas que les vayan surgiendo en el complejo mundo que les
tocará vivir. Para ello es imprescindible que los hijos se sientan valorados, perso-
nas dignas de ser queridas, respetadas, y esta primera valoración tiene que venir
de la familia.
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alimentación
capítulo
Obesidad
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Recapitulemos
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alimentación
capítulo
Autonomía
“Amar no es solamente querer, es sobre todo comprender”.
(Francoise Sagan)
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Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Con frecuencia, en las escuelas de padres, éstos manifiestan que tanto el biberón
con el darles de comer es un tema de comodidad. Es más rápido y limpio. Y yo
siempre les contesto ¿Pero, es lo mejor para los niños?
Recapitulemos
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Adopción
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“Los que no tienen hijos ignoran muchos placeres, pero también se evitan
muchos dolores”.
(Honore de Balzac)
treinta y uno 31
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Por ejemplo, un niño de corta edad que se inserta en una familia en la que los
padres rozan la cincuentena, tendrá una importante diferencia generacional y los
problemas en la adolescencia se multiplicarán. Este niño ¿cómo verá a sus pro-
genitores?, ¿como padres o como abuelos? ¿Estarán estos padres capacitados
para cumplir las demandas de socialización del menor? En unos casos sí, pero en
otros no. Unos padres con edades avanzadas tienen más posibilidades de tener
enfermedades o incluso fallecer. Si los padres fallecen, el menor sufrirá un nuevo
abandono. (El temor a ser abandonado, dice Fromm, es la mayor amenaza que
siente el niño). Esta familia ¿había considerado estas posibilidades, por no exten-
dernos más, cuando decidió adoptar? Seguramente no, porque si lo había hecho,
¿en quién estaban pensando?... ¿en ellos o en el menor?
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adopción
capítulo
comunicación, de que un niño adoptado ha sufrido malos tratos físicos por los que
está ingresado en un centro hospitalario, nos alarmamos y pensamos cómo ha
podido alguien dar a esas familias un niño en adopción, lo que no deja de ser una
contradicción con lo anterior.
La labor de los trabajadores sociales y psicólogos es elegir el mejor ofrecimiento
familiar para esos niños abandonados, que requieren de un entorno muy diferente
y unas cualidades personales muy especiales de los futuros progenitores.
Por lo tanto, la adopción es un derecho de los niños.
El derecho del niño a tener una familia no es el derecho de los adultos a tener un
niño.
La adopción ha surgido para estar al servicio del niño y no de la familia.
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Buenos modales
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“Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño
en otro. La vida es un todo indivisible”.
(Gandhi)
treinta y cinco 35
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Es difícil entender que los chavales puedan llegar a hacer este tipo de cosas
para conseguir unos días de vacaciones, pero más inexplicable es la actitud de
los padres al no sentir ningún disgusto por la conducta de sus hijos sino todo lo
contrario, hasta el punto de considerar que sus hijos iban a ser estigmatizados
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buenos modales
capítulo
por recibir una sanción del centro afectado. Lo más coherente hubiera sido discul-
parse ante el centro educativo y ponerse a su disposición para reparar los daños
causados, lo que, tras la lectura del artículo, creo entender que no hizo ninguno
de los padres.
Y yo me pregunto ¿si esos padres hubieran llegado a su propia casa y la hubieran
encontrado destrozada porque los hijos se habían estado divirtiendo y en el des-
enfreno habían efectuado un estropicio considerable, ¿cómo se habrían sentido?,
¿habrían disculpado a sus retoños diciendo, por ejemplo, que todos hemos sido
jóvenes? Probablemente no habrían hallado disculpa para una conducta seme-
jante.
Empatía es la palabra clave. La que nos hace ponernos en el lugar de los demás
y tratar de entender sus sentimientos. La que nos hace ser más humanos, com-
prendiendo el dolor y el malestar ajenos. Y esto hay que enseñárselo a los niños
desde pequeños.
Recapitulemos
Lo adecuado hubiera sido que estos padres hablaran con sus respectivos
hijos, haciendo un ejercicio práctico de empatía, y les preguntaran lo que
sentirían ellos si se encontraran su habitación revuelta y sus posesiones más
valiosas rotas. ¿Cómo se habrían sentido? Seguramente así entenderían
las emociones que se despiertan en las personas que se encuentran en
esa situación.
Posteriormente habrían debido pedirles que se disculparan por su actua
ción y que se ofrecieran para REPARAR los daños causados, contribuyendo
con sus propios ahorros a pagar parte de los gastos ocasionados por los
enseres destrozados.
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Castigos
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“Años después de dar a luz me convertí en madre”.
(Erica Jong)
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Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Los castigos no son lo más recomendable para conseguir cambiar una conducta,
por lo que deben ser pocos y bien administrados pero, si se considera inevitable
en una situación concreta, debemos tener presente aspectos como:
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castigos
capítulo
Unos padres permisivos que se dejan someter por un hijo, que no son capaces
de imponerse cuando hace falta, son buenos, dulces y afectuosos, pero no son
un punto de referencia, envían al hijo el mensaje siguiente: mis padres no son
capaces de ayudarme, de apoyarme, de ofrecerme protección ya que nunca
me demuestran firmeza ni determinación.
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Celos
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“Un hermano es un amigo que nos ha sido dado por la naturaleza”.
(Proverbio chino)
Los celos entre hermanos son habituales y “normales”, porque siempre hay
uno que es el hermano mayor a quien se le ha arrebatado su situación de
hijo único que recibe toda la atención y el cariño de los padres. Aunque a
veces hay situaciones celotípicas por parte del hermano menor que siente
que el hermano mayor tiene más privilegios y es más tenido en cuenta por
los padres. El problema surge cuando los celos son patológicos porque los
padres no han sabido llevar bien esta situación.
Los celos patológicos tienen sus raíces en los estratos más profundos del ánimo y
pueden prolongarse hasta la edad adulta. Envenenan las relaciones entre herma-
nos, enfrían el amor que se debería tener por los padres, debilitan la solidez y la
solidaridad de la familia, generan sufrimiento y rencor, a veces escondidos duran-
te años, pero que aparecen como por encanto cuando finalmente se encuentra al
rival y se consigue explicarse.
El tener hermanos no es en ningún caso contraproducente, sino todo lo contrario.
Es una buena ocasión para crecer y un momento esencial de la madurez psicoló-
gica para el niño que hasta ese momento tenía el papel de hijo único.
El mismo hecho de pelearse los hermanos, de combatirse, es signo de lazo social.
