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CONCLUSION Si hemos podido evitar la clasica ridiculez de ponerle un prologo, una vez Hlegados al final de nuestro trabajo no sabemos, en cambio, tetminarlo sin dirigir nuestro pensamiento a sus lectores, Nuestro propésito era dar al jurista, en breve compendio, una exposicién de los datos y conocimientos que Ja psicologia actual puede oftecerle para hacer mas efectiva su labor. De intento hemos rehuido todo alarde de erudicion y todo planteamiento unilateral de problemas; las mas diversas escuclas psicolégicas (psicoandllitica, conductista, tipolégica, dinarica, diferencial, etcétera) han sido indistintamente utilizadas por nosotros, y como resultado de todo ello hemos intentado demostrar que el ejercicio honesto del derecho es im- posible sin una previa base de psicologia, que deberfa ser poseida no slo por los jueces y letrados, sino también por todas cuantas personas intervienen profe- sionalmente en la practica judicial, Hay que procurat, ademas, el_acetcamiento del derecho a los otros campos de actividad psicosocial, y en especial a la peda- gogia, a la sociologia y a la psicobiologia normal y patolégica. Con todos los modernos penalistas, es decir, con Saldafia, Asia, Dorado Montero, Bantis, Ca- margo, Carpena, Cuello, Maya y Ruiz Funes, por no citar mas que los espafioles, hemos evidenciado que el delito cra una reaccién cerminal, objetiva, de un conjunto de fuerzas que se encuentran en continua pugna desde que nacemos. Hemos demostrado la necesidad de un tratamiento individualizado de los delincuentes, considerindolos desviados 0 enfermos sociales y sefialando sus semejantes y di- ferencias con los neuréticos, de acuerdo con los modemos resultados del psicoana- lisis criminol6gico. Hemos analizado la nueva concepcién de la conciencia moral y hemos puesto de manifiesto el caricter swbjetivo de las normas morales, a la vez que hemos sefialado los medios més pertinentes para el reconocimiento de as mismas, Hemos sefialado las deficiencias de los procesos forenses. En el capi- tulo de la psicologia del testimonio hemos resumido todos los procedimientos de que puede y debe valerse el jurista para hacer de la prueba testifical un ele- mento dtil en vez de un factor perturbador, cual es ahora, para la aplicacién de la justicia. Asimismo hemos sefialado las directivas psicolégicas a seguir para la obtencién de la evidencia delictiva y hemos dado a conocer investigaciones ofi- ginales ¢ inéditas que pueden abrir un nuevo cauce a la obtencién de la verdad judicial. ‘A continuacién hemos acometido el estudio y divulgacién, a nuestro enten- der urgentes, de los medios psicolégicos conducentes al reconocimiento de las personas que deben ser desprovistas de su capacidad civil (oligoftenicos) y de las que no tienen en un momento dado capacidad de testar. Hemos continuado Muestro trabajo con un capitulo de “‘higiene mental del delincuente’’, en el que CONCLUSION 241 resalta, como contribucién original, la descripcién de las pruebas conducentes al descubrimiento de los “‘delincuentes potenciales o latentes’” Finalmente, hoes sefialado las normas psicag6gicas, que deben inspirar la reeducacion de les dein Tuantes y hemos descrito los tipos més frecuentes de personalidad anormal, ana. lizando su valoracién jutidica. A lo largo de todos estos capitulos hemes tants de mantenemos en un plano estrictamente psicol6gico y hemos procutade eae también todo tecnicismo exagerado. ¢Habremos acertado en nuestra tarea? Be cl nuestra duda y tan fundado nuestto temor que, sin falsa modestia, no nos cn. comendariamos a la benevolencia de quienes han de juzgarnos si no creyésemes que después de lecmos han de mostrarse més tolerantes con nosotros, teoe cee victos y confesos de un delito de “‘usurpacién de poderes"”, en vittud del que rerendemos, nada menos, asentar en el trono de la justicia a esa alada y sueil Fgura y actitud psicolégica que se denomina comprensin.

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