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8.1.

- Introducción
"La topofilia es el sentimiento que experimenta el hombre por un lugar. Los puntos a
estudiar por el autor en este capítulo de “Topofilia y entorno” se centrarán en los
modelos de respuesta de los hombres ante el entorno; la relación entre la
epistemología de la topofilia y aspectos humanos como su estado de salud, la
sanguinidad o los tiempos pretéritos, y por último el impacto de la metrópolis a la hora
de estimar y ensalzar los ambientes bucólicos. Este capítulo quiere hacer hincapié en
lo que va más allá de la diverso y la fuerza intrínseca que se experimenta con el
sentimiento topofílico por parte del ser humano. Podríamos comenzar a apuntar que
el sentir interno y el objeto amatorio son uno solo, más Yi Fu Tuan cree conveniente
separar la topofilia del entorno para facilitar la explicación.

8.2.- Topofilia
La topofilia en su definición más amplia se puede decir que son todos aquellos
sentimientos que siente el hombre por un lugar, un territorio, por algo tangible a sus
ojos y a su tacto. No obstante, ese sentir son diferentes en función de factores como
la intensidad y fuerza con la que se ame el lugar, la sutileza y la forma de expresar
dicho amor. El autor americano de origen chino cree que la topofilia no es la sensación
más fuerte que puede tener el hombre, empero, puntualiza que si llega a ese extremo
de ser un amor intenso, si llega a ser el clímax de su sentir, es porque ese lugar, ese
territorio está lleno de vivencias, vicisitudes que marcan emocionalmente al hombre y
que por tanto tiene un simbolismo afectivo muy fuerte.

8.3.- Apreciación estética


El historiador Sir Kenneth Clark afirma de forma rotunda que el placer de la
observación es algo efímero cuando se refiere a que no se puede disfrutar de algo
estético durante demasiado tiempo. Por otra parte, aduce que si queremos apreciar
la beldad de una obra de arte durante más tiempo debemos hacer uso de la crítica
que sugiere una mayor contemplación del espacio con todos los sentidos de nuestro
cuerpo. Gracias a esto, según Clark, podemos ver la belleza de los detalles que
hubieran sido robados de nuestra memoria de no haber tenido la racionalidad de
involucrarnos visualmente con el entorno. Esta analogía puede ser llevada al paisaje,
claro está. Por fuerte que sea la visión de un paisaje, será nimia a no ser que lo
apreciemos por sus valores históricos o físicos (geológicos o genéticos). Los
sentimientos más intensos hacia la naturaleza viene asociado al asombro, a la visión
de algo no esperado. La beldad de lo tangible para nosotros se debe a que eso que
observamos es algo que no habíamos visto hasta el momento en el que nos
sorprendemos.
Podemos encontrar en las historias de los exploradores grandes ejemplos de amor
hacia un lugar. Por ejemplo, William McGovern creía que demasiada visión de un
paisaje resultaría finalmente algo monótono y rutinario, careciente de la
espectacularidad de la primera vez. MacGovern visitó el Tíbet y tras diversas
dificultades y hazañas. Para el académico valía más el desafío físico que la
observación del paisaje hasta que un día admiró lo que consideró el espectáculo más
bello que haya visto jamás. La observación del paisaje y su goce y disfrute tiene
variedades en función de la intensidad. Yi Fu Tuan pone otro ejemplo como es el del
turismo, que da pingues beneficios pero que no satisface el calado emocional hacia
un paisaje. A este respecto Yi Fu Tuan resulta algo contradictorio, pues si antes decía
que lo nuevo nos sorprende y que lo tenemos como una belleza ligada a la topofilia,
es paradójico que en este último párrafo se refiera al turismo de una forma peyorativa
topofílicamente. No obstante, el turista puede llevarse un sentimiento positivo y algo
afectivo al lugar por las personas y por lo vivido, el turista no tiene por qué tener una
ligazón con ese lugar, pero sí tener sentimientos hacia el lugar visitado, ergo, algo de
topofílico tiene la apreciación turística.

