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Montañas de Colores

Jairo A. Franco U.
2

“Estoy aquí para vivir entre esta gente y permitir que Jesús lo haga prestándole mi carne… sólo seremos
capaces de salvación ofreciendo nuestra propia carne. Debemos cargar con el mal del mundo, debemos
compartir el dolor, absorbiéndolo en nuestra propia carne hasta el fondo, como lo hizo Jesús”.1 Con estas
palabras de don Andrea Sartoro hago prologo a las páginas que vienen. Les comparto mis pensamientos,
mis cosas de cada día, el paso del Señor por la misión.

El año que acaba de pasar fue muy rico para mi. Estos son algunos de los frutos que se dejaron escribir
después de gustarlos.

1
Sacerdote Fidei Donum de la Diócesis de Roma, asesinado en Trebisonda.
3

Las montañas de colores

Llegué ayer a Ndonyowasin. Ndonyowasin quiere decir “montañas de colores”. Y es que hay
tres morros que tienden respectivamente a ser negro, blanco, rojo. Pensé que al llegar no tendría
donde comer y pasó lo contrario: tuve de sobra. Ya me iba a acostar cuando vino el jefe del
lugar y me invitó a su casa. Allí sacrificaron una cabra. Comimos carne y tomamos té. Antes
de trozar el animal un anciano leyó en las entrañas y anunció que vendrían lluvias, que había
pocos enemigos, que había bendición.

He celebrado la eucaristía solo, no tengo compañía. Siento lejanía… es difícil adaptarse… otra
vez un mundo desconocido. Mucha gente se hace esperanzas porque ven el carro y me
preguntan que cuándo me vuelvo para que los lleve al pueblo vecino. Les digo que no me
vuelvo, que voy a permanecer y se desilusionan. Hoy no sabía qué ponerme a hacer, sudaba a
chorros y había fatiga. Intenté varias cosas: preparar la iglesita para el domingo en el que
vendrán los cristianos, organizar mis maletas que todavía no llegan a lugar donde las puede
desempacar, leer un libro o estudiar swahili. Nada me salía. Y descubrí que faltaba el dinero y
que la billetera se había perdido. ¡Estoy “pelado”! Y sin documentos. Algo pasó.

¿Y entonces? No sé… tengo fe de que este es el desierto en el que el Señor me quiere seducir.
Veo tantos que no saben de Jesús y de la Iglesia y siento que permanecer les ayudara a recibir la
Buena Noticia.

Leitieumu, su señora, y la Providencia

Me fui por el pueblito hablando con la gente. Hay por ahí una pareja de rendiles 2 y vienen de
Ngurunit, un tanto lejos. La mujer está enferma. Me puse a charlar con ellos y una certeza me
invadió mientras lo hacía: ese fue el trabajo de Jesús… ir por ahí, hablándole a la gente del Reino
de Dios… y les traté del Reino… tuve oportunidad de decirles que si lo perdemos todo nada pasa
porque tenemos a Dios… y ellos decían: -“Kedede”, “Verdad”. Leitiemu y su señora andan pues
por ahí esperando, confiados en la Providencia… no tienen aquí conocidos ni lugar para comer y
dormir.

Moisés, los profetas, lmakui, ltungani e kwe

Jesús les explicó a los discípulos de Emaús lo que decían las Escrituras, Moisés y los profetas3.
Estoy en medio de los Samburu y Turkana, aquí anunció el Evangelio. Pero ellos no conocen a
Moisés y a los profetas… y no pueden entender eso de que Jesús sea su “cumplimiento”. No
pueden sentir que Jesús sea “cumplimiento” si lo conectamos sólo con desconocidos… También
en esta tierra Jesús es “cumplimiento” si traemos a colación lo que dijo “Ltungani le kwe”4. Sin
lo que dijo “lmakui” el Evangelio de Jesús será otra palabra más, pero no el “cumplimiento”.
Reto para los misioneros: hay que escuchar al Ltungani e kwe, al Lmakui.

2
Una tribu vecina
3
Cfr. Lc 24, 27
4
Ltungani le Kwe: el hombre del principio. Lmakui: los antepasados.
4

Desde las montañas de colores recordando la montaña azul del abuelo

Recuerdo una vez que íbamos, el abuelo y yo para la Mesenia, yo tenía si muchos siete u ocho años, yo
iba a lanca de su mula. Estaba ya cansado y, mientras él se animaba con un aguardiente, le pregunté si
todavía faltaba mucho. Él, señalando el horizonte, me mostró una montaña azul, tan distante que me
parecía un imposible. Sin embargo, en pocas horas de paso paciente, vimos el humo salir de los techos
de la casa del tío Ildefonso y de Mabel, su esposa; cruzamos el San Juan, que por allá es apenas un
chiquito, y llegamos a la casa del tío. Allá pasé días muy feliz, pero una sola cosa me hacía probar
desilusión: era que yo esperaba que todo por allá fuera azul, como lo había visto desde la lejanía, y como
es el cielo limpio, sin embargo, todo seguía siendo verde. Desde esas andanzas con él yo no pierdo la
esperanza de llegar un día a una montaña azul.

La vida de todos es un camino y el de él fue muy largo. En esas andanzas alcanzó muchas montañas
imposibles, las que a su vez fueron dejadas atrás para ir todavía más lejos. No hablo sólo de esas de la
Cordillera Occidental, las de Jardín, Jericó y Riosucio, hablo también de esas montañas que cada uno
tiene que dejar atrás en el viaje, éste si más largo, hacia la alegría. El las subió y nosotros los que lo
amamos, lo veíamos siempre caminando, madrugando más que el sol, emprendiendo la marcha. Sin
desfallecer, el quería ir todavía más allá, aunque las rodillas vacilaban y aunque tenía que apoyarse en su
bastón. También él buscaba la montaña azul y por eso no descansaba. Buscaba el azul donde vive Dios,
donde no hay desilusión, donde está la plenitud. Se me parecía a San Agustín que después de andar
mucho, de cruzar los mares, de conocer países y pueblos, le decía al Señor: “Nos hiciste para ti y nuestro
corazón está inquieto hasta que no descansa en ti”.

El siempre esperaba lo mejor. No se contentaba con lo que había. Me acuerdo también de un día en que
mi primo Iván Guillermo, mi hermano Juan Fernando y yo nos fuimos por guamas a la Herrera. Vimos
el árbol lleno de abundancia en los copos, y como nos era difícil treparnos, decidimos pedir un serrucho al
agregado, y, manos a la obra, lo cortamos. Una vez en el suelo, recogimos costalados de sus frutos.
Llegamos a la casa repartiendo generosos nuestra cosecha. El encanto se acabó cuando, como mucha
gracia, le contamos lo que habíamos hecho con el árbol. Los que comían se dieron cuenta que eran las
últimas guamas de la finca que podían gustar, y él, pegándonos un buen regaño, nos hizo comprender
nuestro error: contentos con los frutos del presente, habíamos truncado los del futuro, los que se
esperaban todavía más abundantes y dulces.

Ese es el testamento de mi abuelo: que ninguno se contente con las montañas verdes, que busquemos la
que es azul, y que vayamos a ella no ya a lanca en su mula sino cabalgando en sus ejemplos; que ninguno
corte los árboles que todavía no puede trepar, y que sepamos esperar porque lo mejor todavía no ha
llegado.

Un rosario de cuentas de miel

Gocia, una religiosa polaca, me regalo un rosario con cuentas de miel atravesadas por listas
negras. Y yo quería comprar uno de madera. Me gusta la madera, pero como Gocia me regaló el
de las cuentas de miel y listas negras no lo compré. Me quedé con el de Gocia y con el encoro
las avemarías.
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Y ese es el milagro de recibir. Se abren espacios y el alma se vuelve más grande. Si no lo


hubiera recibido alegando que compraría uno de madera habría solo añadido algo a mis
posesiones, habría buscado algo parecido a mi (según el principio griego de que lo semejante
busca lo semejante). Lo recibí y mi alma, con la diferencia que le llegó, es ahora un poquito más
grande. Ya cabe, al lado de la madera, la miel y las listas negras.

Cristina, la mujer de bienvenida

Por caso, o mejor por Providencia, encontré a Cristina, una mujer de bienvenida. “Iyie ltungani
le Nkai” “Tú, eres un hombre de Dios”. Y me mostró rincones del paisaje que no había visto.
Subimos a una pequeña colina y nos pusimos a divisar. Me enseñaba el Samburu y me hacía
repetir muchas frases. Siempre sonriendo. “Mapetin nkiang, mateyiai nikipik nkochua…”,
“vamos a la casa y busquemos que ponerle al estómago”. Así me invitó y encontramos una
gallina. Los Samburu no comen gallina pero ella la preparó para mí. Y allí pasé las horas del
calor y del sol. Y ella y su familia, Wilson, Gilima, Samuelina, fueron para mi sombra. Doy
gracias a Dios porque este empezar, en el que me siento como “arrancado”, me trae también
signos su cuidado. No por caso, sino por Providencia.

El Espíritu Santo, protagonista de la misión

Otro día para recordar. El protagonista invisible fue el Espíritu Santo, y el que se impuso a los
ojos de todos fue mi nuevo viejo rojo carro. Tomando el té en el único lugar donde venden
comida y a donde voy en estos días me encontré con Lodikaus Lekucham, un maestro del jardín
infantil de Ilakuen, a unos 30 kilómetros. Me dijo que le ayudara a llevar la comida para los
niños. Lo dudaba un poco porque el lugar era más bien lejos para las condiciones del carro y
porque no tenía mucho diesel. Pero algo me decía que me fuera con él y obedecí. El carro se
quedó varías veces atascado en la arena. No le funcionaba la doble. La primera vez llamamos a
Jean, una señora de los Estados Unidos, que patrocina la escuela y que anda por aquí en estos
días. Oportunidad para conocerla. Ella es budista y se ocupa de hacer el bien a esta gente… y
nos hizo el bien: sacó el carro de la arena, arrastrándolo con el suyo. Después de otras varadas
llegamos a la casa de Lodikaus. En Ilakuen había un buen número de personas y todos se fueron
acercando. No hay un solo cristiano por allá. Y muchos me dijeron que les gustaría que fuera
más a menudo. Les di a todos una imagen de nuestra Señora y del Niño y nadie sabía del uno y
del otro… por ahí empezó la cosa. Ntopira, la señora de Lodikaus, preparó “ugali”, masa de
maíz, y nos lo dio con leche de cabra. Tarea grande por hacer, “la mies es mucha, los obreros
son pocos”.

Y la vuelta. A mil por los areneros para no quedarnos pegados otra vez. Pero en el último
arenero fuimos vencidos de nuevo. El viejo nuevo rojo carro se hundió en el cauce de un rio
seco. No había ya ningún carro en los alrededores que pudiera arrastrarnos. Recibido el mensaje
se vino mucha gente del pueblo y la unión hace la fuerza…. El carro salió. Veníamos con una
señora enferma y muy débil...

Termino este día pensando que aunque este empezar sea difícil para mí hay muchas razones para
quedarse. Me dijeron en Ilakuen que había sido el primer “Ltungani le Nkai”, “hombre de Dios”,
que los había visitado. El Espíritu Santo se valió de la debilidad de mi nuevo rojo viejo carro
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para que hiciera un montón de amigos… gracias a Dios seguí su inspiración de ir por allá y no
me quedé en la aldea.

El primer domingo

Si me sentía “arrancado” en los días pasados, tal vez a causa de empezar y estar lejos y sin
muchos medios, ahora, domingo, gracias a Dios, me siento “clavado” en la resurrección.

