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Aspectos jurídicos de la eutanasia

Ariel Reyes Soto

Primero de Relaciones Laborales

Teoría del Derecho

Grupo de tarde
Índice
Introducción……………………………………………………………………………………………..3

Definiciones aclaratorias para un correcto entendimiento del tema


tratado……………………………………………………………………………………………………..4

Lo que se puede argumentar para rechazar la despenalización de la


eutanasia………………………………………………………………………………………………….6

Razones a favor de una despenalización de la eutanasia………………………….8

Testamento vital…………………………………………………………………………………….10

Derecho comparado……………………………………………………………………………….11

La eutanasia en el caso particular de España………………………………………….14

Conclusión……………………………………………………………………………………………..21
Introducción
Entorno a la eutanasia se han venido generando desde hace décadas (y
todavía hoy sigue siendo tema de discusión de rabiosa actualidad) fuertes
debates y polémicas. Unos la defienden porque también están a favor del
derecho a una muerte digna. Otros están en contra, pues para ellos el
derecho a la vida es inviolable. En el pasado esta práctica era habitual (se
practicaba en Esparta, India, Mesopotamia…) y los motivos diversos
(políticos, sociales, culturales, religiosas...). Si bien en el pasado apenas se
tenía en cuenta la opinión del paciente, en el siglo XX aparece un nuevo
factor: la autonomía de la voluntad de los pacientes. Ciertamente el
Estado, en la época de los derechos humanos, no puede tener en ningún
caso derecho a eliminar a los enfermos o minusválidos. Así pues, el
problema principal hoy día consiste en saber si existe un derecho
subjetivo de la persona a disponer de su propia vida hasta el punto de
poder decidir cuándo ponerle fin. En ello me voy a centrar en este trabajo.
Básicamente habrán dos polos en disputa: la libertad de la persona para
decidir sobre su propio cuerpo o el inviolable derecho fundamental a la
vida.
Definiciones aclaratorias para un correcto
entendimiento del tema tratado
La eutanasia es la acción o inacción hecha para evitar sufrimientos a
personas próximas a su muerte, acelerándola ya sea a sabiendas de la
persona o sin su aprobación. Se puede considerar también como el hecho
de morir sin experimentar dolor. La palabra deriva del griego:
ευ eu (‘bueno’) y θάνατος thanatos (‘muerte’)

Un criterio de clasificación de la eutanasia:

El derecho clasifica a la eutanasia en voluntaria e involuntaria. La


eutanasia voluntaria es aquella en la que el paciente acepta que se le
suspendan los tratamientos terapéuticos que prolongan su vida y/o
solicita que se le suministren medicamentos que le produzcan la muerte.
La eutanasia involuntaria es aquella en la cual el paciente no presta su
consentimiento, en ella el fin de la vida se produce sin voluntad del
paciente; está es llamada también "muerte piadosa". Ambas clases de
eutanasia se dividen en:

Eutanasia activa directa, que es aquella en la que existe una acción


positiva tendiente a producir la muerte (suministrar una inyección de
cloruro de potasio) Eutanasia directa pasiva, que es la producida por la
omisión de los tratamientos, medicamentos, terapias o alimentos que
adelanten la muerte.

Eutanasia indirecta, que consiste en efectuar procedimientos terapéuticos


que tienen como efecto secundario la muerte.

La eutanasia no debe ser confundida con otros conceptos con los que
guarda cierta relación:

El suicidio asistido es una forma de eutanasia en la cual se proveen los


medios necesarios para que una persona de forma voluntaria termine con
su vida; en general son pacientes terminales que han rechazado cualquier
tipo de tratamiento.

Distanasia: consiste en el «encarnizamiento o ensañamiento terapéutico»,


mediante el cual se procura posponer el momento de la muerte
recurriendo a cualquier medio artificial, pese a que haya seguridad de que
no hay opción alguna de recuperar la salud, con el fin de prolongar la vida
del enfermo a toda costa, llegando a la muerte en condiciones inhumanas.
Normalmente se hace según los deseos de otros (familiares, médicos) y no
según el verdadero bien e interés del paciente.
Lo que se puede argumentar para rechazar la
despenalización de la eutanasia
El principal aspecto jurídico de la eutanasia se deriva de su oposición a un
derecho fundamental como es el derecho a la vida. Este derecho está
presente en la Declaración Universal de Derechos Humanos (artículo
3:”Todo individuo tiene derecho a la vida…”) así como también en la
constitución de 1978 de España y en otras muchas constituciones de
países democráticos de derecho. De igual forma, el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, en el artículo 6.1, dice: “El derecho a la vida es
inherente a la persona humana. Este derecho estará protegido por la ley.
Nadie podrá ser privado de la vida arbitrariamente”. Hay que destacar
que el disponer de dicho derecho no significa que uno esté obligado a vivir
contra la propia voluntad. A pesar de ello Un sector doctrinal mantiene la
tesis del deber de vivir (y eso sin existir ningún precepto normativo que
contenta tal mandato de vivir) porque las obligaciones sociales le
impedirían gozar de un derecho a la disponibilidad de la vida. Existen
algunos posibles efectos atenuantes de la penalización de la eutanasia:

