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Colombia es uno de los cuatro países en el mundo que, junto con Holanda,

Bélgica y Luxemburgo, legalizó la eutanasia.

Desde el 20 de abril de 2015, cuando fue reglamentada en Colombia, a 36 personas se les ha


aplicado la Eutanasia. La preocupación de quienes la defienden como una forma de poner fin al
dolor de pacientes terminales y garantizarles así una muerte digna, es que alrededor de 40
personas en todo el país permanecen a la espera de encontrar un médico que les practique el
procedimiento pues quienes laboran con las EPS, declaran objeción de conciencia y se niegan a
realizarlo.

Vivir de una forma digna y morir con dignidad son derechos amparados en Colombia. A partir
de abril de 2015 con la reglamentación de la eutanasia, asegura Carmenza Ochoa, directora de la
Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente, los pacientes terminales que piden el
procedimiento se están encontrando con dificultades para que se cumpla lo determinado por la
Corte Constitucional porque “su médico tratante hace objeción de conciencia y el Comité de Muerte
Digna de la EPS no encuentra, dentro de su equipo, un médico que la haga”.

Fernando Sánchez Torres, ex presidente de la Academia Nacional de Medicina, asegura que “la
objeción de conciencia es un derecho del médico, eso está dentro de su autonomía, de tal
manera que no todos los médicos practican la eutanasia y hay que respetarlo”.

Ante los medios de comunicación

A mediados de 2015 se conoció uno de los casos más emblemáticos desde que fue reglamentada la
eutanasia en Colombia. José Ovidio González Correa, el papá del caricaturista Matador decidió no
continuar con los tratamientos paliativos que le suministraban para el cáncer vestibular que
enfrentaba pues, como él mismo lo aseguró, ya no le hacían efecto.

El 20 de abril del 2015 se reglamentó la eutanasia en Colombia, hay que tener en cuenta
que desde 1997 la Corte Constitucional había declarado que “podrá derivarse
responsabilidad penal para el médico que ayude a un enfermo terminal a morir
dignamente”.

Sin embargo una cosa es la reglamentación y otra que esta se cumpla, las cifras indican
que desde el 2015 cerca de 40 personas habrían accedido al procedimiento pero al
menos otras 40 estarían a la espera de encontrar un médico dispuesto a llevarlo a cabo.
La reglamentación ordena que las EPS cuenten con un grupo interdisciplinario de
expertos preparados para atender la solicitud de un paciente que desea ejercer el derecho
a morir dignamente, sin embargo ante la actual crisis en la salud que se presenta y las
cuestiones morales de algunos doctores, impiden que los colombianos accedan con
facilidad a este derecho.

¿Quiénes se pueden aplicar la eutanasia?

 Los enfermos mayores de edad en fase terminal definidos así con los criterios
clínicos y pronósticos de este protocolo que soliciten la aplicación del
procedimiento.
 Enfermos en fase terminal con patologías oncológicas y no oncológicas.
 Enfermos con capacidad de decisión que lo expresen de manera verbal o escrita.

Serán excluidos del tratamiento los adultos con trastornos psiquiátricos confirmados por
especialista y tampoco se aplicará para voluntades anticipadas.

Requisitos del derecho a morir dignamente


1. Condición médica: Es necesario determinar la naturaleza de la enfermedad
(paciente terminal) y la condición médica del solicitante con la cual se establecerá en qué
momento se esperaría la muerte si la de eutanasia no se lleva a cabo.

2. Evaluación del sufrimiento: Luego de establecer la naturaleza, se determinará si el


sufrimiento es intolerable y si hay o no perspectiva de mejora. En esta valoración se reúne
la percepción del médico tratante y la expresión del solicitante, teniendo esta última mayor
prelación.

3. Inexistencia de alternativas de tratamiento o cuidado razonables: Se requiere que


la condición médica del paciente no tenga opciones de mejoría y no existan alternativas
de cuidado o tratamiento razonables. Así mismo, se debe indicar cuáles terapias médicas
ha recibido (manejo del sufrimiento, el dolor y los cuidados paliativos).