8.4.- Contacto físico


Los adultos han de aprender a volver a ser tan entusiastas con el medio como lo eran
los niños con juguetes nuevos para poder valorar la naturaleza en toda su esencia sin
disfraces, sin nada que les esclavice y poder tener sensaciones inauditas y que suelen
pasar desapercibidas como “el olor a heno, la bosta de los caballos, la tibieza del
suelo, el calor del sol…”. Las ciudades tienen un arraigo natural con la misma, pero
tienen una lejanía con la naturaleza viva, la tierra cultivada, las ciudades son espacios
antropizados alejados del ambiente rural.
Por otro lado existe un apegue al un espacio bucólico por parte de los pobladores del
mundo rural. El agricultor tiene metido su trabajo en las venas, vive para ello, y para
él eso es la beldad del mundo porque viste su propia esencia imbricada. La topofilia
del hombre de campo aumenta cuando intima con la tierra, tierra que le da un pasado,
le da dependencia emocional y racional, es su esperanza. Para algunos, como Robert
Coles la tierra es parte de él mismo como lo pueden ser las articulaciones de mismo
cuerpo. “La tierra rige mi vida y mi ánimo”, es una frase que dice mucho del
sentimiento de dependencia y amor hacia un lugar. El que trabaja como agricultor no
ve en el paisaje natural un cuadro lleno de belleza, pero en el subconsciente puede
tener esa apreciación sin darse cuenta.
Sin embargo, Yi Fu Tuan entiende que el sentimiento topofílico de los campesinos es
diferente según su riqueza. Por una parte, los jornaleros tienen una relación de amor-
odio por la escasa recompensa que adquiere de la tierra. Lo único venerable es su
esfuerzo para dejar la huella sobre la tierra. Por su parte, el granjero, dueño de una
pequeña porción de tierra que le autoabastece es más condescendiente con la tierra
que el jornalero que tenía esa ambivalencia paradójica de sentimientos. Por último, el
gran propietario no siente más que orgullo al tener el poder de transformar a su
manera la naturaleza. Empero, conviene aclarar que el sentimiento fraternal hacia la
tierra puede venir incluso tras haber sufrido una catástrofe natural. El autor de la
escuela de la Geografía Humanística evoca un ejemplo de un hombre en medio de la
aridez de su finca, el cual sabía que podía estar mejor, pero que quería quedarse allí
mismo porque amaba la tierra en la que había estado viviendo toda su vida, en lo que
supone un paradigma sentimental intrínseco del propio ser humano y sus valores más
subjetivos.
Para ser lo que quiere ser, el hombre ha de valorar en la justa medida subjetiva el
mundo donde vive. Poco se sabe, según Yi Fu Tuan de la actitud del campesino hacia
la naturaleza, existe mucho escrito sobre ello, pero lo que no hay son escritos de
personas que hayan podido tener la oportunidad de trabajar la tierra con sus propias
manos y que después lo hayan expresado con palabras escritas o con una literatura
capaz de expresar los sentimientos de amor hacia su tierra.

8.5.- Salud y topofilia


Yi Fu Tuan expresa el sentimiento de imbricación con el mundo al que se adora como
una sensación de bienestar físico que desborda al que lo siente. Incluso el sentimiento
topofílico tiene algo de litúrgico, literario, poético incluso si se quiere y así lo expresa
Thomas Traherne, poeta del siglo XVII al el autor chino-americano cita: “Nunca
gozarás cabalmente del mundo sino hasta que el mar corra por tus venas, lleves al
cielo por vestido y por corona, las estrellas”. El texto sigue manteniendo un alto nivel
de solidaridad sentimental y va más allá inclusive al ensalzar sentimientos como el
del hombre que desborda de buena salud en un buen día y que se siente, como dice
el autor, “el universo mismo”. Según el estado de ánimo se tendrá una visión más
positiva o negativa del lugar. Que el ser humano pueda llegar a sentirse como si fuera
el mismo universo le da una dimensión al sentimiento topofílico que pocas veces es
ha manifestado en la ciencia geográfica de una manera tan romántica y a veces,
incluso bisoña debido al carácter científico que impregna a la Geografía.

