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Ángela Tormo

Esto, eso, aquello...


también pueden ser
malos tratos
malos tratos

Desclée De Brouwer
Esto, eso, aquello...
también pueden ser
malos tratos
ángela tormo abad

Esto, eso, aquello...


también pueden ser
malos tratos

Desclée De Brouwer
© 2008, Ángela Tormo Abad

© 2008, Editorial Desclée De Brouwer, S.A.


Henao, 6 - 48009
www.edesclee.com
info@edesclee.com

ISBN: 978-84-330-2243-1
Depósito Legal: BI-2154/08
Impresión: RGM, S.A. - Bilbao

Impreso en España en papel ecológico libre de cloro

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación


de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excep-
ción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos –www.cedro.org–), si
necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
A mis hijas Ángela y Sonia,
a mis nietos Marco y Ángela,
a Blas y a todos los niños del mundo.
Índice

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

Tipos de maltrato infantil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

Capítulo 1 • ¿Accidentes o negligencia? . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

Capítulo 2 • Actividades extraescolares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

Capítulo 3 • Alimentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Anorexia-Bulimia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Obesidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
Autonomía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

Capítulo 4 • Adopción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31

Capítulo 5 • Buenos modales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

Capítulo 6 • Castigos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39

Capítulo 7 • Celos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43

Capítulo 8 • Comparaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47

Capítulo 9 • Disciplina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51

Capítulo 10 • Dormir con los padres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

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Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Capítulo 11 • Enuresis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57

Capítulo 12 • Escuela en el hogar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

Capítulo 13 • Etiquetas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63

Capítulo 14 • Fracaso escolar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65

Capítulo 15 • Hijo a la carta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69

Capítulo 16 • La muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73

Capítulo 17 • Lenguaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77

Capítulo 18 • Médicos y medicinas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81

Capítulo 19 • Modas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85

Capítulo 20 • Niños famosos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89

Capítulo 21 • Padres amigos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93

Capítulo 22 • Regalos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95

Capítulo 23 • Seguridad vial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99

Capítulo 24 • Separaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101

Capítulo 25 • Televisión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105

Capítulo 26 • Carta de un hijo a sus padres . . . . . . . . . . . . . . 109

Glosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113

10
Introducción

Vivimos unos tiempos en los que las prisas y el estrés forman parte de
nuestra cotidianeidad. Estos factores, unidos al gran número de modelos de
familia que existen en la actualidad: tradicional, monoparental, reconstitui-
da, homosexuales, con un solo hijo, con varios hijos, por citar algunas, junto
a los profundos cambios sociales experimentados en los últimos años, nos
han hecho perder el rumbo en muchos aspectos, algunos tan importantes
como la educación y el adecuado trato a los niños y niñas.
Nunca han tenido los padres y educadores tantos recursos a su alcance para criar
y educar adecuadamente a los niños: libros, revistas, videos sobre cómo afrontar
las diferentes etapas de los menores, escuelas de padres gratuitas en los centros
escolares, profesionales de todo tipo, pedagogos, psicólogos, educadores... Pero
los padres, con la incorporación de la mujer al mercado laboral, andan más escasos
de tiempo (y a veces de voluntad) que nunca. Las instituciones prestan escasas
ayudas a las familias, que se ven desbordadas por los problemas de los hijos, de
pareja, laborales y de toda índole.
En una publicación que sale a diario, (20 minutos), el 25 de enero 2007 se publicó
un artículo, escrito por Dª Beatriz Castillo, cuyo titular era “Seis de cada diez pare-
jas que trabajan, sin tiempo para sus hijos”, en el que se comentaban las ayudas
que tienen los padres para conciliar la vida laboral con la familiar. Hay padres/
madres que dejan su trabajo para cuidar a sus hijos, al menos los primeros años,
otros reducen su jornada laboral y otros manifiestan que “no tienen tiempo para
sus hijos”. Y esto va en aumento. Es legítimo el derecho a tener una buena vida,
sin privaciones, a gozar de todo lo que la sociedad de consumo pone a nuestro
alcance, pero deberíamos plantearnos ¿a costa de qué? ¿Vamos a ser capaces
de disfrutar de nuestros bienes materiales si en nuestra familia no hay alegría, si
tenemos que renunciar a la crianza de nuestros hijos?

once 11
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Muchos profesores, a pesar de los graves conflictos que han surgido en la comu-
nidad escolar: acoso, desencuentro entre enseñantes y alumnos, faltas de respeto
de los unos y los otros..., tampoco tienen tiempo ni ganas de hacer el esfuerzo de
reciclarse, de interactuar con los padres para aunar criterios y de apoyarse mutua-
mente en la educación de los futuros hombres y mujeres del mañana, pensando
en lo mejor para los niños.
Vivimos en el caos, en una sociedad del todo vale. Los padres y madres, por el
hecho de serlo, damos por sentado que todo lo que hacemos es por el bien de
nuestros hijos, porque es lo que hay que hacer, porque lo hacen los demás.
Habitualmente ni nos planteamos a qué obedece una determinada conducta para
con nuestros hijos, ¿a una necesidad suya?, ¿a una necesidad nuestra? Nos
dejamos llevar por la inercia. Educar supone un gran esfuerzo, no de un día, una
semana o un año, sino de muchos años, e incluso de toda la vida si pretendemos
educar con nuestro ejemplo. Sabemos cuándo empieza ¿lo sabemos?, en el
momento del nacimiento de nuestro hijo, pero no cuándo terminará.
La paternidad es una responsabilidad para con los hijos, con nosotros, con la
sociedad. La decisión de tener un hijo en muchas ocasiones no está meditada en
profundidad. Se tienen hijos porque se desean, se necesitan, por la presión social,
pues se les pregunta a las parejas ¿cuándo vais a por el niño?, para reparar heri-
das o desengaños, para vivir por delegación a través de ellos, para tenerlos como
otra posesión...
Se ha pasado a un modelo de educación totalmente contrario al que prevalecía en
otros tiempos, del nefasto autoritarismo a la aciaga tolerancia total, preocupados
los padres porque los hijos e hijas no se frustren, no carezcan de nada material
y no sufran.
La familia actual destaca por su nuclearidad, una cerrazón protectora en torno a
sus miembros, un temor a causarles daño, de no hacerles sentir iguales a los
demás, en definitiva una hiperprotección.
Por definición, lo que no es un buen trato es un mal trato.
No vamos a hablar de lo obvio, como los malos tratos físicos, que todos sabemos
que lo son y a los que por desgracia estamos tan acostumbrados en los últimos
tiempos, sino de aquellos que seguramente nunca hemos reconocido como malos
tratos.

12
introducción

La finalidad de este libro es que hagamos una reflexión serena y centrada en


nuestra vida y entorno familiar.
En una escuela de padres y madres, una joven madre de cuatro hijos de corta
edad se lamentaba:

“Siempre había oído hablar de lo felices que hacen los hijos, pero había
escuchado menos sobre lo duro que es educar, los problemas que pueden
tener los niños y lo difícil que es resolverlos, lo cuesta arriba que se hace
a veces el día a día, el poco apoyo con el que puedes contar, me siento
estafada”.

A pesar del mito de la felicidad que proporcionan los hijos, que es cierto que hacen
muy felices a los padres que ejercen con responsabilidad esta función, seamos
conscientes de que también aportan noches sin dormir, preocupaciones, proble-
mas, incertidumbre, gasto de energía física y psíquica...

13
Tipos de maltrato infantil

Tipo 1.- Maltrato físico: Acción no accidental de algún adulto que provoca daño
físico o enfermedad en el niño o que le coloca en grave riesgo de padecerlo como
consecuencia de alguna negligencia intencionada.
Maltrato físico, caracterización:

1. Golpear al niño ocasionándole lesiones (en el niño se observan: magulladuras


o moratones, fracturas, torceduras o dislocaciones, señales de mordeduras
humanas, cortes o pinchazos, señales de lesiones internas).
2. Provocarle asfixia o ahogamiento.
3. Originarle quemaduras.
4. Envenenar al niño con sustancias nocivas (fármacos, alcohol, drogas, etc.)
5. No hay indicadores físicos pero sí constancia de castigo corporal excesivo.
6. Otros.

Tipo 2.- Negligencia: Situación en la que las necesidades físicas básicas de un


niño y su seguridad no son atendidas por quienes tienen la responsabilidad de
su cuidado.
Negligencia, caracterización:

1. Suciedad muy llamativa.


2. Hambre habitual o desnutrición.
3. Vestimenta inadecuada.
4. Necesidades médicas no atendidas (controles médicos, vacunas, heridas,
enfermedades).
5. Repetidos accidentes domésticos debidos a negligencias.

Quince 15
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

6. Períodos prolongados de tiempo sin supervisión de adultos.


7. Necesidades escolares no atendidas (el niño no está escolarizado o falta habi-
tualmente a clase sin que exista razón que lo justifique).
8. Otros.

Tipo 3.- Abuso sexual: Utilización que un adulto hace de un menor de 18 años
para satisfacer sus deseos sexuales.
Abuso sexual, caracterización:

1. Penetración o intento de penetración (por cualquier vía).


2. Abusos con contacto físico (ej.: tocamientos, masturbación).
3. Abusos sin contacto físico (ej.: presenciar el acto sexual de los padres o adul-
tos, exhibicionismo, proposiciones sexuales).
4. Otros.

Tipo 4.- Maltrato emocional: No se toman en consideración las necesidades


psicológicas del niño o de la niña, particularmente las que tienen que ver con las
relaciones interpersonales y con la autoestima.
Maltrato emocional, caracterización:

1. Rechazar al niño o niña.


2. Aterrorizarle y/o amenazarle.
3. Privarle de las relaciones sociales.
4. Insultarle y/o ridiculizarle.
5. Ignorar sus necesidades emocionales y de estimulación.
6. Notable frialdad afectiva.
7. Exigir al niño muy por encima de lo que son sus posibilidades reales.
8. Otros.

Tipo 5.- Mendicidad: El niño es utilizado habitualmente o esporádicamente para


mendigar, o bien el niño ejerce la mendicidad por iniciativa propia.
Mendicidad, caracterización:

1. El niño pide limosna solo.


2. El niño pide limosna en compañía.
3. Otros.

16
tipos de maltratocapítulo
infantil

Tipo 6.- Corrupción: Conductas de los adultos que promueven en el niño pautas
de conducta antisocial o desviada, particularmente en las áreas de la agresividad,
la apropiación indebida, la sexualidad y el tráfico o el consumo de drogas.
Corrupción, caracterización:

1. Facilitar o incitar al consumo de drogas.


2. Implicar al niño en actividades sexuales con otros niños o adultos.
3. Estimular al robo o la agresión.
4. Usar al niño en tráfico de drogas.
5. Premiar conductas delictivas.
6. Otros.

Tipo 7.- Explotación laboral: Se asigna al niño con carácter obligatorio la realiza-
ción de trabajos (sean o no domésticos) que exceden los límites de lo habitual,
que deberían ser realizados por adultos, e interfieren de manera clara en las acti-
vidades y necesidades escolares del niño. Se incluye la utilización del niño en las
tareas agrícolas de temporada.
Explotación laboral, caracterización:

1. Utilización en tareas domésticas.


2. Utilización en tareas que suponen beneficios económicos, no agrícolas.
3. Utilización en tareas agrícolas.
4. Otros.

Tipo 8.- Maltrato prenatal: El bebé recién nacido presenta alteraciones (creci-
miento anormal, patrones neurológicos anómalos, síntomas de dependencia física
a sustancias) imputables al consumo de drogas, alcohol o a la falta de cuidados
durante el embarazo por parte de la madre,
Maltrato prenatal, caracterización:

1. La madre consumió drogas habitualmente durante el embarazo (cocaína,


he­roína, etc; niño con síndrome de abstinencia).
2. La madre consumió alcohol.
3. La madre descuidó los cuidados de higiene, alimentación y control sanitario
necesarios durante el embarazo.

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Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

4. La madre recibió agresiones físicas durante el embarazo que ocasionaron


lesiones al feto (sólo cuando exista probada relación entre las agresiones y las
lesiones)
5. Otros.

EL MALTRATO Y PROTECCIÓN A LA INFANCIA EN ESPAÑA


MINISTERIO DE ASUNTOS SOCIALES

18
¿Accidentes o negligencia?
1
“Tú verás que los males de los hombres son fruto de su elección; y que la
fuente del bien la buscan lejos, cuando la llevan dentro de su corazón”.
(Pitágoras de Samos)

Accidente es cualquier suceso imprevisto, imposible de evitar, fruto del


azar. ¿Podríamos denominar así a las múltiples muertes de menores ocurri-
das en el mundo?
Hay muchos niños que mueren en incendios producidos en sus hogares encon-
trándose solos. Otros caen por ventanas, balcones y escaleras, también estando
solos en muchas ocasiones. Algunos toman detergentes, productos de limpieza y
medicamentos que les ocasionan la muerte. Demasiados sufren heridas ocasio-
nadas por instrumentos afilados de los muchos que hay en los hogares. A veces
se ahogan en la bañera. También están empezando a ocurrir siniestros por armas
que los niños utilizan en sus juegos.
La mayoría de los accidentes que sufren los menores se producen en el hogar.
Cuando los padres toman las medidas adecuadas de cuidado y protección de los
hijos y acontece un percance luctuoso, no podemos decir que no han hecho todo
lo que estaba en su mano para evitarlo, es un accidente. Los niños precisan de
muy poco tiempo para realizar conductas que pongan en riesgo su vida y unos
padres bientratantes que quieren y se ocupan de sus hijos no pueden evitar en
muchas ocasiones que ocurra una desgracia, porque los padres no se pueden
pasar las 24 horas del día con los ojos puestos en sus retoños. A veces ocurren
cosas dolorosas pero inevitables.

diecinueve 19
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Pero hay otros casos: padres que dejan a los niños solos en casa para ir a com-
prar, para recoger a un hermano del colegio, para acercarse “un momento” a
casa de la vecina. Estos espacios de tiempo, por muy cortos que sean, son el
tiempo necesario para que surja la desgracia. Una desgracia que se podía haber
evitado.
A los niños no se les puede dejar solos en el coche para ir a comprar en el super-
mercado. Ni durmiendo mientras los padres toman “unas copas”.
Últimamente han fallecido algunos menores a causa de las altas temperaturas y
la consecuente deshidratación producida por las largas horas de permanencia en
vehículos.
Dejar a los niños solos, sin ningún tipo de protección, es una negligencia.
Llevar a los pequeños en playas, piscinas y paseos, sin gorros que cubran sus
delicadas cabezas, sin prendas suaves que les protejan el cuerpo, sin aplicarles
cremas protectoras, a veces les producen lesiones solares muy graves e irrever-
sibles.
Cuando tenemos un hijo debemos ser conscientes de que nuestra vida va a
cambiar, de que ya no podremos hacer las cosas como las hacíamos antes, de
que tenemos que contar con ese ser indefenso que hemos traído al mundo para
organizar nuestras vidas.
En resumen, las consecuencias de la falta de supervisión por parte de los padres
pueden ser muy graves para el niño.
Los accidentes domésticos más frecuentes en un niño por negligencia de los
padres son los siguientes:

• C ongelaciones, quemaduras e incluso deshidratación del menor por perma-


necer durante horas en ambientes excesivamente fríos o calurosos, sin una
protección adecuada (especialmente en lactantes y en niños de edad preesco-
lar).
• Intoxicaciones del menor debidas a que el cuidador deja sustancias tóxicas
al alcance del niño (lejías, detergentes, cosméticos, medicamentos, bebidas
alcohólicas, pinturas, plantas, abonos, etc.).
• Lesiones producidas por objetos cortantes o punzantes (tijeras, cuchillos, cla-
vos, cuchillas de afeitar, cristales, etc.).

20
¿accidentes o negligencia?
capítulo

• Q uemaduras (fuegos de la cocina, mecheros, cerillas, alimentos, radiadores y


útiles de cocina calientes, etc.).
• Lesiones del menor por caídas al suelo desde la cama, mesa, cambiador, por
las escaleras e incluso por el balcón, resbalones en la bañera, caídas desde la
trona al impulsarse hacia atrás, etc.
• Asfixia por tragarse objetos pequeños como botones, monedas, juguetes, por
la tendencia natural de meterse todas las cosas en la boca.
• Aplanamiento del occipucio por el mantenimiento horario del lactante en posi-
ción decúbito supino sin movilización, pudiendo llegar a deformar el cráneo del
menor.
• Descargas eléctricas (enchufes, aparatos eléctricos, etc.).
• Ahogamiento en la bañera. Aunque haya poca agua, un niño se puede
ahogar.
• Accidentes de diferente índole producidos por dejar al niño solo en casa
durante períodos de tiempo sin que nadie le supervise, pudiéndose asfixiar
con cables, cuerdas, bolsas de plástico. Golpes y quemaduras con la plancha..
Cortes con vajillas, cristalería.
• Accidentes por dejar al menor a cargo de una persona que está gravemente
incapacitada para cuidarlo (edad avanzada, minusvalía física grave, trastorno
mental, corta edad...).
• Dejar al menor con una persona (no de total confianza), sin proporcionar infor-
mación acerca del paradero y advertir del tiempo que van a tardar en recoger-
lo.
• Lesiones producidas por desalojar al menor del domicilio, de forma temporal
o permanente, sin garantizarle un lugar adonde ir.
• Infecciones producidas en el menor por el consumo de restos de comida,
como consecuencia de haber dejado el cubo de basura accesible para el
niño.
• Infecciones producidas por una falta de higiene en el hogar, desperdicios y
suciedad en toda la vivienda (caminar por encima de restos de alimentos sin
calzado, chinches, animales domésticos sin los mínimos cuidados higiénicos,
cucarachas, ratones, colchones sucios, excrementos esparcidos...).
• Deshidrataciones agudas por negligencia (por ej.: tener un radiador pegado
al lugar donde duerme el menor).

