CapPiTULO IV
PSICOLOGIA DE LAS ACTITUDES MORALES
Antes de entrar en el aniilisis de las transgresiones que el hombre comete
con las leyes de convivencia social que él mismo se ha impuesto, es necesario
exponer cual es el estado actual de nuestras concepciones acerca del desarrollo y evolu-
cién de sus diversas actitudes morales (ditectamente relacionadas con su capacidad
estimativa de las nociones del bien y el mai)
La tesis nativista y social de la moral.—Desde tiempo inmemorial han
luchado en Ia ética la tesis que postula el origen congénito de la tendencia o del
sentido moral (moral sense) y la que afirma su adquisicién en el curso del des-
arrollo, haciéndola derivar necesariamente del contacto social. Hoy en dia, a pesar
de! apoyo que la tesis nativista recibié de los intuicionistas ingleses parece en
franca y definitiva derrota. Tan s6lo algunos psiguiatras sajones (Maudsley, Tred-
gold) siguen defendiéndola con mas buena fe que acierto.
La inmensa mayoria de psicdlogos est4, pues, de acuerdo en que el hombre
no tiene mas moralidad al nacer que la de cualquier otro animal. El nifio es pri-
mitivamente amoral, y s6lo empieza a exhibir una conducta moral en la medida
en que actiian sobre él las prohibiciones y las coacciones de los mayores. La moral
penetra entonces —de fuera a dentro, como una cufia— en el infante, en forma
de reglas de conducta, impuestas por la fuerza. (Los nifios de cuatro a seis aftos,
cuando son preguntados acerca del motivo por el cual no hacen esta o aquella
travesura, contestan: “No puedo, Mam no me deja’’)
La tesis unitaria y dualista de los origenes de la moral.—Mientras que
los nativistas postulan el origen Gnico de la conducta moral, los partidarios de
la tesis empirista se hallan divididos en dos grupos: unicistas y dualistas. En el
primero de ellos figuran Durkheim y sus discipulos, para quienes el desarrollo
de la moralidad individual pasa por diversas fases, pero sin que exista la menor
solucién de continuidad entre ellas. Este autor ‘explica la transformacién del
“‘conformismo obligatorio’” que rige en las sociedades primitivas (segmentarias)54 MANUAL DE PSICOLOC
BIA JURIDICA
a la solidaridad ‘‘org4nica™’ que se observa en las sociedades difetenciadas (demo-
craticas), por la disminucién de ja vigilancia del grupo sobre ¢l sujeto. ‘“Plus la
societé est complexe, plus la personnalité est autonome et plus importants son
es tapports de coopération entre individus égaux’’. (Durkheim, Sociologie et
Philosophie, pags. 65 y sig.)
Los psicoanalistas (Freud, Ferenczi, Rank) también se muesttan unicistas y
hacen derivar el origen de toda moral de la cvolucién constante de los impulsos
descructores (instinto de la muerte). que primitivamente dirigidos contra el medio
(sadismo), se revuelven después contra el propio ‘“yo"” y se convierten en su censor
mis implacable, Segiin esta teoris, cuanto mayor ha sido la violencia primitiva
de “ello” y cuanta mayor intensidad haya alcanzado el complejo de Edipo, tanta
mayor facilidad existiraé para que se forme un “‘super-yo" 0 conciencia moral
robusta. El transito de la primera a la segunda fase (sadismo-masoquismo) tiene
lugar en virtud del proceso denominado de “‘ineroyecci6n'’, mediante el cual la
imagen paterna cs fijada ¢ identificada en el ‘'yo'’, infligiéndose entonces el
sujeto a si mismo las mismas penas que antes habia intentado dar al padre (con-
siderado como simbolo de la autoridac social). El mecanismo de la introyeccién
(identificacién en el “‘yo"”) falla a veces, y entonces persiste 2 través de la edad
adulea una actitud de hostilidad para la sociedad, y en especial para todos los
signos representativos de la autorided (reyes, magnates, jefes, 0 incluso agentes
de policia), Asi, Ferenczi ha demostiada con el psicoanilisis de diversos criminales
anarquistas acusados de haber asesinado a personas de gran significacién social, que
en todos ellos e! complejo de Edipe se haliaba adn en plena evolucién, de suerce
que el supuesto delito politico o social que habian cometido representaba en
realidad un parricidio simbélico, es decir, una venganza desplazada contra la
tirania primitiva y opresora de su progenitor
En cambio, el mecanismo introyectivo —que da lugar a la formacién del
“super-yo""— se encuentra exageracs ca los denominados neurdticos compulsivos.
stos sujetos viven siempre atormentados por el sentimiento de una gran respon-
abilidad y tienen un verdadero panico a la accion (Per de I’action de P. Janet),
por creer que sus actos tendrdn malas consecuencias. Siempre cteen obrar mal y
necesitan desarrollar una religién privada, subre la base de ceremoniales y pricticas
expiarorias, para purificar su ‘‘conciencia de culpa’ (Shuldbewustsein). Esta es tan
grande, que en los casos exttemos conduce al denominado “‘delirio autopunitivo"’,
en virtud del cual el sujeto se acusa de faltas que no Aa cometido y pide ser casti-
gado con severidad, 0 se castiga €l mismo, con autolesiones capaces de provocar la
muerce
En suma, la conducta moral, segiin la concepcién psicoanalitica, dependeria
solamente del grado de desarrollo de! “‘sdper-yo'’, y éste, a su vez, representaria
una fuerza oscilante, detivada del fondo sidico del instinto destructor (coincidente
con ta fase anal del erorismo). Una persona socialmente buena lo serfa en la medida
en que era mala para si misma. La oposicién clasica entre malo y bueno queda.
segtin esto, teducida a estos términos: malo para los demas o malo para nosotros.