La misa en Ndonyowasin fue linda. Nos prestaron una mesa y unas bancas en la escuela. La
mesa se convirtió en altar. La iglesita, o mejor el salón que en ella se está convirtiendo, se llenó
de niños. Parecían como locos corriendo de un lugar para otro. Era como si entraran en lo
desconocido. Había también algunos curiosos. Entre la masa había también unos seis o siete
cristianos que la fermentaban. Steven había ensayado los cantos con los niños y el coro fue
admirable. Celebramos con mucha alegría.

Lidias por dentro

Siento que he sido duro al juzgar a los otros, o al pensar en los otros. ¡Qué lío éste de la
justificación! Somos pecadores y queremos deshacernos de las culpas, de la culpa. Y para
hacerlo, tratamos de aparecer como buenos y cuando logramos dar esa sensación nos aprobamos
a nosotros mismos y nos gozamos de ser así… Y éste es el engaño más grande… es arena
movediza… la verdad es que hay que dejarse amar por Dios y por los hermanos sin imponerles
motivos para que nos amen. “Maldito el que quiera comprar el amor”… se prostituye su
corazón y felicitado a caro precio, el precio de no poder amar, se pierde.

Y otras veces, cuando vemos culpas fuera de nosotros, las queremos resaltar, insistimos en ellas
para que los culpables y los que nos escuchan nos vean libres y salvos. Creemos que si ellos
arrastran la culpa, la culpa no nos tocará a nosotros. Y este es otro engaño. La culpa de uno sólo
es la de todos. Somos uno por más que nos queramos disociar de los que llamamos malos, sin
saber que precisamente con ellos somos malos… la manía de criticar para sentirme fuera del
pecado que me traga.

Y lo llamo lío porque aquí se juega la vida cristiana. Comprender que hemos sido salvados por
amor, que la sangre de Cristo, el infinito amor de Dios, nos ha liberado… saberme libre y hacer
saber a los otros de la libertad que tenemos… no más…

Antes que señalar los delitos, el camino de la redención fue “cargar con los delitos”… antes que
hacerlos presentes fue alejarlos tanto como el cielo de la tierra, como el oriente del
occidente.¿Cómo ser profetas así? Porque es también cierto que hay que denunciar. ¿Cómo
denunciar sin buscar sentirme bien y sin ponerme por fuera de la “comunión de los pecadores”?
Recuerdo ahora que Jesús, el Hijo de Dios, que no conoció el pecado, se “hizo pecado”… se
contó con los malhechores… bajó a los infiernos. Su maldición, la que cayó sobre Él, nos trajo
la bendición.
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Segundo de tiempo y eternidad

No te fíes de la balanza si pesados en ella la eternidad y el segundo de tiempo no son iguales.


Fíate, si pesas segundo y eternidad y hay equilibrio. Pesado en Dios, vividos en Dios, cada
segundo de esta tierra vale la eternidad. La eternidad más allá da sentido al segundo de acá.

Una noche agitado como Job

En la noche no podía dormir. Hacía mucho calor y tenía sed. Y permanecía dentro de la
habitación, como Job agitándome y dando vueltas en la cama. Hasta que decidí salir y, al aire
libre, las estrellas testigos, con un fresco que tocaba mi piel, me eché al suelo. Ante el miedo de
un mal que pudiera venirme si me dormía, un animal por ejemplo, me aseguraba: -“no importa,
descansa, confía en la noche, entrégate a ella… ponte en sus brazos y ella renovará la fuerza de
los tuyos…”, y así, me fui durmiendo, le creí a la noche, bajé la guardia, relajé mis puños y mi
alma, me arrojé en su oscuridad y me abrazó el amanecer de un sol amigo que apareció en el
oriente. Despertar así, un regalo de esos que se reciben sólo en el desierto y que valen todo el
oro.

Esa sensación de entregarme a la noche y bajar la guardia tendrá que ser la de todos los instantes.
Entregarme a la muerte, bajar la guardia y que el día que yo no sé y sabe Dios me alumbre la luz
gozosa de la santa gloria: Jesucristo. Qué linda la vida así, cuando nos entregamos a la muerte.

Fidei donum

Me gusta el nombre que la Iglesia, Pio XII, ha dado a los sacerdotes que venimos de otros
Iglesias a compartir la fe y la misión con las Iglesias que empiezan el camino: “fidei donum”,
“regalo de la fe”, “don de la fe”. Soy un regalo de la fe de Jericó para esta de Maralal. Ya mi
Obispo Roberto firmó el contrato y el Obispo Virgilio lo recibió con alegría.

Los remiendos de mamá Paula

Mamá Paula me remendó los pantalones… y en el remiendo humilde de un hilo ligeramente


distinto uniendo lo que se había desgarrado puedo tocar el corazón de la buena señora, su cariño,
su ternura. Después que mamá Paula me remendó los pantalones, ellos parecían resucitados…
aunque no sean blancos, yo los veo blancos, y no sé si haya uno que los pueda abatanar así… así
como lo hizo el cariño y la ternura de mamá Paula.

Somos de barro

Hoy se hablaba del padre Marcial Maciel. Difícil debe ser para sus hijos espirituales todo lo que
se dice. Recuerdo que hace unos veinte años leía su libro sobre la espiritualidad sacerdotal y me
encendía de santos deseos. Ahora rezo por él… es más, me identifico con él, también yo llevo
este tesoro en vasija de barro. Lo llevo “a pesar de mi”. ¡Cosas de Dios! R.I.P.
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El Reino de Dios se parece al nieto de Cristina

Cristina hilaba collares de “pepitas” y su nieto permanecía en sus brazos. Ella cantaba y el niño
dormía…Ternura, labor y canción de la abuela; sueño, confianza y serenidad del nieto. Si me
pongo en manos de Dios, Él acaricia, Él trabaja, Él trae alegría… y yo me entrego y confió y
ahuyento las preocupaciones. El Reino de los Cielos se parece al niño de Cristina, cuando Dios
reina es nada más y nada menos que así.

¿Anu ilo?

Aquí la gente me pregunta muchas veces por día: -¿Anu ilo? ¿Cuándo se va? No creen que me
vaya a quedar. Muchos quieren viajar y miran el carro con esperanza para evitar el largo camino
bajo el sol. Le pido a Dios la gracia de permanecer. ¿La razón? La Buena Noticia que no
puedo dar hoy para mañana irme, la Buena Noticia que hay que dar lentamente… al paso lento
de la encarnación, del vivir cada momento, de pasar ratos “perdiendo” tiempo, de cultivar
amigos….

Lecciones de la misa de ceniza

Hoy fue una locura. Celebramos la misa con la imposición de la ceniza. La idea era celebrarla
sólo con los cristianos. Pero se vinieron todos y los niños eran casi imposibles. Traté de hacer
una buena homilía, ayudándome de láminas pero no tuve ningún éxito… terminé cansado, la
lengua samburo se me escapaba. ¡Necesitamos catequistas! Creo que no conviene seguir
celebrando así. Aquí habría que hacer como los primeros cristianos que en el “arcano” se
reunían para la eucaristía y el bautismo… y para el resto de la gente catequesis y palabra
predicada.

De letrinas, aguas y restaurante

No tengo letrina. Me toca ir a la escuela. No hay manera de hacerlo discretamente. Todos se


dan cuenta cuando el “Msungu”, “el blanco”, se mete por allá. Al principio lo pensaba dos y
hasta tres veces… ya voy cogiendo confianza. En cambio hay otro que, no sé quién sea, está
cogiendo la costumbre de aliviar su necesidad al lado de mi puerta… así tan fácil para él, sin
pensarlo ni una vez, sin dudarlo, campante y en mis predios…

El agua es salada. “Nkare nadua”, “agua amarga” Y la gente tiene que ir a unos dos kilómetros
para sacar del fondo de la arena “nkare nairobi” “agua fría, dulce”. En el “hoteli”, restaurante
local, se pone mejor la cosa. Hoy disfruté una taza de leche caliente y masa de maíz. Digo que
se pone mejor porque a veces la dueña se mostraba reacia a venderme comida, como sintiéndose
incómoda con un extraño comiendo de su mano.

El vacío por el vacío porque el vacío es amor

Esta vida que escogimos nos deja vacíos, y el vacío, siendo por amor, es plenitud. La verdad es
que el vacío que llevamos, aunque nos hace sufrir, es llenura, está colmado de Dios. Dios es
amor y “el amor es cuando no es”: la esencia del amor es ceder espacios. Ceder espacios a los
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otros, al Otro. No se puede ceder espacio sin quitarse del medio, sin ponerse de lado, sin
vaciarse. Porque Dios es amor es vacío infinito. Vacío infinito para acoger infinitamente.

Amar el vacío que llevamos y no pretender llenarlo con vanidades, con “nada”… estoy tratando
de cuidar mi vacío, estoy, lo digo en otros términos, tratando de adorar a Dios.

El vacío, entendido con luz cristiana, no se identifica con la “nada”… es Dios mismo. Esto es
adorar: no dejar lugar a vanidad, no poner nada en el vacío. Escoger el vacío de Dios y no lo
vano del mundo. Dejar que Dios sea así como es. Que sea amor. Adorar es andar vaciado.
Vaciado significa endiosado. Entusiasmado (en teos).

El vacío por el vacío porque el vacío es amor. El vacío por el vacío porque el vacío es Dios. Esa
es mi lucha. A toda hora pretendo llenar mi vacío con “nada”, con lo vano, con imágenes que,
aunque de Dios, no son Dios. Mis pecados no son otra cosa que falsas imágenes de Dios.
Deseos de aferrarlo como el que cierra los puños para agarrar el viento. Deseos de tenerlo como
el que se quiere saciar de agua en un espejismo del desierto que no tiene sino arena.

La primera luna

Sonó el “Mowuo”5 invitándonos a mirar la luna en su primer día, “arre lapa”, un hilo de luz
arqueado en el occidente apenas ido el sol. Sonó el “Mowuo” y un anciano rendile,
Lechodukule, hizo en su casa una hoguera con leña de árboles sagrados. Así se marca aquí el
tiempo. La luna del primer día se escondió rápido, las nubes taparon las estrellas y la noche es
oscura.

El pozo, sacramento de la Trinidad

“Y sacaremos con gozo,


Del manantial de la vida,
Las aguas que dan al hombre,
La fuerza que resucita”6.

Encuentro estos versos en la oración de la tarde. Y los siento en todo su vigor. Esta mañana
estuve ayudando a abrevar las cabras, los camellos y los burros. Dos guerreros y yo, metidos
dentro del pozo hondo, haciendo una escalera humana, sacábamos el agua. Mientras
trabajábamos así, cantábamos, ellos decían que si cantábamos no nos cansaríamos, -“mikinauru
iyioo”, yo estaba en la boca del pozo, por encima de los otros dos, y me tocaba echar el líquido
en el bebedero. Y a veces, cuando me lo pedían, llenaba también los garrafones y las vasijas de
las mujeres que había alrededor. Y el agua daba fuerza, “fuerza que resucita”.

Me parecía una buena imagen de la Trinidad, imagen siempre incompleta según la ley de las
analogías: éramos tres y una sola canción. El primero, el guerrero que estaba en el fondo del
pozo, como el Padre, dando origen a todo el movimiento; el del medio, como el Hijo,

5
Un cuerno de un animal que se suena para las ceremonias y para avisar el peligro.
6
Himno para vísperas en cuaresma.
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“mediando”, recibiendo el agua del primero, y, valiéndose del último, yo, en la comparación
sería el Espíritu, dando el agua, dando la vida.

