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Artículo 86. (Enajenación mental).

Si durante el proceso se advierte que el imputado


padece de alguna enfermedad mental que le impida comprender los actos del proceso,
el juez o tribunal podrá ordenar, de oficio o a petición de parte, su reconocimiento
psiquiátrico. Comprobado este extremo ordenará, por resolución, la suspensión del proceso
hasta que desaparezca su incapacidad.

Esta resolución no impedirá que se investigue el hecho o que continúe el proceso con
respecto a los coimputados.

El juez o tribunal podrá ordenar su libertad, dejándolo al cuidado de sus padres, tutor o
curador, cuando no exista peligro de que se dañe a sí mismo o a los demás. Caso contrario
dispondrá la internación del imputado en un establecimiento adecuado, cuyo responsable
informará por lo menos una vez cada tres (3) meses sobre el estado mental del enfermo.

En ambos casos, el enfermo será examinado por lo menos una (1) vez cada seis (6) meses
por los peritos que el juez o tribunal designe. Si de los informes médicos resulta que el
imputado ha recobrado su salud mental, el juez o tribunal dispondrá la prosecución de la
causa.

COMENTARIO

Procesalmente la cuestión planteada consiste en la imposibilidad, de celebrar el juicio oral,


ya que el procesado está intelectualmente incapacitado de modo absoluto. Parte de la
doctrina, expresa que si la enajenación se ha producido o acreditado antes del inicio de
las sesiones del juicio oral, se debería archivar el proceso hasta que el procesado, en tanto
el imputado recobre la salud, procediéndose a adoptar el sobreseimiento libre si muriese
antes de recobrarla, a lo que habrá de añadirse que también procede declarar extinguida
la acción penal una vez transcurrido el tiempo de prescripción.

El celebrar el juicio frente a la persona que no es capaz de entender ni comprender lo que


en el ocurre ni poder asumir defensa, es un acusado inerme frente al poder sancionador
del Estado, lo que resulta inconstitucional al lesionar el Derecho Fundamental a la Defensa
y el Derecho a un proceso justo con todas las garantías elementales que conforman un
juicio justo. Tampoco se debe olvidar que la adopción de una medida de seguridad
necesitará un previo pronunciamiento sobre el hecho y la antijuricidad.

Al respecto, el Auto Supremo: 883/2017, de 21 de agosto 2017, al respecto interpretó:


“1.- Sobre la infracción del art. 86 del Código de Procedimiento Penal en relación al art.
109.II de la Constitución Política del Estado no puede estar en condiciones de asumir el
proceso penal; sobre dicha acusación corresponde señalar que el art. 86 del Código de
Procedimiento Penal señala (…) La primera parte de la descripción normativa –ante el
padecimiento de la enfermedad mental del imputado- permite al Juez suspender el
proceso penal, y por suspensión -de acuerdo a la Real Academia Española- se entiende:
detener o diferir por algún tiempo una acción u obra; de acuerdo a ello se dirá que la
norma alude al término de suspensión, diferimiento o paralización del proceso en relación
a un imputado, no importa una extinción de la acción penal, el tercer apartado de la
norma en estudio limita a conceder el derecho a la libertad del imputado, la norma no
describe que al aplicar la suspensión basada en el artículo de referencia la acción penal
quede extinguida, al contrario describe que inclusive la investigación continua, tampoco
señala que se levanten las medidas cautelares de carácter real adoptadas en contra del
referido imputado, pues se entiende que podría existir la probabilidad –de acuerdo al
avance de la ciencia médica- que el estado de salud mental podría mejorar o ser
superado, por ello es que la norma no ha previsto que la acción penal en contra de dicho
imputado sea extinguida, sino que la misma solo pueda ser suspendida pudiendo inclusive
continuar con actos de investigación.”

Artículo 87. (Rebeldía). El imputado será declarado rebelde cuando:

1) No comparezca, sin causa justificada a una citación de conformidad a lo previsto en


este Código;

2) Se haya evadido del establecimiento o lugar donde se encontraba detenido; 3) No


cumpla un mandamiento de aprehensión emitido por autoridad competente; y, 4) Se
ausente sin licencia del juez o tribunal del lugar asignado para residir.

COMENTARIO

Esta institución se relaciona con el principio de audiencia y de contradicción y tiene por


objeto evitar se paralice el proceso en detrimento de la tutela judicial efectiva que asiste al
demandante. Surgió para evitar perjuicios que el principio de contradicción, llevado a
ultranza puede acarrear al impedir la prosecución del juicio.

Para ello, es necesario realizar una ponderación entre el derecho a la tutela judicial efectiva
sin indefensión y el derecho de los demandantes a que el proceso se resuelva sin dilaciones
indebidas; puesto que la protección ilimitada del derecho del no emplazado conllevaría al
sacrificio del derecho de quien activó creyéndose protegido por el sistema judicial.
El término rebelde en el ámbito procesal penal, se funda en que históricamente se
consideró dicha situación como una acción antijurídica, merecedora de ser reprimida,
tanto que así en el Derecho Romano equivalía a la condena del rebelde. En la actualidad
no supone incumplimiento de la obligación de comparecer sino la falta de ejercicio de un
derecho, de lo cual no pueden derivarse consecuencias perjudiciales. La incomparecencia
en juicio no se sanciona; pero hay preclusión de las etapas procesales tramitadas mientras
dura la rebeldía. El rebelde puede personarse en cualquier estado del juicio, pero éste no
retrocederá su procedimiento, sino que proseguirá la marcha procesal, si bien teniéndole
ya por parte. Pese a su falta de apersonamiento en forma debida, el demandado
declarado rebelde es parte procesal. Como señala Garberí Llobregat “(…) la rebeldía no
pasa de ser una pura situación de hecho con relevancia jurídica, una situación procesal sui
generis que se genera de manera imperativa ante la simple incomparecencia del
demandado cuando es llamado al proceso”.

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