21
Actividades extraescolares
2
“Un buen padre vale por cien maestros”.
(Rousseau)

En España los niños realizan mayor número de actividades extraescolares


que en ningún otro país de Europa.
Esto ocurre por diferentes motivos.
Por una parte los padres están tan ocupados que necesitan llenar las horas libres
de los hijos, mientras que ellos siguen trabajando, con todo tipo de actividades, por
las que en muchas ocasiones los menores no manifiestan ningún tipo de interés,
y generan para los pequeños unos horarios interminables. Se da el caso de niños
que entran al colegio a las siete y media de la mañana y salen cuando cierran el
centro, con lo que su horario de actividades puede ser de unas once horas.
Es un horario salvaje que los niños no pueden resistir. Llegan a casa cansados,
sin ganas de jugar y sin tiempo para ello, perdiéndose lo que más necesitan para
un buen desarrollo evolutivo.
Por otra parte están los padres que saben que vivimos en un mundo muy competi-
tivo, que ya no es suficiente con hacer una carrera, sino que se precisa un máster,
idiomas, informática... y estar en plena forma física y mental para poder optar a un
puesto de trabajo decente. Por lo que no quieren que sus hijos pierdan el tiempo
y a la temprana edad de tres o cuatro años les empiezan a inscribir en toda clase
de cursos, para contribuir al futuro éxito de sus hijos.
Cuando los menores juegan no están “perdiendo el tiempo”, están aprendiendo,
interiorizando roles, descargando energía, desarrollando su fantasía y creatividad,

VEINTItres 23
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

descubriendo su cuerpo, relajándose, conociendo a otras personas, aceptando


reglas, disfrutando...
Los niños necesitan jugar, aprenden a través de la acción. El juego es un aspec-
to fundamental del crecimiento, favorece el desarrollo de habilidades mentales,
sociales y físicas; es el medio por el cual los pequeños expresan sus sentimientos,
miedos, afectos y fantasías de un modo espontáneo y placentero.
Numerosos estudios han demostrado que el juego incluye pensamiento creativo,
solución de problemas, habilidades para aliviar tensiones y ansiedad, habilidades
para adquirir nuevos entendimientos, habilidades para usar herramientas y desa-
rrollar el lenguaje.
El juego es una necesidad vital para los niños y así lo debemos entender, buscan-
do tiempo para que puedan ejercitarlo a diario. Es una actividad que no se puede
posponer para “otro momento”, “otro día”. Es propia de la infancia y es entonces
cuando la tienen que desarrollar.

Recapitulemos

Sería muy positivo que los padres, al planificar las actividades diarias de
sus hijos, reservasen un tiempo para salir al parque, los días en que el tiempo
lo permita, donde los niños puedan jugar al aire libre con las ventajas que con-
lleva, e interaccionar con otros niños, desarrollando así habilidades sociales,
dando rienda suelta a su imaginación y “quemando” la energía almacenada
durante la jornada escolar. Lo que, además de todas las ventajas que se han
enumerado anteriormente sobre el juego, les ayudaría a llegar a casa relaja-
dos y les proporcionaría un mejor descanso nocturno.
Los días que no sea posible jugar fuera podrían hacerlo en casa con los
hermanos, con otros niños o con los propios padres, a uno de los muchos
juegos de mesa que existen, a las construcciones, a los puzzles...
Si decidimos que nuestros hijos realicen alguna actividad extraescolar,
procuremos que éstas sean pocas y elegidas con buen criterio.
Si nos inclinamos por los deportes, tengamos en cuenta las aptitudes y
deseos de los menores, sin empeñarnos, por ejemplo, en que jueguen al
fútbol cuando no les resulta atractivo o no reúnen ninguna cualidad para
ello.

24
Alimentación
3
“Hay personas que empiezan a hablar un momento antes de haber pensado”.
(Jean de la Bruyere)

Anorexia-Bulimia

La anorexia y la bulimia nos acechan o, mejor dicho, acechan a nuestros


vástagos esperando el momento oportuno para hacer acto de presencia. Es
cierto que se tienen que dar una serie de factores, como los genéticos y los
socioculturales, para que se lleguen a desencadenar estas patologías.
Tal vez no nos hemos parado a pensar que algunas de nuestras actitudes hacia
los hijos, tanto como los desfiles de moda o la asunción social de que la delgadez
está unida al éxito, son el detonante que desencadena cada vez más precozmen-
te estas patologías.
Recuerdo el caso de una madre que le decía a su hija de seis años que estaba
“gorda” y, además de prohibirle comer chucherías, le puso un severo régimen
de comidas. En la adolescencia esta joven sufrió anorexia. Evidentemente en ella
joven existía una predisposición a sufrir la enfermedad y la actitud de su madre
pudo ser el caldo de cultivo para desarrollarse.
Es lógico que una madre se preocupe si ve que su pequeña hija tiene exceso de
peso. Que trate de ayudarle, pero hay muchas maneras de hacerlo sin necesidad
de herir al niño ni socavar su autoestima.

VEINTicinco 25
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Para los niños la aceptación por parte de los padres es fundamental. Una niña que
oye con frecuencia que su madre le llama “gorda” no se sentirá aceptada por ella,
con lo que se resentirá su autoestima y luchará frenéticamente por conseguir
lo que su madre le pide: la delgadez. O, por el contrario, se sentirá tan herida y
con tan baja autoestima por no ser valorada en su totalidad como persona o
subestimada por un defecto físico corregible por alguien en quien ella confiaba
totalmente y que era su modelo, que se abandonará y podrá llegar a tener una
obesidad mórbida.
Evidentemente, cada menor tiene su propia personalidad y no ocurrirá esto en
todos los casos similares. Pero descalificar a un niño haciéndole sentirse insegu-
ro, desprotegido y poco valioso para una madre es un mal trato psicológico.

“Las actitudes familiares y sociales frente al cuerpo y la imagen corporal


son fundamentales en el proceso de elaboración de la propia imagen cor-
poral de los niños y adolescentes”.
(Mª Jesús Mardomingo Sanz)

Para los menores lo más importante es su familia, y sus modelos sus padres.
Los aprendizajes que realizan en la familia son fundamentales para enfrentarse
en un futuro con el mundo. El autoconcepto se gesta en el hogar, a través del
trato que se recibe de los padres, hermanos, abuelos y el resto de personas sig-
nificativas. Los menores atienden atentamente lo que les dicen los padres, aun-
que a veces no lo parezca, y además son muy observadores y se fijan mucho
en el lenguaje no verbal: gestos, miradas, contactos. Si el niño percibe que es
causa de disgusto para sus padres y familia, que no es aceptado plenamente,
la imagen que tendrá sobre sí mismo será muy negativa y su autoconcepto se
resentirá.
Es necesaria una gran sensibilidad para no trasmitir a los hijos, como dice Serrat,
“nuestras frustraciones”, y reconocerlos como sujetos únicos, respetando sus
características individuales para que puedan aceptar lo que son como personas.
Un buen autoconcepto les ayudará en el futuro a tomar las riendas de su vida y
a resolver los problemas que les vayan surgiendo en el complejo mundo que les
tocará vivir. Para ello es imprescindible que los hijos se sientan valorados, perso-
nas dignas de ser queridas, respetadas, y esta primera valoración tiene que venir
de la familia.

26
alimentación
capítulo

Obesidad

La Organización Mundial de la Salud (OMS) la ha declarado “enfermedad social”


y en Estados Unidos figura como la segunda causa de mortalidad después del
tabaco. La OMS la ha calificado como epidemia del siglo XXI en los países del
primer mundo.
La obesidad es una enfermedad crónica que se caracteriza por un exceso de
grasa que se traduce en un aumento de peso. Con el riesgo de otras patologías
más graves como: enfermedades cardiovasculares, diabetes e hipercolesterole-
mia. En los niños provoca trastornos osteoarticulares, falta de autoestima y segu-
ridad, apnea y trastornos de sueño, que incrementan el fracaso escolar.
La obesidad es fruto de diversas causas, como la herencia, la conducta alimenti-
cia, el estilo de vida sedentario, aspectos psicológicos relacionados con la comida,
las condiciones sociales, determinados modelos de consumo...
El 30% de los casos de obesidad tienen un componente genético, pero del 70%
restante son responsables los malos hábitos de vida.
La dieta mediterránea está en proceso de extinción; los precocinados, la comidas
rápidas, las pizzas, hamburguesas y bollería industrial han pasado a formar parte
en exceso de la alimentación de muchos hogares.
La educación sobre los correctos hábitos alimenticios comienza desde el naci-
miento y en el hogar. El gusto por unas comidas u otras se aprende. Es cierto que
hay alimentos más difíciles de introducir en la alimentación infantil, pero todo es
cuestión de paciencia y de tener las cosas claras y las necesidades de los hijos.
Conozco el caso de muchos niños con dietas completamente desequilibradas
y carencias de vitaminas, aminoácidos... Como aquella pequeña que sólo tomaba
mag­dalenas con leche. O el de otra niña que se alimentaba de filetes y patatas
fritas. Y el del chaval que únicamente comía huevos fritos con patatas. La lista
podría ser interminable.
Sin llegar a estos extremos, hay muchos niños con muy mala alimentación que
comen asiduamente bollería industrial, se van al colegio sin desayunar, no
prueban la fruta o las verduras, aborrecen las legumbres y el pescado, toman
con frecuencia hamburguesas y pizzas precocinadas, chucherías..., y sus padres
¡lo consienten!

27
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Esto no es un buen trato. Ceder a las exigencias de los hijos, permitiéndoles


eliminar de la dieta alimentos necesarios e incluir otros perniciosos, es un grave
error.
Los hijos son tozudos, caprichosos, pero desde la más tierna infancia tienen que
aprender que hay temas con los que no existe la negociación ni la tolerancia y con
la comida no se juega.
Es responsabilidad de los padres y madres que los niños tengan una dieta equi-
librada que les aparte de la enfermedad. Ocasionalmente se les puede permitir
que coman de todo lo que les gusta, como premio, por ser un día especial, etc.,
pero por norma ¡NO!

Recapitulemos

Es conveniente realizar las comidas en familia, cuando sea posible, dando


ejemplo los padres al incluir en la alimentación todo tipo de comidas saluda-
bles.
Los horarios para las comidas deben ser regulares.
Hay que procurar no comer frente al televisor y aprovechar este momento
para comunicarse los padres con los hijos.
No usar la comida como premio o castigo.
Acostumbrar al niño a acompañarnos a la hora de comprar, comentando
con él por qué se eligen unos alimentos u otros y dejarle que participe en la
elaboración de las comidas.
Elaborar menús variados y de agradable presentación a la vista.
Dar a los niños las raciones adecuadas a su edad.
Explicarles que no hay que levantarse de la mesa hasta que se termina de
comer, si lo hacen se les llamará para que vuelvan a ocupar su lugar y si esto
se repite se retirará el plato y se dará la comida por concluida.
Animar a los hijos a practicar ejercicio físico y hacerlo con ellos siempre
que sea posible.
Enseñarles a aceptar su físico, que se corresponderá con el que predomine
en la familia (padre, madre) y a mantenerlo dentro de unos límites saludables,
controlando la alimentación y con el ejercicio físico.

28
alimentación
capítulo

Autonomía
“Amar no es solamente querer, es sobre todo comprender”.
(Francoise Sagan)

Otro error en el que se cae con frecuencia en la actualidad es el de dar el biberón


a niños con edades superiores a cuatro años, al igual que darles de comer hasta
los seis, siete, ocho y conozco algún caso que a los nueve años.
Las escuelas infantiles y los centros escolares de primaria están consternados con
la regresión que están sufriendo los menores en este área. Un gran número de
niños llegan a los comedores escolares sin haber probado multitud de alimentos
y sin haber cogido nunca una cuchara ni un tenedor. Los educadores se tienen
que desdoblar y desvivir para que los niños coman de todo y para enseñarles a
comer por sí mismos.
Los menores necesitan que sus padres les ayuden a ser sujetos autónomos,
capaces de cuidarse de sí mismos. Cuanto antes empiecen a hacerlo, dentro de
su ciclo evolutivo, mejor para ellos. Un niño sobreprotegido, que no sabe comer
solo (ni le dejan intentarlo, porque se mancha, porque tarda), tendrá una baja
autoestima y se volverá dependiente, inseguro, incapaz de tomar de­cisiones, aun-
que sean irrelevantes, si no lo consulta todo con una persona de referencia.
Alrededor de los seis meses, cuando se empiezan a introducir otros alimentos
además de la leche, es el momento de empezar a familiarizar a los niños con el
plato y la cuchara. En torno a los dos años ya deberá estar acostumbrado a tomar
toda clase de alimentos y a comer solo en la mayoría de las ocasiones.
No debemos dejar la labor y la responsabilidad de la alimentación, ni el que apren-
dan a comer solos, a la escuela infantil. Hay que ir un paso por delante, facilitando
a nuestro hijo una buena integración en el comedor escolar, que le haga sentirse
cómodo y confiado a la hora de comer, sabiendo manejar adecuadamente la
cuchara y el tenedor, que son los únicos instrumentos que necesita. Es probable
que se manche, casi seguro que esto ocurrirá, pero no es motivo suficiente para
impedirle que adquiera destreza con la práctica diaria de los cubiertos. Para sosla-
yar este problema le acostumbraremos a que utilice un protector plástico, un babi
o cualquier prenda que consideremos adecuada.

29
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Con frecuencia, en las escuelas de padres, éstos manifiestan que tanto el biberón
con el darles de comer es un tema de comodidad. Es más rápido y limpio. Y yo
siempre les contesto ¿Pero, es lo mejor para los niños?

Recapitulemos

Teniendo en cuenta la edad, la personalidad y las características de cada


niño, se puede ir dando autonomía a los pequeños desde la infancia. Por
ejemplo, a partir del año puede coger la cuchara e intentar comer, aunque
caiga más alimento fuera de la boca que dentro. Con dos años ya son capaces
de ponerse el abrigo ellos solos. A partir de los tres pueden pasar una noche
fuera en la granja escuela. A los cuatro saben recoger sus cosas y en el cole
lo hacen. A los cinco pueden empezar a cepillarse los dientes. Con seis años
pueden ducharse solos, aunque con la supervisión y el control de un adulto. A
los siete son capaces de prepararse la merienda.
Desde muy pequeños pueden colaborar en las labores de la casa: poner
y quitar la mesa, estirar la ropa de su cama, limpiar el polvo... No importa que
no lo hagan bien sino su actitud colaboradora, que es lo que les hará sentirse
bien, que forman parte de la familia y que tienen una responsabilidad en ella.
No olvidar que casi siempre somos los padres los que nos resistimos a
que nuestros hijos dejen de ser bebés y dificultamos su autonomía haciéndo-
los dependientes.

30
Adopción
4
“Los que no tienen hijos ignoran muchos placeres, pero también se evitan
muchos dolores”.
(Honore de Balzac)

La demanda de adopción internacional se ha incrementado significativamen-


te en los últimos años y a ella acceden todo tipo de familias: familias con
problemas de infertilidad o esterilidad, familias reconstituidas, familias con
hijos biológicos, familias monoparentales o personas de edad avanzada.
Todas ellas consideran que tienen “derecho” a adoptar. Desde el punto de vista
legal nadie tiene el “derecho” a adoptar, pues la adopción es una forma de llegar
a ser padres pensada desde las necesidades de la infancia en seria dificultad y lo
que prevalece es el bien superior del menor.
Hay familias o personas que llegan a la adopción con la idea del “hijo a la carta”,
para no sentirse distintas de otras familias que tienen hijos ni sentirse frustradas
por no haber podido tener hijos biológicos, o por haber tenido hijos varones pero
no la ansiada niña o viceversa, porque se encuentran solas, o en cualquier otro
caso o situación en la que prevalecen sobre todo motivos personales, del tipo que
sean, sin valorar como prioritarias las necesidades y la situación personal de un
menor institucionalizado, al que se le va a sacar de su país, que se va a integrar en
una nueva cultura, con otra lengua, otras costumbres, con personas inicialmente
desconocidas... Se le va a instrumentalizar y su papel en la familia no será el de un
hijo querido y deseado por el que velarán los padres para cubrir sus necesidades
y reparar sus heridas. Será un niño mal tratado.

treinta y uno 31
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Por ejemplo, un niño de corta edad que se inserta en una familia en la que los
padres rozan la cincuentena, tendrá una importante diferencia generacional y los
problemas en la adolescencia se multiplicarán. Este niño ¿cómo verá a sus pro-
genitores?, ¿como padres o como abuelos? ¿Estarán estos padres capacitados
para cumplir las demandas de socialización del menor? En unos casos sí, pero en
otros no. Unos padres con edades avanzadas tienen más posibilidades de tener
enfermedades o incluso fallecer. Si los padres fallecen, el menor sufrirá un nuevo
abandono. (El temor a ser abandonado, dice Fromm, es la mayor amenaza que
siente el niño). Esta familia ¿había considerado estas posibilidades, por no exten-
dernos más, cuando decidió adoptar? Seguramente no, porque si lo había hecho,
¿en quién estaban pensando?... ¿en ellos o en el menor?

“Cuando el deseo de tener es la cualidad dominante de la personalidad


del adulto, padre o madre, existen elevadas posibilidades de que la relación
con los hijos sea la de un amo con su propiedad. En este caso ¿dónde
queda el amor? ¿qué ocurre cuando ya se tiene al hijo y aparece la realidad
de la dificultad de educarlo? Un hijo no es un objeto que se pueda devolver
o desechar una vez pasado el deseo. Los padres tenemos una enorme
responsabilidad a tres niveles: ante nosotros, ante nuestros hijos y ante la
sociedad”.
(Jaume Soler y M. Merce Conangla)

Es habitual oír que un niño susceptible de ser adoptado se encontrará mejor


en cualquier familia que institucionalizado. Esto no es de ningún modo cierto.
Cualquier familia no es válida para incorporar a un niño adoptado. Todos conoce-
mos familias con hijos biológicos en las que los niños están mal tratados. ¿Sería
éste un buen hogar para un niño abandonado? Los niños institucionalizados tie-
nen un hogar (el centro donde residen) que está en su país, donde se habla su
idioma y tienen sus costumbres, las que ellos conocen desde siempre. ¿Es mejor
mandarles a otro país, con otro idioma, con otras costumbres, otra religión, distinta
educación y con cualquier tipo de persona, con tal de que salgan de allí?
Es cierto que hay muchos niños abandonados, pero no hay muchos niños adop-
tables.
Se critican mucho los requisitos exigidos a los padres adoptivos, se habla del
papeleo, la burocracia. Pero cuando nos enteramos, a través de los medios de

32
adopción
capítulo

comunicación, de que un niño adoptado ha sufrido malos tratos físicos por los que
está ingresado en un centro hospitalario, nos alarmamos y pensamos cómo ha
podido alguien dar a esas familias un niño en adopción, lo que no deja de ser una
contradicción con lo anterior.
La labor de los trabajadores sociales y psicólogos es elegir el mejor ofrecimiento
familiar para esos niños abandonados, que requieren de un entorno muy diferente
y unas cualidades personales muy especiales de los futuros progenitores.
Por lo tanto, la adopción es un derecho de los niños.
El derecho del niño a tener una familia no es el derecho de los adultos a tener un
niño.
La adopción ha surgido para estar al servicio del niño y no de la familia.

