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LEY DE GRESHAM

Este concepto se usa en el contexto de la Economía y las finanzas


públicas.
Según esta ley, si existen dos tipos diferentes de Moneda en
circulación, la "moneda mala" (la más débil) finalmente expulsará de
la circulación a la buena. Esta ley fue formulada por el inglés Thomas
Gresham (1519-1579), quien, como resultado de un estudio que
realizó sobre los patrones y sistemas monetarios, llegó a la
conclusión de que tiene validez histórica.
La buena moneda es retirada de la circulación y atesorada por su
Valor intrínseco. "Conservemos el buen material y gastemos el otro",
es el modus vivendi.
LEY DE GRESHAM
Ley formulada por Sir Thomas Gresham, en el siglo XVI, que sostiene
que la Moneda de menor valor intrínseco tiende a desplazar a la de
mayor Valor en el proceso circulatorio.
La historia del Dinero tiende a confirmar la veracidad de esta teoría.
LEY DE GRESHAM
La moneda mala expulsa de la circulación a la buena. Si las monedas
tenían igual poder liberatorio el público atesoraba la Moneda con
mayor contenido de metal fino.

Sir Thomas Gresham, rico comerciante inglés del siglo XVI, describió
una conducta bastante predecible, aunque en verdad interesante. De
sus experiencias en los negocios, dejó establecido un axioma,
bautizado en el siglo XIX, como Ley de Gresham.
En sus transacciones, sin importar la nacionalidad del mercante ni las
monedas involucradas, Gresham notó un estribillo. Observó que
siempre, los concurrentes al intercambio, procuraban pagar con la
moneda menos apreciada, “ocultando” la más valiosa.
Concluyó entonces, que:
“LA MONEDA MALA SACA DE CIRCULACIÓN A LA MONEDA
BUENA”.
Recordemos que para el siglo XVI, el dinero era acuñado con
aleaciones de metales preciosos (oro, plata, cobre). Estas piezas,
tenían valor por sí mismas, intrínseco, en función de la calidad y
cantidad de mineral contenido en ellas. “Moneda buena”, según
Gresham, era aquella con igual valor nominal que otra, pero con
mayor cantidad de oro o plata. Ambas, compraban igual número de
bienes, y además eran aceptadas por los vendedores, por ser de
curso legal. Pero, los compradores, se reservaban la “moneda
buena”, sacándola de circulación, y usaban la “mala” para sus
transacciones cotidianas.
¿Qué hacían con la “moneda buena”?
En un primer momento, era usada como ahorro, atesorada. Pero, si
el precio en el mercado del mineral puro, sin acuñar, llegaba a ser
muy alto, entonces era fundida. Posteriormente, se vendía como
materia prima, para hacer joyas y utensilios. El metálico era sacado
no sólo del circuito económico, sino del país. Llevadas, allende las
fronteras, donde mejor pagarán por su contenido de oro o plata. Esto
obligaba a las autoridades a ser cuidadosos a la hora de emitir
monedas con aleaciones espurias o envilecidas. Una medida de este
tipo, podría provocar una salida masiva de numerario de la economía,
provocando una desmonetización.

La razón de este proceder es el siguiente:


Supongamos que usted tiene dos monedas de oro, ambas con el
mismo valor nominal (mil bolívares, por ejemplo). Pero una de ellas
pesa un poco más que la otra, por tener una porción mayor de
mineral.
Al momento de ir al mercado por una mercancía, cuyo precio es mil
bolívares:
¿Con cuál pagaría? Por supuesto, yo también.
Y después, ¿qué haría con ella?
En ese contexto se originó la “Ley de Gresham”, y estaremos de
acuerdo en que los tiempos han cambiado. Actualmente, no circulan
ya monedas de oro o plata. Más bien, los billetes, puro papel y tinta,
son los medios facilitadores de nuestras transacciones. Por lo que es
justo preguntarse: ¿Se sigue cumpliendo la Ley de Gresham?

¿Cuándo una moneda es “buena”? Criterios para evaluar la calidad


del dinero
Valor intrínseco: Es el caso clásico, descrito por Gresham. Se refiere
al precio de mercado del material utilizado en la ceca, para fabricar
el dinero. Si la cotización del metal fundido (valor intrínseco), supera
al valor nominal (el número impreso), entonces, esa moneda vale
más como mineral que como efectivo. Ésta moneda abandonará el
circuito económico y en su lugar quedará solo la “moneda mala”, para
el comercio, que nadie atesora.
Es bueno dejar claro que no importa la denominación de las
monedas, lo que se evalúa es su aleación. Una buena moneda,
puede ser la de menor valor nominal. Si los céntimos, al fundirse, se
venden por un precio mayor al estampado en ellos, los perderemos
de vista.
Grado de conservación: El deterioro, por el uso o la antigüedad, nos
hará apreciar más un circulante que otro, a pesar de tener similar
valor. En este caso podemos incluir tanto al metálico como a los
billetes. ¿Podemos negar, que al último, entregamos los billetes y
monedas relucientes, recién salidos del banco? Al contrario,
rápidamente entregamos el dinero en mal estado. Estos últimos,
serían la “moneda mala”, y pasarían de mano en mano, hasta ser
destruidos por la autoridad monetaria.
Cumplir con las funciones del dinero: Una moneda, vista como signo
monetario de un país, debe ser capaz de desempeñar las funciones
que, como dinero, se espera que satisfaga.
• Es necesario, en primer lugar, que sirva como medio de cambio,
para ello su aceptación debe ser universal. Esta función requiere que,
al comprar o vender, se utilice con exclusividad la moneda oficial del
país.
• Segundo, debe ser idónea como depósito de valor. Es decir,
generar la confianza suficiente como para ahorrar en ella.
• Y, tercero, debe ser la unidad de cuenta. O sea, todos los precios,
dentro del país, deben ser tasados en la moneda nacional.
Pero, a veces, la moneda oficial no cumple con las funciones del
dinero antes señaladas. Los episodios de alta inflación y
devaluaciones frecuentes, provoca la pérdida de valor y la confianza
en una divisa. En estos escenarios, el numerario de un país, se ve
imposibilitado de honrar sus deberes como dinero. Se recurre,
entonces, a monedas foráneas, fuertes y estables, para realizar las
transacciones importantes. Dejando a la moneda oficial, para los
usos más vulgares.
Es decir, las personas ahorrarán y preferirán vender, en la “moneda
buena”, la de otros países. Esto aumentará la demanda de divisas
extranjeras, haciéndolas aún más escasas.

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