El consentimiento del interesado no elimina la ilicitud, pero si tiene


efectos atenuantes pues si no se da el consentimiento del paciente
estaríamos ante el delito de homicidio. Este consentimiento tiene que ser
emitido por una persona capaz, y además expresado libremente sin
ningún tipo de condicionamiento.

El móvil humanitario, que es común a todos los tipos de eutanasia. Este


móvil hace que el hecho sea penalmente menos reprochable a su autor,
siempre que penalmente contrastado, y con independencia de que haya
mediado o no requerimiento de la víctima.

Otro posible atenuante sería la apreciación de una eximente completa de


responsabilidad penal, basada en la disminución de las facultades
mentales. Esta es de difícil apreciación porque se tendría que demostrar
que la persona autora del acto en el momento de la realización del mismo
sufría una perturbación pasajera de sus facultades mentales.
En definitiva, la eutanasia se encontraría un gran obstáculo jurídico ya que
atentaría contra el principio de integridad y protección de la vida.
Recordemos que el código penal protege a todo ser humano y su derecho
a vivir frente a cualquier persona, independientemente de que esa
persona este sana o enferma, sea recién nacido o anciano, útil o inútil
para la sociedad, deficiente etc.
Razones a favor de una despenalización de la
eutanasia
Quienes son partidarios de la despenalización de la eutanasia legitiman su
práctica basándose en el derecho de toda persona a una muerte digna. En
este sentido se argumenta que toda persona tiene derecho a una muerte
que acabe con una vida que el paciente considera indigna. Es lo que se
conoce como una “muerte digna”. Este derecho no está regulado
explícitamente por ningún ordenamiento jurídico pero tampoco se percibe
opuesto a ningún derecho constitucional por lo que podría tener cabida
dentro del derecho. La eutanasia se convierte en una forma de alcanzar
dicho derecho cuando el paciente está sufriendo una enfermedad que le
aboca irremediablemente a la muerte y que le produce un sufrimiento
que se considera insoportable. Debe ser un acto voluntario basado en una
información completa y verídica. A este efecto se suele argumentar la
superioridad del derecho a la libertad personal frente al derecho a la vida.
Toda persona tiene derecho a decidir sobre su cuerpo, al constituir este
una esfera privada y, por tanto, decidir si quiere que su cuerpo siga
viviendo o no. Si se le negara al paciente el poner fin a su vida ya sea por
vía directa o indirecta, entonces el paciente, que está soportando un gran
dolor que tarde o temprano le llevara a la muerte de forma irremediable,
podría argumentar que está sufriendo tratos inhumanos pues como dice
el artículo 5 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Nadie
será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes”.

La Recomendación (779) de 29 de enero de 1976 adoptada en la Asamblea


Parlamentaria del Consejo de Europa, sobre los derechos de los enfermos
y moribundos reconoce que “los médicos deben ante todo respetar la
voluntad del interesado en todo lo concerniente al tratamiento que se le
ha de aplicar”. Asimismo, estima que “el derecho de los enfermos a la
dignidad y a la integridad, así como a la información y a los cuidados
apropiados debe estar definido con precisión y concedido a todos”; y,
finalmente considera que “la profesión médica está al servicio del hombre,
para la protección de la salud, para el tratamiento de enfermedades y de
las heridas, para el alivio de los sufrimientos, en el respeto de la vida
humana y de la persona humana y convencida que la prolongación de la
vida no debe ser en si el fin exclusivo en la práctica médica, que debe
apuntar igualmente en aliviar los sufrimientos”

Hay que destacar que la despenalización de la eutanasia no conlleva


obligatoriedad absoluta. No se puede imponer el criterio de un
conglomerado al ordenamiento jurídico de todo un territorio, por lo que el
derecho debiera asegurar los mecanismos para regular el acceso a la
eutanasia de los pacientes interesados que cumplan unos requisitos
especificados legalmente; así como de la legalidad y transparencia de los
procedimientos.