33
Buenos modales
5
“Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño
en otro. La vida es un todo indivisible”.
(Gandhi)

Los buenos modales ya no se estilan. El decir gracias cuando a uno le abren


la puerta, le dejan pasar, le sirven la comida, etc. no es lo habitual. Nos esta-
mos acostumbrando a salir de casa, o incluso a estar en casa, como si fuera
el campo de batalla. Y esto se lo trasmitimos a los niños, que ven la con-
ducta de los adultos y aprenden de ella. El ser educado, amable, respetuoso
nos facilita y hace más grata la vida. En la sociedad hay una queja constante
sobre la falta de respeto y educación que existe, pero si no la pones día a
día en práctica ¿cómo vamos a cambiar esto? ¿qué es lo que les estamos
trasmitiendo a los hijos?
Ya en el hogar, desde los primeros años de vida, los niños deben aprender a tener
buenos modales, a preocuparse por los demás y el mundo que les rodea, a ser
educados y agradables. Es cierto que los padres les piden a los niños que den
las gracias cuando reciben algún regalo, pero también hay que darlas cuando las
otras personas son atentas, cuando se recibe simpatía o ayuda. Hay cosas que
valen más que lo material y si no lo sentimos así, si no lo vivimos así, no se lo
podremos hacer llegar a los hijos.
El aprendizaje a través de modelos está presente en la vida de los menores desde
que nacen y los mejores modelos, los más apreciados y queridos para ellos, son
sus padres. No sólo aprenden lo que les dicen sino también lo que ven.

treinta y cinco 35
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

En la infancia la comunicación no verbal juega un papel muy importante y los


pequeños están pendientes de los gestos, las acciones y las respuestas que dan
los padres a cada nueva situación del entorno. Los niños son expertos en detectar
la disonancia entre lo que los padres dicen y lo que hacen.
En un país tan solidario como el nuestro, en el que por ejemplo el número de
donantes de órganos y de sangre está entre los primeros del mundo, en el que el
altruismo está a la orden del día y todos nos volcamos cuando hay una catástrofe
en cualquier lugar del mundo para ponernos a disposición del que lo necesiten,
en el que el voluntariado va en aumento día a día, no nos parece necesario ceder
el asiento a las personas con minusvalías, ancianos, embarazadas..., no abrimos
las puertas a las personas cargadas con paquetes ni les cedemos el paso, no
respetamos los pasos de cebra ni disminuimos la velocidad en las inmediaciones
de un colegio... y los videojuegos que tienen más auge son los que consisten en
atropellar y matar a personas indefensas. Todo esto parece un contrasentido con
lo anterior.
¿Qué es lo que les estamos trasmitiendo a los menores?
Los buenos modales incluyen cuidar y conservar el entorno.
En la revista Muy Interesante aparecía hace pocos meses un artículo titulado
“¿La edad de la Inocencia?” escrito por D. Alberto P. Cáncer, que resulta muy
gráfico y del que transcribo a continuación una parte:

Hace unos pocos meses un reducido grupo de jóvenes de 11 a 14 años


destrozó las instalaciones de su colegio –ordenadores, material de labora-
torio, mesas, sillas... todo valorado en mas de 60.000 euros, con la espe-
ranza de que se suspendieran las clases y así poder disfrutar de las fiestas
patronales sin la engorrosa obligación de madrugar.
Cuando los chicos fueron expulsados temporalmente del colegio, algunos
de los padres pusieron el grito en el cielo, acusando al consejo escolar de
“estigmatizar” a unos niños comparándolos con criminales.

Es difícil entender que los chavales puedan llegar a hacer este tipo de cosas
para conseguir unos días de vacaciones, pero más inexplicable es la actitud de
los padres al no sentir ningún disgusto por la conducta de sus hijos sino todo lo
contrario, hasta el punto de considerar que sus hijos iban a ser estigmatizados

36
buenos modales
capítulo

por recibir una sanción del centro afectado. Lo más coherente hubiera sido discul-
parse ante el centro educativo y ponerse a su disposición para reparar los daños
causados, lo que, tras la lectura del artículo, creo entender que no hizo ninguno
de los padres.
Y yo me pregunto ¿si esos padres hubieran llegado a su propia casa y la hubieran
encontrado destrozada porque los hijos se habían estado divirtiendo y en el des-
enfreno habían efectuado un estropicio considerable, ¿cómo se habrían sentido?,
¿habrían disculpado a sus retoños diciendo, por ejemplo, que todos hemos sido
jóvenes? Probablemente no habrían hallado disculpa para una conducta seme-
jante.
Empatía es la palabra clave. La que nos hace ponernos en el lugar de los demás
y tratar de entender sus sentimientos. La que nos hace ser más humanos, com-
prendiendo el dolor y el malestar ajenos. Y esto hay que enseñárselo a los niños
desde pequeños.

Recapitulemos

Lo adecuado hubiera sido que estos padres hablaran con sus respectivos
hijos, haciendo un ejercicio práctico de empatía, y les preguntaran lo que
sentirían ellos si se encontraran su habitación revuelta y sus posesiones más
valiosas rotas. ¿Cómo se habrían sentido? Seguramente así entenderían
las emociones que se despiertan en las personas que se encuentran en
esa situación.
Posteriormente habrían debido pedirles que se disculparan por su ac­tua­
ción y que se ofrecieran para REPARAR los daños causados, contribuyendo
con sus propios ahorros a pagar parte de los gastos ocasionados por los
en­seres destrozados.

37
Castigos
6
“Años después de dar a luz me convertí en madre”.
(Erica Jong)

El mejor método para corregir conductas indeseadas es el de experimentar


las consecuencias de las acciones. Por ejemplo, cuando un niño arma un
escándalo en el supermercado porque quiere a toda costa que le compren
unas “chuches”, lo más habitual es que los padres se debatan entre dos
“soluciones”: a) acceder para evitar el circo que está montando el niño, con
lo cual el menor en la siguiente ocasión volverá a intentarlo, pues se ha dado
cuenta de la ansiedad que les genera a sus padres su conducta, o b) negár-
selo, aguantando las miradas de reprobación del resto de los compradores,
que no “entienden” que por algo tan insignificante se permita que el niño
moleste a todo el mundo. En cualquier caso será más adecuada la segunda
actuación, pero sería mejor decirle al pequeño: “Comprendo que te sientas
contrariado por no tener lo que deseas, las frustraciones no nos gustan a
nadie, pero hemos venido a hacer la compra de los alimentos para la casa y
no voy a comprar nada que se salga de estos”. En la siguiente ocasión que
tengamos que volver a ir a comprar se dejará al niño en casa y se le dirá:
“hoy no puedes venir conmigo porque el último día tuviste un comporta-
miento que me disgustó mucho y no quisiste entrar en razón. Tendrás otras
ocasiones para demostrar que puedes ser un chico educado”. Se trata de
esto, de que aprendan a experimentar las consecuencias de sus acciones,
que sepan que todo lo que hacemos conlleva unos efectos.

treinta y nueve 39
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Los castigos no son lo más recomendable para conseguir cambiar una conducta,
por lo que deben ser pocos y bien administrados pero, si se considera inevitable
en una situación concreta, debemos tener presente aspectos como:

• E l castigo hay que aplicarlo lo más cercano posible al momento en que se ha


faltado a la regla.
• Debe ser aplicado por la persona que lo pone, por ejemplo: la madre. No se
debe esperar a que llegue el padre para que lo aplique. El castigo perdería la
inmediatez y la madre su autoridad.
• Una vez que se ha manifestado que se va a sancionar al niño hay que cumplir-
lo. Si no estamos dispuestos a soportar la tensión que esto genera, es preciso
pensárselo dos veces antes de imponer un castigo.
• Los castigos tienen que ser para el que se lo ha “ganado”, no para toda la fami-
lia. No se puede castigar a un niño sin ver la televisión o sin salir en todo el
fin de semana y que, como consecuencia, nadie de la familia pueda hacerlo
tampoco.
• Los castigos tienen que ser coherentes, razonables y no salvajes. Como lo
sería el que un menor de tres años permanezca media hora metido en un
armario, por haber desordenado la habitación y no querer recoger los jugue-
tes.
• Las sanciones se aplicarán cuando el menor tenga una conducta que así
lo requiera, pero en ningún caso en función del estado de ánimo de los
progenitores. “Hoy no estoy de buen humor y no estoy dispuesto a tole-
rarte...”.

Lo más apropiado, como decíamos al principio, es que los menores aprendan de


las consecuencias de sus acciones. Que sean capaces de reparar los daños que
causen y que aprendan a ser solidarios y a hacer cosas por los demás.
Los castigos físicos, el pegar a los niños, los vamos a obviar porque evidentemen-
te todos sabemos que esto son malos tratos que no conducen, en ningún caso,
a nada positivo.
En definitiva, castigos los necesarios, pero siempre firmeza en hacer cumplir las
normas y respeto a los límites. Y todo con mucho cariño, demostrando a los hijos
que se tienen las ideas claras, que se puede dialogar y negociar, pero que hay
situaciones y conductas con las que no se va a transigir.

40
castigos
capítulo

Unos padres permisivos que se dejan someter por un hijo, que no son capaces
de imponerse cuando hace falta, son buenos, dulces y afectuosos, pero no son
un punto de referencia, envían al hijo el mensaje siguiente: mis padres no son
capaces de ayudarme, de apoyarme, de ofrecerme protección ya que nunca
me demuestran firmeza ni determinación.

41
Celos
7
“Un hermano es un amigo que nos ha sido dado por la naturaleza”.
(Proverbio chino)

Los celos entre hermanos son habituales y “normales”, porque siempre hay
uno que es el hermano mayor a quien se le ha arrebatado su situación de
hijo único que recibe toda la atención y el cariño de los padres. Aunque a
veces hay situaciones celotípicas por parte del hermano menor que siente
que el hermano mayor tiene más privilegios y es más tenido en cuenta por
los padres. El problema surge cuando los celos son patológicos porque los
padres no han sabido llevar bien esta situación.
Los celos patológicos tienen sus raíces en los estratos más profundos del ánimo y
pueden prolongarse hasta la edad adulta. Envenenan las relaciones entre herma-
nos, enfrían el amor que se debería tener por los padres, debilitan la solidez y la
solidaridad de la familia, generan sufrimiento y rencor, a veces escondidos duran-
te años, pero que aparecen como por encanto cuando finalmente se en­cuentra al
rival y se consigue explicarse.
El tener hermanos no es en ningún caso contraproducente, sino todo lo contrario.
Es una buena ocasión para crecer y un momento esencial de la madurez psicoló-
gica para el niño que hasta ese momento tenía el papel de hijo único.
El mismo hecho de pelearse los hermanos, de combatirse, es signo de lazo social.
Cuando los niños muestran ciertas formas de agresividad, los padres no deben, en
principio, inmiscuirse demasiado, dejando que tracen ellos sus pactos. Como dicen
Freud y Burlingham, la rivalidad, cuando no va manchada de violencia o envidia,

cuarenta y tres 43
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

es necesaria para el florecimiento físico y psíquico. Se trata de evitar la rivalidad


prolongada o la subyugación del resto de los hermanos por parte de uno de ellos.
Así, los hermanos se convierten en compañeros de juegos, cómplices en las tra-
vesuras, aliados contra los ataques de otros niños, solidarios en la relación con
los padres:

“En la mayor parte de los casos el antagonismo inicial cede gradualmente


su sitio a una relación de amistad. Mucho depende de los adultos; cuando
menos interfieran en la relación de los hermanos más fácilmente surgirá
entre ellos una solidaridad profunda y duradera”.
(Grazia Honegger Fresco)

A veces los padres nos empeñamos en tratar exactamente igual a nuestros hijos,
lo que no suele ser posible ni conveniente si partimos de que cada uno de ellos
es una persona distinta con unas necesidades particulares y bien diferenciadas.
Ser justos no significa que si a uno de nuestros hijos no le hemos podido dar el
pecho por causas ajenas a nosotras, hagamos lo mismo con el otro para que se
sientan en igualdad de condiciones. Esto sería un trato injusto e injustificable. El
momento en el que nacieron nuestros diferentes hijos es un momento distinto para
ellos y para nosotros, y las situaciones parecidas nunca se desarrollan de la
misma forma.
Tampoco es justo que cuando nace un bebé nos volquemos en él porque tiene
más necesidades, y nos olvidemos de que tenemos otro hijo que se encuentra en
estos momentos en una situación difícil para él, que no para de fantasear sobre
lo que significará la integración del nuevo hermano, si le quitará su puesto, si
será más querido... Como en el caso del pequeño que nació con una hernia y su
madre se dedicó en cuerpo y alma a su cuidado, dejando al hermano mayor (sano,
guapo, simpático y sociable) sin atención emocional, porque él estaba bien y su
hermano no, convirtiéndose así esta conducta, a la larga, en la habitual. Durante
muchos años este niño se sintió “abandonado” por su madre, pues tenía la sensa-
ción de que todos sus cuidados y preocupaciones iban dirigidas al menor.
Es realmente curioso cómo los adultos nos protegemos de nuestra conducta
inadecuada, diciendo por ejemplo al hermano mayor, que hasta el día anterior
a la llegada del bebé a casa era un niño, ante cualquier conducta de llanto, de
inconformismo o rabieta: “Tú ya eres un hombre, o una mujer”. Sin tener en cuenta

44
capítulo
celos

que los niños que acaban de tener un hermanito tienen una conducta de regresión
a etapas anteriores más infantiles, como negarse a comer solos cuando ya lo
hacían estupendamente, volverse negativistas diciendo a todo que no, adoptar un
lenguaje infantil, volverse exigentes, desobedecer, hacerse pis en la cama o llorar
por cualquier cosa. Necesitamos que hagan el tránsito de la infancia a la adultez
de un día para otro, creando en los niños una gran confusión y una sensación de
impotencia que no pueden poner en palabras, porque son niños y son incapaces
de expresarlo así.
A veces los padres tienen un hijo preferido, en detrimento del otro, porque da
menos trabajo, les hace menos demandas, es más formal, se parece más a
ellos... Es normal sentir que se tiene más sintonía con un hijo que con otro. El ser
capaz de advertir esa preferencia y revisar esos sentimientos tomando medidas
es un signo de madurez de los padres, que a veces no advierten claramente los
valores y cualidades del otro hijo, cegados por su predilecto. Relacionarse con
los hijos de manera justa y sana restablecerá la armonía familiar y redundará en
beneficio de todos.
Algo muy habitual entre los hermanos es que éstos discutan y se peguen.

Ana tiene cinco años y su hermana Inés siete. Una tarde la madre entra
precipitadamente en la habitación de las niñas tras oír los alaridos de Ana
que llora a lágrima viva y no cesa de decir: “Inés me ha pegado”. La madre
le dice a la mayor, gritando: “¿Por qué le has pegado?”. Y en ese momento
empieza el intercambio de acusaciones: “¡Ha sido ella!”, “¡No, yo no he
sido, has sido tú!”, “¡Tú siempre la defiendes!”, termina diciendo Inés roja
de rabia.

Esta escena es muy habitual en todos los hogares y muy desacertada en su tra-
tamiento
Hubiera sido más adecuado consolar a la menor y, cuando se hubiera calmado,
pedirle a la mayor que diera ella su versión sobre lo que había pasado, interesán-
dose por sus sentimientos: ¿Qué ha sucedido?, ¿cómo te has sentido?, tratando
así de entender a la niña, sin dar consejos, opinar o emitir juicios precipitados,
tratando de llevarla a entender que su actuación no ha sido correcta y que además
de no solucionarse el problema se ha incrementado.

45
Comparaciones
8
“Es imposible la salud psicológica, a no ser que lo esencial de la persona
sea fundamentalmente aceptado, amado y respetado por otros y por ella
misma”.
(Abrahan Maslow)

Hay un dicho popular que reza “Las comparaciones son odiosas”, y efecti-
vamente así es. No hay nada que sea más deleznable y artificioso que una
comparación porque nadie puede ser comparado con nadie. Ni siquiera los
hermanos gemelos que son los que más genes comparten y se sitúan en
el mismo ambiente desde el nacimiento, todo lo cual podría hacerlos más
parecidos pero nunca iguales.
Cada persona es un ser único e irrepetible, con permiso de la clonación. ¡Claro
que los hijos son diferentes! Precisamente, hay que valorar y respetar esa diferen-
cia que los hace sujetos únicos.
Es posible que un niño no sea tan brillante en matemáticas como su hermano,
su prima, su amigo, pero seguro que tiene otras capacidades en las que pueda
sobresalir: la música, el dibujo, los deportes...
Cuando utilizamos las comparaciones, como dicen Adele Faber y Elaine Mazlish
en su libro (Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y Cómo escuchar para
que sus hijos le hablen), los hijos piensan: “Quiere a cualquiera más que a mí”.
“Soy un fracaso total”. “Odio a Gary”.
Ni siquiera las comparaciones en positivo son recomendables, pues obligan al
que las recibe a tener que estar siempre “a la altura”, a no relajarse, a no bajar la
guardia, y esto se convierte en una presión insoportable.

cuarenta y siete 47
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

El tema de las comparaciones surge con frecuencia en las terapias por parte de
los pacientes y siempre manifiestan el malestar que les ha producido esta conduc-
ta que habitualmente han tenido sus padres.
Recuerdo dos casos que me han comentado en los últimos tiempos:

Pilar exponía la tendencia de su madre a compararla con su hermana, por lo


extrovertida que ésta era y el carácter tan abierto que tenía. Haciéndola sen-
tirse siempre a la “sombra” de su hermana, según sus propias palabras, no
valorándo su esfuerzo en el área académica, que le había hecho conseguir
sacar con buenos resultados todos los cursos escolares, campo en el que la
hermana no se había esforzado nunca, dejando los estudios sin concluir.
Esta constante comparación ha contribuido a que sea una persona insegu-
ra y con una baja autoestima, al no conseguir que su madre la valorase por
lo que es, por los aspectos positivos que tiene, que son muchos, dejando
de insistir en lo que no es; condicionándola a compararse con los demás,
haciendo siempre una evaluación negativa de sí misma en las habilidades
sociales.

Otro ejemplo actual es el de Águeda.

