do lejano o pasado sino, al mismo tiempo, en un mundo me jor, donde los hombres tampoco disponen de lo que necesi tan, tal como ocurre en el m undo cotidiano, pero donde las cosas están libres de la servidumbre de ser útiles. El interior no solo es el universo sino también el estuche del hom bre privado. H abitar significa dejar huellas, y en el interior estas huellas quedan acentuadas. Se inventan canti dades de cobertores y protectores, fundas y estuches sobre los que se imprimen las huellas de los objetos de uso más cotidia no. En el interior también quedan grabadas las huellas de los que allí viven. Aparece la historia de detectives que rastrea es tas huellas. La Filosofía del mobiliario, así como sus novelas de detectives, hacen de Poe el primer fisonom ista del interior. Los criminales de las primeras novelas de detectives no son ni caballeros ni apaches, sino personas particulares y burguesas.
V. B a u d e l a ir e o la s c a l l e s d e Pa r ís
"Tout pour moi devient allégorie”.
B a u d e l a ir e , Le cygne
El genio de Baudelaire, que se nutre de la melancolía, es ale
górico. C on Baudelaire París se convierte por primera vez en objeto de la poesía lírica. Esta poesía no es arte regionalista, sino más bien la mirada del alegórico que se encuentra con la ciudad, la mirada del alienado. Es la mirada del fláneur, cuya forma de vida todavía baña la futura y desconsolada vida del hombre de la gran ciudad con una pátina de reconciliación. El fláneur está todavía en el umbral tanto de la gran ciudad como de la clase burguesa. Ninguna de las dos lo ha sometido aún. En ninguna de las dos está el fláneur en casa, sino que busca su asilo en la multitud. En Engels y Poe hallamos unas primeras contribuciones sobre la fisionomía de la m ultitud, que es el velo a través del cual la ciudad habitada se le aparece al fláneur como fantasmagoría. Allí, la ciudad es a veces pai saje, a veces habitación. Ambas cosas serán construidas por el centro comercial, que se aprovechará de la flánerie para la ven ta de mercancías. El centro comercial es la última comarca del fláneur. En el fláneur, la inteligentsia se dirige al mercado. Según dice, para observarlo, pero en verdad lo hace para encontrar un comprador. En esta fase intermedia, en que todavía tiene mecenas pero ya comienza a familiarizarse con el mercado, aparece como bohéme. La indefinición de su posición econó mica corresponde a la indefinición de su función política, que se expresa de la forma más evidente en el caso de los conspi radores de profesión, quienes pertenecen en su totalidad a la bohéme. Su primer campo de trabajo es la armada, más tarde será la pequeña burguesía, a veces el proletariado. Pero esta clase ve a sus oponentes en los verdaderos líderes de este últi mo. El manifiesto comunista representa el fin de su existencia política. La poesía de Baudelaire saca su fuerza del pathos re belde de esta clase, pasándose al bando de los asocíales. Su único intercambio sexual es con la prostituta.
“Facilis descensus Averno”.
V ir g i l i o , Eneida
Lo extraordinario en la poesía de Baudelaire es que las im á
genes de la mujer y de la muerte se entrelazan en una tercera, la de París. El París de sus poemas es una ciudad hundida, más bien bajo el mar que bajo la tierra. Los elementos crónicos de la ciudad - s u formación topográfica, la vieja cuenca abando nada del Sena- encontraron en Baudelaire una impronta. Pero lo decisivo en el “idilio mortuorio” de la ciudad en Baudelai- re es un sustrato social, moderno. Lo moderno es uno de los acentos principales de su poesía. Con el spleen parte en dos el ideal (“Spleen et idéal”). Pero es precisamente la modernidad la que cita la protohistoria. Esto ocurre a través de la am bi güedad propia de la situación social y del producto de esta época. La ambigüedad es la aparición en imagen de la dialéc tica, la ley de la dialéctica detenida. Esta detención es utopía; de ahí que la imagen dialéctica sea imagen onírica. Una ima gen semejante presenta la mercancía como tal: como fetiche. Una imagen semejante presentan los pasajes, que son tanto casa como calle. Una imagen semejante presenta la prostituta, que es vendedora y mercancía al mismo tiempo.
“Je voyage pour connaitre ma géographie” .
Aitfzeichnungen eines Irren. (M a r c e l R é ja , L’a rt chez lesfous, París, 1907, p. 131).