8.6.- Familiaridad y vínculo


El apego familiar hacia un lugar origina sentimientos contrapuestos: afecto o
desprecio. Yi Fu Tuan vuelve a exhibir metafóricamente lo que pretende convertir en
ejemplo de topofilia al decir que las pertenencias de los seres humanos son un rasgo
que define la personalidad de cada uno, y que cuando se carece de tales
pertenencias, el valor del hombre mengua.
Por otra parte el autor comienza a hablar del vínculo hacia el hogar donde ha pasado
su vida. Si el individuo es cercenado de su tierra natal le es arrancado de cuajo esa
pertenencia, ese halo material que exponía en el ejemplo anterior. De esta forma, las
personas de la tercera edad que llevan muchas décadas viviendo en un lugar son
incapaces de abandonar un lugar concreto para irse a otro nuevo por el simbolismo y
el significado que tiene para ellos el vecindario donde han compartido y vivido todas
sus experiencias. Y es que es el pasado, lo vivido en tiempos pretéritos el elemento
que alimenta al amor a la tierra. Para poner en la cúspide la pasión por la patria, la
historia se hace tangible en monumentos que están en el paisaje. Sin embargo, los
pueblos analfabetos, sin un sentido de la historia por falta de ésta son también
capaces de tener un sentimiento vivaz por su lugar de nacimiento porque es donde
se han criado y han visto por primera vez la luz del día. Esta afirmación interpretada
del texto del autor chino-americano no es tan acertada, pues los seres humanos,
incluso en tribus alejadas de las tecnologías siempre tiene una historia, una
trayectoria historicista, siempre la tienen, no con escritos, sino con testimonios orales.
Siempre hay historia tras el lugar.
El amor por la patria es algo dominante que aparece en los mitos totémicos. Según
Yi Fu Tuan, el amor por el terruño donde uno ha nacido tiene, como bien apuntaba
antes, una gran componente histórica, pues esa tierra es la obra de los antepasados.

8.7.- Patriotismo
El patriotismo como sentimiento no ha estado vinculado especialmente a una comarca
concreta, lo evoca el orgullo, poder y símbolos como las banderas. Según el autor, el
Estado actual es vasto como para inspirar el amor que nace de la experiencia de cada
persona y del conocimiento concreto de un lugar. Antaño el sentimiento patriótico era
algo local. Los griegos no sentían patriotismo hacia todo el Estado, sino sólo a algunos
núcleos poblacionales. Al Estado actual, al ser amplio y con límites, es complejo sentir
ese espacio. Yi Fu Tuan ejemplariza el caso de los campesinos de la Rusia zarista
del siglo XIX, quienes no sabían que pertenecían a la sociedad rusa, unidos por una
cultura común. Otros casos no mencionados en el texto pero con diferentes matices
son los pueblos del Cáucaso en Georgia, gran parte del año incomunicado que
pertenecen a la república georgiana pero que no comparten la cultura, ni el idioma de
tal Estado. Algo similar ocurre en las montañas del Alto Atlas marroquí que hablan
otros idiomas y tienen otra idiosincrasia y sienten el amor y sentimiento hacia su tierra
concreta, no hacia el conjunto de la nación.
Para el autor chino-americano hay dos tipos de patriotismo, el local y el imperial. El
primero se trata de una experiencia muy íntima de un lugar en la fragilidad de lo que
se considera bueno. El patriotismo imperial, por el contrario, es alimentado por el
egoísmo y el orgullo de colectivos. Este sentimiento no es algo que esté relacionado
con la Geografía. El nacionalismo no está vinculado a la topofilia. Se puede aceptar
a personas de fuera de ese entorno. El nacionalismo no es lo mismo que una nación,
el nacionalismo está dirigido políticamente por las personas que utilizan el concepto
de topofilia para tergiversarlo y utilizarlo a su antojo.
La topofilia no es tal en un territorio extenso, por el contrario, la topofilia necesita estar
encajada en un tamaño reducido por la capacidad del hombre de sentir ese amor a la
tierra a lo estrictamente conocido y experimentado, a lo vivido. Un pueblo tiene una
identidad geográfica si ésta constituye una unidad natural. El sentimiento de amor
hacia un lugar no se puede extender al vasto territorio de un Estado o un Imperio ya
que en muchas ocasiones ese Estado es un conglomerado de pueblos heterogéneos
forzados a estar unidos. El geógrafo se pregunta si el Imperio o el Estado son
demasiado grandes para sentir la topofilia, ¿no sería contradictorio que después de
todo sea el propio planeta el que inspire el lazo afectivo?