Claro. est que fos psicoanalistas admiten la existencia de personas indiferentes,
es decir, ni malas ni buenas; éstas carecen de vida afectiva, el ‘‘ello’” y el ‘‘super-
yo" casi no cuentan; solamente domina el yo, caiculador y perfectamente adap-
! principio de Ja realidad. Lo peor es que entre este tipo de seres incapaces
inquir (por miedo al castigo) e incapaces también de sactificarse (por miedoPSICOLOGIA DE LAS ACTITUDES MORALES 55
al sufrimiento) incluyen los psicoanalistas a una mayoria de intelecruales y de
hombres de ciencia!
Aforrunadamente pata nosotros, existen otras concepciones psicolbgicas mis
suaves y merecedoras de igual atencién que las consideradas hasta ahora pata explicar
el origen de la conducta moral. Nos referimos a las tesis dualistas —igualmente
empiricas—, pero menos pronunciadamente materialistas
Entre cllas. s6lo citaremos —en passant— la desatrollada por Bergson en su
tan discutida obra Les deux sources de la Morale et de Ja Religion (F. Alcan, 10+
ed., Paris, 1932). Este autor reconoce también el otigen primitivamente amoral
del hombre cuando dice (I. c., pag. 4): ‘'C’est en notant ses propres faiblesses
qu'on artive a mépriser Phomme. Uhumanité dont on se déceoutne alors ev? eelle
quion a decouverte au fond de soi". Pero al mismo tiempo afirma que existen
en el hombre dos conductas morales que obedecen a origenes distintos: en la
primera, la obligacion representa /a presion que los elementos de la sociedad
ejercen mutuamente entre sé, mientras que en la segunda, la obligacién toma
su fuerza en el propio impulso vital. (“'Dans la seconde obligation est la force
d'une aspiration ou d’un élan, de I'éan méme qui a abouti A l'espéce humaine.
a la vie sociale”’. Tbid., pag. 52). A la primera forma de moral, resultante de la
presion del grupo sobre el individuo la denomina Bergson moral cerrade (morale
ferméc), y a la segunda, moral abierta (morale ouverte), porque en ella el indi.
viduo, libre de las trabas sociales, asciende en busca del bien absoluto, adoptando
abiertamente la que denomina actitud mystique, en oposicion a la primitiva actitud
mécanique.
Todavia més clato aparece el dualismo empitico de la moral en el libro de
Piaget, Le Jugement moral chez l'enfant (F. Alcan, 1932, Paris). Este fino investi.
gador suizo no se ha limitado a estudiar la conducta del nifio ante los mayores,
sino que ha obscrvado y ha experimentado las reacciones que mostraba el infante
ante sus camaradas, cuando se constitufan esponténeamente en sociedad para
realizar distintos tipos de juegos colectivos. Y con una técnica mucho mejor que
ta seguida en sus experiencias anteriores (accrca de la evolucién del pensamiento
infantil) ha podido demostrar que en los muchachos de seis a catorce afios coexis.
ten dos tipos de conducta moral, a los que denomina heterénomo y auténomo
EI primero, primitivo, se basa ea el respeto unilateral (del nitio para el adulto
y la sociedad en general), fundamentado en la fuerza y en Ja coaccion. En esta
fase, la reg/a (ley) es inmutable, sagrada, y la nocién de justicia se encuentra
vinculada con el resultado de Ia accion (eg esté 0 no de acuerdo con la regla
correspondiente, un acto resulta justo o injusto). La moral heterénoma que esta-
mos describiendo entrafia, por consiguiente, el concepto del deber y del cassigo
asociados en relacién causal. Toda infraccién del deber (no cumplimiento de ana
tegla) tiene que ser castigada; pero una vez que lo ha sido, queda reparada y
testablecido el equilibrio de la justicia. (A este propésito recuerdo una observa.
cién personal muy demostrativa: se trata de un nifio de ocho afios que se acusaba
de las faltas ances de cometerlas; recibia pacientemente el castigo, y entonces
realizaba la falta com enteta satisfaccion, porque —segtin dijo— la habia pagado
ya. Asi, por ejemplo, un dia de fiesta dijo a su madre que se habia comido el
ostre preparado para unos invitados. Fue castigado con dos bofetones, que te-
cibi6 sin pestafiear. Entonces fue a buscar a su hermanita y le dijo si queria comer
cl postre —que tenfa escondido—; ella le contest que si, y él, muy serio, le dio