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04 de noviembre del 2015

Para: Mi amigo de soledad

Desperté como todos los días. Ánimos invisibles y ganas inventadas. El sol apenas se estaba
asomando por mi ventana pero yo ya tenía la necesidad de levantarme. No es posible dormir
plácidamente con un vacío.

A estas alturas todos los días parecen iguales con una leve singularidad de espontaneidad que
hace percibirlos como un poco diferentes. Apenas lo notas en realidad, solo si te ha pasado o
eres muy buen observador.

Mi vida es una rutina como ya dije, con escasos destellos de espontaneidad. Escasos pero
necesarios algunas veces. No vivo con mis padres como muchos de los jóvenes a mi edad.
Prescindo de todas las atenciones y mimos de una madre cariñosa; y no es porque yo quiera. Es
por mi padre.

Mi infancia transcurrió entre caballos, vacas, el campo, y la hacienda de mis padres. Era muy
feliz en ese tiempo, era la menor de mis hermanos hasta ese entonces así que era muy
consentida y querida por todos los trabajadores de la “Gran Casa”, así la llamaba yo. Quizás
porque desde la perspectiva de una niña una gran casa rodeada de mucha vegetación puede ser
enorme, inmensa e inalcanzable de ser explorada en su totalidad. Mi curiosidad siempre ha
estado atenta a todo y todos. Recuerdo que más de una vez he jugado en el heno de los caballos
hasta estar de color del pasto y estar despeinada y tener la ropa llena de paja. Lo recuerdo
claramente porque cada vez que hacía eso, el enojo de mi mamá venía con una coqueta risa que
me hacía evitar el castigo, cierta complicidad que me decía que ella solía ser así de rebelde, de
traviesa y de exploradora. Y por si fuera poco, los trabajadores siempre me celebraban todas
mis locuras, así que de alguna manera siempre ganaba. ¡Vaya época aquella!

Ahora me reconforta y me hiere recordar todo aquello, ¡¿qué no daría por volver a aquellos
tiempos?! No había preocupaciones, podía disfrutar de mi inocencia. Pero ahora no es así, creces
y dejarse llevar por la inocencia puede salirte muy caro. Son cosas que yo y mi hermana mayor
sabemos muy bien. Tuve que aprender a ser fuerte contra mi voluntad literalmente, de golpe.
No estaba preparada para estas cosas así que quizás esa sea la razón por la que me he convertido
en esto. En esta Darleth. Débil y sin esperanzas.

Perder a mi hermana en una “inocencia” mía me ha hecho sentir culpable hasta el día de hoy.
Aún lloro cuando la recuerdo y me reprocho todo lo que pasó aquel día. Estoy segura de que por
eso me odia tanto mi padre. Y talvez esa sea la razón por la que he empezado a escribir estas
cartas. Para poder contarle a alguien que realmente soy consciente de lo que pasó y que
merezco todo esto.

Hay días en los que me desanimo de continuar con estas largas hazañas de lucha en contra de
mi propio infierno. La primera vez que escribí recuerdo que arrojé el papel a la papelera con
rabia de tantos malos recuerdos y lágrimas que tenía. Le había escrito a mi padre. Quería que
me perdone, porque yo no podía hacerlo. No entiendo por qué hay gente que no quiere
perdonar. Hacerlo no solo da paz al que lo dice, sino también al que es perdonado. Las personas
somos egoístas, ya me he dado cuenta. Si para mí es duro y difícil simplemente recordar que no
me perdono, no puedo imaginar cómo se siente alguien que pidió perdón y se le fue negado.
Cada uno vive su infierno, pero no agrandemos el de otro. No saben cómo se siente uno.
Espero que tú que lees esto, no estés pasando por algo parecido. En serio espero que no. ¡Vaya
tontería! Ni siquiera sé si algún día estas cartas verán la luz. No sé si serán leídas por alguien
pero ya te hablo de “tú”, espero no me tildes de loca. Solo deja que me acostumbre a ti, amigo
de soledad.

¿Quieres saber por qué te escribo? Porque es la única forma que he encontrado de compartir
mi soledad y mi miseria. Soy un poco dura conmigo misma diciendo eso, pero es la verdad. La
compañía de un desconocido es mejor que un conocido. Tú no sabes mucho de mí más que lo
que te iré contando, así que no tienes una idea de mí, lo cual es mejor. Reconstruirás a esta
Darleth de acuerdo a lo que tú crees.

Es gratificante, bastante. Es un placer que me empieces a conocer, mi gran amigo de soledad.


Para mí es un gran placer.

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