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Aborto y “existencia legal” de la persona

Hernán Corral Talciani

Uno de los puntos fundamentales sobre los que gira el debate sobre la
despenalización o, mejor dicho, legalización del aborto en Chile es la del estatus
jurídico del concebido. La cuestión consiste en si éste es persona, y por tanto sujeto
de dignidad y derechos, o más bien un ente biológico, una masa de células, una
cosa que, aunque valiosa por la potencialidad que entraña, no es titular de
derechos.

Para negar la calidad de persona se suelen citar las disposiciones del Código Civil
que regulan la “existencia legal” de las personas naturales. Se arguye sobre la base
del art. 74 que dispone que “la existencia legal de toda persona principia al nacer”.
De aquí se concluye que la persona, para el Derecho, comienza con el nacimiento,
no con la concepción ni con la gestación.

Es efectivo que los viejos tratados y manuales pueden llevar a pensar en que ésta
es una lectura correcta de las disposiciones del Código Civil, aunque todos ellos
utilizan el vocablo “persona” en un sentido restringido de ser capaz de adquirir
derechos patrimoniales.

Pero cuando el concepto de persona adquiere un significado más amplio e integral


y designa al ser humano en cuanto depositario de una incondicionada dignidad y
de unos universales derechos que se dicen “humanos”, las disposiciones del
Código Civil deben ser objeto de una revisión interpretativa. Y, la verdad sea
dicha, se prestan perfectamente a una lectura personalista propiciada desde la
Convención Americana de Derechos Humanos, según la cual todo ser humano
tiene derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica (arts. 3 y 1.2).

Para determinar el estatuto jurídico del concebido el precepto clave del Código
Civil no es el art. 74, sino el art. 55. Este último precepto contiene la definición de
persona natural para la ley civil, y que reza: “Son personas todos los individuos de
la especie humana”. La norma agrega que este reconocimiento debe hacerse sin
distinción ni discriminaciones: “cualquiera que sea su edad [desarrollo
cronológico], sexo, estirpe o condición”. Si, como la biología y la genética han
demostrado, desde que el espermio fecunda al óvulo hay ya un individuo que
pertenece a la especie humana, entonces no cabe duda de que para la ley civil
chilena esa criatura es persona. Por ello, la ley, incluso modificada recientemente,
no tiene dudas en calificar de “hijo” al individuo que está por nacer, como puede
verse en los arts. 181 y 243 inc. 2º.

Congruente con este reconocimiento, la disposición del art. 75 del Código Civil
ordena proteger la vida y la salud del ser humano desde que se le concibe,
empleando la frase, traducción de la categoría latina denasciturus, de “el que está
por nacer”, es decir, el que está en un proceso de desarrollo que le llevará a nacer.
Nótese que la expresión supone la personalidad: no se trata de “algo”, de “lo” que
está por nacer, sino de un “alguien”, de “el” sujeto que está por nacer. Señala el
artículo que “La ley protege la vida del que está por nacer” y luego dispone “El
juez, en consecuencia, tomará, a petición de cualquiera persona o de oficio, todas
las providencias que le parezcan convenientes para proteger la existencia del no
nacido siempre que crea que de algún modo peligra”.

Pues bien, ¿qué ha querido significar el Código Civil cuando en el art. 74 establece
que la existencia legal de la persona principia al nacer? Hay que destacar que el
precepto emplea cuidadosamente los términos y no dice –como a veces se cree–
que la persona principie al nacer. Más bien, supone que la persona existe desde
antes, desde que está por nacer, esto es, de la concepción o fecundación. Pero esa
persona, ya presente como tal, sólo adquiere “existencia legal” con el nacimiento.
La cuestión, por tanto, se reduce a descubrir a qué se refiere el legislador con esta
expresión: “existencia legal”; la respuesta se revela al examinar el art. 77, según el
cual “Los derechos que se deferirían a la criatura que está en el vientre materno, si
hubiese nacido y viviese, estarán suspensos hasta que el nacimiento se efectúe. Y si
el nacimiento constituye un principio de existencia [legal], entrará el recién nacido
en el goce de dichos derechos, como si hubiese existido al tiempo en que se
defirieron…”. Vemos que la noción técnica de “existencia legal” se refiere a la
capacidad para adquirir y consolidar derechos patrimoniales (por ejemplo, una
herencia, una donación, la indemnización por un seguro de vida, una renta
vitalicia). Para adquirir en forma definitiva estos derechos, la ley exige que el
concebido llegue a nacer. Si muere antes, el mismo art. 77, en su parte final,
dispone que “pasarán estos derechos a otras personas, como si la criatura no
hubiese jamás existido”. Esta disposición evita que se abran disputas sobre cuándo
se produjo la muerte del no nacido y quiénes serían sus herederos. La ley, al
verificar que el concebido ya no podrá gozar de derechos patrimoniales, establece
la ficción de que no ha existido. Pero esta ficción se limita a los derechos
patrimoniales, porque su existencia como persona no puede ser ignorada ni
siquiera retroactivamente. De allí que la Ley de Registro Civil señale expresamente
la necesidad de otorgar autorización para sepultar a la criatura que no ha llegado a
nacer (art. 49 inc. 2º).

En suma, para el Código Civil la persona comienza con la concepción. Desde allí se
protege la vida y la salud del ser humano. El nacimiento determina sólo la
consolidación y firmeza de la capacidad para adquirir derechos patrimoniales
(“existencia legal”)

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