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El compromiso de María

En el pueblo judío era normal que los padres arreglen los matrimonios, y era su deber buscar
el mejor partido para sus hijos. Joaquín y Ana eran los padres de María y cumplieron fiel
mente esta tradición buscar un buen esposo para su hija. Ellos vivían en la ciudad de Galilea,
llamada Nazareth; ahí con la ayuda de familiares y amigos buscaron quien sería el hombre
correcto para ese compromiso, ahí es cuando conocen a un José, de la familia de David.
Hombre de fe y trabajador; su profesión es carpintero.
Es así que las familias siguiendo la tradición realizan el rito de los desposorios (compromiso),
el cual se realizaba un año antes de la boda propiamente dicha. La pareja comprometida se
consideraba ya marido y mujer; es por esto que el evangelista san Mateo los llama esposo y
esposa; y se esperaba que fueran mutuamente fieles durante ese año.

La Anunciación
:B:26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada
Nazaret, 27 a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre
llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María.
28 Llegó el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» 29
María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo.
30 Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. 31
Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. 32 Será grande
y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado
David; 33 gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.»
34 María entonces dijo al ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?» 35 Contestó el
ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra;
por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. 36 También tu parienta
Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya
en el sexto mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible.»
Dijo María: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.» Después la
dejó el ángel.
El Niño perdido y hallado en el Templo
:41 Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. 42 Cuando
Jesús cumplió los doce años, subió también con ellos a la fiesta, pues así había de ser. 43 Al
terminar los días de la fiesta regresaron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus
padres lo supieran.
44 Seguros de que estaba con la caravana de vuelta, caminaron todo un día. Después se
pusieron a buscarlo entre sus parientes y conocidos. 45 Como no lo encontraran, volvieron a
Jerusalén en su búsqueda. 46 Al tercer día lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los
maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. 47 Todos los que le oían
quedaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas.
48 Sus padres se emocionaron mucho al verlo; su madre le decía: «Hijo, ¿por qué nos has
hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos.» 49 El
les contestó: «¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que yo debo estar donde mi Padre?» 50
Pero ellos no comprendieron esta respuesta.
51 Jesús entonces regresó con ellos, llegando a Nazaret. Posteriormente siguió
obedeciéndoles. Su madre, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón.
:B:52 Mientras tanto, Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia, ante Dios y ante los
hombres.
Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre
A este misterio está unida la promesa formulada por Simeón cuando fue presentación de
Jesús en el templo :
Los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, este niño traerá a la gente de Israel caída o
resurrección. Será una señal de contradicción, mientras a ti misma una espada te atravesará
el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los pensamientos íntimos de los
hombres.»
Hoy Jesús está de nuevo todo él en sus brazos de su madre, como lo estaba en el portal de
Belén (cf. Lc 2, 16), durante la huida a Egipto (cf. Mt 2, 14); ahora vuelve a sus manos sin
vida y ella postrada ante el cuerpo de Jesús, se encadena a él en un abrazo total de dolor, de
susto, así como en esos primeros momentos. Es desgarradora esta imagen, pero demuestra
que la muerte no quiebra el amor. Porque el amor es más fuerte que la muerte. El amor puro
es perdurable.

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