El crítico alemán, profesor de la Universidad de California, estuvo en Caracas en un
ciclo de actividades coordinadas y propuestas por Proyecto Inventoria. En principio, debo aclarar que la actividad central fue un seminario titulado “El archivo reconsiderado” y dictado en los espacios del Centro de Arte Los Galpones con patrocinio del Goethe Instituto. Tuve la oportunidad de compartir la experiencia y así vivimos dos tardes intensas cuyo programa partió de la noción del gran archivo (The Big Archive, es el título de su obra principal), es decir el archivo filosófico y científico del siglo XIX, un archivo metafísico. En seguida nos aproximarnos al (anti) archivo del montaje y collage dadaísta, un arte del archivo analítico, autocrítico y fragmentado, de principio del siglo XX, para el cual el archivo decimonónico era no obstante clave. Este arte modernista surge con la primera gran crisis histórica que no tardaría en causar el atasco de papel, reportes, letras, planillas que se experimentaría con la primera guerra mundial. Así desembocamos, grosso modo, en las operaciones archivísticas del arte contemporáneo y las necesidades de producción de nuevos presupuestos o fundamentos para archivos o condiciones de archivo cuyas aspiraciones artísticas coexisten con perspectivas políticas emancipatorias (aquí se habló de proyectos digitales y visuales en comunidades afectadas por la migración y la diáspora, entre otros). Sobre todo si consideramos que estas perspectivas actuales no tienen que ver más con el hecho de construir, colaborar con la imagen de un pasado dignificante sino, por el contrario, con la urgencia de producir un presente que remplace virtualmente, redimiendo muchas veces, a la realidad misma. Pues como Spieker indica desde el inicio de su libro: el archivo no simplemente nos reconecta a nosotros con lo que hemos perdido, más bien con lo que nunca hemos poseído. Fuimos entonces respetando, aparentemente, un orden cronológico. Spieker se interesa por el estudio diacrónico de la noción de archivo hallando allí los enigmas para el análisis de la actualidad misma. Así el crítico y profesor fue puntualizando la caracterización decimonónica del Archivo, realmente compleja en sus implicaciones, pues en el XIX emerge una enérgica confianza en un tipo de evidencia y registro, una forma de estudio en torno a la historia y la contingencia – el momento en curso, el flujo, que se investiga– cuya veracidad científica y metódica señalará un territorio otro, distinto al oficial o al establecido en primera instancia. Lo que separa entonces al archivo del XVIII del archivo del XIX, es que este dejó de ser depositario de títulos legales y pasó a ser el lugar donde los historiadores esperaban encontrar el sedimento del tiempo y hasta el tiempo perdido. El investigador decimonónico forzaba un desdoblamiento epistémico ocasionado por el poder de los datos, pero consecuente con la búsqueda del tiempo. Esto representó una ambición cognitiva por el orden de lo Real. Spieker titula el tercer capítulo de su libro “Freud’s Files” y lo dedica al análisis de la influencia total de este archivo del XIX en la elaboración del modelo freudiano de la psique. Pero aun cuando el marco teórico que trajo consigo Sven Spieker provoque, precisamente, esa tan sugestiva inmersión en la comprensión de la mentalidad occidental con que se inicia el siglo XX, y quedan abiertas las esclusas para la indagatoria, la valija del crítico inclinaba sus inquietudes por el arte contemporáneo con una fuerte actividad archivística. No necesariamente el arte que hace archivo, también el que opera estratégicamente partiendo de pulsiones o condiciones de producción vinculadas, de un lado, a bases, planos, imágenes, depósitos, del otro, a técnicas; acumulaciones donde se entrevé y se activa la instancia de los archivos. De hecho, The Big Archive tiene como preámbulo, antes de iniciar la disertación diacrónica, antes de la Introducción incluso, un análisis de una instalación de IIya Kabakov, artista ruso norteamericano, titulada “Sixteen Ropes” (1984). Con Spieker el presente está al principio de sus inquietudes y él mismo rehúye del título de historiador. Son muchos los artistas en cuestión, los que trabaja Spieker; y en Caracas, en el grupo multidisciplinario de los participantes, era notable la presencia de artistas conceptuales preguntándose por el impulso archivístico (Hal Foster, “An Archival Impulse”, otro texto en discusión) y los materiales recalcitrantes de este arte consciente de la retórica de la interactividad cuyos contenidos, según palabras del crítico norteamericano Hal Foster, se mantienen tan indeterminados como los contenidos de cualquier archivo. Estos artistas, aclara Foster, se sienten atraídos por proyectos incompletos en el arte y la historia por igual. Proyectos semieleborados que pueden constituir un punto de partida allí en lo que Foster llama una cuasi lógica archivística, una matriz de citas yuxtapuestas en una cuasi arquitectura, un complejo de textos y objetos (plataformas, sitios, kioskos). Asimismo, Spieker subrayaba textos como el del antropólogo Arjun Appadurai (Mumbai 1949) “Archive and Aspiration”, en torno al valor del archivo electrónico para la re-creación de lugares sociales en la memoria colectiva de grupos desplazados y profundamente afectados por los horrores de la historia: parefraseando, Appadurai indica cómo en esta era interactiva, los migrantes alfabetizados (haitianos, filipinos, surasiáticos, exsoviéticos en los bordes de la nueva y vieja Europa, casos que Appadurai precisa) han comenzado a explorar los espacios interactivos en los que discuten y consolidan las historias y los rastros de su propia memoria en los márgenes de unas más amplias y plausibles narrativas no controladas por lo estatal. Igualmente, a través de Dispesh Chakrabarty (historiador bengalí) –una importante referencia en este taller– se trajo a escena los pasados que se resisten a la historiografía oficial, pasados subalternos, archivos, hallados entre todos los sectores sociales, bien el elitista o el desposeído extremando los ejemplos. Archivos que son diferidos por los propósitos lógicos del historiador y que hoy día con sus exigencias al margen de la disciplina consolidada, modifican hondamente la percepción que podamos alcanzar de las narrativas comunes a las naciones. En fin, Sven Spieker también ofreció dos conferencias brillantes en este ciclo de actividades de Proyecto Inventoria. Y esta vez, ya sin el requerimiento de un taller, abiertas al público que se pudo acercar a Librería Lugar Común o a la Sala Cabrujas. Y no pudiera finalizar sin mencionar a sus integrantes los profesores universitarios Juan Cristóbal Castro y Lisa Blackmore y la artista Ángela Bonadies. Los tres moderaron la actividad, Juan Cristóbal Castro abrió presentando un conjunto de preocupaciones sobre el país y sus archivos institucionales, Lisa Blackmore presentó y expuso la obra de varios artistas venezolanos, y Ángela Bonadies nos aproximó a la dimensión visual-conceptual del tropos del archivo. Proyecto Inventoria busca: “establecer las bases para el desarrollo sostenido como colectivo y plataforma móvil y dinámica para la futura realización de otros eventos y actividades multi-disciplinarias relacionadas al archivo y su relevancia dentro del contexto local e internacional”. Después de Spieker, esperamos con entusiasmo sus actividades y una vía de comunicación que garantice el feedback de los interesados.