Vacas, hambre, la paz amenazada

George, un hombre que se ocupa sirviendo a niños minusválidos pasó por aquí y venía de
Marsabit. Hablamos de la situación de esta tierra. Hay mucha hambre y mucha sed… y hay
mucha injusticia. En estos días, lo he visto también yo, el ejército anda recogiendo las vacas de
los Samburu, alegando que eso dará satisfacción a los que vieron las suyas robada por bandidos
samburu en el pasado… y así confunde las cosas… no se puede confundir a unos bandidos
samburu con los Samburu. La gente a la que ahora le están quitando las vacas es inocente y no
tiene nada que ver con el asunto. Pagan justos por pecadores. Cuando estaba en Tuum le
decíamos a la gente que no diéramos nombre de tribu a los pocos que venían a robar vacas y
cabras…. que no dijéramos, por ejemplo, “los Turkana se llevaron las vacas”, y más bien, “unos
bandidos se llevaron las vacas”… Dar nombres reales para preservar la paz. Pero, ahora es el
gobierno mismo quien está confundiendo a todo un pueblo con unos cuantos bandidos de entre la
gente.

Y aumenta el hambre. Ya sin vacas, ya sin leche. Y está cocinándose la ira en la olla de presión
y de fuerza. Ayer vi la gente de Archespost, un pueblo a unos100 kilómetros, que manifestaba,
llevaban todos, y eran muchos, ramas de árboles en sus manos, signo de la paz… de la paz que
quieren. Y esta zona, la del norte de Kenia, la de los pastores, la de los Samburu, Turkana,
Rendile, Burana, Pokot, Somalí sigue olvidada y lejana.

De esto hablaba George en el desayuno, esto es lo que he visto en estos días… y de esto le hablo
al Señor. Pido la gracia de que en la Iglesia, con caridad pastoral, podamos acertar y trabajar por
la paz.

Oración para los caminos

“No es que te ame Señor, es que te quiero amar”.

El Reino de los Cielos se parece también al día en que llegó la comida del gobierno

Hoy llegó la comida del gobierno. Mucha gente se reunió para recibirla. Una señora me explicó
que los Samburu sólo tenían dos cosas: -“Nkai o nkichui”, “Dios y las vacas”. Y otro me dijo
que había mucho dolor en el asunto de las vacas que han sido arrebatas y esto porque en la
religión tradicional no puede haber ceremonias importantes sin las vacas.

El Reino de los Cielos se parece también al día en que llegó la comida del gobierno. Todos se
reunieron en la aldea esperando los karan, los inspectores. Ellos tardaban y mientras tanto la
gente se organizaba por grupos y esperaba. Hasta los burros aguardaban impacientes la carga
que llevaría fuerza a los dueños. Al final, todos, gente y burros, tuvieron lo suyo, repartido a la
sombra de una acacia, y empezaron el camino de regreso llenos de abundancia. Cuando volvían
a sus casas, encontraron a algunos que no habían ido a la repartición pues no habían creído a los
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que habían dado la noticia de que la comida vendría. Esos se quedaron tristes por la oportunidad
perdida… y ellos y sus hijos siguieron con hambre.

Sephora otra viuda como la Sarepta

Visitando encontré a Sephora. Sus dientes salidos dan la idea de que siempre está sonriendo. Y
se ve que es buena. Cuando ya quería venirme sacó agua de su garrafón y la vertió en una
botella. Agua fresca, traída del pozo… y me la regaló. Sephora fue la segunda esposa de su
marido ya muerto, otra viuda como aquella de Sarepta.

Mi fe y la lamparita del sagrario

La lamparita de aceite que da luz al sagrario es como mi fe. Esta noche la vi titilando y,
amenazada de vientos y tinieblas, apenas se sostenía, o era sostenida contra imposibles. Y otras
veces la he visto llena de vida y con pretensiones de quemar y arder. Esa lucecita, a la que se le
acaba el aceite y siempre necesita que la llenen, es mi fe en apuros amenazada de pecados y
vacilaciones… siempre necesitando del Espíritu Santo.

El lucero con voto de humildad

Jorge Robledo Ortiz, el poeta de Santafé de Antioquia, me dijo en un poema que un diamante es
un lucero que hizo voto de humildad escondiéndose en la tierra.

Noche de plenilunio

“Kebore lapa”. Es luna llena. Nos reunimos para escuchar la Palabra. Muchos cantos y
explicación del Evangelio. Hace ya un rato terminamos y la alegría no se acaba. Oigo desde mi
habitación que la gente sigue cantando y acompañando la voz con las palmas. Por esta
experiencia de luna vale que la fatiga me venga y que me sienta débil. ¡Gracias Señor!

Cedo la palabra al monje Merton

Estoy leyendo a Tomás Merton, su autobiografía, y me tienen sobrecogido los caminos de la


gracia. Pensando en lo mucho, muchísimo, que he desperdiciado la gracia. Y me impresiona
leerle que la vida del alma –la vida por dentro- no es el conocimiento sino el amor. Le pido a
Dios la conversión. Y también santa Teresa me había dicho en estos días que “el
aprovechamiento del alma no está en pensar mucho sino en amar mucho”.

El Reino de los cielos se parece también a la llegada de la hermana Daysi

El otro día, en Nairobi, estábamos esperando a la hermana Daysi, de las teresitas, en el


aeropuerto, en las llegadas internacionales. Se demoraba y empezábamos a tener dudas de que
hubiera llegado. Junto a la Madre Aminta, le pregunté a otra religiosa que venía de pasajera, si
había visto otra hermana en el avión. – sí, ya viene… tiene un hábito como el de la hermana…
y señaló el vestido de la Madre Aminta.
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Entiendo así la predicación del Reino. Se trata de asegurar que Jesús ya viene, y se trata de
reconocerlo también en la hora presente. Porque ya ha llegado, ya está entre nosotros. Se trata
de dar esperanza y a la vez de hacer ver los signos en los que ya se está actuando esa esperanza.
“Ya viene… seguro… lo ví… y se parece a ti… o se parece a esto y aquello….”. En la misión
se trata de predicar la Palabra y de reconocer las semillas de esa Palabra ya esparcidas por el
Espíritu.

Sobre el juicio

Otra cosa que tendríamos que dejar los que esperamos es el juicio. Dejar que venga el Señor.
Liberarse ya desde ahora de la carga de la defensa y de la carga de acusar. Dejar el juicio para el
escathón. He aquí un espacio para la libertad. Pierdo buena parte de mi vida demostrando mi
inocencia y acentuando la culpa de otros. Buena parte de mi vida y de mi paz. Soy un pecador
que juzga a otros pecadores. Le pido al Señor la gracia de la libertad. Que me diga siempre a mi
mismo: “Deja que venga el Señor”.

Mamá Esther quiere el bautismo

Cuando se refrescaba el día fui a visitar algunas casas. Mamá Esther, Josephine, me preguntó si
iba a bautizar, le dije que sí, que pronto empezaría el catecumenado. Me pidió que la anotara
en la lista. Le hablé entonces de la gracia del bautismo. Esto es lo de afuera, lo que alcanzo a
escuchar, a ver. Queda todavía el hecho de que lo más importante es invisible, los movimientos
del corazón, los empujones de la gracia. Sólo Dios lo sabe.

Consuelos, o mejor verdades, para un poeta malogrado como yo

No hay que inventar poesías, ni hacer poesías, hay que vivir la vida, ver la vida, la vida es
poesía… poesía de Dios, de Dios que es amor.

Expectativas mesiánicas en Ndonyowasin

Tantos esperan un chofer y no un misionero, alguien con un carro a disposición para la comida,
para los enfermos, y hasta para un elemental turismo. La expectativa mesiánica de Israel
confundía al Salvador y esperaba que fuera rico, militar, poderoso, lleno…. No soy salvador,
vengo en nombre de Jesús, y aquí esperan que sea chofer. Es tan importante estar aquí. Dejo
todo en manos de la Virgen. Lo que ella vaya queriendo. Ella quiere lo de su Esposo, el Espíritu
Santo, y el Espíritu Santo, complaciente, quiere lo que quiere ella. Rezo por las intenciones de la
Virgen… o mejor, le rezo a Dios por lo que Él quiere…

¿Problemas simples?

Difícil encontrar respuestas a problemas simples. Podía coger el carro y salir y llevar a todo el
mundo, a la señora enferma, a los niños de la escuela que se van a vacaciones, al que tiene que
llevar la comida… pero, ¿y el combustible? ¿Y el tiempo? A estas cosas la gente ni se imagina
que haya necesidad de responder. Casi todos quieren un chofer. Pocos, y es muy lógico,
esperan un misionero. Todo el día, si voy a pie, me preguntan por el carro, qué dónde está… y si
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estoy en el caserío me preguntan que si voy para tal o cual lugar y que si los llevo… ¿hasta
dónde estoy amando a la gente, me estoy poniendo a su servicio con los bienes de los que
dispongo? No lo sé y a veces me siento mezquino.

En otra ocasión invité a un guerrero a tomar té en el “hoteli”… aceptó, pero allá dijo que no
podía tomar té sólo y que tenía que invitar a los otros guerreros presentes… y eran muchos…No
quise invitar obligado… me pareció un camino de encarte, resultaría que cada vez que tomo té
tengo que invitar a todos sin falta… y así la cosa se vuelve otra cosa.

Otro me pidió que le dejara dormir en mi habitación. Me puse a pensar que uno solo recibido
significaría que tendría que recibir a todos los otros…

En fin, quiero estar aquí, quiero vivir aquí, ¿Pero, como hacer con estas pequeñeces que aquí se
vuelven grandes? ¿Demasiados cálculos? ¿Prudencia o mezquindad? ¿Caridad? No sé. Le
pido al Espíritu Santo que me ayude a encontrar respuestas.

Después de la cruz ya no hay fealdad

El hijo de Dios, Jesús, mostró su infinita belleza en la infinita fealdad de la cruz. Oscurecidos
por los pecados los hombres decíamos: “No hay en él parecer, no hay en él hermosura”.
Rodeados de luz el Padre y los ángeles se admiraban… el Padre decía: “Este es mi Hijo amado
en quien me complazco”, y los ángeles temblaban de alegría. En Dios la bondad-amor es igual a
la belleza-amor. El extremo de la bondad, el Crucificado, es el culmen de la belleza. Nosotros
hemos separado estas dos cosas que van juntas en la realidad honda de las cosas. Artistas del
Espíritu los cristianos tenemos que “expresar” la belleza que se esconde detrás de lo que sólo en
apariencia es feo, horroroso, detestable, repugnante… Escultores del Espíritu que saben lo que se
esconde en las piedras… eso somos los cristianos. Después de la cruz ya no hay fealdad. Todo,
absolutamente todo, quedó abrazado por “el más bello entre los hijos de los hombres”.

Más líos de adentro

Estamos confundidos y nos dio por creer que la vida es un espectáculo en el que nos mostramos.
Nos pareció que éramos actores. Y no…así no es… La vida “real” es la vida “escondida” en
Dios, delante de Dios. No hay que mostrar, no hay que actuar, hay que amar.

Y después nos parece, mirando sólo lo de afuera, que sólo unas pocas vidas valen la pena. Las
que se salen del anonimato, las de los famosos en la política, en el arte, en los deportes, en la
ciencia… y en realidad estamos perdidos. Lo importante es lo que pasa por dentro… el drama de
cada corazón… la intimidad de la gracia. La historia real del mundo no quedará consignada en
los anuarios, en los archivos, en las cintas, en los libros… es demasiado superficial lo que allí
queda. La historia real del mundo no será la de los ganadores y perdedores, la de los hechos
noticiosos que se comentan y ocupan tiempo en la televisión y mojan prensa…los protagonistas
que hoy se imponen pasarán a la sombra y quedarán al final incógnitos… la historia real será la
del amor y quedará consignada en el corazón de Dios. Su Hijo encarnado será la única clave, el
único capaz de abrir el libro y quitar los sellos… La historia real del mundo será la historia de los
que aman en silencio y no se anuncian en los medios. Será la historia por dentro, la del Espíritu.
14

Por fuera, el mundo parece simplemente anonimato quebrado por unos pocos afortunados. La
historia del que vende el periódico, limpia los vidrios, está reducido a lecho de dolor, permanece
dentro los muros de un monasterio, vive detrás de los chivos del desierto… esa historia, pienso,
parece sin sentido, olvidada aún antes de pertenecer al pasado… y esa, esa será la historia. No
sospechamos lo que está pasando en la intimidad de los humildes, no podemos vislumbrar las
grandezas que gesta el silencio, en lo oculto, lo que no cuenta. No sospechamos, no
vislumbramos, porque ofuscados los sentidos no somos capaces de “metafísica”, es decir, de ir
más allá de lo que aparece.