Su paso por la universidad ha sido difícil, acumulando suspensos desde


el primer curso, lleva cinco años y está en tercero de carrera. Su padre se
empeña en compararla con una prima de su misma edad que en este curso
acabará licenciándose. Águeda le replica que su prima tuvo que entrar en
una universidad privada porque no le dio la nota de selectividad para entrar
en la pública, lo que el padre no tiene en cuenta y a ella le fastidia y le pro-
duce mucha rabia. Comenta además que “ellas no son iguales”. El padre
le dice que lo hace para que ella trate de superarse al ver el ejemplo de su
prima y la verdad es que consigue lo contrario, que su hija se deprima y le
falte motivación para esforzarse más al considerar que no puede conseguir
tan buenos resultados como su prima.
Hubiera sido más provechoso que le reconociera los esfuerzos y le mani-
festara sus sentimientos diciéndole algo similar a: “Estoy muy contento por
tus aprobados, pues sé el esfuerzo que estás haciendo para adaptarte a la
universidad, y confío en que las cosas van a mejorar”.

48
comparaciones
capítulo

Águeda sabe que es diferente a su prima y le hubiera gustado que su padre la


aceptara como es, reconociendo sus valores.

49
Disciplina
9
“Uno no se convierte en padre por tener un hijo, del mismo modo que uno
no se convierte en pianista por tener un piano”.

Palabra tabú en estos tiempos que corren. Cuando se le habla a un gran


número de padres sobre disciplina, emergen todas sus defensas y se ponen
en guardia inmediatamente. Es una palabra maldita que no se puede pronun-
ciar sin desatar un malestar intenso en los actuales progenitores. Es bien
conocida por los profesores de los niños de todas las edades la reacción en
contra que manifiestan los padres cuando se les sugiere que disciplinen a
sus hijos. Los padres tienen miedo a poner límites a sus hijos, a que se les
hable de autoridad.
Muchos de ellos tuvieron una educación muy autoritaria y se niegan a que sus
hijos reciban ese tipo de educación, sin haber buscado antes la que les resulta
más convincente y adecuada para sus hijos, pasando así al polo opuesto de la
permisividad, que resulta tan perjudicial como la que ellos recibieron.
Para los psiquiatras Sutter y Lucciones “los hijos de padres autoritarios se revelan
y viven la aventura del transgredir las reglas, de reorganizar sus propias normas,
pero los niños criados sin normas carecen de referentes para organizar su propia
vida. Acostumbrados a hacer su santa voluntad se sorprenden cuando alguien
les plantea una exigencia, un esfuerzo o una obligación. Estos chicos terminan
convirtiéndose en tiranos, primero con su familia, después con la escuela y, por
último, en los grupos sociales de los que pretenden formar parte. La flexibilidad
es un valor muy importante para educar, no puede confundirse con tolerancia
generalizada o permisividad sistemática”. (El Pequeño Dictador, Javier Urra, La
Esfera de los Libros, 2006).

cincuenta y uno 51
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

La disciplina no es ni buena ni mala, es enseñar a los menores, es no abandonar-


les en manos del capricho y del placer que rigen los primeros años de la vida, y es
necesaria para conseguir objetivos en la vida, para tener una buena autoestima,
para aprender en el colegio, para transitar por la vida, para sentirse libres, para
hacerles sentirse seguros y responsables.
Para adquirir controles internos los niños primero necesitan conocer la experiencia
de regularse mediante fuerzas de control externo. Estas fuerzas de control externo
es lo que conocemos como disciplina.
En el caso de la parentalidad competente, el control se ejerce de una manera
educativa. En cada oportunidad los adultos facilitan lo que les parece favorable:
espacios de conversación o de reflexión sobre las vivencias emocionales y for-
mas de controlar las emociones, así como formas adaptativas y adecuadas de
comportarse cuando se producen transgresiones. La repetición de las faltas va
acompañada de una reflexión sobre los efectos en sí mismo y en los demás, así
como el sentido de los castigos y los actos reparativos.
La disciplina se aprende en el hogar y posteriormente se internaliza y surge la
autodisciplina. Primero, con las rutinas del bebé; una hora para comer, bañarse,
jugar, dormir. Después, en el colegio, siguiendo las directrices de los profesores,
dedicando un tiempo en casa para el estudio, para jugar, aprendiendo a recoger
los juguetes, a ser ordenado, colaborando en el hogar, aplazando las gratifica-
ciones.
Cuando no se tiene disciplina la vida es un caos, los niños se vuelven indolentes,
caprichosos, tiranos, se frustran fácilmente, no tienen motivación de logro para
nada, cualquier cosa que les suponga un esfuerzo se descarta a priori y así, sin
ambiciones, sin implicaciones, no se llegará muy lejos en la vida.
Algunos padres tienen miedo de que si contrarían a sus hijos estos no les quieran
y ceden por eso a las constantes demandas a las que son sometidos, tratando de
que sus hijos no sufran, apartándoles los obstáculos que les surgen en el camino,
dándoles siempre la razón aunque no la tengan, enfrentándose a los maestros y
a cualquier adulto que ose llamarles la atención, concediéndoles inmediatamente
lo que desean. No se plantean las consecuencias que esta conducta tendrá a
largo plazo, cuando ya sea muy difícil reconducir al niño, que ya no será un niño
sino un adolescente exigente, lleno de derechos, intolerante ante las demandas
del mundo real.

52
disciplina

Sería bueno pararnos a reflexionar sobre los casos de niños, adolescentes y


jóvenes que en los últimos tiempos, lamentablemente, han saltado a los medios
de comunicación como maltratadores de sus padres, delincuentes habituales o
asesinos. Seguramente, en algunos casos estas acciones que se hicieron mani-
fiestas en un momento determinado se gestaron antes, a lo largo de sus vidas.
Pudieron tener unos padres débiles que no querían que sus hijos se traumatiza-
ran, ni carecieran de nada. Padres que no consideraban casi nada lo bastante
relevante como para llamarles la atención y hacerles reflexionar.

Recapitulemos

Los padres deben aunar criterios en el tema de la educación de los hijos. La


responsabilidad es de los dos (padre y madre) y los acuerdos sobre educación
se deben de tomar entre los dos.
Es fundamental no desautorizarse delante de los hijos. Si estamos en
de­sa­cuerdo con alguna actuación de la pareja, se comentará en privado.
NUNCA delante de los niños, que no deben percibir fisuras entre los padres
en los temas relacionados con ellos.
Las normas tienen que ser flexibles e ir cambiando con el tiempo. Los niños
pequeños necesitan más límites y los preadolescentes más diálogo.
Podemos proponer, en algunos casos, diferentes opciones entre las que
puedan elegir para que se sientan tomados en cuenta. Por ejemplo, a la hora
de programar un fin de semana se les puede preguntar si prefieran ir a tal o
cual sitio. En otros casos, como la hora de acostarse, no hay negociación pues
necesitan estar en forma al día siguiente.
La parentalidad responsable se ocupará de hacer a sus hijos autónomos,
dejándoles que tomen decisiones y que resuelvan los problemas que estén a
su alcance, desde la más tierna infancia.
Para pedir respeto a los hijos hay que empezar respetándoles como
personas y darnos cuenta de que si tratásemos a otras personas como a
veces lo hacemos con nuestros hijos, hace tiempo que habríamos tenido
problemas.
Los valores que tenemos se deben reflejar en las normas de nuestra casa,
que no tienen por qué coincidir con las de otras familias.

53
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

La conducta de los padres debe ser coherente y no fluctuar según el


estado de ánimo, no permitiendo un día, porque estamos cansados, lo que
habitualmente no se consiente. Ni exigiendo algo desacostumbrado porque
estamos de mal humor.
Hay que demostrar a los hijos que los padres saben lo que hay que hacer
con respecto a su educación, aunque se puedan equivocar, lo que les hará
sentirse seguros y confiados.

54
Dormir con los padres
10
“La ciencia moderna aun no ha producido un medicamento tranquilizador
tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas”.
(Sigmund Freud)

A dormir también se aprende y este aprendizaje se inicia cuando el niño es


un recién nacido, cuando todavía no distingue el día de la noche. Pues bien,
hay que enseñárselo, como todo lo demás. Esto se aprende a través de las
rutinas, como ya se ha dicho, con horarios de comidas, baño, sueño. Desde
el primer momento el niño debe habituarse a dormir en su cuna, a sus horas,
en un ambiente tranquilo y sin luz. Tiene derecho a su propia habitación, a
su propio espacio, en el que sentirse tranquilo, relajado, cómodo.
No hay ninguna justificación para que un niño duerma en la cama de sus padres.
Ni el insomnio, ni las pesadillas, ni los terrores nocturnos... Cuando esto ocurre
ninguno de los tres descansa bien, el niño irrumpe en la intimidad de los padres y
todos amanecen cansados, irritados y deprimidos.
Cuando los menores tienen una pesadilla y lloran desconsoladamente o aparecen
en el dormitorio de los padres, se les puede acompañar a su cama, darles algún
muñeco u objeto que sea de su agrado para que “duerma con él”, decirle unas
palabras tranquilizadoras y dejarles la puerta entreabierta.
Los menores pueden ir el fin de semana, al despertarse por la mañana, a jugar a
la cama de los padres, a planificar las actividades lúdicas, etc., como algo excep-
cional.

cincuenta y cinco 55
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Hay un excelente libro del Dr. Estivill para enseñar a los niños a dormir: Método
Estivill. Guía rápida para enseñar a dormir a los niños. Sólo es preciso tener la
paciencia suficiente para llevarlo a la práctica. Con amor y la motivación suficiente
da excelentes resultados en todos los casos.
Pero, a veces, el niño cumple una función en la cama de los padres. Les priva de
su intimidad, que es en realidad lo que se persigue, y los padres lo justifican con
argumentos como “el niño tiene miedo”, “se despierta mucho por las noches y no
podemos descansar”, “cuando está malito, le tenemos más cerca para cuidarle”...
Estos padres están encantados con que el pequeño irrumpa en su cama para
distanciarse de su cónyuge.
Al niño esta situación no le beneficia en absoluto, se le hace dependiente, manipu-
lador, inseguro, caprichoso, asustadizo... Por no hablar de lo que significa para el
niño tener contacto con el padre del sexo contrario ligero de ropa, lo que le puede
crear mucha confusión.
Sólo tiene sentido que un bebé duerma en la habitación de los padres cuando es
prematuro o recién nacido y la madre tiene que darle el pecho, por motivos de
comodidad para la madre, al no tener que desplazarse a otra habitación varias
veces durante la noche. En cualquier caso el bebé debería dormir en su propia
cuna y que esta situación deberá prolongarse el menor tiempo posible.

56
11
Enuresis

“La perfección de la propia conducta estriba en mantener cada cual su


dignidad sin perjudicar la libertad ajena”.
(Francis Bacon)

Recientemente ha salido al mercado un producto que ha despertado todas


mis alarmas: pañales nocturnos para niños de más de cinco años que les
permitan ir a pasar la noche a casa de un amiguito, sin que mojen la cama.
Cuando se lanza un producto de estas características quiere decir que se ha
hecho un amplio estudio de mercado y se ha constatado que existe demanda y
se venderá.
La enuresis puede ser diurna, nocturna o de todo el día. La nocturna es más fre-
cuente entre los varones. Si los progenitores la han padecido es más fácil que el
menor la padezca.
Existen dos tipos de enuresis: Primaria y Secundaria.
En la Enuresis Primaria todavía no se ha alcanzado el control de la vejiga.
La Enuresis Secundaria reaparece después de haberse alcanzado el control de
la vejiga.
Es fundamental tener una valoración médica de las causas físicas, que pueden
ser, entre otros:

• F actores urológicos (infección de las vías urinarias)


• Factores anatómicos (enfermedad espinal, vejiga o musculatura débil)

cincuenta y siete 57
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

• F actores fisiológicos (umbral anormalmente bajo de presión de la vejiga, lo que


conduce a un vaciado anticipado)
• Factores metabólicos (diabetes)
• Mecanismos neurológicos (trastornos convulsivos)

Si tras la visita al médico se descarta que exista una causa física en un niño mayor
de cinco años, es el momento de plantearse qué está pasando, qué le ocurre a
nuestro hijo para que siga mojando la cama, aunque sea de forma intermitente.
La Enuresis Secundaria en la que se han descartado las causas físicas, suele
aparecer tras el nacimiento de un hermano, al entrar en la escuela infantil o en
el colegio, al cambiar de casa, o ante cualquier otro hecho o situación que haya
sido muy importante para el menor. En estos casos, la enuresis es el síntoma que
manifiesta el malestar del niño.
Es un tema muy serio y que produce mucho sufrimiento en los niños, como para no
tomárselo en serio por parte de los padres. No hay que frivolizar ni restarle impor-
tancia. Hay que solucionar el problema. Y la contrariedad no se soluciona con un
pañal que tape el problema. Es el momento de consultar con un especialista.
Tengo una paciente que se estuvo orinando en la cama hasta los veinte años y
que desde niña solo recibió insultos y reproches, tanto por parte de los padres
como de los hermanos mayores. A veces trataba de no dormirse para evitar el
incidente, rindiéndola el sueño al amanecer y volviendo a mojar la cama a pesar
de su esfuerzo. Tenía graves problemas psicológicos pero nadie reparaba en que
cada día se volvía más introvertida y se aislaba más del mundo. Ahora, con más
de treinta años, relata con profunda tristeza cuánto la hizo sufrir esta situación.
Cuando un niño mayor de cinco años de edad se hace “pis” en la cama con cierta
frecuencia, no es necesario que sea a diario, no hay que descartar que exista
algún problema.
Algo está ocurriendo que a ese menor le hace sentirse mal, algo que no cuenta,
pero que existe, al menos para él. El niño puede tener algún problema psicoló-
gico que los padres desconocen y es lo que hay que atajar para normalizar la
situación.
Tomar medidas como evitar que beba durante la tarde, ponerle a orinar antes de
acostarse, etc., no suelen arreglar la situación, pues el problema es de otro tipo,
algo interno o externo con lo que el niño no se siente a gusto, pero que segura-
mente no manifiesta.

58
enuresis

Es una manera de hacerse oír, una llamada de atención que los padres no pueden
ignorar.
El poner un pañal a un menor de nueve años y dejarlo correr es un mal trato.

Recapitulemos

Observe a su hijo para detectar cuál puede ser el problema. Si se queja


ha­bitualmente de dolores de estómago o de cabeza. Si está irritable o triste.
Dedíquele algún tiempo para jugar, charlar y aproveche para preguntarle
cómo se siente, por sus amigos, por el cole... sin presionarle si no quiere res-
ponder en un primer momento, ya lo hará más adelante.
Revise las normas que tienen en la familia y las exigencias con el menor,
tal vez son muy estrictas y su hijo se sienta muy presionado.
Hable con los profesores de cómo es y actúa en la escuela: alegre, triste,
inhibido, oposicionista, colaborador, si juega en el recreo o se aísla...
Repasen las actividades extraescolares que hace, si las ha elegido él, si
son de su agrado, si le gustaría hacer otras...
No le castiguen, ni le insulten, ni se rían de él.
Lea cuentos con su hijo. Los clásicos cuentos de hadas: La bella durmien-
te, Caperucita, Cenicienta, Blancanieves... enfrentan al niño con los conflictos
humanos y son una herramienta que a los pequeños, les llevará a observar
situaciones paralelas en su propia persona que les ayudará a resolver sus
problemas existenciales, teniendo siempre un final feliz.
Seguramente tras lo anterior se dará con la clave y se podrá solucionar el
problema. Si no es así, no dilate más el tema y busque ayuda profesional.

59
Escuela en el hogar
12
“Es más necesario estudiar a los hombres que a los libros”.
(Rochefoucald)

Esta alternativa a la escuela tradicional, que nació en los años 80 en Estados


Unidos, está incrementándose poco a poco en nuestro país.
Consiste en que los niños no asisten al colegio y reciben en casa clases de dife-
rentes materias.
Los padres que eligen esta opción argumentan que “así los niños no tienen que
madrugar” ni “agobiarse con los deberes” ni “sufrir por las notas”. Suelen discre-
par con la calidad de la enseñanza en los colegios y prefieren una educación
in­dividualizada para sus hijos. Además los niños no tienen que “sufrir la influencia
negativa de los compañeros”.
Lo que resulta evidente es que así estamos creando niños diferentes al resto.
No comparto que el madrugar, los deberes y las notas hagan sufrir a los menores.
Lo que es cierto es que suponen una exigencia del mundo real. Así mismo, aislar
a los niños de las influencias de los compañeros no les prepara en absoluto para
la vida en el mundo, que les exigirá tratar con todo tipo de personas y saber actuar
en cada momento.
Otros padres, ante el alarmante incremento del acoso escolar (bullying), que sí
que supone un sufrimiento para el menor, consideran que lo mejor es que el niño
se quede en casa. El mensaje que le están dando a su hijo es claramente de
debilidad e ineficacia personal, es como si le dijeran: “Te dejamos en casa porque
tú eres incapaz de defenderte, de enfrentarte a la situación”.

sesenta y uno 61
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

En este caso lo correcto sería apoyarle, enseñar al menor a defenderse y no


dejarle anclado en la indefensión de por vida, aprendiendo una respuesta de huida
que se practicará cada vez que surja algún ataque real o imaginario del exterior,
creando niños miedosos que probablemente se volverán sumisos para no enojar a
los demás, evitándose así enfrentamientos indeseados pero aceptando cualquier
tipo de trato.

“En ‘El guardián en el centeno’, de Salinger, se retrata la ignorancia del


precipicio, la infancia feliz pero inconsciente de los peligros del vivir, porque
existe un guardian que salva a los protagonistas cuando están a punto de
despeñarse. Éste es el deseo de muchos padres: que sus hijos vivan felices
y a salvo. La cuestión es que no siempre estarán a su lado para evitar que
caigan por el precipicio. El hecho es que educar con amor supone mostrar a
los hijos que en la vida hay zonas donde uno puede bajar la guardia y zonas
de peligro de las que uno deberá ser consciente y aprender a protegerse.
No siempre habrá un ‘guardián en el centeno’. Quizá deberíamos trabajar
para que sean ellos mismos su “guardián que les salva”.
(Jaume Soler y M. Merce Conangla)

En el sistema educativo español existen opciones para todos los gustos: Colegios
públicos, privados, religiosos, concertados, de integración...
Es curioso ver cómo existe un interés especial por parte de la Administración en
no crear guetos, en que los niños con minusvalías puedan acceder a los mismos
centros escolares que los otros niños, que los colegios sean un exponente de la
realidad multirracial de nuestra sociedad, que niños y niñas compartan las mismas
aulas, no haciendo diferencias de sexo, etc., y cómo, sin embargo, algunos padres
se empeñan en que sus hijos sean distintos.
Para quien no la conozca, recomiendo la lectura de la novela de Alejandro Casona
La tercera palabra, y que todos reflexionemos sobre el tema.

