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Reflexión sobre experiencias

Me gustaría partir comentando dos experiencias que me han afectado hasta ahora, desde
que comencé a atender a mi primer paciente hasta la fecha, hace un mes y medio
aproximadamente, él ha llegado tarde en algunas ocasiones y ha faltado una vez a la sesión
sin avisar. Estas dos situaciones me han hecho sentir y pensar varias cosas las cuales no me
había parado a reflexionar a mayor profundidad y menos a ponerlas en palabras.
En el primer caso, cuando llegó tarde por primera vez, fueron casi casi 20 minutos de
retraso, durante la segunda sesión. Recuerdo sentirme muy ansiosa pues a la primera sesión
él había llegado puntual, así a medida que pasaban los minutos me preguntaba qué podría
haberle pasado, si lo había hecho sentir incómodo en la primera sesión, tanto, que no asistiría
a esta hasta el punto de angustiarme y pensar que abandonaría la terapia, así que cuando fui
a ver ya casi derrotada si había llegado y lo vi sentado en la sección de espera, no pude
controlar la alegría y alivio al verlo, sonreírle y saludarlo cálidamente.
Al momento decidí preguntarle qué lo había atrasado y me dijo que vivía lejos y que la
micro se había demorado, podría haberle creído, pero sentí que fue una excusa, pensando que
quizás no quería estar en la sesión, compartiendo en ese espacio conmigo, cuando yo tenía
toda la disposición de escucharlo, conocerlo y saber lo que le pasa. Así que decidí que al final
de la sesión le comentaría lo del horario y precisar el encuadre. Esto es algo que me gustaría
retomar y ahondar en unos párrafos más adelante.
Ya después de la sesión, pensé en mí, cuando yo he estado del otro lado, siendo la
paciente, recordé que en las primeras sesiones solía llegar bastante tarde, y gran parte se debía
a mi resistencia por comprometerme con la psicoterapia, mi miedo a expresar lo que me
pasaba y abrirme a otro, confiar y mostrar mi vulnerabilidad, una parte de mi quería ir, quería
entender lo que me pasaba y sentirme mejor pero a la vez me daba miedo dar completamente
ese paso y aunque el psicólogo estuviera con la mejor disposición y aceptación ni tampoco
me hubiera hecho sentir incomoda seguía llegando tarde las primeras sesiones. Así al verme
a mí misma, a la siguiente sesión en la que volvió a llegar tarde pude tolerar mas esta espera
con la esperanza de que llegué y poder atenderlo, pues muchas veces estuve en esa situación
y agradecí que me aceptaran y me atendieran pues, aunque al principio ponía una resistencia
en el fondo si quería seguir.
Refiriéndome a la segunda situación, recientemente mi paciente no llegó a la consulta,
me extrañó que pasaran los minutos y no llegara pues, a las últimas sesiones había sido
puntual, sin embargo esperé con la esperanza de que llegara finalmente y poder atenderlo,
pero cuando habían pasado más de 20 minutos comencé a pensar que quizás no llegaría,
seguí esperando, deseando que apareciera pues esta sería la séptima sesión y comenzaríamos
a hablar sobre un tema central que tiene directa relación son su problemática a la cual
anteriormente le había dado rodeos, sin embargo en la sexta sesión se mostró más abierto a
hablar y expresarme lo que sentía frente este tema, así que estaba muy motivada a seguir
escuchándolo, a saber más de él y lo que siente. Así que el que no llegara me descolocó,
había puesto muchas expectativas en esa sesión.
Frente a esto, siendo la primera vez que pasaba que no se presentaba y sin avisar, comencé
a pensar que podría abandonar la terapia, preocupándome por él, porque quería que el
siguiera, que pudiera entender lo que él estaba pasando y sintiendo, luego me cuestioné que
tan motivado está a seguir a verse a sí mismo, a conocerse y si bien en un principio pensé
solo en él luego me vi a misma, estando ahí en la consulta, saliendo cada par de minutos a
ver si había llegado hasta ya darme por vencida y comencé a pensar en mi propio tiempo y
disposición, comenzando a valorar mi esfuerzo, sintiéndome molesta porque no avisó.