Entonces, para no enredar más palabras, ¡hagamos la historia! ¡Vivamos por dentro! ¡Dejémosle
espacio a Dios! ¡Qué la gracia arrastre el corazón!

Hay mucho para ver, ¡cierra los ojos!

Hay mucho para ver, cierra los ojos. Mucho para escuchar, cierra los oídos. Mucho para tocar,
cierra los poros de tu piel. Cierra los ojos y verás lo invisible. Cierra los oídos y escucharás
melodías inaudibles. Cierra los poros de tu piel y te acariciará lo intangible. Lo invisible, lo
inaudible, lo intangible brotará de ti como brotan las estrellas cuando oscurece. Quieres ver
más, quieres oír más, quieres tocar más… entonces cierra, cierra para que abras. Cierra para que
no confundas la realidad con las ilusiones, la melodía con el bullicio, el amor con la fricción.
Cierra y no temas la soledad. La cita con los otros, con el Otro, no es en las afueras, es dentro
de ti. Los que te aman y amas, Dios el primero, ya están en tus adentros y sólo cerrando los
encontrarás. Cierra, cierra… hay mucho para ver, mucho para escuchar, mucho para tocar.

Un viaje largo

El viaje hacia los otros, hacia el Otro, es largo, y esto porque el camino pasa por los más remotos
parajes del propio corazón.

Atardecer de sábado santo

Como una hostia se alzará la luna sobre el cáliz de la noche. Al comenzar el nuevo día vamos a
conocer la alegría.

La tentación del espectáculo

El problema del espectáculo, del espectáculo que confundimos con la vida, es que todo lo que
hacemos se vuelve ficción, pierde peso en la realidad… y el Reino de Dios, que en definitiva es
la realidad, se retarda, se detiene. Comprendo porqué tantos santos, y entre ellos nuestro Miguel
Ángel, Obispo, querían hacerlo todo y sólo “Ad maiorem gloriam Dei”, y decían que “Solo Deo
honor et gloria”. Ellos querían el Reino y no las apariencias. “Moristeis, repito, y vuestra vida
está escondida con el Mesías en Dios”7.

7
Col 3,3
15

Allá por Leangata

Ayer, con Daniel y Samuel, visité Leangata. El carro iba lleno hasta el tope de garrafones para
traer agua. Al llegar allá nos dijeron que las mujeres se habían ido a orar junto a un árbol grande
y de mucha sombra. Fuimos hasta donde estaban. Oraban cantando y rociando el árbol con
leche aguada. Iban de un lugar al otro danzando y se detenían para mirar la montaña Kimani,
allá en esa montaña, como en el Nyiro, vive Dios. Una mujer que nos vio llegar dijo que nos
podíamos acercar sólo porque éramos “Ltungana le Nkai”, “gente de Dios” y para que lo
hiciéramos puros nos roció con leche aguada. En sus cantos mencionaban “Ngoto Nkai” “la
mamá de Dios”… en una pausa cuando se sentaron les dimos a todas una imagen de nuestra
Señora con el niño Jesús. Y les explicamos de quién se trataba. La miraban con ternura. María
nabore munyani, María la llena de gracia.

Al volver al caserío la gente, recibiendo el agua fresca que traíamos, se llenó de gracias. En la
noche, hicimos el camino de la cruz y vino mucha gente.

De lo que importa y de lo que no importa

No importa ser un árbol de mil años, no importa ser flor de un solo día… lo que importa es estar
sembrado en el Señor. No importa ir a las estrellas y recorrer el mundo todo o quedarse en el
lugar donde vimos la primera luz… importa llegar al propio corazón donde vive Dios. No
importa leer todos los libros o simplemente aprender la lección de la vida cotidiana… importa
saber de Dios. Saber que es sabor. No importa estar entre la multitud apretada o en la soledad
más apartada… importa estar con Dios, el único que nos puede habitar y comunicar su ser. No
importa hacer mucho y cambiar el ritmo de la historia o estarse quieto forzado por los límites…
importa dejar que Dios haga su obra en el propio ser. No importa hablar muchas lenguas o ser
mudo… importa oír a Dios que con su Palabra nos da la vida.

El misterio de nuestra soledad

Hasta que no asumamos el misterio de nuestra soledad no seremos capaces de comulgar con los
otros. Cuando no se asume la propia soledad se intenta “arrancar” compañía de los otros y esto
no funciona. La compañía que se intenta a la fuerza no hace más que agravar la “tragedia” de la
soledad. Sólo consigue compañía el que no ve la soledad como una tragedia y más bien se alegra
de ella. Sólo cuando la soledad deje de ser tragedia tendremos compañía. La multitud puede ser
sólo el recuerdo doloroso de la compañía que anhelamos y no alcanzamos per miedo a la
soledad.

Del pastor y las ovejas

Jesús es el buen pastor por su relación con el Padre. Es Hijo del Padre, no asalariado y ladrón.
Lucas nos muestra dos hijos en su parábola, uno que es asalariado y otro que logra hacer la
experiencia de hijo. El último llega a ser buen pastor de las ovejas, el primero está siempre
ambicionando la hora de comérselas.
16

El portero es el Espíritu Santo. Él es el que abre la “puerta” Jesús a los buenos pastores. Tratar
de estar con el rebaño sin que el Espíritu abra la puerta, sin pasar por Jesús, es acabar con el
rebaño. El que si el pastor se mete por un boquete, ¿por dónde van a salir las ovejas? ¡Pues por
el boquete! Las ovejas se herirán con las espinas 8 y se harán mal… El pastor que conoce la
puerta para entrar la conoce también para sacarlas.

Lección de desierto

Aprendí aquí que el cielo cerrado, oscuro y lleno de nubes negras es mejor noticia todavía que el
cielo abierto, luminoso, tachonado de estrellas. Lección del desierto.

Sobre la alegría

La alegría viene de la identidad. La identidad viene cuando se siente con la piel del otro. La
alegría me viene de una sola cosa: pertenecer al Señor. Lo que no sea expresión de esta
pertenencia me roba la vida. Pertenecer al Señor, esa es mi identidad y esa es la fuente de mi
gozo.

El reino de los cielos se parece a una flor azulada

El reino de los cielos se parece a una flor azulada, pequeñita, escondida entre los arbustos y el
pasto… tan pequeñita que los que pasan se tienen que agachar para verla bien y para aspirar su
perfume besan el suelo.

Más sobre mujeres y guerreros

Las mujeres todas andan cantando y su canto es oración. Llevan ya tres días y están invocando
la gracia de la lluvia. Y en su canto se considera bendecido al que ellas eligen para que les dé
una oveja. Después, todas, con la alegría del que da, la sacrifican y la comen. Cantan hasta muy
entrada la noche. Comunión entre ellas y bendiciones. Dios anda por aquí y va a sus anchas.

Los guerreros no beben ni siquiera agua si no hay otro guerrero con ellos. Así, se vuelve
complicado andar con uno de ellos solamente. Aún si les ofrecen de comer o beber se rehúsan y
no comen si no encuentran otro de su generación. Es admirable como la solidaridad y la
comunión se mete en la sangre en el momento de la circuncisión.

Sobre palabras, corazón y termitas

Un viejo Samburu buscaba en su corazón lo que tenía que hablar. Y la gente lo escuchaba con
agrado y a él nunca le faltaban las palabras. Inagotable la fuente de su saber. Un misionero que
por esas tierras llegó buscaba en sus libros traídos lo que tenía que decir. La gente que tenía afán
de cosas nuevas lo oía. Pero, un día las termitas se comieron los libros y el saber, que ya no
salía de la boca del predicador, se volvió tierra.

8
El redil de los Samburu y Turkana es hecho con espinas.
17

Cuando la vida se pone dura las mujeres cantan

Ya las mujeres están roncas. “Ntorosi”, así se llama está fiesta de cantos y oraciones. A veces
para implorar fertilidad y ahora para implorar la lluvia. Como algunas plantas que florecen en la
estación más seca y se hacen signo de lluvia que viene, así ellas con su fiesta. Ayer Letetea y el
maestro Mathew les ofrecieron una oveja y se ganaron así su bendición. También vinieron a la
iglesia y antes de la misa bendijeron los espacios con leche y agua… y nos ganamos su
bendición dándoles tabaco. Cuando la vida se pone dura por la sed aquí se canta. Es como una
fiesta que desafía la sequedad y que asegura que a pesar de las apariencias la abundancia es la
que termina ganando. Ellas con sus cantos obligan a los ancianos a la generosidad y éstos les
dan sus regalos. Y así andan ungiéndose con la grasa de las ovejas que sacrifican y sus collares y
sus rostros brillan y sobre todo les brilla la alegría que las une contra de todas las dificultades.

Llovió en Serolipi

Llovió. Estaba en la iglesia de Serolipi, bajo las tejas de zinc. Y la lluvia caía fuerte y siempre
más fuerte. Gratitud al que la hace caer sobre los campos de los malos y de los buenos. Así
como esa agua que caía y caía, y siempre más fuerte, así será el cielo. La alegría de Dios nos
golpeará siempre más duro, siempre más… no cesará Dios de acrecentar la alegría y no
cesaremos nosotros de darle gracias. Alegría, gracias. Más alegría, más gracias. La lluvia
esperada de hoy, sacramento de cielo. Cielo que ya empieza. Lluvia que ha dejado la tarde
quieta… como callada… como satisfecha. ¡Gracias!

Lenguas para la misión

Estudiar lenguas lo voltea a uno al revés. Como cuando se voltea una media para lavarla o como
cuando se lava un menudo. Así nos sucede cuando avanzamos en otras categorías y otros
significados, se nos salen todas las virtudes y todas las frustraciones… Qué ejercicio tan bueno
para la misión, no tanto porque se aprenda a hablar, sino porque se aprende el propio ser y lo que
hay por dentro.

La “carraspanda”

No me importa morir, yo creo en el amor. Recordé hoy, contando anécdotas de tiempos viejos,
“la carraspanda”, el Suzuki 82 que tuve por unos años y con el que tanto gocé. Por esos días
estaba con los seminaristas del menor y salíamos a pasear. Cabían pocos y para llevarlos a
todos había que transportarlos por grupos… Avanzaba unos kilómetros con una parte de la
muchachada y me devolvía por el resto. Se triplicaban las distancias. Pero era una fiesta… y,
mientras el espacio se triplicaba, la alegría se elevaba a una potencia salida de las matemáticas.
Cuando estuve en Colombia por las vacaciones me encontré con esos pasajeros satisfechos,
entonces adolescentes, ahora universitarios crecidos. Y “la carraspanda” ocupó un lugar
destacado en los recuerdos. Volvía como antaño a traer alegría.