Cuando los niños muestran ciertas formas de agresividad, los padres no deben, en
principio, inmiscuirse demasiado, dejando que tracen ellos sus pactos. Como dicen
Freud y Burlingham, la rivalidad, cuando no va manchada de violencia o envidia,
cuarenta y tres 43
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
A veces los padres nos empeñamos en tratar exactamente igual a nuestros hijos,
lo que no suele ser posible ni conveniente si partimos de que cada uno de ellos
es una persona distinta con unas necesidades particulares y bien diferenciadas.
Ser justos no significa que si a uno de nuestros hijos no le hemos podido dar el
pecho por causas ajenas a nosotras, hagamos lo mismo con el otro para que se
sientan en igualdad de condiciones. Esto sería un trato injusto e injustificable. El
momento en el que nacieron nuestros diferentes hijos es un momento distinto para
ellos y para nosotros, y las situaciones parecidas nunca se desarrollan de la
misma forma.
Tampoco es justo que cuando nace un bebé nos volquemos en él porque tiene
más necesidades, y nos olvidemos de que tenemos otro hijo que se encuentra en
estos momentos en una situación difícil para él, que no para de fantasear sobre
lo que significará la integración del nuevo hermano, si le quitará su puesto, si
será más querido... Como en el caso del pequeño que nació con una hernia y su
madre se dedicó en cuerpo y alma a su cuidado, dejando al hermano mayor (sano,
guapo, simpático y sociable) sin atención emocional, porque él estaba bien y su
hermano no, convirtiéndose así esta conducta, a la larga, en la habitual. Durante
muchos años este niño se sintió “abandonado” por su madre, pues tenía la sensa-
ción de que todos sus cuidados y preocupaciones iban dirigidas al menor.
Es realmente curioso cómo los adultos nos protegemos de nuestra conducta
inadecuada, diciendo por ejemplo al hermano mayor, que hasta el día anterior
a la llegada del bebé a casa era un niño, ante cualquier conducta de llanto, de
inconformismo o rabieta: “Tú ya eres un hombre, o una mujer”. Sin tener en cuenta
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capítulo
celos
que los niños que acaban de tener un hermanito tienen una conducta de regresión
a etapas anteriores más infantiles, como negarse a comer solos cuando ya lo
hacían estupendamente, volverse negativistas diciendo a todo que no, adoptar un
lenguaje infantil, volverse exigentes, desobedecer, hacerse pis en la cama o llorar
por cualquier cosa. Necesitamos que hagan el tránsito de la infancia a la adultez
de un día para otro, creando en los niños una gran confusión y una sensación de
impotencia que no pueden poner en palabras, porque son niños y son incapaces
de expresarlo así.
A veces los padres tienen un hijo preferido, en detrimento del otro, porque da
menos trabajo, les hace menos demandas, es más formal, se parece más a
ellos... Es normal sentir que se tiene más sintonía con un hijo que con otro. El ser
capaz de advertir esa preferencia y revisar esos sentimientos tomando medidas
es un signo de madurez de los padres, que a veces no advierten claramente los
valores y cualidades del otro hijo, cegados por su predilecto. Relacionarse con
los hijos de manera justa y sana restablecerá la armonía familiar y redundará en
beneficio de todos.
Algo muy habitual entre los hermanos es que éstos discutan y se peguen.
Ana tiene cinco años y su hermana Inés siete. Una tarde la madre entra
precipitadamente en la habitación de las niñas tras oír los alaridos de Ana
que llora a lágrima viva y no cesa de decir: “Inés me ha pegado”. La madre
le dice a la mayor, gritando: “¿Por qué le has pegado?”. Y en ese momento
empieza el intercambio de acusaciones: “¡Ha sido ella!”, “¡No, yo no he
sido, has sido tú!”, “¡Tú siempre la defiendes!”, termina diciendo Inés roja
de rabia.
Esta escena es muy habitual en todos los hogares y muy desacertada en su tra-
tamiento
Hubiera sido más adecuado consolar a la menor y, cuando se hubiera calmado,
pedirle a la mayor que diera ella su versión sobre lo que había pasado, interesán-
dose por sus sentimientos: ¿Qué ha sucedido?, ¿cómo te has sentido?, tratando
así de entender a la niña, sin dar consejos, opinar o emitir juicios precipitados,
tratando de llevarla a entender que su actuación no ha sido correcta y que además
de no solucionarse el problema se ha incrementado.
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Comparaciones
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“Es imposible la salud psicológica, a no ser que lo esencial de la persona
sea fundamentalmente aceptado, amado y respetado por otros y por ella
misma”.
(Abrahan Maslow)
Hay un dicho popular que reza “Las comparaciones son odiosas”, y efecti-
vamente así es. No hay nada que sea más deleznable y artificioso que una
comparación porque nadie puede ser comparado con nadie. Ni siquiera los
hermanos gemelos que son los que más genes comparten y se sitúan en
el mismo ambiente desde el nacimiento, todo lo cual podría hacerlos más
parecidos pero nunca iguales.
Cada persona es un ser único e irrepetible, con permiso de la clonación. ¡Claro
que los hijos son diferentes! Precisamente, hay que valorar y respetar esa diferen-
cia que los hace sujetos únicos.
Es posible que un niño no sea tan brillante en matemáticas como su hermano,
su prima, su amigo, pero seguro que tiene otras capacidades en las que pueda
sobresalir: la música, el dibujo, los deportes...
Cuando utilizamos las comparaciones, como dicen Adele Faber y Elaine Mazlish
en su libro (Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y Cómo escuchar para
que sus hijos le hablen), los hijos piensan: “Quiere a cualquiera más que a mí”.
“Soy un fracaso total”. “Odio a Gary”.
Ni siquiera las comparaciones en positivo son recomendables, pues obligan al
que las recibe a tener que estar siempre “a la altura”, a no relajarse, a no bajar la
guardia, y esto se convierte en una presión insoportable.
cuarenta y siete 47
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
El tema de las comparaciones surge con frecuencia en las terapias por parte de
los pacientes y siempre manifiestan el malestar que les ha producido esta conduc-
ta que habitualmente han tenido sus padres.
Recuerdo dos casos que me han comentado en los últimos tiempos:
48
comparaciones
capítulo
49
Disciplina
9
“Uno no se convierte en padre por tener un hijo, del mismo modo que uno
no se convierte en pianista por tener un piano”.
cincuenta y uno 51
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52
disciplina
Recapitulemos
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Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
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Dormir con los padres
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“La ciencia moderna aun no ha producido un medicamento tranquilizador
tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas”.
