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A propésito de El sonido y la furia. La temporalidad en Faulkner Jean Paul Sartre son las singularidades de la técnica. ;Por qué Faulkner ha roto el tiempo de su narracién y revuelto sus trozos? Por qué la primera ventana a este mundo novelesco es la conciencia de un idiota? El lector siente la tentacién de buscar puntos de referencia y restablecer por si mismo la cronologia: “Jason y Caroline Compson tuvieron tres hijos y una hija. La hija, Caddy, se entregé a Dalton Ames, quien la embarazé; obligada a buscar r4pidamente un marido...” Aqui el lector se detiene, pues se da cuenta de que el autor relata otra historia: Faulkner no ha concebido desde luego esta intriga ordenada para bajarla en seguida como un juego de naipes; no podia relatar las cosas sino como lo ha hecho. En la novela clasica la accién implica un nudo: es el asesinato del padre Karamazov 0 el encuentro de Edouard y Bernard en Les faux-monnayeurs. Se buscaria initilmente ese nudo en El sonido y la furia. {Es la castracién de Benjy? {La aventura amorosa y miserable de Caddy? {El suicidio de Quentin? {E] odio de Jason a su sobrina? Cada episodio, tan luego como se lo mira, se abre y deja ver tras si otros episodios, todos los otros episodios. Nada sucede, la narracién no se desarrolla: se la descubre bajo cada palabra como una presencia embarazosa y obscena, més o menos condensada segiin el caso. Se haria mal en considerar esas anomalias como ejercicios gratuitos de virtuosismo; una técnica novelesca nos remite siempre a la metafisica del novelista. La tarea del critico consiste en descubrir ésta antes de juzgar aquélla. Ahora bien, salta a la vista que la metafisica de Faulkner es una metafisica del tiempo. La desdicha del hombre consiste en que es temporal. “Un hombre es la su- ma de sus propias desdichas, Se podria pensar que la desdicha terminaré un dia cansdndose, pero entonces es el tiempo el que se convierte en vuestra desdicha”.' Tal es el verdadero tema de la novela. Y sila técnica que adopta Faulkner parece al principio una negacién de la temporalidad es porque C uando se lee El sonido y la furia, lo primero que lama la atencién ‘ William Faulkner, El sonido y /a furia, p. 110. 137 confundimos la temporalidad con la cronologia. Es el hombre quien ha inventado las fechas y los relojes: “El hecho de preguntarse constantemente cual puede ser la posicién de las agujas mecdnicas en un cuadrante arbitrario (es) sefial de funcion intelectual. Excremento como el sudor”.’ Para llegar al tiempo real hay que abandonar esta medida inventada que no es medida de nada: “El tiempo sigue muerto mientras lo roe el tic tac de las ruedecillas. Sé6lo cuando el péndulo se detiene vuelve a vivir el tiempo”? El gesto de Quentin, quien rompe su reloj, tiene, por lo tanto, un valor simbélico: nos hace consentir en el tiempo sin reloj. Tampoco tiene reloj el tiempo de Benjy, el idiota que no sabe leer la hora. Lo que se descubre entonces es el presente. No el limite ideal cuyo lugar esta marcado prudentemente entre el pasado y el porvenir: el presente de Faulkner es catastréfico por esencia; es el acontecimiento que se lanza so- bre nosotros como un ladrén, enorme, impensable; que se lanza sobre no- sotros y desaparece. Mas allé de ese presente no hay nada, pues no existe el porvenir. El presente surge no se sabe de dénde, expulsando a otro presente; es una suma que vuelve a empezar perpetuamente. “Y... y... y luego”. Como Dos Passos, pero mucho més discretamente, Faulkner hace de su relato una adicién: las acciones mismas, cuando son vistas por quienes las realizan, al penetrar en el presente estallan y se desparraman: Me he dirigido hacia la eémoda y he tomado el reloj siempre al revés. He roto el vidrio contra el éngulo de la cémoda y recogido los fragmentos en la mano y los he colocado en el ce- nicero y, después de quebrar Ins agujas Ins he arrancado y las he puesto tambien en el cenicero, Pero el tic tac continuaba. La otra caracteristica de este presente es la depresién. Empleo esta palabra a falta de otra mejor, para sefialar una especie de movimiento inmévil de este monstruo informe. En Faulkner nunca hay progresién, nada que venga del porvenir. El presente no ha sido al principio una posibilidad futura, como cuando mi amigo aparece por fin después de haber sido el que yo espero. No: estar presente es aparecer sin motivo y hundirse. Esta depresion no es una manera de ver abstracta: es en las cosas mismas donde Faulkner Ja percibe y trata de hacerla sentir: * Faulkner, op. cit.. p. 84. Ibid., p. 92. * Bbid., p. 87. 138 El tren describié una curva. La maquina jadeaba a golpecitos potentes, y asi fue como desaparecieron, suavemente envueltos en ese aire de miseria, de paciencia fuera de tiempo, de serenidad estatica...” Y¥ también: Bajo la depresién del Coghei, los cascos, claros y répidos como los movimientos de una bordadora, disminuian sin progresar, como alguien que en el escenario de un teatro es atraido répidamente hacia los bastidores.* Parece que Faulkner discierne, en el corazén mismo de las cosas, una rapidez helada; le rozan chorros coagulados que palidecen, retroceden y se adelgazan sin moverse. Sin embargo, esta inmovilidad furtiva e impensable puede ser detenida y pensada. Quentin puede decir: “He roto mi reloj”. Sélo que cuando lo diga su gesto habré pasado. El pasado se nombra, se relata, se deja —en cierta me- dida— fijar por conceptos o reconocer por el corazon. Ya observamos, a propésito de Sartoris, que Faulkner mostraba siempre los acontecimientos después de haberse realizado, En El sonido y la furia, todo se realiza entre bastidores: nada sucede, todo ha sucedido. Esto es lo que permite comprender Ja extraiia f6rmula de uno de los personajes: “Yo no soy, era”. También en este sentido Faulkner puede hacer del hombre un total sin porvenir: “suma de sus experiencias climaticas”, “suma de sus desdichas”, “suma de lo que se tiene”: a cada instante se obtiene un rasgo, pues el presente no es sino un rumor sin ley, un futuro pasado. Segin parece, puede compararse la visién del mundo de Faulkner con la de un hombre sentado en un automévil descubierto y que mira hacia atrés. A cada instante surgen a su derecha y a su izquierda sombras informes, espejeos, temblores tamizados, confetis de luz, que no se convierten en arboles, hombres y coches sino un poco después con la retrocesién. El pasado gana con ello una especie de superrealidad: sus contornos son duros y claros, inmutables; el presente, innombrable y fugitivo, se defiende mal contra él; estd leno de agujeros y por esos agujeros le invaden las cosas pasadas, fijas, inméviles, silenciosas ‘como jueces 0 como miradas. Los monélogos de Faulkner recuerdan los viajes en avidn, llenos de agujeros de aire; en cada agujero la conciencia del personaje “cae en el pasado” y se levanta para volver a caer. El presente no existe, deviene, todo era. En Sartoris el pasado se llamaba “las historias”, ). 120. Say yo quien subrayo. 139

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