Intuyo en estas cosas simples algo de lo que queremos decir los cristianos con la “glorificación”
del universo, de la creación entera. Dios será todo en todos y en todo. También en las cosas
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materiales… Las cosas, desde esa “carraspanda” hasta las ollas de las cocinas, si “atravesadas”
por la caridad, serán glorificadas. Por el amor, la materia toda, hasta la última partícula,
alcanzará la gloria… Las cosas se glorifican, es decir permanecen dando alegría a Dios y a los
hombres, si las usamos para amar. No se trata nunca de no tener cosas, se trata de amar con las
cosas. Ojalá los cristianos tuvieran muchas cosas porque ellos tienen por mandamiento el
amor… Con un cristiano dueño y lleno de caridad “nada se pierde, nada se destruye, todo se
transforma”. Quisiera darle un repaso al Medio Divino de Theilard para hacerme más
consciente de este proceso de glorificación –él decía cristificación- de la materia.
Definitivamente el cristianismo es muy optimista.

Las mamás y Dios

El hijo estaba en la cárcel por robo. La mamá fue a verlo. La gente que no la conocía le
preguntó si conocía al “ladrón”. Ella respondió muy segura: -“no es un ladrón, es mi hijo”. Por
esto es que las mamás se parecen a Dios… Dios nunca ve “pecadores”, Él siempre ve “hijos”.
Delante de Dios siempre, aunque “empecatados”, seremos simple y llanamente hijos.

La muerte de Jesús

Meditando sobre la razón de la muere de Jesús, leyendo y orando, entiendo una cosa, no sé si por
primera vez, en todo caso sí más claro dentro de mí. La razón de la muerte de Jesús es el amor.
El Padre del cielo no quería la muerte de su Hijo. Tampoco quería la cruz. Un padre que quiera
la muerte y la cruz para su hijo no puede ser un padre. Un padre que quiera la maldición para su
hijo no puede ser un padre. El Padre no quería ni la muerte ni la cruz…. Pero, dado que el amor
es su misma vida y es la pura alegría, quería que su Hijo amara hasta el “extremo”, hasta el final,
hasta las últimas consecuencias. Y así lo hizo Jesús. Amó hasta el extremo, hasta el final, hasta
las últimas consecuencias. Su amor lo llevó a la cruz. Y amando así obró la salvación… la cruz
instrumento diabólico se volvió divino… la salvación brotó de la condena, en la maldición se
reveló la bendición.

El maligno mantuvo la esperanza de que Jesús se venciera… de que llegara a odiar entre los
malditos, de que se le saliera una palabra o al menos un pensamiento de maldición… esperanza
falsa… entre los malditos amó hasta la muerte… Después de la muerte de Jesús la muerte se le
murió al diablo y se le convirtió, para su confusión, en vida sin fin… El diablo se quedó sin
cruces para maldecir, las cruces con las que mataba y condenaba se le volvieron bendición. Obra
del amor.

El Padre no quería ni la muerte ni la cruz…. Quería, siendo Él mismo el amor, que su Hijo amara
hasta el extremo… y Jesús hizo su voluntad, bebió el cáliz hasta el fondo… y así pasa con
nuestras muertes y nuestras cruces…El Padre las permite para que completemos la obra ya
realizada en Jesús… para que sigamos tocando la maldición con el amor y la convirtamos en
bendición. El cristiano nunca vence maldiciendo, nunca vence odiando… vence amando. El
amor, se repite en cada seguidor de Jesús que toma la cruz y muere, desarma al maligno, lo
expropia de pretendidos dominios, desnuda su mentira, vence.
19

Y Jesús fue hasta los infiernos. Así decimos en el credo y así lo profesamos. Y en el lugar en el
que todos odian y maldicen continuó amando… este es el extremo del amor. Creo que este sea
un reto para nosotros cristianos: estar bajando con Cristo a los infiernos para que queden
“preñados” de cielo y para que la maldición dé a luz a la bendición. De ahí que los santos
quieren lo que no es gozo, paz, dulzura, comprensión… desean como suyo el dolor, abrazan la
cruz, se entregan a la muerte… y esto porque conocen el secreto de la redención… y porque no
viven ellos sino Cristo en ellos. Y Jesús fue hasta los infiernos… esa bajada es el culmen del
sacerdocio de Cristo…. Y bajar a los infiernos, amando hasta el extremo, hasta el final, hasta las
últimas consecuencias, es también para nosotros, sacerdotes por el bautismo y por la ordenación,
la expresión más alta de nuestro ministerio. “He aquí que vengo para hacer tu voluntad”.

Si quiero ser sacerdote tengo que estar siempre bajando. Mi puesto está entre los que maldicen,
entre los que sufren, entre los que mueren… Mi honor será ser contado entre los
malhechores…hacerme “pecado”… atrapar la maldición con mi bendición… hacerme carnada
para que la muerte hambrienta me coma y comiéndome se trague el amor y se vuelva vida.

Dicen que el demonio tiene muchas trampas para perdernos… y es cierto… pero es más cierto
que nosotros amando hasta el extremo, hasta el fin, hasta las últimas consecuencias, tenemos la
trampa que lo hace perdedor… la misma que le puso Jesús… cualquier cristiano que ame, que
esté unido a Jesús, es más fuerte que el maligno.

Más sobre el sacerdocio y el “infierno”

Y sigo pensando lo del “infierno”. Ser sacerdote es estar siempre descendiendo y llegar allí
hasta el extremo amando. Ser sacerdote es meterse en el misterio de la vida de Cristo… Creo
que por eso es que prometemos obediencia: para poder bajar con Él… desde el Padre hasta el
corazón del mal, haciéndonos “pecado”… Nadie, siguiendo la propia voluntad puede hacer este
viaje… todos quisiéramos que pasara de largo ese cáliz… y por propia gana todos quisiéramos
subir en vez de bajar… porque con nuestra cabeza sola no alcanzamos a comprender que,
divinamente, bajar es la mejor manera de subir…

Intereses

Creo que el único interés delante de la gente que encontramos, de todos, del casual y del
cotidiano, es que nos podamos también encontrar en el cielo. Hacer lo posible para asegurar el
reencuentro. Y creo que este interés sería plenitud para la tierra. La alegría se apoderaría de
todos los corazones y rincones del mundo. Alegría de un amor que no morirá. Hay que amar a
tal punto que al despedirnos el “nos vemos” (“see you”, “tutaonana”, “ikidua”…) no sea
palabra vana y de rutina y sí seguridad… amor de escathón y no sólo del día que pasa.

El agua que no escucha al azúcar

Dice Nagusat, la señora que cocina en el “hoteli” que el agua de aquí “no escucha el azúcar”
“mening ana are zucari”. Y es que por más que le echa azúcar el agua no se endulza. Y creo
que así somos nosotros con la gracia. Dios nos da su gracia y no nos “agraciamos”. “Mikining
iyioo munyani e Nkai”, “No escuchamos la gracia de Dios”. Queremos todavía imponer la sal
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que nos oxida, la de la autosuficiencia. Y es curioso que lo que no funciona en el agua sea “el
oído”: “el agua no escucha el azúcar”. Para que el agua se endulce tendría que abrir las “orejas”
y oír el azúcar. Para que nos “agraciemos” tendríamos que abrir las nuestras. Ob audire…
obedecer… No hay dulce ni gracia sin la obediencia.

Peregrinar en el querer de Dios

Vivir en el misterio de Dios. Es decir, hacer su voluntad, dejar que su designio se vaya abriendo.
Sorpresas y más sorpresas, más, siempre más. Salir de las propias estrecheces y entrar en sus
horizontes. Qué triste cuando nos apegamos a lo que pensamos y planeamos. ¡Qué poquito!
¡Qué nada! Qué feliz cuando peregrinamos en el querer de Dios, ingresamos al misterio, la vida
se vuelve una aventura. ¡Qué vasto! ¡Qué infinito!

Basta decirle que sí

Tengo corazón de aventura. Me gusta ir lejos, en la playa le he pedido a los pescadores que me
monten a su barca y que me lleven con ellos a alta mar… al pie de la montaña me da envidia de
la cima y quiero subir para mirar la distancia… la literatura me trasiega en sus páginas
desvelando tramas, escrutando pensamientos, indagando lo secreto… grande mi delicia cuando
el avión despega, el bus arranca, parte el tren…Cada sello en mi pasaporte me entusiasma como
si me hubiera sido dado el mapa de un tesoro… las estrellas me estremecen en las noches quietas
y las formas graciosas de los cuerpos y los rostros hacen que vuelva mi mirada. ¡Lo quiero
todo!.... Y pienso, basta decirle que sí, basta decirle a Dios que sí… y comienza la divina
aventura, sus deseos son alta mar, cima escarpada, sabiduría del manantial, tierras nuevas,
amor… Basta decirle que sí y la vida se vuelve riesgo y seguridad, desafío y salvación,
invitación y bienvenida… ¡Dame decirte sí!

Así me gustaría amar

Me gustaría amar como el sol. El sol que ama la tierra. La besa en el éxtasis del ocaso y se quita
para dejarle ver las estrellas. Así, amar no es sólo besar, es también quitarse… me gustaría sí,
me gustaría tener amor de sol poniente.

El amor se olvida de sí

Willian9 y yo nos fuimos a ver a Jairo Hernán que estaba en el hospital después que un carro lo
había atropellado cuando iba en bicicleta a ayudar a pintar la casa de formación en Kibera. Lo
encontramos y lo primero que hizo el paciente al que iban a enyesar fue preguntarle a Willian
por sus vueltas, las de la vida para Los Estados Unidos. Sólo después cuando se lo pedimos nos
habló de su accidente y de su dolor. Y así pienso que es el amor, o mejor así, inspirado por el
Espíritu, pensaba Pablo… El amor se olvida de sí… sale al paso de los otros… sale de sus
propios accidentes y dolores y vive los del otro, el amor “vive el otro” 10.

9
Así escribe él dueño su nombre.
10
“vivir el otro”, expresión de Chiara Lubich.
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Sobre las cuentas11

No hay que hacer cuentas, sólo Dios cuenta.

Cirio de Pascua en Pentecostés

Llegó Pentecostés. Y el cirio de la Pascua está ya casi consumido. Alumbró la alegría de estos días, su
luz y su calor fueron pasando al corazón y allí permanecerán y siempre serán fiesta de vida. Alumbró la
oración y no dejó que las tinieblas arrebataran las gracias y las súplicas y el Espíritu pidió en nosotros, por
nosotros y para nosotros, lo que se le ocurrió y lo que sabe que nos conviene más. Alumbró la Eucaristía
y ya comida la Pascua su resplandor no muere y va con los que se han nutrido de Cristo para que también
sean luz, luz hasta los extremos de la oscuridad.

Llegó Pentecostés. Y el cirio de la Pascua ya no es de cera. Es ya sólo luz y lo llevamos por dentro y
brillará cuando estemos juntos, cuando el dolor nos amenace, cuando la lucha de tinieblas se haga dura,
cuando llegue la muerte, cuando nos reciba el Resucitado en la gloria.

Llegó Pentecostés. Y el cirio de la Pascua está ya casi consumido. Ya no lo podemos tocar, alumbra
invisible, y el Lucero de la mañana sin fin lo encontrará ardiendo.

Lo que empezaron las abejas y modeló la mano de hombres y mujeres y encendió el Dios que saca la vida
de la tumba, ya no se verá, está consumido. Pasó a la gloria.

Llegó Pentecostés. La Pascua se quedó para no irse. El cirio de la Pascua ya no es de cera. Es ya pura
luz.