EUTANASIA EN COLOMBIA: VIVIR O MORIR CON DIGNIDAD


Si bien la Eutanasia es un tema con muchos aspectos que se pueden abarcar, no se desea
polemizar sobre alguno en especial sino mostrar el punto de vista de la familia y el doliente
que sufre de alguna enfermedad terminal y lo poco que se ha avanzado a nivel legislativo
respecto al tema; y me referiré a doliente para describir a la persona que sufre o padece de
alguna enfermedad o malestar que no tiene cura sino solo un dolor muy intenso.
En este momento comparto un caso, que me llevo a cuestionarme sobre el tema y a querer
seguir una ruta en el caso, de que, en algún momento de lucidez, ella hubiera decido optar
por la decisión de que le practicaran la eutanasia. Tiene 96 años y padece hace mucho
tiempo cáncer en la piel, que con el transcurrir del tiempo ha hecho metástasis en el
estómago, formando una gran masa que aunque es indolora, de acuerdo al parte médico,
cada vez más le inhibe el apetito y va cerrando poco a poco la cavidad estomacal,
dificultando la ingesta de alimentos y dándole un aspecto famélico que empeora con los
días; esto sumado, a los múltiples padecimientos propios de la edad (dolencias físicas,
regresiones a etapas infantiles, demencia senil entre otras cosas).
Por otra parte, noto con preocupación poco a poco el desgaste físico y emocional al que se
ve sometido el cuidador, con las largas jornadas de vigilia en las noches que ya se ha vuelto
diarias, las demandas de cuidados especiales en el día y además la queja profunda de la
doliente de estar cansada, sumada a la petición reiterada, clamando la misericordia de Dios
de que le permita fallecer; lo cual aumenta la angustia y preocupación no solo en las
personas cercanas al doliente sino en toda la familia.
Este momento anticipatorio prepara a la familia a afrontar la muerte de una forma distinta a
lo que sucede cuando es una muerte inesperada o por suicidio, haciendo referencia al
hecho, de que no es que no se sienta el mismo dolor, sino que posibilidad de poder
anticipar o predecir el fallecimiento propio o de un familiar hace que la actitud sea diferente,
porque toman la muerte como una alternativa de descanso (como una forma de que pare el
sufrimiento) ante el padecimiento o dolor intenso. De igual forma, permite la preparación de
los diferentes actores a nivel emocional, económico, legal donde cada miembro asume un
rol que ayuda a reorganizar a la familia en general antes y después de la muerte.
Lo importante en este momento es garantizar una condición digna de vida del doliente, que
desde las posibilidades humanas se hace mínima; cuando el dolor toma por completo a la
persona y los tratamientos paliativos se vuelven ineficaces. Entonces surge la duda, ¿Qué
hacer ante una persona que clama a viva voz la piedad de Dios ante el dolor intenso que lo
consume diariamente? Si desde nuestra humanidad es poco lo que se puede hacer y no
todo se resuelve con una pastilla.
Cuando por medios propios no se puede resolver esta incertidumbre es válido acudir a
cualquier estamento, desde lo espiritual hasta lo médico legal; lo cual no aplica para este
caso en particular ya que no existe en familia, ni en la propia doliente el deseo o voluntad de
esta práctica; y es aquí donde nos tropezamos con los obstáculos de un sistema legal un
poco atrasado que ante los cambios y avances de la época actual no tiene aún una
respuesta exacta a este problema. Pero más allá de cuestionar, la intención real es mirar
desde ejercicio práctico que tan accesible es este mecanismo para las personas del común.
Para empezar revisando lo que establece la ley (sentencia T-970 de 2014)[1], derivada de
la sentencia C-239/1997 existen 3 requisitos fundamentales sobre los cuales se puede dar
inicio al estudio de caso de una persona que solicita una muerte digna:

1. Básicamente que el paciente tenga una enfermedad en estado terminal que le


produzca intenso dolor y sufrimiento el cual no se puede aliviar de otra manera.

2. Que otro médico u otros médicos hayan examinado al paciente y hayan llegado al
mismo dictamen. El médico tratante le entregará la información al comité
científico, que decidirá si se cumplen las condiciones para que se continúe con el
proceso. Este comité conformado por un médico especialista,un abogado y
un psiquiatra o psicólogo clínico deben tenerlo todos los hospitales.
3. Que el paciente lo haya pedido de una manera consciente, y que él como médico
acepte ayudarle.[2]

En este primer requisito no aplica en el caso, ya que, si bien existe un estado terminal, no
hay un dolor intenso que no se pueda aliviar de otra manera y en el tercer requerimiento
tampoco se aplicaría porque la doliente no ha solicitado la eutanasia, ni posee la facultad
mental (por su condición de demencia senil) para decidir por sí misma.
Luego me remito a los antecedentes de los casos presentados por los cuales se reglamenta
y ejecuta la eutanasia en Colombia y me encuentro con el caso de la Sra. Julia (seudónimo),
la cual muere durante el proceso de la tutela y se declara esta como carente actual de objeto
por daño consumado (es decir, fallece antes de poder resarcirse el derecho vulnerado) y el
primer caso consumado del Sr Ovidio González, padre del famoso Caricaturista Matador de
la revista Semana (el cual utilizo todas los medios legales y periodísticos, para que después
de la suspensión de un primer intento, pudiese lograr el procedimiento).
De igual forma, de acuerdo a los argumentos de los participantes en la formulación de la
sentencia T-970 de 2014(Universidad del Rosario, U. de los Andes, U. Javeriana,
Superintendencia Nacional de Salud, U. Del Valle, Academia de Medicina, Fundación Pro
Derecho a Morir Dignamente, entre otras); específicamente cito el texto de la Fundación Pro
Derecho a Morir Dignamente que detalla la opinión de muchas de las instituciones
participantes: “No tenemos información de que exista, en las sociedades científicas ni en
las instituciones asistenciales u otro prestador de servicios de salud, un protocolo médico
ni un estándar similar relativo a los detalles técnicos del acto eutanásico, aunque por su
preparación científica es de suponerse que el médico conoce los medicamentos capaces de
producir sedación profunda e hipnosis, así como interrupción rápida de la actividad
cardiaca”[3].
Para concluir, el vivir dignamente durante una enfermedad terminal está ligado al nivel de
sufrimiento e intenso dolor que causa cada padecimiento y a las diferentes estrategias con
las que cuenta la familia y el doliente para tratar de forma paliativa su enfermedad. El estado
debe garantizar que este derecho no se vulnere, aunque no se cuente con las leyes y
protocolos necesarios para que la eutanasia se lleve a cabo.
En las familias que acompañan a pacientes con enfermedades terminales se presenta un
duelo anticipado que se va elaborando desde la noticia de la enfermedad y la posibilidad de
un inminente fallecimiento, hasta la muerte real.
Como familia, nos corresponde acompañar, asistir y apoyar la batalla que enfrenta una
persona con enfermedad terminal, lo cual es fundamental en la minimización del proceso de
culpabilidad que se presenta luego de la muerte sea por exceso u omisión, es un deber
moral de asistir a un enfermo y además un compromiso de amor con aquel que necesita
nuestro cuidado y que entrego en algún momento parte de sí mismo para cuidarnos
también.
El vivir o morir dignamente depende de muchos actores no solamente de la decisión del
doliente… que solo clama para que cese el dolor del cuerpo y del alma.

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