La abuela
Peter Harling
Ha publicado libros de poemas,
cuentas y ensayos, y es muy conocido
como novelista. En 1973 empez6
a escribir libros para nifios
‘que se caracterizan por la actualidad
de su problematica y su autenticidad.
Karli pierde a sus padres y es educado
por su abuela. Tanto Karli como
Ja abuela tienen que cambiar para
adaptarse y conivivir sin tensiones.
Pero vencen las dificultades y acaban
siendo muy buenos amigos. Este libro
recibié el Deutscher Jungedbuchpreis
en 1976.
Jan
nrg de cates
a RAO ALONSOae De como Karli *,
fue a parar a casa de la abuela
Dae greg sce ie
afios ya se es viejo. La abuela, no, La abuela
ha dicho siempre —y lo suelen decir muchos
viejos— que uno es tan joven como se siente
Y la abuela se sentia bastante joven. Decia
también la abuela que por fuera eta vieja y
por dentro una muchacha. Los que la conocfan
bien, se lo creian. La abuela no tenfa mucho
dinero. A veces se quejaba de su escasa pensién
y de su difunto marido que no habia sido
precisamente una lumbrera, pero preferfa reft
que quejarse. Y sabia arreglarselas. Su piso de
Munich era pequefio y casi tan viejo como ella.
El soff se venia abajo con frecuencia cuando
el peso de las visitas era excesivo. Sélo Ta estufa
de fuel-oil era nueva y la abuela ao acababa
de apafiérselas con ella. Tenfa miedo de que
salieran las dos volando por los aires cualquiet
dia. Cuando Ia estufa empezaba a borbotear y
a hacer glu-glt, la abuela le hablaba como si
fuera un burro testarudo. A la abuela le
gustaba hablar consigo misma y con las cosas
que le rodeaban. Los que no la conocfan bien
tenfan que acostumbrarse. Incluso en medio10
de una conversacién empezaba a veces a hablar
consigo misma y, cuando el otro la miraba
sorprendido, la abuela meneaba simplemente
Ia cabeza como diciéndole que no se referia
ad
A la abuela todos Ia llamaban abuela:
los vecinos, el panadero de la esquina, los
chicos del ‘patio que de vez en cuando se
burlaban de ella pero que, en realidad, la
querian y hasta le subian a veces la bolsa de
la compra al quinto piso, porque en la casa
en que vivia la abuela, no habia ascensor.
—No somos principes —solia decir la
abuela cuando se le acababa el. resuello en el
tercer piso y tenia, que tomatse un pequefio
descanso.