El toldo de Nkoko

Hay en Kibera12, entre las hermanitas de Jesús13, una que me llama la atención. Le dicen
“Nkoko” (abuela en lengua masai). Es francesa de origen y la misión la hizo keniana. Lleva
muchos años en este país. Ha amado mucho y eso se nota en sus ojos que dan luz a sus arrugas.
Ya no puede estar en la tierra masai y ha sido destinada para dar compañía y alegría a las
hermanas que todavía están en formación. Nkoko sale todos los días de su casa y se va para el
mercado, allá tiene un toldo para vender gratis buenas noticias y para comprar cuitas y gozos.
Nkoko hace que el mercado, mercado de pobres, se vuelva cielo. Es como si la gloria de Dios se
escondiera debajo de su tendal y como si ya no sólo con incienso y rodillas dobladas se le
pudiera adorar… Debajo de la lona de la anciana los que poco tienen son ostensorio del Señor y
a Dios se le adora velado en las que buscan sin cansancio la esperanza… Su puesto es en medio
del mercado el “santo de los santos”. Y así, del mercado podemos decir lo que dijo Jacob del
lugar donde se durmió y vio una escalera de ángeles subiendo y bajando: “Hic est domus Dei et
porta caeli”. Gracias al Espíritu que hace soñar la monja ochentona.

11
Para tranquilidad de los ecónomos: no me refiero a las cuentas que a ellos los ocupan para ganancia nuestra.
12
Kibera, una de de las zonas de tugurios más grandes del mundo
13
Congregación de religiosas fundadas por Carlos de Foucold
22

Pidiendo la lluvia

Seguimos pidiendo la lluvia. Llueve en Serolipi pero no en Ndonyowasin. Pedimos al Señor que no haya
cielo azul, que las nubes sean negras y que se carguen de aguacero. Que se cierre la cortina de estrellas y
que un manto frio de agua cubra esta tierra. ¿Qué pensará Dios que no nos da el agua? El siempre nos
oye. Y cuando no hace lo que le pedimos es que va a hacer algo mejor. Pero ¿qué será eso, sin el agua
sin la lluvia? Esta tierra seca y como olvidada nos hace tocar el misterio. Cuando ya no entendemos y
para ver, es mejor cerrar los ojos. Tierra seca, contacto con el misterio en el sacramento de nuestros
límites. Nosotros creemos en el amor.

Eduard Lekutano, el Espíritu Santo y la Misión

Eduard Lekutano me contó que cuando estaba trabajando en Mombasa, hace unos seis años, sintió una
fuerza de adentro que lo empujaba hacia el bautismo y hacia la Iglesia. Y así fue como se hizo cristiano.
Esto nos da certeza para la misión. El Espíritu Santo está trabajando y mucho. Aunque su obra sea casi
siempre invisible. Es una fuerza que empuja hacia Jesús, el Señor, y hacia Dios Padre. No hay que
angustiarnos con “lo poco” que logramos ni envalentonarnos con “lo mucho”. Él es el que hace la obra.
Él siempre está trabajando. Él no duerme y no deja que los corazones se duerman sin darles deseos, sin
empujarlos, sin convencerlos. Porque Él, el Espíritu Santo, es el que convence. No somos nosotros con
los argumentos de nuestra lógica y con potentes medios. Es Él. El Espíritu Santo es el que empujó a
Eduard y empuja a todos.

Bien lo dijo Juan Pablo II en la Redemptoris Missio: “El Espíritu Santo es el protagonista de la misión”.
Nosotros somos sólo instrumentos. Nuestra carne es la flauta y Él la suena. Una palabra dicha con
confianza, un gesto hecho con caridad… simples y en apariencia banales… pueden llegar a ser medios
poderosos. Tal vez mi pobre homilía, pobre y sin gramática, se vuelva dentro de la gente persuasión del
Espíritu. Tal vez estrechar las manos o dar una palmada en el hombro, se vuelvan ocasión para que Dios
siga tocando la humanidad. Soy un poquito que prestado al Espíritu se vuelve infinito.

A mi me toca pedirle a Dios, pedirle al Espíritu, confianza y caridad. En definitiva “parresia”. Me toca
sólo eso y de lo demás Él se encarga. Feliz la misión si se despoja de la lógica de los sabios y de los
medios de poder. De esa misión es la fuerza que convence. Esa misión tiene Espíritu Santo.

Puraya, “amor en tiempos del cóler”

Cuando entregaba a los niños los cuadernos para dibujar me encontré con el de Puraya. Ya no estaba, fue
el primero que se llevó el cólera… y después de él, otros han seguido. En el caserío hay medicinas y se
puede controlar. Pero, ¿los que viven lejos? No tienen ni una aspirina para un simple dolor y menos la
cura para esta epidemia. Ni siquiera sospechan lo que significa esta enfermedad e intentan curarla con
raíces y otros remedios tradicionales. Pero, es cuestión de horas, los enfermos se deshidratan y se van.
En pueblos vecinos ya han cerrado las escuelas y parece que aquí también se verán forzados a hacerlo.
Pero, ¿y si la cierran? Los niños irán a sus casas y en caso de contagio no tendrán auxilios. Y si van
contagiados regaran más la peste.
23

¡Soy sacerdote!

¡Soy sacerdote! Y no otra cosa significa esta tremenda verdad sino que mi vida es la muerte de Jesús.
Que mi pasión es la del Señor. ¡Soy sacerdote! Mi sangre, mi verdadera sangre, no circula ya por mis
venas, esta en el cáliz del cuerpo del Señor y es “bombeada” por el corazón de Jesús. Mi cuerpo ha sido
entregado para ser herido por todas las llagas del mundo. ¡Soy sacerdote! Entregado, derramado. ¡Que
lo sea! ¡Que sea lo que soy!

Milagros y ángeles a lo largo de 215 Kilómetros

Viaje hasta Barsaloi, 215 kilómetros en la moto. Le pedía al Señor que me llevara bien. Que no me
cogiera la noche y que no se pincharan las llantas. Y así fue. En un cruce de la carretera, donde no habría
sabido por donde seguir, encontré a uno que iba en bicicleta. ¡En esas soledades! Y ese fue el que me
dijo qué camino coger. Me volví para verlo cuando ya seguíamos direcciones opuestas. Y viéndole ya
distante pensé que debía ser un ángel del cielo y que tal vez ni siquiera existía en la tierra. ¡Claro que
existe! Y está aquí, porque los ángeles no son solo espíritus, somos todos, también nosotros de carne,
cuando llevamos una buena noticia. Cuando anunciamos lo que da alegría.

Y después ninguna “pinchada”. Pero, qué sorpresa tan grande al otro día cuando quise darle
mantenimiento a la moto. Tenía ocho tunas clavadas en las llantas. ¡Ocho! Y bien grande. Dios me
llevó hasta la casa y no me dejó llegar tarde y se lo debo a la Madre Laura y a San José a los que puse de
“mandaderos”. Creo, lo pensaba también, que las llantas no iban llenas de aire, iban llenas del viento del
Espíritu, que no se sale ni cuando pinchan las espinas más duras. El Espíritu, el mismo que empujaba las
velas de los barcos de los misioneros de tiempos idos, es El mismo, que, adaptándose, llena y hace agiles
las ruedas que nos llevan mas lejos. ¡Milagros todos! Ni más ni menos. Tengo la sensación de que ando
“colgado” del cielo, yo, por mí, no me sostendría.

Dios anda por aquí

Cuando fui a cargar agua desde la escuela, le di mi turno a una señora que tenía afán de volver a su casa,
antes de que oscureciera. El hilo de agua que llenaba las vasijas era muy débil y decidí ir a esperar a otro
lugar porque se tardaba mucho en la fila. Cuando volví encontré el 100%. El enfermero había cogido
mis recipientes y él mismo los había llenado de otra agua que tenía en reserva. Agua fresca y dulce
distinta de la salada que buscaba. Y así siento que Dios está por aquí, que anda con nosotros, que no deja
nada sin paga.

Las “pepitas” de colores y la inculturación

Caminando por ahí, me he dado cuenta que hay entre la arena muchas “pepitas” de colores que se le han
caído a los guerreros y mujeres de sus collares y manillas. Son pequeñitas y no se ven a simple vista. Las
he ido recogiendo, fijándome al caminar, inclinándome sobre cada una y poniéndolas juntas. Algunas
están desgastadas por el uso y después de verlas decido mejor arrojarlas. Cuando voy de noche la luz de
las estrellas y la luna me impide ver la arena y los colores y casi forzado me pongo a gozar del brillo del
cielo. Ya tengo muchas “pepitas” de colores que al estar juntas muestran toda su belleza.

Me parece que esto que hago con las “pepitas” es para mi celebración del sacramento de la inculturación.
Si me fijo bien, hay en la cultura que me acoge muchas “semillas” del Verbo, “pepitas” de colores que
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por generaciones han adornado estas gentes. A veces no se ven a simple vista, hay que andar con respeto,
sin levantar el polvo, fijándose. Sólo así se descubre la belleza. Así como cada “pepita” es una alegría
para mí, así también cada “semilla” del Verbo, es decir, cada cosa que aquí me habla y me recuerda a
Jesús, y que a veces se esconde en el suelo humilde de sus tradiciones.

Cada vez que quiero recoger una “pepita” me tengo que inclinar, arrodillarme para recogerla. Así, ser
misionero y trabajarle a la inculturación es vivir en adoración del Verbo del Padre que el Espíritu hace
presente en esta cultura. No puedo hacer nada si no soy un contemplativo y si este pueblo no se me
convierte en un ostensorio de la Divinidad, de Jesús. Adoración siempre, “contemplación de todos los
momentos y de todos los lugares” decía Miguel Ángel Builes. Adoración siempre. A veces, en vez de
semillas del Verbo, tengo al mismo Verbo. Así como cuando llega la noche y salen las estrellas no puedo
ver más las “pepitas” entre la arena, pero puedo levantar la vista y veo el cielo iluminado, así también,
muchas veces, especialmente cuando hay noche de dolor y soledad, de dificultad e inutilidad, puedo ver
las estrellas que muestra la oscuridad, puedo sentir mas cerca a Dios.

Y en cuanto a las “pepitas” desgastadas que mejor arrojo, se me parecen a las cosas que encuentro aquí
que ya no expresan al Verbo, que ya no dejan ver su luz, y que por ello hay que dejar. Y es lo que los
padres de la Iglesia llamaban la “regla de fe” “regula fidei” lo que me da luz para discernir lo que está
gastado. Regla de fe que no es otra cosa que la comunión en la Iglesia, la unidad con el Obispo y con el
Papa y con todos los que creen.

Ah, y voy poniendo las “pepitas” juntas y se van haciendo, unidas a las otras, más bonitas todavía. Cada
una enriquece con su color el color de las otras. Así será la Iglesia samburu si logramos seguir
recogiendo con respeto y en adoración las semillas del Verbo. Y así será la Iglesia en todas las culturas
de la tierra. Cada una bien distinta y haciendo más bonita la otra. Una esposa toda ella adornada de
perlas, vestida de sol, con la luna bajo sus pies. ¿Y el Rey? ¡Prendado de su belleza! ¡A qué tamaña
fiesta vamos todos a parar! ¡Y nosotros misioneros, amigos del novio! ¿Dónde va a caber tanta alegría?

¡Que buenas las noticias de Dios!

Mucha gente me dijo en Mewua, Kibartare y Nesesiai, que querían escuchar sobre Dios. ¡Que buenas las
noticias de Dios! ¡Keisupat lomon le Nkai! Y esta es mi oración ahora: Danos Padre la gracia de dar tu
Buena Noticia. Que nuestra alegría sea hablar de ti y de Jesús, y de tu Iglesia santa, y de la Virgen María
y del perdón de los pecados y de la vida sin fin en la alegría.

¡Tener dueño!

¡Tener dueño! Ahí está toda la libertad. Si me apodero de mi me ato. Y si el dueño es Dios es
experiencia de libertad infinita. Más otro el dueño, más libertad. Dios es el absolutamente otro.

Despacio y a la carrera

La vida pasa a la carrera… se vive plenamente, a tope, cuando se vive despacio.