(Sigmund Freud)
cincuenta y cinco 55
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Hay un excelente libro del Dr. Estivill para enseñar a los niños a dormir: Método
Estivill. Guía rápida para enseñar a dormir a los niños. Sólo es preciso tener la
paciencia suficiente para llevarlo a la práctica. Con amor y la motivación suficiente
da excelentes resultados en todos los casos.
Pero, a veces, el niño cumple una función en la cama de los padres. Les priva de
su intimidad, que es en realidad lo que se persigue, y los padres lo justifican con
argumentos como “el niño tiene miedo”, “se despierta mucho por las noches y no
podemos descansar”, “cuando está malito, le tenemos más cerca para cuidarle”...
Estos padres están encantados con que el pequeño irrumpa en su cama para
distanciarse de su cónyuge.
Al niño esta situación no le beneficia en absoluto, se le hace dependiente, manipu-
lador, inseguro, caprichoso, asustadizo... Por no hablar de lo que significa para el
niño tener contacto con el padre del sexo contrario ligero de ropa, lo que le puede
crear mucha confusión.
Sólo tiene sentido que un bebé duerma en la habitación de los padres cuando es
prematuro o recién nacido y la madre tiene que darle el pecho, por motivos de
comodidad para la madre, al no tener que desplazarse a otra habitación varias
veces durante la noche. En cualquier caso el bebé debería dormir en su propia
cuna y que esta situación deberá prolongarse el menor tiempo posible.
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Enuresis
cincuenta y siete 57
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Si tras la visita al médico se descarta que exista una causa física en un niño mayor
de cinco años, es el momento de plantearse qué está pasando, qué le ocurre a
nuestro hijo para que siga mojando la cama, aunque sea de forma intermitente.
La Enuresis Secundaria en la que se han descartado las causas físicas, suele
aparecer tras el nacimiento de un hermano, al entrar en la escuela infantil o en
el colegio, al cambiar de casa, o ante cualquier otro hecho o situación que haya
sido muy importante para el menor. En estos casos, la enuresis es el síntoma que
manifiesta el malestar del niño.
Es un tema muy serio y que produce mucho sufrimiento en los niños, como para no
tomárselo en serio por parte de los padres. No hay que frivolizar ni restarle impor-
tancia. Hay que solucionar el problema. Y la contrariedad no se soluciona con un
pañal que tape el problema. Es el momento de consultar con un especialista.
Tengo una paciente que se estuvo orinando en la cama hasta los veinte años y
que desde niña solo recibió insultos y reproches, tanto por parte de los padres
como de los hermanos mayores. A veces trataba de no dormirse para evitar el
incidente, rindiéndola el sueño al amanecer y volviendo a mojar la cama a pesar
de su esfuerzo. Tenía graves problemas psicológicos pero nadie reparaba en que
cada día se volvía más introvertida y se aislaba más del mundo. Ahora, con más
de treinta años, relata con profunda tristeza cuánto la hizo sufrir esta situación.
Cuando un niño mayor de cinco años de edad se hace “pis” en la cama con cierta
frecuencia, no es necesario que sea a diario, no hay que descartar que exista
algún problema.
Algo está ocurriendo que a ese menor le hace sentirse mal, algo que no cuenta,
pero que existe, al menos para él. El niño puede tener algún problema psicoló-
gico que los padres desconocen y es lo que hay que atajar para normalizar la
situación.
Tomar medidas como evitar que beba durante la tarde, ponerle a orinar antes de
acostarse, etc., no suelen arreglar la situación, pues el problema es de otro tipo,
algo interno o externo con lo que el niño no se siente a gusto, pero que segura-
mente no manifiesta.
58
enuresis
Es una manera de hacerse oír, una llamada de atención que los padres no pueden
ignorar.
El poner un pañal a un menor de nueve años y dejarlo correr es un mal trato.
Recapitulemos
59
Escuela en el hogar
12
“Es más necesario estudiar a los hombres que a los libros”.
(Rochefoucald)
sesenta y uno 61
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
En el sistema educativo español existen opciones para todos los gustos: Colegios
públicos, privados, religiosos, concertados, de integración...
Es curioso ver cómo existe un interés especial por parte de la Administración en
no crear guetos, en que los niños con minusvalías puedan acceder a los mismos
centros escolares que los otros niños, que los colegios sean un exponente de la
realidad multirracial de nuestra sociedad, que niños y niñas compartan las mismas
aulas, no haciendo diferencias de sexo, etc., y cómo, sin embargo, algunos padres
se empeñan en que sus hijos sean distintos.
Para quien no la conozca, recomiendo la lectura de la novela de Alejandro Casona
La tercera palabra, y que todos reflexionemos sobre el tema.
62
13
Etiquetas
“No digo que no debamos amar a los padres, porque también se puede
amar a personas que nos han perjudicado sin querer. Hay padres a los que
en realidad no se puede amar y otros bastante amables, aunque hayan
cometido muchas equivocaciones”.
(Erich Fromm)
A veces los niños tienen conductas indolentes, sucias, agresivas... pero lla-
marles vago, guarro o pegón no contribuirá a erradicar ese comportamiento,
sino todo lo contrario. Mientras se conserve la etiqueta de esa incapacidad,
se tiene una disculpa hecha a medida para evitar el esfuerzo. Se mantendrán
en ella pues pensarán: “si creen que soy un vago ¿para qué me voy a esfor-
zar?”. Esto es la profecía autocumplida. El concepto que los padres tienen
de sus hijos es captado rápidamente por éstos y condicionará sus senti-
mientos personales y su conducta. Las etiquetas son muy fáciles de poner
pero muy difíciles de quitar. En la familia se refuerza poco el comportamiento
adecuado de los niños y se presta atención, habitualmente, al inadecuado.
Etiquetar a los hijos es algo que debe evitarse a cualquier precio, pues les hace
sentirse inseguros y rechazados.
Además, cuando le decimos a un niño que es “un vago”, es una descalificación
total como persona. No es lo mismo decirle que no nos gusta que no trabaje, que
deje los deberes sin hacer, que no recoja la habitación, etc., lo que censuramos en
este caso es una manera de conducirse, un comportamiento. Nos ajustamos a la
realidad de lo que está pasando, nos centramos en un hecho concreto, pudiendo
sesenta y tres 63
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
64
Fracaso escolar
14
“Cuanto mayor es la isla del conocimiento, más largo es el litoral del asom-
bro y la curiosidad”.