Es indiscutible el derecho del paciente a decidir sobre su propio


tratamiento, lo que implica la necesidad de otorgar a su consentimiento
valor, siempre que se le haya informado previamente. De esta forma, la
orientación hoy dominante reconoce el derecho del individuo a rechazar
el tratamiento médico e incluso el de dejarse morir y la correlativa
obligación por parte del médico de respetar la voluntad del enfermo.
Testamento vital
El testamento vital es un documento escrito por el que
un ciudadano manifiesta anticipadamente su voluntad (con objeto de que
ésta se cumpla en el momento que no sea capaz de expresarse
personalmente) sobre los cuidados y el tratamiento de su salud. Puede ser
utilizado por el paciente para declarar su voluntad de no continuar en
estado vegetativo o seguir sufriendo grandes dolores en situaciones
irreversibles. En este sentido el Convenio Europeo sobre los derechos
humanos y la biomedicina dice en su artículo 9 sobre los deseos
expresados anteriormente:

“Serán tomados en consideración los deseos expresados anteriormente


con respecto a una intervención médica por un paciente que, en el
momento de la intervención, no se encuentre en situación de expresar su
voluntad.”

Hay que remarcar que en caso de que se produzca la situación


mencionada solo “serán tomados en consideración” lo expresado por el
paciente. Cada país firmante del convenio puede interpretarlo a su forma
dado su ambigüedad ya que no precisa ni cuánto, ni cómo ni cuándo
hayan de ser tenido en cuenta el deseo del paciente.

Este principio general deja abierto al criterio de cada legislador, la eficacia


jurídica que quiera reconocerse a los llamados “testamentos vitales” y a
las declaraciones anticipadas de voluntad.

Hay que aclarar que el testamento vital no guarda relación con la


eutanasia activa, ya que esta es un auxilio al suicidio de un paciente que
de forma expresa e inequívoca solicita morir debido a que tiene una
enfermedad terminal que le produce grandes sufrimientos.

En el caso del testamento vital, el paciente no solicita morir, sino que


expresa su deseo de no ser tratado si su enfermedad es terminal y así
morir de forma natural sin alargar de forma innecesaria una vida llena de
sufrimientos.
Derecho comparado
En sentido estricto no existe ningún país que acepte de entrada la
impunidad del homicidio eutanásico. No obstante, encontramos sistemas
que directa o indirectamente han permitido algunas formas de eutanasia:

El caso de Países Bajos es un caso especial por ser el más abierto a la


eutanasia. La sentencia del 21 de febrero de 1973 dictada por el Juzgado
de Leeuwarden estableció cuatro requisitos bajo los cuales la eutanasia no
sería castigada, siempre que concurrieran junto con el dictamen previo de
un especialista médico de sanidad estatal. De esta manera la eutanasia
sería aceptable si cumplía con las siguientes condiciones:

Que el paciente padeciera de una enfermedad medicamente incurable,


que el paciente experimentara un sufrimiento insoportable, que el
paciente solicitara el deseo de terminar su vida y que el acto fuera
realizado por el médico que trata al paciente o que es consultado por este.

En el código penal holandés no estaba despenalizada la práctica de la


eutanasia pero esta era practicada al amparo de la sentencia de 1973 y los
médicos eran absueltos. El 30 de noviembre de 1993 se aprobó la ley que
regula la aplicación de la eutanasia. Los principales criterios que se
establecen en la ley holandesa respecto a la eutanasia son los siguientes:

Se legaliza la práctica de la eutanasia activa y pasiva. Se establece la


voluntad del paciente como determinante para reconocer la eutanasia de
forma legal o ilegal. De esta forma, un paciente en estado terminal puede
pedir a su médico que le aplique los procedimientos médicos destinados a
acelerar su muerte o que suspenda los tratamientos que lo mantiene
artificialmente con vida. La solicitud del paciente es esencial, de no existir
ésta se inicia un proceso penal destinado a hacer efectivo la
responsabilidad de quien practica la eutanasia. Otros requisito para
solicitar la aplicación de eutanasia que el paciente esté consciente, que la
enfermedad sea de carácter incurable y acompañado de dolores o
sufrimientos insoportables, que la solicitud de eutanasia sea en forma
clara y reiterada y que el médico consulte a otro facultativo y a la familia
del paciente sobre la aplicación de la eutanasia. Se mantiene la vigencia de
las Normas Penales que sancionan la eutanasia. Si el médico que practica
la eutanasia cumple con lo dicho por la ley entonces quedará eximido de
responsabilidad penal.

