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Capitulo 1 LA ROMA ARCAICA 1. De Los oR{GENES A LA CONFIGURACION DEL Estapo 1.1. El origen de Roma: un problema de fuentes Como ocusre con otras ciudades del mundo antiguo, el origen de Roma sigue siendo en gran parte enigmstico aunque, a la luz de las in- vestigaciones recientes, no parece que sea muy diferente al de otras ciudades del mismo ambito y, en consecuencia, de un similar contex- to cultural: el Lacio. Desde hace algunas décadas los historiadores discuten la presunta originalidad del caso romano —con diferencia el mejor documentado— a medida que avanzan los estudios regiona- les, basados ante todo en datos arqueolégicos: habitat, produccién de objetos (cerémica, metales) y cultivos, circulacién ¢ intercambio de bienes; costumbres funerarias (cremacién, inhumacién), ajuares, em- plazamiento de las necropolis, etc. El estudio de éstos ha permitido la sistematizacién de una precisa estratigrafia de la cultura lacial, desde sus origenes ca, 1000 a. de C. hasta ca, 580 a, de C. (final del periodo TV Ben toda la regidn del Lacio), cuando Roma se encontraba ya en un avanzado estadio de desarrollo politico, segtin unos, pero que ape- nas se habia constituido como «ciudads, segin otros. Los primeros a7 418 Roma y su imperio aceptan los datos de la tradicién romana, segin la cual la fundacién de Roma se remonta a mediados del siglo visi —Ia fecha del 753 fue s6lo finalmente establecida por Varrén en el siglo 1 a. de C.— ligada ala leyenda de los gemelos (Rémulo y Remo) y a la pretendida «anti- stiedady de algunas instituciones tipicamente romanas como la gens 0 el enado, Los segundos, en cambio, fieles alos resultados arqueol6gi- os, sostienen que el «nacimiento» urbano de Roma no puede ser an- terior a finales del siglo vin a. de C. e incluso a 575 a, de C. (Gjerstad, 1973), fecha de la segunda desecacién y pavimentacién del Foro que permitié la construccién de la ciudad, En tal caso habrla que admitir la existencia de una comunidad politica «romana» en una fase pre- urbana, lo que plantea serios problemas de interpretacién histérica tanto a los partidarios de la «tesis sinecista» (agrupamiento de aldeas en torno al Palatino) como a los defensores dela etesis unitaria» (Mu- et-Karpe, 1962). En la actualidad, sin embargo, las teorias radicales en uno w otro sentido han sido abandonadas en favor de posiciones ‘moderadas, bien intentando compaginar los datos de la tradicién lite- raria con los resultados de la arqueologia (Pallotino, 1963), bien so- pesando la fiabilidad de la tradicidn historiogréfica a la luz de su pro- pio proceso de elaboracién (Poucet, 1985). A pesar de ello, Ia investi- gacién sobre los primeros tiempos de Roma prosigue fundamental- mente sobre base arqueolégica aunque sin renunciar a los datos mas fiables de la tradicién, se correspondan o no con la cronologia apor- tada por la arqueologia. De todos modos hay ya un cierto consenso en algunos puntos: Romulo y, por supuesto, Remo son personajes mera- mente legendarios, cuya invencidn se debe en gran medida a la noto- ria influencia de la cultura helénica sobre el mundo itélico; aunque ‘no su nombre, la actuacién de Rémulo en a fundacion de la Urbs es similar a la del eoikistés» griego aun cuando el rito usado en el cere- monial (pozo, surco, arado) sea de origen etrusco; de los restantes re- yes de la primera época (Numa Pompilio, Tulo Hostilio y Anco Mar- io), a los que la tradicidn atribuye ya realizaciones politicas concre- tas (la primera reforma de los «colegios» sacerdotales, la destruccién de Alba y la conquista de gran parte del Lacio, respectivamente), se ignora cl momento en quc tales gestas fueron elaboradas porque, aun- que se supone una fecha tardia, las familias de los Panpili, Hostili’y ‘Marti no tuvieron en ningin momento el protagonismo politico ne- cesario para que se pudieran considerar descendientes de los «prime- 10s reyes» romanos. En tales circunstancias