(Sockman)
sesenta y cinco 65
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Añade:
“Es muy difícil que convenzamos al niño de que tiene que esforzarse si al
mismo tiempo le acostumbramos a no soportar ninguna molestia. A partir de
los quince meses la tarea más importante de la madre, o de los cuidadores,
es ayudar al niño a soportar niveles cada vez mayores de tensión. Hemos
de enseñar a aplazar la recompensa. Los niños necesitan saber que muchas
veces hay que hacer cosas desagradables para conseguir una meta agrada-
ble, y que mantener el esfuerzo durante el trayecto puede ser duro”.
66
fracaso escolar
Es en este momento cuando los padres tienen grandes dificultades para exigir a
sus hijos. Sobre todo cuando a los propios padres no les queda muy claro qué
pueden y qué deben exigirles a sus hijos, por su propio bien.
Recapitulemos
Leer con los hijos desde pequeños y preguntarles sobre lo leído para ver
si tienen comprensión lectora. (¿Recuerdas dónde vivía Juan?, ¿A qué le
gustaba jugar?).
Plantearles pequeños problemas para evaluar su capacidad de abstrac-
ción.
Corregir su manera de coger el lápiz a la hora de escribir y observar su
escritura para detectar si las letras se escriben en la dirección correcta, o si
se confunden unas con otras, si hay omisiones, reiteraciones...
Explicarles el significado de palabras que no sean de uso coloquial y
preguntarles por otras más comunes. (Antepasados quiere decir...; ¿Qué
es un ave?).
Ponerles un horario de estudio adecuado a su edad.
Educar a los hijos en el esfuerzo y la superación.
Ayudarles con los deberes y el estudio, con paciencia y afecto cuando lo
precisen, pero procurando que ellos se hagan cargo de su responsabilidad.
Se trata de hacer una labor de “supervisión”, no de control.
Reconocer los límites intelectuales de los hijos exigiéndoles lo que pue-
den dar, ni más ni menos.
Alabar sus esfuerzos y sus logros fomentando el sentimiento de su pro-
pia eficacia.
Es fundamental que el padre y la madre estén de acuerdo en los criterios
y las exigencias que se le van a pedir a los hijos e hijas.
Procurar que realicen algún deporte que les habituará al esfuerzo y al
compromiso.
No planificar su futuro académico ni profesional. Esto es algo que ellos/
as deberán elegir en función de sus inclinaciones y aptitudes.
67
15
Hijo a la carta
Los padres, cuando van a tener un hijo, fantasean sobre cómo será, cómo
les gustaría que fuera, qué esperan de él. Cuando llega el hijo no suele tener
nada que ver con lo previsto. Existe un hijo imaginario y un hijo real.
En la mayoría de los casos los padres aceptan esa realidad que tienen entre los
brazos y cumplen con su hijo como unos estupendos progenitores.
Pero también hay padres que nunca llegan a aceptar al hijo real que tienen, por-
que no es del sexo deseado, no cumple las expectativas que se habían creado, no
se parece a la familia... y cuando esto ocurre, el niño suele ser tratado con poco
interés por parte del padre, de la madre o de ambos.
Es fundamental para la felicidad de un niño sentirse querido por sus padres
Que se establezca una relación de apego entre el niño y al menos uno de
los padres, y como consecuencia el niño construirá un modelo interno de la
figura de apego, como alguien disponible que le protege y le ayuda, en el que
se puede confiar. Se conceptualizará a sí mismo como una persona valiosa y
susceptible de ser amada (Bowlby, 1980). La seguridad en la relación de apego
contribuye a desarrollar expectativas positivas de uno mismo y de los demás,
que ayudan a aproximarse al mundo con confianza, afrontar las dificultades
con eficacia y obtener la ayuda de los demás o proporcionársela (Egeland y
Erickson, 1987).
sesenta y nueve 69
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Por el contrario, cuando el adulto no está disponible para el niño o cuando res-
ponde de forma inadecuada a sus demandas de atención, éste aprende que no
puede esperar cuidados ni protección, desarrolla una visión negativa del mundo
como algo desagradable e imprevisible y se acostumbra a responder a él con
retraimiento o violencia. Esta tendencia reduce considerablemente su capacidad
de adaptación a la adversidad, ante la que suele comportarse de tal forma que
genera más adversidad (Bowlby, 1982; Crittenden, 1992).
Estoy completamente de acuerdo con lo que dice Javier Urra en su libro Escuela
Práctica para Padres, porque esto es lo que suele acontecer con ese hijo no
deseado:
“La actitud cruel y castrante puede practicarse con golpes o con desaferencia,
privando a los niños de afecto y cariño, rechazándolos, y también a través
del maltrato psíquico del niño, una especie de lavado de cerebro, sádico y
sistemático, que incluye los insultos, los menosprecios, las ridiculizaciones”.
70
hijo a la carta
Crittender (1995) señala: “La inhibición de signos afectivos tiene el efecto prede-
cible de reducir el rechazo maternal y la rabia, así como enseñar al bebé que la
expresión del afecto es contraproducente”.
Los bebés aprenden a regular sus emociones obviándolas, negándolas o hacién-
dolas pasar por otros afectos o emociones. Esto les lleva a falsificar o disfrazar sus
propias vivencias internas y les produce a corto y largo plazo un coste remarcable
en su mundo afectivo, enajenándole de sí mismo y de los otros e impidiendo el
desarrollo de relaciones cercanas, sanas, cálidas, íntimas, empáticas, confiables.
La evitación de la experiencia emocional provoca un gran riesgo para el futuro
emocional del niño. Todo lo que queda relegado puede expresarse más tarde de
forma inadecuada. El niño difícilmente podrá controlar su rabia, y la impaciencia e
intolerancia irrumpirán repentinamente. Además, cuando el niño se halle en situa-
ciones conflictivas o de frustración no podrá manejarlas adecuadamente, puesto
que la percepción, la reflexión y otras funciones cognitivas se verán afectadas o
contaminadas por esta emocionalidad herida.
Recapitulemos
Cuando nos planteamos tener un hijo, el amor hacia él debe ser incon-
dicional, aunque este niño no se corresponda con el que habíamos fanta-
seado, aceptándolo tal y como es.
Hay que tener presente los grandes cambios que se van a producir en
todas las áreas de nuestra vida a nivel personal, social, de ocio... y ver si
estamos preparados para sobrellevarlos.