El último poema de Les fleurs du mal. “Le voyage” . “O Mort,
vieux capitaine, il est temps! levons l’ancre!” . El último viaje del fláneur. la muerte. Su meta: lo nuevo. “Au fond de l’Inconnu pour trouver du Nouveau!” . Lo nuevo es una cua lidad independiente del valor de uso de la mercancía. Es el origen de la apariencia, que es inalienable a las imágenes pro ducidas por el inconsciente colectivo. Es la quintaesencia de la falsa conciencia, cuya agente incansable es la moda. Esta apariencia de lo nuevo se refleja, como un espejo en otro es pejo, en la apariencia de lo siempre igual. El producto de esta reflexión es la fantasmagoría de la “historia de la cultura” don de la burguesía disfruta su falsa conciencia. El arte que em pieza a dudar de su tarea y deja de ser “inséparable de l’utilité” (Baudelaire) debe hacer de lo nuevo su valor principal. El ar- biter novarum rerum será para el arte el esnob, que es al arte lo que el dandi a la moda. Así como en el siglo xvn la alegoría se convierte en el canon de las imágenes dialécticas, en el si glo x ix lo será la nouveauté. Junto a los magasins de nouveau- tés aparecen diarios. La prensa organiza el mercado de los va lores espirituales, donde en un principio cotizan en alza. Los no conformistas se rebelan contra la entrega del arte al mer cado, se agolpan alrededor del estandarte del “l’art pour l’art” . De este lema surge la concepción de la obra de arte total, que intenta inmunizar al arte frente al desarrollo de la técnica. La solemnidad con que se celebra a sí misma es la contraparte de la distracción que glorifica a la mercancía. Ambas se abstraen de la existencia social del hombre. Baudelaire sucum be a la fascinación de Wagner.
VI. H a u s s m a n n o l a s b a r r ic a d a s
“Sigo el culto de lo bello, del bien, de las grandes cosas,
de la bella naturaleza que inspira al gran arte, cuando encanta el oído o cuando hechiza la mirada; Siento el amor de la primavera en flor: mujeres y rosas!I” Baró n H a u ssm a n n , Confession d ’un Lion devenu vieux
“El reino de las flores de la decoración,
el encanto del paisaje, de la construcción y todos los efectos de la escena se basan solo en la ley de la perspectiva, que basta”. F ranz B ó h l e , Theater-Katechismus, Munich, p. 74.
L1 ideal urbanístico de Haussmann consistía en las perspecti
vas de largas calles alienadas. Esto corresponde a la tendencia de ennoblecer las necesidades técnicas a través de objetivos artísticos, que se hace evidente durante el siglo xix. Los cen tros del dom inio m undano y espiritual de la burguesía, en gastados en el marco de las calles principales, encontrarán allí su apoteosis; las calles principales se cubrían con un paño an tes de estar terminadas y eran descubiertas com o los m onu mentos. La actividad de Haussmann se encuadra en el impe rialismo napoleónico, que favorece al capital financiero. París vive un apogeo de la especulación. El juego en la Bolsa pasa a ocupar el lugar que ocupaban las formas del juego de azar heredadas de la sociedad feudal. A las fantasmagorías del es pacio, a las que se entrega el fláneur, corresponden las fantas m agorías del tiem po, donde se abism a el jugador. El juego convierte el tiempo en una droga. Lafargue explica el juego com o réplica de los misterios de la coyuntura económica en miniatura. Las expropiaciones de H aussm ann inician las es peculaciones fraudulentas. La jurisprudencia de la Corte de casación, inspirada por la oposición burguesa y orleanista, in crementa el riesgo financiero de la haussmanización. Haussmann intenta sostener su dictadura poniendo a Pa rís bajo un régimen de excepción. En 1864, durante un dis curso ante la asamblea, expresa en palabras su odio contra la población desarraigada de la gran ciudad. Por sus emprendi- mientos, esta población se va incrementando cada vez más. El aumento de los precios de los alquileres empuja al proleta riado hacia los faubourgs. Los quartiers de París pierden así su fisionomía propia. Surge el ceinture rojo. Haussm ann se dio a sí mism o el nombre de “artiste démolisseur” . Se sentía lla m ado a una obra, hecho que subraya en sus memorias. Pero así aliena a los parisinos de su propia ciudad, que ya no se sienten allí en casa. Comienzan a tomar conciencia del carác ter inhumano de la gran ciudad. Paris, la obra monumental de Máxime D u Cam p, debe a esta toma de conciencia su sur gimiento. Las Jérémiades d ’un Haussmannisé le dan la forma de un lamento bíblico. El verdadero objetivo de los trabajos de H aussm ann era asegurar la ciudad contra las guerras civiles. Lo que quería era evitar para siempre que pudieran levantarse barricadas en París. C on esta misma intención, Luis Felipe había introdu cido el adoquinado de madera. Sin embargo, las barricadas jugaron un cierto rol en la revolución de Febrero. Engels ha bló de la táctica de las luchas de barricada. Y Haussmann que ría impedir estas tácticas de dos maneras: el ancho de las calles las haría imposibles, y nuevos trazos de calles debían crear el cam ino más corto entre los cuarteles y los barrios de trabajadores. Los contem poráneos llamaron al proyecto Tem bellissem nt stratégique” .