la tradicién historiograi- a relativa a este primer periodo es escasamente fiable, mucho menos La Roma arcaica a9 desde luego que la referida al siguiente, considerado generalmente como de dominacién etrusca (Tarquinio Prisco (616-578), Servio Tulio (578-539) y Tarquinio eel Soberbio» (539-509). En esta segun- da fase la monarquia romana se presenta ya como un sistema politico ccon su dindmica caractetistica: sucesin dinistica, juego de aristocra- ciapueblo, presion de grupos sociales, politica exterior, reformas constitucionales, etc. 1.2. Ciudad y territorio Tanto si se asume la tradicional fundacién de la Urs por R6mulo a mediados del siglo vinta. de C. como si se acepta la formacién pos- terior de Roma al menos siglo y medio después, la ciudad antigua es inseparable de su propio territorio (*Finley, 1984, 59). Pero el caso romano presenta algunas particularidades, En su fase protourbana Roma esta formada por un grupo de comunidades independientes unidas ocasionalmente por razones religiosas en la llamada Liga del Septimontium, que agrapaba a los habitantes de los 8 montes —y no 7 colinas— en torno a un culto anual celebrado probablemente en el Palatino. Tanto los partidarios de la tesis sinecista como los defenso- res de la monocéntrica encuentran aqui argumentos para sostener sus respectivas teorias. Para los primeros el Septinontium es el precedente de la posterior agrupacién de «aldeas» que daria origen a la nueva ciu- dad; para los segundos, el razonable protagonismo del Palatino es esta Liga temprana ¢s la prueba de que Roma se configuré exclusiva- mente a partir de este micleo originario. Ademés, si Palatino (con Germal y Velia), Esquilino (con Oppio, Cispio y Fagutal) y Celio for- ‘maban una Liga, estos tres con el Quirinal delimitaron el tersitorio de la Roma quadrata, sobre la que Servio Tulio establecié su distribu- cin de las 4 tribus urbanas (Suburana, Esquilina, Palatina y Collina) ‘modificando sustancialmente el sistema anterior basado en las 3 tr bus originarias (Tities, Ramnes, Luceres). Los nombres de las tribus servianas aluden a niicleos de habitacién en las colinas cuando éstas todavia no habian sido reservadas s6lo como necrépolis. Esta prime~ 1a diferenciacién del 4rea urbana entre «espacio» de habitacin y «es- pacio funetarion tequiere, en el caso romano, que el érea del Foro en torno a la que se configuré el niicleo urbano presentara condiciones de habitabilidad. A este propésito artifices etruscos Ilevaron a cabo las obras de desecacion y pavimentacién previas al asentamiento, 0 Roma y sa imperio ‘estos trabajos se realizaron en torno al 600 a. de C. (Colonna, 1974), momento en que, segin la tradicién, Roma era regida por el etrusco Tarquinio Prisco, el proceso de urbanizacién debié ser muy répido, puesto que por la misma fecha la arqueologia data ya la construccién de la Regia, el templo de Vesta y el levantamiento de la Curia Hoatilia. Es decir, que acemés del espacio funerario y de habitacion se ha crea- do otro sacral 0 piiblico, en el que se ubican construcciones reales 0 religiosas. Desde este momento el area urbana queda plenamente configurada, Los lugares reservados al culto se separan claramente de los dedicados a las actividades propias de la ctita, el érea del Foro constituye un foco de atraccién para los nicleos habitados cigcundan- tes (vic!) que poco a poco abandonan las colinas y se suman a la pobla- cién de la Hanura, En un primer momento los pagi (0 territorio domi- nado por los vci) mas prdximos quedaron absorbidos dentro del area urbana; otros, mis alejados, serfan dominados e integrados después para constituirel ager romanus antiques o territorio controlado por el in- cipiente populus. La tradicién asignaba a Tulo Hostilio la conquista y destruccién de Alba, pero sin duda Tarquinio Prisco Hev6 ya a cabo una intensa «politica exterior dominando el territorio préximo a Roma hasta controlar aproximadamente un tercio del Lacio. En el reinado de su