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Campanitas y palabras

Las mamás de aquí, le pegan a los niños campanitas en los pies, así no se les pierden. Dios también, nos
ha dado palabras y ellas no nos dejan perder. El conoce nuestra voz y oyéndonos esta siempre
salvándonos.

Ser sacerdote

Pienso que ser sacerdote es como ser una escalera. “Nuestro cuerpo entregado” se vuelve por la
ordenación una escalera por la que suben y bajan los ángeles de Dios. Estamos unidos a Jesús y por eso
nuestros peldaños alcanzan lo más alto de la Trinidad y lo más hondo de la humanidad. El que subió es el
mismo que bajó, lo más alto de la Trinidad, el amor del Padre, lo más hondo de la humanidad, la miseria
producida por el pecado, el infierno. Si viéramos lo invisible veríamos esos ángeles bajando y subiendo
la escalera de nuestro cuerpo. Ángeles trabajando para el Reino. Con un sacerdote la tierra está siempre
subiendo y el cielo está siempre bajando.

Mama Arguero

¿Cómo hace la sonrisa mansa para no irse nunca de los labios de Mama Arguero? La luz de su rostro no
tiene noches. En ella esta siempre amaneciendo. La paz se aficionó a su corazón y se le pegó como
tatuaje.

Cosas invisibles

Hay cosas invisibles y esas son las que dan consistencia. Hay lazos que nos atan y no aprietan, hay
palabras que no se oyen y están convenciendo, hay empujones que no se sienten en las espaldas, hay
dolores haciendo nuevas las cosas, la resurrección esta adueñada de los muertos. Hay cosas invisibles.
Por todas partes anónima la casa de Dios y la puerta del cielo. Lo que se ve es sólo una rendija para que
los ojos se ajusten y contemplen lo que no se ve. Hay cosas invisibles, hay que cerrar los ojos para ver.
Cierra los ojos, peregrino de lo invisible, o, al menos, estrecha los parpados, frunce la mirada, enfoca.
Cierra los ojos para que cuando la muerte te los cierre ya estés habituado, a tus anchas y listo para la luz.

Derechos

A veces custodiamos muy celosos el derecho a la propia intimidad. Y eso está bien. Pero, a veces,
muchas veces, no acertamos a pensar que también tenemos absoluto derecho a ser conocidos. Conocidos
tal como somos.

No lo dejes ir anónimo

No lo dejes ir anónimo. Pregúntale quién es, de qué familia y de qué pueblo. No lo dejes ir sin nombre,
“desgentizado”, acércate. No permitas que sea uno que por caso estuvo a tu lado mientras viajabas o ibas
por la calle, cuando fuiste al taller, al almacén o al cine. No permitas que sea uno más, sácale de su
corazón con tu corazón lo que tiene de propio, no lo dejes pasar sin que el retrato de su alma, la luz de sus
ojos, la sonrisa de sus labios, el dolor de su rostro, las luchas de sus manos, la búsqueda de sus pies, se
queden hechas color en la galería de tu memoria. No lo dejes ir anónimo, escucha la Buena Nueva que lo
habita, su primicia. Pregúntale su nombre. No hay nombre que no sea un evangelio. Cada nombre es
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una historia del amor, una historia de salvación, una pagina del libro sagrado de Dios. No lo
“invisibilices”, aprecia su consistencia, date cuenta del espacio que ocupa, del deseo que lo empuja, habita
su utopía, déjate estrechar por los muros de su angustia. No lo dejes ir anónimo, ¡no seas tu anónimo!

La tardanza del viejo Lenanyike

Cuando queríamos salir para Serolipi el viejo Lenanyike no llegaba. Quería impacientarme. Y fue
entonces que la gracia del momento se me dio para que comprendiera que el viejo era importante, hijo de
Dios, hermano en nuestra naciente Iglesia… y que si era importante había que esperarlo. Y luego durante
el día tuve otras esperas…. Suelo agitarme… pero quería resistir y aprender una lección que no sé:
esperar porque son importantes, esperar porque valen, no apurar sus cosas, no aligerarlas, darles peso y
momento. Mi virtud no es la paciencia y eso me dice que más que paciencia me falta consciencia del
valor de cada persona.

Sobre mi impaciencia

Muchas veces pienso que cada vez que me impaciento estoy tratando de probar que una mentira sobre mí,
sobre los otros, sobre las cosas, sobre Dios, es cierta. Detrás de cada impaciencia hay una mentira que se
agita para cualificar como verdad. Y dado que esto es imposible la impaciencia crece. Sólo la verdad, la
nuestra ante todo, nos serena y nos da la paz. Aceptar la verdad, darle la bienvenida a la realidad. Los
que aman de verdad van de prisa pero con paciencia.

La libertad

Creo que la única cosa que tenemos que “conseguir” en la vida es la libertad. Libertad que a la hora de la
muerte se volverá alas para volar en el infinito misterio del amor de Dios. Y Jesús nos ha liberado.
Somos ya libres.

Dios a nadie condena. Si alguno se condena será simplemente porque en vez de alas sienta los lazos de
sus deseos amarrándole a su propia tiranía. No dejarnos conquistar de los deseos, amarrándonos a
nosotros mismos. Conquistar la libertad, conseguir alas para dilatarnos.

Pecados para la gracia

Soy pecador y gran pecador. Pero estoy sintiendo que los pecados que he cometido, por la misericordia
de Dios, en vez de cerrar el camino a la gracia, lo están abriendo. Siento que mis pecados me ayudan a
estar en gracia de Dios. Mis pecados en la misericordia de Dios alejan los que mi naturaleza inclinada al
mal podría cometer si Dios no me auxiliara y si yo no contara con su auxilio. En una palabra, mis
pecados que me duelen se volvieron instrumento para permanecer en la gracia y de eso doy gracias.

Comulgar

Comulgar. Dos bienvenidas. Bienvenida de un poquito. Bienvenida de Infinito. El Infinito se vuelve


poquito, el poquito se vuelve Infinito. El poquito desaparece, queda solo el Infinito.
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Dolores de parto en Sererit

Me fui con Mark Lereu a visitar su gente de Pareu. Mark llevaba un bulto de harina para su casa y quería
prepararse para el nacimiento de su hijo. Su esposa Elizabeth estaba a punto de dar a luz y sufría en
aprietos. Fuimos a ver a Elizabeth que estaba en un caserío llamado Nonturra. La encontramos en
dolores desde hacia tres días. Decía que se sentía mal. Vimos oportuno seguir más allá, hasta Sererit. No
tenía mucho diesel y esto me preocupaba. Confiaba en que lo encontraría. En Sererit la enfermera dijo
que el parto era casi imposible allá y que era mejor que nos fuéramos para Wamba, serían cuatro horas de
carretera mala. La visita a Pareu se nos estaba volviendo el viaje de Ulises. La enfermera dijo que
esperáramos siquiera una hora a ver que podía hacer. Me fui a la iglesita del lugar, mas bien una tienda
de campaña. Empecé a rezar por la señora. Contemplaba los misterios gozosos, María también en apuros
y viajando a Belén. Le pedía a ella que ayudara a Elizabeth. Estaba allí el icono de la Trinidad Rublev,
veía las tres Personas divinas que como ángeles visitaban a Abrahán y a la vieja Sara le prometieron niño
para después de un año, lo que le dio mucha risa porque no les creía mucho. Le dije pues a la Santísima
Trinidad que Elizabeth, no ya Sara, necesitaba cargar su niño ya, al final del rosario que rezaba, y no
después de tantas lunas. Cuando terminaba el rosario, en la última avemaría, oí que lloraba el niño. La
enfermera me dijo que de un momento a otro todo había cambiado. Volví a la Iglesia a agradecer. Dios
es grande, María es su madre.

Reflexiones de domingo en la noche

Este domingo ha sido difícil. Sentí una gracia especial en la predicación, pero después, al terminar la
misa, estaba cansado por dentro. Cansado de que la gente me este siempre pidiendo que los lleve o que
los traiga. Que transporte esto o aquello. La mayoría de estas gentes aprecia la presencia de la misión
porque hay con ella un carro. Así, cuando muchos me piden que hagamos algo en sus caseríos, en el
fondo lo que quieren es que el carro vaya regularmente y así poder utilizar sus servicios. ¡Y carro gratis!
Sin pensar en combustible y reparaciones. Y esa insistencia por el carro me impacienta y respondo
muchas veces disgustado diciendo que “soy sacerdote y no chofer”, “mara nanu ldereba, nanu lpatiri”.
Pero es tiempo y palabra perdida. Tengo que ser inteligente y comprender con paz varias cosas: - Es
primer anuncio. Cómo van a preferir la Iglesia a un carro si no saben qué es la Iglesia y ya saben cuánta
diferencia hay entre cargar comida en burros o a pie e ir en un carro y sin fatigas. – Es primer anuncio.
Cómo van a preferir un sacerdote ni no saben lo que es un sacerdote y ya han visto los choferes. Es
lógico que busquen que sea chofer, es lógico que se alegren porque manejo el carro y no tanto por las
cosas de Dios que podría darles pero que no conocen. – Es el primer anuncio. ¿Cómo van a comprender
todo lo que yo quiero que comprendan si todavía no les hemos anunciado?

Paciencia y humildad. Es el primer anuncio. Además de paciencia y humildad, inteligencia para ser lo
que soy y no cambiar la evangelización difícil por la “choferiada” fácil.

Pero, ¿cómo no impacientarme y responder siempre con bondad? Necesito una gracia que baje del cielo.
De esa paz encuentro escasa mi despensa. ¡Qué tan simple y qué tan complicado! “Jesús, ten piedad de
mi”, “Yesu, ing’erruaki”, clamaba el ciego en el evangelio que leímos hoy, y clamo yo en esta noche
mientras oigo los cantos de los guerreros que hoy han celebrado todo el día. Es que las lluvias han traído
verde, descanso y alegría.
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La niña a la orilla del rio seco

Hoy estuve en Pareu. Estaba sentado a la orilla del rio seco. Y me sentía de capa caída. Al otro lado veía
una niña que trataba de alzar un fardo de leña y se le caía. Volvía a amontonarlos y los amarraba con un
trapo… y se le volvían a caer. Y lloraba llamando a su mamá. Me le acerqué y le pregunté por que
lloraba. “No puedo”, ‘katalakine”, me respondió. Alcé todo el peso de su leña. Para mi era casi nada y
con un sólo brazo se la lleve hasta su casa. Y pienso que esa sea la parábola de este día. Ante una cosa
simple yo también me siento vencido, fracasando, que no puedo. Hay que dejar que Dios intervenga y
que haga con su poder. ¡Dios mío, dame lo que no puedo!

Más sobre las expectativas mesiánicas en Ndonyowasin

¿Cómo hizo Jesús para ahuyentar las “expectativas mesiánicas” que la gente se hacia con El? Esperaban
poder, revolución, milagros, pan… y Él les hablaba del amor hasta la muerte, hasta la cruz. Y nadie
estaba interesado en amor hasta la muerte y cruz. La gente insistía y la presión era cada vez más fuerte, y
hasta los más íntimos acosaban. Los hijos de Zebedeo, Pedro, Judas, sus paisanos y familia de Nazaret le
apremiaban. Y casi que el Evangelio es eso. Hablar del amor que da la vida y morir. Explicarlo con
palabras y parábolas, actuarlo entregándose a sí mismo.

Aquí en Ndonyowasin tengo la presión del carro, pero esta también la de los que esperan que les dé
comida gratis, que les construya, que traiga “desarrollo” (“maendeleo”). El Evangelio es precisamente la
noticia y la convicción de que “una sola cosa es necesaria”, que sólo Jesús es salvador, que Dios tiene el
primer puesto.