Los niños demandan atención y hay que estar preparados y dispuestos a
dársela.
En las necesidades de los hijos hay que invertir sumas importantes de
dinero que hay que retraer de otros gastos.
Es necesario autoevaluarnos para ver si contamos con las dosis precisas
de paciencia, flexibilidad, ternura, adaptación a los cambios... que requiere
un niño.
Estimar si es el mejor momento personal, económico, familiar y laboral
para decidir tener un hijo.
71
16
La muerte
“Dejamos de temer aquello que hemos aprendido a entender”.
(Marie Curie)
setenta y tres 73
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
pueden preocuparse por los padres y por ellos mismos preguntando ¿cuándo se
van a morir? En este momento hay que tranquilizar al niño diciéndole que no es
probable que ninguno muera hasta que sean mayores o viejecitos y que para eso
faltan muchos, muchos años.
Vivimos en una sociedad en la que cuesta mucho trabajo aceptar el hecho de la
muerte y alejamos a nuestros hijos de esta realidad, a veces de forma malsana.
Hay que ser sinceros y dejarles claro que todos nos vamos a morir, sin trauma-
tizarles, acompañándoles en su dolor cuando pierden a alguien muy querido,
reconfortándoles, dejándoles llorar y expresar su dolor, manifestándoles el nues-
tro. Esto les ayudará a valorar la vida.
Marta tenía siete años y estaba muy unida a su abuela, a la que veía
prácticamente a diario desde que nació. La abuela falleció de un infarto y
los padres, pensando que la niña era muy pequeña y lo iba a pasar muy
mal, no se lo quisieron decir. Le contaron que la abuela estaba “de viaje”.
Cuando el tiempo fue pasando y la niña seguía sin saber nada de su abuela
se fue poniendo triste, dejando de jugar, abandonando los estudios, aislán-
dose de los demás. No podía entender cómo esa persona que tanto quería
la había abandonado sin decirle nada. Los padres tuvieron que llevarla a
un psicólogo que les aconsejó que le dijeran lo sucedido. Al saber la ver-
dad, pasado un corto espacio de tiempo la niña empezó a recuperarse tras
asumir que no volvería a ver a su abuela, quedándole constancia de que la
quiso hasta el último momento y que no se pudo despedir de ella.
Recapitulemos
74
la muerte
75
17
Lenguaje
setenta y SIETE 77
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Lo que hacemos por nuestros hijos nadie nos lo dicta ni impone y si nos excede-
mos en algún momento es responsabilidad nuestra. Que por cierto no suele ser
sano para nuestra relación, pues dejarlo todo por los hijos es una falta de respeto
para con nosotros mismos y les estamos transmitiendo que valemos poco. Pero
este exceso de celo se emplea a veces para pedir cuentas de lo dado, lo que deja
claro lo interesado de nuestra conducta y hace sentir a los niños malvados y en
deuda con los padres, que tanto han hecho por ellos.
Tristemente estas “deudas” no suelen ser pagadas nunca por los hijos, por mucho
que hagan, que se vuelven muy dependientes y sumisos en su afán por congra-
tularse con sus padres.
Otra frase que por desgracia se sigue escuchando es ¿A quién quieres más, a
papá o a mamá?. Esta elección a la que se les pretende someter es injusta, por-
que el niño quiere a su padre y a su madre, los necesita a los dos, ambos son sus
padres y no tienen por qué elegir.
Otra bastante común es Los niños no lloran. ¿Por qué? Si se lastiman, se sienten
tristes, han tenido un mal día ¿por qué no pueden llorar?, ¿no tienen sentimien-
tos?, ¿los tienen que reprimir?
Son muchos los adultos que sufren de “analfabetismo emocional”. Muchos consi-
deran que sentir miedo, tristeza o rabia es nocivo. Para muchos adultos, dejar que
sus hijos sientan y lo expresen es amenazante. Sin embargo, no hacerlo les puede
llevar a sentirse incomprendidos, que no interesan y que además son malos, ¡justo
lo contrario de lo que sentimos por ellos! Hay que dejarles sentir, que no vivan cen-
surados por manifestar una emoción, es su manera de expresar cómo les afectan
las cosas. Hay que identificarlas, etiquetarlas y ayudarles a que las describan con
palabras. Tienen que aprender a distinguir que existen diferentes tipos de emocio-
nes y que corresponden a diferentes estados de ánimo. En la medida en que ponen
nombre a lo que les ocurre van sintiendo que tienen algo más de control sobre ello.
Al hacer consciente lo que les pasa tienen más capacidad de manejarlo. Las emo-
ciones ocupan un lugar primordial en nuestra vida. La educación emocional debe
empezar desde la infancia. Hemos de ayudar a los niños a identificar sus emociones,
a que las puedan nombrar y distinguir unas de otras (que sepan distinguir cuándo
están tristes, enfadados, desencantados, ansiosos...).
Cuando reconoces en tu hijo sus emociones, cuando les ayudas a dialogar con ellas
y les ofreces estrategias para que logre canalizarlas, le estás ayudando a construir
una individualidad sana y madura. (Ana García-Mina Freire; doctora en Psicología).
78
lenguaje
Recapitulemos
Hay que enseñar a los niños a mostrar su enfado o excitación con las
palabras adecuadas.
Los niños, aunque a veces no entiendan las palabras, perciben clara-
mente el tono en el que se les habla.
Hay que tener presente que los gritos representan el fracaso de los adultos
con otros métodos y que se utilizan cuando los padres están desesperados
y han perdido los papeles.
Cuando a los niños se les grita injustamente, ellos lo perciben claramen-
te. Conozco a un niño de cinco años que le dice a su madre cuando ella
pierde los estribos: “Mamá, no me grites que soy un niño pequeño y no está
bien que me trates así”.
Con el lenguaje podemos manifestar apoyo, afecto, comprensión... o
desagrado, indiferencia, desafecto...
79
Médicos y medicinas
18
“El error presente extendido entre los hombres es el de querer comprender
separadamente la curación del cuerpo y la del espíritu”.
(Platón)
Los niños, al igual que los adultos, deben ir al médico cuando lo necesitan,
es decir, cuando están enfermos. Hay un gran número de padres que frecuen-
tan la consulta del pedíatra sin justificación aparente. Su preocupación por
la salud es excesiva, rayando en la hipocondría. Los niños se van acostum-
brando a que ante cualquier pequeño malestar hay que ir al médico y a ser
cuidados por sus padres, que a su vez se consideran padres preocupados y
ocupados por la salud de sus hijos. A veces esta conducta obedece a senti-
mientos de culpa en otras áreas. Este bucle realimentará a ambos, utilizando
la “enfermedad” como medio de comunicación y unión entre la familia.