Desde el año 1994 los jueces holandeses han comenzado una etapa de
mayor liberalización de los requisitos en la práctica de la eutanasia
considerando no esencial exigir que el paciente sea un enfermo terminal,
extendiendo la posibilidad de la eutanasia a enfermedades irreversibles y
de otro tipo.

En conclusión, uno de los principios rectores en Holanda respecto a la


eutanasia es que esta constituye una expresión de la autonomía de los
paciente y basado en razones de beneficencia para estos.

A partir del 1 de enero de 2002 se legalizó la eutanasia mediante


aprobación por parte del Parlamento y el Senado. Según esta ley se podrá
poner fin a la vida de los pacientes terminales que lo soliciten cuando se
cumplan las siguientes condiciones:

El enfermo debe padecer un dolor insoportable e incesante, debe haber


pedido en varias ocasiones que el médico le ayude a morir y se debe
contrastar el diagnostico medico con una segunda opinión clínica

Hay que destacar el caso de Australia, donde uno de sus Estados legalizó la
práctica de la eutanasia en 1996. Aunque dicha ley fue derogada al
siguiente año establecía una normativa especialmente liberalizadora y es
que a diferencia de la legislación de los Países Bajos, que se limita a
contemplar la virtual justificación de tales intervenciones, sin eliminar la
relevancia penal, el estatuto australiano declaraba que las prácticas
médicas de asistencia al suicidio y de eutanasia activa directa ejecutadas
conforme a lo establecido en su articulado, constituían un "tratamiento
médico". Las circunstancias y condiciones que la ley australiana preveía
eran las siguientes: "Un paciente que, en el curso de una enfermedad
terminal, experimentase dolor, sufrimiento y/o angustia en una medida
inaceptable para él, puede requerir al médico actuante que lo asista para
dar término a su vida"(Idem, Parte 2, Sección 4). Por su parte, el médico
requerido, en caso de cumplirse las condiciones que la ley estipulaba,
"podrá asistir a poner término a la vida del paciente de acuerdo con las
reglas del Acta, o, por cualquier razón y en cualquier tiempo, rehusarse a
proporcionar dicha asistencia" (Ib., Sección 5).
La "asistencia" incluía la prescripción de la substancia, la preparación y
entrega de la misma al paciente para su auto-suministro, así como su
administración por parte del propio médico asistente.
En cuanto al ámbito que abarcaba el término "enfermedad", la ley incluía
la lesión o degeneración de las facultades mentales o físicas, precisando el
concepto de "enfermedad terminal" como aquélla que, según un
razonable juicio médico, sin la aplicación de medidas extraordinarias o de
un tratamiento inaceptable para el paciente, conduciría normalmente a la
muerte de este último.

En Septiembre de 2003, Bélgica se convirtió en el segundo país en legalizar


la eutanasia, al entrar en vigor la Ley relativa a la Eutanasia ,la cual cuenta
con 16 artículos y a diferencia de la ley holandesa, amplía el espectro de
las personas a quienes es aplicable la eutanasia, ya que dentro de los
requisitos para que el médico pueda llevarla a cabo: el paciente debe
encontrarse en una “situación médica sin salida y en un estado de
sufrimiento físico o psicológico constante e insoportable que no puede ser
aliviado y que sea resultado de una afección accidental o patológica grave
e incurable; y que el médico respete las condiciones y procedimientos
prescritos por la ley.”Sin mencionar que deba estar el paciente en estado
terminal, siendo suficiente el sufrimiento físico o psicológico insoportable
causado por una enfermedad incurable.

Los requisitos que la ley belga son los siguientes:

• El paciente debe ser mayor de 18 años y estar mentalmente saludable.

• El paciente debe solicitar la eutanasia de forma voluntaria, bien


considerada y repetidamente.

• El sufrimiento debe ser insoportable.

• El paciente debe estar bien informado de su situación y de otras


alternativas.

• Un segundo médico debe confirmar que la enfermedad sea incurable y


que el sufrimiento sea insoportable.

• El paciente siempre debe hacer su petición de eutanasia por escrito.

• La eutanasia debe ser asistida por un médico.


La eutanasia en el caso particular de España
En España el proyecto propiciado por Césaro Rodríguez Aguilera en 1988
propone una regulación de la eutanasia señalando que “las bases sobre las
que dicha legislación debe establecerse serían el reconocimiento del
testamento vital (como documento con validez vinculante a terceros) y la
despenalización de la ayuda altruista para poner fin a la vida de quien no
quiera prolongarla en condiciones tales que considera indigna”. El
Proyecto pretende un reconocimiento legal de la eutanasia pasiva. Los
criterios jurídicos que desarrolla el proyecto pueden sintetizarse en los
siguientes:

a) Derecho a elección del paciente sobre el tratamiento que se le aplicar‡.