Sería muy fácil y me ganaría muchos adeptos si me pusiera de chofer y me pusiera a construir. Aquí el
problema no es la plata. Muchas organizaciones nos ayudarían. Pero, ¿Y el Evangelio? Si cedo a las
expectativas se contentarán con lo “poco” y no buscaran el “más”. Encontrarán para el “ya”, pero no para
el “todavía no”, los encerraría en el “cronos”, el tiempo que pasa, y no los fijaría en el “kairos”, el
tiempo como oportunidad de salvación.

Y no es que estas obras no puedan hacerse. Claro que se pueden. Y se “tienen” que hacer. Los cristianos
somos el “alma” del mundo si somos cristianos de verdad. Pero estas obras se tendrán que cimentar en el
primado de Dios, y el constructor no podrá ser un “mesías” que usurpe el puesto del Señor. No podrá ser
un misionero muy héroe, muy capaz, muy emprendedor, sino una comunidad cristiana que reconoce la
presencia de Jesús en medio de ella y que es empujada por su caridad.

¿Entonces? Necesito luz y paciencia para no ceder a las “expectativas mesiánicas” que se han hecho
conmigo y para decir si cuando se trata de amar y de servir. Cuando se trata de “hacerme débil con los
débiles para ganar a los débiles”. ¡Dios mío dame obras y no buenas razones!

Creo que una evangelización que pone el primado en las obras de desarrollo es siempre manipuladora de
las consciencias. Creo que una evangelización “poderosa” anula la libertad religiosa de los pobres. Si no
se pone a Dios en el primer puesto, la evangelización resulta lavado de cerebro. No hay evangelización
sin la debilidad de la cruz. Hay que resistir, osar, arriesgar en la debilidad. Cristo crucificado tiene que
ser la única palabra, el único motivo de gloria.
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Dios mío, perdóname por tener corazón duro y no entender esto con paz. Perdona mi “irracionalidad” de
querer que esto se comprenda a la fuerza y no por mi pasión y mi muerte. Y mañana hazme más paciente,
paciente para decir sí y paciente para decir no. No importa el sí o el no, importa el amor.

“Evangelización débil”

En estos días el entusiasmo de la gente ha venido a menos. Así me lo decía la catequista. Pocos vienen a
escuchar la Palabra. Yo mismo siento fatiga. Y entonces vuelvo a ponerme los puntos sobre las íes. Es
que es el primer anuncio. No tienen porque estar interesados en lo que no conocen. Hasta ahora
conocían a la Iglesia como la que trae todo y reparte gratis, ahora se desilusionan al ver que no les
llenamos los sacos de harina. Nos toca ingeniarnos el método para mostrarles a Jesús. Jesús les
entusiasmará, si es Jesús. Arriesgarse a que sea Jesús el que les atraiga, no estar inventando “carnadas”
para atraparlos. “Carnadas” que no tendrían ningún respeto de sus consciencias. Una “evangelización
débil” para que la fuerza de Jesús actúe. Sostenerse en este no ser escuchado, valorado, acreditado.
Sostenerse en la oración, el testimonio, la parresía, la Palabra.

De gestación y dolores de parto

¿Cómo van a nacer a la fe si no los tienes en tus entrañas para darles la vida desde dentro? ¿Cómo los vas
a gestar y dar a luz si no los llevas dentro de ti, si no cargas su peso? Me hago estos reclamos, porque a
veces me siento sin paciencia, sin compasión, sin ternura. Paciencia para “llevar por dentro” a la gente,
para atenderles sus pedidos, para sentir como ellos sienten, para dar valor a lo que les es importante, para
solidarizarme, para “vivirlos”. A veces me siento cansado. Pido al Espíritu Santo la gracia para este
momento, la oportunidad para dar este paso. Le pido que no me deje perder la guerra, que al final pueda
“mostrar a Jesús”. Pido la gracia, la gracia de gestar, nunca abortar, a los que Dios ha puesto dentro de
mí. Una lucha que es fácil si Dios pelea.

Orar y nada más

Hay situaciones en las que lo único que se puede hacer es orar. Por ejemplo, cuando alguno tiene
resistencias para perdonarnos. ¡Orar es lo más importante!, así hubieran otras posibilidades. Sólo orar y
Dios se encarga del resto. Dios es el único que puede entrar en el fondo del corazón y cambiarlo, el único
capaz de una nueva creación. Y cuando oramos siempre somos escuchados. Escuchados mucho mejor de
lo que creemos. Dios siempre nos atiende los ruegos. Y cuando su bondad ve que lo que pedimos no es
conveniente, pues hace otra cosa mejor. No hay oración que no esté acompañada de las gracias de Dios.
Dios es siempre mejor.

Oración para todos los días

¿Qué vas a hacer Señor para que yo sea tuyo? ¿Qué vas a ingeniar para que yo me dé del todo a ti? Dame
ser tuyo, dame ser todo de ti.

Casa con cimientos en el viento

Mi casa, la que habito y que no construí yo, hunde sus cimientos en el viento. Los que calculan volumen
y peso y entienden de gravedad, me recomiendan que me edifique otra más sólida, de mejores bases y en
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la tierra. Les objeto que también el eje de la tierra se apuntala en el viento. Que hay que entender
también de vacío y levedad y calcular libertad. Que yo no soy el constructor, que el arquitecto es Dios.

Paisajes de trigo junto al monte Kenia

El trigo que crece bajo el sol se vuelve color sol. Cuando está listo para la siega tiene el dorado luminoso
del sol. Así, si vivimos en Dios, tomamos no sólo el color sino la forma de Dios. Nos volvemos luz de
Dios. La muerte que nos segará nos encontrara “endiosados” y podrá arrancarnos para el cielo.

Bodas de oro de Monseñor Nabor

Hay una cosa de Monseñor Nabor, de mi Diócesis, que me edifica mucho. He recorrido muchos caminos
con él, y siempre, en todas partes, sacerdote. Sacerdote en la misa y sacerdote en el bus. Y no sabe
respetos humanos cuando se trata de Dios y de la gloria de Dios. Doy gracias con él en sus bodas de oro.

La regla para leer en el gran libro de la vida

El que lee con pasión las Escrituras conoce bien la regla hermenéutica para entender la Palabra en el gran
libro de la vida y de la creación. Nosotros misioneros tenemos que predicar el Evangelio no sólo según
Lucas o Mateo o Marcos o Pablo, también según los que encontramos, según los Samburu, según los
Turkana, según la señora del Hotel, y según el pasajero que se sienta a nuestro lado mientas viajamos…
Las Escrituras son la regla para entender el Evangelio por doquier. Los evangelios canónicos son el
abecedario para poder leer el gran libro de la vida y de la creación.

Los dolores y la muerte

Encontré a Monseñor Pante en Archespost. Lo vi convaleciente y cansado, y aun así, trabajando, en visita
pastoral. El cirujano le cortó buena parte del labio inferior y se le nota dificultad al hablar y al comer.
Sospecho que debe ser difícil para él. Veo, sin embargo, que entrega su vida, y que en los límites de su
humanidad se ofrece al Señor.

Y después, también en Archespost, hablé con la hermana Elisa. Me contó como había sido el ataque
cuando venían en la ambulancia y como después, con el conductor herido, se quedaron allí dos horas sin
que nadie pasara por ahí y las pudiera asistir. Así, John, el conductor, se les fue muriendo. Murió entre
los rezos de las hermanas.

¿Cómo hablar de Dios que se muestra escondiéndose?

¿Cómo hablar de Dios que se muestra escondiéndose? Dios que se oculta en lo finito, en lo relativo, en
lo pequeño, en lo que no cuenta, en lo cotidiano. No hay camino más seguro para la evangelización que
el esconderse, esconderse para mostrar. El camino de Dios mismo que escondió su gloria en la
encarnación y en la cruz y así la reveló. El Hijo de Dios escondido en lo finito, en lo relativo, en lo
pequeño, en lo que no cuenta, en lo cotidiano.

Hay que desconfiar de una misión con pretensiones de infinito, con fanatismos de absoluto, atraída por las
cosas grandes, buscando credibilidad en lo que estima el mundo: el dinero, el poder, la fama, el éxito.
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¿Cómo hablar de Dios que se muestra escondiéndose? Escondiéndose para mostrar. Misioneros
escondidos en el corazón de Cristo, en el silencio del sagrario, en las llagas de Jesús, los pobres, los
pecadores. Sólo escondidos mostraremos. Latentes nosotros, Dios patente. Así lo veo en la vida de
Damián de Molokai, la de Pedro Claver… así lo veo en las vidas de muchos cristianos de la China
quienes silenciosamente gritan el nombre de Jesús. Como Santiago David Xili, Obispo de Yungkia, que
pasó muchos años en trabajos forzados y que después de liberado, ejercía el oficio simple del zapatero.
Este Santiago que acaba de morir es en la comunión de los santos aliento para la misión, para mostrar a
Dios escondiéndose.

Escribiendo esto se me viene a la memoria Simone Weil, ella entendió que la forma preferida por Dios
para hacerse presente en este mundo es la de lo infinitamente pequeño. Y lo quiere así porque, dice ella,
“el amor de Dios no se impone, se propone con discreción, con paciencia. El poder de Dios consiste en
haber renunciado a su poder: Dios aceptó no serlo todo, para que nosotros, las creaturas, pudiéramos
ser”14.

Escondiéndose para mostrar a Dios. Este pensamiento se me vuelve de particular alegría cuando lo
mezclo con el recuerdo de nuestras monjas de clausura, en el monasterio de pobres clarisas, en los
monasterios de la Inmaculada Concepción. Lo que ellas hacen por la misión es todavía mejor que lo que
nosotros misioneros de viajes. En el cielo vamos a ver que la mayoría de los salvados cruzaron la puerta
de Pedro alzados por las oraciones de los que se esconden con Cristo en Dios.

Retrato de dos neófitos

Bauticé dos enfermos ya mayores. Mamá Lechompiras y Baba Ltimanga, ella de Mewua y él de Naurrur,
dos caseríos de la misión. Cuando le pregunté a Mamá Lechompiras qué nombre quería para el bautismo
me dijo que quería llamarse María. Y eso me dio mucha alegría. Para la llena de gracia, para la Señora,
para María. Pocos días después, pasé para darles la comunión. Cuando le pregunté a Baba Ltimanga si
quería comulgar me dijo que claro, que el no se había devuelto ni se iba a devolver… y que desde que se
bautizó siente que se le abrieron los oídos y que oye muy bien.

El don no es lo que nos dan

El don no es la cosa que nos regalan. El don es el alma de esa cosa. Y si perdemos la cosa, queda el don
porque las almas son inmortales. Nunca se perderá lo que das, nunca morirá el alma de lo que das, el
alma es el amor con que lo das y el amor no muere.

Un nombre nuevo

Joel, javeriano de Costa de Marfil, me dijo, mientras meditábamos la Palabra, que Dios nos pondrá un
nombre nuevo… así como cuando empezamos a llamar con un nombre distinto, más tierno, más familiar,
a los que amamos. Dios nos pondrá un nombre nuevo, un nombre sugerido por la fantasía infinita de su
amor. Ese nombre, lo dice también el Apocalipsis, nos será dado a conocer en el cielo y su revelación
será premio de Dios para nosotros.

14
Cfr. Nouvelle Citè, n. 258, enero de 2009
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Cambios de misión, cambios de sagrario

La voluntad de Dios nos pide que pasemos de Ndonyowasin a Lodungukwe (Lodungukwe significa en
samburu “el lugar donde se corta la cabeza”). Ahora que tenemos que apagar la luz que alumbra el
sagrario, me viene al alma lo que dice Monseñor Builes: “vivir en mi amado Jesús… y no volver a salir
de sus tabernáculos que son las cavidades suavísimas de su corazón”. Que estos cambios de misión, sean
cambios de sagrarios.

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