62
13
Etiquetas

“No digo que no debamos amar a los padres, porque también se puede
amar a personas que nos han perjudicado sin querer. Hay padres a los que
en realidad no se puede amar y otros bastante amables, aunque hayan
cometido muchas equivocaciones”.
(Erich Fromm)

A veces los niños tienen conductas indolentes, sucias, agresivas... pero lla-
marles vago, guarro o pegón no contribuirá a erradicar ese comportamiento,
sino todo lo contrario. Mientras se conserve la etiqueta de esa incapacidad,
se tiene una disculpa hecha a medida para evitar el esfuerzo. Se mantendrán
en ella pues pensarán: “si creen que soy un vago ¿para qué me voy a esfor-
zar?”. Esto es la profecía autocumplida. El concepto que los padres tienen
de sus hijos es captado rápidamente por éstos y condicionará sus senti-
mientos personales y su conducta. Las etiquetas son muy fáciles de poner
pero muy difíciles de quitar. En la familia se refuerza poco el comportamiento
adecuado de los niños y se presta atención, habitualmente, al inadecuado.
Etiquetar a los hijos es algo que debe evitarse a cualquier precio, pues les hace
sentirse inseguros y rechazados.
Además, cuando le decimos a un niño que es “un vago”, es una descalificación
total como persona. No es lo mismo decirle que no nos gusta que no trabaje, que
deje los deberes sin hacer, que no recoja la habitación, etc., lo que censuramos en
este caso es una manera de conducirse, un comportamiento. Nos ajustamos a la
realidad de lo que está pasando, nos centramos en un hecho concreto, pudiendo

sesenta y tres 63
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

admitir que existen cualidades en el menor. Cuando utilizamos el eres, aludimos


a toda su persona, a todo su ser, de una manera injusta.
Los niños necesitan sentirse queridos por sus padres, seguros y tratados con justi-
cia. La estabilidad y actitudes futuras del adulto dependen enormemente de la con-
ducta y ambiente que crean los padres a su alrededor cuando es niño. Necesitan
sentirse aceptados por los demás y dar y recibir amor.
La vivencia del fracaso de toda relación afectiva y la conciencia de la separatividad
humana, escribe Fromm, es fuente de vergüenza, de culpa y de angustia; y el
fracaso absoluto en el logro de tal finalidad significará la locura.
Adele Faber y Elaine Mazlizs, en su libro Cómo hablar para que sus hijos le
escuchen y Cómo escuchar para que sus hijos le hablen proponen unas pautas
adecuadas para librar a los hijos de las etiquetas:

Cómo liberar a un hijo de los encasillamientos

1. Buscar oportunidades para mostrarle una nueva imagen de sí mismo.


2. Ponerle en situaciones en las que pueda verse de otra manera.
3. Intentar que le oiga cuando diga algo favorable sobre él a otra persona.
4. Ejemplificar el comportamiento deseado.
5. Ser la memoria viva de sus momentos más inspirados.
6. Cuando actúe según la vieja etiqueta, expresar nuestros sentimientos y/o
expectativas.

64
Fracaso escolar
14
“Cuanto mayor es la isla del conocimiento, más largo es el litoral del asom-
bro y la curiosidad”.
(Sockman)

Cuando los niños son pequeños y tienen contratiempos escolares, los


padres no suelen darle mucha importancia al tema, pero cuando se
encuentran en los cursos superiores y el chaval va rezagado en los estu-
dios, los padres se empiezan a inquietar.
Esto puede deberse a diversas causas, algunas surgidas en esa época, pero
otras suelen venir de atrás, ya desde el inicio de la escolarización, y el no haber-
las detectado a tiempo ha dado lugar a esa situación de incompetencia.
Cuando se detecta que al niño le resulta difícil aprender a leer, escribir, hacer
operaciones matemáticas, entender un problema, no hay que perder de vista la
situación, hay que ser muy constante y seguir la evolución en el ámbito escolar,
porque cuanto antes se detecte y se ataje el problema, antes se resolverá el
malestar del menor y de la familia.
Es a través de las notas como los padres empiezan a detectar que las cosas no
van bien, que el hijo tiene dificultades en el contexto escolar y su rendimiento es
menor al de otros niños de su curso. Es en ese momento cuando la familia entra
en crisis y comienzan a echar mano de todos sus recursos: conversaciones con
los tutores, colaboración con el estudiante en el hogar, clases particulares...

sesenta y cinco 65
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

En primer lugar es indispensable averiguar cuál es el problema. Si existen tras­


tor­nos del Desarrollo: dislexia, disgrafía, discalculia. Trastornos del aprendizaje:
hiperactividad. Trastornos psicopedagógicos: falta de adaptación del niño a los
objetivos curriculares. Trastornos psicológicos: fobia al colegio, inhibiciones. Pro­
ble­mas de actitudes y rendimientos: falta de atención, problemas en el área espa-
cial, en la memoria, en el razonamiento verbal, abstracto y numérico, sobrecarga,
excitación... Sistema educativo deficiente...
En otras ocasiones, lo que ocurre es que el niño no está motivado para el esfuerzo.
El catedrático de Filosofía y escritor José Antonio Marina, en un artículo titulado
Educación para el esfuerzo manifiesta que:

“Fomentar en el niño el sentimiento de su propia capacidad es tal vez lo


más importante y útil, porque todos queremos sentirnos eficaces, ser cons-
cientes de nuestra pericia”.
Continúa hablando sobre la necesidad de adquirir hábitos. “Un hábito es un
mecanismo psicológico que facilita la acción e inclina hacia ella” [...]
“Uno de los hábitos que ha desaparecido del mundo educativo es el hábito
de cumplir con el deber. Parece ridículo que haya que recordar a los padres
y educadores que después de explicar a los niños las razones de por qué
tienen que hacer una cosa, al final pueden añadir, sin suponer que están
atentando contra algún derecho humano o que están siendo dictadores:
Y además tienes que hacerlo porque es tu deber, como el mío es ir a
trabajar o preparar la comida. Y este es el punto final de toda discusión”
[...] “Una parte importante de la educación consiste en saber que hay que
hacer cosas aunque no se tengan ganas de hacerlas. La noción del deber
resulta imprescindible para conseguirlo”.

Añade:

“Es muy difícil que convenzamos al niño de que tiene que esforzarse si al
mismo tiempo le acostumbramos a no soportar ninguna molestia. A partir de
los quince meses la tarea más importante de la madre, o de los cuidadores,
es ayudar al niño a soportar niveles cada vez mayores de tensión. Hemos
de enseñar a aplazar la recompensa. Los niños necesitan saber que muchas
veces hay que hacer cosas desagradables para conseguir una meta agrada-
ble, y que mantener el esfuerzo durante el trayecto puede ser duro”.

66
fracaso escolar

Es en este momento cuando los padres tienen grandes dificultades para exigir a
sus hijos. Sobre todo cuando a los propios padres no les queda muy claro qué
pueden y qué deben exigirles a sus hijos, por su propio bien.

Recapitulemos

Leer con los hijos desde pequeños y preguntarles sobre lo leído para ver
si tienen comprensión lectora. (¿Recuerdas dónde vivía Juan?, ¿A qué le
gustaba jugar?).
Plantearles pequeños problemas para evaluar su capacidad de abstrac-
ción.
Corregir su manera de coger el lápiz a la hora de escribir y observar su
escritura para detectar si las letras se escriben en la dirección correcta, o si
se confunden unas con otras, si hay omisiones, reiteraciones...
Explicarles el significado de palabras que no sean de uso coloquial y
preguntarles por otras más comunes. (Antepasados quiere decir...; ¿Qué
es un ave?).
Ponerles un horario de estudio adecuado a su edad.
Educar a los hijos en el esfuerzo y la superación.
Ayudarles con los deberes y el estudio, con paciencia y afecto cuando lo
precisen, pero procurando que ellos se hagan cargo de su responsabilidad.
Se trata de hacer una labor de “supervisión”, no de control.
Reconocer los límites intelectuales de los hijos exigiéndoles lo que pue-
den dar, ni más ni menos.
Alabar sus esfuerzos y sus logros fomentando el sentimiento de su pro-
pia eficacia.
Es fundamental que el padre y la madre estén de acuerdo en los criterios
y las exigencias que se le van a pedir a los hijos e hijas.
Procurar que realicen algún deporte que les habituará al esfuerzo y al
compromiso.
No planificar su futuro académico ni profesional. Esto es algo que ellos/
as deberán elegir en función de sus inclinaciones y aptitudes.

67
15
Hijo a la carta

“La familia es la base del porvenir”.


(Roussel)

Los padres, cuando van a tener un hijo, fantasean sobre cómo será, cómo
les gustaría que fuera, qué esperan de él. Cuando llega el hijo no suele tener
nada que ver con lo previsto. Existe un hijo imaginario y un hijo real.
En la mayoría de los casos los padres aceptan esa realidad que tienen entre los
brazos y cumplen con su hijo como unos estupendos progenitores.
Pero también hay padres que nunca llegan a aceptar al hijo real que tienen, por-
que no es del sexo deseado, no cumple las expectativas que se habían creado, no
se parece a la familia... y cuando esto ocurre, el niño suele ser tratado con poco
interés por parte del padre, de la madre o de ambos.
Es fundamental para la felicidad de un niño sentirse querido por sus padres
Que se establezca una relación de apego entre el niño y al menos uno de
los padres, y como consecuencia el niño construirá un modelo interno de la
figura de apego, como alguien disponible que le protege y le ayuda, en el que
se puede confiar. Se conceptualizará a sí mismo como una persona valiosa y
susceptible de ser amada (Bowlby, 1980). La seguridad en la relación de apego
contribuye a desarrollar expectativas positivas de uno mismo y de los demás,
que ayudan a aproximarse al mundo con confianza, afrontar las dificultades
con eficacia y obtener la ayuda de los demás o proporcionársela (Egeland y
Erickson, 1987).

sesenta y nueve 69
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Por el contrario, cuando el adulto no está disponible para el niño o cuando res-
ponde de forma inadecuada a sus demandas de atención, éste aprende que no
puede esperar cuidados ni protección, desarrolla una visión negativa del mundo
como algo desagradable e imprevisible y se acostumbra a responder a él con
retraimiento o violencia. Esta tendencia reduce considerablemente su capacidad
de adaptación a la adversidad, ante la que suele comportarse de tal forma que
genera más adversidad (Bowlby, 1982; Crittenden, 1992).
Estoy completamente de acuerdo con lo que dice Javier Urra en su libro Escuela
Práctica para Padres, porque esto es lo que suele acontecer con ese hijo no
de­seado:

“La actitud cruel y castrante puede practicarse con golpes o con desaferencia,
privando a los niños de afecto y cariño, rechazándolos, y también a través
del maltrato psíquico del niño, una especie de lavado de cerebro, sádico y
sistemático, que incluye los insultos, los menosprecios, las ridiculizaciones”.

Los niños que no son aceptados suelen desarrollar un trastorno de apego


evitativo. Han desarrollado un estilo de apego evitativo han sido cuidados en su
primera infancia por padres cuyas relaciones con el niño son una combinación
de angustia, rechazo, repulsión y hostilidad. Todo esto se expresa en actitudes o
conductas controladoras, intrusivas y sobreestimulantes.
Un bebé que llora, que está agobiado o incómodo por una necesidad insatisfecha,
o cansado y temeroso, hace surgir en su cuidador, en su madre o en su padre,
una incomodidad o una tensión de tal intensidad que no le es fácil de manejar,
sintiéndose entonces su cuidador amenazado en su estado emocional por las
conductas que presenta su bebé. Por lo tanto, una de las formas con que la madre
o el padre intentará manejar esta situación sin que les sobrepase es negar las
ne­cesidades de su bebé, diciendo por ejemplo que no está cansado, hambriento
o dolorido. La respuesta es tomar distancia del estado emocional del bebé, forzán-
dolo a modificar su estado emocional o distorsionando sus sentimientos en otros
más tolerables para ellos.
Bowlby (1988) nos enseña cómo un bebé cuidado por personas con estos estilos
parentales organiza una estrategia evitativa para relacionarse con ellas y, por
consiguiente, con los demás.

70
hijo a la carta

Crittender (1995) señala: “La inhibición de signos afectivos tiene el efecto prede-
cible de reducir el rechazo maternal y la rabia, así como enseñar al bebé que la
expresión del afecto es contraproducente”.
Los bebés aprenden a regular sus emociones obviándolas, negándolas o hacién-
dolas pasar por otros afectos o emociones. Esto les lleva a falsificar o disfrazar sus
propias vivencias internas y les produce a corto y largo plazo un coste remarcable
en su mundo afectivo, enajenándole de sí mismo y de los otros e impidiendo el
desarrollo de relaciones cercanas, sanas, cálidas, íntimas, empáticas, confiables.
La evitación de la experiencia emocional provoca un gran riesgo para el futuro
emocional del niño. Todo lo que queda relegado puede expresarse más tarde de
forma inadecuada. El niño difícilmente podrá controlar su rabia, y la impaciencia e
intolerancia irrumpirán repentinamente. Además, cuando el niño se halle en situa-
ciones conflictivas o de frustración no podrá manejarlas adecuadamente, puesto
que la percepción, la reflexión y otras funciones cognitivas se verán afectadas o
contaminadas por esta emocionalidad herida.

Recapitulemos

Cuando nos planteamos tener un hijo, el amor hacia él debe ser incon-
dicional, aunque este niño no se corresponda con el que habíamos fanta-
seado, aceptándolo tal y como es.
Hay que tener presente los grandes cambios que se van a producir en
todas las áreas de nuestra vida a nivel personal, social, de ocio... y ver si
estamos preparados para sobrellevarlos.
Los niños demandan atención y hay que estar preparados y dispuestos a
dársela.
En las necesidades de los hijos hay que invertir sumas importantes de
dinero que hay que retraer de otros gastos.
Es necesario autoevaluarnos para ver si contamos con las dosis precisas
de paciencia, flexibilidad, ternura, adaptación a los cambios... que requiere
un niño.
Estimar si es el mejor momento personal, económico, familiar y laboral
para decidir tener un hijo.

71
16
La muerte
“Dejamos de temer aquello que hemos aprendido a entender”.
(Marie Curie)

Los adultos tenemos un grave problema a la hora de comunicar a un niño


la muerte de las personas allegadas porque pensamos que se va a sentir
muy afectado y va a sufrir, lo que efectivamente ocurre, por no ser capaz
de entenderlo. Con frecuencia este hecho se oculta hasta “el momento
adecuado”, y en otras ocasiones se dan explicaciones del tipo: “se ha ido
al cielo”.
Decirles que se ha ido al cielo es un gran error, pues los pequeños lo sentirán
como un abandono, no pudiendo comprender cómo el abuelito, al que tan unidos
estaban y tanto querían, se ha “ido” dejándoles de esa forma.
Hay que pensar en los niños, hablarles y ayudarles diciéndoles siempre la ver-
dad en lo que les concierne, que es fundamentalmente el comportamiento de los
padres entre sí y con respecto a ellos.
Es cierto que los menores de cinco años no son capaces de entender que la
muerte es algo irreversible y que todos nos vamos a morir, pero en cualquier caso
hay que comunicárselo “en el momento en que se produce”. Si el fallecimiento
ocurre tras una larga enfermedad habrá tiempo para ir preparando al niño para lo
que ocurrirá. En cualquier caso es necesario darle la información de forma sencilla
pero clara, apoyándoles emocionalmente, brindándoles seguridad y comprensión
para afrontar la pérdida.
Lo más probable es que en principio se nieguen a aceptar que ya no van a volver
a ver a esa persona, que no se le puede curar, que no se le puede revivir. Luego

setenta y tres 73
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

pueden preocuparse por los padres y por ellos mismos preguntando ¿cuándo se
van a morir? En este momento hay que tranquilizar al niño diciéndole que no es
probable que ninguno muera hasta que sean mayores o viejecitos y que para eso
faltan muchos, muchos años.
Vivimos en una sociedad en la que cuesta mucho trabajo aceptar el hecho de la
muerte y alejamos a nuestros hijos de esta realidad, a veces de forma malsana.
Hay que ser sinceros y dejarles claro que todos nos vamos a morir, sin trauma-
tizarles, acompañándoles en su dolor cuando pierden a alguien muy querido,
reconfortándoles, dejándoles llorar y expresar su dolor, manifestándoles el nues-
tro. Esto les ayudará a valorar la vida.

Marta tenía siete años y estaba muy unida a su abuela, a la que veía
prácticamente a diario desde que nació. La abuela falleció de un infarto y
los padres, pensando que la niña era muy pequeña y lo iba a pasar muy
mal, no se lo quisieron decir. Le contaron que la abuela estaba “de viaje”.
Cuando el tiempo fue pasando y la niña seguía sin saber nada de su abuela
se fue poniendo triste, dejando de jugar, abandonando los estudios, aislán-
dose de los demás. No podía entender cómo esa persona que tanto quería
la había abandonado sin decirle nada. Los padres tuvieron que llevarla a
un psicólogo que les aconsejó que le dijeran lo sucedido. Al saber la ver-
dad, pasado un corto espacio de tiempo la niña empezó a recuperarse tras
asumir que no volvería a ver a su abuela, quedándole constancia de que la
quiso hasta el último momento y que no se pudo despedir de ella.

Recapitulemos

Los menores, ante una pérdida importante, suelen tener un periodo de


regresión en el que necesitan más demostraciones de afecto: más abrazos,
besos... Hay que permitirles que durante un tiempo estén más apegados a
los padres.
También puede que reclamen la luz encendida cuando se van a dormir y
quieran volver a tener su juguete preferido para que le acompañe durante la
noche.
No se debe alterar el ritmo de actividades del hogar, en cuanto a comidas,
colegio, sueño. Las rutinas les hacen sentirse seguros.

74
la muerte

Los niños expresan sus sentimientos de forma distinta a los adultos y


hay que saber esto para no malinterpretar sus manifestaciones, que pueden
parecer de desinterés, tristeza o rabia.
Algunos menores preguntarán repetidamente por lo sucedido, tratando de
entenderlo, pues es un hecho que ha desestabilizado su vida.
Hay que procurar que no se sientan culpables, aclarándoles que ni ellos, ni
nadie podrían haber evitado lo ocurrido.