El paciente debe ser mayor de edad y jurídicamente capaz, pudiendo
aceptar o rechazar el tratamiento que se le proponga.

b) Regulación en el caso de no haber manifestación de voluntad del


paciente. En el caso que el paciente sea un menor de edad o un
incapacitado mental o se encuentre en estado inconsciente el médico
deber‡ consultar a su tutor o a sus parientes más próximos y de acuerdo
con ellos decidir la conducta a seguir.

c) Reconocimiento de la voluntad preexistente del paciente. Se reconoce


valor a la voluntad del paciente manifestada con anterioridad a su
enfermedad mediante un testamento vital, estableciéndose las
formalidades que debe cumplir el otorgamiento de este testamento.

d) Posibilidad de solicitar la aplicación de tratamientos paliativos. El


paciente puede pedir al médico que le aplique tratamientos paliativos
aunque ello no impida o acelere su muerte. El médico que manifiesta su
disconformidad con el tratamiento no tiene obligación de otorgarlo y
queda exento de responsabilidad siempre que transfiera el cuidado del
paciente a otro médico. El tratamiento debe hacerse previa comunicación
a la familia más próxima del paciente, siendo requisito la petición
reiterada de este y el conocimiento de su enfermedad y de las
perspectivas y posibles soluciones de ésta.

e) Exención de responsabilidad. Se establece que ninguna persona,


institución o médico, o el propio paciente, tendrá responsabilidad alguna
por el hecho de dar cumplimiento a lo dispuesto en el testamento vital.
El código penal español lo deja claro en su artículo 143:

1. El que induzca al suicidio de otro ser castigado con la pena de prisión de


cuatro a ocho años.

2. Se impondrᇠla pena de prisión de dos a cinco años al que coopere con


actos necesarios al suicidio de una persona.

3. Ser castigado con la pena de prisión de seis a diez años si la cooperación


llegara hasta el punto de ejecutar la muerte.

4. El que causare o cooperare activamente con actos necesarios y directos


a la muerte de otro, por la petición expresa, seria e inequívoca de este, en
el caso que la víctima sufriera una enfermedad grave que conducirá
necesariamente a su muerte, o que produjera graves padecimientos
permanentes y difíciles de soportar, ser castigado con la pena inferior en
uno a dos grados a las señaladas en los números 2 y 3 de este artículo.

Aquí el Código Penal rebaja la pena para una conducta que, en todo caso
considera antijurídica y grave, como es el auxilio al suicidio. Entendiendo
que, concurriendo determinadas circunstancias (enfermedad
irreversiblemente mortal o graves padecimientos), la conducta no es
merecedora de un castigo tan severo, se está introduciendo en la ratio
legislativa unos criterios nuevos en nuestro Derecho Penal, que son la
autonomía y el valor de la calidad de vida.

Un sector doctrinal entiende que esta devaluación de la reprensibilidad de


la conducta de quien auxilia o coopera necesariamente a la muerte de
otro corre paralela al proceso de banalización de la vida humana.

Este artículo se refiere a la eutanasia activa. Se encarga de penalizar la


eutanasia pasiva el artículo 196 del código penal:

El profesional que, estando obligado a ello, denegare asistencia sanitaria


o abandonare los servicios sanitarios, cuando la denegación o abandono
se derive riesgo grave para la salud de las personas, será castigado con las
penas del artículo precedente en su mitad superior y con la de
inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión u oficio, por
tiempo de seis meses a tres años

Sin embargo, con la ley 41/2002 que legaliza el testamento vital en


España se permite de alguna forma la eutanasia pasiva tal y como se
puede interpretar por el artículo 11.1: “ Por el documento de
instrucciones previas, una persona mayor de edad, capaz y libre,
manifiesta anticipadamente su voluntad, con objeto de que ésta se
cumpla en el momento en que llegue a situaciones en cuyas circunstancias
no sea capaz de expresarlos personalmente, sobre los cuidados y el
tratamiento de su salud o, una vez llegado el fallecimiento, sobre el
destino de su cuerpo o de los órganos del mismo. El otorgante del
documento puede designar, además, un representante para que, llegado
el caso, sirva como interlocutor suyo con el médico o el equipo sanitario
para procurar el cumplimiento de las instrucciones previas”

El principal obstáculo para la aplicación de la eutanasia mediante el


testamento vital esta en el apartado 3 del artículo 11 de la Ley 41/2002
que dice:

“No serán aplicadas las instrucciones previas contrarias al ordenamiento


jurídico, a la «lex artis», ni las que no se correspondan con el supuesto de
hecho que el interesado haya previsto en el momento de manifestarlas.
En la historia clínica del paciente quedará constancia razonada de las
anotaciones relacionadas con estas previsiones.”