De igual modo, a veces se utiliza la medicación indiscriminadamente. Los
menores se habitúan a los medicamentos, los cuidadores les hacen creer
que son la panacea universal y que todo se resuelve en la vida con “píldoras
milagrosas”, siendo incapaces de aguantar el más mínimo dolor o la menor
molestia.
Me ha sorprendido la frecuencia con que en los últimos tiempos los padres utilizan
algún tipo de medicamento con otros fines diferentes de los que tienen. Por ejem-
plo: el Apiretal. Un antipirético que algunos padres proporcionan a los niños para
que se tranquilicen y se duerman cuando lo consideran oportuno.
OCHENTA Y UNO 81
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
A los pequeños se les está haciendo adictos sin que nos demos cuenta y en el
futuro, cuando ellos sean adultos, seguirán recurriendo inopinadamente a los
medicamentos.
Otro aspecto preocupante es la facilidad con que se ingresa a los niños en hospi-
tales, en ocasiones sólo “por si acaso”, “para observarles”, sin tener en cuenta lo
que esto significa para los menores: la separación de sus padres, el encontrarse
solos en un medio inusual para ellos, el miedo ante lo desconocido, la pérdida
de autonomía e intimidad, la interrupción de su actividad diaria, la incertidumbre
sobre la conducta apropiada...
En la Carta Europea de los Derechos de los Niños Hospitalizados, establecida
por el Parlamento Europeo en el año 1986 y ratificada por España, se incluye en
su artículo 4º un total de 23 puntos. En el punto número uno se proclama:
Derecho del niño a que no se le hospitalice sino en caso de que no pueda recibir
los cuidados necesarios en su casa o en un ambulatorio y si se coordina oportu-
namente, con el fin de que la hospitalización sea lo más breve y rápida posible.
Lo que deja bien claro que si no es imprescindible para la salud y recuperación
del menor, no se tomará esta medida.
En el libro Hospitalización Infantil, Repercusiones psicológicas, de Juan Manuel
Ortigosa Quiles y Francisco Xavier Méndez Carrillo, se recogen las repercusiones
negativas de la hospitalización para los menores.
Del Barrio y Mestre (1989) llevaron a cabo un estudio comparativo con 94 niños
hospitalizados de 8 a 14 años, en el que detectaron más ansiedad y más miedo
a la muerte y a la enfermedad que en los niños sin experiencia hospitalaria.
Las repercusiones negativas de la hospitalización persisten incluso después del
alta médica (López-Roig, Pastos y Rodríguez-Marín, 1993; Scaife y Campbell,
1988; Vernon y Thompson, 1993).
La hospitalización es un acontecimiento estresante que genera en el niño alte-
raciones cognitivas, psicofisiológicas y motoras, antes, durante y después de la
estancia hospitalaria (Huber y Gramer, 1991; Melamed y Siegel, 1975; Mendez,
Macia y Olivares, 1992; Wolfer y Visintainer, 1975; Ziegler y Prior, 1994). El pro-
ceso de hospitalización conlleva múltiples estresores en un período de tiempo
generalmente breve (Méndez, Ortigosa y Pedroche, 1996).
82
médicos y medicinas
Los niños pequeños son los más afectados por la hospitalización, mostrándose
más alterados (Aguilar y Ruiz, 1994; Vernon y cols., 1966).
Recapitulemos
83
19
Modas
En los últimos tiempos hay una serie de corrientes o modas que se repiten,
que desaparecen y vuelven a aparecer, que llevan a algunos padres a tomar
decisiones un tanto arbitrarias sobre la crianza de sus hijos.
Ignorar el calendario de vacunas supone un riesgo para el menor y las per-
sonas que le rodean: otros niños, embarazadas, ancianos...; por lo tanto es un
deber social.
Las vacunas son necesarias porque protegen al niño de enfermedades infeccio-
sas graves o incluso mortales y frente a las que no existe un tratamiento efectivo;
así, el tétanos es mortal en la mitad de los casos y la polio deja secuelas graves,
como parálisis; las paperas pueden causar sordera y el sarampión serias compli-
caciones.
Gracias a las vacunas, la viruela ha desaparecido del mundo.
Aunque las enfermedades que podemos prevenir con las vacunas se dan sólo en
pocas ocasiones, debemos seguir vacunando a los niños. Con la inmigración, por
ejemplo, se están volviendo a ver enfermedades casi erradicadas que han resur-
gido en escuelas infantiles y la vacunación es la medida preventiva más eficaz,
a veces la única, contra el contagio.
OCHENTA Y CINCO 85
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
86
modas
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Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Diarrea aguda
Se dan en el menor y son debidas al consumo de alimentos en mal estado o de
alimentos inadecuados para el momento evolutivo que atraviesa. Ésta es una
de las consultas más frecuentes en los servicios de urgencias. Tiene una mayor
gravedad cuanto más pequeño es el niño y es más frecuente entre los 6 y los 18
meses de edad, pudiendo causar la deshidratación del menor.
Vitaminopatías
Carencias vitamínicas atribuibles a déficits nutricionales, que suele darse funda-
mentalmente en poblaciones con pocos recursos (pudiendo llevar al raquitismo).
Caries
En un número abundante de dientes por una alimentación inadecuada, pudiendo
dificultar a la vez la masticación de determinados alimentos.
88
Niños famosos
20
“No se puede separar la paz de la libertad, porque nadie puede estar en paz
a menos que sea libre”.
(Malcom X)
ochenta y NUEVE 89
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
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niños famosos
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Padres amigos
21
“Los padres deberían darse cuenta de cuánto aburren a sus hijos”.
(Bernad Shaw)
Está muy de moda el que los padres manifiesten, sobre todo con adolescen-
tes y jóvenes, que son amigos de sus hijos. Ésta es una confusión importante
que debemos aclarar. El rol de padre es totalmente incompatible con el rol
de amigo. Los hijos necesitan tener en casa a unos padres; sí, unos padres
con las ideas claras, comprensivos, cariñosos, dialogantes, con autoridad,
unos padres que les guíen por la vida y que les ayuden a superar las dificul-
tades que surjan, en los que confiar cuando haya un problema importante.
