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ADRIANA PUIGGRÓS
Desde el siglo XIX la sociología postulaba que la evolución natural de la sociedad hacia
desarrollos superiores enfrenta fallas debidas al desajuste entre el carácter del hombre y
su estado social. Cuando el hombre civilizado tuviera los suficientes deseos de
perfectibilidad, las imperfecciones que obstaculizan el progreso tenderían a desaparecer.
El factor fundamental es de tipo ideológico. Son las “concepciones de Occidente” las que
aún no han sido difundidas e internalizadas en nuestros países. Es la “debilidad”
ideológica de nuestras sociedades la que las vuelve propensas a la dispersión y al
debilitamiento de las creencias y a la disolución de las ideas.
Todas las sociedades modernas son acompañadas por situaciones de crisis durante su
proceso de formación, pero los países “viejos” han tenido un proceso de crecimiento
parejo como para atenuar los efectos de la erosión que esta crisis produce, en los países
jóvenes. “la tenue capa de humus fecundo está en peligro de disolverse en catástrofes
irreparables”. Esta capa protectora está constituida por la conciencia racional, la
racionalización de las formas de vida, y el ethos económico racional.
Estas características, son para los intelectuales desarrollistas el elemento estratégico para
el progreso.
El papel central de la tarea difusionista corresponde a las capas medias. Ellas deben ser
consecuentes transmisoras de la “nueva ideología” que se irradie en todos los ámbitos de
la vida, poseen la energía necesaria para impulsar la gran tarea de reconstrucción de la
sociedad.
A esta última organización le fue encomendado, por ley del Congreso de Estados Unidos,
representar y administrar la participación norteamericana en la ALPRO.
En el aspecto educativo del sistema escolar, destinó fondos tanto a las instituciones del
sistema escolar, como a programas de comunicación masiva y programas de desarrollo
comunitario.
La política de difusión de la ALPRO tiende a convertir esta operación en una alianza que
transciende los acuerdos formales entre las naciones: pretende incidir en el
establecimiento de un pacto social interno, en una alianza de las clases nacionales que
apoye el proyecto imperialista.
Pero esta tarea no es confiada totalmente a los gobiernos, los medios de difusión y los
intelectuales locales. Los norteamericanos pretenden actuar de forma directa e indirecta
sobre los intelectuales orgánicos nacionales, formar nuevas capas de intelectuales
orgánicos del imperialismo y recuperar definitivamente a los intelectuales subalternos.
Así como consideran necesario enviar “expertos” para reeducar a las capas medias, y
educar en sus propios centros y universidades a los intelectuales de las clases
dominantes tradicionales, elaboran proyectos de penetración directa y profunda sobre los
intelectuales subalternos, de manera que, estos puedan transformarse en multiplicadores
de las ideas desarrollistas dependientes, en el seno de las capas más pobres de la
sociedad.
Estas promesas pretendían obrar como una convocatoria a la ciudadanía para lograr su
colaboración en la superación de los obstáculos sociales, que según los desarrollistas,
impedían el progreso.
Solamente el esfuerzo conjunto, lograría el cambio necesario para que los capitalistas se
interesaran por las inversiones en Latinoamérica, y, por lo tanto, para que el desarrollo se
convierta en una realidad.
Casi todos los gobiernos presentes en la reunión de Punta del Este, otorgaron su apoyo a
la ALPRO, cumpliendo así con el primer objetivo de esta: reforzar el sistema
interamericano bajo la hegemonía norteamericana y comprometer a la mayor parte de los
países en la cruzada continental contra la subversión, el comunismo, el nacionalismo
populista y la lucha anti imperialista.
La reunión de Punta del Este constituyó un acuerdo para “gobernar bien”, paliando las
criticas crecientes de los sectores afectados por la penetración económico imperialista y
realizando la indispensables reformas estructurales. La ALPRO tuvo en cuenta tanto a las
instituciones del Estado como a las de la sociedad civil.