De esta forma, no podría llevarse a cabo los deseos del paciente que sean
contrarios a la ley.

La aparición del testamento vital es la consecuencia natural del cambio de


cultura jurídica en la relación médico-paciente más caracterizada por el
principio de autonomía de la voluntad que por el paternalismo y el
principio de beneficencia. Supone así el testamento vital una prolongación
del proceso del consentimiento informado (el cual está presente en todo
ordenamiento jurídico democrático) para aquellas situaciones en las que
el paciente ha perdido la capacidad de decidir por sí misma.

El testamento vital o instrucciones previas se legalizaron por primera vez


en el Estado de California mediante la Ley de Muerte Natural. Este
testamento vital expresa la voluntad del paciente en torno a la aplicación,
interrupción o rechazo de tratamientos médicos al final de la propia vida,
sin exigir responsabilidad alguna a los facultativos que siguieran las
disposiciones del paciente. Los testamentos en vida surgieron en EEUU
como un instrumento diseñado, en principio, para promover el derecho a
escoger cuándo, donde, por qué y cómo morir.
Los que están a favor de la despenalización de la eutanasia se apoyan en la
defensa que esta hace de cuatro derechos de la Constitución española:

El derecho al libre desarrollo de la personalidad (Art. 10.1 Constitución


española) debido a que la personalidad se manifiesta no sólo en la vida,
sino también en la muerte que la persona elige.

El derecho a la dignidad de la persona (Art. 10.1 C.E.). Debe ser el


paciente el que decida que ya no considera digna su vida y que elige por
tanto terminar con ella.

El derecho a la libertad ideológica de los individuos (Art. 16 C.E.) debido a


que el único argumento para justificar en estos casos el por qué de la
prescindencia de la voluntad del enfermo y mantenerlo vivo es el
argumento de que sólo Dios puede disponer de la vida humana, pero este
argumento carece de validez ética fuera del marco estrictamente religioso
y no puede ser compartido por los ateos que también son ciudadanos.

El derecho a la no aplicación de tratos inhumanos (prohibidos en el


artículo 15 C.E.) pues los medios artificiales con los que se puede
mantener la vida llegan a hacer de esta un sufrimiento insoportable
equivalente a lo que se experimentaría si se es torturado.

La ley General de Sanidad de 1986 fue la primera norma con rango legal y
alcance general en introducir el principio de autonomía, en el marco de la
ordenación de los derechos y los deberes de pacientes y personal
sanitario.