Los amigos tienen que ser de su edad, elegidos por ellos, preferiblemente
conocidos por los padres, chicos y chicas con los que compartir aficiones,
inquietudes, objetivos. Hay que ayudarles a que se abran al mundo y se bus-
quen sus propios amigos.
Los padres tienen que aspirar a la mejor relación con los hijos en todas las etapas
de la vida, a tener relaciones amistosas, pero nunca a ser sus amigos. Esto es una
incoherencia y un mal trato. La relación entre padres e hijos es asimétrica y no es
conveniente para los hijos que se les trate como a un igual.
Los hijos necesitan a un adulto en casa, que se comporte como tal y que les sirva
de referente y este adulto debe ser el padre o la madre, si es que por diferentes
circunstancias no pueden ser ambos, como en caso de separación. Los padres
son modelos para sus hijos desde el momento en que nacen y es inevitable que
esto sea así, por tanto se debe tratar de ser el mejor modelo posible.
Resulta absurdo y fuera de lugar ver a una joven en una discoteca acompañada
de su madre-amiga, o a un padre con su hijo.
noventa y TRES 93
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
J. M. Romera recela de los padres que se ufanan de ser amigos de sus hijos: “Por
lo general no tienen el coraje suficiente para ejercer de padres”. (El Correo, 22 de
mayo 2005).
Hay padres que desean identificarse y aun parecerse al adolescente (en ocasio-
nes hasta en su forma de vestir, relacionarse y hablar). De este modo se dificulta
su proceso de autonomía. (El Pequeño Dictador, Javier Urra, 2006, La Esfera de
los Libros)
En ocasiones los padres se empecinan en saberlo todo sobre sus hijos, en querer
que se les cuente todo, y lo que se consigue es el distanciamiento del hijo ante
unos padres tan inquisidores. A los hijos hay que abrirles las puertas de la con-
fianza y dejarles claro que pueden contar con los padres para lo que deseen, sin
presionarles, sin atosigarles, con la confianza de que recurrirán a ellos cuando lo
precisen.
Recapitulemos
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22
Regalos
noventa y CINCO 95
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Recapitulemos
96
regalos
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Seguridad vial
23
“Obra siempre de modo que tu conducta pudiera servir de principio a una
legislación universal”.
(Kant)
noventa y NUEVE 99
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Así mismo, con nuestro ejemplo, debemos enseñar a los niños a cruzar por los
pasos de peatones, a respetar los semáforos, a circular adecuadamente por las
vías urbanas. El modelo de los adultos significativos es el mayor referente que
tienen los niños y lo que les inclinará a actuar de un modo u otro.
Debemos enseñarles, sin dramatizar, el peligro que supone correr alocadamente
por la calle, cruzar sin mirar si viene algún vehículo, no respetar un disco en rojo.
Primero se convertirán en peatones conscientes y más tarde en conductores
responsables.
Recapitulemos
Elegir una silla homologada según el peso y tamaño del niño y ponerle
en ella con la sujeción adecuada siempre que hagamos un trayecto en coche,
aunque sea corto.
Echar los cierres de seguridad para evitar que el menor, al manipular los
botones, pueda abrir la puerta.
En los viajes largos evitar salir en las horas más calurosas, poner un
parasol en las ventanillas para proteger a los niños del calor, hacer paradas
para ocuparse de ellos y darles agua para que no se deshidraten.
Si el menor llora o está inquieto y en el automóvil sólo va el adulto que
conduce, parar para ver qué le sucede y no volver la cabeza insistentemen-
te para mirarle, pues puede provocar un grave accidente.
Enseñarles a ser buenos peatones, por su seguridad y la del resto de las
personas pues, como dice la DGT, todos somos peatones.
Y, por supuesto, darles ejemplo con nuestra conducta, porque ¡aquí
peligra su vida!
100
Separaciones
24
“Los hijos aprenden poco de las palabras, sólo sirven tus actos y la cohe-
rencia de estos con las palabras”.
(Joan Manuel Serrat)
Las separaciones, por muy bien que se lleven, son siempre traumáticas, tanto
para la pareja que toma esta decisión como para los hijos, que ven cómo cam-
bia su vida y que en la mayoría de los casos piensan que ellos tienen alguna
responsabilidad en lo que está pasando, por lo que se sienten culpables.
No se debe hacer más dolorosas jugando con los sentimientos de los niños y
utilizándolos para hacer daño a la pareja.
En los procesos de separación, a veces hay padres muy hábiles que manipulan
las emociones de los hijos y saben cómo hacer y qué decir para “ponerles de su
parte” y en contra de su pareja, que también es el padre o la madre del menor,
mostrándoles lo mal que se ha portado, lo injusto que ha sido, su infidelidad...
haciéndoles tomar partido inconscientemente por una de las partes y pareciendo
ante los niños que son unas víctimas.
Los menores no tienen que participar en los enfrentamientos que puedan existir
entre los padres y lo contrario demuestra muy poco afecto para con ellos.
Someter a los hijos a chantajes emocionales es una demostración de desamor
que les puede abocar en el futuro a tener problemas emocionales.
No es justo que un padre o una madre hable mal a sus hijos del otro padre o
madre. A los niños se les hace un gran daño con esta conducta y demuestra un
gran egoísmo e inmadurez por parte de quien la practica.
102
separaciones
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Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Los chicos han aprendido a convivir en un hogar y ahora deben acomodarse a las
exigencias del nuevo, lo que necesitará de un tiempo y un proceso gradual.
Las familias reconstituidas funcionan de una forma muy diferente a la familia del
primer matrimonio y es importante ser conscientes de esta realidad.
La pareja debe establecer de mutuo acuerdo los patrones de relación familiar y
las reglas de la casa.
El nuevo matrimonio de un padre hay que explicárselo a los hijos sin que esté
presente la otra parte, para que los niños puedan expresarse libremente. Hay que
asegurarles que el amor y la dedicación a ellos no menguarán en ningún caso.
Hablarles de los cambios, para que se sientan seguros; lo desconocido o incierto
produce ansiedad, miedo. Manifestarles que el amor por la pareja es diferente del
que se siente por ellos, para que no traten de competir con el nuevo cónyuge.
En ningún caso hay que pedir a los hijos que llamen papá o mamá al nuevo espo-
so o esposa, pues si no ha habido un fallecimiento del progenitor –y aunque así
fuera– esto estaría en función de la edad de los menores y de sus deseos. Dado
que a las personas fallecidas se las suele idealizar, ellos ya tienen sus propios
padres y nadie debe ocupar este lugar. Lo que sí hay que pedirles muy seriamente
es respeto y obediencia hacia el nuevo cónyuge.