Luego pensándolo desde mi experiencia como paciente, en algunas ocasiones falté sin
siquiera cancelar la sesión y algo que pude identificar fue mi miedo a tocar temas importantes
que sabía que movilizarían muchos sentimientos, que sería doloroso y que prefería evitar en
vez de hacerle frente, pero que a la vez sabía que si iba a la sesión no iba a poder evitar
tocarlos.
En estas dos ocasiones puede que a él le pasara algo similar, puede que otros pacientes les
suceda algo parecido, así como puede que sea que no estén muy motivados a seguir, que lo
hayan hecho por obligación, que consideren que tienen otras cosas más importantes que hacer
o que efectivamente como terapeuta haya cometido un error.
Entonces frene a mis vivencias anteriormente expuestas ¿qué es lo que se puedo hacer
frente a esto que siento cuando el paciente llega tarde, no asiste a las sesiones, o en general
sucede algo que me incomode, moleste o me frustre, que pueda denotar falta de interés o
compromiso, incluso el hecho de cometer algún error con el paciente?
Hay dos cosas que rescataría, el hablar sobre lo que sentí y pensé con respecto a lo que
me sucede con el paciente, ya sea con compañeros de la carrera para compartir experiencias,
en instancias de supervisión o con mi psicóloga y así bajar las ansiedades y angustias y a la
vez saber de dónde vienen mis ansiedades y angustias de que el paciente abandone la terapia
o cuando provoca algo en mí que me descoloca y por otra parte hablar con el mismo paciente,
ser sincero y trasparentar la relación terapéutica
De esta forma siguiendo a Yalom, puedo permitirme que el paciente, mi paciente y los
futuros que vienen, me importe, involucrándolos activamente en la relación que ambos
vamos construyendo. Así puedo preguntarle qué le pasó, porque no vino a sesión no con el
afán de retarlo sino porque genuinamente me importa, tanto lo que lo que siente como su
bienestar, porque estoy pensando en él. Así, si yo le doy, le otorgo, importancia a este espacio
y a la relación que construimos él al ver esto puede ser consciente de lo significativo que
puede ser este espacio, puede comprometerse más, puede valorarse a sí mismo y lo que es
capaz de entregar, comunicar y construir con otro.
Siguiendo esta misma línea, aunque con el paciente hablé sobre el horario y volví a hacer
hincapié en el encuadre, ¿le dije cuán importante es para mí el que él llegue a la hora para
aprovechar al máximo la sesión, para poder escucharlo porque me interesa saber que le pasa?
Creo que no comuniqué claramente lo que sentí. Siendo consciente de esto, en la siguiente
sesión podemos hablar de por qué faltó y puedo volver a realizar un encuadre, pero
transmitiéndole cuanto me importa él como persona, su proceso, y no por recitar unas cuantas
frases para cumplir un reglamento o un horario.
En cuanto a lo anterior, creo que es vital reconocer los errores que uno pueda cometer con
el paciente, ya sea para sí mismo y así no volver a caer en el mismo error o reconocerlo y
decirle al paciente en lo que se equivocó si esto puede limpiar y transparentar la relación
terapéutica.
Por ultimo algo que no me ha sucedió pero que puede suceder y en más de alguna ocasión
pasará en mi camino de convertirme en psicoterapeuta es cuando un paciente abandona la
terapia, creo que cuando me pase me afectará mucho, tenderé a pensar en qué es lo que pude
haber hecho mal y esto podría tomarlo como una derrota, pero ¿no sería más bonito y
fructífero tomarlo como una experiencia de aprendizaje? Y por otro lado, esto que voy
construyendo con un otro, el vínculo que se va formando, esta relación terapéutica, es algo
que es de a dos, no solo estoy yo, no soy solo yo quien la sostiene y en quien recae toda la
responsabilidad, es una construcción mutua y por lo mismo en esta situación así como en las
anteriores es bueno evaluar qué es lo que pasó no solo conmigo sino con el paciente también,
que tanto puso y no puso el paciente de sí mismo en la psicoterapia y ver en su totalidad la
relación construida para evaluar.

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