“Fais voir, en déjouant la ruse,
O république á ces pervers Ta grande face de Méduse Au milieu de rouges éclairs”. Chanson d ’ouvriers vers 1850 ( A d o l f S ta h r, Zwei Monate in París. Oldenburg, 1 8 5 1 . II, p. 199)
La barricada vuelve a resucitar en la C om un a, más fuerte y
mejor asegurada que nunca. Se extiende por los grandes bu levares, alcanza muchas veces la altura del primer piso y cubre las trincheras que están detrás de ella. Así como el Manifiesto comunista cierra la época de los conspiradores profesionales, la Com una supone el fin de la fantasmagoría que domina el primer período del proletariado. Con la Com una se destruye esa apariencia ilusoria según la cual sería tarea del proletaria do completar la obra de 1789 de la mano de la burguesía. Esta ilusión dom ina el período que va de 1831 a 1871, desde el levantamiento de Lyon hasta la Comuna. La burguesía nunca compartió esta idea errónea. Su lucha contra los derechos so ciales del proletariado comienza ya en la Gran Revolución y coincide con el m ovim iento filantrópico, que oculta esta lucha y que experimenta su más importante desarrollo duran te la época de Napoleón III. Es entonces cuando surge la obra m onum ental de esta tendencia: los Ouvriers européens de Le Play. Pero junto a la posición a cubierto de la filantropía, la burguesía recurrió más de una vez a la lucha de clases abierta. En 1831 reconoce en el Journal des Débats\ “Cada fabricante vive en su fábrica como un dueño de plantación entre sus es clavos” . La desgracia de los antiguos levantamientos de traba jadores reside en que no hay teoría de la revolución que les indique el camino, pero por otro lado, esto mismo es la con dición para la fuerza inmediata y para el entusiasmo con que emprenden la construcción de una nueva sociedad. Este en tusiasmo, que llega a su punto más alto en la Com una, gana por momentos para la clase trabajadora los mejores elementos de la burguesía, pero la lleva, finalmente, a sucumbir ante los peores de ellos. Rim baud y Courbet se declaran a favor de la Com una. El incendio de París es el digno cierre de la obra de destrucción de Haussmann.
“Mi buen padre había estado en París”.
K a r l s G u t z k o w , Briefe aus París, Leipzig, 1 8 4 2 , 1, p. 5 8 .
Balzac fue el primero en hablar de las ruinas de la burguesía.
Pero recién el surrealismo nos develó esas ruinas. El desarrollo de las fuerzas de producción echó por tierra los símbolos de deseo del siglo pasado antes de que se hubieran desmoronado los monumentos que lo representaban. Este desarrollo eman cipó en el siglo xix las formas de la construcción respecto del arte, así como en el siglo xvi las ciencias se emanciparon de la filosofía. La primera fue la arquitectura, que se convierte en construcción de ingeniería. Le sigue la reproducción de la na turaleza, que pasa a la fotografía. Las creaciones de la fantasía se preparan para hacerse prácticas y devenir la gráfica de la publicidad. La creación literaria se som ete al m ontaje en el folletín. Todos estos productos están dispuestos a entrar en el mercado como mercancía, pero dudan ante ese umbral. De esta época surgen los pasajes y los interiores, los pabellones de exposiciones y los panoramas. Son los residuos de un mundo soñado. La valoración de los elementos del sueño al despertar es el caso paradigmático del pensamiento dialéctico. Por eso el pensamiento dialéctico es el órgano del despertar de la his toria. C ada época sueña la siguiente pero también, soñando, se apresuran a despertar. Lleva en sí su final y lo despliega -co m o lo reconoció H egel- con astucia. C on la conmoción de la economía de mercado comenzamos a reconocer los m o num entos de la burguesía ya como ruinas, antes siquiera de que se hayan desmoronado.