En el número uno de su artículo 10 establece el derecho que todos tienen


“al respeto a su personalidad, dignidad humana e intimidad, sin que
pueda ser discriminado por razones de raza, de tipo social, de sexo, moral,
económico, ideológico, político o sindical”. Este articulo también deja
claro que el paciente tiene derecho”a la libre elección entre las opciones
que le presente el responsable médico de su caso, siendo preciso el previo
consentimiento escrito del usuario para la realización de cualquier
intervención…”.Por lo tanto el paciente tiene derecho a negarse a recibir
tratamiento. Sin embargo, este consentimiento se ve limitado “cuando la
no intervención suponga un riesgo para la salud pública. Cuando no esté
capacitado para tomar decisiones, en cuyo caso, el derecho corresponderá
a sus familiares o personas a él allegadas. Cuando la urgencia no permita
demoras por poderse ocasionar lesiones irreversibles o existir peligro de
fallecimiento”. Explícitamente recoge el punto nueve del articulo 10 el
derecho del paciente “A negarse al tratamiento, excepto en los casos
señalados en el apartado 6; debiendo, para ello, solicitar el alta voluntaria,
en los términos que señala el apartado 4 del artículo siguiente”. De esta
forma, los deberes del equipo médico, deberes derivados del principio de
beneficencia, quedan anulados por la decisión consciente e informada del
enfermo. De alguna forma este artículo abre la posibilidad de la eutanasia
pasiva pues si no se dan los casos antes mencionados el paciente puede
evitar que le traten y así dar fin a su vida voluntariamente. Este artículo
posibilita el que la autonomía de la voluntad se imponga a la
obligatoriedad que se quiere que tenga el derecho fundamental a la vida.
Sin embargo, los límites que se ponen a la capacidad de
autodeterminación del individuo son importantes. Respecto a la primera
limitación (riesgo para la salud pública) se convierte en dispensable la
autorización del afectado cuando hay riesgo para la salud pública.
Estamos, pues, ante un imperativo de bien común, de derecho de terceros
que se deben tener en cuenta siempre. De hecho, el artículo 7 del Código
Civil dice:
“La Ley no ampara el abuso del derecho o el ejercicio antisocial del mismo.
Todo acto u omisión que por la intención de su autor, por su objeto o por
las circunstancias en que se realice sobrepase manifiestamente los límites
normales del ejercicio de un derecho, con daño para tercero, dará lugar a
la correspondiente indemnización y a la adopción de las medidas judiciales
o administrativas que impidan la persistencia en el abuso.”
Así el legislador prima el bien jurídico de lo social sobre lo personal.
En cuanto a la segunda barrera (incapacidad para tomar decisiones),
contar con una suficiente capacidad implica no ya la plena capacidad de
obrar del Derecho Civil que se presupone, sino que, además, no
concurriendo ninguna circunstancia limitativa (minoría de edad,
incapacitación judicial, etc…), el sujeto debe ser competente para esta
clase de decisión.
El tercero de los limites a la autonomía para decidir lo sitúa la norma en
las situaciones de urgencia, cuando no es posible recabar el
consentimiento informado sin poner en riesgo cierto la vida del sujeto o
cuando, de demorar el tratamiento, podrían producirse daños severos e
irreversibles para su salud. Desde el punto de vista jurídico, la no
intervención en casos urgentes donde hay un claro diagnostico y existen
posibilidades terapéuticas, podría constituir conducta penalmente típica
desde lo que significa el tipo de la omisión del deber de socorro, tipificado
en el artículo 196 del vigente Código Penal. Además en situaciones de
urgencia se puede considerar al paciente incapacitado para decidir por lo
que sin un consentimiento previo lo lógico es que prime el principio de
beneficencia.
Indirectamente el Código Penal español da argumentos a los que
defienden la eutanasia, en el sentido que hace depender la capacidad
penal en términos de autonomía. La capacidad penal viene descrita en el
artículo 25 de dicho Código de 1995:
“…A los efectos de este Código, se considera incapaz a toda persona, hará
sido o no declarada su incapacitación, que padezca una enfermedad de
carácter persistente que le impida gobernar su persona o bienes por sí
misma.”
Es decir que la capacidad penal se cifra en la autonomía, puesto que se
fundamenta en la capacidad de autogobierno de la propia persona y
bienes, y no otra cosa es la autonomía, sino esta capacidad
autodeterminativa.
Desde la perspectiva de la teoría de la justicia, se ha convenido en que el
consentimiento de la víctima, en general, anula el injusto que se comete
contra ella. No habría injusticia en el sentido de agresión ilegitima contra
el derecho de otro, si la victima consiente en dicha agresión. Se suele
requerir que la voluntad de la víctima se oponga a esa acción. Sin
embargo, este criterio puede quebrar cuando lo que se atacan son bienes
irrenunciables (derechos fundamentales), supuesto en que el
consentimiento de la víctima no anula la injusticia de la acción contra su
derecho. Esta es la naturaleza de muchos de los bienes jurídicos que se
ocupa de tutelar el ordenamiento penal, como la vida o la integridad
física, que vienen considerados en nuestros ordenamiento como bienes y
derechos indisponibles, por el simple consentimiento de su titular no
legitima todo tipo de actuación sobre los mismos. Si bien el
consentimiento del individuo, con todas las premisas y requisitos
expuestos es como regla general, condición necesaria para la actuación o
intervención en la salud e integridad física, no siempre es condición
suficiente que legitime cualquier actuación sobre tales bienes y derechos
del sujeto.
De hecho, si contemplamos la tipificación actual del delito de lesiones en
el artículo 155 dispone:
“En los delitos de lesiones, si ha mediado el consentimiento válida, libre,
espontanea y expresamente emitido de ofendido, se impondrá la pena
inferior en uno o dos grados. No será válido el consentimiento otorgado
por un menor de edad o incapaz”
De esta forma, el Código Penal acoge plenamente la posición autonomista
otorgando relevancia al consentimiento en un delito que afecta a un bien
irrenunciable como la integridad física.
Entre los bienes de la integridad física y el derecho a la autodeterminación
sobre la propia corporalidad, el ordenamiento penal español inclina la
balanza del lado de éste.