La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muer-


te no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”.
(Antonio Machado)

75
17
Lenguaje

La lengua no es la envoltura del pensamiento, sino el pensamiento


mismo.
(Unamuno)

El lenguaje nunca es inocente. Los niños no son adultos pequeñitos y no


piensan ni sienten como un adulto. Su manera de ver la vida no tiene nada
que ver con la forma en que lo hacemos los adultos. Por ello hay que cuidar
el lenguaje y el contenido de lo que les queremos transmitir.
Cuando a un niño se le dice “Ya no te quiero”, él lo interpreta literalmente, no es
capaz de entender que los padres están enfadados por algo que él ha hecho o
ha dejado de hacer. A un menor esta expresión le hace sentirse desamparado, se
siente triste, rabioso, inquieto, preocupado, cuando las personas más importantes
para él hacen esta manifestación.
El amor de los padres tiene que ser algo incondicional, no sujeto a enfados, ni
instrumentalizado para conseguir cambios en el niño. Si no nos gusta algo que
ha hecho se le debe manifestar así, pero nunca decirle que no se le quiere. Los
padres nos enfadamos cuando nuestros hijos tienen conductas inapropiadas y
lo deben saber, pero esto no está reñido con el amor. No puede estarlo.
En otras ocasiones se manipula a los hijos con las palabras:

“Con lo que me sacrifico por ti y tú me lo pagas así”.


“Me siento decepcionado”.
“Te he entregado mi vida y tú no lo valoras”.

Y así podríamos seguir indefinidamente.

setenta y SIETE 77
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Lo que hacemos por nuestros hijos nadie nos lo dicta ni impone y si nos excede-
mos en algún momento es responsabilidad nuestra. Que por cierto no suele ser
sano para nuestra relación, pues dejarlo todo por los hijos es una falta de respeto
para con nosotros mismos y les estamos transmitiendo que valemos poco. Pero
este exceso de celo se emplea a veces para pedir cuentas de lo dado, lo que deja
claro lo interesado de nuestra conducta y hace sentir a los niños malvados y en
deuda con los padres, que tanto han hecho por ellos.
Tristemente estas “deudas” no suelen ser pagadas nunca por los hijos, por mucho
que hagan, que se vuelven muy dependientes y sumisos en su afán por congra-
tularse con sus padres.
Otra frase que por desgracia se sigue escuchando es ¿A quién quieres más, a
papá o a mamá?. Esta elección a la que se les pretende someter es injusta, por-
que el niño quiere a su padre y a su madre, los necesita a los dos, ambos son sus
padres y no tienen por qué elegir.
Otra bastante común es Los niños no lloran. ¿Por qué? Si se lastiman, se sienten
tristes, han tenido un mal día ¿por qué no pueden llorar?, ¿no tienen sentimien-
tos?, ¿los tienen que reprimir?
Son muchos los adultos que sufren de “analfabetismo emocional”. Muchos consi-
deran que sentir miedo, tristeza o rabia es nocivo. Para muchos adultos, dejar que
sus hijos sientan y lo expresen es amenazante. Sin embargo, no hacerlo les puede
llevar a sentirse incomprendidos, que no interesan y que además son malos, ¡justo
lo contrario de lo que sentimos por ellos! Hay que dejarles sentir, que no vivan cen-
surados por manifestar una emoción, es su manera de expresar cómo les afectan
las cosas. Hay que identificarlas, etiquetarlas y ayudarles a que las describan con
palabras. Tienen que aprender a distinguir que existen diferentes tipos de emocio-
nes y que corresponden a diferentes estados de ánimo. En la medida en que ponen
nombre a lo que les ocurre van sintiendo que tienen algo más de control sobre ello.
Al hacer consciente lo que les pasa tienen más capacidad de manejarlo. Las emo-
ciones ocupan un lugar primordial en nuestra vida. La educación emocional debe
empezar desde la infancia. Hemos de ayudar a los niños a identificar sus emociones,
a que las puedan nombrar y distinguir unas de otras (que sepan distinguir cuándo
están tristes, enfadados, desencantados, ansiosos...).
Cuando reconoces en tu hijo sus emociones, cuando les ayudas a dialogar con ellas
y les ofreces estrategias para que logre canalizarlas, le estás ayudando a construir
una individualidad sana y madura. (Ana García-Mina Freire; doctora en Psicología).

78
lenguaje

También tenemos que evitar el uso de palabras malsonantes en casa si quere-


mos que nuestros hijos no lo hagan. Aunque les veamos ensimismados jugando,
no nos dejemos engañar ¡están pendientes de todo lo que ocurre a su alrededor!
Y las palabrotas les encantan. No conocen su significado, sobre todo cuando
son muy pequeños y comienzan a usarlas con tres o cuatro años, pero saben
utilizarlas en el momento justo, cuando están enfadados, para llamar la atención,
para ver cómo reaccionan los adultos, para retar a los padres. Nosotros somos
los encargados de detectar por cuál de estos u otros motivos las dicen.
Los niños también aprenden que con las palabras se puede hacer daño.
La reacción adecuada de los padres será la que haga que se extinga la conducta
o que se mantenga, tanto si las han aprendido en casa o en el colegio.
No debemos reírnos ni escandalizarnos ni comentarlo en su presencia. Tenemos
que dejar claro que no nos gusta escuchar ese tipo de palabras, porque son des-
agradables e hirientes y manifestarles que no les prestaremos atención cuando
lo hagan.
Para que los niños no digan palabrotas es fundamental que en casa no se digan,
pues resulta incoherente e injusto reprender al menor porque lo hace y desaho-
garnos los adultos diciendo todo tipo de barbaridades.

Recapitulemos

Hay que enseñar a los niños a mostrar su enfado o excitación con las
palabras adecuadas.
Los niños, aunque a veces no entiendan las palabras, perciben clara-
mente el tono en el que se les habla.
Hay que tener presente que los gritos representan el fracaso de los adultos
con otros métodos y que se utilizan cuando los padres están desesperados
y han perdido los papeles.
Cuando a los niños se les grita injustamente, ellos lo perciben claramen-
te. Conozco a un niño de cinco años que le dice a su madre cuando ella
pierde los estribos: “Mamá, no me grites que soy un niño pequeño y no está
bien que me trates así”.
Con el lenguaje podemos manifestar apoyo, afecto, comprensión... o
desagrado, indiferencia, desafecto...

79
Médicos y medicinas
18
“El error presente extendido entre los hombres es el de querer comprender
separadamente la curación del cuerpo y la del espíritu”.
(Platón)

Los niños, al igual que los adultos, deben ir al médico cuando lo necesitan,
es decir, cuando están enfermos. Hay un gran número de padres que frecuen-
tan la consulta del pedíatra sin justificación aparente. Su preocupación por
la salud es excesiva, rayando en la hipocondría. Los niños se van acostum-
brando a que ante cualquier pequeño malestar hay que ir al médico y a ser
cuidados por sus padres, que a su vez se consideran padres preocupados y
ocupados por la salud de sus hijos. A veces esta conducta obedece a senti-
mientos de culpa en otras áreas. Este bucle realimentará a ambos, utilizando
la “enfermedad” como medio de comunicación y unión entre la familia.
De igual modo, a veces se utiliza la medicación indiscriminadamente. Los
menores se habitúan a los medicamentos, los cuidadores les hacen creer
que son la panacea universal y que todo se resuelve en la vida con “píldoras
mi­lagrosas”, siendo incapaces de aguantar el más mínimo dolor o la menor
molestia.
Me ha sorprendido la frecuencia con que en los últimos tiempos los padres utilizan
algún tipo de medicamento con otros fines diferentes de los que tienen. Por ejem-
plo: el Apiretal. Un antipirético que algunos padres proporcionan a los niños para
que se tranquilicen y se duerman cuando lo consideran oportuno.

OCHENTA Y UNO 81
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

A los pequeños se les está haciendo adictos sin que nos demos cuenta y en el
futuro, cuando ellos sean adultos, seguirán recurriendo inopinadamente a los
medicamentos.
Otro aspecto preocupante es la facilidad con que se ingresa a los niños en hospi-
tales, en ocasiones sólo “por si acaso”, “para observarles”, sin tener en cuenta lo
que esto significa para los menores: la separación de sus padres, el encontrarse
solos en un medio inusual para ellos, el miedo ante lo desconocido, la pérdida
de autonomía e intimidad, la interrupción de su actividad diaria, la incertidumbre
sobre la conducta apropiada...
En la Carta Europea de los Derechos de los Niños Hospitalizados, establecida
por el Parlamento Europeo en el año 1986 y ratificada por España, se incluye en
su artículo 4º un total de 23 puntos. En el punto número uno se proclama:
Derecho del niño a que no se le hospitalice sino en caso de que no pueda recibir
los cuidados necesarios en su casa o en un ambulatorio y si se coordina oportu-
namente, con el fin de que la hospitalización sea lo más breve y rápida posible.
Lo que deja bien claro que si no es imprescindible para la salud y recuperación
del menor, no se tomará esta medida.
En el libro Hospitalización Infantil, Repercusiones psicológicas, de Juan Manuel
Ortigosa Quiles y Francisco Xavier Méndez Carrillo, se recogen las repercusiones
negativas de la hospitalización para los menores.
Del Barrio y Mestre (1989) llevaron a cabo un estudio comparativo con 94 niños
hospitalizados de 8 a 14 años, en el que detectaron más ansiedad y más miedo
a la muerte y a la enfermedad que en los niños sin experiencia hospitalaria.
Las repercusiones negativas de la hospitalización persisten incluso después del
alta médica (López-Roig, Pastos y Rodríguez-Marín, 1993; Scaife y Campbell,
1988; Vernon y Thompson, 1993).
La hospitalización es un acontecimiento estresante que genera en el niño alte-
raciones cognitivas, psicofisiológicas y motoras, antes, durante y después de la
estancia hospitalaria (Huber y Gramer, 1991; Melamed y Siegel, 1975; Mendez,
Macia y Olivares, 1992; Wolfer y Visintainer, 1975; Ziegler y Prior, 1994). El pro-
ceso de hospitalización conlleva múltiples estresores en un período de tiempo
generalmente breve (Méndez, Ortigosa y Pedroche, 1996).

82
médicos y medicinas

Los niños pequeños son los más afectados por la hospitalización, mostrándose
más alterados (Aguilar y Ruiz, 1994; Vernon y cols., 1966).

Si quieres permanecer sano, cuanto menos pienses en tu salud, mejor.


(Oliver Holmes – Over the Teacup)

Recapitulemos

Usemos los medicamentos siguiendo “al pie de la letra” las recomenda-


ciones del médico; TODOS tienen efectos secundarios.
No habituemos a los menores a tomar medicamentos indiscriminada-
mente. No todo se cura con una pastillita. Las adicciones a los psicofárma-
cos son una realidad de nuestros días y la tristeza, la ansiedad, el miedo...
hay que manejarlos con los recursos personales, el equilibrio interno y la
paz interior.
Mantener la medicación con antibióticos el tiempo prescrito por el médico
y no retirarla cuando el menor deja de tener fiebre, pues lo que se consigue
es que las cepas de bacterias desarrollen resistencia a los fármacos.
Hay que llevar a los niños al dentista periódicamente para evitar la apa-
rición de enfermedades dentales.
Cuando sea necesario hospitalizar a un menor hay que explicarle lo
que va a suceder, para calmar su ansiedad y miedo ante lo desconocido.
Aclararle que no se le va a abandonar, que los padres pasaran con él todo
el tiempo posible y que estará en manos de personas que están muy acos-
tumbras a estar con niños y saben cómo tratarles para que se recuperen.

83
19
Modas

“Para investigar la verdad es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas


las cosas, una vez en la vida”.
(Descartes)

En los últimos tiempos hay una serie de corrientes o modas que se repiten,
que desaparecen y vuelven a aparecer, que llevan a algunos padres a tomar
decisiones un tanto arbitrarias sobre la crianza de sus hijos.
Ignorar el calendario de vacunas supone un riesgo para el menor y las per-
sonas que le rodean: otros niños, embarazadas, ancianos...; por lo tanto es un
deber social.
Las vacunas son necesarias porque protegen al niño de enfermedades infeccio-
sas graves o incluso mortales y frente a las que no existe un tratamiento efectivo;
así, el tétanos es mortal en la mitad de los casos y la polio deja secuelas graves,
como parálisis; las paperas pueden causar sordera y el sarampión serias compli-
caciones.
Gracias a las vacunas, la viruela ha desaparecido del mundo.
Aunque las enfermedades que podemos prevenir con las vacunas se dan sólo en
pocas ocasiones, debemos seguir vacunando a los niños. Con la inmigración, por
ejemplo, se están volviendo a ver enfermedades casi erradicadas que han resur-
gido en escuelas infantiles y la vacunación es la medida preventiva más eficaz,
a veces la única, contra el contagio.

OCHENTA Y CINCO 85
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

En Japón la población tuvo un rechazo masivo a la vacuna de la tos ferina por


los efectos negativos de esta vacuna de virus atenuados (las vacunas de virus
atenuados o celulares utilizan bacterias muertas que contienen todos los com-
ponentes del bacilo de la tos ferina), por lo que el Ministro de Salud suspendió
su aplica­ción. El resultado de esta medida fue que en 1973 se habían declarado
361 casos de tos ferina en Japón; seis años después la cifra ascendió a 135.105
casos. A partir de este suceso los japoneses desarrollaron una vacuna acelular
(las vacunas acelulares sólo conservan de la bacteria los componentes útiles para
obtener la inmunidad y están privadas de aquellos que pueden provocar reaccio-
nes adversas) con menos efectos secundarios y con favorables resultados.
Del mismo modo, en los últimos años el descenso de la cobertura vacunal en
algunos países de la antigua Unión Soviética ha conducido a la reaparición de
casos de difteria en Bielorrusia, Ucrania y otras naciones. En 1994 se contabiliza-
ron en esas regiones 50.000 enfermos y 2.000 muertes por difteria.
Imponer dietas vegetarianas al niño, por motivos filosóficos o culturales, o privar-
le de lácteos sin que el menor tenga ninguna intolerancia a la lactosa, sólo porque
hemos oído que es mejor la leche de soja. Nos hace recordar el triste caso de
unos padres vegetarianos que vivieron el fallecimiento de su hijo cuando éste
tenía nueve meses y pesaba cinco kilos.
La dieta vegetariana admite distintos tipos, desde la más estricta que excluye
todo tipo de alimentos de origen animal, la lactovegetariana que incluye leche y
lácteos, la ovovegetariana que incluye huevos, leche y derivados, los semivegeta-
rianos que optan sólo por pescado o los frugívoros que comen sólo granos, nue-
ces y frutas. En lo que están de acuerdo la mayoría de los médicos endocrinos o
nutricionistas es en la necesidad de una dieta rica y variada en su composición.
Por eso la dieta vegetariana está contraindicada para los niños, debido a que es
una dieta incompatible con las necesidades de cualquier persona en desarrollo
que necesita de alguna fuente de proteínas animales, pudiéndole causar su
ausencia un retraso en el crecimiento y alteraciones graves en diferentes órganos
como el intestino, deficiencia inmunológica, anemia, incluso infertilidad.
La restricción total de alimentos de origen animal también causa deficiencias de
riboflavina, calcio, hierro y aminoácidos esenciales.
Las exigencias nutricionales durante la infancia son mayores que durante cual-
quier otro período. Al mismo tiempo, la capacidad del estómago es limitada, por lo

86
modas

que las fuentes de alimentos deben proporcionar calorías y nutrientes suficientes


en un pequeño volumen. Los niños necesitan grasas en las dietas para su creci-
miento y desarrollo normal, al igual que hierro, calcio, magnesio y zinc, presentes
en frutas, vegetales y granos.
En los niños y bebés con dieta vegetariana estricta se ha percibido un adelgaza-
miento excesivo o un retardo en el crecimiento. Si no se satisfacen las necesida-
des energéticas, las proteínas del cuerpo son degradadas para producir energía y
esto crea problemas adicionales. Por este motivo la ingesta adecuada de energía
debería ser la principal consideración en la planificación de la dieta.
Para los niños, la dieta más saludable es aquella que incluye la mayor variedad
de alimentos, sin ninguna restricción.
Los padres que ponen por encima del bienestar de su hijo una filosofía o preferen-
cia personal, por motivos culturales o por cualquier otro motivo, sin tener en cuenta
las necesidades y el bienestar de un niño en desarrollo, no le están proporcionan-
do a su hijo un buen trato, pues no hay nada por encima del bien del niño.
La parentalidad bientratante presenta un estilo educativo centrado en las necesi-
dades de los niños y niñas, que siempre son considerados sujetos de derecho. En
este estilo, los padres asumen la responsabilidad de ser los cuidadores principa-
les de sus hijos, ejerciendo una autoridad afectuosa caracterizada por la empatía
y la dominancia.
En resumen, las repercusiones que tiene una mala alimentación pueden ser:

Enlentecimiento o interrupción del crecimiento


Niños que nacen con una talla y peso normal pero que en un determinado
momento, entre el primer y el segundo año de vida, se estancan o crecen muy
lentamente para su edad. Es uno de los primero signos de negligencia parental.
El crecimiento físico es un proceso que necesita para su normal evolución de
un aporte adecuado de energía y nutrientes necesarios para la formación de los
nuevos tejidos.
Es lo que algunos autores denominan enanismo de abandono, niños cuya talla
mínima corresponde a veces al enanismo, que viven en condiciones familiares
patológicas y que, apartados de su medio, tienen una aceleración del crecimiento
rápida e importante.

87
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

En el plano psicológico, los estudios han confirmado la dimensión de intenso


sufrimiento del niño frente a una madre que experimenta desinterés hacia él y la
existencia de claras negligencias hacia el menor (que se manifiesta fundamental-
mente en deficiencias nutritivas graves).

Diarrea aguda
Se dan en el menor y son debidas al consumo de alimentos en mal estado o de
alimentos inadecuados para el momento evolutivo que atraviesa. Ésta es una
de las consultas más frecuentes en los servicios de urgencias. Tiene una mayor
gravedad cuanto más pequeño es el niño y es más frecuente entre los 6 y los 18
meses de edad, pudiendo causar la deshidratación del menor.

Vitaminopatías
Carencias vitamínicas atribuibles a déficits nutricionales, que suele darse funda-
mentalmente en poblaciones con pocos recursos (pudiendo llevar al raquitismo).