Hay que dejar muy claro a los hijos que la reconciliación entre los padres es impo-
sible, que no ocurrirá en ningún caso.
104
25
Televisión
primero, porque ellos son en sí mismos consumidores y tienen dinero para gastar
(sobre todo en productos que no son demasiado caros); después, porque pueden
influir sobremanera en las compras que realizan sus padres y los adultos de la
familia; y por último, porque ellos son los adultos del futuro.
La publicidad recurre a todo tipo de estrategias para llegar a los más pequeños:
además de los clásicos anuncios, clubes, esponsorización de actos, promocio-
nes...
Las muy limitadas emisiones de programas infantiles están plagadas de anuncios.
La alimentación es el sector estrella de la publicidad, el 25% de los anuncios
emitidos, lo que supuso más de 42 horas de emisión en la semana que hizo este
estudio la OCU.
El tipo de alimentos que se anuncian son: dulces, fast food, cereales azucarados,
aperitivos salados y refrescos. Alimentos que todos los especialistas identifican
como responsables de la alimentación desequilibrada de los niños de hoy.
La televisión no es la única responsable de este desequilibrio, pero sí desempe-
ña una función que no podemos pasar por alto. Los niños son muy vulnerables
a los estímulos externos y la publicidad que les llega a través de la tele causa
confusión en cuanto al valor nutricional de los alimentos, cambia los hábitos de
compra y consumo, establece unas preferencias claras entre las comidas de los
pequeños y esto da como resultado un desequilibrio en el balance nutricional de
su alimentación.
El 66% de los anuncios recurren a regalos para vender el producto. Los anuncian-
tes tienen muy claro el tipo de público a quien se dirigen. En muchos de ellos sólo
se publicita el regalo.
La mitad recurre a personajes (deportistas, protagonistas de ficción...) para vender
su producto.
En el 41% de los anuncios se atribuye a esos productos, a su consumo, propie-
dades que no son reales. Los mensajes que subyacen son del tipo “si comes
Bollicao ganas a los mejores deportistas”, “si comes el Happy Meal de Mac Donald
te conviertes en el más alto de la clase”.
El 16% usan a padres y profesores en la ficción del anuncio. En algunos casos
incluso manipulan su función: por ejemplo, la buena madre, la que quiere y es
querida por su hijo, es la que prepara Nocilla para merendar.
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televisión
Por último, todos pueden a la larga ser perjudiciales para la salud, ya que en
su casi totalidad anuncian productos que deben ser sólo de consumo ocasional
en una dieta correcta.
Los informativos son totalmente desaconsejables por la violencia que conllevan.
La televisión ofrece muchos estímulos a los niños. Les distrae cuando se aburren
o se sienten solos, no les obliga a pensar ni a esforzarse, frente por ejemplo a
la lectura.
Lo correcto sería tener un horario y unos programas para ver dirigidos a los niños.
Hay que poner una hora de inicio y finalización que se debe respetar. Si el niño
desea ver algún programa dirigido a él, que está fuera del horario, se puede gra-
bar y verlo en el fin de semana o en sustitución de alguno en su horario.
Los niños deberían ver la televisión acompañados por los padres o algún adulto
que les enseñe a ser criticos y a analizar los contenidos. Si en algún momento la
ven solos, posteriormente se les podría preguntar por el programa.
Los niños pequeños que ven mucha televisión tienen menor capacidad de escu-
cha, atención y participación en la resolución de problemas, porque favorece la
pasividad.
No se puede ver la televisión mientras se hacen los deberes, esto es innego-
ciable.
Es totalmente DESACONSEJABLE que los niños tengan TELEVISON EN LA
HABITACIÓN, no hay ningún motivo que lo justifique y son muchos más los
aspectos negativos que los positivos.
Una televisión en el cuarto de los niños les predispone a aislarse de la familia.
Pone a su alcance un aparato que pueden usar cuando deseen, pues no están
capacitados para el autocontrol y deben usarlo sólo en los horarios y espacios
permitidos. Se pueden acostumbrar a verla a la hora de dormir, con el riesgo de
que los programas emitidos en ese horario no sean los más adecuados para los
menores, además de quedarse dormidos con la televisión puesta. La finalidad de
la televisión no es ayudar a dormir, aunque muchas veces sea lo que más nos
apetece viéndola. Si permanece encendida les perturbará el sueño y los niños,
como los adultos, necesitan de un sueño reparador que les prepare para la jor-
nada siguiente.
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Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo
Recapitulemos
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Carta de un hijo a sus padres
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No me des todo lo que te pida,
a veces sólo pido para ver hasta cuánto puedo tomar.
No me grites, te respeto menos cuando lo haces
y me enseñas a gritar a mí también, y yo no quiero hacerlo.
No me des siempre órdenes...
Si en vez de órdenes a veces me pidieras las cosas,
yo lo haría más rápido y con más gusto.
Cumple las promesas, buenas o malas...
Si me prometes un premio dámelo,
pero también si es castigo.
No me compares con nadie,
especialmente con mis hermanos.
Si tú me haces lucir mejor que los demás alguien va a sufrir,
y si me haces lucir peor que los demás seré yo quien sufra.
No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer:
Decídete y mantén esa decisión.
Déjame valerme por mí mismo,
si tú haces todo por mí yo nunca podré aprender.
No digas mentiras delante de mí ni me pidas que las diga por ti,
aunque sea para sacarte de un apuro...
me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices.
Cuando yo haga algo malo, no me exijas que te diga por qué lo hice,
a veces ni yo mismo lo sé.
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Glosario de la paternidad /
maternidad responsable
BUEN TRATO: Capacidad de proporcionar cuidados a los hijos, con una base de
relaciones afectuosas constantes, en los aspectos biopsicosociales, indispensa-
bles para la supervivencia y que determinan la capacidad de cuidarse a sí mismo
y atender las necesidades de los demás en el futuro.
EDUCACIÓN: Labor que realizan los padres y madres con sus hijos, para que en
el futuro se conviertan en personas autónomas, con valores, responsables, com-
prometidas con su entorno social, con buena autoestima y empatía.
NORMAS: Límites que regulan la convivencia entre las personas, en los diferentes
sistemas relacionales.
RABIETAS: Conducta de los hijos que altera profundamente a los padres y que
hay que aprender a manejar lo antes posible, por el bien de la familia.
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Bibliografía
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AMAE
Directora: Loretta Cornejo Parolini