8.8.- Urbanización y actitud hacia el campo.


La fidelidad al hogar, a la urbe, a un país es un sentimiento con mucho poder, ya que
para defenderlo se llega a la guerra. Por el contrario el campo muestra sentimientos
matizados. Entender este tipo de topofilia requiere tener un valor natural de su
antítesis para definirlo. Una vez que las sociedades alcanzaron un nivel artificial y
complejo, las personas cada vez más apreciaron la simplicidad del ambiente bucólico.
Los sentimientos de lo bucólico aparece sólo a partir de la creación de las grandes
ciudades, cuando la vida política y burocrática es tan compleja que la paz de lo rural
ejerce un nodo de atracción. Se trata para Yi Fu Tuan de un “sentimiento romántico”,
lejos de una comprensión real de la naturaleza, pero también tiene una dosis de
melancolía, para vivir de forma indolente.
Tras ese avistamiento romántico del mundo rural se encuentra la ostentación de la
urbe. En Europa se prefirió el campo antes que la ciudad y se ilustró en tres períodos:
el helenista en Grecia, el romano de Augusto y el del Romanticismo moderno. Los
atenienses tuvieron nostalgia de la sencillez del mundo rural. Fue imperioso que
apareciesen las grandes ciudades de la era alejandrina para que se produjera el
rechazo hacia la modernidad urbana y el aprecio, por el contrario, de lo rural. El afecto
por lo rural fue un tópico litúrgico que tenía como resultado la construcción de
ostentosas propiedades campestres. En el siglo XIX la imagen bucólica de los pueblos
felices fue un símbolo de lo que una nación aspiraba.

8.9.- El yermo
El campo es lo contrario a la ciudad, independientemente de las condiciones de vida
de ambos ambientes. Diversos expertos ven la dicotomía rural-urbano algo elemental.
El campo es un mundo intermedio ideal del ser humano que se enfrenta al extremo
opuesto de ciudad como algo yermo. Las sagradas escrituras hablan de yermo como
algo baldío, lo cual evoca imágenes paradójicas, por una parte un espacio desolado
y por otro como un lugar para refugiarse y contemplar.
El movimiento hacia la naturaleza no se extendió al ideal agrícola, los ideales son en
algunos aspectos incompatibles ya que es la expansión del mundo rural más que la
expansión de la urbe, lo que amenaza de forma más inminente a la naturaleza más
silvestre. Raro es la vez que las personas logran captar la inercia irónica de preservar
el espacio virgen. El yermo no puede conceptualizarse de forma neutral ya que es
una descripción de la misma naturaleza. Al hablar de preservar o proteger tierras
vírgenes, el concepto ya ha perdido su significado. Actualmente la “naturaleza
silvestre” es un emblema de la organización de la naturaleza. La verdad de la
naturaleza salvaje es que sólo se encuentra en las grandes metrópolis que
tienen un crecimiento descontrolado".

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