Caries
En un número abundante de dientes por una alimentación inadecuada, pudiendo
dificultar a la vez la masticación de determinados alimentos.

88
Niños famosos
20
“No se puede separar la paz de la libertad, porque nadie puede estar en paz
a menos que sea libre”.
(Malcom X)

Ver a los hijos en televisión, en vallas publicitarias, en revistas, aunque sea


muy gratificante y eleve el ego, no es motivo suficiente para someter a los
menores a interminables castings, hacerles perder el colegio, reducir su
tiempo de juegos, ignorar sus necesidades de sueño, de rutinas...
La mayoría de los niños y niñas famosos han llegado a ello porque sus padres se
han empeñado en llevarles a castings y en hacerles pasar cualquier prueba con
tal de poder presumir ante la familia y los amigos de que su pequeño sale en tal o
cual anuncio de televisión. Así, su narcisismo se ha hinchado considerablemente.
Después han considerado que tener un sobresueldo, proporcionado por las activi-
dades del menor, no les vendría mal y si el éxito del niño ha ido en aumento han
terminado por convertirse en sus representantes.
Algunos niños disfrutan realizando pruebas, haciendo anuncios, televisión, con la
fama, pero no todos. Los niños muy pequeños, algunos bebés, evidentemente no
han manifestado en ningún momento su deseo de aparecer en televisión, y sue-
len ser habituales de castings de todo tipo. Los niños más mayores se sienten
obligados a ser elegidos para no defraudar a sus padres que ¡han puesto tanta
ilusión en ellos!
Tenemos ejemplos de niños famosos que se han sentido muy desgraciados,
Joselito, Marisol... y que consideran que la incorporación temprana a un mundo de

ochenta y NUEVE 89
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

adultos, con grandes exigencias de tiempo y esfuerzo personal, les ha apartado


de su vida de niños y les ha creado unas expectativas de futuro que en ocasiones
no se han visto realizadas y en otras no les ha compensado de su entrega.
Han pasado más de quince años desde que el pequeño Macauly Culkin se hizo
famoso con películas tan conocidas como Solo en casa. Antes de cumplir los
dieciocho años tenía una fortuna superior a los dieciséis millones de Euros, pero
el éxito llegó tan rápido como se fue. A los catorce años nadie le contrataba,
lo que hizo que cayera en una espiral de rebeldía, motivada también por sus
ambiciosos padres. Un día apareció en la prensa con un gran deterioro físico y
aspecto de vagabundo, había sido detenido por posesión de marihuana y con-
ducir con exceso de velocidad.
Ser la persona más admirada, fotografiada, amada y odiada no debe de ser
nada fácil, pero mucho menos cuando se es un niño. Los niños prodigio son
esas criaturas que nos enamoran cada vez que los vemos en la pantalla. Son un
selecto grupo de elegidos que no han llegado a la adolescencia, pero cuya cuen-
ta corriente triplica la de muchos colegas de profesión con años de experiencia.
Sin embargo, detrás de los contratos millonarios se revela otra realidad: la de la
explotación, la soledad, la incomprensión y el desequilibrio emocional que viven
muchos de estos pequeños artistas y que en ocasiones les puede llevar a vivir la
peor de sus pesadillas.
El deporte también despierta muchas pasiones y tiene a muchos niños como pro-
tagonistas. Aunque muchos más abandonan el camino a la fama, incapaces de
soportar sobre sus espaldas la carga que implica incumplir el sueño de sus mayo-
res o convertirse en la solución a los problemas económicos de la familia o tener
que ser el mejor, cuando se es un deportista más. Son muchos los pequeños
deportistas que se convierten en grandes promesas, motivados por familiares y
entrenadores, llenan páginas en los medios de comunicación y arriesgan su salud
por convertirse en los mejores.
Algunos son la encarnación de los sueños de sus padres y se ven presionados a
cumplir las expectativas de éstos, que viven por delegación. Abundan los padres
que detrás de una alambrada gritan a sus hijos que hagan tal o cual jugada o los
regañan por haber errado un saque o haber perdido un gol. La irritación de los
padres se relaciona directamente con los propios ideales, no alcanzados por los
hijos. Es una rabia con uno mismo que se transfiere a lo que “uno más quiere”.

90
niños famosos

En España y en Hispanoamérica tenemos el espectáculo de los toros, al que


algunos padres acercan a sus hijos desde una temprana edad, esperando que se
conviertan en diestros famosos, sin valorar adecuadamente el riesgo al que some-
ten al menor con tal de que consiga “triunfar”. Esto suele obedecer a su propia
frustración al no haber podido destacar en ese campo, pretendiendo vivir a través
de los hijos sus sueños irrealizados, a cualquier precio.
Recientemente, un juez ha retirado la custodia de sus hijos a una madre porque
desde la más tierna infancia éstos eran llevados a castings agotadores.
De nuevo debemos distinguir entre nuestras necesidades y las de los niños y no
obligarles a realizar actividades en las que no se encuentran interesados y que les
privan de ejercitar otras parcelas importantes de su vida.

91
Padres amigos
21
“Los padres deberían darse cuenta de cuánto aburren a sus hijos”.
(Bernad Shaw)

Está muy de moda el que los padres manifiesten, sobre todo con adolescen-
tes y jóvenes, que son amigos de sus hijos. Ésta es una confusión importante
que debemos aclarar. El rol de padre es totalmente incompatible con el rol
de amigo. Los hijos necesitan tener en casa a unos padres; sí, unos padres
con las ideas claras, comprensivos, cariñosos, dialogantes, con autoridad,
unos padres que les guíen por la vida y que les ayuden a superar las dificul-
tades que surjan, en los que confiar cuando haya un problema importante.
Los amigos tienen que ser de su edad, elegidos por ellos, preferiblemente
conocidos por los padres, chicos y chicas con los que compartir aficiones,
inquietudes, objetivos. Hay que ayudarles a que se abran al mundo y se bus-
quen sus propios amigos.
Los padres tienen que aspirar a la mejor relación con los hijos en todas las etapas
de la vida, a tener relaciones amistosas, pero nunca a ser sus amigos. Esto es una
incoherencia y un mal trato. La relación entre padres e hijos es asimétrica y no es
conveniente para los hijos que se les trate como a un igual.
Los hijos necesitan a un adulto en casa, que se comporte como tal y que les sirva
de referente y este adulto debe ser el padre o la madre, si es que por diferentes
circunstancias no pueden ser ambos, como en caso de separación. Los padres
son modelos para sus hijos desde el momento en que nacen y es inevitable que
esto sea así, por tanto se debe tratar de ser el mejor modelo posible.
Resulta absurdo y fuera de lugar ver a una joven en una discoteca acompañada
de su madre-amiga, o a un padre con su hijo.

noventa y TRES 93
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

J. M. Romera recela de los padres que se ufanan de ser amigos de sus hijos: “Por
lo general no tienen el coraje suficiente para ejercer de padres”. (El Correo, 22 de
mayo 2005).
Hay padres que desean identificarse y aun parecerse al adolescente (en ocasio-
nes hasta en su forma de vestir, relacionarse y hablar). De este modo se dificulta
su proceso de autonomía. (El Pequeño Dictador, Javier Urra, 2006, La Esfera de
los Libros)
En ocasiones los padres se empecinan en saberlo todo sobre sus hijos, en querer
que se les cuente todo, y lo que se consigue es el distanciamiento del hijo ante
unos padres tan inquisidores. A los hijos hay que abrirles las puertas de la con-
fianza y dejarles claro que pueden contar con los padres para lo que deseen, sin
presionarles, sin atosigarles, con la confianza de que recurrirán a ellos cuando lo
precisen.

Recapitulemos

Las relaciones entre padres e hijos son asimétricas, por tanto no se


de­sarrollan en un plano de igualdad sino jerarquizadas.
El ejercicio de la paternidad/maternidad requiere poner límites a los hijos
y contrariarles en ocasiones, lo que no suele ser grato ni para unos ni para
otros, pero en eso estriba la diferencia de roles.
Los padres son los que saben lo que les conviene a sus hijos y tienen
que tomar decisiones por ellos, sobre todo en la infancia, lo que les con-
vierte en personas de autoridad ante los menores.
La autoridad hay que ejercerla desde que los niños son pequeños y día a
día. Esto les hará sentir que están en “buenas manos” y sentirse seguros.
Cuando los hijos no tienen unos padres con autoridad en casa, la bus-
can fuera, siguiendo a un líder que puede ejercer una influencia positiva o
negativa sobre los menores.
Si no se ejerce la autoridad paterna, los hijos pueden llegar a detentarla
ellos mismos sometiendo a toda la familia. Y cuando se quiera retomar,
ya en la adolescencia, puede ser tarde. Cuando esto ocurre, los padres,
desesperados, piden ayuda a las instituciones públicas para que reparen lo
que ellos no han sabido o no han podido hacer.

94
22
Regalos

“La manera de dar vale más que lo que se da”.


(Pierre Corneille)

Los regalos son agradables y deseables, pero todo no se puede sustituir


por regalos. Se emplean para todo: para sustituir la presencia insustituible,
para premiar conductas, para desagraviar, para contentar, para celebrar...
Lo material no puede sustituir a lo personal, a la atención, a la entrega, al afecto.
El tiempo es limitado y las labores amplias y variadas para los padres, pero una
de ellas es la atención de sus hijos. Es imprescindible tener tiempo para ellos,
para jugar, para hablar, para interaccionar.
No hay argumentos válidos en este tema: “llego tarde a casa y tengo que hacer la
cena”. “Los niños ya juegan en el colegio”. “El fin de semana jugamos un ratito”.
“No doy abasto a todas mis obligaciones”.
Los hijos necesitan a sus padres cada día. Si nos perdemos el ahora, nos perde-
remos momentos irrepetibles. Cuando los niños nos necesitan es en el día a día
y esta función no podemos relegarla para otro día, otra semana, otro mes u otro
año. Habremos perdido la oportunidad de conocerles, ayudarles, acompañarles,
sentirnos cercanos.
Por muy ocupados que nos encontremos, siempre hallamos el momento para dar-
les de comer, ni un solo día dejamos de hacerlo. Los niños necesitan a sus padres
tanto como el comer. Ya sabéis que no sólo de pan vive el hombre.

noventa y CINCO 95
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Si durante la infancia no estamos cerca de ellos y les dedicamos el tiempo nece-


sario, luego no nos podemos quejar cuando en la adolescencia ellos nos ignoren,
no compartan con nosotros sus preocupaciones, sus inquietudes, pues habrán
desarrollado mecanismos para estar solos o con otras compañías.
Me pregunto ¿por qué se ven tan pocos niños en los parques? El estar con los
niños en estos lugares requiere tiempo y la mayoría de los padres no lo tienen.
Se suelen ver siempre a los mismos padres con los mismos niños y normalmente
pocos. La temperatura, el frio, no es un motivo para no llevarles, porque los niños
corren y se mueven. No pasando frío, están recomendado por los médicos que
los niños salgan en todas las épocas del año. Pero la mayoría de los padres no
tiene tiempo.
Es imprescindible hacer un hueco para los hijos en la agenda. Hacerles el mejor
de los regalos, nuestro tiempo, y menos regalos materiales.
La dedicación a los hijos tiene que ser una prioridad para los padres.
¿No resulta extraño que haya infinidad de niños que teniendo toda clase de
ju­guetes, viviendo en casas acogedoras, no faltándoles de nada, digan que se
aburren? Porque a jugar también se aprende y si no tienen a nadie que les enseñe
no aprenderán a llenar esos momentos en los que tienen que entretenerse solos,
o se les ocurrirá jugar al balón en el comedor, o dedicarse a ver la televisión, en
fin, no sabrán qué hacer.

Recapitulemos

Pregúntate ¿Dedico suficiente tiempo a mi hijo?


¿Mi sentimiento de culpa me lleva a excederme con los regalos, a con-
cederles todos los caprichos, a relajar la disciplina?
Tal vez ha llegado el momento de redistribuir el tiempo y sacar el sufi-
ciente para pasarlo con los hijos.
No caer en el error contrario de no tener tiempo para vosotros mismos y
no ceder ante chantajes emocionales de los menores.
No os lamentéis por el tiempo perdido y empezad a vivir el presente equi-
libradamente y sin sentiros culpables.
Aprende a disfrutar con los niños, con sus juegos, sus ocurrencias, su
manera de ver las cosas.

96
regalos

Si pudiérais hacer una inversión en la Bolsa que os garantizase el futuro


económico ¿dejaríais de hacerla? Pensad que el tiempo de calidad que
pasáis con vuestros hijos es una inversión a corto y a largo plazo que pro-
ducirá los mejores rendimientos para ellos y para vosotros.

97
Seguridad vial
23
“Obra siempre de modo que tu conducta pudiera servir de principio a una
legislación universal”.
(Kant)

Durante el año 2005, 71 niños menores de 12 años murieron en España como


consecuencia de accidentes de tráfico, de los cuales 55 eran pasajeros de
un solo vehículo. Utilizar correctamente un sistema de retención evitaría tres
de cada cuatro lesiones en el interior de un vehículo.
A pesar de las campañas de la DGT, los niños siguen muriendo en accidentes de
tráfico por no tener una protección adecuada.
El tema es tan importante como para pararnos un momento y perder unos minu-
tos en sentar a los menores en su silla, bien anclada al coche, y sujetarles con
el cinturón de seguridad correspondiente, para prevenir cualquier percance. Esto
en muchas ocasiones no se hace porque sometemos al menor a nuestras pro-
pias necesidades, nuestras prisas, etc., sin tener en cuenta que su seguridad,
su bienestar, están por encima de todo. No sirve de nada, tras el accidente,
lamentarnos y llorar amargamente, el daño ya está hecho y no hay vuelta atrás.
Aunque el recorrido sea corto, no podemos dejar de recurrir a esta sencilla rutina
que puede salvar la vida de un niño, pues no sabemos cuándo ni cómo va a surgir
un accidente.
Ésta es una de las pocas ocasiones en que los brazos de un adulto no son
seguros si hay un accidente y lo más probable es que el menor salga despedido,
produciéndose graves lesiones si no la muerte.

noventa y NUEVE 99
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Así mismo, con nuestro ejemplo, debemos enseñar a los niños a cruzar por los
pasos de peatones, a respetar los semáforos, a circular adecuadamente por las
vías urbanas. El modelo de los adultos significativos es el mayor referente que
tienen los niños y lo que les inclinará a actuar de un modo u otro.
Debemos enseñarles, sin dramatizar, el peligro que supone correr alocadamente
por la calle, cruzar sin mirar si viene algún vehículo, no respetar un disco en rojo.
Primero se convertirán en peatones conscientes y más tarde en conductores
responsables.

Recapitulemos

Elegir una silla homologada según el peso y tamaño del niño y ponerle
en ella con la sujeción adecuada siempre que hagamos un trayecto en coche,
aunque sea corto.
Echar los cierres de seguridad para evitar que el menor, al manipular los
botones, pueda abrir la puerta.
En los viajes largos evitar salir en las horas más calurosas, poner un
parasol en las ventanillas para proteger a los niños del calor, hacer paradas
para ocuparse de ellos y darles agua para que no se deshidraten.
Si el menor llora o está inquieto y en el automóvil sólo va el adulto que
conduce, parar para ver qué le sucede y no volver la cabeza insistentemen-
te para mirarle, pues puede provocar un grave accidente.
Enseñarles a ser buenos peatones, por su seguridad y la del resto de las
personas pues, como dice la DGT, todos somos peatones.
Y, por supuesto, darles ejemplo con nuestra conducta, porque ¡aquí
peligra su vida!

100
Separaciones
24
“Los hijos aprenden poco de las palabras, sólo sirven tus actos y la cohe-
rencia de estos con las palabras”.
(Joan Manuel Serrat)

Las separaciones, por muy bien que se lleven, son siempre traumáticas, tanto
para la pareja que toma esta decisión como para los hijos, que ven cómo cam-
bia su vida y que en la mayoría de los casos piensan que ellos tienen alguna
responsabilidad en lo que está pasando, por lo que se sienten culpables.
No se debe hacer más dolorosas jugando con los sentimientos de los niños y
utilizándolos para hacer daño a la pareja.
En los procesos de separación, a veces hay padres muy hábiles que manipulan
las emociones de los hijos y saben cómo hacer y qué decir para “ponerles de su
parte” y en contra de su pareja, que también es el padre o la madre del menor,
mostrándoles lo mal que se ha portado, lo injusto que ha sido, su infidelidad...
haciéndoles tomar partido inconscientemente por una de las partes y pareciendo
ante los niños que son unas víctimas.
Los menores no tienen que participar en los enfrentamientos que puedan existir
entre los padres y lo contrario demuestra muy poco afecto para con ellos.
Someter a los hijos a chantajes emocionales es una demostración de desamor
que les puede abocar en el futuro a tener problemas emocionales.
No es justo que un padre o una madre hable mal a sus hijos del otro padre o
madre. A los niños se les hace un gran daño con esta conducta y demuestra un
gran egoísmo e inmadurez por parte de quien la practica.

CIENTO UNO 101


Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

El SAP (Síndrome de alienación parental) es una patología que consiste en que


la madre pone al hijo en contra del padre en la disputa por la custodia, alegando
en algunos casos falsas acusaciones de agresión sexual hacia los hijos por parte
del progenitor varón. Se está mostrando como una estrategia que utilizan algunos
padres para retirar la custodia a la madre. No se evalúa la conducta paterna y se
decide de forma inmediata separar a la madre de su hijo. El niño se irá a vivir con
el padre, quiera el menor o no, para retomar la relación con él.
La comunidad científica no reconoce esta patología creada por el polémico psi-
quiatra de EEUU Richard Gardner. (Este psiquiatra fue quien, en algunos de sus
libros, reconocía como legítimas las relaciones sexuales con menores, argumen-
tando que las actividades sexuales entre adultos y niños formaban parte de un
repertorio natural de la actividad sexual humana y que una agresión sexual no es
necesariamente traumatizante para el menor, y que lo que ocasionaba el trauma
era la actitud de la sociedad, excesivamente punitiva y moralizante).
Cuando en Estados Unidos denominan al SAP “ciencia basura”, en España se
le presta atención y los casos en que se cita van en aumento, sin considerar las
nefastas consecuencias que puede acarrear y sin tener en cuenta los deseos y
miedos de los menores y la injusticia que se comete con madres e hijos.
Esto es un flagrante mal trato para los niños, que una vez más son instrumen-
talizados por un adulto que no les quiere ni tiene en cuenta sus necesidades y
sus deseos, y cuya principal preocupación no es su bienestar sino conseguir su
custodia a cualquier precio.
Hay que utilizar la empatía y tratar de ponerse en el lugar el niño para comprender
su estado de ánimo en una separación: tristeza, rabia, abatimiento, y sus miedos:
a no volver a ver al padre que se va, a lo desconocido, a lo que pensarán sus
amigos...
Los niños no deben de ser usados como objetos arrojadizos contra el cónyuge,
sin importarnos el daño que se les hace, a veces irreparable. A los niños no se les
puede usar para consolarse, para pagar el resentimiento de uno de los padres,
ni como correo entre los padres separados, haciendo encargos consistentes en
trasmitir su rabia y resentimiento al cónyuge. Si esto ocurre es que no se quiere
a los hijos, aunque se esgriman argumentos revestidos de imponderables. No
hay nada que justifique la utilización de los hijos en los contenciosos de
pareja.

