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NOTA Agotadas dos ediciones, la primera ar- gentina, la segunda chilena, sale a luz ésta que quizd tenga menos defectos y errores que las anteriores. Como siempre, su publicacidn no tie- ne otro objeto que despertar la concien- cia adormilada de la gran mayoria de argentinos, desconocedores de los peli- gros que los acechan. Quiera el buen Dios que estas paginas tengan la difusién y comprensién que su valer merece. Ex Eprror. “....Los judios repiten ahora lo que hicieron los cris- tianos en su tiempo. Ellos también tienen su simbolo, el simbolo del rey Salomén, y ellos estén convencidos que sus suefios mesidnicos se realizardn...” ALBERTO GERCHUNOFF. (Del “Jiidische Wochenschau”, 2/4/46.) Desde hace muchos afios, formamos un circulo de cuatro ami- gos que, de tiempo en tiempo, nos reuniamos para pasar algunas horas de animada platica. El mas locuaz de nosotros era nuestro querido Marcelo, de profesién ingeniero, el que se dedicaba, por aficién, fuera de sus tareas profesionales, al estudio de cosas mul- tiples e interesantes y nos procuraba, gracias a sus disertaciones ocasionales, muchas horas instructivas y simulténeamente muy agradables. Raul, nuestro doctor en medicina, corpulento y de cardcter tranquilo y bonachén, solia contemplar todas las cosas de este mundo mis bien bajo el punto de vista del sabio y se in- clinaba por eso a un modo de ver las cosas con mas tranquilidad. Luego estaba nuestro amigo Mauricio, de profesién comer- ciante, que siempre sabia algunas novedades y tenia el don de entretener con sus charlas sensacionalistas. Y ahora mi modesta persona: me Iamo Roberto; soy gerente de una casa bancaria. Mi vida diaria transcurre en cierta mono- tonia profesional, de modo que esperaba ansioso nuestras reunio- nes para participar del animado cambio de opiniones. Claro es que no nos limitabamos a conferencias de orden cientifico, pues soliamos discutir también, los acontecimientos del dia y otras cosas interesantes para el saber universal. Nues- tras reuniones fueron siempre tan amenas como entretenidas. Y asi se aproximéd el afio 1939, y con él, también, la guerra. Es muy natural que nuestro interés fijése, también, en los acon- tecimientos bélicos y asi nos vimos pronto arrastrados al torbellino de los sucesos. Como argentinos, nos esforzdbamos por contemplar 3 todos los sucesos con apacible tranquilidad y de acuerdo a Ja neu- tralidad de nuestro pais. Muchas veces discutiamos los sucesos bélicos y admirabamos, por un lado, la valentia que ambos bandos mostraron al comba- tirse; pero por el otro nos preguntdbamos, también, para qué y para quién se derramaba tanta sangre. Entendiamos claramente que los aliados luchaban para salvar la democracia mundial ante Ja agresién, como decian, de los nazi-fascistas y los imperialistas nipones, mientras que los alemanes, italianos y japoneses afirma- ban luchar contra los aliados para librar al mundo, segin ellos, de Ja falsa democracia y del comunismo y para asegurar su propia vida nacional. Observabamos todo eso con creciente horror, ya que vimos que ninguno de los dos bandos queria ceder o conci- liarse con su adversario. Comprendiamos perfectamente que aqui se preparaba algo decisivo que importaba a todas las naciones del mundo y también a la nuestra. Siempre habiamos alimentado la esperanza que nuestro pais conservaria su neutralidad hasta el fin de Ja guerra, como lo habia hecho en la de 1914/18; pero vimos con gran decepcién que nuestro pais, finalmente, se incliné hacia el lado de los aliados declarando, en el ultimo momento, la guerra al Japon y a su aliada: Alemania. Llegé el fin de la guerra con la derrota de Alemania y de sus aliados europeos. Como argentinos no experimentabamos ninguna sensacién de victoria verdadera; al contrario, sentimos lAstima por los alemanes, los que habian lu- chado con una bravura increible por su causa, y que sélo sucum- bian ante una superioridad numérica y material tan abrumadora, que nadie en el mundo habria podido resistir. El unico de nosotros, que mostré, casi de repente, un entu- siasmo desbordante por la victoria de los aliados era nuestro Mau- ricio, quien un dia legé a exclamar: “jAl fin, nosotros los judios somos los que hemos ganado la guerra y nuestra victoria es tan decisiva que nos Ievara al dominio absoluto sobre todos los pue- blos de esta tierra! Quedamos perplejos, después de escuchar esas palabras de boca de Mauricio quien, hasta entonces, habia demostrado ser bastante razonable y que, a pesar de ser israelita, por ascendencia, nos ha- bia dado a entender, en una ocasién, que él era disidente. Nos despedimos, en aquella noche, con cierto disgusto y, al dia si- 4

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