Por otro lado, la eutanasia lesiona el derecho fundamental a la vida (Art 15


C.E) pero al tratarse de una vida devaluada en cuanto su final está
próximo o se ha convertido solamente en un procedimiento físico y
muchas veces es incompatible con la existencia del derecho a no soportar
tratos inhumanos. Por lo tanto, no se desconoce que la eutanasia
voluntaria cumpla formalmente con un tipo delictivo, normalmente el
homicidio consentido, pero el acto estaría justificado por un Estado de
Necesidad, pues junto a la lesión de un único derecho fundamental surge
también la defensa de los demás derechos fundamentales mencionados.
Aunque artículo 15 de la Constitución española presente carácter
garantista no impone ningún imperativo de vivir contra la propia voluntad.
Si se hace una lectura de este artículo a la luz del valor superior de la
libertad y del respeto a la dignidad humana se abre la posibilidad de
disponer de la propia vida.
Conclusión
Los que se niegan a aceptar una despenalización de la eutanasia temen
que el concepto vida alcance en nuestras mentes una concepción tal que
se pueda abusar de la legalidad de la práctica eutanásica y, en
consecuencia, mucha gente muera antes de lo previsto y en contra de su
voluntad a manos de médicos despiadados. De hecho exponen datos que
muestran que tal cosa ya está pasando en Holanda, donde la eutanasia es
totalmente legal. Mi opinión no va a tener en cuenta los efectos
secundarios, los cuales me preocupan, que pueda tener la legalización de
la eutanasia. Esto lo hago así y no porque no tenga importancia que pueda
pasar lo antes mencionado sino porque a tanto no llego y realmente solo
me veo capacitado para opinar sobre lo justo o no que me parece la
práctica de la eutanasia.

Lo primero y más importante a lo que se agarran los detractores de la


eutanasia y cualquier cosa que se le parezca es el tan mencionado
derecho a la vida que cada vez me suena más a una obligación, un
imperativo. En mi opinión, este argumento se desbarata fácilmente si
tenemos en cuenta que cuando hablamos de derecho a la vida, dicho
término adquiere definición de facultad. Una facultad de la que podemos
hacer uso o no de forma voluntaria. Es decir, el derecho a la vida no se
puede entender como el deber a la vida en contra de tu propia voluntad.

Y aquí entra la autonomía. El debate eutanásico es básicamente una


batalla entre la libertad de las personas y el mal entendido derecho
fundamental a la vida. Quienes defienden la eutanasia ven en ella un
instrumento para conceder mayor libertad al individuo y en base a esta
decidir cuando no quieren seguir viviendo porque su vida ya solo tiene
cabida para el sufrimiento que produce una enfermedad terminal.

Estoy a favor de la eutanasia, ya sea activa o pasiva (la forma me parece lo


de menos y esta debe adecuarse al consenso al que lleguen médico y
paciente), pero bajo estrictas condiciones. En mi opinión, la eutanasia solo
debe aplicarse cuando el paciente padece una enfermedad terminal y esta
le produce un enorme sufrimiento, que el mismo paciente considera
insoportable por lo que declara que su voluntad es poner fin a su vida. El
paciente debe estar bien informado y estar en condiciones para tomar tal
decisión (no ser menor de edad y ser mentalmente saludable).

Bajo estas condiciones estoy convencido de que debería ser legal la


eutanasia y lo más importante, que resulta un reflejo de lo justo, la justicia
que supone el derecho de toda persona para decidir sobre su propio
cuerpo.
Bibliografía
Bibliografía consultada:

“Homicidio consentido, eutanasia y derecho a morir con dignidad” de


Miguel Angel Nuñez Paz, editorial Tecnos, 1999.

“Autonomía, libertad y testamentos vitales (Régimen jurídico y


publicidad)” de Ana Isabel Berrocal Lanzarot y José Carlos Abellán Salort,
editoral Dykinson, 2009.

http://html.rincondelvago.com/eutanasia_8.html

http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/jurid/cont/28/cnt/cnt2
1.pdf

http://www.gracielamedina.com/assets/Uploads/articulo/aspectos-
legales-de-la-eutanasia.pdf

http://www.muerte.bioetica.org/doc/silva.pdf

http://www.lamoncloa.gob.es/NR/rdonlyres/79FF2885-8DFA-4348-8450-
04610A9267F0/0/constitucion_ES.pdf

http://www.un.org/es/documents/udhr/

http://www.boe.es/

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