102
separaciones

Cuando se percibe que la separación va a ser traumática para la pareja, sería


conveniente que una persona neutral hablara con ellos.
Lo recomendable ante una separación sería que los padres, ambos, informaran
a los hijos, tengan la edad que tengan, de su decisión de separarse permanente-
mente, en un ambiente relajado. Aclarándoles que ellos no han tenido nada que
ver en la toma de decisiones, que no tienen ninguna responsabilidad en la ruptura
de sus padres y asegurándoles que si han adoptado esta decisión es pensando
en el bien de todos.
Los que se separan son los cónyuges, no los padres de los hijos, por lo tanto estos
siguen necesitando que sus progenitores sigan cumpliendo con sus funciones
de padre/madre para tener un desarrollo positivo.
Si el divorcio se lleva bien por los padres, puede ser para los niños un factor
de crecimiento, de maduración y de unión con los padres, conservando el afecto
hacia ambos.
Cuando los padres deciden unirse a otra persona y formar una nueva fami-
lia, deben considerar que para sus hijos esto supone una situación muy distinta
a la que tenían en su familia anterior. Hay pérdidas y cambios importantes en
la nueva situación: los hijos preceden a la formación de la pareja, el rol parental
lo ejercen más de dos adultos, puede haber más menores implicados con los que
hay que establecer nuevos vínculos y su vida se va a desarrollar en dos hogares
distintos.
Los niños deben comprender que sus padres tienen derecho a rehacer su
vida con otro adulto, que tienen una vida afectiva al margen de ellos y no hay
que permitirles sembrar el malestar entre la nueva pareja o boicotearla, porque a
la larga tendrán que asumir esta responsabilidad. Hay que tranquilizar a los hijos
con respecto al lugar que ocupan en el corazón de sus padres y aclararles que
este lugar no puede ser ocupado por nadie, pero que como adultos necesitan a
su lado a otro adulto, a otra pareja, y este puesto tampoco lo pueden ocupar ellos.
Esta aclaración tranquilizará a los niños, que no se esforzarán por ser la pareja de
ninguno de sus padres. Hacerles entender que el amor no se agota y se puede
repartir entre muchas personas sin que mengüe para ninguna.
En las familias reconstituidas los padres tienen la labor de integrar a todos los
miembros, conseguir el sentido de pertenencia y la identidad familiar.

103
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Los chicos han aprendido a convivir en un hogar y ahora deben acomodarse a las
exigencias del nuevo, lo que necesitará de un tiempo y un proceso gradual.
Las familias reconstituidas funcionan de una forma muy diferente a la familia del
primer matrimonio y es importante ser conscientes de esta realidad.
La pareja debe establecer de mutuo acuerdo los patrones de relación familiar y
las reglas de la casa.
El nuevo matrimonio de un padre hay que explicárselo a los hijos sin que esté
presente la otra parte, para que los niños puedan expresarse libremente. Hay que
asegurarles que el amor y la dedicación a ellos no menguarán en ningún caso.
Hablarles de los cambios, para que se sientan seguros; lo desconocido o incierto
produce ansiedad, miedo. Manifestarles que el amor por la pareja es diferente del
que se siente por ellos, para que no traten de competir con el nuevo cónyuge.
En ningún caso hay que pedir a los hijos que llamen papá o mamá al nuevo espo-
so o esposa, pues si no ha habido un fallecimiento del progenitor –y aunque así
fuera– esto estaría en función de la edad de los menores y de sus deseos. Dado
que a las personas fallecidas se las suele idealizar, ellos ya tienen sus propios
padres y nadie debe ocupar este lugar. Lo que sí hay que pedirles muy seriamente
es respeto y obediencia hacia el nuevo cónyuge.
Hay que dejar muy claro a los hijos que la reconciliación entre los padres es impo-
sible, que no ocurrirá en ningún caso.

104
25
Televisión

“Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende,


me retiro a otra habitación y leo un libro”.
(Groucho Marx)

La televisión, utilizada de forma positiva, constituye una ayuda primordial


para mostrar al niño realidades de difícil acceso, como la visión de países y
costumbres lejanas”, manifiesta la psicóloga María Jesús Álava, afirmación
con la que estamos plenamente de acuerdo. El problema radica en su mala
utilización.
Según los últimos estudios, el tiempo que los niños emplean viendo la televisión
supera al de permanencia en el colegio. (Almudena Altozano; Qué televisión y en
qué dosis).
La televisión no es la canguro de los menores y por lo tanto no es adecuado utili-
zarla para tener a los pequeños entretenidos durante tiempo indefinido.
Todo lo que aparece en televisión no es adecuado para los niños, ni siquiera los
anuncios. Un gran número de anuncios va dirigido precisamente a ellos para inci-
tarles al consumismo, lo que no es en absoluto recomendable. Otros van dirigidos
a los adultos, pero tienen una carga de sexualidad que los menores no compren-
den y les llevan a la confusión.
La OCU publicó en su revista OCU-COMPRA MAESTRA, numero 290 del mes de
febrero del año 2005, un estudio sobre los niños y la publicidad en TV, del que se
saca el siguiente resumen.
Comerciantes y publicistas son conscientes del potencial de consumo que repre-
sentan los más pequeños de la casa. Para ellos los niños son un objetivo triple:

ciento CINCO 105


Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

primero, porque ellos son en sí mismos consumidores y tienen dinero para gastar
(sobre todo en productos que no son demasiado caros); después, porque pueden
influir sobremanera en las compras que realizan sus padres y los adultos de la
familia; y por último, porque ellos son los adultos del futuro.
La publicidad recurre a todo tipo de estrategias para llegar a los más pequeños:
además de los clásicos anuncios, clubes, esponsorización de actos, promocio-
nes...
Las muy limitadas emisiones de programas infantiles están plagadas de anuncios.
La alimentación es el sector estrella de la publicidad, el 25% de los anuncios
emitidos, lo que supuso más de 42 horas de emisión en la semana que hizo este
estudio la OCU.
El tipo de alimentos que se anuncian son: dulces, fast food, cereales azucarados,
aperitivos salados y refrescos. Alimentos que todos los especialistas identifican
como responsables de la alimentación desequilibrada de los niños de hoy.
La televisión no es la única responsable de este desequilibrio, pero sí desempe-
ña una función que no podemos pasar por alto. Los niños son muy vulnerables
a los estímulos externos y la publicidad que les llega a través de la tele causa
confusión en cuanto al valor nutricional de los alimentos, cambia los hábitos de
compra y consumo, establece unas preferencias claras entre las comidas de los
pequeños y esto da como resultado un desequilibrio en el balance nutricional de
su alimentación.
El 66% de los anuncios recurren a regalos para vender el producto. Los anuncian-
tes tienen muy claro el tipo de público a quien se dirigen. En muchos de ellos sólo
se publicita el regalo.
La mitad recurre a personajes (deportistas, protagonistas de ficción...) para vender
su producto.
En el 41% de los anuncios se atribuye a esos productos, a su consumo, propie-
dades que no son reales. Los mensajes que subyacen son del tipo “si comes
Bollicao ganas a los mejores deportistas”, “si comes el Happy Meal de Mac Donald
te conviertes en el más alto de la clase”.
El 16% usan a padres y profesores en la ficción del anuncio. En algunos casos
incluso manipulan su función: por ejemplo, la buena madre, la que quiere y es
querida por su hijo, es la que prepara Nocilla para merendar.

106
televisión

Por último, todos pueden a la larga ser perjudiciales para la salud, ya que en
su casi totalidad anuncian productos que deben ser sólo de consumo ocasional
en una dieta correcta.
Los informativos son totalmente desaconsejables por la violencia que conllevan.
La televisión ofrece muchos estímulos a los niños. Les distrae cuando se aburren
o se sienten solos, no les obliga a pensar ni a esforzarse, frente por ejemplo a
la lectura.
Lo correcto sería tener un horario y unos programas para ver dirigidos a los niños.
Hay que poner una hora de inicio y finalización que se debe respetar. Si el niño
desea ver algún programa dirigido a él, que está fuera del horario, se puede gra-
bar y verlo en el fin de semana o en sustitución de alguno en su horario.
Los niños deberían ver la televisión acompañados por los padres o algún adulto
que les enseñe a ser criticos y a analizar los contenidos. Si en algún momento la
ven solos, posteriormente se les podría preguntar por el programa.
Los niños pequeños que ven mucha televisión tienen menor capacidad de escu-
cha, atención y participación en la resolución de problemas, porque favorece la
pasividad.
No se puede ver la televisión mientras se hacen los deberes, esto es innego-
ciable.
Es totalmente DESACONSEJABLE que los niños tengan TELEVISON EN LA
HABITACIÓN, no hay ningún motivo que lo justifique y son muchos más los
aspectos negativos que los positivos.
Una televisión en el cuarto de los niños les predispone a aislarse de la familia.
Pone a su alcance un aparato que pueden usar cuando deseen, pues no están
capacitados para el autocontrol y deben usarlo sólo en los horarios y espacios
permitidos. Se pueden acostumbrar a verla a la hora de dormir, con el riesgo de
que los programas emitidos en ese horario no sean los más adecuados para los
menores, además de quedarse dormidos con la televisión puesta. La finalidad de
la televisión no es ayudar a dormir, aunque muchas veces sea lo que más nos
apetece viéndola. Si permanece encendida les perturbará el sueño y los niños,
como los adultos, necesitan de un sueño reparador que les prepare para la jor-
nada siguiente.

107
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Además, el sueño cumple funciones fisiológicas y psicológicas importantísimas.


Entre las primeras está la función que tiene en el crecimiento, segregándose
durante el sueño la hormona somatotropina, que además facilita la síntesis de
proteínas cerebrales, proporcionando el proceso de regeneración necesario para
el equilibrio de la mente y el cuerpo. Y otras hormonas, como la que facilita la
madurez sexual, hormonas endocrinas, y la reguladora de la concentración del
calcio en la sangre.
Respecto a las segundas, podemos destacar la consolidación de aprendizajes, el
desarrollo de la memoria, y la asimilación de experiencias emocionales, todo lo
cual proporciona un buen equilibrio psicológico.
Por lo tanto es muy importante cuidar el sueño de los menores facilitándo que se
produzca en un ambiente tranquilo, en una habitación confortable, sin ruidos, con
una buena temperatura, con regularidad de horarios, con ropa cómoda, con su
muñeco preferido y SIN TELEVISIÓN.

Recapitulemos

Poner un horario para ver la televisión, con programas adecuados a la


edad del menor.
Procurar ver la televisión con los niños, comentando los contenidos.
Enseñarles a seleccionar los espacios que se van a ver, siendo críticos.
No dejarles ver los telediarios, tienen un contenido muy agresivo y no están
dirigidos a los niños.
Evitar que los menores contemplen espacios de violencia en televisión,
lo que les puede llevar a utilizar conductas agresivas para resolver sus pro-
blemas, según los modelos que han observado en TV. En otros casos les
generará inseguridad o lo asumirán como algo normal, insensibilizándoles
ante estos acontecimientos.

108
Carta de un hijo a sus padres
26
No me des todo lo que te pida,
a veces sólo pido para ver hasta cuánto puedo tomar.
No me grites, te respeto menos cuando lo haces
y me enseñas a gritar a mí también, y yo no quiero hacerlo.
No me des siempre órdenes...
Si en vez de órdenes a veces me pidieras las cosas,
yo lo haría más rápido y con más gusto.
Cumple las promesas, buenas o malas...
Si me prometes un premio dámelo,
pero también si es castigo.
No me compares con nadie,
especialmente con mis hermanos.
Si tú me haces lucir mejor que los demás alguien va a sufrir,
y si me haces lucir peor que los demás seré yo quien sufra.
No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer:
Decídete y mantén esa decisión.
Déjame valerme por mí mismo,
si tú haces todo por mí yo nunca podré aprender.
No digas mentiras delante de mí ni me pidas que las diga por ti,
aunque sea para sacarte de un apuro...
me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices.
Cuando yo haga algo malo, no me exijas que te diga por qué lo hice,
a veces ni yo mismo lo sé.

ciento NUEVE 109


Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Cuando estés equivocado en algo admítelo


y crecerá la opinión que yo tengo de ti,
y me enseñarás a admitir mis equivocaciones también.
No me digas que haga una cosa y tú no la hagas,
yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas aunque no lo digas,
pero nunca haré lo que tú digas y no lo hagas.
Cuando te cuente un problema mío no me digas:
no tengo tiempo para boberías o eso no tiene importancia,
trata de comprenderme y ayudarme.
Y quiéreme, y dímelo, a mí me gusta oírtelo decir
aunque tú no creas necesario decírmelo.

110
Glosario de la paternidad /
maternidad responsable

AMOR: Emoción que mueve a los padres y madres a tener un hijo.

ADOLESCENCIA: período de transición entre la infancia y la edad adulta, en el


que los hijos se vuelven rebeldes, cuestionando a los padres y sus enseñanzas,
y la convivencia se complica.

BUEN TRATO: Capacidad de proporcionar cuidados a los hijos, con una base de
relaciones afectuosas constantes, en los aspectos biopsicosociales, indispensa-
bles para la supervivencia y que determinan la capacidad de cuidarse a sí mismo
y atender las necesidades de los demás en el futuro.

CAPACIDADES PARENTALES: Las fundamentales cuando se desea ser un buen


padre o madre:

• D esarrollar un apego seguro, lo que significa vincularse afectivamente a los


hijos respondiendo a sus necesidades a través de recursos emotivos, cogniti-
vos y conductuales.
• Empatía es la sintonía afectiva con los demás, que permite entender sus emo-
ciones y estados de ánimo, comprendiendo las vivencias internas de los hijos
a través de sus expresiones emocionales con las que manifiestan sus necesi-
dades.
• Modelos de crianza, referido a comprender las necesidades de los niños y
saber responder ante ellas, así como protegerles y educarles.
• Participación en redes sociales, es la capacidad de pedir, aportar y recibir
ayuda de redes familiares y sociales.

ciento ONCE 111


Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

EDUCACIÓN: Labor que realizan los padres y madres con sus hijos, para que en
el futuro se conviertan en personas autónomas, con valores, responsables, com-
prometidas con su entorno social, con buena autoestima y empatía.

NORMAS: Límites que regulan la convivencia entre las personas, en los diferentes
sistemas relacionales.

MATERNIDAD: Nombre que se da al rol que desempeñan las mujeres al tener


un hijo, que se inicia con el nacimiento de éste y dura el resto de la vida de la
madre.

PACIENCIA: Virtud imprescindible, en grandes dosis, para ser padre o madre.

PATERNIDAD: Nombre que se da al rol que desempeñan los hombres al tener un


hijo, que se inicia con el nacimiento de éste y dura el resto de la vida del padre.

RABIETAS: Conducta de los hijos que altera profundamente a los padres y que
hay que aprender a manejar lo antes posible, por el bien de la fa­milia.

112
Bibliografía

Ashner, Laurie y Meyerson Mitch; Cuando los padres aman demasiado. Ediciones
B, 1992.
Barudy, Jorge y Dantagnan, Maryorie; Los Buenos Tratos a la Infancia. Editorial
Gedisa, 2005.
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de Ordenación Académica. Madrid 1999.
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Cyrulnk, Boris; Los Patitos Feos. Editorial Gedisa, 2005.
Del Moral, Benito; La frustración de los hijos. Publicaciones ICCE, 1973.
Del Barrio, Victoria; Cómo evitar que tu hijo se deprima. Síntesis, 2007.
Dolto, Françoise; ¿Niños agresivos o niños agredidos? Guías para padres. Paidós,
1981.
Faber, A. y Mazlish, E.; Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y cómo escu-
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Garrido Genovés, Vicente; Los Hijos Tiranos – El Síndrome del Emperador. Ariel,
2005.
Laniado, Nessia; Niños celosos. Ediciones Medici, 2006.
Mardomingo Sanz, Mª Jesús; Psiquiatría para padres y educadores. Narcea,
2003.

ciento TRECE 113


Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos ángela tormo

Moreno Manso, Juan Manuel - Sánchez Márquez, Carmen - Alcántara Fernández,


Ana Mª.; Prevención del maltrato infantil en la familia, programa de sensibilización
escolar. CEPE, 2006.
Nardone, Giorgio - Giannotti, Emanuela - Rocchi, Rita; Modelos de familia. Herder
Editorial, S.L., 2003.
Ortigosa Quiles, Juan Manuel - Mendez Carrillo, Francisco Xavier; Hospitalización
Infantil – Repercusiones Psicológicas. Biblioteca Nueva, 2000.
Rodríguez de la Torre, Marta Eugenia; STOP al fracaso escolar. Grijalbo, 2003.
Rojas González, Margarita; Taller de Sueños. Ediciones Pirámide. 1998.
Soler, Jaume y Conangla, M. Mercedes; Ámame para que pueda irme. Editorial
Amat, 2006.
Urra Portillo, Javier; Escuela Práctica para Padres. La Esfera de los Libros,
2004.

114
AMAE
Directora: Loretta Cornejo Parolini

Adolescencia: la revuelta filosófica, por Ani Bustamante


El síndrome de Salomón. El niño partido en dos, por María Barbero de
Granda y María Bilbao Maté
La adopción: Un viaje de ida y vuelta, por Alfonso Colodrón Gómez-Roxas
Esto, eso, aquello... también pueden ser malos tratos, por Ángela Tormo
Abad
Este libro se terminó
de imprimir
en los talleres de
RGM, S.A., en Bilbao,
el 8 de septiembre de 2008.

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