Professional Documents
Culture Documents
En base a lo leído en los textos propuestos por la cátedra y a la observación de los videos
producidos por la Maestría en Industrias Culturales, puedo concebir a este tipo de industrias como la
producción seriada de contenidos, que son denominados bienes culturales o simbólicos. Esto incluye
a la prensa gráfica, la radio, la televisión, el cine, la discografía, los videojuegos e internet.
Quienes postularon el término en cuestión fueron dos integrantes de la Escuela de Frankfurt, Adorno
y Horkheimer, que se alertaron ante la percepción de que a lo que ellos consideraban cultura se le
estaban comenzando a aplicar técnicas de reproducción industriales. “(…) el término de industria no
debe tomarse al pie de la letra. Se refiere a la estandarización de la cosa misma -por ejemplo, la
estandarización del western conocida por cada espectador de cine- y a la racionalización de las
técnicas de distribución, pero no se refiere estrictamente al proceso de producción” (Adorno, 1964; en
Tremblay, 2011, p. 111). Sin embargo, con el correr del tiempo el término fue evolucionando y surgieron
nuevas definiciones, como la del propio Gaëtan Tremblay (2011), que habla de industrias culturales
como un conjunto de actividades de producción y de intercambios culturales que están en constante
evolución y que dan como resultado productos que fueron realizados bajo una organización del trabajo
con carácter capitalista y luego comercializados bajo ese mismo régimen. Claramente el artista ya deja
de tener propiedad sobre su obra, y termina siendo un trabajador enajenado más.
Estas industrias producen bienes culturales, que Ángel Arrese (2004) se encarga de caracterizar.
En primer término, es fundamental mencionar su inmaterialidad y necesidad sine qua non de un soporte
material para su distribución. A su vez, son susceptibles de ser digitalizados, por lo que se los puede
considerar bienes de información. También de experiencia, ya que el individuo no podrá saber si le
gusta o no sin haberlo consumido por completo. Por otra parte pueden ser no rivales (dada su amplia
disponibilidad de ejemplares) y no excluyentes (ya que no es necesario pagar para utilizarlos). Además
son bienes compartidos, ya que la compra no necesariamente implica su consumo, y viceversa.
También están destinados a un doble mercado: las audiencias o el público, y los anunciantes que
compran el tiempo de atención de las audiencias para ese bien. Finalmente, se los considera bienes
de talento, ya que dependen de este factor, y sobre todo en aquellas actividades que constituyen el
sector de las industrias creativas.
Para concluir cabe destacar que el concepto de industrias y bienes culturales sigue vigente en la
actualidad, y ha recibido un fuerte sacudón con el advenimiento de internet. Esta tecnología, si bien
implicó “una reducción drástica de los costes de distribución y comercialización on line de [los]
productos” (Calvi, 2005, p. 333), también trajo aparejado un gran debate acerca del marco de
regulación político-normativo que debe (o no) aplicarse en internet para la protección de los derechos
de autor, copyright, etc. Este hecho trae a la superficie una fuerte “contradicción entre la democracia
cultural y participativa y el poder de los principales grupos multimedia para explotar exclusivamente la
producción cultural en Internet” (ibíd., p. 335).
BIBLIOGRAFÍA:
Igarza, R. (2008), Nuevos medios. Estrategias y convergencia. Buenos Aires: Ed. La Crujía, pp. 33-
59.
MaestriaIICC. (2012). Qué son las Industrias Culturales [Video]. Recuperado de:
https://www.youtube.com/watch?v=y5TagzUHDZ0.