sucesor Servio Tulio el area urbana de Roma fue am- pliada considerablemente, de unas 50 Has originarias a las 285 de la ‘Roma quadrata dle época serviana o a las 426 Has que protegia su entor- 1no amurallado (Ampolo, 1980, 168), superior al resto de las ciudades latinas y sélo comparable con el de ciudades griegas como Esparta (450 Has) y Atenas (585 Has) o con algunas ciudades itdlicas de ori- ‘gen gtiego como Tarento (510), Sibaris (515), Agrigento (517); pero cl area urbana de otras ciudades del mismo origen era mas pequefia: ‘Cumas (72), Crotona (281), y més atin en otras ciudades latinas (Ar- dea: 40) 0 etruscas (Caere: 120; Vulei: 180; Veyes: 242 Has). No obs- tante, estos datos deben ser considerados aproximativos en un doble sentido: primero, porque son célculos estimativos basados en la ac- queologia; en segundo lugar, porque remiten a situaciones y épocas diversas, Aun asi, una estimacién ponderada de unas 200 Has propor- cionaria a Roma una posicién privilegiada en cuanto a potencial hu- ‘mano y econémico en relacién con las «ciudades» latinas proximas Naturalmente, esta superficie incluye no sélo el micleo urbano, pro- piamente dicho, sino también las éreas adyacentes, que constituyen su «territorio», si bien los micleos habitados de éste quedan como pagi (Succusano, Janiculo, Aventino, Lemonio, etc.) integrados en la La Roma arcaes a constituci6n del ager romanus antiguas de Epoca serviana, extetnos a la linea del pomerium que delimitaba el recinto propiamente urbano y {que sirvieron de base a la posterior distribucién territorial de las nue~ vvas tribus risticas, De este modo la queva estructura urbana engloba- ‘ba no sélo los centros habitados en torno al Palatino, sino también cl territorio perteneciente a otros pagi cercanos que debieron ser domi- nados. Pero Ia peculiaridad de Ia situacién romana consistié en po- tenciar los intereses de los grupos vinculados al ageren detrimento de los de los grupos urbanos que, paradgjicamente, aun constituyendo cuantitativamente la amasa» de la poblacién ciudadana, en la prictica politica representaron durante sigios una auténtica «minoriay, dado que el sistema de votacin por tribus, que se impondria después, dis- ctiminaba claramente a los ciudadanos adscritos las 4 tribus urbanas, 13, Roma y las ciudades latinas Aunque el proceso de urbanizacién de Roma no es separable de la formacién de Ia ciudad en el Lacio, el caso romano adquiere una ade- cuada dimensién historica en su propio contexto y, particularmente, en el marco de un estudio regional. Por sus caracteristicas geogrificas y econémicas el ambito latino puede dividirse en cuatro 0 cinco regiones naturales con una cierta homogeneidad entre si: dos regiones costeras (una septentrional (I), situada en las proximidades de Roma, y otra meridional (II), que se corresponde de hecho con la llanura péntina hacia el interior) y dos 0 tues sectores interiores alineados al N. de Roma y en cierto modo su- perpuestos: la region albana (III), los Prii Latin’ (IV) y la region su- bapeninica (V), la mas septentrional y limitrofe con Etraria, ‘A pesar de las logicas diferencias entre unas y otras, datos arqueo- logicos recientes permiten establecer analogias claras con el proceso de urbanizacién romano ¢ incluso algunos elementos, hasta ahora discutibles, se han revelado comunes a ambos. Tal es el caso de la ca- sa-cabafia a la casa con tejado como forma habitual de habitacién a mediados del siglo vut algo similar ocurre con el desplazamiento del habitat hacia zonas menos elevadas, lo que exigié la construccién de tun agger (terraplén) en Satricum 0 de un murus terreus en Roma para proteger su defensa; no obstante, cada did es mis claro que el niicleo ‘urbano originario, como ocurre también en Gabii, estuvo dominado por una acrépolis en torno a la que se ubicaban las aldeas («vici»), su- bordinadas o sometidas. Por tanto, en el panorama urbano del Lacio

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